Capítulo 28 ┋ Entierro.
—¿Cómo es posible que aún me siga? —pregunta exaltada, sin ganas de dejar de temblar. No le respondí el mensaje, e incluso apagué el celular, alejándolo lo más posible de mí. Laura intenta calmarme, además de que se encargó de cerrar la puerta de mi habitación con llave y las ventanas con el seguro puesto, impidiendo la acción de que algún enfermo, obsesionado conmigo, pretenda querer entrar a la única seguridad de mis cuatro paredes.
—Creí que habría sido tu padre, creí que todo se terminaría en el momento en que él se fue. —dice. Puedo ver en sus ojos lo temerosa que se encuentra, al igual que yo, ambas estamos experimentando las mismas sensaciones. Sea donde sea, sea con quien sea, y sea en el lugar que sea, siempre me voy a sentir desprotegida, como sí esa persona pueda llegar a salir de cualquier lugar, dispuesto a lastimarme, dispuesto a acabar conmigo. Respiro hondo repetidas veces, viendo mi celular apagado a una esquina de mi cama.
—No, definitivamente no era mi padre. Nunca fue él. Sí fue quien me estuvo siguiendo, sí fue quien me lastimo en la reserva ecológica la noche de tempestad, sí fue a quien yo siempre sentí seguir mis pasos, pero el de los mensajes, la persona a la que vi en el bosque la noche de la fiesta de máscaras, la persona que nos chocó el auto y me lastimó contra la ventana, la persona obsesionada sin razón aparente con mi vida es quien busca matarme de la misma forma que lo intento mi padre. Lo único que no termino de comprender es por qué, que mal le he hecho yo en mi vida, que cosa tan horrible provoqué para que esa persona este dispuesta sí o sí a acercarse a mí, para qué. —Laura me mira, sé que lo hace, pero yo solo puedo mantener mi mirada sobre mis manos temblantes y sudorosas. Es un tic nervioso que tengo cuando me encuentro en este estado. Mirarme las manos. No sé por qué, pero siempre que estoy así es cuando lo hago.
—No es por tu culpa, no es por algo que tú hayas hecho, no eres responsable para nada de la locura de ese hijo de puta. No tienes nada que ver, algún puto trauma tendrá en la cabeza, algún motivo hay. Pero sé, confío en que en cualquiera de las razones que haya, tú no eres responsable. —dice, con desprecio en su voz, y ahora que poso mi mirada sobre la suya, puedo notar lo afectada de manera agresiva que se encuentra.
—¿Tú sabes algo que yo no? —pregunto. La veo tragar saliva y bajar la mirada a las frazadas. Parece dudosa, con miedo, y sé que realmente algo está pasando más allá de lo que conozco.
—En realidad, sí. —admite, frunzo el ceño desconcertada y no digo nada, esperando a que ella lo haga—. Yo... el otro día que te dije que necesitaba contarte algo, el día en que Liam desapareció y tú fuiste a buscarlo, la noche anterior yo no podía dormir y salí con Lucas. Lo siento, Maggie, sé que me pediste que no contará nada, pero Lucas es de confianza y él me notó extraña. Me acompañó al bosque ese en el que tú perdiste la cartera y el anillo de tu padre, ¿recuerdas que me contaste eso? Bueno, fue al único sitio al que se me ocurrió acudir por respuestas para ayudarte en la mierda que estás viviendo, y adentrándonos más allá del bosque, localizamos un pequeño galpón oxidado, mugriento, y con fachada de estar deshabitado. No sé bien por qué, pero nos adentramos, estaba oscuro, pero pudimos localizar un interruptor... Ahí... —relame sus labios secos.
—¿Qué? ¿Qué encontraron? —pregunto asustada, realmente preocupada.
—¿Quieres verlo por ti misma?
Sé que cometí muchas locuras esté último año: Me metí en peleas, puse en peligro mi propia vida, jugué con la suerte, me intoxique con el amor, fui a los lugares más turbios vistos y por haber, pero puedo asegurar que esta noche no será la excepción de mi vida para dejar de arriesgar mi salud. En el momento en que me coloque las zapatillas, una campera, y junto a Laura me monté en su auto, supe que nos dirigiríamos al bosque del que hace meses vi por última vez y sea lo que sea que vaya a ver, por la expresión en la que Laura me lo relató, no será de ayuda para la poca cordura que cargo conmigo. Sea lo que sea que ahí me este esperando, me nublara de manera inimaginable, pero estoy más que preparada para enfrentar a las consecuencias.
A medida que el auto avanza y avanza por los lugares que alguna vez transite, las calles se van tornando oscuridad, y el frío agonizante empaña las ventanas, escarchando como el hielo mismo que del cielo continúa cayendo. Pareciera que nunca parará de nevar y aunque las personas, dueñas de sus hogares, se encarguen de quitar la nieve de sus puertas principales, se sigue amontonando de todas formas. Me abrigue, pero el frío me hace temblar el labio, enfriando, poniéndolo pálido. Me pregunto sí Liam estará seguro en ese lugar en donde se encuentra recibiendo ayuda. ¿Tendrá frío? No creo, el lugar tenía calefacción cuando fui y parecía muy seguro. ¿Se sentirá sólo? ¿Irán a visitarlo con frecuencia? ¿Estará observando la nieve a través de su ventana de la misma forma en la que yo lo estoy haciendo? Y, lo que más atormenta mi cabeza día y noche, ¿pensará en mí? ¿Me extrañará tanto cómo yo lo extraño?
Por una milésima de segundo el destello de un sueño tan anhelado llega a mi cabeza, de él y yo abrazados, pero lo descarto rápidamente. Nunca me gusto irme de la realidad, no me gusta fantasear y sentirme mal con cosas que no sucederán. Prefiero mantenerme en el hilo de la verdad, dejando que el destino o la casualidad se encargue de lo que me pasará.
No caigo de la nube de mis pensamientos, sino hasta que siento la frenada abrupta de Laura. Me giro a mirarla desconcertada, ya que nos encontramos a la mitad del camino. Por suerte, ningún auto nos sigue por detrás.
—¿Qué sucede? —pregunto, raspando mi seca garganta al hablar.
Ella mantiene la mirada en el camino, por lo que, sin dudar, sigo a donde ella está mirando hasta encontrarme con una figura. Una persona oscura se encuentra de pie, a metros del auto, mirando a nuestra dirección de manera muy perturbadora. Abro mis ojos a más no poder y casi siento como sí me hubiera quedado paralizada.
—Quien... ¿Quién es? —pregunta asustada, pero no sé bien que responderle. La persona no se deja ver el rostro. Lleva ropa oscura, y una capucha enorme sobre su cabeza, protegiendo su identidad, y la nieve que cae sobre él. Solamente un farol de la calle lo ilumina, pero eso no nos permite con éxito ver más allá de lo peligroso que es. Automáticamente, sin pensarlo dos veces, destrabo la puerta a mi lado y Laura se gira a mirarme alarmada—. ¿Qué mierda piensas que haces? ¡Cierra la puerta, Maggie, y quédate hasta que se vaya! O mejor lo paso por encima con el auto.
Yo no respondo a su demanda y pongo un pie en la acera, sintiendo el frío que se abre paso entre mi ropa.
—Quédate aquí. —digo antes de salir por completo—. Sí me ataca, huye, ve con la policía, pero no salgas. Tengo que hacerlo, sé que es él, sé que se trata de esa misma persona y tengo que descubrir quién es. No le demostraré que le tengo miedo, no le tengo miedo, no seguirá burlándose de mí.
—Maggie, estás cometiendo un error muy apresurado, no dejaré que te lastimen, no de nuevo, pero por favor... —no dejo que termine; salgo del auto, cerrando la puerta a mis espaldas. Puedo ver como el hombre, que bien sé que se trata de un hombre, continúa de pie, con los brazos a los costados de su cuerpo y los puños apretados con rudeza. Puedo notar como su pecho sube y baja repetidas veces. Algo en especial en su mano al descubierto llama mi atención; Tiene un tatuaje, más específicamente, un dibujo de una rosa encendida en fuego, con los detalles suficientes para hacerlo demasiado real. Doy un paso al frente, otro, y otro, hasta acercarme cada vez más a su encuentro. Las luces delanteras del auto de Laura están prendidas, permitiéndome el beneficio de mirarlo con más claridad. Lo único que puedo ver de él, son sus ojos color café, ya que desde la nariz, hasta el resto de su cuerpo está camuflado. Su frente, por toda la cabeza, lleva un gorro de lana y la capucha por encima. Sólo me permite ver sus ojos que, aunque intente e intente, no logro saber sí son familiares para mí. La figura de su cuerpo alto no me facilita el trabajo de irme al recuerdo de alguien que ya haya visto. Doy otro paso al frente, él se mantiene en donde está.
—¿Quién eres? —pregunto, manteniendo la distancia prudente entre ambos—. ¿Qué quieres? ¿Por qué me sigues?
Él en ningún momento responde.
De pronto, de manera abrupta, de manera violenta, se acerca a mi encuentro con pasos largos y rápidos, pretendiendo abalanzarse sobre mi cuerpo. No encontrando la forma adecuada de defenderme, lo primero que hago por inercia es cubrir mi rostro, alzando mis brazos al aire. No noto movimiento alguno, no noto que me golpean o me toman o lo que sea, por lo que lentamente, con cuidado, con cautela, bajo nuevamente los brazos, encontrándome con que estoy sola. No hay nadie a mi alrededor. Cuando me giro a mirar a Laura, ella había salido del auto y me mira con los ojos muy abiertos.
—¿Qué pasó? —pregunto desconcertada. Estaba esperando la idea de un golpe, o lo que sea, pero en cambio, él ya no está.
—Huyó. —es lo único que responde.
Caminando lentamente, intentando no caerme en el montón de nieve, vuelvo a montarme en el auto y Laura hace lo mismo, prendiendo la calefacción que nos envuelve. Estoy paralizada y no sé bien que pensar o decir. Ella parece entender eso y no duda en encender el auto y ponerlo en marcha, sin preguntar, o acotar algo. El viaje continúa y cuando casi estamos llegando, ella rompe el silencio que se había formado entre ambas.
—Creo que deberíamos acudir a la policía. —dice.
—No, no creo que sea lo seguro.
—Vayamos a lo seguro, Maggie. No quiero pensar que algo puede llegar a sucederte, deja de poner en peligro tu vida y hacer las cosas como sí no valiera nada. —aprieta con fuerza el agarre del volante, hasta que nos detenemos.
—Deja que yo me encargue de esto, ¿sí? Nada sucederá. No puedo ir con la policía cuando no tengo bien en claro que es lo que tengo que decirles. Sé bien cómo manejar esto, ¿de acuerdo? No puedo acudir a la ayuda de la justicia cuando pienso que a esa persona tarde o temprano la dejarán libre. No me siento segura en ninguna de las dos formas. —ella suspira, cerrando sus ojos un momento para volver a abrirlos.
—Está bien, vamos. —ambas salimos del auto a la vez y noto como ella carga consigo una linterna, la cuál enciende inmediatamente. A medida que vamos caminando dentro del bosque, ella ilumina nuestro camino, así impidiendo que choquemos, pisemos, o se nos venga encima cualquier cosa que aquí se encuentre. Estoy tan profundizada en mis propios pensamientos que no llevo contados los minutos que nos encontramos caminando. Fácilmente puedo deducir que llevamos alrededor de veinte minutos avanzando en completo silencio, sólo pudiendo oír los latidos de mi corazón y la respiración agitada de Laura. El frío cada vez se vuelve más intenso y no quiero creer que puedo terminar con una gran gripe.
—¿Sabes a donde nos dirigimos? —pregunto.
—Claro, sé el camino de memoria. —no respondo a eso, que ella continúa hablando—. Por curiosidad de que nunca me lo aclaraste, ¿de dónde sacaste aquella arma con la que apuntaste a Lucas y Liam la noche del choque de autos y la que usaste para...? Bueno, ya sabes para qué.
Sé que no quiere terminar aquella pregunta por temor a que yo pueda ponerme mal, pero a decir verdad, no siento absolutamente nada por mi padre. Mucho menos remordimiento.
—No digas que te lo dije, pero me la dio Dan... —ella pone sus ojos sobre mí, de manera asombrada—. No te preocupes, de todas formas, la policía ya lo ha confiscado, por lo que no hay más arma con la que defenderme.
Ella vuelve la vista a donde caminamos y parece perdida.
—Dan me dijo que se quedaría el fin de semana con su novio... Parece que la relación va tan en serio como que irá a conocer a sus padres. —sonrío al escuchar eso.
—Me alegra por él, se lo merece. Sobre todo, con que no este involucrado en lo que me está sucediendo. Cuánto más se mantenga al margen, mejor... —me quedo pensativa—. ¿Sabes? Ahora que lo pienso...
—No, ni creas, yo no me mantendré al margen. Ya estoy involucrada así que me quedaré contigo. —suspiro, abrazando mi temblante cuerpo por el frío. Sin que termine de completar la frase, ella siempre tiene una respuesta. Nos volvemos a quedar en silencio hasta que Laura detiene su paso. Levanto la mirada, dirigiéndola a donde ella está mirando, encontrándome con el famoso galpón en el que Liam alguna vez me encerró, y luego termine presa junto a él. Creo que de todos los momentos que viví con él, aunque uno sea más bizarro que el otro, nunca me lo voy a olvidar. Quizás en algún momento, sí nuestros caminos se separan para siempre, ya sea definitivamente parte de mi pasado y con el tiempo me vaya olvidando de cada mínimo detalle.
—¡Es ahí! —exclama, dejando temblar su labio por el frío.
—Yo una vez estuve en ese mismo sitio. —admito, ella se gira para mirarme.
—¿En serio? ¿Cuando? —relamo mis labios.
—Eso ya no importa. Vamos, muero de frío. —volvemos a emprender camino, cortando con la distancia que llevamos hasta nuestro destino, y una vez frente a la puerta, mientras que ella se encarga de iluminar, yo abro la entrada, descubriendo que todo está en completa oscuridad. No dudamos en adentrarnos y creo que aquí hace más frío que allá afuera.
—Por aquí había un interruptor. —habla. Ella palmea las paredes del lugar, mientras que yo me preparo mentalmente para lo que sea con lo que me voy a encontrar. Una vez que las luces se encienden, iluminando débilmente a nuestro alrededor, no dudo en barrer con la mirada las paredes del galpón, más que horrorizada.
Son fotos mías.
Miles de fotos mías en diferentes poses y escenarios.
Soy yo caminando por la calle, soy yo desnudándome en mi habitación, soy yo durmiendo en mi propia cama, soy yo besándome con Liam, soy yo compartiendo la misma cama con Liam la noche que tuvimos sexo, soy yo en la fiesta de máscaras cuando Laura me dejo en el jardín, soy yo en mi propia sala de estar, soy yo en las situaciones más cotidianas, o en el auto de Liam la noche en la que me llevó a mi casa luego del accidente del auto. Mis manos comienzan a temblar, mi vista se nubla y estoy experimentando sensaciones desde las más humillantes, hasta el estado de horror y furia que corre peligrosamente por mi cuerpo.
—Maggie. —Laura me llama cuidadosamente, pero la ignoro, recorriendo el lugar con mis ojos.
Me acerco a las paredes en donde más fotos se encuentras. En una sale Liam solo y puedo ver como la persona enferma, dueña de esta escena del crimen, le dibujó en el cuello una línea roja con un fibrón. Más fotos mías que son tomadas a la distancia, siempre desde una ventana. Sea quien sea, se ha encargado de seguirme, incluso estando en mi propio jardín. Y yo nunca me di cuenta. Tomo una foto mía en la que salgo completamente desnuda en mi baño y sin dudarlo, con toda la furia del mundo, la hago trizas. Repito la misma acción con las fotos restantes en la que salgo humillada y Laura en ningún momento intenta detenerme, pero sí me habla.
—¡Mierda, Maggie, no las rompas, las necesitamos como prueba a la policía! —exclama, pero no se me acerca. Continúo con mi trabajo, totalmente ida de mi misma.
—La... puta policía no hará... ¡No hará nada! ¡No hay justicia, no hay nada! —grito, tomando una caja repleta de cassete y arrojándola al primer rincón que encuentro, estrellándola contra el suelo. Noto como Laura se acerca a ella.
—¡¿QUÉ CLASE DE HIJO DE PUTA ES CAPAZ DE HACER ESTO?! —grito con frustración, haciendo eco por el lugar en donde estoy. Veo más de mil fotos mías y siento asco, no puedo creer que nunca sentí que me tomaban fotos. Hay escenas en donde yo entro a la facultad, al hospital, hasta que me detengo en una en especial. Frunzo el ceño al mirarla; Soy yo saliendo con Laura de la secundaria... Yo termine la secundaria hace muchísimos años...
—Maggie, ven a ver esto... —dice Laura, tomando uno de los cassete que yo misma arroje. Tomo la foto y me giro a su encuentro—. ¿Qué tienes ahí?
—Ese... —me atraganto con mi propia saliva—. ...Ese hijo de la gran puta, ese pedazo de mierda me ha estado siguiendo durante años. —digo, en un hilo de voz.
—¿Qué? ¿De qué hablas? —se pone de pie, acercándose a donde me encuentro. Cuando ve la foto, parece no estar segura de la imagen ante sus ojos, por lo que me la saca de las manos, viéndolo más de cerca—. Está foto es del secundario...
Volteo la imagen y con todo el asco del mundo, leo a voz alta la fecha. —Es del veinte de marzo, año 2014. En ese momento ambas teníamos dieciséis años, yo estaba por cumplir los diecisiete.
Ella no parece creerlo. —Entonces ese tipo viene de hace muchísimos años.
—No me quiero imaginar desde que momento me está siguiendo, probablemente sea un puto pedófilo que me sigue desde que estoy en primaria. No me extrañaría que así fuera... —miro la foto por última vez y lo tomo de sus manos—. Está la guardaré.
La meto dentro del bolsillo de mi campera y me giro a ver lo demás, sin saber bien que es lo que tengo que hacer.
—Maggie, creo que en estos vídeos debe de haber algo del tipo ese.
—Lo llevaremos. —ella asiente. Abro uno de los cajones de madera que hay de un mueble viejo y veo mis pertenencias: Tres conjuntos de ropa interior, una foto mía que tenía en mi habitación junto a Franco, una pulsera mía que mi padre una vez me regaló cuando era chica, varias ligas del cabello. Vuelvo a cerrar el cajón porque las ganas de vomitar que me provoca ver eso son más grandes—. Quiero irme.
—Ya vayámonos. Pero esto no queda así, Maggie, tenemos que hacer algo. Aunque sea vayamos con el tipo ese que es policía, amigo tuyo. —asiento sólo para dejarla tranquila y poder irme de una vez por todas. Le doy una última mirada a esté lugar tan desagradable que, de aquí, un sólo recuerdo me llena.
•••
Transcurrió una semana desde aquella noche. Al otro día de ese mismo acontecimiento, por insistencia de Laura, termine informándole del hecho a Alex. Como él aceptó, fuimos nosotros dos, junto con otro de sus colegas. Como era de esperarse, el lugar no estaba. Más bien, no es que el galpón desapareció mágicamente, sino que todas las pertenencias y el caos que ahí se encontraba la noche anterior, habían desaparecido, todo estaba limpio, vacío, como sí absolutamente nada hubiera sucedido. Su amigo me miró como si estuviera loca, me dijo que no los hagamos perder en tiempo, pero Alex, él me creyó, sobre todo después de haberle mostrado la foto de Laura y yo en la secundaria. Pero, sin embargo, esa simple foto no sirve como prueba. Cuando nos pusimos a escuchar los cassete, oímos que eran grabaciones de mi voz. Yo hablando de cualquier cosa, hasta de lo más habitual, pero ninguna de esas grabaciones me ayudó en algo. No tenían indicios, pruebas de nada. Eran todas iguales, todas de mi voz. Con toda la furia, decidí prenderlos fuego y con Laura nos quedamos toda la noche, observando la fogata que nosotras mismas armamos.
No he vuelto a saber de Liam. Solo supe por Ashton que Liam recibió a tiempo mi carta sobre el libro que todavía descansa en mi mesa de luz, y que he releído miles de veces. En mi brazo, los doctores ya retiraron los puntos que me cocieron, y la quemadura de cigarro en mi mejilla se mantiene, pero no tan notable y rojo como lo era antes. El golpe en mi ceja del choque de autos ya no está, pero se hace recordar con una pequeña cicatriz. Son marcas que quisiera borrar de mi cuerpo para siempre y no recordarlas nunca más.
Miro mi reflejo en el espejo por última vez. Llevo un vestido hasta un poco más arriba de las rodillas, suelto, oscuros, con mangas hasta más arriba de mis muñecas. Mi cabello que antes estaba por mis hombros, ahora está tocando mi espalda. Quizás me lo vuelta a cortar, sería como un pequeño cambio a la chica que transcurrió por tantos sucesos desagradables.
Le doy un último suspiro de aliento a quien soy, para darme la vuelta y salir de mi habitación. Bajo las escaleras escuchando a tiempo el timbre que suena y sé perfectamente de quien se trata. Tomo mi cartera que deje sobre la mesa y salgo de mi casa. Al mirar al hombre parado en la puerta principal de la calle, le dedico una sonrisa que, débilmente, él me devuelve.
—¿Cómo has estado? —me pregunta encendiendo el auto con un destino muy lejano a mi casa. El cielo encapotado de nubes tristes acompañan la tempestad del día. Por suerte, ha parado de nevar, las calles siguen repletas del agua fría y blanca, pero se sabe que no será el último día de la nieve en el país. Solo deseo que se vaya de una vez porque el frío ya se vuelve tedioso. No dudo en ponerme el saco que he traído conmigo para protegerme.
—Tuve días mejores, pero hago lo que puedo. ¿Y tú? —pregunto, dándole una simple mirada a su perfil.
—Definitivamente este no es un día que quiera repetir eternamente. —sé lo triste que debe estar su corazón en ese momento, como también sé que algún día el dolor se irá.
—Liam... —no es necesario que termine, él sabe lo que le quiero preguntar.
—Él me dijo que no quiere asistir, para él, lo que en ese cementerio hay, no es su abuelo, solo es la ilusión de su espíritu rondando entre nosotros. A él siempre le ha gustado burlarse de quienes lloran en los funerales, cree que le lloran a la nada misma porque la persona no está y se ven ridículos. —Ashton ríe un poco al recordar las palabras de su hermano.
—Siempre tan idiota. —pongo los ojos en blanco.
—Como sea. —se encoje de hombros—. Por parte tiene razón, pero lo hacemos como una última despedida.
—No está mal despedirse de quien toda una vida has amado. Liam siempre será un tarado. —sonrío de lado—. ¿Te ha dicho algo de mí?
Pregunto un poco tímida, mirando el borde de mi vestido funerario.
—Él leyó la carta, no dijo nada al respecto... —no puedo evitar sentirme desilusionada—. ¿Sabes? El otro día lo vi sentado en el borde de su cama, estaba con el regalo que le disté, dándole infinidades de vueltas, viendo caer la nieve artificial. Creo que le gustó mucho.
—Gracias... —es lo único que le respondo, con una sonrisa torcida.
—Él... Él estará unos largos meses ahí adentro. Quizás sean años, pero lo más seguro es que sean meses ya que él se está dejando ayudar y toma las medicaciones que debe, a la hora que debe. Él estará bien, pero sí te interesa mi humilde opinión, yo te diría que...
—Que me olvide de él... —termino la frase por él. Al no tener respuesta alguna, me aseguro que era exactamente lo que iba a decirme. Sonrío haciendo ver que estoy dispuesta a hacerlo—. Lo haré.
Puedo sentir el nudo en mi garganta que cada vez se hace más y más grande. Trago saliva con dificultad e intento ocultar lo afectada que me encuentro.
—Quizás algún día se reencuentren y todo sea diferente, quizás no sea un final, quizás... —intenta hacerme sentir mejor, pero es imposible.
—Es bueno que todo haya sucedido antes de que mis sentimientos se intensificaran. —digo, puedo notar que me mira de reojo—. Estoy a tiempo de sanar las heridas, no es tarde, yo... Yo no lo amo, solo lo quise, lo quiero.
Miento, miento de manera horrible pero cuanto más me lo repita, más rápido me lo voy a terminar creyendo.
—Me alegra que así sea. —es lo único que responde y ambos guardamos silencio. Media hora más de viaje, llegamos a nuestro destino y él aparca detrás de un montón de autos más. Caminamos por los senderos en donde hay pasto visible y no nieve resbalosa, hasta que llega el momento.
El padre da unas palabras halagadoras sobre que era un hombre maravilloso, cuando claramente nunca lo conoció en su vida, pero debe ser una costumbre para él. Por lo poco que tuve el placer de conocerlo, sé, y puedo asegurar, que el abuelo Hamann no fue un hombre maravilloso, fue increíble, fue más allá del bien. No me basto conocerlo de años para saber que fue una de las mejores personas que se cruzaron por mi camino. Su carácter no fue de lo mejor, pero siempre supe que era más de esa fachada de hombre amargado y duro.
Cuando miro a mi alrededor, me extraño al no ver a su hijo...
—¿Antonio? —murmuro por lo bajo, para que sólo Ashton pueda oírme.
—No acudió al entierro por la misma razón que Liam. —dice de la misma forma que yo.
A mi alrededor, puedo ver a Emma junto a Ashton que parece que la relación que llevan va cada vez más en serio. A Anabell que su mirada está perdida, realmente afectada con todo esto, personas que desconozco que reprimen sus sollozos, Isabella junto a su madre que mira exclusivamente al ataúd y por último, el más chico de los hermanos Hamann que parece estar llorando, aunque no se deje ver. Nunca tuve la oportunidad de hablar con él. Solo aquella vez en la que Liam me intento provocar en la lavandería de su hogar.
Cuando veo bajar el ataúd, y como después unos hombres empiezan a echarle tierra al cuadro profundo, me quedo observando hasta que sé que es momento de apartarme. A la lejanía, observo como este cementerio lleva el detalle de tener un lago muy extenso por detrás. Nunca había visto uno lugar igual.
Me alejo lentamente, queriendo excluirme de entre las personas que lloran abrazadas y de los que acaparan a Anabell para los pésames. Ella no parece muy cómoda con la situación, sé que, como yo, ella quisiera apartarse de todos y pensar en soledad. Cuando me termino manteniendo al margen de las penas ajenas, me posiciono frente al lago, aspirando el aroma que llena mis pulmones. Meto la mano dentro de mi cartera y saco la carta que Ashton me había entregado la noche en la que supe sobre la partida de Arturo. Suavemente, teniendo temor de poder romperla, la desenvuelvo hasta que las letras finas quedan frente a mi campo visual.
A medida que mis ojos se mueven sobre la carta, leyendo sin sobrepasar ningún detalle de lo que me quiso decir con la voz, pero nunca tuvo tiempo, siento mi corazón encogerse. Trago el nudo en mi garganta repetidas veces y siento mi visión nublarse con las lágrimas. Cuando la termino, la aferro a mis dedos y dejo perder mi mirada a un rincón del lago cristalino.
—Ojalá hubiera tenido un poco más de tiempo para conocerte. —le digo a su recuerdo.
—Maggie. —me sobresalto al oír una voz masculina a mis espaldas, y cuando me giro, me extraño al verlo a Alex a unos cuantos pasos de mí. Va con ropa informal, pero arreglado.
—Alex... —es lo único que digo—. ¿Qué haces aquí?
—Bueno... se podría decir que soy conocido para la familia Hamann. Anabell me invitó al entierro. Estuve todo este rato a unos cuantos centímetros de ti, pero estabas muy perdida como para notarme. —sonríe de lado.
—Lo siento. —me disculpo sin saber por qué.
—Descuida. —camina los metros que nos separan, hasta ponerse a mi lado y mirar al lago—. Es lindo como para ser un cementerio. ¿Sabías que es el único del país que tiene un lago?
—No, no sabía. —sonrío, devolviendo la carta a su refugio dentro de mi cartera.
—Supe que Liam Hamann está recibiendo ayuda, al menos eso le oí decir a Ashton. —me sorprendo al escucharlo nombrarlos, hasta que recuerdo que me dijo que es conocido.
—¿De dónde los conoces? —pregunto curiosa.
—Solía ser amigo de Liam. —abro la boca sorprendida, pero no digo nada—. Eso fue hace mucho tiempo, luego lo deje atrás cuando no me gustó su forma de vida. Creo que a él eso no le afecto mucho, al tiempo supe que ya tenía mala influencia en un grupo que solo se juntaban con él por el dinero y esa novia que tenía... Lena sí no me equívoco, solo estaba con él sin amor de por medio. Además, yo estaba empezando a ser policía. Un policía amigo de un maleante no está bien visto.
No sé si es tanto como para decirle maleante a Liam, pero no le contradigo en nada de eso, así por más que este en desacuerdo con su forma de referirse a él.
Escucho atentamente sus palabras y no puedo evitar preguntar más de lo debido. —¿Conociste a Sara?
Él ríe un poco con melancolía. —Sí, la conocí. Fue una gran chica, fue la mejor que pude conocer. ¿Me creerías sí te dijera que más allá de la vida de mierda que Liam mantenía, el motivo principal por el cuál me alejé de él fue porque yo estuve enamorado de Sara y él la obtuvo primero?
—Lo siento por eso, pero las mujeres no somos objetos para que alguien obtenga primero a alguien...
—Sí, lo sé, lo siento. —vuelve a reír—. Simplemente yo estuve enamorado de ella, pero ya es parte del pasado, dejé de pensarla hace muchos años y luego me enteré de lo que sucedió. Tuve unas inimaginables ganas de ir hasta la casa de Liam y asesinarlo con mis propias manos por haberla puesto en peligro. Luego me lo cruce en una fiesta y note lo arruinado que estaba, era como sí se estuviera dejando morir de apoco. Al tiempo parecía estar cambiando, estaba diferente, este último tiempo que lo vi antes de que cayera en rehabilitación, seguía con la misma expresión de estar consumido por las drogas, pero noté algo diferente en él... —sus ojos se posan sobre mí y mi piel se eriza—. Creo que la costumbre de Liam por obtener la atención de las que me interesan no sé irá nunca.
Su confesión me deja pasmada. ¿Yo le intereso?
—Liam y yo no tenemos nada. —siento la necesidad de aclararle. Nos sumergimos en un silencio y de mi cartera saco la cadena que mi padre me había regalado, y Liam me entrego la noche del hospital.
—¿Qué es eso? —pregunta a mi lado.
—Algo que quiero olvidar. —extiendo mi mano y lo arrojo con fuerza, logrando mi objetivo de que se pierda entre la helada agua. La corriente lo aleja de mi vista.
—¿No quieres deshacerte de esto también? —veo que su mano me extiende el anillo de mi padre. Frunzo el ceño, tomándolo, rozando mis dedos contra la palma de su mano.
—¿Dónde lo obtuviste?
¿Yo no se lo había entregado a Liam, la noche en que nos besamos?
—En aquél galpón, en un rincón del lugar. —sin pensar, lo arrojo también al mar.
—Ya es parte del pasado. —digo. Me giro para mirar a Alex y veo como él hace lo mismo. Casi sin esperarlo, los labios de él están sobre los míos. Me sorprendo, pero no lo aparto de mí. Nos movemos en una perfecta sincronía hasta que se separa y el frío vuelve a mi boca.
Quizás Alex comience a ser parte de mi presente, y tal vez de un futuro.
***
¡Capítulo nuevo!
Espero que les haya gustado. ❤️
Siento MUCHÍSIMO la demora en actualizar.
Pasa que toda esta semana, hasta el jueves, estuve sin Internet, pero ya volví con más acción.
Prometo no volver a ausentarme.
¿Qué les pareció?
Cuando lleguemos al capítulo 30, sólo faltará el epílogo para dar por finalizada esta historia y poder comenzar con #CAOS que se podrá MUY bueno, se los prometo.
También, antes de volverme muy pesada con la nota de autora, quería comentarles que el viernes once de mayo voy a estar en la feria del libro de Buenos Aires, firmando ejemplares de mi libro; Como siempre: Olivia en el stand 316 del pabellón azul voy a estar firmando ejemplares de mi libro. Pueden ir todos los que estén interesados. Va a ser desde las 19hs, hasta las 20hs. ¡Los espero!
PD: La revista digital feminista; Empoderadas, me realizo una entrevista. Entrando a mi perfil, yendo a mi descripción, ahí van a poder encontrar el link que los derive a poder leer lo que me preguntaron y yo respondí.
¡Gracias por leerme! 💚
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