Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 26 ┋ Frío.




No me había dado cuenta de que salí de mi casa, sino hasta que ya estuve en la puerta de la mansión. Puedo sentir el frío de la nieve que poco a poco va cubriendo las calles de la ciudad. El aire helado se mezcla con la calidez de mi aliento, provocando que salga humo de mis labios y todo mi cuerpo se torna del color del suelo, sabiendo que necesito golpear a la puerta. Cuanto antes, mejor. Beatriz es quien sale a recibirme y la expresión en su rostro no indica nada bueno, lo que genera nauseas en mí con solo imaginarme que es lo que impulso a Liam para que salieran huyendo de su hogar.

Ella me abre la puerta, brindándome el aliento de adentrarme, y eso hago. La calidez del hogar no tarda en envolver mi temblante cuerpo y es algo que agradezco. No creí que afuera haría tanto frío, creo que más bien, con la llamada de urgencia por parte de Anabell olvidé por completo las noticias. La paciencia es algo que se aleja de mi vida en el momento en que tengo que esperar a que la dueña de la casa haga acto de presencia y me diga que es lo que está sucediendo. Miles de teorías nacen en mi cabeza, martillando mis ideas, creyendo que, como Liam no está en sus mejores momentos, quizás se haya ido a consumir lo que yo alguna vez le vi ingerir en esta misma casa, más especialmente, en su sala personal.

Al verla bajar las escaleras, recuerdo el primer día en que llegué a esta mansión, me senté en esta misma sala principal a esperar por ella, la vi bajar esas mismas escaleras con toda la seguridad de mundo, sin ningún peso sobre sus hombros, ahora parece diferente, ahora parece tener todo el peso del mundo sobre ella, un mundo que fácilmente se puede entender como Liam. Las cosas no andan del todo bien cuando la veo llegar hasta mí. Dos grandes ojeras decoran por debajo de sus ojos, no lleva maquillaje, pareciera haber estado llorando, quizás vomitando, ya que las pequeñas pecas rojas que decoran su rostro me lo indican, el esfuerzo provoca esas marcas.

—Liam me ha escuchado hablar con su padre por teléfono, le dije toda la verdad y Liam lo escuchó. —es lo primero que me dice. Estática, la veo tomar asiento en el sillón, como sí fuera lo único que necesitará en estos momentos. Las palabras dichas por mí pasan a segundo plano cuando me atraganto con mi propia saliva—. Yo... Yo no quise que las cosas se dieran así, él no quiso escucharme, prefirió gritarme, prefirió culparme de toda la mierda que nos está pasando como familia... —ríe, sin gracia—. A veces llego a creer que esto ya no es una familia, somos sólo un conjunto de personas que conviven. No quiero que Isabella crezca con la miseria atormentada que cada uno de nosotros cargamos.

Me siento a su lado.

—Él... ¿él sabe qué yo? —niega.

—No, no sé lo he dicho. —asegura—. Y tampoco lo haré, tú no mereces caer en mis errores. No quisiera que él te comenzará a ver de la misma forma en la que me mira a mí. Te llamé porque eres a la única persona a la que pude recurrir. Supuse que él se iría a tu casa.

—No, él no apareció por ahí, pero creo tener una idea de por dónde puede llegar a estar. Voy a fijarme sí estoy en lo cierto, te aseguro que él volverá, sí lo hace, me avisas. —ella asiente repetidas veces. Tomo la chaqueta que había dejado sobre la mesa cuando entre y salgo nuevamente disparada de la mansión. Tomando el primer taxi que se cruza por mi camino, le indico la dirección.

«Dan, soy Maggie. No preguntes, pero necesito que me des la dirección del lugar al que me dijiste que solías ir en tu época pasada. Es urgente, luego te explicaré.»

Él parece entender mi desesperación a través del mensaje y me lo da sin problema alguno.

Por la ventanilla puedo ver todo lo que dejamos atrás. Las calles no están siendo muy transitadas y puedo escuchar por la radio encendida del conductor como aseguran que, entrada la medianoche, el clima helado empeorará. La ciudad se volverá más peligrosa por el cambio climático y recomiendan precaución al salir de sus hogares. Realmente no me importa sí puede pasarme algo, en este momento, en lo único que puedo pensar es en Liam y su salud. Él puede llegar a ser una bomba de tiempo cuando se trata de perder su auto control.

—¿Puede ir más rápido, por favor? Realmente es urgente. —le digo, al señor.

—Lo siento, pero estoy yendo lo más rápido que puedo. Es esto, o terminar estrellando el auto contra un árbol. El suelo no está siendo como antes. —no respondo, y muerdo mi labio a cada instante con nerviosismo. Cuando noto que estaciona, no lo dudo, de mi bolsillo saco el dinero y se lo extiendo, temblando del temor.

—Tenga, quédese con el cambio. Muchas gracias. —salgo con rapidez del auto, esquivando a los que están estacionados. El barrio, como esperaba, no es de lo más seguro, y mucho menos cuando casi ya deben de ser entradas las once de la noche. Me cubro lo más que puedo con mi propia ropa y mi barbilla tiembla del frío y el miedo. Mi estómago duele sabiendo, pensando, creyendo lo que Liam debe de estar haciendo en estos momentos.

Viendo la dirección del teléfono, me sorprendo y me extraño cuando frente a mí noto una casa. Una casa como cualquier otra, pero de fachada turbia. Guardo nuevamente mi celular y trago saliva repetidas veces, alzando mis manos, golpeo, intentando, deseando captar la atención de algún viviente en este lugar. Quizás no haya nadie, quizás me este equivocando, quizás Liam no este aquí, y yo me estoy por meter en otro problema, que puede llegar a ser más grande del que hace semanas salí. Antes de que pueda arrepentirme, un hombre alto, muy flaco, calvo, con su cráneo tatuado, un cigarro entre sus labios, su mirada de asesino y la expresión de frialdad sale a recibirme, poniéndose de pie frente a mí. Su pecho al desnudo me hace preguntar sí él no está sintiendo el clima helado cómo yo. Un detalle en él, extrañamente capta mi atención; lleva un tatuaje en su pecho, de figura que delinea un escorpión bastante realista.

—¿Quién eres? —al escuchar su voz, me sobresalto un poco, pero con disimulo. Es tan gruesa, tan temerosa, que parece irreal.

—Yo... Yo... —me trabo sin querer hacerlo. Esta definitivamente no es mi vida.

—O hablas ya mismo, o te parto el cuello a la mitad. —la piel de mi nuca se eriza al oír sus crudas palabras y decido sacar valentía de donde no la tengo para hablar con claridad.

—¿Liam Hamann se encuentra aquí? Vengo por él. —digo decidida, dejando mis temores de lado.

Su ceño se frunce y quita el cigarro de su boca. —¿Quién eres? ¿Eres de la policía?

Aprieta sus dientes con la fuerza suficiente como para llegar a romperlos, pero no lo hacen.

—No, no lo soy. Soy... —¿qué soy de Liam?—. Sólo soy una amiga de Liam. Supuse que debe de estar aquí y...

La gran mano del hombre desconocido, para mí, se apodera de mi muñeca y tira con fuerza de ella, provocando un grito de mi parte. Quedo encerrada en la extraña casa, y la puerta principal se cierra por detrás de la espalda de la bestia que me tomó.

—Ya llegaste hasta aquí, no te irás así de fácil. —dice, clavando su voz en mis oídos como sí fuera fuego puro. Al no responder, toma nuevamente de mi brazo y me empuja contra una de las mesas de metal sucia. Hay varias especies de cosas que desconozco sobre ella, y la idea de que son drogas aparecen en mi mente. ¿Qué va a querer que haga?

—No sé quién te creíste que eres, pero parece que saliste de un cuento de hadas, preciosa. Quizás hayas visto muchas películas en tu vida, pero esta es la realidad, no puedes aparecerte en una casa como esta, situada en un barrio de mala muerte como este, pretendiendo buscar a algún idiota cliente mío e irte así como así. —habla tan lentamente que me tortura la cabeza. Sé que realmente no me podré ir de aquí.

—Qué... ¿Qué quieres? —digo, apretando mis dientes con repentina furia que creció en mí. Liam, me pagaras cada una de las estupideces que he hecho por ti, te lo prometo, hijo de puta.

Él fuma con tranquilidad el cigarro que lleva en sus dedos.

—Debo comprobar que no eres un policía, y que eres capaz de hacer. —dice. Lo veo acercarse a la mesa y noto un polvo blanco sobre la suciedad del metal. Junta todo lo que está esparcido y veo como lo corta en diferentes líneas rectas. Mi cuerpo comienza a colapsar en diferentes facetas de temor puro, nunca había consumido algo así, y nunca creí que llegaría a hacerlo.

—¡Adelante, todo tuyo! —exclama, poniéndose entre la pared y la mesa de metal, yo estoy del otro lado.

—Yo... —digo, buscando la escapatoria más fácil y que no me haga perder la vida—. ¿Estás solo?

—Siento decepcionarte, pero te has metido en una de tus pesadillas. Viniste a la mierda ya que Liam no se encuentra aquí, sólo soy yo. —dice, burlándose de mí.

—Entonces... entonces puedo ofrecer otro favor a cambio de mi libertad. —digo, insinuando mi cuerpo, y él se da cuenta. Tira su cabeza hacía atrás, echándose a reír, y aprovecho eso para encerrar mis dedos en el borde de la mesa de metal, sintiendo lo frío que es, y lo resbaloso que se pone debido a la transpiración de mi cuerpo por la adrenalina del momento.

—Mira, sí no te metes todas esas putas líneas por la nariz, te puedo asegurar que te tomaré y no te gustará en lo más mínimo. Bueno, a ninguna mujer le gusta, siempre se ponen a llorar y gritar. —muestra sus podridos dientes en una extensa sonrisa demoníaca. La droga le hace perder el físico y la mente a cualquier pobre rata.

—Puedes probarme de que soy capaz, nunca nadie se lo espera hasta el último instante. —él no parece comprender mis palabras, y aprovechando su confusión, empujo la mesa con todas mis fuerzas, ignorando lo pesada que es. Estrello su cuerpo contra la pared y grita furioso. Sabiendo que le llevará segundos escapar del encierro, me dirijo con prisa hacía la salida, pero una mano se adelanta en mi escapatoria, encerrando sus fuertes dedos alrededor de un mechón de mi cabello, provocando que grite con ardor, desgarrando mi garganta. Me empuja, estrellando mi cuerpo contra una de las paredes.

—¡Sí que eres bastante rápida, hija de puta! —exclama. Agarrando de mi rostro, apaga el cigarro que llevaba sobre mi mejilla. Grito a más no poder. Cuando me toma del brazo, formo un duro puño con mi otra mano y lo aterrizo sobre su ojo como único objetivo de huir que me queda. Tirándome al suelo por esa acción dolorosa que acabo de cometer sobre su piel, caigo sobre mi propia espalda y elevo mi pierna hasta incrustar mi zapatilla sobre su entrepierna. Él vuelve a gritar y se cae junto a mí, retorciéndose del dolor.

Sin decir, ni hacer más nada, me dirijo a la salida, pero una idea por la furia que abruma mis ideas me hace voltear al hombre que intenta recomponerse y vuelvo a incrustar una patada, esta vez en su rostro, buscando su sufrimiento para calmar mi éxtasis de poca cordura. Su nariz comienza a echar sangre, y es una imagen muy satisfactoria para mí.

—Imbécil. —salgo de esa casa, corriendo entre la nieve con todas mis fuerzas. Cuando estoy a unas prudentes calles de distancia, me detengo frente a un contenedor de basura y vomito todo lo que puedo. Siento el punzante dolor agudo de mi mejilla que fue provocado por el fuego de su cigarro, y delicadamente, toco la zona herida con las yemas de mis dedos. Otra colección de marcas a mi rostro, pareciera que los momentos de peligro que estoy pasando en mi vida se quieran quedar grabadas como cicatrices en mi piel.

Detengo un taxi, y con todo mi cuerpo adolorido por los golpes, le indico la dirección a la mansión.

•••

El ardor nace por mi mejilla y electrifica mi cuerpo por completo cuando la herida es presionada por un pedazo de algodón con un líquido desinfectantes para quemaduras. Según Beatriz, esto me calmaría, pero más que relajarme, la pincharon en cada toque que la suave textura blanca hace sobre mi piel es mortal, y las muecas que provoca en mi expresión de molestia son inevitables de controlar.

Una brisa cálida que sale de los labios de Ashton aterriza sobre la zona adolorida, buscando así calmar el fuego. Es inevitable, cuando lo vea a Liam, él también sentirá el dolor que yo estoy experimentando, pero en sus testículos.

—¿Qué se sabe de él? —pregunto cerrando mis ojos mientras el hermano mayor de la casa se encarga de hacer el trabajo de curar la quemadura de cigarro. Aún puedo sentir el retumbe de mi cabeza estallar contra aquella pared y las ganas de vomitar por el mareo regresan a mí.

—No sé sabe nada. Contacte a Lucas, a Uriel, a cualquiera que pueda ser de ayuda, e incluso a Lena y su hermana, pero nadie ha sabido darme una respuesta que pueda servirme. —dice. Puedo sentir la molestia irradiar de su cuerpo—. Deberías de dejar de arriesgar tu vida de esta manera, Maggie. Todo esto que sucede alrededor de la vida de Liam no es un juego, tu vida no es un juego.

Eso me hace enfurecer.

—¿Crees que yo lo tomo cómo un puto juego? Sí, porque yo todas las mañanas me despierto aburrida y me digo a mí misma; «Esta noche pondré mi vida en manos de un drogadicto asesino para que apagué su cigarro en mi rostro y busque drogarme para luego violarme.» ¿Estás bromeando? Tengo otras formas de pasar las noches, Ashton, estás definitivamente no están en mi lista. —digo, sin disimular mi enojo.

—Está bien, lo entiendo. Perdóname, pero es que las actitudes de Liam me superan, sé que esto no ha sido fácil para él, tampoco lo es para mí, —sin que me diga nada, yo ya sé por sus actitudes y las de Anabell, que Ashton también sabía sobre el verdadero padre de Liam—, pero no puede andar poniendo su vida al borde de un precipicio, y sumándole la muerte de... —frunzo el ceño.

—¿La muerte de quién? —ahora que lo miro, puedo ver más allá de sus ojos rojos y cristalinos. Ha estado llorando, tiene la misma expresión que Anabell cuando llegué aquí.

Suspira pesadamente, dejando el algodón a un lado y pasándose las manos por el rostro cansado. Sorbe por su nariz, en un intento fallido de no romperse ante mí.

—Mi abuelo... nuestro abuelo... él... —sé que le cuesta lo que va a decirme, pero no es necesario, sé lo que está sucediendo y recuerdo el cumpleaños de Arturo, que fue el día en que encontré el brazalete debajo de la cama de Liam. Sus palabras fueron claras y aún las recuerdo.

—El cáncer... —asiente.

—Sí, se dejó morir por el cáncer. Sé que tú lo sabías, en realidad eras la única que lo sabía antes de que muriera. Te dejo una carta, al no tener receptor de para quien iba, lo abrí, lo leí, y va dirigido para ti. —saca la carta, un poco arrugada, de su bolsillo y me lo extiende. No lo dudo en tomarlo como sí fuera lo más preciado que tengo.

—Yo... siento no haberlo dicho... —aferro con todas mis fuerzas mi voz quebrada y las lágrimas que amenazan con salir de mí— ...se lo había prometido.

Ashton da un asentimiento de cabeza. —Lo sé, lo entiendo, no estoy molesto ni nada. Me alegra que el abuelo haya tenido alguien en quien confiar, puedo notar que sus nietos nunca estuvimos a disposición de sus dolores internos como para que él quiera volcar sus penas en nosotros.

Puedo sentir lo adolorido que está por su perdida.

—Pronto será su entierro, luego de ese día, papá se irá a vivir a Alemania. Quizás no vuelva, pero se quiere llevar a Isabella consigo. El conflicto comienza por tema de amor y odio. Mamá también quiere quedarse con ella, y no va a aceptar que se la lleve a otro país, sé que no lo hará, conozco su duro carácter, incluso cuando a veces pueda llegar a parecer un cordero indefenso en los peores momentos. Me recuerda mucho a ti. —ambos sonreímos entre tanta melancolía.

—¿Sabes? Sé que debe de ser muy duro, tú no te esperabas que de un día para el otro supieras que tu abuelo ha muerto de una enfermedad, yo, en cambio, me vengo preparando todos los días desde hace años pensando en el que pasará, sí Franco nunca vuelve a mirarme. Me preparo mentalmente para la caída, sabiendo que el impacto será muy doloroso. Uno puede prepararse y saber que, cuando llegue el momento, quizás no sea muy inaceptable, pero cuando pasa así porque sí, de un momento al otro, el recuperarte puede llevarte tiempo, pero lo harás sí eres fuerte y maduro, así como tú lo eres. No te olvidarás de Arturo, sólo aceptaras su partida. —una sonrisa se forma en sus labios y me envuelve en sus brazos, buscando un hombro en el cuál llorar.

—Bien, niño grande, sobre todo lo superaras teniendo a una mujer que te ama y te reconforta a su lado como lo hace Emma. —una risa entre lágrimas sale de su boca. Sabe que yo sé todo de ellos, y sabe que los quiero como sí fueran mis propios hermanos. Cuando nos separamos, él limpia sus lágrimas y me mira adolorido del alma.

—¿Puedo preguntarte algo? —dice.

—Franco es mi hermano.

—¿Qué tiene... qué le sucedió? —intenta cuidar sus preguntas para no herirme, lo sé.

Agacho la mirada. —Leucemia mieloide aguda.

En ese instante, el ruido de la puerta principal nos hace girar a ambos. Sin dudarlo, me pongo de pie de la banqueta de madera y salgo por la puerta de la cocina, viendo entrar a un tambaleante Liam Hamann, que hace un gran esfuerzo por mantenerse recto al subir las escaleras. No se percata de mi presencia y lo veo dirigirse a su habitación. Reaccionando, obligo a mis pies a moverse sobre el suelo hasta subir las escaleras de dos en dos y llegar a su encuentro.

Abro la puerta de su habitación que se encontraba cerrada y la oscuridad me da la bienvenida. Puedo sentir el usual aroma a alcohol, cigarros y colonia. Al cerrar la puerta, lo único que me ilumina el paso es el destello de la luz de la luna entrando por la ventana abierta, junto al frío de la nieve que cada vez se pone más intenso. Busco el interruptor de la electricidad, y al apretar el botón, la habitación completa se ilumina. Lo primero que mis ojos detectan es la figura masculina, sentada al borde de la cama, con sus codos sobre las rodillas. Hay un rastro de nieve que sus pisadas marco en el suelo. Mi barbilla tiembla al verlo, sin brillo, pálido, su labio inferior también tiembla como el mío y su mirada perdida nunca encuentra la mía, está desolado, está con sus aires de melancolía y tristeza. Puedo notar el brillo apagado en sus pupilas y lo rojo que están sus ojos.

—Li...Liam. —murmuro. De pronto, él se pone de pie, y como un torbellino, se acerca hasta a mí y pega mi espalda contra la puerta. Estoy atrapada entre su cuerpo y la puerta, tiemblo en sus brazos, mi piel se eriza por el frío que desprende su cuerpo. Puedo ver que lleva una herida abierta en su labio inferior—. ¿Qué te sucedió? ¿Dónde estuviste?

—Dime la verdad, Maggie. —pide.

Trago saliva con dureza e intento tomar su mano. Está tan débil que no hace el más mínimo esfuerzo por apartarse de mi tacto. —Ven, déjame curarte.

—Con un beso la herida se puede curar. —balbucea, incoherentemente, dejando que las lágrimas rueden por sus mejillas, como nunca antes había visto en él. No sé qué le está sucediendo, o qué clase de sustancia está recorriendo sus venas en este momento. No llego a decirle nada, que pega sus labios a los míos, dejándome sentir el sabor de la sangre del golpe que se dio, o le dieron. Me besa desesperadamente, como buscando alivio en mí para lo que está sintiendo. No me deja separarme, ni hablar, que aferra más mi cuerpo al suyo, recorriendo deliberadamente con sus manos más allá de solamente mi espalda. El sabor amargo en su boca me disgusta, no es como cualquier otro beso que nos hayamos dado, es un beso de resentimiento, de sufrimiento. Cuando se separa de mí, me deja ver sus borrachos y rojos ojos.

—Me duele más el pecho que este puto golpe. —murmura. Puedo apreciar su demacrado rostro por la droga—. A veces los golpes sentimentales duelen más que los del físico. Sentimentalmente me destruiste, Maggie.

A pesar de la frialdad en sus palabras, me vuelve a besar, reclamando en mis labios lo que no dice con las palabras. Pongo mis manos sobre sus hombros e intento apartado. Al lograrlo, lo miro jadeante.

—¿De qué hablas? Yo no... —pone un dedo sobre mi boca, callándome.

—Dime la verdad... —ruega. Mis ojos se llenan de lágrimas y no es necesario que le diga nada, él sabe perfectamente lo que guardo.

—Nunca quise lastimarte, Liam. —mi voz se escucha quebrada. Una sonrisa se forma en sus labios, pero no es una sonrisa de amor, no es una sonrisa de comprensión, tampoco es de odio. Es como sí ya no hubiera sentimientos en él.

Nos destruimos tanto, mutuamente, que nos volvimos pequeñas partes de lo que deseábamos ser.



***

¡Nuevo capítulo!
Espero que les haya gustado. 💚

Falta muy poco para el final.
¡Gracias por leerme!
No sé olviden de votar y dejar sus comentarios. Los estaré leyendo. 🧡♀️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro