Capítulo 23 ┋ Sangre.
Las lágrimas no caen de mis ojos, es como sí el impacto me hubiera secado por completo. Mi cuerpo tiembla descontrolada, mientras que escucho como Alex me habla, intentando sacar alguna palabra de mí. Todos mis pensamientos se mezclan en mi cabeza, logrando que las palabras que quiero pronunciar se traben en mi garganta, ahogándome, quemándome; la presión crece y crece al recordar lo que hice. Mis ojos se dirigen a mis manos, en donde veo la roja sangre, ya seca, que me tortura la cabeza y agobia mi mente. Mi interior grita, desgarrándose, rompiéndose, destruyéndose de a poco, mientras que por fuera estoy inmutable, sin expresión alguna que indique que mi mente es una gran tormenta que arrasa con todo, que genera el peor de los caos, que los huracanes con nombre de personas me alejan las ideas claras, reemplazándolas por oscuridad que decide quedarse por un largo tiempo. Soy mi peor pesadilla.
Intento limpiar con fuerza mis manos contra mis vaqueros, sin importarme que el ardor penetre mi piel. Mis ojos están abiertos de manera horrorizada, mientras que Alex sigue hablándome, intentando detener mis frenéticos movimientos. Estoy tan consumida, estoy tan arruinada, que cada acción que hago se vuelve repetitiva, martillando mis pensamientos.
—Cálmate, por favor. —ruega. Me detengo con brusquedad, posando mis ojos sobre los suyos.
—Dime que Liam está bien. —imploro, dejando rodar una cristalina y tibia lágrima por mi mejilla, hasta que esta desaparece entre mis labios. Una mueca es la respuesta que recibo. Todo mi cuerpo convulsiona en infinidades de espasmos lagrimosos que parece no querer detenerse. Poniendo mis manos sobre mi cabeza, me doy fuertes golpes a mí misma, a lo que Alex quiere detenerme—. ¡¿Qué me está pasando?!
Lloro con fuerza. Es como sí mi cabeza hubiera puesto un bloqueo a mi mente, impidiendo que los malos recuerdos me llenen. ¿Qué fue lo que hice? ¿Qué sucedió?
—Necesito... Necesito... Necesito llamar, merezco hacer una llamada. Es...Esto fue un error, ¡¿Qué fue lo que sucedió?! —me rompo en diferentes partes, mi alma esta marchitada, drogada, borracha. Mis propios gritos internos son como diminutos cristales que atraviesan mi piel, cortando todo a su paso, tiñendo mi cuerpo de sangre oscura, no roja, sino oscura. Estoy en pleno éxtasis de perder la poca cordura que albergo. Alex me tira una mirada de pena, para dirigir su mano dentro de su propio bolsillo, retirar su celular y extenderlo a mi dirección. Sin dudar, lo tomo entre mis manos, como si fuera mi gran tesoro que no quisiera romper o perder: Fácilmente estoy empezando a creer que todo a mí alrededor se rompe, se derrumba todo lo que creí tener perfectamente armado a mí placer.
—Te presto mi celular. —habla bajo, para que sus compañeros no lo escuchen—. Tienes diez minutos, luego tendrás que ir a ser interrogada. No te dejaré en ningún momento, lo prometo.
Una lágrima cae por mi mejilla, la cuál limpio con mis dedos, para asentir con un movimiento de cabeza. Él me hecha una última mirada, para alejarse con cautela unos prudentes pasos, otorgándome la privacidad necesaria. Las yemas de mis dedos tecleando el número al que quiero llamar, tiemblo sin control y a veces aprieto una tecla que no es. Cuando consigo mi objetivo, coloco la pantalla sobre mi oreja, para escuchar como tres pitidos después, la voz femenina y ronca me responde, esperando a que hable:
—¿Mamá? —pregunto, ahogándome con mis propias lágrimas y el nudo en mi garganta—. Mamá, soy yo, Maggie. —tapo mi boca con mi mano, reprimiendo un sollozo—. Mamá, lo siento mucho, lo siento mucho, no quise hacerlo, por favor, perdóname...
Horas antes...
Llegué al hospital lo más rápido que pude, obligando a Liam que evite incluso los semáforos. Para la suerte de ambos, ningún oficial nos detuvo. Solo nos ganamos alguna que otra palabra no muy agradable de personas que iban conduciendo. Entrando a los pasillos, dejo atrás a Liam, que muy apurado intenta seguir mi paso.
—¡Mamá! —llamo su atención—. ¿Qué sucedió?
—Es Franco... —puedo leer lo inexplicable en su mirada—. La donación que Isaac le otorgo ha funcionado, ahora solo queda esperar a la quimioterapia y que los resultados lleguen a nosotros. Quizás haya posibilidades de que él se cure.
Sus ojos llenos de lágrimas me impulsan a envolverla en mis brazos, dejando que solloce en mi cuello.
—Él lo hará, él saldrá de esto... Puedo sentirlo, mamá. —ella asiente repetidas veces, abrazándome con las fuerzas que su cuerpo desprende. Cuando me separo de ella, puedo ver al hombre sentado en las sillas de la sala de espera en la que estamos. Puedo notar la preocupación irradiar su rostro.
—Gracias. —no tengo nada más para decirle. Capto su atención, logrando que ponga sus ojos en mí.
—No hay nada que agradecer. Ya te lo he dicho, yo no vengo por el papel de malo en la historia. —no respondo. Comienzo a creer que hay algo más allá de él, que quizás no sea tan malo como creí. No respondo a su frase, y las horas restantes la pasamos esperando respuestas que creo que nunca llegarán.
De pronto, el enfermero de Franco hace acto de presencia, acercándose a nosotros.
—Buenas tardes. —nos saluda cordialmente, y se lo devolvemos de manera nerviosa—. Quiero informarles que no habrá noticias del paciente Franco, sino entrada mañana al mediodía. Pueden ir a sus hogares sí así lo desean, y nosotros los llamaremos sin dudar ante cualquier noticia que tengamos.
Suelto un suspiro de cansancio ante tanta espera y todos asentimos.
—Iré a casa, ¿tú qué harás? —pregunta, mi mamá.
—También iré... —Liam interviene a la conversación.
—Yo te alcanzo, sí es lo quieres, Maggie. —habla, logrando captar mi atención y la de mi madre. Rápidamente acepto. Mi madre queda en que Isaac la alcanzara. Cuando nos montamos en su auto, me quedo profundizada en mis propios pensamientos. Cierro mis ojos por un instante, imaginando, anhelando el como será cuando Franco se libere de todos sus males. Será increíble cuando vuelva al colegio, cuando salga a vivir la vida con sus amigos, cuando tenga su primera novia, cuando de su primer beso. Porque hasta donde sé, él nunca ha besado a nadie, sino ya me lo hubiese contado, nunca se guarda nada que pueda ser importante para él. Pienso en todos los momentos importantes que vivirá cuando su enfermedad se haya esfumado de su vida, yo lo acompañaré, estaré en cada paso que dé en esta vida, asegurándome que nunca carezca de nada. Sí tengo que dar mi vida por él, lo haría sin dudarlo un segundo.
—¿Estás bien? —la voz de Liam me saca de mi ensueño.
—Sí, lo estoy. —es lo único que digo, aunque ni yo misma me crea.
Cuando llegamos, él me deja, para luego irse. No puedo quitarme de la cabeza la sensación de que ese desconocido estuvo días atrás dentro de la privacidad de mi hogar. Al entrar a mi casa, y notar que estoy en completa soledad, esa sensación se extiende por todo mi cuerpo, haciendo crecer en mí las ganas de llamar a Liam para que se quede conmigo. Extrañamente me doy cuenta de que él y yo no somos nada como para estar pensando en que anhelo su presencia a mi lado, pero no lo puedo evitar. Esos sentimientos de estar creyendo que a su lado es cuando más protegida me encuentro me disgusta. No quiero estar volviéndome dependiente de nadie, siempre fui libre, yo siempre fui mi propia seguridad y este último tiempo es como sí Liam fuera lo único que necesito para estar bien.
Tomando asiento en el sillón, comienzo a deducir que es lo que me está pasando con él, que son estos sentimientos que día a día se intensifica más en mí. Nunca creí que un hombre pudiera lograr voltear mi moral, haciéndome dudar de lo que siempre creí. No puedo permitirme enamorarme de alguien, no puedo dejar que estos sentimientos sigan creciendo, no quiero terminar por decepcionarme, no quiero sufrir, no quiero dejar que las paredes que siempre tuve armadas a mi alrededor se derrumben, así como así, sin esfuerzo alguno por su parte. Lo que él y yo alguna vez tuvimos debe quedar en el pasado, tiene que quedar en el olvido, algo de un simple recuerdo. No fue más que una simple noche, un sexo más, porque no siento amor por él, solo atracción, y cuando más me lo repita a mí misma, mejor. Tengo que olvidarme de todo lo que alguna vez creí tener por él.
Tiro mi espalda hacía atrás, dejando caer todo mi cuerpo al borde del sillón. Mi cabeza es martillada con fuerza, haciéndome imposible la idea de lograr conciliar el sueño. De pronto, mi celular vibra en un mensaje desconocido hasta el momento. Cuando lo desbloqueo, me aseguro que proviene de Ashton. Hace tiempo había agendado su número a mis contactos por sí de un problema laboral se tratará.
Leo para mis adentros lo que dice:
«Magali, ¿Liam está contigo? Respóndeme a este mensaje con rapidez, por favor.»
Sin dudarlo, toco el botón que junto a su número me aparece, y tres pitidos después, su voz se hace oír.
—Ashton, soy yo, leí tu mensaje, ¿qué sucede con Liam? —pregunto, un tanto preocupada. Una extraña sensación de que algo anda mal nace en mi interior.
—Él iba conduciendo, estábamos hablando por teléfono, y de pronto colgó a la mitad de algo que me estaba contando. Me pareció oír voces extrañas tras la línea, pero después todo quedó en silencio. ¿Él está contigo? ¿Está bien? —mi pecho comienza a subir y bajar con fuerza. Malas teorías crecen a gran escala en mi mente, generando que todas esas ideas sean abrumadoras.
—No, él no está conmigo. Hace unos minutos me dejo en la puerta de mi casa y se fue. ¿Qué fue lo que te dijo? ¿Te informó a dónde iría? —pregunto, un tanto desesperada.
—Dijo que vendría a casa, me había dicho que se encontraba cansado y tenía cosas en que pensar. Estábamos hablando de un asunto importante en su vida, de pronto de quedó en silencio, escuche los ruidos de unas ruedas ser gravemente sonoras contra el asfalto, un par de ruidos después, la línea se colgó. Volví a llamarlo, insistí varias veces más, hasta que una voz de computadora me informo que se encontraba fuera de servició. Creí que estaría contigo, necesito saber que él está bien y no encuentro la idea de donde puede estar, o donde pudo haber ido. —realmente puedo escuchar la preocupación por debajo de su ronca voz. Trago una gran bola de extrañeza, para mirar por la ventana como el sol está comenzando a caer, reemplazando el antes luminoso ambiente, por uno más oscuro.
—No te preocupes, intentaré contactarlo. No le informes nada de esto a nadie, no quisiera que tu madre se preocupe, puede ser algo insignificante. Cuando tenga noticias, te las haré saber. —él me agradece sinceramente, para luego colgar.
¿Dónde estás, Liam?
¿Dónde puedo buscarlo, sí él se ha encargado de encerrar su vida de mi campo visual más de lo que alguna vez lo hubiera notado?
Dejo que mis dedos se muevan por sobre las teclas de mi celular, marcando el número de Lucas. Tiene que estar con él, eso pienso, hasta que la contestadora se hace oír en varias ocasiones, impidiéndome la acción de querer hablar con él. Le marco a Laura, y exactamente lo mismo pasa. La idea de que Lucas y ella puedan estar juntos llega a mi cabeza.
¿A quién más podría llamar?
Recuerdo a Uriel, pero su número no está en mis contactos así que descarto la idea de poder contactarlo. No puedo quedarme así, no puedo irme a dormir con la idea de que algo pueda estar pasándole, pero también puede existir la posibilidad de que él este más que bien, y todos esos escenarios trágicos que cruzan por mi mente sean puras fantasías de la preocupación que a veces me hace delirar. Le doy infinidades de vueltas al asunto alrededor de toda la noche, en la que mi madre aún no llega. Miro repetidas veces al celular, la ventana y luego al celular, sabiendo que ningún mensaje de Liam o Ashton llega a mi buzón, y que la noche se vuelve cada vez más oscura.
De pronto, mi celular vibra, y sin dudar, de manera rápida, lo desbloqueo viendo un mensaje del ya habitual número desconocido.
«Avenida Boulevard, calle veintiocho. Después no digas que por ti no hago nada, preciosa.»
No respondo, corro escaleras arriba, en donde cambio mi ropa por una remera blanca, unos vaqueros oscuros y una campera de gimnasia. Dentro de mi mochila, meto el arma, no sin antes ponerle el seguro y vuelvo a bajar con prisa hasta llegar a la sala. Quizás este tomando una decisión apresurada, quizás este por cometer un grave error al seguir la ayuda de alguien que atormenta mis días, y que fácilmente este yendo hacía mi propia destrucción, pero la sensación de ardor que dentro de mí quema con preocupación, me hace poner la mente fría, y seguir lo que mis peligrosos instintos tanto reclaman.
Al abrir la puerta principal, mi madre aparece frente a mis ojos, siendo igual de inoportuna que siempre.
—Maggie, ¿te vas? —pregunta ella.
—Sí... sí... surgió un imprevisto de último momento y Laura me necesita. Volveré cuando menos lo esperes. —sonrío para hacerle creer a ella que todo esté bien, y también para hacerme creer a mí misma.
—¿Ella está bien? —pregunta, adentrándose a la casa, mientras que yo con mi mano aún sostengo la puerta.
—Sí, está bien, no es nada grave. Volveré pronto, hasta luego. —ella intenta seguir hablándome, pero salgo a la calle, cerrando la puerta a mis espaldas. Cambiando mi expresión de despreocupación, por una de seriedad, me encamino, casi corriendo hasta la dirección que en mi celular se encuentra. No esta tan lejos como esperaba, pero sí es peligroso como no había imaginado. Es un barrio al que nunca antes había entrado. Personas tiradas en las calles drogándose, bebiendo, con expresiones de que en cualquier momento tras cualquier acción sospechosa que cometas, saltaran a tu cuello con la primera navaja que encuentren. Evito la mirada de todos, fácilmente pasando desapercibida. Doblo en la calle Boulevard, donde en lo más profundo de un callejón olvidado, una puerta roja mal pintada, marchita, desagradable a la vista es lo que me recibe. Puedo escuchar voces, gritos, y golpes desde adentro. Eso me grita, me ruega que corra, que huya, que me esconda en el primer lugar seguro que encuentre, pero una parte de mí me pide que entre averiguar quién está ahí, puedo llegar a creer que Liam está en un gran problema y necesita ayuda de alguien.
Al estar tan estática frente a la puerta desconocida, un mensaje vuelve a hacer ruido dentro de mi bolsillo, y lo tomo, viendo que es una frase de él: «Entra, y descubre nuevas formas de perder la razón.» Mi corazón bombea gravemente y una risa fuerte, ronca, demoníaca llega a mis tímpanos, llenando mis recuerdos por completo.
"—¡Papá, no puedo armar esto yo sola! —grita la menor, desde una lejanía prudente de la playa, en donde un castillo de arena es armado por su propia voluntad.
—¡Sí que puedes, todo lo puedes! —habla el hombre, mirándola desde unos metros de distancia, mientras que su lado, la progenitora de la nena mira directo al mar.
—¡Ven a ayudarme! —vuelve a decir ella, reclamando por la atención de su padre. Él se acerca a ella, poniendo sus manos por debajo de los brazos de su hija, alzándola en los aires.
—¡Creo que ya es hora de ir al mar! —ella gritaba con felicidad, pateando la brisa, escuchando la fuerte, grave, y soñadora risa escandalosa de su padre, para ser hundida en lo más profundo del agua, directamente entre sus grandes brazos, siempre en sus brazos."
—¿Papá? —murmuro para mí, ante la nada misma. Por un absurdo impulso, mi mano toma el picaporte oxidado de la vieja puerta, para empujar de ella y ver que no hay nadie en su interior. Me adentro, dejando que se cierre por si sola con el viento, y empezar a caminar, adivinando mis propios pasos, ya que la poca iluminación no me permite saber del todo con razón a donde estoy pisando. El calor aumenta por todo mi cuerpo con cada movimiento que hago, y del mismo color que la puerta, la luz que se prende y se apaga, siguiendo cada paso que doy.
Me encuentro con otra puerta, la cuál abro de un solo movimiento de mano que doy, llevándome la peor imagen de todas, lo que hubiera deseado no ver, lo que hubiera deseado evitar, lo que nunca se cruzó por mi cabeza, lo que siempre creí imposible y no estaba preparada para recibir tan gran impacto, aparece en mi campo visual. Pude haber huido en ese preciso instante, pude haber corrido como sí mi vida dependiera de eso, pude haber incluso hecho lo imposible por evitar tener que enfrentar esa situación, pude haber decidido presentar miles de escenarios en esa acción, pero, sin embargo, decidí quedarme. Y fue mi gran error, del cuál no pude arrepentirme porque se trataba de él. El error más grande que decidí cometer, después de involucrarme en la vida de Liam Hamann.
Él, el último que nombre, se encuentra tirado en el suelo de un sucio y orinado cuarto de paredes decadentes, con dos tipos a su alrededor, custodiando la situación, y un último hombre al lado del golpeado hijo de mis jefes, quien lentamente, como sí quemara cada vena de mi cuerpo, sube su mirada, hasta encontrar mis ojos, dejándome aturdida, como sí un ligero pitido ensordecedor tapara mis oídos, impidiendo mi próximo movimiento. Su expresión no parece desbordar sorpresa, es como sí me hubiera estado esperando. Ya no parece ser el hombre que alguna vez llame «papá». Sus facciones son más duras, serias, antiguas, varias líneas adornan su rostro, y parece haber formado la personalidad fría de un vil psicópata. O quizás siempre fue así, y supo mantenerme engañada. Mis ojos se cristalizan al verlo, miles de noches anhele con volver a encontrarlo, pero nunca, ni en un millón de años, se me cruzó por la cabeza que sería de esta forma poco convencional.
—¡Oh, vaya! —exclama él, rompiendo el silencio. No sé en qué momento saque el arma, pero ahora lo estoy sosteniendo entre mis temblorosas y sudadas manos, mientras que sus secuaces me apuntan a mí con las suyas—. Veo que mi pequeña princesa empezó manejar un arma.
—No... No me llames así. —la impresión de volver a verlo, y de esta forma tan desagradable, me provoca náuseas y que apriete mis dientes con fuerza.
—¡Qué grande estás! ¿Cuánto tiempo pasó de que te abandoné? —sus crudas palabras son como miles de cuchillos atravesando mi pecho. Lo dice de una forma tan enferma que me repugna, ya no puedo verlo como solía hacerlo, es como sí los años lo hubieran convertido en un extraño para mí.
—Muchos años. —es lo que respondo, dando cortos pasos, adentrándome al cuarto. Esa acción provoca que sus hombres carguen sus armas frente a mis narices, pero no les temo, y ellos a mí tampoco. Miro al hombre tirado en el suelo, quien me mira a mí, rogando, deseando que yo nunca hubiera puesto un pie en este lugar. Está tan sangrante, que me preocupa su salud, y sus ojos me gritan miles de cosas, que sus labios no puede dejar salir por la retención de aire que esta poniendo.
—¿Qué vas a hacer con eso? —pregunta, mirando el arma que en mis manos llevo, y lo bien entrenada que estoy.
—Esto. —respondo, y en un rápido movimiento que Dan me enseñó, disparo varias veces, de manera estratégica, dajándole varios agujeros a un solo pecho, arrancándole la vida a uno de sus secuaces. El segundo de ellos, desconcertado por lo que hice, dispara directamente a mi cuerpo, hiriendo mi brazo, robándome un fuerte grito. Algo de lo que jamás me creí capaz de hacer sale a la luz como una bestia que durante años ha estado siendo enjaulado, matando al último de sus hombres de varios disparos contra su cuerpo. El ruido de las balas atravesar la piel de sus cuerpos todavía hace eco dentro de mi cabeza, y el sudor, mezclado con lágrimas, cae de mis ojos por el agudo dolor que estoy experimentando. Mi padre, en cambio, parece no reaccionar de manera abrupta ante lo que acabo de hacer. Pero luego de unos segundos, ante mi debilidad, toma de mi brazo herido, tirando de él hasta derribarme. Estoy tan desconcertada que pierdo el control y el arma que antes cargaba, ahora cae al suelo, directamente a unos centímetros de distancia. Su pie enfundado por su zapato, se posiciona sobre mí cuello, apretando ligeramente. Arranco su tobillo, intentando liberarme, mientras que las lágrimas nublan mi vista, pero puedo ver su expresión de asesino, listo por acabar con mi vida.
—Y yo que creí haberme deshecho de ti aquella noche. —sé perfectamente a lo que se refiere y lo recuerdo. La pierna de Liam, levemente empuja el arma, acercándolo más a mí, no puede moverse y sé con seguridad lo que debe de estar sintiendo su adolorido cuerpo. Estiro más y más mi brazo, intentando tomar lo que tanto necesito. El aire poco a poco abandona mis pulmones, y puedo sentir que mi cuerpo se vuelve débil.
—¿Estás lista? Prometo que la muerte puede llegar a ser muy dulce. Quizás después de esto puedas entender que estos no son lugares para mujeres, mucho menos para nenas como tú. Lo hubieras pensado antes de querer hacerte la valiente, buscando salvar la vida de esta rata que ahora te verá morir. Descuida, él está acostumbrado a presenciar estos actos. ¿Crees algún día poder decirme que tan bien se siente morir? —pregunta, con cinismo.
Mi mano se estira ante él, apuntando el arma ante su pecho, y sonrío entre la vida y la muerte.
—No... No sé... Mejor dímelo tú, hijo de puta. —y disparo, y la bala atraviesa su piel, pudiendo escuchar como su cuerpo se abre recibiendo con comodidad a la muerte. A quien tanto aborrezco de alguna vez haberlo llamado padre, se tambalea, tomando su pecho sangrante, perdiendo la vista de apoco. Cuando cae al suelo de manera sonora, sin dudar me pongo de pie con dificultad, con una mano tomando mi brazo que pierde sangre y con la otra apuntándolo con el arma. Me acerco a su cuerpo casi inerte. Sus pupilas se posan sobre mí, estoy tan fría, que no me lastima verlo de esa forma, muriéndose como un animal.
—Por haber lastimado a mamá, por haber lastimado su vida, por haber lastimado a Liam, por haber sido un hijo de puta, por haberme lastimado, por haberme querido asesinar, por haberme roto la vida, porque alguna vez te quise, porque alguna vez creí en ti. —deposito otra bala entre su ceja, finalmente acabando con su agonía. Mi razón, mi verdadera yo regresa a mí cuerpo, descontrolándose, desmoronándose por completo. Tres cadáveres asesinados por mí se encuentran a mi alrededor, y me dejo desvanecer junto al cuerpo roto de Liam, llorando por su dolor. La suave arena abriéndose paso entre mis dedos, la dulce brisa acariciando mi pequeño cuerpo, esos recuerdos llegan a mí cabeza, como algo de la felicidad que realmente nunca tuve, quedándose eternamente en el pasado, siendo algo imposible de volver a experimentar. Lloro contra su pecho, mientras él intenta decirme que todo estará bien. Mi brazo dejó de doler, o quizás siga doliendo, pero la presión en mi pecho acalla todas las demás sensaciones que el resto de mi cuerpo pueda estar sintiendo.
Un bloqueo mental es activado, imposible de poder recordar con claridad esta trágica noche.
•••
Salgo de ser interrogada por dos oficiales, acompañada de la presencia de Alex. Mi brazo ahora cocido, bombea con fuerza, electrificando mi cuerpo entero. Las lágrimas dejaron de salir, y mi mirada perdida es olvidada en algún lugar infinito. Ningún cargo ha sido levantado en mi contra, estoy libre de ser juzgada al haber sido bajo defensa propia. Mi completo por completo se siente moderadamente relajado ante los calmantes que me dieron.
—Maggie. —me giro, viendo a Alex acercarse a mí—. ¿Estás bien?
—Necesito ir a ver a Liam. —ruego.
—¿Tu madre no está por venir? —pregunta.
—No, no lo hará. —miento—. Llévame a verlo, por favor.
—De acuerdo, pero sí me prometes que harás reposo. Tu brazo lo necesita, más que tu brazo, tu alma lo necesita. —asiento repetidas veces. Cuando salimos de la comisaria, nos montamos en la patrulla y él conduce hasta el hospital más cercano al que Liam fue trasladado. Al llegar, en la sala de espera se encuentra su familia, a excepción de Isabella y Dylan. Anabell, al verme, no duda en acercarse y envolverme en sus brazos, sollozando en mi oído.
—¿Estás bien? —pregunta, con preocupación.
—Estoy bien, voy a estarlo. —sonrío falsamente.
—Puedes pasar a verlo sí quieres, nosotros ya lo hicimos. —asiento agradecida, y me acerco a la numeración de la habitación en la que Liam se encuentra descansando. Al abrir la puerta, lo veo acostado en la camilla, con sus ojos cerrados. Cierro la puerta a mi espalda, recargándome en ella. Lo miro atentamente, detallando cada facción suya, agradeciendo que aún este respirando.
—Puedes acercarte sí quieres, no estoy dormido. —escuchar su voz me hace sobresaltar el corazón, ya que no esperaba que estuviera despierto, y no dudo en acercarme. En el primer hueco a su lado que veo, me acuesto, acurrucando mi cabeza en su pecho, llorando un poco. Siento una gran piedra en el pantano de mi estómago creciendo cada vez más, pudriéndose de a poco, y de la única forma que encuentro de hacerla desaparecer es liberando todas mis penas.
—Lo siento mucho. —lloro con fuerza, rompiendo mi voz.
—Me salvaste la vida, Maggie. —dice—. Al verte ahí, tan expuesta, tan entregada al peligro, tuve miedo y el recuerdo de Sara llegó a mi cabeza. Por una milésima de segundos, sentí la sensación de que también te perdería a ti.
Su voz, como nunca antes la había escuchado, suena cortada.
—Me dejaste en silencio, callaste todos mis males, supiste como ser fuerte, supiste liberarte, dejando ver quien realmente eres, y eres más fuerte de lo que alguna vez imagine. Me salvaste la vida, y no solo esta noche, me salvaste la vida hace tiempo y te lo agradezco. —escondo mi rostro en su cuello, abrazándolo, tragando mis lágrimas.
Nos sumergimos en silencio, cada uno ahogándose en sus propios pensamientos. Hasta que él derrite este frío funeral:
—En el bolsillo de mi chaqueta, mete tu mano, tengo algo que hace mucho te quite y siempre te ha pertenecido. —frunzo el ceño extrañada, y me pongo de pie. Camino hasta la silla de madera, en donde su chaqueta se encuentra y de ella saco mi cadena. La miro sorprendida, porque me había olvidado de su existencia y de donde proviene. Me vuelvo a acercar a su cuerpo y me acuesto a su lado, con la cadena entre mis manos. Mi expresión es neutral al mirarla.
—Esto nunca me ha pertenecido. —digo, él no responde—. Nunca fue mío.
—¿Estás bien? —pregunta, acariciando mi espalda con las yemas de sus dedos.
Me siento como la gran mierda.
—Eso creo. —es lo único que respondo.
***
¡Nuevo capítulo!
Espero que les haya gustado. 💚
¿Qué les pareció?
Comenten que necesito saber sí este capítulo les dio la emoción y acción que pretendí irradiar con cada palabra. Realmente es importante para mí.
¡Gracias por leerme! No se olviden de votar.
Edición de multimedia por Tyler Evelyn Rood. ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro