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6. Bestias letales

CAPÍTULO 6

Bestias letales

Superado el tema de mis padres, los infernales me contaron un poco sobre mi esencia. Me dijeron que, mientras estaba inconsciente, fui examinada por Ceia, una mujer infernal que se encontraba en la sala. Ella tenía la capacidad de sentir la esencia de la gente; todos los infernales presentes poseían habilidades variadas. Lisa podía borrar recuerdos ajenos —fue ella quien borró los de Froy y los de sus amigos—, Kirtan y Dash podían crear portales inter dimensionales, Rosson podía inhabilitar los poderes de alguien con solo tocarlo y los demás tenían capacidades tan sorprendentes como las mencionadas.

Ceia dijo que mi esencia angelical seguía dormida. No había señales de que fuera a despertar pronto, pero podría pasar en cualquier momento. Descubrí que, así como los infernales dominaban el fuego, los celestiales podían controlar el aire y la luz. De despertar mi esencia angelical y con ello mis poderes celestiales, podría volar y resplandecer. No voy a mentir: la idea me emocionaba muchísimo. Siempre soñé con moverme a través de las nubes en las alturas del cielo.

—Aunque tu esencia angelical esté desactivada, debes ser cuidadosa de todos modos —advirtió Dash—. Así como Ceia, hay más infernales y celestiales que pueden sentir el poder de los demás y otros con habilidades similares que podrían delatarte. Kirtan, por ejemplo, puede percibir olores peculiares que nadie más logra sentir.

Así que por eso sentía mi olor a ángel.

—No es mi única habilidad —ladró Kirtan como si lo insultaran—. Puedo hacer cosas mucho más sorprendentes que oler a la gente.

—Sí, sí, Kirtan, ya lo sabemos —dijo el líder entre risas—. El punto es que, así como tú puedes sentir el olor de una esencia, alguien...

—El hedor, querrás decir —interrumpió Kirtan—. Cassia huele como una maldita paloma mojada.

La ira ardió dentro de mí junto con el fuego. Nunca había golpeado a nadie en mi vida, pero fantaseé con estampar mi puño contra la cara de aquel idiota.

—Por favor, Kirtan, ya tienes veinte años —increpó Rosson—. Continúa, Dash.

—Bien, como decía, hay mucha gente que podría descubrir que eres una colosal si no tienes cuidado, Cassia. Debes ser muy precavida con lo que le cuentas a la gente y, sobre todo, debes ser cuidadosa con tus emociones. Tu esencia infernal despertó después de que esos chicos intentaran lastimarte en la Tierra; seguramente sentiste miedo, ira, tristeza y muchas otras cosas a la vez, ¿no?

Asentí. No había vuelto a pensar en cómo me sentí cuando descubrí las verdaderas intenciones de Froy. Lo que me hizo no tenía perdón. De no ser por él, mi vida no habría sufrido un giro radical. Seguiría siendo la misma Cassia aburrida y rara de siempre.

Sin embargo, de no ser por lo sucedido en el claro, nunca habría descubierto la verdad tras las voces, instintos o como se llamen. Toda mi vida pensaría que estaba loca, no que algo difícil de creer dormía dentro de mi cuerpo.

—Si vuelves a experimentar tantas emociones intensas a la vez, no solo podrías volver a sufrir un estallido de energía infernal, sino que tu esencia angelical podría despertar —me advirtió Dash—. Desde hoy debes tener cuidado con lo que sientes. Si quieres seguir a salvo en el Infierno, debes ser una infernal a la vista de los demás.

Asentí solo para darle en el gusto. No me interesaba quedarme más tiempo en el Infierno, no quería vivir el resto de mis días en este mundo.

—No la presiones tanto, Dash. —Rosson me sonrió—. Descuida, Cassia, nos aseguraremos de mantener desactivada tu esencia angelical y de potenciar tu esencia infernal.

—Solo por ahora, al menos —continuó Dash—. A futuro, cuando puedas controlarlas, tendrás que despertar tu esencia angelical y aprender a controlar tu poder celestial. Tenemos aliados celestiales en el Cielo; serán ellos quienes te instruirán después de que hayas aprendido lo suficiente sobre tu esencia demoníaca.

—¿Quién desactivó mis esencias en primer lugar? —Odiaba tener que regresar al tema de mis progenitores, pero debía hacerlo—. ¿Fueron mis padres? Ya saben, los verdaderos...

—Quienes pueden dormir la esencia de alguien son los brujos —aclaró Ceia. Para no tener más de cuarenta y tantos años, se veía como una mujer muy madura—. Ellos son los únicos que dominan los conjuros espirituales.

—¿Brujos? —bufé—. ¿También son reales? ¿Qué sigue, existen los unicornios?

—Y las hadas, los dragones y muchas otras criaturas —informó Lisa con entusiasmo—. ¡Pobres de los humanos! No tienen idea de lo que se pierden.

Definitivamente me quedaba mucho por aprender sobre el universo.

—Volviendo al tema de tu esencia —dijo Rosson—, nuestra hipótesis es que tus padres acudieron a un brujo antes de llevarte a la Tierra. Los conjuros de los brujos no duran más que unos años. Hay de los que se extienden de por vida, pero no cuando se trata de esencias. Que hayas pasado tantos años sin que tu esencia infernal o celestial despertaran es un gran logro. Tuviste un autocontrol digno de admirar.

Se me aguaron los ojos. Sufrí reprimiéndome, pero logré mantenerme a raya durante años sin la ayuda de nadie, todo gracias a mi propio mérito. Fui dura conmigo misma sin saber lo mucho que había logrado y el bien que me hacía.

Mi mente era un torbellino de pensamientos y de nueva información. Aprendí mucho más en aquellas conversaciones con los infernales. Descubrí que ninguna esencia podía ser dormida por completo, siempre quedaba una pequeña parte sin desactivar. Esa era la razón por la que vivía con las voces y con mi atracción por el fuego.

Mi capacidad de curarme tan rápido de las quemaduras y el que no me quedaran cicatrices era una habilidad universal de los infernales. Incapacitados o no, todos éramos inmunes al fuego, pero solo a eso. Todo lo demás que podía herir a los humanos podía herirnos a nosotros también, aunque contábamos con una regeneración cien veces más rápida que la de los humanos.

Sobre la razón por la que tuve indicios de mi esencia infernal y no de la celestial durante la niñez y la adolescencia, Ceia sugirió que el brujo que me intervino al nacer enfocó todo su poder en dormir mi esencia angelical, tal vez porque mis papás querían criarme en el Infierno. Me dolía pensar que, de no ser por el amigo de mis padres que nos delató con las autoridades infernales, yo habría tenido una vida muy diferente. Probablemente, habría sido feliz.

Sentí un montón de cosas diferentes con cada descubrimiento. Lo único que me avergonzó de todo lo que me contaron los infernales fue que nuestra especie sufría de una libido incontrolable. Nuestro deseo sexual era poderosísimo.

—Una vez que experimentes el sexo con otro infernal, querrás hacerlo una y otra vez —reveló Lisa, causando mi vergüenza y la de varios en la sala.

—¡Al principio querrás sexo desenfrenado a cada minuto! —agregó Zev, el chico del cabello rojo y de los tatuajes de fuego que conocí al despertar.

Conforme los infernales reían, mi mirada recayó en Kirtan. ¿Cómo sería acostarme con él? Nunca lo sabría, porque me odiaba y no volvería a verlo después de esta noche, pero mis fantasías sobre entregarle mi virginidad fueron inevitables.

No entendía por qué me llamaba tanto la atención. No era el único infernal apuesto que conocía; todos los que se encontraban en la sala gozaban de un atractivo incomparable. Los chicos bordes nunca fueron mi tipo. Froy parecía alguien bueno, por eso me gustaba. Lástima que fuera un pendejo.

Los infernales me hablaron acerca del Infierno para ponerme en contexto. Me revelaron que, en la actualidad, el Infierno se dividía en dos grandes continentes separados por un mar de monstruos: Averna en el oeste, el continente de los híbridos, y Abisma en el este, el continente de los puros.

Desde sus orígenes, el Infierno entero era dominado por los demonios puros y por su líder, el rey de las tinieblas, conocido por todos como Lucifer, el puro más poderoso y emblemático del que se tenía registro. Enterarme de su existencia me puso los pelos de punta. Por cómo lo describieron los híbridos que se encontraban en la sala, Lucifer era tan malvado como se rumoreaba en la Tierra.

Por milenios, el diablo fue la figura de mayor autoridad en este mundo. La corte abismal, conformada únicamente por demonios puros, reinaba sobre los híbridos, quienes eran considerados inferiores y por ende esclavizados. No tenían voz ni voto, su único propósito en la vida era servir a sus amos puros y reproducirse para formar nuevas generaciones de esclavos. Me horroricé al oír que infinidades de humanas terrestres eran secuestradas por puros y traídas al Infierno solo para engendrar sirvientes híbridos.

Afortunadamente, el horror que vivían los híbridos llegó a su fin hace mil años tras la rebelión híbrida, un suceso histórico en el que Lucifer fue vencido y encarcelado y, con ello, los híbridos obtuvieron su libertad. Se apoderaron del que era el continente más habitable y menos sombrío del Infierno y establecieron tratados con la corte abismal para respetar los límites de sus tierras y convivir en paz.

Hubo cientos de altercados en los siglos posteriores, pero, hasta el día de hoy, los híbridos seguían gozando de su autonomía, los puros aún se concentraban en Abisma y Lucifer seguía encerrado en una prisión dimensional de la que difícilmente podría escapar. Solo había una forma de liberarlo, pero no me contaron cuál.

Averna, el continente y nación de los híbridos, era regido por un gobierno prácticamente dictatorial. Alzar una civilización colmada de reglas fue la única forma de mantener el control en tierras pobladas por seres con sangre demoníaca. Quienes quisieran formar parte de aquel nirvana civilizado y libre de puros abusivos, tenían que atenerse a las leyes impuestas por el gobierno avernal, muchas de las cuales eran una semejanza de las leyes terrestres.

Por supuesto, como en cualquier gobierno, la justicia de Averna estaba plagada de fallos y de grietas, pero muchos preferían vivir bajo las órdenes de las autoridades que habitar en la anarquía y en la miseria de Abisma, la tierra de las almas sin humanidad.

Los infernales me hablaron sobre tantas otras cosas que las horas pasaron volando hasta que llegó el momento de ir a la cama. Estaba exhausta, pero sabía que no dormiría en lo que restaba de noche. Hice la promesa de irme y tenía que cumplirla.

Lisa me condujo a la que sería mi habitación provisional: era a prueba de fuego. Las paredes fueron confeccionadas con un metal especial, también la base de la cama y los muebles. Las sábanas, por su parte, eran del mismo material que el de la ropa que me entregó Darren.

—¿Por qué no puedo volver a la habitación en la que desperté? —pregunté, nerviosa—. Esta parece una celda.

—No exageres, solo dormirás aquí por un tiempo. —Lisa rio—. Te llevamos a la otra porque estabas exhausta, no tenías energías para otro estallido. Ahora, en cambio, las tienes, por ello es que debes dormir aquí. No te gustaría provocar un incendio mientras duermes, ¿o sí?

Negué con la cabeza. No debería preocuparme tanto, ni siquiera dormiría aquí. En cuestión de horas, tal vez menos, estaría de regreso en la Tierra si es que Kirtan aceptaba llevarme.

—Bien, te dejaré sola para que descanses —dijo Lisa con una sonrisa—. ¿Sabes, Cassia? Me alegra mucho que te hayamos encontrado. Espero que nos llevemos muy bien, ¡y más te vale no encontrar una mejor amiga infernal, ese puesto es para mí!

Me reí con tristeza de fondo. Realmente quería conocer a Lisa. Parecía una chica muy, muy agradable.

—¿Puedo darte un abrazo? —inquirió. Yo asentí.

Mientras me abrazaba, mis ojos se cristalizaron. Siempre quise hacer nuevos amigos, y ahora que tenía la oportunidad de conectar con gente que podría quererme tal cual era, me alejaría para no volver a verlos.

Lisa se despidió y me dejó sola en el cuarto. Me acerqué a una ventana abierta que se hallaba al fondo de la habitación y observé lo que al parecer era un patio situado en el centro de la academia. El cielo aclararía dentro de poco, pero no se vería azul como el de la Tierra. Me informaron que, durante el día, el cielo en Averna era de un naranjo rojizo similar al de los atardeceres terrestres. Me habría encantado vivir en un mundo en el que los días fueran un crepúsculo duradero.

Siendo honesta, quería conocer más sobre el Infierno. No era justo que me fuera solo porque Kirtan no me quería ahí. Aquel mundo no le pertenecía, y yo como híbrida de infernal tenía derecho a vivir en él.

Referirme a mí misma como una híbrida me embargó de una emoción que nunca había experimentado. Por fin formaba parte de algo, al fin encajaba. Aceptarme a mí misma se sintió como soltar mis cadenas y salir de una jaula en la que estuve apresada desde mi nacimiento. Era tanto una infernal como una celestial, podía sentirlo. Aún no me conectaba con el lado angelical que se me dijo que poseía, pero en algún momento de mi vida saldría a la luz.

Solo esperaba que, cuando sucediera, nadie me hallara.

Kirtan llegó al cuarto anti fuego poco después de la partida de Lisa. Tocó la puerta con delicadeza, pero cuando abrí no había suavidad alguna en su expresión.

—Tenemos que hablar —masculló.

Asentí y le permití pasar. Kirtan caminó lejos de la puerta y ambos nos quedamos en silencio sin saber qué decir. No podíamos mantener la mirada en el otro, nos mirábamos por un segundo o dos y luego nuestros ojos acababan en cualquier lugar del cuarto que no fueran nuestras caras.

—Así que te vas —dijo tras un silencio incómodo.

—Sí... —suspiré—. Sobre eso, quiero pedirte algo.

Él puso los ojos en blanco.

—¿Qué quieres?

—Quiero que me lleves a la Tierra.

—¿Qué? —Se rio con sarcasmo—. Estás loca. De ninguna manera.

—Quieres que me largue, ¿no? Y yo quiero enfrentar a quienes creía mis padres. Si me llevas a la Tierra, ambos salimos ganando. Puedes ir a ella cuando te plazca, ¿cierto?

—Sí, pero no puedes regresar. —Se cruzó de brazos—. Apenas pongas un pie en la Tierra, los cazadores te encontrarán. ¿Acaso quieres que te maten?

Lo medité por unos segundos y llegué a la conclusión de que ya no me importaba tanto morir. No tenía nada que perder. Mi vida mundana quedó en el pasado, mis padres no lo eran en realidad y tal vez nunca tendría un futuro común y corriente, no con dos esencias opuestas viviendo en mi interior.

—No me importa morir, Kirtan. Ya no me importa nada. Lo he perdido todo.

Por un segundo, solo uno, Kirtan me miró con lástima, pero la dureza regresó de inmediato.

—Si te quieres morir, allá tú, pero yo no seré partícipe de tu suicidio. El Círculo Gris nunca me lo perdonaría.

—Tampoco te perdonarán que me dejes partir.

Kirtan resopló con hastío. Dio vueltas por el cuarto al tiempo que se rascaba la cabeza.

—Esto no es fácil, ¿bien? —Se acercó otra vez a mí—. No lo entenderías. Si estuvieras en mis zapatos, tampoco me querrías cerca.

—Sí, sí, ya lo sé... como sea, tienes que llevarme a la Tierra.

—No lo haré.

—Entonces tendré que ir sola. No te necesito.

—¿Cómo pretendes volver tú sola, si se puede saber?

—Volveré a través del portal del norte, el que atravesaron mis verdaderos padres.

—Ese portal y sus alrededores están llenos de guardias. Te matarán apenas pongas un pie en aquel terreno restringido.

—Que me maten si quieren. No me quedaré en el Infierno viviendo una vida que no deseo. Si no vas a ayudarme, entonces no me detengas.

Dicho eso, caminé hacia la puerta.

—¡Espera, joder! —Kirtan corrió y se paró frente a mí para impedir que saliera—. Está bien, te llevaré a tu maldita Tierra, pero solo para hablar con tus padres, luego te traeré de vuelta al Infierno. ¿Trato hecho?

Esbocé una media sonrisa que borré al instante. Después de todo, Kirtan no era tan inaccesible como parecía.

—Trato hecho.

Esperamos a que ya no quedara nadie en pie en la academia y nos dirigimos a uno de los jardines interiores del recinto. El cielo ya aclaraba y se tornaba de un intenso rojo oscuro. No se oía ruido en los alrededores salvo el canto de algunas aves que ya despertaban del sueño y el de insectos que sonaban como los grillos de la Tierra. Mi asombro fue brutal al llegar al jardín y notar insectos similares a luciérnagas que desprendían un brillo anaranjado como si ardieran en llamas. Iban de un lado a otro; montaban un espectáculo digno de admirar. Era una lástima que me encontrara en un escenario tan romántico con alguien tan desagradable.

Kirtan apenas me miraba. Escudriñó de un lado a otro al internarnos en el jardín y detenernos junto a una fuente de agua con forma de dragón. Tras confirmar que no había moros en la costa, me pidió que me alejara unos cuantos metros de él y extendió las manos al frente en medio del jardín.

De sus palmas brotaron llamaradas que se ondularon hasta formar un arco de fuego. Lucía como la entrada a una cueva, pero del otro lado no se veía nada salvo oscuridad. Kirtan dejó de expulsar fuego y me pidió que me acercara. Yo no podía más de la impresión.

—Eso fue fantástico. —Me aproximé a él—. ¿Puedo hacer lo mismo?

—Ni siquiera lo intentes. —Sus ojos ardían en llamas—. Vamos, tenemos que cruzar este portal.

—¿Nos llevará a la Tierra?

—No, nos dejará cerca del portal que conduce a la Tierra. No podemos crear portales que transporten de un mundo a otro, solo aquellos que conduzcan a lugares ubicados en un mismo plano dimensional.

—Entiendo. —Me puse nerviosa. Nunca había atravesado un portal, al menos no estando despierta, pero mi determinación por ir en busca de mis padres me brindó cierto valor—. Bien, vámonos.

Caminé hacia el portal, pero Kirtan me detuvo antes de acercarme lo suficiente.

—Espera, tienes que... —vaciló—. Tenemos que...

—¿Qué?

—Tenemos que tomarnos de las manos —dijo a regañadientes—. De no hacerlo, podrías perderte en el limbo entre portales.

—Oh, bien. —Me ardieron las mejillas. En realidad, me ardió el cuerpo entero.

Kirtan no quería hacerlo al principio, pero acabó resignándose y, tras un resoplido, extendió una mano hacia la mía y las unimos en un tembloroso pero firme agarre.

Una ardiente ola de calor me recorrió desde la mano que tomaba Kirtan hasta el resto de mi cuerpo. Sentí que mi sangre se convirtió en lava y que mis huesos se fundían con el fuego que alcanzaba temperaturas impensadas. Por unos segundos, ni Kirtan ni yo nos movimos, solo nos miramos a los ojos mientras nuestras manos permanecían unidas.

Los iris de Kirtan brillaban más que antes. Un placer que nunca sentí me causó cosquillas de los pies a la cabeza. Algo en el toque de Kirtan me volvía loca, me hipnotizaba. No hacía falta que se lo preguntara para saber que yo le provocaba lo mismo a él. Me odiaba, pero podía sentir lo mucho que él disfrutaba tenerme cerca.

Kirtan fue el primero en recuperar el juicio. Me condujo hacia el portal y, sin desperdiciar otro segundo, ambos lo atravesamos.

Lo único que sentí tras cruzar fue un leve mareo, pero se me pasó en un minuto o dos. Al otro lado del portal había dunas silenciosas de arena rojiza. El cielo ardía en llamas menos sombrías, no faltaba nada para el amanecer. Kirtan soltó mi mano, pero aún sentía su calor en ella. El portal de fuego desapareció a nuestras espaldas y vi que detrás de nosotros las montañas de arena roja se extendían a la distancia. Ya no había señales de Antorm, la ciudad de piedra ubicada a un par de kilómetros de la academia Alba. Debíamos encontrarnos en un lugar muy remoto.

—Ahora, quédate callada —susurró de pronto Kirtan cerca de mi oído. Su proximidad me sonrojó—. Cerca de aquí se ubica el portal menos vigilado hacia la Tierra. No hay guardias cerca, pero sí hay unas bestias voladoras, lo que es peor. Son ciegas, pero no sordas.

Asentí. Mis entrañas se retorcieron de miedo.

Kirtan me indicó que lo siguiera hacia lo alto de la duna que se hallaba frente a nosotros. Nuestros pasos causaban un siseo casi inaudible sobre la arena. Una vez que llegamos a la cima, contemplé un monte rocoso situado a unos quinientos metros de distancia en una superficie llana. De lejos se veía la entrada a una caverna. Había un par de roqueríos de camino al monte, pero no eran ni la mitad de grandes.

Kirtan puso un dedo sobre su boca en señal de silencio y comenzó a descender la duna. Traté de mantener el equilibrio, pero se me dificultaba. La arena era demasiado resbalosa. Para mi mala suerte, perdí el equilibrio en la mitad de la duna y caí rodando al suelo.

Se me escapó un grito que no pude contener. Por desgracia, no fue lo único que se escuchó en los alrededores; se oyó un graznido bestial no muy lejos de donde me encontraba.

Kirtan corrió detrás de mí. Al llegar a la superficie, me ayudó a ponerme de pie. A nuestro alrededor había una nube de polvo rojizo que me nublaba la vista. Quise decir algo, pero él me tapó la boca. Las bestias que emitían los graznidos se acercaban.

Gracias a que ya amanecía, pude ver unas sombras volando de un lado a otro sobre nuestras cabezas.

—Shhhh —susurró Kirtan en mi oído.

Me quedé callada, pero ya era tarde: una bestia voladora apareció entre el polvo y voló directamente hacia nosotros.

La criatura parecía la mezcla de un murciélago gigante con un carnero. Su pelaje era negro y sus ojos eran de un rojo brillante. Kirtan me empujó de tal forma que caí de espaldas al suelo, alzó una mano hacia la bestia y de su palma brotó una esfera de fuego que impactó en la cabeza de la criatura alada y que la obligó a retroceder.

Lamentablemente, no era la única bestia que vino por nosotros. Muchas otras le siguieron a la primera. Kirtan lanzaba bolas de fuego en todas las direcciones posibles; ninguna criatura lograba acercarse lo suficiente, la mayoría era embestida por las llamas de Kirtan.

—¡Corre hacia el monte, Cassia! —gritó él de repente—. ¡Yo distraeré a las bestias!

Aunque estaba aterrada, le hice caso. La nube de polvo que formé al caer ya se disipaba, pero aún me costaba ver. Ninguna bestia me siguió, todas intentaban atacar al infernal que no les daba tregua. Me limité a correr hacia el monte que parecía alejarse con cada uno de mis pasos.

A mitad de camino, una bestia apareció de la nada y se lanzó sobre mí. Clavó sus garras en mis caderas; me apuñalaron como cuchillas.

El grito que solté fue desgarrador. La bestia alzó el vuelo conmigo colgando desde sus garras. El dolor era tan insoportable que por poco perdí la consciencia.

—¡¡¡Cassia!!! —Escuché que gritó Kirtan, o eso creí. Mis sentidos empezaron a fallar.

Traté de defenderme, pero fue en vano. ¿Por qué no se activaban mis poderes? ¿Por qué no ardí en llamas apenas fui capturada por la bestia? No lo entendía. En lo sucedido con Froy y con sus amigos, las llamas acudieron justo cuando las necesitaba.

Al menos no hizo falta que mi esencia infernal me defendiera, porque la bestia fue impactada por una de las esferas de fuego de Kirtan. La criatura me soltó y caí de golpe al suelo.

Con las pocas fuerzas que me quedaban, me di la vuelta y vi que la bestia volaba despavorida mientras ardía en llamas. Sus gritos eran agonizantes, así como debían ser los míos. No hacía falta comprobar mis heridas para darme cuenta de que perdía mucha sangre.

Kirtan apareció sobre mí. Dijo algo, pero no lo escuché bien. Ya no sabía qué era real y qué no. Creí que todas las bestias fueron vencidas por él, pero me equivoqué.

Una clavó sus garras en las caderas de Kirtan y lo elevó lejos de mi alcance.



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