26. El príncipe arrogante
Cuando volví a despertar, ya no me encontraba sobre una cama blanda en un cuarto rebosante de lujo: estaba en un calabozo.
En uno de mis tobillos había un grillete metálico unido a una cadena conectada a la pared. Mi celda apestaba a humedad y a otros hedores que ni siquiera me molesté en indagar. Me sentía hambrienta y aturdida como si hubiera dormido por años.
A través de los barrotes de mi prisión veía otros cruzando el pasillo, pero la luz de las antorchas ubicadas en alguna parte del corredor no era suficiente para comprobar si había algún cautivo en la celda de enfrente. No oía nada salvo el crepitar del fuego y el tintineo del metal de mis cadenas al tratar de levantarme.
Estaba muerta de miedo. Me obligué a mí misma a dejar de temblar y a buscar el modo de salir de ahí. Tal vez el príncipe que me llevó hasta ese lugar no me quería muerta, pero tampoco quería que tuviera comodidades. Lucifer me lo advirtió: "mi hijo está dispuesto a todo con tal de obligarte a liberarme. No será justo: te torturará por el resto de tu vida si no accedes a ayudarnos". La tortura ya había comenzado.
La cadena no me permitía llegar hasta los barrotes del calabozo. Me resigné a que no lograría ver nada que pudiera ser de ayuda para escapar y me senté contra la pared de piedra que sujetaba la cadena que me retenía.
Para mi sorpresa, sentía frío, algo que no experimentaba en mucho tiempo. Al caer en cuenta de mi baja temperatura, noté también que me faltaba algo, sentía un inmenso vacío en mi interior. Entonces lo entendí: mi esencia infernal fue desactivada.
Entré en pánico al instante. Aprendí a querer mi esencia de tal manera que no sabía qué hacer ahora que ya no la tenía. No sentir ninguna clase de energía dentro de mí era como si me faltara un órgano o una extremidad.
Traté de encontrar esa chispa en mi interior como me enseñó Kirtan, pero no la hallaba. De algún modo, el príncipe anuló mi poder. Pero ¿qué sentido tenía que lo hiciera? Si quería que liberara al diablo, ¿por qué me arrebató mi fuego?
La razón era obvia: quería evitar que yo estallara y que, con ello, intentara escapar.
Estaría condenada a pasar la vida entera en ese frío calabozo si no accedía a ayudarlos, pero ni en sueños lo haría. No necesitaba otras razones para comprender que liberar al diablo era la peor idea posible. Dijeran lo que dijeran sobre los híbridos, ellos merecían vivir en una sociedad civilizada.
Las dudas que sentí al encontrarme en el Limbo con Lucifer se disiparon. No permitiría que el diablo me tentara, no sería yo quien lo ayudara a escapar de su propia cárcel.
Quien tenía que huir era yo. No tenía idea de cómo lo haría, pero encontraría el modo. Dudaba que mis amigos del Círculo Gris llegaran a salvarme, a lo mejor todos estaban muertos. El mismo Lucifer me dijo que la academia que yo llamaba hogar ya no existía. Seguro fue reducida a escombros junto a los que se convirtieron en la tercera familia que perdí.
Pensar en los miembros del Círculo Gris me condujo a las lágrimas. No estarían muertos de no ser por mí. Ya no me quedaba nada, ni siquiera un alma, lo único que poseía era la miseria.
Horas después de que despertara, oí movimiento en el corredor. Dos demonios puros aparecieron frente a mi celda: sus pieles eran negras, medían unos dos metros de alto y tenían cuerpos musculosos. Sus ojos, rojos como la luna, me estremecieron. Uno de ellos abrió la reja del calabozo y los dos tuvieron que agacharse un poco para que sus cuernos no chocaran contra el techo de mi nuevo cuarto.
"Más te vale no causar ningún problema", oí dentro de mi mente. Era uno de los demonios, podía comunicarse sin necesidad de hablar. Su voz era tan espeluznante como su aspecto.
Los demonios abrieron el grillete de mi tobillo sin usar una llave, lo hicieron todo con su magia. Una vez que me liberaron, me sacaron a la fuerza del calabozo y me llevaron a rastras por el pasillo ubicado entre las celdas.
Las contiguas a la mía estaban vacías, pero, al doblar una esquina y adentrarnos en otro corredor, oí los lamentos de un montón de criaturas encerradas en esa prisión aparentemente subterránea, pues no había ventanas que permitieran la entrada de la luz del día. De no ser por las antorchas dispuestas cada cierto metro, no vería nada.
Un brazo sobresalió entre las rendijas de uno de los calabozos. Era peludo y alargado, la criatura tenía garras maltrechas que agitaba con dificultad.
—¡Por favor, sáquenme de aquí! —suplicó con voz ronca y antinatural—. ¡Tengan piedad!
Uno de los demonios que me escoltaba no dudó en sacar una espada de alguna parte con la que cortó el brazo de la criatura que rogaba su liberación. Esta emitió un alarido de dolor que resonó en todo el pasillo y que me puso los pelos de punta. Desde el brazo recién cortado fluía sangre negra que manchaba el suelo.
"¿Ya ves lo que te pasará si te portas mal?" oí dentro de mi mente. Los demonios no necesitaban advertírmelo, ya lo tenía claro.
No me resistí al ser empujada hacia arriba por una escalera en espiral, pero de todos modos los demonios me zarandeaban con una brusquedad que me hacía caer. Mis rodillas estaban sucias, adoloridas y ensangrentadas cuando llegamos al final de la escalera en donde había una puerta metálica que causaba un chirrido ensordecedor. Si algún día lograba escabullirme de mi celda, tan solo ese ruido bastaría para delatarme.
Mis esperanzas de huir se desvanecían al tiempo que era arrastrada por pasillos oscuros en los que no se veía nada. Los demonios podían ver entre la penumbra, pero yo no. Ni siquiera lograba memorizar los corredores por los que doblábamos. Dejé de contar mis pasos cuando me percaté de que cualquier intento de fuga sería inútil, además, el dolor que me provocaban las filosas uñas de los demonios clavadas en mis brazos me impedía pensar con claridad.
Luego de un trayecto que creí inacabable, llegamos a nuestro destino: el mismo comedor en el que me encontré con el diablo, pero en una versión un tanto sombría. Era el único cuarto bien iluminado del palacio gracias a un candelabro que desprendía tanta luz que tuve que parpadear para acostumbrarme a ella.
Este comedor, a diferencia de aquel en el que conocí a Lucifer, estaba repleto de criaturas. Demonios puros ocupaban los asientos de la larga mesa negra y, en el mismo asiento lujoso que ocupaba el diablo en el Limbo, se encontraba su hijo, el único con rasgos humanos en el cuarto además de mí.
Todos, incluyendo al príncipe, clavaron sus ojos en mi cuerpo a medida que era arrastrada hacia la única silla vacía de la mesa, aquella ubicada junto a la de mi captor. Los demonios poseían una diversidad horrorosa: vi cuernos de todas las formas posibles, pieles ausentes de color y otras tan negras que parecían sombras, dientes largos y afilados, garras largas como dagas, ojos bestiales y muchas otras características que parecían sacadas de una película de terror.
La mayoría me observaba con sonrisas que me retorcían las entrañas, otros me escrutaban con una perversión que me estremeció. Era notorio que varios anhelaban matarme, comerme o llevarme a la cama.
—Por fin ha llegado nuestra invitada de honor —dijo el príncipe. Sus ojos azules desprendían un brillo malicioso—. ¡Pero miren qué elegante está!
Los demonios presentes en el comedor rieron a carcajadas. Frente a ellos, limpios y vestidos, yo parecía una pordiosera. Estaba sucia, ensangrentada y tan hambrienta que la infinidad de alimentos desperdigados en la mesa me pedían a gritos que me los llevara a la boca.
—Toma asiento, Cassia —invitó el príncipe—. ¿Tienes hambre?
El rugido de mi estómago respondió por mí.
—Siéntenla —ordenó mi captor a los demonios. Ellos me instalaron sobre la silla libre.
Traté de no temblar al ser observada por tantos seres carentes de humanidad, pero me fue imposible. Nada me aseguraba que el príncipe evitaría que me lastimaran.
Clavé mi mirada en un platillo de delicias coloridas para evitar las miradas de los comensales. Se me hizo agua la boca; necesitaba comer algo. Me mareé solo por el apetito que sentía.
—¿Qué quieres comer, Cassia? —me preguntó el hijo del diablo—. ¿Tal vez unas ostras afrodisíacas?
Los demonios rieron. Su maldad se esparcía en el aire.
No dije nada, el miedo no me permitía hablar.
—¿Qué pasa, has perdido la voz? —El príncipe estiró una mano hacia mi brazo y acarició mi piel. Para ser el hijo de Lucifer, su toque era muy frío.
Aparté el brazo al instante, nerviosa.
—No me toques —dije con voz trémula.
—Te tocaré si así lo quiero. —Su voz cortaba como el cristal—. Ahora eres mía.
—No soy de nadie —ladré.
Me aferré a ese atisbo de coraje que nació dentro de mí. No me quedaba nada que perder, solo la vida, pero no le serviría al príncipe o a su padre estando muerta... o eso creía.
El príncipe, cuyo nombre aún me era desconocido, golpeó la mesa tan fuerte que los cubiertos temblaron.
—¡Vuelve a faltarme el respeto y lo lamentarás! —gritó, furioso.
Me encogí en mi asiento. El poco valor que reuní se desvaneció.
—Ponte de pie —ordenó.
No me moví.
—¡De pie!
Seguí sin moverme.
El príncipe, harto de mi desobediencia, agarró mi cara con una de sus manos heladas y me obligó a mirarlo. Miré sus ojos azules solo un segundo, pero fue suficiente para que mi cuerpo entero se rindiera a sus encantos. Desearía haber tenido el collar que me regaló Kirtan.
Traté de resistirme al poder que el príncipe ejercía sobre mí, pero fue inútil.
—De pie —reiteró el príncipe y, esta vez, me puse de pie contra mi voluntad.
Las risas susurrantes resonaron en el comedor.
—Acércate —solicitó mi captor, sonreía con suficiencia.
Mis pies acortaron la distancia entre nosotros. El príncipe se giró en su asiento hasta quedar sentado frente a mí.
—Besa mis pies —ordenó.
Lágrimas de rabia descendieron por mi cara. Mi cuerpo se agachó frente al príncipe sin que yo lo quisiera y mis labios acabaron besando sus finas botas negras.
—Buena chica.
—Te odio —mascullé muy bajo.
—¿Perdón?
Me quedé callada.
—De pie.
No pude negarme a su orden. Me levanté y el príncipe lo hizo también. Era mucho más alto que yo, pero no solo era su porte lo que me intimidaba: su sola presencia bastaba para amedrentar hasta al más valiente ser.
—¿Puedes repetir lo que acabas de decirme, por favor? —solicitó cerca de mi rostro.
—Te odio —repetí, incapaz de quedarme callada.
El príncipe, para mi sorpresa, sonrió.
—Bésame —ordenó.
—¿Qué...?
—Bésame —insistió—. Bésame como si me desearas.
Quería vomitar. Traté de resistirme, pero no pude. Mi boca se acercó a la del príncipe y lo besé tal como besaba a Kirtan. Fue un beso hambriento, amoroso y caliente como el verano.
No podía dejar de llorar mientras nuestras lenguas danzaban. La bilis ascendió a mi garganta, pero me obligué a tragarla. Lo último que necesitaba era vomitar sobre el príncipe y con ello enfurecerlo.
El príncipe no parecía querer separarse de mí, así que cerré mis ojos y traté de imaginar que era Kirtan quien me besaba en lugar de él, aunque no sirvió de nada. La boca del príncipe era tersa como una rosa. Su lengua, en cambio, era muchísimo más agresiva que la de Kirtan. No había nada similar entre el príncipe y quien fue mi entrenador, lo único que compartían era ese aire imponente y el cabello negro.
El príncipe finalmente separó su boca de la mía y yo sufrí arcadas. Me sentía sucia y vulnerable. Fui abusada por ese monstruo que, aunque lucía como un humano, no tenía ni una pizca de bondad.
—Vuelve a desafiarme y te obligaré a besar otras partes de mi cuerpo —amenazó en mi oído.
No dudaba que fuera capaz de hacerlo.
Me tragué la bilis y el odio que sentía y asentí como una tonta. Por dentro fantaseaba con asesinar al despreciable ser que tenía frente a mí. Para él, obligar a una chica a darle un beso debía ser una nimiedad, pero para mí era un abuso que no perdonaría nunca.
Pero si de algo me sirvió aquel beso fue para averiguar lo siguiente: el príncipe me deseaba. Algo en mí era atractivo para él, tal como para su padre. Quizás estaba equivocada, pero si había una mínima posibilidad de que yo pudiera gustarle a esas bestias, la aprovecharía a toda costa.
No permitiría que el diablo y que su hijo me ganaran, yo iba a vencer. Me prometí a mi misma que, costara lo que costara, saldría de ese palacio y me vengaría del imbécil que me llevó hasta él.
El príncipe me liberó del encanto. Lo supe porque al fin pude moverme por voluntad propia, pero no fui tan tonta como para salir corriendo. Estaba en un comedor repleto de demonios que me miraban con mayor deseo que antes. El beso que compartí involuntariamente con el príncipe fue un espectáculo para ellos.
Debía ser muy cuidadosa de ahora en adelante y no darle razones al hijo de Lucifer para castigarme. Si quería salir del palacio con vida, tenía que ser más inteligente que él.
Pero algún día, con suerte, me vengaría.
—Bien, creo que se ha ganado algo de comer, ¿no? —preguntó el príncipe en voz alta, y los demonios asintieron—. Toma asiento otra vez, Cassia. Espero que esta vez te portes bien.
Reprimí cualquier insulto que pudiera decir y me senté sin chistar. Al menos podría comer alguna de las delicias dispersas en la mesa y con ello quitarme el mar sabor que me dejó la boca del príncipe.
Él chasqueó los dedos tal como su padre y un mar de sirvientes irrumpió en el comedor. Ninguno tenía rasgos demoníacos. Sus movimientos eran mecánicos y sus rostros carecían de expresión, tal como si fueran víctimas de un hechizo.
—Mis preciados humanos, siempre tan serviciales —dijo el príncipe y me miró—. A ti te gustan los humanos, ¿no? Creciste entre ellos... ¿se imaginan crecer entre esas bestias? —preguntó a los demonios.
Los comensales expresaron el asco que sentían por los humanos. Algunos toqueteaban a los sirvientes al pasar, pero estos ni se inmutaban. No estaban conscientes de su entorno. Yo estaba horrorizada, no podía creer que hubiera humanos ahí. Ni siquiera creí posible que pudieran sobrevivir a las altas temperaturas del Infierno. Supuse que en el palacio no corrían peligro, porque este era helado como si se ubicara en la Tierra...
¿Acaso estaba de vuelta en ella?
—¿Estamos... estamos en la Tierra? —inquirí, pasmada.
—¡Pero qué insulto! —El príncipe parecía ofendido, pero rio y los comensales se le sumaron—. ¡Esta pobre criatura cree que estamos en aquel mundo de idiotas!
Me ardieron las mejillas. Nunca fui muy querida en la Tierra, pero no me hacía gracia que se refirieran así a los humanos. Después de todo, una parte de mi ser, tanto física como mentalmente, seguía siendo humana.
—Ya te mostraré dónde estamos. —El príncipe se limpió las lágrimas de risa—. Ahora debes comer. Sirvientes, traigan el platillo especial para la futura princesa.
Abrí los ojos al máximo.
—¿Futura princesa? —pregunté en un hilo de voz.
—Pues claro, te casarás conmigo.
¿Qué mierda?
Lucifer no me dijo nada sobre casarme con nadie. Es más, el quería que yo fuera su reina.
—Pero tu padre...
—Sé lo que te dijo. —El príncipe bajó la voz como si no quisiera que ningún demonio lo escuchara—. Pero, hasta que él no sea libre, tú me perteneces, así que yo decido con quién te casarás.
Me mordí la lengua tan fuerte que sentí el sabor metálico de la sangre. No podía permitir que ese príncipe lunático me tratara como a un objeto, pero no tenía alternativa.
"Ya me vengaré de ti", le dije en mi mente. "Y desearás nunca haberme conocido".
Uno de los sirvientes regresó con una bandeja metálica que depositó frente a mí. Levantó la tapa y reveló un trozo de carne humeante y jugoso que me moría por probar.
—Se ve deliciosa, ¿no? —El príncipe hablaba con una maliciosa diversión—. ¿De qué crees que es esta carne, Cassia?
Fruncí el ceño.
—¿Es carne de hu...? —El horror no me dejó terminar la pregunta.
—¿De humano? No. —El príncipe rio. Los demonios lo acompañaron—. Es algo mucho mejor...
No. No podía ser cierto.
—¿Es... es carne de...?
—Sí, Cassia. Es carne de híbrido. Yo mismo lo maté.
Me paré de un salto y me alejé de la carne. En la bandeja se hallaba una parte de quien fue un ser viviente, alguien como Darren, como Lisa, como Kirtan...
—Dime que no es ninguno de mis amigos —exigí entre dientes con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Crees que sería tan cruel? —El príncipe fingió un puchero.
Apreté los dientes y los puños con tanta fuerza que me dolieron la mandíbula y las manos. Deseaba estampar mi puño contra la cara del monstruo que me miraba como si yo fuera de su propiedad.
—No comeré eso —rezongué—. Prefiero morir de hambre.
Lo dije en serio. Ni porque estuviera al borde de la muerte comería la carne de un híbrido, de alguien que debía tener una familia y amigos que lo extrañaban.
—¿Por qué no? —El príncipe se puso de pie y caminó en mi dirección. Yo retrocedí hasta chocar contra una de las paredes negras del comedor—. Si la carne fuera de un animal, la comerías, ¿no? ¿En qué se diferencia un animal de un híbrido? Ambos son seres vivos.
No tenía cómo debatir contra eso.
—Es una ley de vida —dijo el príncipe sobre mi rostro—. El fuerte devora al débil, el grande masacra al pequeño. Tú no eres como los híbridos, Cassia. Sí, tienes sangre infernal y celestial en tus venas, pero, al igual que yo, eres superior a cualquier criatura. Este mundo nos pertenece, princesa. Cuando te dignes a aceptarlo, solo entonces, dominarás tu verdadero poder.
—Yo no soy superior a nadie, y tú tampoco. Algún día pagarás por todo lo que...
Se me cortó la respiración sin que el príncipe levantara un dedo.
El aire se atascó en mi garganta. Traté de levantar mis manos para llevarlas a mi cuello, pero estaba inmovilizada. Los segundos transcurrían con lentitud; la falta de oxígeno comenzó a afectarme a solo instantes de que comenzó el nuevo encanto.
Fijé mis ojos cristalizados en los del príncipe. Los suyos desprendían una crueldad que me heló la sangre.
"Él no puede matarte", me dije en un intento de calmarme. "Él te necesita".
Pero ya no estaba tan segura.
Sentí que la muerte me reclamaba. El príncipe era capaz de aniquilarme con nada más que una mirada, sin duda era un ente poderoso que nadie, ni siquiera un colosal legendario, vencería con facilidad. Si así era el poder del hijo, no quería imaginar lo inmenso que era el de su padre.
Vi un millar de puntos negros. Mis pulmones ardían, mi pecho se contraía. Estaba al borde de la muerte cuando al fin mi garganta fue liberada.
El aire ingresó en mi sistema. Mi cuerpo recuperó la movilidad, y caí de golpe al suelo. Jadeé con violencia al tratar de volver a la vida. Sufrí espasmos y tantas náuseas que habría vomitado de no ser porque tenía el estómago vacío.
El príncipe se agachó y me jaló del cabello para obligarme a verlo a la cara. Sus ojos gélidos ardían en llamas azuladas.
—Vuelve a amenazarme, o al menos a intentarlo, y te mataré —susurró, su sonrisa era más siniestra que nunca—. ¿Entendiste?
No pude contestarle, aún no me recuperaba de la asfixia.
—¿¡Entendiste!? —El príncipe aumentó la fuerza de su agarre. Me dolían demasiado los pulmones para preocuparme del dolor en mi nuca provocado por su mano.
—Sí, sí, sí... —jadeé mientras lloraba. La mínima valentía que sentí hace minutos se redujo a la nada.
—¿Vas a comer?
Negué con la cabeza. Por más que le temiera al príncipe, no estaba dispuesta a devorar los restos de un híbrido o de un humano. Prefería quedarme sin aire.
—¡Quítenla de mi vista! —ladró mi captor.
Los mismos demonios que me sacaron del calabozo vinieron por mí. Ya no tenía fuerzas para caminar, prácticamente me cargaron en sus brazos con sus uñas clavadas en mi carne.
—Piensa muy bien cómo te portarás de ahora en adelante —advirtió el príncipe antes de que los demonios me regresaran a mi celda—. Otra desobediencia y lo lamentarás.
Quise escupirle, recordarle cuánto lo odiaba, pero guardé silencio.
El príncipe se acercó a darme un repugnante beso en el cuello. Tenía una sonrisa en el rostro cuando se alejó. Asintió a sus demonios sirvientes y estos me alejaron.
Dejé que me arrastraran sin siquiera resistirme. Me sentía rendida. Ni siquiera pude averiguar dónde se ubicaba el palacio, la oscuridad del recinto tampoco me fue de ayuda para buscar un modo de escapar. Estaba en un punto peor que antes.
Conforme era trasladada a mi prisión, supliqué en mis adentros que alguien me encontrara. Si no lograba salvarme yo misma, al menos esperaba que, tal como la primera vez, Kirtan llegara hasta mí.
O, de lo contrario, el príncipe acabaría conmigo.
🔥
Hola bebéssssss, espero que les haya gustado este capítulo 😳
Sí, Aziel es una mierda, pero todo podría cambiar... quién sabe 🌚
Sé que varios se han ido, cansados de esperar actualizaciones, así que agradezco un montón a quienes siguen por aquí a pesar de todo ❤️ mi amor para ustedes 🥰
¿Cuándo publicamos el siguiente capítulo? 🔥
Gracias por todo, amores. Nos vemos en el siguiente ❤️
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