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16. Pronto te enamorarás

Froy se encontraba a solo metros de distancia con una llama encendida en una de sus manos y una sonrisa siniestra en el rostro. Me miraba con malicia, eran los ojos de alguien dispuesto a lastimarme de la peor forma posible.

—No, no, no. —Entré en pánico—. ¡Aléjate de mí!

—¿Me extrañaste, Cassia? —preguntó Froy al tiempo que se acercaba. Las llamas de su mano aumentaban su intensidad con cada paso.

—¿Qué haces aquí? —inquirí con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Este es mi mundo, no el tuyo!

Retrocedí. Froy no dejaba de caminar en mi dirección. Traté de correr, pero mis piernas pesaban como el plomo.

¿Por qué Kirtan no hacía nada?

—¿Cassia? —preguntó. Su voz sonaba distante—. ¿Estás bien?

Detrás de Froy aparecieron sus amigos. Todos tenían llamas en sus manos con las que planeaban quemarme.

—¡Aléjense de mí! —grité a viva voz—. ¡Los lastimaré si dan un paso más!

Sentí el fuego fluyendo en mi interior. Desde mi primer día de entrenamiento, trabajé por mi cuenta en la meditación y en los movimientos que Kirtan me enseñó. Tras las dos semanas de "descanso", ya era capaz de formar pequeñas llamas en mis manos sin la necesidad de recurrir a la ira desmedida que me hacía estallar. Una pequeña llama no sería suficiente para defenderme del grupo de desalmados que quería torturarme, pero era mejor que nada.

Estaba a punto de formar esa minúscula llama cuando una mano me cubrió los ojos.

—Lo que ves no es real, Cassia —me susurró Kirtan al oído—. Has sido hechizada.

Traté de zafarme de su agarre. Si no me movía ya, Froy y sus amigos nos atacarían.

—¡Suéltame! —exigí—. ¡Tengo que defenderme!

—Anulo cualquier hechizo o maleficio que haya caído sobre ti —me dijo. Su aliento me hacía cosquillas en la oreja. Me dejé llevar por la suavidad de su voz para tratar de calmar mis nervios.

Kirtan quitó su mano de mis ojos. Al frente de mí ya no estaban ni Froy ni sus amigos, pero había un montón de infernales contemplando el espectáculo que monté. Algunos se burlaban y otros me escrutaban con cierta preocupación.

—Aquí no pasó nada, chismosos —vociferó Kirtan—. Sigan con lo suyo.

Los infernales se dispersaron. Mi corazón aún latía a una velocidad preocupante. La visión de Froy y de sus secuaces se sintió muy real.

—¿No te dije que no miraras a nadie a los ojos por más de tres segundos? —reprendió Kirtan.

—¿Qué pasó? —pregunté. Me temblaban el cuerpo y la voz.

—Esa bruja con la que chocaste te hechizó. Si yo no hubiera estado aquí contigo, quién sabe cómo habrías terminado.

—¿Bruja? —Me estremecí—. ¿Por qué lo hizo?

—Por el mismo motivo por el que muchos demonios hacen las cosas: por maldad.

Examiné los alrededores con cuidado de no ver los ojos de nadie por mucho tiempo y me di cuenta de que un montón de infernales me observaban como si yo fuera una presa y ellos unos depredadores.

Un semipuro con cuernos tan largos como los de un alce me contemplaba con deseo. Tenía una expresión que, por desgracia, veía con frecuencia en los hombres de la Tierra cuando iba sola por las calles. Darren me lo advirtió un montón de veces: "el Infierno está lleno de monstruos". No sé por qué esperaba que se equivocara.

—Quiero volver a la academia —dije en voz baja y temblorosa—. Ya no quiero estar aquí.

Kirtan me miró con lo que al parecer era compasión.

—Yo cuidaré de ti, Cassia —me dijo, no sé si con dulzura o con desinterés—. Mientras estés a mi lado, nada malo te pasará. Solo procura no mirar a nadie de cerca. No eres inmune a los encantos.

"Ni tú a los míos".

Kirtan y yo retomamos la marcha por la ciudad de las torres hacia dondequiera que se ubicara la morada del brujo que nos ayudaría. La idea de tratar con un brujo después de haber sido hechizada por una me producía reticencia, pero no lo manifesté. No podía permitir que Kirtan y yo volviéramos a ser esclavos de una atracción involuntaria. Si quería aprender a la brevedad lo que necesitaba saber para ser una buena infernal, teníamos que encontrar una solución cuanto antes.

Las calles de la ciudad me asombraban tanto como la primera vez. Me sentía diminuta al pasar junto a edificios tan viejos que podrían derrumbarse con una ventisca y otros tan resistentes como gigantes de acero que ni un tsunami haría caer. Tal como en la Tierra, había una infinidad de automóviles en las carreteras. Los que no se movilizaban en ellos lo hacían a pie por las calles, a través de los puentes colgantes que conectaban las torres o mediante globos aerostáticos impulsados por el control del fuego. Estos iluminaban las alturas como aves fénix surcando el cielo.

Kirtan y yo caminamos hasta una zona un poco alejada de las torres de la ciudad y nos detuvimos en las afueras de un templo de paredes oscuras como la noche. Atravesamos dos grandes puertas negras y nos adentramos por un camino de tierra rojiza que conducía a la entrada de la edificación. Una vez en ella, Kirtan tocó sin una pizca de delicadeza.

Una rendija se deslizó en medio de una puerta y unos ojos completamente blancos como los de la bruja del pelo ceniciento aparecieron en el otro lado.

—Qué bueno verte, Kirtan —dijo el sujeto de los ojos blancos. Su voz era una sinfonía suave y misteriosa.

Las enormes puertas del templo se abrieron ante nosotros. La criatura que nos abrió tenía la piel gris y un cabello platinado, largo y liso. Era tan pequeño que me llegaba al mentón, pero algo me decía que era más poderoso que todos los infernales de la academia juntos.

—¿Ella es...? —inquirió el brujo al verme.

—Sí, Feir —respondió Kirtan—. Es la colosal.

Feir me hizo una reverencia.

—Es un honor estar en presencia de un milagro de la naturaleza como tú, colosal —me dijo desde el suelo—. Desde ya tienes mi devoción. Estoy a tu servicio para lo que necesites.

Kirtan rodó la mirada. Yo sonreí.

—Ponte de pie, por favor —le pedí a Feir, avergonzada—. No soy ninguna divinidad ni nada por el estilo.

—Pero sí una leyenda. —Feir se levantó. Me sonrió y con ello exhibió unos dientes grisáceos y afilados que podrían arrancarme la mano de un bocado. Tenía un aspecto aterrador, pero algo en él me inspiraba confianza.

—Nada de eso. —Me reí—. Puedes llamarme Cassia. Es un placer conocerte.

Feir volvió a inclinarse ante mí.

—¿Se te ofrece algo de beber, Cassia?

—A mí me vendría bien una pócima para comer sin subir de peso —intervino Kirtan con sarcasmo—. Ya, en serio, Feir, no tenemos tiempo para servirnos nada. Vamos a lo que nos convoca.

—Sigues siendo tan simpático como siempre —dijo Feir entre risas—. Síganme.

Me fijé en el interior del templo. No había rastros de tecnología moderna ni de electricidad, el vestíbulo era iluminado por antorchas instaladas en las paredes. A lo largo de toda la pared del fondo había una pintura de un hombre vestido con una túnica negra cuya capa le cubría los ojos. Sus manos se estiraban a los lados y sobre ellas había humo y luces de todos los colores. Feir vestía una túnica similar, solo que esta era gris.

Kirtan y yo seguimos a Feir por una serie de pasillos oscuros hasta llegar a un cuarto iluminado con velas aromáticas. Había estantes por toda la habitación, en su interior vi frascos que contenían pociones coloridas. En el centro de la habitación se hallaban tres cojines tirados en el suelo.

—Tomen asiento, por favor —nos invitó Feir tras cerrar la puerta.

Kirtan y yo nos acomodamos cada uno en un cojín. Feir se sentó frente a nosotros de modo que formamos un triángulo.

—Bien, ¿puedes recordarme cuál es el problema, Kirtan?

El aludido resopló. Me dirigió una breve mirada y procedió a hablar.

—Cuando me acerco a ella, me pasan cosas... involuntarias —dijo con incomodidad.

—¿Qué tipo de cosas?

—Mierda, Feir, ya te lo conté. ¿Es necesario que te lo repita?

—Supongo que no. —Feir rio y me miró—. Entonces, Cassia, dime en tus propias palabras qué es lo que te pasa, por favor.

Tragué saliva. No sabía cómo expresarlo.

—Pues... —Mis mejillas ardieron antes de hablar—. Cada vez que estoy cerca de Kirtan, siento el deseo irresistible de besarlo.

No podía creer que lo admití en voz alta. Kirtan no me miraba, pero mis palabras lo remecieron.

—¿Solo de besarlo?

—No. Siento el impulso de tocarlo y que él me toque también... siento el deseo de que me haga suya.

Kirtan amplió la mirada, impactado y avergonzado al mismo tiempo.

Feir no se inmutó. Yo quería salir corriendo y enterrar la cabeza en la tierra.

—¿Sientes algo por él? —me preguntó el brujo.

—¡Esto es ridículo! —espetó Kirtan, incorporándose—. Ya te conté cuál es el problema, Feir. ¿Es necesario hablar al respecto? ¿No puedes darnos una solución y ya?

—No podemos solucionar algo de lo que no conocemos todos los puntos de vista —replicó Feir con calma—. Me constaste qué es lo que te pasa a ti, Kirtan. Me dijiste que no puedes resistirte a lanzarte sobre Cassia, pero ¿te has preguntado qué siente ella? ¿Te dignaste a consultarle si sus arrebatos son completamente involuntarios?

Kirtan me estudió con expectación. No podía admitir en voz alta que me volvía loca, no cuando él no sentía lo mismo. Sería una bofetada contra la poca dignidad que me quedaba.

—¿Y bien, Cassia? —presionó Feir.

—No —mentí—. No siento nada por Kirtan.

No sabría decir con certeza cómo reaccionó mi entrenador, pero claramente no le gustaron mis palabras.

—Bien. —Feir sabía que yo mentía, pero no dijo nada—. Por lo que entiendo, ustedes tienen arrebatos corporales que no pueden controlar ni evitar, ¿no? —Tanto Kirtan como yo asentimos—. ¿Estás en plena consciencia cuando suceden, Cassia?

Ya no podía mentir. Tenía que hablar con la verdad.

—Un poco —admití—. Pero, cuando pasa, me vuelvo alguien... diferente. Soy menos insegura, tengo menos escrúpulos.

—O sea que te acercas a él porque lo deseas y no porque te sientas obligada, ¿no?

Mi respuesta pondría furioso a Kirtan, tal vez lo asquearía, pero tenía que emitirla.

—Sí.

—Bien. Denme sus manos, por favor. Lo primero que haremos será descubrir si tienen alguna conexión espiritual.

—Es imposible que la tengamos —aseguró Kirtan—. Jamás tendría una conexión con alguien como ella.

—Lo averiguaremos de todos modos. —La voz de Feir era como un mar en calma—. Tómense de las manos ustedes también, por favor.

Kirtan y yo cruzamos miradas incómodas, pero obedecimos al brujo. Unimos nuestras manos y las restantes con las de Feir.

De inmediato me sentí adormilada, como si Feir me arrebatara la energía a través de su agarre. Él meditó en silencio mientras una corriente invisible —pero que sentía dentro de mí— nos unía a los tres en una electrizante conexión.

Los ojos de Feir se volvieron dos pozos negros con un punto rojizo y luminoso en el centro. Casi solté un grito de espanto.

Me perdí en el rostro de Kirtan para no mirar los ojos de Feir. Mi entrenador miraba hacia la nada, tenía la mandíbula muy tensa. Si no lo conociera, diría que tenía miedo de que se nos confirmara que sí teníamos una conexión, aunque él mismo afirmó que era imposible.

Pero ¿y si no lo era? ¿Y si de verdad estábamos conectados de la misma forma que Darren lo estaba con Zev?

Los ojos de Feir volvieron a ser blancos. Guardó silencio por unos instantes, como si meditara su respuesta. Tras una larga pausa, anunció:

—No están conectados.

No sabía cómo sentirme. Por una parte, estaba aliviada. Que Kirtan y yo no tuviéramos una conexión quería decir que no me enamoraría de él ni lo pensaría hasta la muerte.

Pero, por otro lado, estaba preocupada. Si no nos unía una conexión que no pudiéramos controlar, ¿por qué sentía la necesidad de intimar con él?

—Lo sabía —dijo Kirtan tras una exhalación cargada de alivio—. Entonces, ¿cuál es el motivo por el que ella me hipnotiza?

—Si te soy honesto, no lo sé. Debe tratarse de algún poder especial de Cassia que te vuelve vulnerable a ella, un poder que desconozco. Soy tan ignorante en el ámbito colosal como tú.

—¿Tienes alguna idea de qué es lo que nos pasa?

—Mi hipótesis es que este poder hace que el cuerpo de Cassia actúe sin que ella lo controle, pero no la domina lo suficiente como para apropiarse por completo de su mente, solo le hace perder la timidez y desearte con todas sus fuerzas.

—Pero ¿por qué él? —pregunté.

—Eso sí que es un misterio. —Feir alternó la mirada entre Kirtan y yo—. Si ninguno de los dos siente nada por el otro ni tienen una conexión, lo único que se me ocurre es que se atraen sexualmente. Ambos.

—No digas tonterías —espetó Kirtan—. No siento ningún tipo de atracción por ella.

—¿Estás seguro?

—¡Por supuesto! Ni siquiera me parece atractiva.

Eso dolió. Mierda, dolió demasiado.

—Como digas. —Feir sonrió.

—¿Hay alguna forma de volverme inmune a ese extraño poder?

—La hay. —El brujo se puso de pie—. Déjame ver dónde metí esa cosa...

Feir se dispuso a buscar algo en los estantes y cajones del cuarto. Yo sufría en silencio por el reciente rechazo de Kirtan. Pensé que yo le daba asco por mi esencia angelical, no porque me considerara fea. No es como si yo creyera que lo era porque él lo dijera, pero siempre tuve problemas de autoestima. Ser rechazada la mayor parte de mi vida causó estragos en mi amor propio.

—¿Estás bien? —inquirió Kirtan en voz baja e insegura. Debió darse cuenta de las lágrimas que se acumulaban en mis ojos, las que no dejé caer.

No dije nada.

—¡Aquí está! —celebró Feir tras una larga búsqueda.

El brujo regresó con algo en sus manos. Kirtan y yo nos pusimos de pie.

—Con este anillo serás inmune a los encantos de Cassia y a los de cualquier otra criatura —le dijo Feir a Kirtan—. Fue forjado en plata por los herreros de las tierras del...

—Sí, sí, genial. —Kirtan interrumpió a Feir y le arrebató el anillo de las manos para examinarlo antes de ponérselo—. ¿Tiene efectos secundarios?

Joder, Kirtan era un malcriado. ¿Por qué rayos me atraía?

—Si me hubieras dejado terminar, te los habría explicado —espetó Feir. Era la primera vez que no hablaba con temple—. Procura quitarte este anillo de vez en cuando o, de lo contrario, se incrustará en tu dedo y jamás podrás quitártelo. Si eso sucede, nunca serás capaz de establecer una conexión con nadie. Pasarás el resto de tus días sin encontrar a tu alma gemela.

—Eso suena genial —dijo Kirtan mientras se ponía el anillo en el dedo anular de su mano derecha.

—No estarás de luto el resto de tu vida, jovencito. Sé que te duele lo que le pasó a Elen, pues era una chica fantástica, pero ya deberías avanzar.

Esperaba que Kirtan reaccionara con la misma rabia que sintió cuando Dash mencionó a Elen, pero, para mi sorpresa, no estalló de furia.

—Puedo pasar la vida solo si así lo quiero —respondió con frialdad, mas no enfado. Su voz reflejaba un gran pesar.

—Claro que puedes, pero ¿es lo que quieres?

—Estamos a mano ahora. —Fue su única respuesta—. Hora de irnos, Cassia.

Kirtan abandonó el cuarto. Ni siquiera se dignó en darle las gracias a Feir, pero al parecer le hizo un favor al brujo en el pasado. El anillo era la forma de saldar la deuda.

—Gracias por todo, Feir —le dije con una sonrisa tímida—. Has sido de muchísima ayuda.

—No es nada. —Me devolvió la sonrisa y miró hacia el corredor para comprobar si Kirtan seguía ahí—. ¿Puedo hablar contigo un momento?

Asentí, nerviosa.

Feir se dirigió a la puerta y la cerró. Volvió a acercarse a mí para susurrar:

—Le mentí a Kirtan. Sí existe una conexión entre ustedes... pero no es mutua.

—¿Qué?

—Estás conectada a él —me dijo, y mi corazón retumbó.

Sentí que el alivio se convertía en inquietud.

—¿En serio? ¿Estás seguro?

—Completamente. —Feir me escrutó con lástima.

—¿Y Kirtan no siente lo mismo?

—No, Cassia. Solo tú.

—Oh.

No quería aceptarlo, pero sabía que era cierto. ¿Por qué otra razón sentiría tantas cosas por alguien que no me trataba bien, alguien a quien apenas conocía? Estaba claro que debía haber un motivo de peso, algo que yo no pudiera controlar.

—¿Por qué nos mentiste? —inquirí—. ¿Por qué no me lo dijiste delante de él?

—Porque saber que estás conectada a él le daría poder sobre ti. Pude sentir un gran resentimiento en su interior, Cassia. Si le dijera que tienes una conexión, Kirtan podría usarlo para lastimarte.

Lo peor es que le creía.

Me sentía pésimo. No es justo que alguien te odie por algo que no elegiste, algo que no puedes controlar. Es tan tonto como odiar a una persona por su color de piel o por su orientación sexual.

Pero ¿qué podía hacer? Nada de lo que hiciera cambiaría lo que Kirtan sentía por mí. Me odiaba por mi esencia, algo con lo que yo viviría por el resto de mi vida.

—Gracias por no decírselo —susurré, desanimada—. ¿No sabes de alguna forma para anular mi conexión con él?

—La única fiable es el tiempo —respondió el brujo, tal como dijo Darren—. El tiempo es la cura indicada para un amor no correspondido.

—¿Amor?

—Tarde o temprano te enamorarás de Kirtan —lamentó Feir—. No podrás evitarlo. Cuando menos te lo esperes, lo querrás tanto que sentirás que te falta el aire cada vez que se te acerque. Invadirá tus pensamientos por el día y tus sueños por la noche. Su recuerdo te acompañará hasta que la conexión llegue a su fin.

"Ya me siento de esta manera".

—Esto es horrible, no quiero esperar. ¿Hay alguna otra manera de romper el lazo?

—Como dije, las hay, Cassia, pero dejar que el tiempo se encargue de hacerlo es la mejor forma de...

—No quiero confiar en el tiempo —espeté—. No quiero amar a Kirtan ni ahora ni nunca.

Me asombré de mí misma por admitirlo. Lo dije en serio: no quería amarlo. No quería ni que me gustara, aunque ya estaba coladita por él.

—Por favor, Feir, tienes que ayudarme. No importa qué tan riesgoso sea, ayúdame a romper la conexión.

Feir me observó con lástima.

—Veré qué puedo hacer, pero no prometo nada. Mientras tanto, te daré un consejo bastante humano, Cassia: un clavo saca a otro clavo.

—¿A qué te refieres? —Hundí el entrecejo.

—Conoce a otras personas —sugirió el brujo—. Las conexiones pueden romperse cuando encuentras alguien más con quien formar una nueva. Si no quieres esperar a que el tiempo haga el trabajo, busca a alguien que te ayude a olvidar a Kirtan antes de que sea tarde.

Qué solución tan horrorosa. No quería a Kirtan, pero tampoco a alguien más. No era una experta en el amor, pero sabía que este llegaría cuando tuviera que llegar. Forzarlo no serviría de nada.

Sin embargo, no me cerré a la posibilidad planteada por Feir. Prefería establecer una conexión con alguien un poco menos despreciable que arriesgarme a pasar la vida entera enloquecida por Kirtan. Tal vez podría probar suerte con otro chico. Si no lograba crear una conexión con alguien más, al menos me mantendría distraída de mis sentimientos por mi entrenador.

—Trataré de venir en unas semanas —le dije a Feir—. Hasta entonces, no le cuentes nada a nadie, por favor.

—No planeaba hacerlo. —La sonrisa de Feir me infundió paz.

Antes de irme, se me ocurrió hacerle otra petición al brujo.

—Por cierto, Feir... ¿tienes alguna especie de perfume para eliminar el olor a ángel?

Feir frunció sus cejas blancas como la nieve.

—¿Para qué quieres...?

—Kirtan puede oler mi esencia angelical. Y no le gusta nada.

El brujo rio y negó con la cabeza. Sabía lo que estaba pensando: "Kirtan es un caso perdido".

—Tengo algo que podría ayudar. Espera un momento.

Tras una meticulosa búsqueda, Feir regresó con una botellita de perfume. El líquido era de un rojo intenso.

—Este perfume no es para eliminar el olor de las esencias, precisamente —dijo—, pero es tan poderoso que hará que Kirtan apenas sienta tu aroma angelical.

—¿Y para qué es, si se puede saber?

—Es un perfume afrodisíaco. —Feir guiñó y me lo entregó.

—Oh. —Hasta mis orejas ardieron de vergüenza—. Pero no obligará a nadie a rendirse ante mí, ¿no?

—Claro que no, Cassia, solo te hará un poquito más atractiva de lo que ya eres. —Feir me dedicó una sonrisa—. Procura no echarte mucho, con una sola aplicación diaria en el cuello bastará. Ven a verme cuando se te acabe.

—Gracias, Feir. —Quise abrazarlo, pero no quería incomodarlo—. De verdad, mil gracias.

—No es nada. —Me hizo una reverencia—. Si necesitas algo, lo que sea, puedes acudir a mí. Mándale mis saludos a Dash cuando lo veas, dile que tengo pociones anti insomnio por si aún las necesita.

Asentí y me despedí del brujo, quien me condujo de regreso a la salida. Antes de dejar el templo, me puse un poco de perfume en el cuello y me lo guardé en uno de los bolsillos de mi chaqueta.

Kirtan me esperaba en la salida. Observaba el cielo nocturno con serenidad; debía estar muy tranquilo ahora que sabía que no estaba conectado a mí. Imbécil.

—Ya era hora —dijo con tono tan apático como siempre—. ¿De qué hablaste con el brujo?

—Nada importante —mentí—. Vámonos.

—¿Y ese olor?

—Un regalo de Feir.

—Ya veo. —No quiso admitir que ya no sentía mi olor a ángel, pero me di cuenta de que el perfume funcionaba.

Caminamos hacia el portón de salida. A solo unos pasos de llegar a él, Kirtan se detuvo.

—¿Cassia?

—¿Sí?

—Deberíamos... ya sabes, probar el anillo.

—¿Probar...?

Lo entendí: teníamos que besarnos otra vez.



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