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14. Oasis pasional

CAPÍTULO 14

Oasis pasional

Estaba lista para recibir más insultos de Kirtan, pero él anunció que era hora de un descanso.

—¿Tan pronto? —pregunté. No porque no quisiera descansar, sino porque apenas llevábamos unas horas de entrenamiento.

—Meditar y conectarte con tu esencia agota más de lo que crees —aseguró—. Ahora sigues bajo los efectos de la adrenalina brindada por el fuego, pero créeme, en unos minutos no podrás más de cansancio. Incluso una pequeña llamarada puede consumirte si no sabes medir tu poder.

—Creí que no me darías descanso.

—Y no te lo daré, pero recién estamos empezando. Una vez que tengas un mayor control sobre tus poderes, no te daré tregua. Haré que te duela hasta la sombra.

No pude evitar malpensar sus palabras. ¿Tan loca estaba como para desear que me causara ese dolor él mismo en la cama?

Conforme pasaban los segundos después de la llamarada que yo misma expulsé, más y más cansada me sentía. Kirtan tenía razón. Me acerqué a mi mochila y fui por una botella resistente al calor que me entregó Lisa. Se suponía que ni el calor extremo del pleno desierto podría calentar el agua, pero sí que lo hizo. La bebí solo porque me moría de sed.

—Hay un oasis cerca de aquí por si quieres agua fresca —dijo Kirtan—. Vamos.

—¿Dónde se ubica? —Examiné los alrededores y solo vi dunas a la distancia.

—Cerca —repitió con dureza.

—¿No puedes crear un portal que nos lleve directamente al oasis? —pregunté, pero fue como si lo insultara.

—Mueve ese lindo trasero y sígueme.

¿Lindo trasero? ¿Él creía que yo tenía un buen trasero?

Iba a decir algo, pero siguió hablando.

—Si fuera por ustedes, los humanos, usarían un automóvil hasta para ir al baño. Qué flojos son.

—No soy humana —rezongué. Al menos no lo era del todo.

—Entonces deja de comportarte como una.

Kirtan se puso la mochila al hombro, yo hice lo mismo y juntos emprendimos la caminata por el desierto.

Marchábamos en silencio. Puede que yo tuviera una esencia demoníaca que me ayudaba a soportar temperaturas elevadas, pero no estaba en forma para caminatas en el desierto. Me movía entre jadeos como los de una foca sedienta mientras pensaba en lo que dijo Kirtan —o lo que se le escapó— hace minutos. Que considerara que yo tenía algo bonito ya era un gran avance.

Él caminaba con la gracia de un príncipe. Aunque estaba claro que no le gustaba tenerme cerca, aminoraba el paso para que le siguiera el ritmo. Sonreí al percatarme de ello.

—¿Cuánto falta? —consulté cuando llevábamos un siglo caminando.

Él puso los ojos en blanco.

Llegamos a la base de una duna después de lo que se sintió como un milenio. Subirla fue tan complicado como llegar hasta ella. Kirtan no parecía afectado por el ejercicio en el desierto, seguro que podría nadar en un río de lava sin complicaciones. Yo, por mi parte, tenía el cuerpo lleno de arena, mi piel estaba pegajosa y veía borroso.

Cuando al fin llegamos a la cima, vi que en la superficie del otro lado se extendía el oasis que comentó Kirtan. La laguna rodeada de vegetación era como un paraíso en medio del Infierno. Por poco me lancé rodando por la duna hasta llegar al agua que prometía ser refrescante.

Kirtan y yo descendimos la duna y estuve a punto de tropezarme de no ser porque él me agarró a tiempo. Apenas atravesamos la vegetación que rodeaba la laguna, corrí hacia la orilla y me agaché para lavarme el rostro. Por algún motivo que escapaba a mi conocimiento, el agua era helada y tan fresca como afirmó Kirtan. Arrojé la de mi botella y la llené con la de la laguna. Bebí al menos un litro en menos de un minuto.

—Más despacio —increpó Kirtan a mis espaldas—. No quiero que detengamos el entrenamiento cada dos segundos porque tengas que orinar.

Lo ignoré, estaba demasiado sedienta. Recuperé la vitalidad y abrí mi mochila para sacar un refrigerio. El hambre estaba de vuelta a pesar de que comí hace poco.

Me senté bajo la sombra de un árbol parecido a una palmera. Su tronco era negruzco y sus hojas eran largas, onduladas y de un color rojizo. Para mi asombro, Kirtan se sentó cerca de mí luego de llenar su propia botella con agua fresca. No me miraba, a veces era como si no existiera para él, pero que se instalara no muy lejos de donde me encontraba era una buena señal.

El cielo ardía como un ocaso terrestre. El árbol me protegía de los rayos del sol, pero estos se colaban entre el follaje e iluminaban los ojos oscuros de Kirtan de tal manera que los hacía lucir brillantes. No podía dejar de admirar su belleza, era demasiado hermoso para ser real.

A lo mejor se debía a su genética demoníaca, que antaño embaucaba a humanos inocentes que se deleitaban con aquel atractivo sobrenatural. Pero yo no era completamente humana. Kirtan era precioso en todo el sentido de la palabra.

—Que no te permita hablarme fuera del entrenamiento no quiere decir que puedas mirarme como si no me diera cuenta —regañó tras darle un gran sorbo a su botella.

—Lo siento —musité, avergonzada.

Él casi sonrió.

—¿Podemos hablar de...? —pregunté al cabo de un rato.

—¿De qué?

—Ya sabes. De lo que te pregunté hace días...

—¿De que si fui yo quien te entregó a los hijos del abismo? No, no fui yo. Pero debí hacerlo.

—¿Qué? —Sentí una estocada en el corazón.

—Lo que oíste. ¿Sabes cuánto arriesgué por ti para encontrarte? ¿Sabes la desesperación que sentí al creer que podrías estar muerta? No tienes idea de nada, Cassia. He hecho mucho por ti sin que te lo merezcas, y lo peor es que lo sigo haciendo. Soy un imbécil.

No sabía qué decir. Me sentía tonta por desconfiar de él. Claro que tenía motivos, pero, aunque apenas lo conocía, estaba segura de que, debajo de las armaduras que lo envolvían, se hallaba un chico de buen corazón. Él no sería capaz de hacer algo como lo que yo creí que hizo.

—Lo siento —dije al cabo de un rato—. No debí desconfiar de ti.

—Fue mi culpa, supongo. —Se encogió de hombros—. Te he tratado pésimo desde que te conocí, es normal que creas que sería capaz de venderte a unos piratas... pero me dolió mucho que lo pensaras. —Me miró a los ojos—. Me dolió demasiado.

Le creía. Sus ojos cristalizados lo confirmaban.

—Ya no quiero hablar de eso. —Desvió la mirada y bebió más agua.

—¿De qué te gustaría hablar? —pregunté, esperanzada de que quisiera seguir hablando. Pasaríamos mucho tiempo juntos de ahora en adelante, teníamos que intentar llevarnos bien.

Kirtan me miró con fijeza sin decir nada. Entrecerró los ojos y esbozó esa pequeña sonrisa maliciosa que me hacía perder los sentidos.

—Te permito preguntarme lo que sea por cinco minutos —dijo.

Quedé pasmada.

—¿Por qué?

—Porque estoy aburrido.

Sonreí. Kirtan me concedió una oportunidad tremenda, una que debía aprovechar. Tenía mil preguntas en mente, la mayoría relacionadas con lo que le pasó a su novia, pero sabía que era un tema sensible del que no le gustaría hablar con alguien de sangre celestial.

—¿Cómo me hallaste en la Tierra cuando estallé por primera vez? —inquirí.

El cómo me encontró no era un tema delicado, pero por el modo en que me miró, para él sí debía serlo.

—Estaba de ronda por la Tierra —contó—. Nos turnábamos con frecuencia para buscarte. Yo solo aceptaba formar parte de las rondas de búsqueda para tener una excusa que me permitiera alejarme del Infierno por unas horas y olvidarme de todo. No me interesaba encontrarte, si te soy sincero. Supongo que no debo explicar por qué.

Y no tenía que hacerlo. Su odio era la respuesta.

—De pronto, cuando estaba bebiendo en un bar, sentí un estremecimiento. Al principio creí que se trataba del alcohol de los humanos, pero la extraña sensación fue cada vez más intensa. Era como si mi esencia se conectara con otra a la distancia, una que atraía a la mía de una manera muy poderosa. No sabría explicarlo, pero sentía que el alma me llamaba, que me invitaba a seguirla. Fue un llamado de auxilio solo para mí, uno que no pude rechazar. Entonces, salí del bar y fui a un callejón en donde creé un portal para llegar hasta ti.

—¿Cómo sabías dónde encontrarme? Se supone que los portales conducen a lugares que visualizas en tu mente al momento de crearlos, ¿no? ¿Sabías dónde se ubicaba el internado?

—No hizo falta. No tuve que pensar en nada, el llamado de tu alma era tan poderoso que no tuve que visualizar hacia dónde tenía que ir. Lo sabía solo con sentirlo. Creí que se trataba de una energía puramente infernal, porque, ya sabes, tu esencia angelical está dormida.

—Así que por eso decidiste acudir —deduje—. Pensaste que yo era solo infernal.

—Así es... y porque creí que eras alguien más. Solo una persona antes de ti fue capaz de conectar con mi alma de un modo tan intenso como para ser capaz de guiarme hasta ella sin necesidad de saber dónde se encontraba.

Hablaba de Elen, su exnovia.

Kirtan debió creer que se trataba de ella cuando sintió mi poder durante el estallido. Me dolía pensar en cuánto debió esperanzarse.

—Pero ella... —No pude decir que estaba muerta.

—Los infernales no podemos regresar de la muerte —informó Kirtan, adivinando mis pensamientos—, pero nuestras almas no se extinguen después de que morimos. Creí que el alma de Elen había reencarnado en un nuevo cuerpo, qué se yo. No encontraba otra explicación a que sintiera una conexión tan fuerte y tan íntima como esa. Puede que nadie más haya sentido tu esencia esa noche, solo yo.

Kirtan guardó un silencio incómodo. Tuvo que costarle un mundo admitir que experimentó algo tan mágico y único conmigo, una colosal.

—Como sea, cuando atravesé el portal, fue como un salto de fe —prosiguió—. No saber a dónde te llevará un portal podría causar que acabes en el limbo de por vida. No tuve miedo, o tal vez sí, pero de todos modos me aventuré a cruzar. No es como si me importara mucho vivir.

Lo dijo a modo de broma, pero sé que hablaba en serio. La muerte de Elen lo dejó en un lugar muy penumbroso.

—Una vez que atravesé el portal, llegué al claro en llamas y te vi. Y, apenas me acerqué a ti, sentí tu olor a ángel.

Arrugó la nariz como si el recuerdo de respirar mi aroma por primera vez le provocara náuseas.

—¿Por qué decidiste salvarme? —Mi voz sonaba desesperada. Necesitaba oír una respuesta convincente—. Pudiste dejarme ahí y lo sabes. ¿Por qué, si odias a los ángeles, optaste por ayudarme?

—Porque no soy un monstruo. —Finalmente me miró. El dolor en sus ojos me atravesó el pecho—. Sí, aborrezco a los ángeles con mi vida, pero al acercarme a ti no vi a un ángel despiadado, solo vi a una chica asustada que acababa de cometer una locura. Por eso te saqué de la Tierra y te traje al Infierno, Cassia. Lo que pasara contigo después de llegar no sería mi problema. No podía dejar a alguien indefenso a su suerte en un planeta en el que le darían caza más temprano que tarde.

—Entiendo —susurré, pero dolía. Dolía y mucho. No merecía que él sintiera esa aversión por mí, no hice nada para ganármela—. ¿Te arrepientes de acudir al llamado de mi esencia?

Kirtan no respondió. Lo tomé como un sí.

El silencio reinó entre ambos, así como la inquietud. Podía palpar el sufrimiento de mi entrenador. Quería hacerle otras preguntas, pero ya no quería presionarlo. Evidentemente, contarme cómo me encontró fue algo complicado para él.

"No soy un monstruo", dijo. Y, aunque en ocasiones sentía que lo era, ya no estaba tan segura.

Kirtan miraba el cielo rojizo con añoranza. Quizá trataba de comunicarse con Elen de alguna forma. Él dijo que nuestras almas no desaparecían después de la muerte, pero ¿adónde iban? ¿Podría Kirtan volver a sentir la de su exnovia?

Me sentía culpable por darle falsas esperanzas hace días. Sin quererlo, mi esencia le hizo creer que Elen seguía rondando por ahí. No imagino la decepción que debió agobiarlo cuando descubrió que, en lugar de ella, fue una colosal la que lo llamó.

Se me ocurrió algo para animar el ambiente. Era una tontería, la verdad. Quizá no funcionaría, pero debía intentarlo.

—¿Por qué te quitas la ropa? —preguntó Kirtan al ver que me quitaba los zapatos y los pantalones anti fuego que formaban parte del uniforme de entrenamiento.

No le respondí. Me dejé puesta la ropa interior deportiva y corrí hacia la refrescante laguna hasta que el agua me cubrió por completo.

—¿Qué, los infernales le temen al agua? —pregunté en tono burlesco y desafiante al emerger a la superficie y recuperar el aire—. ¿Te da miedo darte un baño y que se apaguen tus llamas?

Kirtan aceptó el desafío con una sonrisa maliciosa. Se deshizo de su ropa hasta no vestir nada más que un bóxer negro y corrió al agua para hacerme compañía. Su cuerpo semidesnudo era una obra de arte viviente.

—¡Los infernales no le tememos a nada! —gritó al salir a la superficie y me salpicó.

Iniciamos una divertida e inesperada guerra de agua. Yo reía, y Kirtan sonreía de esa forma curiosa que solo él podía lograr. Era una sonrisa entre pícara, sarcástica, malvada y alegre al mismo tiempo.

No podía creer que se estuviera divirtiendo conmigo. Él no se daba cuenta de que jugábamos en el agua como dos buenos amigos, pero mejor así. Quería subirle el ánimo y lo logré.

Llegó un momento en el que ambos detuvimos nuestros ataques de agua y nos miramos a los ojos. Teníamos la respiración agitada. Yo aún sonreía, Kirtan ya no. Me escrutaba con incertidumbre, con el ceño fruncido. Algo me decía que él reflexionaba sobre su desprecio por mí.

Mi sonrisa también desapareció. Kirtan y yo permanecimos con las miradas clavadas en el otro por un largo rato, serios, tranquilos, cómodos. Quería acercarme, y es obvio que él también. La conexión que nos unía era imbatible, él mismo lo confirmó. Nuestro lazo era tan fuerte que nos atraía a kilómetros de distancia.

Comencé a acercarme sin pensar. Nadé hacia él hasta que nos encontramos frente a frente. Sus ojos, como de costumbre, se iluminaron de fuego. Abrió la boca para decir algo, pero se arrepintió. Si quería detenerme, no lo hizo.

Traté de ser seductora. Mi intento debió ser ridículo, pero parecía funcionar para Kirtan, quien se cautivó con mi mirada penetrante y con mis movimientos lentos y delicados. Él no pestañeaba, ni siquiera respiraba.

Me desplacé por el agua sin titubeos, sin inseguridades. Cuando era mi esencia la que actuaba, yo me convertía en una chica diferente. Aquella Cassia tímida que le temía a todo y que creció creyéndose completamente humana quedaba en el pasado por unos minutos.

Mis viejas amigas, como siempre, volvieron a la vida y susurraron la misma petición que en la cafetería de la academia:

"BÉSALO. BÉSALO. BÉSALO".

Y yo las obedecí.

Avancé tanto hacia Kirtan que nuestras bocas se unieron en un beso suave pero candente.

—¿Qué rayos haces? —preguntó mi entrenador al apartarse segundos después, pero no se alejó demasiado. Su nariz aún rozaba la mía.

—Agradecerte por el entrenamiento —respondí con un tono sugerente que ni yo creía capaz.

Es irónico pensar que hace semanas era virgen de labios, pero ahora, flotando en una laguna con el demonio que me odiaba, actuaba como si fuera una experta en seducción. Mi esencia demoníaca me daba el valor para entregarme a la intimidad sin sentir vergüenza.

Lisa y Zev me lo advirtieron: "nuestra libido es incontrolable. Cuando pruebes los placeres sexuales, querrás más y más".

Y quería más de Kirtan. Quería perder mi virginidad con él.

Los ojos de mi entrenador ardían en llamas feroces. Aún había enfado en su rostro, pero seguía sin apartarse de mí. En lugar de alejarse, me tomó de las caderas debajo del agua y me atrajo hacia él en busca de mis labios.

Kirtan pegó su boca a la mía con furia, con hambre, con pasión. Envolví mis piernas alrededor de su cuerpo y me di cuenta de que él estaba duro como una roca y yo tan extasiada que ya no podía pensar con claridad.

Ni el calor del desierto en el que nos encontrábamos se comparaba al que sentía por dentro teniendo a Kirtan pegado contra mí, con sus labios devorando los míos como si su odio quedara en el pasado... pero este seguía vigente. Lo sentía. De alguna forma, sus besos sabían a un desprecio irracional.

Y eso, en lugar de preocuparme, me encantaba.

Kirtan me agarró del trasero con sus manos y me presionó contra su miembro con fuerza. Ambos gemíamos mientras nos besábamos.

El agua a nuestro alrededor comenzó a desprender humo; el roce de nuestros cuerpos era tan caluroso que era capaz de calentar la que era una laguna muy helada. Pronto la convertiríamos en un géiser si no nos deteníamos, pero yo no quería parar. Me urgía que nos quitáramos la ropa interior y que avanzáramos al siguiente nivel.

Kirtan me besó desde los labios hasta llegar al cuello, luego bajó hacia mis clavículas y acabó cerca de mis pechos. Sus dientes me lastimaban la piel, pero era un dolor que aumentaba mi excitación. Caí en la cuenta de que estaba jalando su cabello sin una pizca de delicadeza, sin embargo, a él parecía gustarle. Ambos disfrutábamos esa pequeña tortura que nos provocábamos.

La boca de Kirtan regresó a la mía y con ello su experta lengua. Sentía que iba a acabar por primera vez en mi vida sin siquiera llegar a la última base. Kirtan me encendía como nadie, ni en mis mejores fantasías imaginé que viviría momentos de intimidad como esos con alguien como él. No podía ser posible, tenía que ser un sueño.

Estaba a punto de pedirle a Kirtan que nos despojáramos de la poca ropa que nos quedaba cuando se separó bruscamente de mí y retrocedió en el agua hasta formar un doloroso metro de distancia entre nosotros.

Me miraba con horror. Sus ojos ya no brillaban, su reacción era la misma que mostró cuando nos besamos en la caverna: una cara de repugnancia, de arrepentimiento y, por supuesto, de odio.

—No, no, no... —repetía, impactado—. Dime que no volvió a pasar, por favor.

No sabía qué decirle. La vergüenza me puso a arder. ¿En serio fui capaz de lanzarme sobre él de ese modo? ¿De dónde saqué el valor? ¿Desde cuándo sabía cómo intimar con un hombre?

Yo no era así. Ni en sueños era tan segura, tan coqueta, tan desinhibida. Ni siquiera los libros románticos y eróticos que solía leer podrían haberme instruido tanto para entregarme a un hombre. Algo estaba mal, ya no tenía dudas.

—Kirtan, yo...

—Cállate —exigió. Sus ojos volvieron a encenderse, pero no por deseo, sino que por rabia—. No sé qué estás haciendo, pero para ya.

—No estoy haciendo nada...

—¡¡¡Sí que estás haciendo algo!!! —Kirtan se acercó y me vi obligada a retroceder, asustada de que me lastimara—. ¡¡¡Nunca intimaría con alguien como tú por voluntad propia!!!

Kirtan respiraba como una bestia fuera de control. Quise decir algo más, pero regresó a la orilla antes de que pudiera hablar.

Lo seguí. Tenía que explicarle que yo no lo obligué a nada, pero no estaba tan segura de ello. "Los colosales tienen poderes inimaginables", me dijeron.

Tal vez, hacer que Kirtan no pudiera resistirse a mis encantos era uno de mis poderes.

Kirtan caminaba de un lado a otro tras llegar a la arena. Sus manos desprendían llamas iracundas; su cuerpo entero humeaba a medida que el agua que quedaba sobre su piel se evaporaba.

—Kirtan, por favor... —dije conforme me acercaba.

—¡No des un paso más! —Me apuntó con una mano y me lanzó una llamarada en plena cara.

Retrocedí de golpe y caí sentada sobre la arena, tan horrorizada como él. Me dolía y me ardía el rostro, pero la sensación duró apenas unos segundos. Sin embargo, aunque el fuego no me lastimó ni me dejaría quemaduras, la intención detrás del ataque de Kirtan me llenó el rostro de lágrimas.

Si hubiera sido completamente humana, Kirtan me habría quemado. Me habría hecho daño.

—Lo siento, Cassia —se disculpó, dándose cuenta de su arrebato. Le temblaba la voz—. No quise lastimarte.

Sí quería.

Me quedé sentada en la arena, llorando como si no hubiera un mañana. Puede que Kirtan no haya querido besarme y que no pudiera resistirse, pero no era mi culpa. No es como si hubiera hecho algo para obligarlo a que se entregara a mí y, si lo hice, no me di cuenta. Para mí, nuestra precipitada conexión era tan inexplicable como para él.

—Tenemos que buscar ayuda —dijo Kirtan, un poco más calmado, pero seguía furioso—. Está claro que algo en ti me nubla la razón. Quizás es una de tus capacidades únicas, quién sabe, pero no podemos permitir que vuelva a dominarme.

Darme cuenta de que Kirtan me besaba porque no podía controlarlo y no porque sintiera el mismo deseo que yo me destrozó el corazón.

Pero ¿cómo culparlo? Apenas nos conocíamos. Entonces, ¿por qué sentía que me gustaba desde hace muchísimo tiempo? No era normal. No conocía bien a Kirtan y ya sentía algo muy fuerte por él, algo a lo que no podía negarme, algo que no podía evitar. Tenía que haber una buena explicación.

—Iremos con un brujo —sugirió Kirtan. Aún respiraba entre jadeos—. Es evidente que esto se trata de una cuestión espiritual, y ellos son expertos en el tema. Desde que sentí tu llamado en la Tierra, supe que algo no estaba bien. Tenemos que darle fin a esta conexión antes de que volvamos a cometer más errores.

—¿Tan malo es que sientas una atracción por mí? —pregunté cuando recuperé la voz. No podía dejar de llorar—. ¿Tanto asco te doy?

La respuesta era obvia, pero necesitaba confirmarlo para que mi tonta mente inmadura aceptara cuanto antes que él estaba lejos de mi alcance.

Kirtan me miró con una gelidez que me estremeció.

—Sí —respondió—. Nunca me fijaría en ti, Cassia. De no ser porque no puedo evitarlo, nunca te besaría, ni siquiera te tocaría. Te odio con todas mis fuerzas.

Sus palabras eran espadas afiladas. Cada una dolía más que la anterior.

—Vámonos a la academia —espetó tras segundos de no decirnos nada.

—¿Qué hay del entrenamiento? —Apenas podía hablar a causa del llanto.

No hubo respuesta.

Ambos nos vestimos. Una vez listos, Kirtan generó el portal hacia la academia.

—No le digas a nadie lo que ha pasado entre nosotros —advirtió como la primera vez—. Déjame arreglar esto a mí. Hasta que no encontremos una solución, será mejor que no nos acerquemos. No quiero volver a besarte nunca más.

Me hería la forma en la que me hablaba y lo mucho que se arrepentía de besarme, pero no podía recriminarlo. No tuvo la intención. De cierta manera, fue como si yo hubiera abusado de él sin quererlo. Eso me hacía sentir enferma.

Llegó el momento en el que Kirtan y yo debíamos tomarnos de las manos para atravesar el portal.

—Puedes pedirle a alguien más que venga a buscarme —propuse con la voz quebrada—. No tienes que volver a tocarme.

Por un segundo, la rabia de Kirtan se convirtió en compasión. Debía entender que yo tampoco era la culpable de lo que hicimos, al menos no del todo.

—No seas absurda —dijo con dureza, pero no tanta como antes—. Dame tu mano.

Se la di con miedo. Esta temblaba cuando él la estrechó con la suya.

—Arreglaremos esto, ¿sí? —me dijo antes de que atravesáramos el portal—. No es tu culpa.

Me hizo sentir un poco mejor, pero por dentro seguía rota.

Asentí y juntos regresamos al jardín de la academia.

No podía hacer más que mirar el suelo. Lo que para mí fueron minutos de mucho placer, para Kirtan eran de tortura.

Kirtan y yo caminamos en direcciones diferentes dentro de la academia. Me obligué a dejar de llorar para que nadie descubriera lo que pasó. Encontré a Darren al doblar una esquina y estuve a punto de lanzarme a sus brazos para que me consolara, pero no lo hice. No quería darle más problemas a Kirtan de los que ya teníamos.

En unos días, con suerte, nuestra apresurada conexión desaparecería para siempre.



🔥



Ay, admito que me dolió un poco este capítulo. Espero que les haya gustado a pesar de todo ❤️

Muchas gracias por leer esta historia :') somos poquitos por el momento, pero para mí es más que suficiente 🥰

Nos vemos en el próximo, bebés ❤️

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