5
Cuando el celo de los alfas de la guarida culmina, el sitio se encuentra en un silencio profundo. Lo que es raro, ya que los hermanos son ruidosos por naturaleza y van en busca del otro para travesuras, charlas o para pasar el rato.
Pero ahora mismo están cansados mental y físicamente, tratando de mantenerse despiertos por el hambre. Por suerte, Mikey hizo comida como para dos semanas almacenadas en toppers antes de que comenzara su celo.
Cuando van por la quinta rebanada de pizza, Splinter entra a la cocina. Lo saludan brevemente y continúan con lo suyo.
—¿Ya están más calmados? —pregunta el adulto, los menores asienten—. Pasando el primer celo, ya pueden tomar sus supresores. Con eso estarán más calmados.
—Hasta dentro de seis meses —comenta Donnie, registrando el proceso en su celular.
—O automedicarnos y desmayarnos, lo que venga primero —dice burlón Leonardo, los demás piensan si merece la pena preguntar—. ¿Qué? Los dos me sirven.
—Espera, ¿en dónde conseguiste supresores de alfa? ¡Casi no hemos visto ninguno! —cuestiona Mikey observando a su padre confundido.
Splinter, inseguro con las miradas, tarda en contestar balbuceando incoherencias. Donnie enarca una ceja, pero en vez de seguir insistiendo, decide esperar y seguir tecleando.
—B-bueno, podemos decir que una amiga me debe varios favores.
Los menores, pese a la respuesta ambigua, deciden no preguntar más.
—Pueden recogerlos más al rato, están en la sala de proyección —continúa Splinter—. Hice dos viajes ayer, así que tienen la suficiente para sus tres temporadas de celo.
—¿Ayer? ¿Cuándo aún estábamos en temporada? —Donnie deja de mirar su teclado y observa a su padre, este asiente—. ¿Cómo no sentimos tu aroma?
Splinter vuelve a balbucear sinsentidos, sintiéndose nervioso, a lo que los menores lo observan con más atención para ejercer presión en él.
—V-veran, saben que soy omega, ¿no? —ellos asienten—. Pues, no tengo aromas. Draxum hizo un no-sé-qué con mis hormonas, mis olores. Mi cuerpo tiene insuficientes feromonas como para soltarlas a lo tonto, así que las almacena para que todo esté en orden.
—¿Has probado medicación para producir suficientes hormonas en tu organismo? —cuestiona Donnie, observando a su padre.
—Ah, no, pero...
—¿Y como inyección? Esa suele doler, pero es más efectiva. Tu cuerpo las acepta inmediatamente, no como las pastillas, que tarda entre 8 horas y ni siquiera es seguro que las acepten. Las puedes vomitar o incluso morirte. Además...
—Púrpura, basta. Estoy bien, me habían mutado, ni podía ir con los yokai ni mucho menos con los humanos. Y tenía que cuidarlos. O mantenerlos con vida... —Splinter dice lo último inseguro, recordando cómo pudo cuidar a cuatro tortugas mutantes caóticas.
—¡Pero ya somos grandes! Podemos conseguirte eso y más —vocifera con orgullo Donnie.
—Uy, me suena a atraco. ¡Me a punto! —dice Leo con diversión.
—Nadie a atracar nada —Splinter espera que ninguno de sus hijos hable, y suelta:—. Mejor deberían ir con su hermano.
—¿Pasó algo malo con Rapha? —Mikey observa a la rata, consternado.
—Eso debería de preguntar yo —Splinter queda mirando a los menores, dudoso—. Construyó un nuevo nido y ahora todo de él apesta a depresión y rechazo. Deberían verlo.
No solo el lado alfa apareció, sino que el afecto por el mayor les hizo salir corriendo por él. Rapha nunca les atacó en ningún sentido ni les hirió, haciéndolos sentir aún más culpables. Y eso no tenía nada que ver con la jerarquía.
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