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Capítulo 5: Pánico e incertidumbre.

- ¡No quiero ir! -bufó de forma mañosa Kirk, yo suspiré muy agotado- ¡No, no quiero!

Desde que tomé la perfecta decisión de llevarlo a un dermatólogo, mi novio ha desarrolado una conducta terca, más terca de lo normal. Grita y lloriquea mucho. Por eso mismo me siento tan cansado ahora, ni siquiera he dormido las horas suficientes para estar con mucha energía para hacer algo siquiera.

Yo estaba batallando por querer vestirlo a él o al menos quitarle el pijama para llevarlo a la ducha, él me venía con cosas como que "por selección natural" los insectos que sobrevivieron eran más fuertes y el agua ya no los mataba. También alegaba que su pijama lo resguardaba de todo mal -ni idea que lo picó, literalmente-, no sé cómo fue que acabó así de mal el pobre.

Inquietaba mucho, la verdad.

Por cosas como esas y otras más, es que nos demoramos como unas dos horas en sólo arreglarnos, ni hablar del pataleo que fue para salir al patio y a la calle en sí...

- ¡Pica, pica! -chillaba en histeria- ¡La calle está llena! -se excusaba a su vez que se rascaba de manera necesitada.

- No, Kirk, no lo está -insistía por millonésima vez, un poco frustrado, además.

Obligado estaba yo a aplicar mano dura en esta situación... prácticamente lo arrastré por la calle hasta tomar un taxi en dirección al centro médico, ignorando lamentaciones y otras cosas que me gritaba mi novio.

En el máximo fondo de mi corazón, se me partía el alma entera verlo sufrir de esta atroz manera, ser tan rudo también lo hacía sufrir de una forma indirecta o directa, depende de la situación; lo sabía, él se veía dolido con mi brusquedad en ocasiones -por no decir que siempre-. Aproveché un par de segundos de libertad que tuvimos, para plantarle un apasionado y lento beso en los labios. Mantuvimos nuestros cuerpos en contacto con un hermoso abrazo lleno de calor.

- Te amo, mucho a decir verdad -confesé en un ligero susurro-. Ojalá y no se te olvide nunca.

- Tengo miedo... -evadió mis puros y románticos sentimientos con un suspiro.

- Va -me separé del abrazo y miré hacia arriba; el gran edificio del centro asistencial-. Mejor entremos, mientras más rápido llegamos allá, más rápido nos atienden y así por consecuencia, nos vamos más rápido a casa. ¿Vale?

- Hm... está bien...-murmuró, haciendo una mueca en descontento.

Tomé su mano y caminamos así a toda velocidad a través del edificio, hasta llegar al piso designado, pagamos por la consulta, nos sentamos en la sala de espera, aguardando a que sea el momento de que nos atiendan.

- Amor... -me llamó, dirigí mi mirada un tanto confusa y curiosa a su sonrisa que lucía bastante relajada, lo que me dejaba un poco sacado de onda con respecto a los antiguos comportamientos suyos.

- ¿Sí? -dije y él soltó una leve risita.

- Acabamos haciéndole un "lero-lero" a los insectos -sacó la lengua y volvió a reír con un gran encanto natural, que sólo un Kirk contento puede hacer, ese era el chiquillo del que me enamoré hace años atrás.

- ¿Ah, sí? -fruncí el ceño sin comprender nada- ¿Y cómo?

- Al parecer, ellos le temen a los doctores -mantuvo una sonrisa tierna que me hicieron sentir mariposas en el estómago, igual que el día en que me enamoré-. Por eso aquí no hay ninguno -señaló el entorno, por obvias razones no había nada, nunca lo hubo. Yo sólo "seguía" su juego.

- Ah, le temen igual que tú -reímos a unísono-. Bueno, aquí hay un gran control de sanidad e higiene, por tanto, no debes preocuparte de nada porque los insectos no te seguirán picando.

Sonrió y después pareció asustarse un montón, comenzó a rascarse de manera frenética.

- ¡Pica! -se quejó- Las picaduras viejas... ¡molestan! ¿Puedo rascarme? -puso ojos de cachorrito, tan adorable que me costó negar a su interrogante. Gruñó en descontento.

- Aguántate un poquito para que nos atiendan -advertí-, de ahí YO te rasco para que no te quede una herida fea.

- Vale, vale...

Se demoraron como una hora en llamarnos, maldito sistema de salud pública, ah... Le explicamos al profesional de la salud el enorme problema presente, o al menos, lo intentamos...

- Y tiene un par de ronchas...

- Muchas -me interrumpió.

- No, no son.... Son pocas, pero él ve muchas. Creo que es alergia -opiné.

- Son picaduras... -insistió en voz baja.

- No hay plagas de insectos en casa, no tenemos mascotas, tenemos una buena higiene y la casa está limpia, no hay nada que pueda picarlo en casa, él ve cosas pero en realidad no hay nada -el dermatólogo frunció el ceño-. Hace poco le salieron esas cosas, aunque él alucina con que lo pican de hace tiempo y a cada rato, ahora está más calmado porque me dijo que no veía nada -Kirk asintió tras mi testimonio.

- ¡Sí, pero yo no alucino!

El médico pidió examinar de manera superficial las ronchas, afirmó que a simple vista no parecían ser picaduras, menos de insectos. También afirmó que algunos rasguños se estaban infectando porque no estaban bien cicatrizados. Descartó al cien por ciento la idea de la existencia de alguna peste o infección cutánea grave.

Dijo que era muy probable de que se tratara de una alergia a los componentes del veneno para insectos. O podrían tratarse de anticuerpos tratando de enfrentar un virus que no haría daño a largo plazo. No había certeza clara de nada.

Nos dio una orden para realizar un estudio a aquellas ronchas que estaban levemente inflamadas, aparte, dijo que hay que redirigir a Kirk a un psiquiatra para ver el asunto de las alucinaciones. También recetó una pomada para desinfectar los rasguños y para que desaparezcan rápido sin dejar marcas. Advirtió que bajo ninguna circunstancia debía tocar los rasguños y menos las ronchas porque el problema podría empeorar, y en caso de que sea una infección, ésta podría propagarse por otras partes del cuerpo.

Salimos de la consulta y de inmediato él se puso mañoso, alegaba que si ponía sus pies en la calle, los insectos lo comerían vivo. Más encima, se negaba a tomar el examen -que tan caro no salía-, ni hablar del pataleo que me hizo mientras yo sacaba hora para mañana mismo.

Me hubiera encantado aplicar la fuerza bruta aquí y mostrarme como el macho dominante que soy en esta relación, pero no quería hacerle daño a mi hermoso Kirk, aparte, de ánimo, ya me sentía mejor y más calmado.

Así que, reemplacé la agresividad con cariños y mimos para hacerle sentir mejor, regresamos a casa, discutiendo por el tema de las ronchas y los insectos, ya saben... lo típico.

Al día siguiente... ah, mejor ser breve, no deseo aburrirlos con más de mis peleas de pareja, en dónde ocurrió lo mismo de ayer: él se negaba, yo lo arrastré por la calle... luego de ser tan brusco, me pongo meloso, le doy a entender mi apoyo para que se ojalá se solucione el problema pronto y que mi amor por él es infinito como el universo mismo.

Mejor prosigo a relatar cómo fue el examen; el especialista primero desinfectó el área en que estaban las ronchas, las examinó bien y con un objeto punzante similar a un bisturí -que fue esterilizado previamente-, reventó una... suspiré en alivio al ser notificado de que el líquido que brotó era sólo agua -o eso se creía por el momento-.

Tomó un par de muestras del líquido para después asegurarse en totalidad de que no existía ningún virus y que tampoco se tratara de algún parásito sub-cutáneo.

No puedo negar que a los dos nos daba pánico saber de qué se podía tratar.

Nos dijeron que si se trataba de alguna infección, fuéramos al dermátologo y a una clínica de urgencias lo más pronto posible. Y si no encontraban nada, debía llevar a Kirk a un psiquiatra -también- lo más pronto posible por el asunto de las alucinaciones.

Me maldecía a mi mismo por lo bajo en numerosas ocasiones, tres días para los resultados... para rematar, me despidieron de mi trabajo y el dinero se me acaba con mucha rapidez.

Gastaré mi dinero de los ahorros para pagar cualquier tratamiento que le den a mi niño hermoso.

Y ah, obvio, trataré de conseguir un trabajo de medio tiempo para poder sobrevivir a toda esta locura. Joder, que dilema existencial voy pasando ahora mismo.

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