Último capítulo
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Los recién casados iban llegando a Filipinas, era la una de la mañana en el lugar. Habían tomado un jet privado.
Se habían despedido de todos los invitados, bajo buenos deseos y regalos. Los novios se despidieron de sus hijos, prometiéndoles volver pronto y, después de cuatro horas, finalmente ambos llegaban al lugar en donde sería su luna de miel.
Jungkook la estaba llevando exactamente a El Nido, pero se hospedarían en Nacpan Beach, que quedaba a unos kilómetros al norte de El Nido en Palawan. Jeon había buscado la mejor y más cara habitación, había varios de sus hombres con ellos, nunca podía ir por su cuenta, mucho menos con su mujer.
—El lugar es precioso, Jungkook —Le dijo Adara, dejándose caer en la cama, cama que estaba llena de pétalos de distintos colores.
Jungkook dejó sus maletas en una esquina de la habitación, descalzando sus pies y desabrochando su corbata, el viaje había sido agotador. Un poco...
—¿Estas cansado? —Preguntó ella.
—No para ti —Se acercó a ella, haciéndola recostarse un poco en la cama —¿Tú estás cansada?
—Un poco, me duelen los pies y el vestido me tiene agotada —Se quejó, acariciando las mejillas de su esposo, quien la miraba con adoración.
—Podría masajearte los pies, justo después de consumar nuestro matrimonio... —Susurró, pasando sus labios por el cuello blanquecino de la mujer —¿Qué dices?
Ella no le respondió, solo lo obligó a ponerse de pie, junto con ella, haciéndole señas para que la ayudara quitar su vestido, Jungkook no dudó en hacerlo. Y lo hizo lento, desenredando los listones, los botones, deslizando las hermosas mangas lejos de los preciosos hombros de su mujer, cuando estos estuvieron desnudos, él no pudo evitar no llevar los labios hasta la piel de ese lugar y comenzar a dejar besos húmedos.
Terminó de deslizar el vestido por completo, dejando casi desnuda a su esposa, quien solo portaba ropa interior blanca, dejando a Jeon loco. Se separó un poco de ella para admirar la espalda recta y el trasero hermoso que tenía.
—Tengo una lenc...
—Déjala, luego la usas... —No pudo aguantar las ganas de comenzar a bajar las bragas de ella, descubriendo la piel de sus nalgas —Por dios, ¿me dejarás tomarte en esta perspectiva, uhum?
—Quizás, ¿me dejarías meter un dildo en tu trasero? —Preguntó ella, jocosa. Jungkook abrió en grande sus ojos, buscando la mirada de su esposa.
—¿Quieres mete...? Adara, nena, no pensaba que te gustaran esas cosas... —Tartamudeó, sintiéndose nervioso ante el pensamiento de hacer eso, en su vida había probado algo así, pero si su mujer accedía a dejar que él metiera su pene en su ano, él tenía que hacer lo mismo y dejarla a ella hacer con él lo que quisiera —P-pues... sí eso es lo qu...
Se quedó en silencio cuando la vio reírse.
—Era broma, cielo.
—Joder, Adara —Le palmeó una nalga —Me asusté, jamás he hecho eso...
Ella vuelve a reír, sintiendo como Kook acaricia con dulzura la piel de su espalda y trasero, la ayuda a sacar por completo el vestido precioso, lanzándolo a algún lado en donde no estorbe.
—Estoy muriendo por empezar a vivir como esposos —Le susurra él, acercándola a la cama.
—¿Vas a amarme por siempre? —Pregunta ella, perdida en la sensación de la piel de Jungkook sobre la de ella.
—Ya lo estoy haciendo —Asegura él —Empezaré por consumar nuestro matrimonio toda la noche y toda la mañana.
★彡[ᴊᴜɴɢᴋᴏᴏᴋ.
Me despierto, el cuerpo me pesa, pero es una pesadez que me da gusto.
Alguien susurra sobre mi oído, me remuevo en la cama, colocándome boca abajo y no tardo en sentir un peso sobre mi espalda baja, siento unas manos cálidas posarse sobre mis hombros desnudos.
—Qué lástima, pensé que el señor Inexorable era imparable... ¿te dejé agotado anoche? —La siento inclinarse hasta que deja su boca cerca de mi oreja —Me dijiste que consumaríamos hasta en la mañana.
Me di la vuelta, obligándola a permanecer sobre mí. Ella está completamente desnuda sobre mí, puedo ver a la perfección esos senos pequeñamente medianos que me vuelven loco, son rellenos y sus pezones son rosados. Bajo la mirada a su vientre plano.
—¿Ya estas despierto?
—Joder, sí... —Me impulso, quedando sentado —Sería imposible no hacerlo teniéndote así sobre mí.
La mañana es perfecta, hay un poco de desorden por la habitación debido al desastre que hicimos anoche.
Abracé su cintura, pegándola a mí pecho.
—Te dije que iba a tenerte vestida de blanco —Sonrío, bajando mis manos a su trasero cuando ella enreda sus brazos alrededor de mi cuello. Mi pene salta ante eso.
—Tuve fe en ti —Se burla, comenzando a mover sus caderas de manera suave encima de mi entrepierna.
Yo afianzo mi agarre en los cachetes de su trasero, mordiéndome los labios, sintiendo su movimiento sensual sobre de mí, mi pene comienza a despertar. No dejo de mirarla a la cara, viendo como ella comienza a respirar más rápido.
—¿Uno en la mañana? —Digo, en medio de un jadeo cuando ella da un saltito.
—Los que quieras.
La ayudo a levantarse. Sostengo mi pene de la base y ella se alinea, dejando la punta sobre su entrada. La veo bajar con lentitud hasta que llego al fondo, tan al fondo que puedo sentir como nuestra conexión vibra. Abro la boca, intentando jalar aire a mis pulmones, ella se aferra a mis hombros, jadeando como si el aire se le fuera del cuerpo.
—Joder... —Mascullo, sintiéndola —Muévete, nena.
Y lo hace. Primero lento, como si estuviera acostumbrándonos a esto, pero nos conocemos bien, por eso, siendo el impaciente que soy, levanto las caderas, embistiendo profundo en ella, observando como aprieta la mandíbula para no gritar.
—Grita, no van a escucharte, y si lo hacen, sabrán lo bien que nos hacemos sentir —Beso su cuello.
Comienza a hacerlo. Comenzamos un vaivén rítmico que nos mantiene gimiendo y jadeando sobre la boca del otro. No me olvido de besarla con una dulzura sobre humana, haciendo un contraste grande ante la diferencia de tacto con mis embestidas sobre su centro.
—Oh dios... —Gime. Yo nos doy la vuelta, colocando su espalda sobre esa suave cama, tomo sus piernas y las elevo hasta mis hombros. Vuelvo a embestir, manteniendo mis ojos sobre su rostro contraído por el placer —No pares, no te a-atrevas a... ¡umh!
—Estoy tan profundo —Estoy alucinando.
El placer que me provoca observar el suyo, no tiene comparación a cualquier cosa que haya sentido antes de ella. Soy completamente consciente de cuan enamorado estoy de la mujer despeinada y ojerosa, que gime y rasguña mi espalda, justo debajo de mí, estoy enamorado. La amo. No existe línea del tiempo, no existe vida suficiente para encontrar una lógica a todo esto, para poder describir y darle un valor exacto a lo que siento por ella. No existe porque nada logra igualarlo.
Estoy perdido, siempre lo he estado, y de alguna manera me encontré cuando ella llegó a mí. Ahora estoy perdido, pero encontrado por ella, manteniéndome con los pies atados a esta vida, sintiendo que, por fin, finalmente, estoy viviendo, estoy viviendo una vida que nunca supe vivir.
No quiero dejar de tenerla.
No quiero dejar de probarla, de probar en ella, la manera en la que sabe el mundo. Porque mi mundo tiene su sabor, siempre lo tuvo y no lo supe hasta que la toqué...
No lo supe hasta que mi cuerpo tocó el suyo, hasta que mis manos recorrieron la piel tersa que compone su anatomía. Hasta que la escuché gemir mi nombre, hasta que me escuché a mí gemir el suyo, como si lo necesitara, como si fuera mi deber, mi anhelo; gemir el nombre de alguien a quien sé y siento que le pertenezco por entero.
—J-jungkook... —Jadea, dejo que baje sus piernas de mis hombros, las enrolla en mis caderas.
Yo recargo mis antebrazos a cada lado de su cabeza, bajando aún más mi cuerpo sobre el de ella y manteniendo mi rostro a centímetros del suyo.
—Te amo, Adara —Le murmuro, sobre esos labios que no puede mantener cerrados —Te amo en verdad.
Toma el contorno de mi rostro para llevar mi boca a la suya. Mis labios frotan los suyos, mi lengua va al encuentro de la suya y no se separan hasta que su cuerpo tiembla debajo del mío, hasta que gruñe sobre mis labios. No dejo de buscarla incluso cuando el orgasmo golpea mi cuerpo, dejándome exhausto y satisfecho sobre su cuerpo.
Nos quedamos en la cama hasta las diez de la mañana, después de esa hora nos levantamos a darnos una ducha. Me encantaría estar en la cama con ella toda la Luna de miel, pero quiero que vea el lugar a donde la he traído.
No es el lugar que yo esperaba encontrar, quería algo más, pero nada me parecía especial. Lo había elegido porque días antes de la boda, había soñado con este lugar, sencillamente sabía que debía ser aquí. No era la mejor época del año para venir, pero seguía siendo bello y a Adara le gustaba.
Cuando llegamos a El Nido, nos llevan a las playas de arena blanca más preciosas que pudiéramos haber visto. Esto no es nada que yo no haya visto antes, pero ver a Adara, usando un gorro extraño que compró en una tienda de venida, con los ojos brillosos y el tono emocionado de su voz, me hace saber que, para ella, todo esto es alucinante, Roma no la dejaba conocer nada del mundo, yo iba a mostrarle todo.
—Jungkook, el agua es tan clara, mira que azul se ve —Correteó hasta regresar delante de mí.
—¿Quieres nadar? —Alcanzo su mano, entrelazando sus dedos con los míos.
—Quizás un poco.
De todas formas, debajo de su vestido suelto, trae un traje de baño de dos piezas, es color turqués, casi del mismo tono del agua.
La ayudo a levantarse el vestido para sacárselo del cuerpo, lo dejo sobre la arena y la veo caminar hasta el inicio de las olas. No puedo evitar no apreciarle el cuerpo, esa piel pálida de sus piernas, o de sus muslos, no dejo de mirarla ni cuando me estoy desasiendo de mi camisa, quedando únicamente con un pantalón corto, especialmente para meterme a la playa.
No hay mucha gente dentro, pensaba y quería rentar el lugar solo para nosotros dos, pero Adara no me dejó, ella había dicho que la playa era para todos y que no era tan divertido si solo éramos los dos solos. Ahora me arrepentía al verla con ese bañador. No me dejaría meterle mano delante de más gente...
Mis pies tocaron el agua, estaba fresca, levanté la mirada para ver como mi esposa iba adentrándose cada vez más, el agua le llegaba a las rodillas, cuando el oleaje llegaba a mis pantorrillas, el aire se me fue de los pulmones e imágenes empezaron a aparecer en mi mente.
Se escuchaba algo. Como el pitido de algo, no lo reconocía bien porque se escuchaba muy lejos, como en eco, incluso comenzaba a ser aturdidor.
Hasta que abrí los ojos y el sonido tomo forma, no era un pitido, era el canto de aves.
Observé a mi alrededor, había pasto, incluso yo estaba descalzo, podía sentir una leve humedad debajo de las plantas de mis pies, y esa sensación de cosquilles que dejaba el pasto en mi piel. El cielo estaba pintado con un azul impresionante, con pequeñas manchas blancas en forma de algodones, había un olor agradable, era como naturaleza, agua y tranquilidad. Paz.
No reconocía el lugar, había muchos árboles. Me sentía en paz, a gusto, cómodo y sin miedo a nada. Incluso me dejé inhalar con fuerza el aire que me rodeaba.
Entonces, escuché movimiento a mis espaldas, como cuando algo se posa sobre las ramas de los árboles, fue entonces cuando me di la vuelta y me di cuenta que sí conocía el lugar, lo supe cuando miré aquel árbol torcido.
El árbol torcido. Estaba ahí, solo que había algo distinto ahora, aquellas ramas que con anterioridad habían estado libres de hojas, ahora estaban tupidas de ellas, verdes y nuevas. Aquel rio seco lleno de piedras, ahora estaba lleno de agua, agua cristalina que reflejaba los rayos amarillos del sol. Y en las ramas, dos aves se movían, esas aves que, de alguna forma, siempre estuvieron en mi memoria.
Sonreí, mirándolas cantarme.
—Lo hiciste bien, cervatillo —Escuché la voz de alguien.
Era una voz femenina, no sabía de quien era, pero de alguna manera, la reconocía porque mi corazón latió con fuerza, y de pronto, me sentí como cuando era niño, entonces lo supe, aquella voz que ya el tiempo me había hecho olvidar, se trataba de la voz de la mujer que fue mi madre.
Entonces recordé ese apodo, "Cervatillo", recordé que solo había existido una sola persona en toda mi vida que me llamaba de esa forma; omma, mi omma.
—Me recordaste, cervatillo —Volvieron a susurrar —Ahora se libre. Se feliz...
Y entonces, aquellas dos aves volvieron a tomar el vuelo, subiendo por el cielo azul.
Sentí que algo se escurría entre una de mis manos, bajé la mirada, encontrándome con otra mano pálida, una mano que pronto reconocí como una de mis hijos. En mi otra mano pasó lo mismo, siendo consciente que Adara y mis dos hijos, ahora adolescentes, estaban a mi lado, despidiendo a mis padres.
De alguna manera supe que mis padres me estaban perdonando, me estaba perdonando a mí mismo, dejándolos finalmente ir. Estaba diciéndoles adiós a mis padres, quizás, para poder ser feliz, para poder, finalmente, liberarme de mi pasado, de todo lo que alguna vez cometí, eso que tanto dolor me había causado, a mí y a ellos.
—Estaremos contigo, appa —Murmuró Man Shik.
Miré a Adara, quien me regalaba una sonrisa brillante, dejándome ver esos oscuros ojos.
—¿Lo estarán? —Pregunté, pero lo sabía.
Observé ambos rostros de mis hijos, apreciando aquellos cuatro ojos dorados que me iluminaban.
—Sí, de todas formas, eres Inexorable, ¿no? —Respondió Dasom, con una sonrisilla de listilla —Eres imposible de evitar.
Los cuatro reímos. Volví a llevar la vista a ese manto azul.
Los estaba dejando ir.
Estaba siendo libre, me estaba liberando. Finalmente sentía como ese peso que había llevado conmigo, se evaporaba, mientras sentía como mi familia se acurrucaba conmigo, apreciando nuestro futuro, ese futuro que pronto llegaría, siendo solo de nosotros.
—Adiós, omma. Adiós, appa...
Sé que no podremos volver a encontrarnos, no volveremos a tocarnos, los estoy dejando ir para poder sostener con mayor fuerza a mi familia, pero siempre llevaré conmigo su recuerdo como padres, como mi ejemplo.
—Los amo —Les dije a Adara y a los niños.
—Te amo —Adara besó mi mejilla.
—¿Vas a venir o qué? —Me dijo ella, sonriéndome como si se burlara.
Todo este tiempo, todo este tiempo habían estado conmigo.
—Voy, joder —Me quejé, caminando hacia ella, que avanzaba un poquito cada que yo daba un paso, ya harto, me moví rápido para poder enrollar mis brazos en su cintura, el agua nos llegaba hasta las caderas.
Ella se estaba riendo de ser atrapada por mí.
—Ahora lo sé... —Le digo.
—¿Qué cosa?
—Siempre llevé a mi madre conmigo, siempre los llevé conmigo —Sonrío, acariciando su cintura.
Adara no pareció comprender mucho lo que le estaba diciendo, pero no importaba, de todas formas, aun tendría tiempo para explicarle, aún tenía tiempo para tener a mis hijos, aún tenía mucho tiempo por delante.
—¿Recuerdas cuando te pregunté si sabías lo que Inexorable significaba?
—Fue la primera vez que nos vimos, ¿no? —Enrolló sus brazos en mi cuello.
—Lo fue —Bajo mis manos a su trasero, empujando su cuerpo hacia el mío —¿Ahora lo sabes, uhum?
—Algo... —Se ríe —Es algo que no se puede evitar, ¿no?
—Aha... —Beso sus labios —Siempre pensé que ese apodo era perfecto para mí, pero no es así. Ese apodo es para ti y para los niños —La miro a los ojos —Tú y ellos son algo que no podría evitar en mi existencia, aunque hubiera intentado detenerlos, no hubiera podido hacerlo. Estoy feliz por eso...
—Yo también estoy feliz.
Nos quedamos mirando un segundo. Hay algo que quiero pedirle.
—¿Puedo pedirte algo?
—¿Qué es?
Tomo su mano, llevándola al centro de mi pecho, en donde mi corazón late con fuerza, en donde hay algo invisible que me une por siempre a ella.
—Prométeme que, sin importar cuantos años, siglos, décadas y mucho más, pasen... prométeme que serás tú quien cuide de mi alma, júrame que nunca vas a soltarme, que nunca dejarás de amarme.
Ella se queda en silencio, sus ojos están brillando.
—¿También vas a hacerlo?
Entonces le sonrío, ladeadamente porque sé que le gusta.
—¿Lo dudas?
𝚃𝚑𝚎 𝚎𝚗𝚍.
:')
Todavía no me despido porque falta el epilogo.
Gracias por leer, comentar y siempre votar. Los y las quiero un montón.
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