Capítulo 25
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En la pequeña habitación, oscura, con olor a guardado, orines, humedad e incluso heces, la mujer rubia respira con rapidez, asume que sigue siendo de noche, no puede saberlo del todo porque no hay ventanas en donde pueda ver el cielo.
Tuvo un sueño, aunque sabe que no es solo un sueño común, los conoce bien ya que los tuvo desde pequeña, los reconoce, fue una visión.
Había dos niños, debían ser casi adolescentes, eran rodeados por un gran grupo de personas, todos eran brujos. Alababan a aquellos jóvenes de ojos dorados, pieles pálidas y cabellos de carbón. Sabía quiénes eran, sabía quiénes eran porque reconocía ese tono de cabello, la mirada, la piel, sabía quiénes eran y tenía que decirles, tenía que decirles.
Se arrastró por el suelo hasta llegar a la puerta, comenzó a golpearla, era la primera vez que hacía eso en todo el tiempo que estuvo ahí.
—¿Hay alguien ahí? Por favor... —Alzó la voz, la garganta le quemó, era la primera vez que alzaba la voz en todo un año.
Cayó al suelo cuando la puerta se abrió de golpe, un hombre de traje negro la miró desde arriba.
—¿Qué quieres?
—Tienes que llamar a tu jefe —Alzó la mirada para observar al hombre —Tienes que decirle a Jungkook...
En casa de Jeon, había un desastre, era un desastre por completo. Los gritos infantiles eran aturdidores. Había globos, confeti en el suelo, regalos, pastel. Era mayo, veinte de mayo y se estaba celebrando el cumpleaños número uno de los niños Jeon.
No habían invitado a otras personas por precaución, pero eso no quería decir que no hubiera desastre en la casa de la playa, los amigos de Jungkook jugaban y gritaban como niños.
En la habitación principal, un hombre de cabellos negros y ojos profundos se encontraba sentado en la orilla de la cama, alejado del bullicio y la felicidad. Pensando. Recordando. Rememorando el silencio abrumante, la oscuridad, la sangre, la marca, el temor, los gritos y la angustia, todo estaba grabado y tatuado en su mente, lo recordaba todo el tiempo, pero habían estado más presentes desde hace un par de días.
Llevó sus manos a sus cabellos y recostó sus codos sobre sus rodillas. Se había alejado un momento de la fiesta ya que tenía que tomar un respiro, el recuerdo le impedía celebrar con comodidad el cumpleaños de sus hijos.
En cinco días sus hijos cumplían un año, en cinco días se cumplía un año desde que su amor se había dormido eternamente. En cinco días volvía a perderla...
Había decidido celebrar el cumpleaños unos días antes para no hacerlo exactamente ese día para evitar el dolor, pero no había ayudado mucho.
Una llamada lo sacó de sus pensamientos y recuerdos.
—¿Qué pasa? —Contestó con voz ronca.
—Señor. Lamento molestarlo —Se disculpó su trabajador —Pero ella está pidiendo verlo, de nuevo.
Jungkook maldijo por lo bajo, apretando sus dientes y cerrando los ojos un segundo. Pensando de nuevo, pensando. Pensando y decidiendo de nuevo.
Era la tercera vez que la mujer pedía hablar con él, en todas se había negado. La última vez que la vio, le dijo que sería la última vez que lo vería y estaba decidido a cumplir eso, y en todos los meses anteriores, Roma parecía haberlo aceptado, sin rechistar, pero hace unos días atrás le habían llamado diciendo que ella quería verlo, que necesitaba hablar con él.
Jungkook no tenía nada que hablar con ella, más bien, no quería escucharla, mucho menos estos días. Si fuera, no podría contenerse y acabaría asesinándola con sus propias manos.
—Appa... —Dasom entró a la habitación, vistiendo un hermoso vestido color morado con brillos, se veía preciosa —Patel... patel.
Jungkook trató de sonreírle.
—Jungkook, ya vamos a partir el pastel —Apareció Jimin por la puerta.
—Dile lo de siempre —Jungkook se dirigió al hombre del otro lado de celular, colgó y se puso de pie para tomar la delicada mano de su princesa —¿Ya vamos a comer patel, mh?
—Shi... —Y correteo torpemente por el pasillo hasta llegar a lado de su hermano mayor, quien se encontraba sentado en una silla, más bien, de pie en una silla frente al enorme pastel a punto de pasar un dedo por la superficie deliciosa del pan.
El señor In lo señaló y lo miró con advertencia.
—Ni se te ocurra, Jeon Man Shik. No seas sucio y espera a que cantemos feliz cumpleaños, niño —Le regañó. El niño alejó su manita del pastel y las entrelazó delante de su cuerpito, mirando con inocencia a su padre quien quiso tirarse al suelo y retorcerse al verlo tan tierno con su esmoquin negro, se veía tan guapo su niño.
—¡Bien! —Ayumi palmeó sus manos, sobresaltando a todos —¡Cantaremos feliz cumpleaños a los niños más bonitos del mundo! Y... ¡uno dos tres!
Todos comenzaron a cantar la famosa canción, Hoseok se movía como gusano, Jimin y Tae saltaban de aquí a allá. Los demás movían los brazos de un lado para el otro, los niños estaban delante del pastel, siendo fotografiados y grabados, buscando conservar ese recuerdo. Se reían a carcajadas al ver a sus tíos cantar de esa forma, las velitas encendidas, esperando a ser apagadas, listas para cumplir un deseo.
Jungkook miraba desde unos pasos lejos. Apreciando las enormes sonrisas infantiles de sus hijos. Los amaba tanto que por un segundo olvidó que pronto volvería a perder a su otra mitad.
—¡Feliz cumpleaños...! ¡ahora apaguen las velas...! ¡soplen, soplen! —Chilló Ayumi a los niños, quienes no sabían que rayos hacer. Jungkook se carcajeo y ser acercó a ellos para ayudarlos a juntar sus manitas entre sí y susurrarles en el oído que debían pedir un deseo. Yoongi tomó una foto de ese momento, capturando la imagen de la familia Jeon a punto de pedir un deseo que sería cumplido, pero... ¿cuál de todos?
Todos aplaudieron cuando las velas se apagaron, claro que no por los niños Jeon ya que aun seguían siendo un poco pequeños como para saber soplar.
—Que abran los regalos, casi muero poniéndoles ese papel —Yoongi dejó la cámara a un lado y se sentó en uno de los sofás.
Los niños al escuchar la palabra regalos, le pidieron a su padre que los bajara de las sillas para poder corretear hasta las cajas y bolsas. Fueron descubriendo juguetes, peluches, ropa, incluso zapatos para ellos, cada cosa volvía locos a los niños y eso provocaba risas en los adultos.
—¡Pa, pa! —El niño le mostró a su papá un peluche de conejo que había sacado de una caja, Dasom quiso arrebatárselo y antes de que iniciara una guerra entre los dos infantes, Ayumi, quien había sido la que había regalado ese peluche, se apresuró a sacar el otro que había dentro de la caja y se lo dio a la niña.
—Okay, todo muy lindo, pero aquí falta el regalo del padre —Acusó Hoseok, mirando al nombrado —¿Pensaste que por ser el que engendró a los niños no tenías que gastar?
—Cierra la boca.
El señor In sacó de su espalda dos bolsitas de color negro y se acercó a los dos niños que miraban con ojos brillosos el regalo de su padre.
—No creo que supere mi regalo —Comentó Jin.
Jungkook se sentó en el suelo y les entregó una bolsita a cada niño, quienes lo abrieron con ayuda de su padre. Dentro de la bolsa había una caja de terciopelo, del mismo color de la bolsa. Al abrirlas se apreciaban dos collares bañados en oro con un dije de un ave con las alas extendidas.
—¡Yah! ¡Jungkook, a los niños se les regala juguetes, algo que los haga emocionar! ¡eso van a perderlo o a romperlo! —Jimin se quejó. Los collares a simple vista se veían inútilmente costosos, y lo eran.
Eran y habían sido hechos especialmente para los niños Jeon.
—Lo sé. Pero llegará el momento en donde puedan usarlos... —Jeon les sonrió a sus hijos, quienes observaban con curiosidad el regalo de su papá.
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La casa de la playa estaba sumida en un silencio sordo. No había rastro alguno de luz, todas estaban apagadas, incluso las de afuera. La única fuente de luz era la que proyectaba la televisión que se había quedado encendida, mostrando los créditos de la película que horas antes se había visto.
Tres cuerpos respiraban de manera pacífica sobre el sofá de la sala de estar, los más pequeños sobre el más grande. Los Jeon se habían quedado dormidos mientras miraban una película animada.
Uno de ellos estaba teniendo una visión. Un sueño.
Escuchaba voces, muchas voces a su alrededor. Eran como si rezaran, como si repitieran una serie de palabras que no lograba distinguir, lo hacía sentir incómodo con el pasar del tiempo.
Cuando fue capaz de abrir los ojos, se encontró entre un gran grupo de personas que vestían capuchas, todos ellos tenían los ojos cerrados mientras sus labios murmuraban cosas que seguía sin poder entender. Miró a su alrededor, por encima de los miles de cabezas cubiertas, podía ver arboles a su alrededor, el sol comenzaba a descender, más adelante, entre las personas, pudo ver que rodeaban algo, algo que no lograba ver.
Comenzó a hacerse camino entre las personas, era complicado porque se negaban a moverse por estar meditando.
Ya estaba por llegar al centro del lugar, había una fogata ahí, el fuego iluminaba el lugar con tonos rojos, anaranjados y amarillos, hizo a un lado a otras dos personas para encontrarse con otras dos personas en el centro, eran relativamente más bajas que los demás y usaban capuchas.
No lograba mirarles el rostro porque estaban de espaldas. Fue cuando se dio cuenta de que ahí estaba ese árbol torcido, sin hojas, y en ellos estaban aquellas dos aves que años atrás había visto.
Todas las personas comenzaron a recitar la misma frase más claramente.
"Du wirst dein goldenes Blut wässern und uns vom unaufhaltsamen Tod befreien, du wirst unsere Krankheiten heilen, du wirst uns retten".
Jungkook podía entenderlo. La repetían una y otra vez.
Aquellos dos cuerpos se dieron la vuelta y lo miraron, directamente, el corazón se le detuvo, el aire se le fue del cuerpo. Cuatro pares de ojos con un asombroso reflejo dorado en ellos lo miraban con intensidad.
Empezó a retroceder, no por miedo, pero por impresión, por asombro, hasta que su cuerpo chocó con otro a sus espaldas. El cuerpo se le erizó de pies a cabeza, algo le vibró en el pecho, un sentimiento pesado, algo inmenso y no tuvo que darse la vuelta para saber quién era. Una delicada mano se posó sobre su hombro y unos labios susurraron sobre su oído.
—Tienes que enseñarles, Jungkook. Tienes que mostrarles... —El corazón le saltó al volver a oírla.
—¿A qué te refieres? —No se daba la vuelta, de alguna manera sabía que no podía, miró a las demás personas que seguían repitiendo la misma frase, aquellos dos jóvenes seguían mirándolo con insistencia —Dime qué debo hacer. Por favor dime qué debo hacer...
—Escúchalos. Escúchalos, Jungkook.
La mano se deslizó lejos de su hombro, cuando se dio la vuelta solo encontró a todas esas personas con capuchas, sin rastro de ella. Miró al frente y aquellos jóvenes, sus hijos, lo miraron una última vez antes de darse la vuelta y volver a ser rodeados por esas personas.
Intentó llamarlos, gritó sus nombres con todas sus fuerzas, intentó llegar a ellos, pero no lo lograba, era como si se alejara más cada que intentaba acercarse. Vio cuando aquellas dos aves volaban lejos, no sabía por qué o para qué.
Comenzó a sentirse ahogado, una ansiedad inmensa, se tiró en el suelo, llorando, gritando, pidiendo que alguien le dijera algo, imploró a sus hijos volver a él. Todo comenzó a volverse demasiado, el pasto entre sus manos se volvió húmedo debido a la lluvia que había comenzado a caer y cuando alzó la cabeza, se encontró solo, completamente solo en aquel lugar, solo, junto a aquel árbol torcido.
Volvió en sí. Se sentó rectamente sobre el sofá, inhalando aire como si hubiera estado horas bajo el agua, llevó sus manos al pecho y, como asegurándose de estar vivo, suspiró al sentir el latir de su corazón.
—Por dios... —Exhaló, con un suspiro tembloroso. Miró a su hija dormir plácidamente sobre sus piernas, acarició con su mano los cabellos negros y se recostó al respaldo del sillón.
No sabía a qué se refería su visión, por primera vez estaba perdido. También se sentía asustado y antes nunca le había aterrado sus visiones. Jungkook no había nacido con ellas, no era algo con lo que había crecido, las adquirió después de Roma, esa última vez fue como si hubieran compartido mucho más que solo fluidos, aunque sonara asqueroso en la mente de Jeon, Roma le había dado lo que muchos llamarían "poderes", al señor In le gustaba más llamarlos... habilidades. Para él no eran poderes, era algo que había obtenido de algo que odiaba con toda su alma.
Cuando comenzó a tenerlos, al inicio no sabía que eran, pensaba que solo eran sueños vividos y ya, hasta que se dio cuenta de que las cosas que soñaba pasaban. Se convirtió en un experto, hasta ahora...
—¿Man Shik? —Finalmente se había dado cuenta de que solo estaba uno de sus niños con él. El varón no estaba ahí, se levantó con cuidado de no despertar a la niña y se puso de pie para ir en busca del otro niño.
Lo buscó en el baño, en su habitación, en la de los niños, cocina, fuera de casa, incluso salió a ver si lo veía en la playa, pero Man Shik no estaba por ningún lado. Era ahora cuando deseaba que el niño portara su collar.
Volvió dentro de casa y caminó de un lado al otro en la sala, pensando, pensando qué hacer.
¿Era posible perder a otra persona que amaba a tan solo cuatro días de volver a perder a Adara? No, no podía.
Adara... de pronto recordó que la única habitación que no había revisado había sido la de las rosas.
Trotó hasta ahí y abrió lentamente la puerta, el aire era distinto ahí.
En la cama, a un lado del cuerpo de la joven, estaba otro más pequeño, hincado, en sus manitas había una rosa, una que rápidamente estaba perdiendo el color, la vida mientras que el niño absorbía esta.
Cuando la rosa quedó sin vida, Man Shik, inocentemente le tendió la planta a la mujer dormida.
—Man Shik... —Jungkook finalmente intervino, el niño volteó a ver a su padre, sus ojos aun mantenían un reflejo dorado —¿Qué estás haciendo?
—Rocha... —Le enseñó lo que había hecho.
Lo que se sabía era que Dasom daba energía, mientras que Man Shik la quitaba. Pero no solo la quitaba, si no que parecía quedarse con ella, como si la almacenara, a Jeon le ponía nervioso verlo hacer eso cerca de Adara, le ponía nervioso que pudiera, sin querer, quitarle la poca energía que tuviera.
—Sabes que no debes de hacer eso cerca de Adara —Le quitó la flor con cuidado y lo tomó en brazos para llevarlo a la sala de nuevo —Vamos, es tarde.
—Omma... —Pronunció el bebé. Jungkook se detuvo abruptamente —Adiós, Omma.
—¿Qué dijiste?
—¡Omma! —Susurró, mientras señalaba con uno de sus deditos a la mujer en la cama.
El mayor tragó grueso. Si algo no había hecho es decirles a sus hijos que la mujer dormida era omma, en el fondo no lo hacía porque le daba temor que ellos generaran apego con ella y si un día ella se fuera... no sabría explicarles.
No tenía sentido que el niño supiera eso porque todos sabían que no debían mencionar nada al respecto delante de los Jeon.
Volvió a la cama con el niño y lo dejó donde lo había encontrado.
Lo observó acurrucarse en el cuerpo de la chica.
—¿Man Shik?
—¿Hm?
—¿Ella es omma? —Él asintió —¿Cómo...? ¿cómo sabes eso, cielo? ¿hm?
—Omma...
—¿Omma te dijo que es mamá? —El niño volvió a asentir.
Inexorable tuvo que ponerse de pie y alejarse un momento de la cama, no quería que el niño lo viera de ese modo.
Tenía que controlarse. Tenía que pensar, pensar mucho.
Todo se estaba volviendo de locos, no comprendía nada. Primero su visión, después Man Shik llamando omma a su madre, él jamás le había dicho eso y quería creer que ninguno de los chicos. Se estaba volviendo loco, iba a perder la cabeza, ya no aguantaba la situación, quería, necesitaba correr, necesitaba huir.
Quería ir, entrar a un bar, beber hasta que perdiera la consciencia, quizás tomar a una mujer, quien fuera, no interesaba, solo quería olvidarse de todo, olvidar que se había enamorado, olvidar que tenía dos hijos, olvidar todo, quería olvidar todo y volver a su vida de antes...
Solo había un problema: los amaba. Los amaba con locura, tanta que dolía.
Dolía amarlos.
Quería gritar. Quería hacer algo, destruir algo, romper algo.
Estaba perdiendo la cabeza...
—¿Appa? —Sintió que algo le jalaba la tela del pantalón —¿Pa?
La preocupada vocecita del niño trajo un poco de cordura en la mente del hombre. Se dejó caer en el suelo, con la espalda recostada a la pared, el niño al ver a su padre así de mal acarició los cabellos en un intento de hacerlo sentir mejor.
—Estoy bien, estoy bien —Le susurró su padre. Miró esos ojos oscuros y pequeños, recordando su visión.
"Escúchalos. Escúchalos, Jungkook".
Sintió algo vibrar en el bolsillo de su pantalón de dormir, era su celular, una llamada.
—¿Sí?
—Señor. Lamento la hora, pero... —Silencio —Ella no se detiene.
"Escúchalos..."
—Dile que... —Miró a su hijo, quien seguía acariciando sus cabellos con ternura, tragó saliva y observó a Adara sobre la cama. No quería volver ahí, no quería volver a ver a Roma, pero... —Dile que mañana a primera hora estaré allí.
:l
Creo que me pase esta vez. Es, o el capítulo mas largo de toda la historia o uno de los mas largos, les juro que no me metí nada en el cuerpo al escribir esto.
Cuéntenme sus teorías, algo que piensen sobre este capítulo porque yo estoy loca, quedé loca.
¿Qué creen que signifique las visiones, la visión de Jungkook? ¿las habilidades de los niños? ¿Qué esta pasando?
Gracias por leer.
Trataré de volver pronto, ya esta culminando mi semana de vacaciones y sabemos que es mas complicado actualizar.
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