Capítulo 23
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"Hace mucho tiempo nació un niño, debió de ser igual de pequeñito como seguramente lo fueron ustedes. Ese niño pasaría por muchas cosas, complicadas y duras, muy tristes y que ningún joven debería pasar, sin embargo, siguió adelante, por mucho tiempo y por su cuenta, creyendo que sabía todo.
Ese niño encontró y, de alguna manera, salvo a otra persona, muchos dicen que son destinados, que desde el primer momento en el que ambos nacieron, su historia y su amor ya estaba escrito.
Ese niño es su padre, y la persona a la que salvó soy yo, su madre.
Deben tener muchas preguntas y pocas respuestas, o quizás lo saben todo. Crecí al cuidado de una mujer que se hizo pasar por mi hermana por más de treinta años, y yo no lo supe hasta que su padre me conoció. Fui huérfana...
Ustedes tienen a su padre con ustedes, me duele en el alma saber que no podre conocerlos, que no podre estar ahí con ustedes, viéndolos crecer, observarlos madurar. Lo lamento, mis niños, hubiera dado todo por estar ahí, a pesar de eso, no me arrepiento de haberlos elegido.
No me arrepiento de mi elección.
Crezcan bien, obedezcan a su padre, no lo hagan enojar tanto, cuídenlo por mí. Sean buenos niños por mí. Sean buenos. Apóyense los unos a los otros y jamás se abandonen. En algún momento de sus vidas, cuando su padre crea correcto, ustedes leerán esta carta. Quiero que sepan lo mucho que los amo, estuvieron dentro de mi barriga por casi nueve meses, compartimos cuerpo literalmente, fuimos uno y siempre seremos uno, no importa que digan los demás, nunca olviden que su madre los amó como a nadie.
De vez en cuando piensen en mí, pero no se sientan tristes. Mamá siempre va a protegerlos..."
Adara había dejado una carta. Para los niños. Una carta de la que no fui consciente hasta que revisé los cajones de su ropa.
La extrañaba con fuerza. Todo el tiempo. A cada segundo.
Iba a verla cada que despertaba, cada que terminábamos de desayunar, por las tardes, cuando volvía de trabajar, antes de dormir. Todo el tiempo.
Había contratado una señora, una enfermera que la atendiera, le daba masajes en las piernas, en los brazos, la aseaba cuando yo no podía, revisaba su suero.
Los niños habían estado con ella un par de veces, pero ellos eran tan pequeños que no tenían idea de por qué la mujer dormida nunca abría los ojos para mirarlos.
Por las noches, cuando finalmente mis hijos se quedaban dormidos y yo podía recostarme en mi cama, la extrañaba aún más. Daba vueltas en el colchón hasta que terminaba en el lado donde ella dormía, buscando un aroma que comenzaba a desaparecer con el pasar del tiempo, me quedaba hasta muy tarde observando el techo, pensando. Pensando y pensando. Esperando. Esperando algo que, tristemente, no tenía sentido.
En su carta, ella asegura que yo la salvé, puede ser que le haya ayudado a abrir los ojos y ver con quien había crecido, pero... ¿salvarla? Nunca. Se equivocó en eso, ella fue la que me salvó a mí. Con sus ropas aburridas, con su mirada inocente, con su cabello de carbón y con ese carácter dulce y fuerte. Ella me salvó.
Me salvó.
Yo estaba con los ojos vendados, siendo incapaz de ver la belleza de la vida, las pequeñas hermosas cosas de las que me había estado privando por el deseo de querer irme. Ella entro a mi vida dando un portazo a la puerta de mi oficina y arruinó todo, desordenó todo en mi vida, una vida que estaba completamente vacía. Ella fue un rayo de luz, fue mi luz. Maldita sea, ella me dio una razón para comenzar a vivir realmente, me dio lo que nunca pensé tener: amor, hijos.
Me dio algo que jamás pensé volver a tener: Una familia, ganas de vivir y esperanza.
Yo no la salvé.
Ella me salvó, e iba a llevarla en mí por siempre, dentro de mí, por debajo de mi piel. En cada jodido átomo de mi cuerpo, en cada neurona iba a estar ella. Me tragué mil veces cada suspiro, cada gemido, cada jadeo y risa que salió de su boca, tengo una parte de ella en mí que llevaré por siempre.
Su recuerdo, marcado en mi ser, en mi alma, estará por siempre recordándome que alguna vez fui de alguien y que siempre seré de alguien, que mi alma, que mi corazón, a pesar de que nunca pueda trascender, a pesar de que mi corazón jamás vaya a detenerse, siempre estará atado a alguien más, apagados, esperando que alguna vez ella vuelva y los encienda.
Sabía que iba a amarla por siempre. Que ya no habría nadie más. Que no podría haber nadie más, lo sabía y lo recordaba cada que veía a mis hijos sonreír, cada que escuchaba sus infantiles carcajadas, cuando los alimentaba. Cada que lloraban y yo no sabía qué hacer para calmarlos, cada que los bañaba, lo sabía cada que los veía dormir, sabía que siempre iba a amarlos, y por ende, siempre iba a amar a su madre.
En sus nombres lo proclamé.
Hace muchos años, durante mis viajes buscando a Roma, dentro de un bar recuerdo haber escuchado un nombre de entre todas las voces que había en el lugar. Man-Shik, Man-Shik, por alguna extraña razón que en ese tiempo no entendía, el nombre se quedó grabado en mi mente, como si hubiera sido un juramento que hice sin darme cuenta. Curiosamente, Man Shik significa Profundamente arraigado.
El nombre de mi hija, lo había elegido debido a su significado, Amor. A simple vista no era muy especial, ni tampoco complementaba con el de su hermano, pero si prestábamos atención a los significados, era como si hubieran sido elegidos desde hace mucho tiempo.
Nuestro Amor estará por siempre y para siempre Profundamente arraigado en mí.
Eso era lo que significaban para mí. Juré por mi mujer y por mis hijos...
Tenía la posibilidad de cumplirlo.
Su mano se movía rápidamente sobre mi miembro. Podía escuchar el sonido húmedo que provocaban sus movimientos sobre mi erección.
Mis ojos estaban cerrados con fuerza, concentrándome en el placer que me provocaba, en como las puntas de sus uñas subían y jugaban alrededor de mi ombligo, provocando que mi abdomen se tensara. Sentía mi frente húmeda debido al calor corporal de mi cuerpo, mi mano se aferraba al sofá de mi oficina y la otra atendía mis testículos, dejándola a ella ocuparse de mi pene.
Gemí cuando sentí aún más humedad y calor alrededor de mi miembro. Había metido mi polla en su boca.
Joder. Fue lo único que pensé, sintiendo como su lengua presionaba la punta y me hacía temblar por completo, mi cabeza cayo hacía atrás y un sonido gutural resonó por la habitación. Aun con los ojos cerrados, llevé una de mis manos a sus cabellos y la obligué a acercarse más a mi entrepierna. Necesitaba más porque estaba cerca, estaba jodidamente cerca, podía sentir como mis testículos se apretaban por momentos...
Un poco más. Solo un poco más...
Ella comenzó a mover su cabeza como si la hubieran poseído, sacándome y arrancándome gemidos y jadeos. Esa sensación conocida estaba a punto de explotar.
—Mierda, nena. No pares, estoy a punto —Jadee, mordiendo mi labio inferior —Joder, Adara...
Abrí los ojos y miré hacía abajo. Deseando encontrarme con sus ojos y correrme de esa forma...
Mi mano se detuvo abruptamente, mi corazón pareció dejar de latir y el calor que estaba sintiendo de repente se convirtió en frialdad completa.
Vacío.
Miré mi mano sobre mi pene. Estaba solo. Pero no podía entenderlo, ella había estado ahí, junto a mí. Estaba ahí
Dejé de sostener mi miembro para llevar mis manos a mi cabello, llevándolo hacía atrás mientras me enderezaba en la cabecera de mi cama. Inspiré entrecortadamente y despacio.
De nuevo había tenido una confusión de la realidad o algo así. No era la primera vez que me pasaba, siempre me dejaba mal.
—Maldita sea —Susurré cuando mi vista se nubló por las lágrimas.
Nueve meses. Ya habían pasado nueve meses desde que todo esto había empezado. Las consecuencias de no acudir a mi fuente comenzaban a ser mucho más notorias, sí o sí tenía que ayudarme a mí mismo cada tanto y debido a que no era completamente suficiente, debía hacerlo con regularidad e incluso a veces dos veces al día, era asqueroso hasta cierto punto, mi mano comenzaba a fallar.
Y era doloroso hacerlo porque cada que lo hacía, mi mente distorsionaba mi realidad y me hacía imaginarla, con alucinaciones muy vividas y cuando abría los ojos solo era para darme cuenta de que ella no estaba ahí.
Que no estaba conmigo. Con nosotros...
Pero tenía que hacerlo. Por mí, por mis hijos y por la promesa que hice.
El cansancio en ocasiones se apoderaba de mí, jamás me había sentido así. En ocasiones era tan potente que tenía que llamar a algunos de los chicos para que se llevaran a los niños con Ayumi o la novia de Nam porque yo no podía dejar de sentir sueño y quedarme dormido en casi cualquier lugar.
En ocasiones dejaba de trabajar por semanas ya que no era capaz de tener visiones, no tenía la suficiente fuerza como para ver el futuro o el pasado de las personas.
Hyo Ji dijo que el sexo normalmente dejaba mi energía casi por completo llena, pero que las masturbaciones apenas y me dejaban a la mitad, dijo que, debido a la Empresa In y mi trabajo, gastaba aún más energía, dijo que debía dejar de trabajar.
El dinero no me preocupaba, pero sentía que, si dejaba de hacerlo, iba a perderme a mí mismo. Los chicos habían comenzado a preocuparse, era claro que no iba a morir debido a la maldición, pero si mi energía llegaba a cero, entonces entraría en un eterno bucle de morir, revivir y morir. Así por la eternidad.
Ellos sugirieron sutilmente la idea del sexo, del sexo con alguna mujer. Me negué al instante. Era hipócrita que lo hiciera sabiendo el tipo de hombre que era antes, la diferencia es que ahora yo estaba comprometido, estaba enamorado de alguien. Para mí, era un asco pensar en estar con alguien más. No podía, no quería.
No podía...
—Rayos, Dasom... —Murmuré agotado cuando por la pantalla de la Tablet que mostraba la habitación de los niños, vi a la niña de pie dentro de su cuna.
Me puse de pie, pero volví a caer sentado sobre el colchón ante un mareo repentino. Eran comunes debido a la baja energía dorada en mí.
Me puse mi ropa interior y salí de mi habitación rumbo a la de los niños.
Suspiré cuando vi a la niña observarme con sus ojos oscuros, desde su cuna.
—Jeon Dasom, son las cinco de la mañana, ¿qué haces de nuevo despierta a esta hora? —Le regañé suavemente mientras me acercaba para tomarla en brazos.
Cuando estuvo entre mis brazos, sus manitas fueron a mi rostro, era una manía que tenía cada que la cargaba. Le gustaba tocarme de esa forma, como si estuviera estudiando mis facciones, sabía que le gustaba mucho recostar su cabeza en mi hombro y quedarse dormida mientras juega con mi cabello.
Miré a Man Shik dormir plácidamente sobre su cuna. Desde que nacieron supimos que Dasom era la más activa, siempre. No tenía caso hacerla dormir porque no lo haría jamás a menos que ella quisiera, por eso decidí llevarla conmigo a mi habitación.
La dejé en la esquina de la cama y ella gateo hasta las almohadas, ya sabía su lugar ya que esta no era la primera vez que despertaba a esta hora y se quedaba en mi cama.
Me tiré en las sábanas boca arriba, sintiendo mi cuerpo pesado. De nuevo ese sentimiento de cansancio comenzaba a sentirse más presente.
—¿Qué? —Murmuré al verla acostadita de costado haciendo ruiditos para llamar mi atención. Me puse de costado como ella y la miré —¿Qué pasa? ¿ Quieres biberón? ¿leche?
Llevé una de mis manos a su cabellito, ese cabellito oscuro como el carbón, comenzaba a crecer más rápido. Era tan suave entre mis dedos, delgado y con un hermoso brillo en él.
—Debes dejar de despertar tan temprano —Le susurré. Sus profundos ojos clavados en mí.
—Pa... —Murmuró, con una vocecita dulce y aniñada, torpe. Mi cuerpo se quedó tieso, todo mi yo dejo de funcionar ante lo que había pasado.
Mi hija había dicho su primera palabra.
La vi incorporarse en la cama para tirarse más cerca de mí.
—Dasom... ¿dijiste pa? ¿papá? —Intenté que volviera a repetirlo.
—Pa —Repitió mientras colocaba sus manitas sobre mis mejillas, sus ojos estando tan cerca de los míos.
Mis ojos comenzaron a pesar de una forma asombrosa, juro que comencé a sentir como si la poca energía que tenía escapaba lejos de mi cuerpo, mi corazón comenzó a latir tan rápido que era todo lo que podía escuchar, todo comenzó a darme vueltas. Apenas era capaz de enfocar a mi hija, y antes de perder el conocimiento por completo, creí haber visto un extraño color dorado en los ojos de Dasom...
Negro.
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No sabía si lo que estaba viendo era un sueño, una visión o una ilusión. No era capaz de reconocer la sensación de cada una, solo era capaz de concentrarme en el sentimiento de verla.
No sabía dónde estábamos y tampoco quería descubrirlo.
La veía reír delante de mí. Su cabello negro volaba debido al viento, había una extraña briza y el sol escondiéndose allá en el horizonte creaba un halo de luz dorada alrededor de ella, haciéndola ver como un ángel.
De repente volteo hacía mi dirección, sus ojos oscuros finalmente me enfocaron y me sonrieron.
—¿No piensas venir, hm?
Pero yo no pude moverme, tenía miedo de hacerlo y que ella se fuera de nuevo. Frunció su ceño.
—Jungkook...
No quería que se fuera.
—Jungkook
No quería perderla de nuevo.
—¡Jungkook! —Abrí los ojos con pesadez y enfoqué la vista en Namjoon, se veía preocupado —¡Maldita sea, Jeon! Pensamos que habías muerto, si eso es posible...
—¿Qué... cómo... entraste? —Apenas logré decir.
Y recordé a Dasom, Dasom estaba conmigo antes de que me quedara dormido. Me incorporé en la cama más rápido que cualquier cosa y busqué a mi niña por toda la cama.
No estaba por ningún lado.
Salté de la cama y todo me dio vueltas por un segundo.
—Ey, ey —Nam me sostuvo. Fue ahí cuando fui consciente de la sensación en mi cuerpo, lo liviano que se sentía, no me dolía nada, no me sentía agotado, me sentía normal.
—¿Qué pasó? —Le pregunté a él —¿Dónde está la niña, Man Shik?
—Ellos están bien. Pero debemos hablar, vístete y sal a la sala... —Y me dejó en mi habitación. Me vestí con rapidez y cuando salí a la sala, me encontré con Hyo Ji, mis hijos y los demás chicos. Todos me miraban, no sabía por qué, pero no me gustaba...
—¿Cómo entraron? —Quise saber.
—Jeon, tuvimos que forzar la entrada —Comentó Hoseok —Estuvimos llamando a la puerta por media hora, pensamos que había pasado algo, podíamos escuchar desde el pasillo a Man Shik llorar...
—¿Qué?
—La enfermera nos llamó diciendo que nadie le abría la puerta y que escuchaba llorar al niño. Cuando logramos entrar, estabas acostado en tu cama y Dasom a un costado tuyo, ambos apenas respiraban, más que nada Dasom, Hyo Ji te revisó y... —Se cortó a sí mismo.
—¿Y qué? Mierda, habla.
—Y toda tu energía estaba recargada, demasiado —Intervino la bruja —Es como si hubieras tenido una sobredosis de energía, fue demasiado para tu cuerpo. ¿Qué hiciste?
—¿Qué hice? ¿por qué lo preguntas cómo si hubiera hecho algo? —La señalé.
—Porque a tu lado estaba Dasom con apenas energía mientras que tú, casualmente estabas lleno.
¿Me estaba acusando de algo? ¿me estaba acusando de...? No... no podía ser posible,
—¿Qué estás diciendo, Hyo Ji? ¿insinúas que yo le hice algo a MI hija? —Reafirmé el "mi" mientras daba un paso cerca de ella —La llevé a mi habitación porque volvió a despertarse, lo último que recuerdo es comenzar a sentirme muy mareado y con el corazón a mil por hora y ¡un jodido reflejo dorado en los ojos de mi maldita hija! —Grité —¿Crees que sería capaz de hacerle algo a mis hijos? No sabes nada, bruja.
En ese momento, ambos niños comenzaron a sollozar debido al susto de verme gritar. Me acerqué a ambos, quienes se encontraban en el suelo, rodeado de juguetes.
—No pasa nada, no lloren —Acaricié sus cabecitas con cariño, Dasom tenía la piel más pálida de lo normal —¿Qué tiene?
—Creo... creo que la niña te dio energía, una cantidad sorprendente, lo suficientemente grande como para provocarte una sobrecarga y dejarte inconsciente. A ambos... —Murmuró la bruja —Ella aparentemente está bien, algo cansada, pero parece mejorar cada que duerme.
La voltee a ver.
—¿Qué quiere decir eso exactamente?
Los chicos se miraron entre sí.
—¿Hyo Ji?
—No estoy segura, tal parece que tus hijos son fuentes de energía dorada. Como una mina de oro, energía pura... inmensa y peligrosa —Me miró a los ojos, yo no pude apartar la mirada de la suya. De alguna manera sabía lo que iba a decir, lo presentía —Lo suficiente como para despertar a alguien.
He vuelto una vez mas, se que me demore mas, pero estamos en una etapa en donde estoy decidiendo qué hacer con el final, y estas semanas que pasaron y las que vendrán son importantes en mi escuela, así que solo podré escribir y adelantar ciertas cosas durante los fines de semana (a menos que algo no me lo permita).
También, le dedico el capítulo a una querida lectora que siempre comenta, siempre lee y siempre se mantiene aquí conmigo. Muchas gracias por leerme, no sabes lo emocionante que me es leer tus comentarios. También quiero agradecer a aquellos que me leen, claro que me gustaría leerlos más, pero me conformo con saber que están por ahí.
Y, no sé si debería mencionarlo ya, pero Inexorable había estado participando en un concurso y, gente, ganamos el primer lugar de la categoría Maduro. Obtuvimos el primer lugar... *llora en todos los idiomas* no saben lo mucho que me emocione cuando se aviso. Seguiré trabajando duro para seguir trayendo cosas bonitas para que lean, muchas gracias a todos.
*Abrazo virtual*
Nos leemos muy pronto.
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