×°; No correspondido.
Todos los países del mundo habían sido convocados inmediatamente de emergencia mundial. ¿Qué sucedía? Algo demasiado importante como para arriesgarse a colocar en un mismo lugar a gente que se odiaba y podía iniciar una guerra. Sin embargo los rostro de preocupación de Japón y la ONU los asustaron por completo. Aquel pelinegro se hallaba desordenado, con un par de ojeras, heridas en su rostro, rastros de lágrimas en sus mejillas, piel pálida más de lo habitual y murmuraba un par de cosas en su lengua sin percatarse que muchos lo veían; en cambio la ONU se hallaba leyendo un montón de papeles, con el ceño fruncido y una mueca de total impaciencia o molestia.
Nadie sabía que hacía ahí, pero no se atrevían a preguntar para evitar romper aquel silencio que se había instalado en aquella enorme sala.
— Se preguntaran porque están todos aquí. ¿Verdad? — alzó la cabeza aquel que convocó la reunión.
Muchos asintieron, no estaban totalmente seguros pero la curiosidad siempre es algo que predomina en cada quien, persona, nación, absolutamente todos les interesaba aquel hecho pese al miedo de lo que en realidad podría ser.
— Se han percatado del incremento de muertes que ha permanecido en estos últimos seis meses. ¿Cierto? Sin embargo explicar las razones por lo cual a sucedido han sido bastante... polemicas. — suspiro. Guardando unos archivos entre un folder. — Aquellas muertes se resumían a personas rodeada de flores de diferentes tipos ¿Me dejo entender? — El resto tan solo lo escuchaba. — Como su inicio se localizo en Japón, el me ha ayudado a investigar sobre el origen de aquella extraña epidemia. Ya que la información sobre una extraña enfermedad resulta ser tan...vaga. — Aclaró su garganta desviando la mirada al nipon. — Ya se sabe con que estamos tratando.
En eso, aquel asiático se levantó de su asiento, tambaleándose levemente debido al cansancio que permanecía en su mirada.
— Tras nuestra cultura e historia, narran leyendas de que esto ya ha sucedido antes. Tiempos pasados. Sin embargo eso remota hasta antes de la existencia de varios de los presentes aquí. — explica, con voz apagada. — Tras estudios y pruebas, se ha comprobado una generalización de la similitud a las historias o leyendas antiguas: Hanahaki. La causa principal, por muy extraño que les parezca, es un amor no correspondido.
Muchos quedaron sorprendidos. Sin verle gracia a aquella declaración. Después de todo, falso o no, su gente moría y eso era un tema en realidad bastante serio.
— ¿A que se refiere? — mencionó una joven de pecho grandes, con bastantes nervios.
— No sabemos exactamente porqué se ha retomado esta enfermedad, sin embargo la persona escupe pétalos de flores que salen directamente de su garganta. Según el amor que la persona posea su flor se albergará en sus pulmones, perforandolos mientras más se deje avanzar, en la zona del centro de la caja torácica. — indicó, sacando de su bolsillo un pétalo de una rosa color roja, la cual parecía casi muerta. — Tras vaya avanzando, se irá perforando desde el interior a tal grado de expulsar Flores completas ; a un punto de muerte.
— ¿Morir por amor? Que poetico y desalmado. — pensó en voz alta aquel francés con una mueca de desagrado en su rostro. — Es algo repugnante aquella enfermedad.
La seriedad con la que lo tomó aquel rubio sorprendido a muchos de la sala.
— Una duda. — alzó la mano una latina de centroamérica, una salvadoreña que traía una expresión de miedo. — ¿sólo los humanos pueden ser afectados por aquello?
— ¿O nosotros también? — preguntó un irlandés, de forma incomoda.
— Hanahaki. No elegirá si eres humano o nación. — murmuró algo bajo aquel japonés, sus ojos bajaron hacia el piso de forma deprimente. — Todos podemos ser afectados. Lo siento tanto por esta noticia.
— ¿Cuantos...?
Muchos voltearon a ver a una húngara con los ojos cristalizados. Sus mejillas sonrosadas en un vano intento de contener las lágrimas.
— ¿Hungria-san?
— ¿Cuantos han fallecido por esta enfermedad?
— En un total a nivel mundial, estamos cerca de los diez mil casos que coinciden en su muerte, sangre y flores a su alrededor. Sin embargo no sólo son esos los que hay, muchos ocultan o lo intentan explicar de otra forma. — contó, viendo preocupado a la castaña.
— ¿Diez mil? — se limpio torpemente las lágrimas.
Fue cuando se hinco para toser de forma desesperada, la mayoría se acerco pero el japonés fue el más rápido al sospechar el estado de aquella castaña.
En el piso tan solo se observó una línea de sangre desde los labios de la joven hasta aquellos pétalos que se hallaban reposando en el suelo, una fina línea junto a unos bellos petalos de orquídea que era la flor que la chica poseía.
¿De quién estaba enamorada?
— ¿Qué wea? — murmuró por lo bajo aquel castaño. — Pero nosotros no podemos morir. ¿Qué deci' de eso?
Las palabras eran totalmente ciertas del chileno, y muchos miraron de nuevo al anfitrión o al nipon con duda, ellos no podían morir o por lo menos no fácilmente, la desaparición de un país constaba de varias fases o guerras, que cause aquello. Como SIR o Prusia.
— Che, Manu tené razón. — Dijo el rubio, cruzado de brazos. — ¿Qué pasará con Elizabeta?
— Lamentablemente, Chile-kun y Argentina-kun, aquello se escapa de mis manos. No se que sucederá con Hungria-san, sin embargo ella ayudará mucho para nuestro estudio. — soltó un suspiro pesado al ver preocupada a su amiga. — Perdonen por la escasa información, pero apenas podemos procesar de que de alguna forma, una pandemia de hace 2 mil años ha regresado de forma misteriosa.
— No mames wey. ¿Entonces na'a o algún pedo con la cura?
— Se está investigando la forma de remover el origen a través de una operación u alguna medicina que pueda retener o aumentar el tiempo de vida, algunas pruebas salieron exitosas sin embargo aún no impide el hecho de morir. — miro al mexicano con un aire melancólico. — En las leyendas tampoco se registran la siguiente etapa, o mucho menos con personas como nosotros. Tal ves simplemente para evitar poner en riesgo su país evitaban enamorarse.
— ¿Evitar? — preguntó con extrañeza la personificación de Argelia.
— Exactamente. — retomo la palabra, la ONU. Se levantó de su asiento y miro de forma severa a todos los que se hallaban en esa sala. — Se les solicita que todos los casos que sucedan en sus casas, acerca de esta enfermedad sean inmediatamente reportados y archivados para llevar un control acerca de esta peste que está sucediendo.
— ¿Cuando se introducirá las cirugías? — dudo un alemán, con una preocupación dentro suyo que no lograba calmar. De hecho hace unos momentos ni siquiera era capaz de pronunciar palabra.
¿Amor no correspondido?
— Aproximadamente en dos semanas, sin embargo no se sabe si servirá en vosotros. Principalmente se solicito esta reunión para poder informar sobre el caso y poder...
— Preveer un daño. — respondió seriamente un austriaco, acomodando sus lentes.
— En todo caso, poco a poco se va a ir investigando, se les solicita tranquilidad. Las pastillas resultaron ser a una escala baja, efectivas. — comunico. — Por lo cual se puede ir retirando. Agradezco severamente el interés que se le ha puesto y en su medido, se solicita que se impidan relacionarse de forma romántica. Sólo por su seguridad.
....
Un peruano se hallaba caminando por la salida del lugar, con una expresión bastante deprimida algo muy raro en el, quien era animado o siempre reia al encontrarse con sus amigos en estas reuniones. Sin embargo, sentía unas innecesarias ganas de soltarse en lágrimas por lo que había oido; era muy sentimental: Cuando estaba feliz se encargaba de hacer saber a todos eso, cocinando, riendo o bailando; pero cuando esta triste simplemente sonríe sin ganas.
Lamentablemente, todos se hallan en su propio mundo por lo cual no se percataban del moreno. Fue que de repente su hermano, o así se decían debido al tiempo que pasaron juntos, lo sorprendió abrazandolo por el cuello.
— ¡Hermano! — mencionó bastante divertido, intentaba parecer que no le afectaba mucho esta situación.
— ¡Julio! ¿Como estas? — De sus labios, dedico un intento de sonrisa, tan solo una mueca a medias.
— Uh...¿Bien? — se le quedo mirando almas alto con extrañeza. — ¿que pasa bro?
Una tos de parte del de orbes dorados fue su respuesta, era menos intensa que la de la húngara, ya que la trataba de evitar, pero aún así pareciera como si se asfixiara. Poco a poco la mano que tapaba su boca, fue liberada revelando un pétalo bañando en sangre.
Gotas de líquido rojo habían manchado el rostro del más alto, unas líneas decoraban cada lado de sus labios y aquel pétalo reposaba en su mano.
—...No puede ser. ¡Miguel, dime que es una broma!
¿Porque lo sería?
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