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02 | Dama de Negro.

Actualización por pedido de una seguidora de la obra en NovelToon.

Comentarios + Estrellitas = Actualización.

Le dolía la cabeza y se removió quejándose al instante al sentir dolor en varias partes de su cuerpo, pero más en el abdomen.

Abrió lentamente sus ojos, sintiendo estos hinchados. Al tenerlos abiertos como podía, miró hacia arriba encontrándose con un techo diferente al que estaba acostumbrándose a ver cada día desde las últimas cinco semanas. Al darse cuenta de que el techo del hospital ahora parecía estar decorado en las esquinas con lo que parecían ser cables de luces neón, se asustó, por lo que trató de incorporarse sintiendo dolor al instante.

Estaba desnudo, solo en bóxer, y cubierto por un cálido cobertor, cosa que le alarmó aún más, pero lo calmó un poco notar que esa no parecía ser una de las habitaciones de aquel mugriento bar, aunque también le inquietó saber que tampoco se encontraba en el hospital.

Observó una vez más el espacio.

La cama era más grande que la del hospital y no había rastro de los equipos que denotan la vida, estos eran sustituidos por un tocador donde había varios accesorios y un enorme clóset a un lado que parecía ser otra habitación. También había unas enormes cortinas color negro a un lado, cubriendo toda una pared desde el techo hasta el suelo y por una rendija entre estas, se filtraban los opacos rayos de sol.

Del otro lado de la habitación, en la pared paralela, habían más cortinas iguales, pero él no podía ver qué había detrás de ellas y no le tomó mucho tiempo averiguarlo.

El sonido brusco de una puerta corrediza abriéndose detrás de las cortinas que observaba le asustó y trató de cubrirse más. Vio entrar a un hombre y tembló, pues éste vestía elegante y su cabello perfectamente peinado hacia atrás le mostró al joven, lo costoso que era cada prenda que usaba. El hombre le lanzó unas cosas sobre la cama y cruzó la habitación hacia las cortinas las cuales apartó con rudeza, los ojos del más joven dolieron por la claridad repentina.

Se volvió al chico y cruzó de brazos.

—Ponte de pie y alístate, te espero afuera, tienes 20 minutos y ya vas por 5.

Dicho aquello, se dirigió a la entrada para salir de la habitación y dio un portazo al deslizar con fuerza las puertas corredizas de detrás de aquellas cortinas. Sin entender nada, el chico se puso de pie y se dirigió a lo que parecía ser el baño que se encontraba al lado izquierdo de la cama.

En poco tiempo se alistó y se miró al espejo de cuerpo entero que había en una esquina incrustado en la pared a un costado de la puerta del baño.

Vestía un esmoquin de tres piezas color negro, trató de peinar su cabello hacia atrás, el cual permanecía húmedo aún, pero se volvió hacia adelante, necesitaría fijador para que se quedase detrás. Mientras peleaba contra su cabello, la puerta corrediza se abrió, dejando ver al mismo hombre con un semblante más enojado, que salió de entre las cortinas, miró su reloj y volvió a mirarlo.

—Estás retrasado por 43 segundos, a la señorita no le gusta esperar.

Se sentía el enojo en sus palabras además de su semblante y sus acciones.

—¿Señorita? ¿Dónde estoy? —se atrevió a preguntar.

—Un minuto —contó el hombre y apartó su mirada de su reloj para mirarlo—. Que no tenga que volver a hablarte —dicho aquello, salió de la habitación.

El chico lo siguió saliendo por entre las cortinas. Estaba en un segundo piso, frente a la habitación había una barandilla, miró hacia abajo encontrando muebles por lo que supuso que era el salón, miró al frente encontrando una hermosa vista del cielo y otros edificios a través de aquella pared cristalera.

«¿Estoy en un departamento?» Se preguntó él.

El hombre elegante había caminado por el pasillo hacia el lado derecho donde había unas escaleras, se detuvo y le dio una mirada que le dijo cuánto deseaba golpearlo, tragó y caminó hasta alcanzarlo.

Al llegar a la planta baja vio frente a las escaleras la cocina, que ocupaba mitad del espacio de la habitación, diría que la zona del baño. Al lado derecho, frente a la cocina, estaba el comedor y entre estas dos zonas estaba un espacio que era por donde se iba hacia la puerta de salida, camino que ahora mismo se encontraban siguiendo.

Notó varias cámaras en aquel lugar, y al salir había varios hombres vestidos de traje negro igual que él. Bajaron al sótano y había varias camionetas negras, el señor que le había estado apresurando se subió a una después de decirle que fuera en la de atrás y así fue.

Recorrieron las calles de Seúl y sintió nostalgia, debía ir al hospital de regreso, pero no podía permitir que ella lo viera en ese estado, su rostro tenía moretones, él no quería preocuparla. No pudo preguntar a dónde iban porque cuando iba a hacerlo la camioneta se detuvo frente a una tienda bastante lujosa.

Vio al hombre bajarse mientras se abotonaba el saco de su traje, ahora tenía unas gafas puestas que lo hacían ver más serio y profesional, este le tendió la mano a alguien, luego vio una mano cubierta por guantes negros y varios anillos tomar la mano que le ofrecía aquel hombre, seguido, vio bajar a una mujer que llevaba un sombrero negro gigante y una gabardina negra igual que le llegaba por debajo de sus rodillas, y calzaba unas botas de tacón alto que se escondían por debajo de la gabardina.

Dama de negro. Supongo que ella es la “señorita”.

Caminó hacia el recinto junto a aquel hombre que desde la puerta miró a través de sus lentes hacia la camioneta en la que se encontraba el chico, hizo una seña para que se bajase y, a pesar de que de afuera hacia adentro de la camioneta no se podía ver, el chico sintió como si ese hombre hubiese hecho contacto visual con él, pues miraba en su dirección exactamente, lo que le provocó que se estremeciera.

El muchacho bajó del auto y entró a aquel lugar, al que nunca imaginó poder entrar y se llegó a preguntar ¿qué hacía él aquí? Era una tienda que vendía trajes de bodas, tanto para mujeres como para hombres.

Vio a todas las empleadas en línea recibiendo a la mujer con una reverencia, una de ellas le hablaba a ella y le indicaba por dónde ir, otra le sacó la gabardina revelando que traía un vestido corto hasta mediados de sus muslos y que sus botas sobrepasaban sus rodillas, mostrando únicamente una fina parte de la piel de sus muslos. El chico se acercó al hombre que lo había despertado y le preguntó lo más bajo que pudo:

—Señor, ¿qué hago aquí? ¿Quiénes son ustedes? ¿Quién es...

La mujer miró por sobre el hombro y luego volvió su mirada a la mujer que tenía a su lado. Entonces, el chico la escuchó por primera vez.

—Llévanos a un lugar privado —ordenó y la mujer que le hablaba hizo reverencia y le indicó por dónde ir.

El hombre le dio un empujón al más joven, pasando por su lado y lo siguió cuando le dio la mirada más enojada que todas las miradas que le había dado en toda la mañana.

«Creo que estoy en problemas», pensó.

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