13. Un fin de semana en Sausalito y una amiga improvisada
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CHELSEA
Pego la oreja a la puerta del cuarto de baño y me aseguro de que Colton sigue afeitándose, el agua sigue corriendo y le escucho canturrear con la música de su móvil, así que me apresuro a sacar el paquete de mi mochila y miro a mi alrededor, no sé dónde esconderlo para que no lo encuentre por casualidad.
—No debería mirar en mi armario —reflexiono en voz baja.
Me subo a un taburete pequeño que uso para llegar al altillo y aparto una caja a un lado, coloco el paquete envuelto en cinta adhesiva gris atrás del todo y vuelvo a poner la caja delante. En ese momento, el agua deja de sonar, así que me bajo y trato de disimular cuando Colton sale y me mira.
—Ni que hubieses visto un fantasma —comenta cuando ve lo agitada que me encuentro.
—Lo tengo justo delante —espeto a la defensiva, él solo ríe y continúa preparando su bolsa de viaje.
Es sábado y en una hora nos vamos hacia Sausalito, el grupo de mi novio... de Boston, va a pasar allí el fin de semana y me han invitado, dice que me vendrá bien desconectar y relajarme. Lo único que necesito es dinero. Sí, suspendí el examen, así que no me ha quedado más remedio que volver a las andadas.
FLASHBACK
—Cervatillo —dijo Bóxer cuando me vio entrar en el despacho que tiene en la parte de atrás de la tienda de recambios de coche que usa como tapadera para su negocio—, sabía que no tardarías mucho. —Se levantó de su silla y se acercó con una sonrisa que me repugna. Como todo en él.
—No me pongas las cosas más difíciles, por favor, sabes a lo que he venido —hablé con seguridad, fingiendo la misma confianza que finjo siempre delante de él. Como si no le tuviese miedo.
—¿Y por qué no divertirnos un poco antes? —Deslizó la mano por mi trasero mientras su lengua recorrió los dientes inferiores, cuyos colmillos brillaron por el oro.
—No. —Di un paso atrás y borró la sonrisa.
—Sabes que podrías sacar diez veces más con tu cuerpo.
—No soy una puta.
—Es verdad, tú solo eres una traficante.
Sostuve su mirada sin titubear, siempre intenta ponerme a prueba, ver si me acobardo, pero desde que hice esto por primera vez, me juré a mí misma mostrarme valiente.
—¿Me lo das o no?
—Esto va como siempre —dijo mientras realizó una señal a uno de sus hombres, el cual abrió una caja fuerte y sacó el paquete que he escondido en mi armario—. Un kilito por veintiséis mil pavos. Métetelo, véndelo, haz lo que te salga del coño, pero quiero el dinero la semana que viene. Lo que saques de más, es para ti.
—Más el diez por ciento —aclaré como el resto de las veces, hizo una pausa de varios segundos en los que me dio tiempo a pensar en todo lo que podría hacerme aquí mismo si quisiese.
—Más el diez por ciento, cervatillo. —Asintió y volvió a dibujar la misma sonrisa de superioridad que adorna siempre su rostro.
—La semana que viene lo tendrás. —Metí el paquete en mi mochila y me di la vuelta para marcharme, pero otro de sus hombres me impidió el paso—. ¿Me dejas salir?
Miró a su jefe y este hizo una señal con la cabeza, el gigante dudó unos segundos y finalmente se hizo a un lado.
—Me la follaría en todas las posturas del puto Kamasutra. —Escuché el comentario de Bóxer cuando ya estaba en el pasillo, y empecé a correr por la incesante necesidad de alejarme de allí.
FIN DEL FLASHBACK
—La tierra llamando a Chelsea.
Doy un pequeño salto en el sitio cuando Colton susurra en mi oreja, me llevo la mano al pecho y trago saliva para no ahogarme.
—Perdona, no quería asustarte —dice borrando la sonrisa cuando se percata de mi expresión.
—No me has asustado. —Le doy la espalda y termino de meter un par de bikinis en la maleta porque, según me ha dicho Boston, la casa de John tiene una pequeña piscina interior y un jacuzzi.
—Mírame —pide, y él mismo me sostiene suavemente por la cintura para girarme y quedar justo frente a mí, alza mi barbilla y yo finjo indiferencia—. Sé que has suspendido el examen y que van a quitarte la beca, si necesitas dinero, yo...
—Menudo bocazas es tu amigo, eh —espeto soltándome y volviendo a darle la espalda para cerrar la maleta y ponerme la sudadera con cremallera.
—No te mosquees con él, está preocupado, Chelsea.
—No necesito nada, estoy bien. —Vuelvo a hacer uso de mi increíble dote de mentir, y cojo mi móvil y mis llaves—. Voy a dar un paseo, que Boston me escriba cuando estéis todos listos para marchar.
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Le dejo con la palabra en la boca y bajo por las escaleras para no tener que esperar el ascensor, me alejo por el campus caminando sobre el césped, y no me detengo hasta que llego a una zona apartada donde no suele venir nadie. Está bajo una especie de arco que cruza dos edificios en desuso, donde hace muchos años realizaban exposiciones y eventos, pero desde que construyeron el anfiteatro en la zona de las facultades, nadie ha vuelto a usar este lugar.
Me siento en el saliente de una de las fachadas con las piernas colgando, miro hacia el cielo y observo cómo las nubes amenazan con arruinarnos el tiempo este fin de semana. Meto la mano en el bolsillo de la sudadera y saco una bolsita transparente con varias pastillas en su interior. Jugueteo con ellas durante un rato y recuerdo lo bien que me hicieron sentir las pocas veces que las he tomado. No soy tonta, sé que el fentanilo es muy potente y que es altamente adictivo, pero hay ocasiones en las que siento como si tuviese un muro enorme encima que no deja de bajar y bajar, la opresión en el pecho no me deja respirar y siento un profundo miedo que solo se alivia tomando esta mierda. El hecho de que mi madre las tenga en casa junto a la oxicodona, el citalopram y demás mierdas, tampoco ayuda.
—¿Crees que es una buena idea?
La bolsita se me escurre entre los dedos por el susto y no me da tiempo a cogerla, Cassandra sale de no sé dónde y ella misma se agacha, la sostiene en su mano mientras la observa y después me la devuelve.
—No son mías —miento por trigésimo cuarta vez en lo que va de día.
—Vendes droga para Bóxer, ¿verdad? —Se sienta a mi lado y me mira, pero no percibo que me juzgue, es como si tratase de entender algo que no puedo explicar.
—No, y no sé a qué viene eso, ya he repetido mil veces que no conozco a ese tío de nada. —Me pongo en pie y vuelvo a guardar las pastillas en el bolsillo.
—No te equivoques conmigo, Chelsea —señala entonces sin cambiar un ápice su expresión—, yo no te conozco y tú no me conoces, pero sé ver cuándo una persona tiene problemas. Y tú los tienes. —Se encoge de hombros, saca un porro ya hecho del borde de su sujetador y un mechero—. Siempre es más fácil contarle las cosas a un desconocido.
—Ya, bueno, no tengo nada que contar.
—Vale, pero ten claro que este es el tipo de cosas que tarde o temprano te estallan en la cara. Y eso —dice señalando mi bolsillo—, nunca es la solución.
—¿Acaso eso sí lo es? —pregunto al mismo tiempo que señalo el porro.
—Tampoco. Yo también tengo problemas, aunque seguro que no tan graves como los tuyos, por eso sé identificar a las personas que los tienen. Bueno, por eso, y por otros muchos motivos que ahora no importan.
—Da igual porque no es mi caso, pero gracias por el consejo.
—Cuando lo necesites. —Asiente mientras se muerde los labios y yo me doy la vuelta para regresar a mi habitación.
El día no puede ir a peor.
•••
¡Holaaa! Hasta aquí el capítulo, ¿qué os ha parecido? ¿Os esperabais que Chelsea se ganase así la vida? ¿Alguien empatiza con ella?🥺 ¿Y qué os parece esta nueva "amistad" entre Cass y Chels?
Venga, 250 comentarios y 200 votos, y os subo la llegada a Sausalito y la primera noche...❤️🔥
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