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14: ¿Éxito o fracaso?

Liv no para de caminar de un lado a otro frustrada y muy pero que muy cabreada. A decir verdad, puede que me haya pasado un poco cancelando su reserva. Fue bastante fácil, solo tuve que convencer a Rachel para que me dijera donde pensaba llevarme. Desde luego, si hubiera sabido para que quería saberlo jamás me lo hubiera contado, pero joder tan solo quería que viera que preparar una cita no es tan sencillo como ella piensa y que pueden surgir contratiempos, tampoco era tan malo, pero ahora que la veo así, ojalá no haberlo hecho. Me siento fatal.

─ No pasa nada, este sitio está sobrevalorado ─ le digo para ver si así se relaja.

─ Me da igual, hice una reserva no pueden cancelarla por la cara y sin avisar. Menudo desastre de cita, lo siento.

─ No es un desastre. Mientras este contigo me da igual donde vayamos.

Dios mío que cursi ha sonado. Hasta yo me doy vergüenza ajena de mí mismo. Olivia me mira extrañada hasta que comienza a reírse y es que es de risa.

─ Voy a ignorar lo que has dicho.

─ Sí por favor, bórralo de tu mente ─ digo también riendo.

Cuando deja de reír se acerca muy seria hacia mí y mete la mano en el bolsillo de mi chaqueta para coger las llaves del coche.

─ Parece que tendré que improvisar sobre la marcha.

─ Miedo me das ─ confieso.

Vuelve a acercar la mano a mi otro bolsillo para sacar mi móvil lo cual me deja demasiado confundido ¿Qué estará planeando?

─ ¿Puedo hacer una llamada? ─ me pregunta.

─ Claro ─ afirmo con cierta desconfianza a la vez que lo desbloqueo para que pueda usarlo.

Con una sonrisa se aleja y hace su llamada de la cual no escucho ni una palabra. Rápidamente vuelve a mi lado y tira de mi hasta llegar al coche.

Esta vez no tengo ni la más mínima idea de hacia dónde vamos. Lleva un buen rato conduciendo y a pesar de todas mis insistencias para que me diga alguna pista permanece en silencio como una tumba. Tan solo me mira sonriente, pero sin pronunciar ni una palabra.

─ ¿Vas a estar sin hablar en todo el camino?

Más silencio.

─ Me pone nervioso que estés tan callada ─ pronuncio de nuevo.

─ Y a mí que no dejes de mirarme.

─ Lo siento, tu belleza me tiene hipnotizado.

─ Que gracioso.

─ Lo digo en serio, no es sarcasmo.

Me mira un segundo y en seguida se sonroja. No se le puede hacer ni un cumplido sin que se ponga roja. Adorable.

No tarda mucho en volver a envolvernos el silencio. Espero que cuando lleguemos a donde sea que vayamos hable más porque si no vaya aburrimiento de cita.

"A mí se me ocurren un par de cosas bastante entretenidas para las que no hace falta hablar"

─ ¿En qué estás pensando? ─ dice Liv distrayéndome de mis pensamientos.

─ En nada ─ contesto rápidamente.

─ Mejor no me lo digas, no quiero saberlo.

Menos mal, mejor que no sepa que estaba pensando en ella desnuda y en todo lo que le haría. Vale, estoy volviendo a desconcentrarme, esto no formaba parte del plan. Miraré por la ventana para distraerme.

Continúa conduciendo hasta llegar a un restaurante de comida rápida y se acerca a pedir. A los pocos minutos recibimos nuestro pedido y vuelve a acelerar. El camino que coge a continuación me deja confuso ya que es el mismo trayecto que hacía cada día para ir al club de hockey. Pero me deja más confundido aun cuando aparca en la puerta de la pista de hielo. ¿Qué planea?

─ ¿Qué hacemos aquí? ─ pregunto un poco brusco.

Un golpe en la ventana le impide contestar. Liv baja la ventanilla dejando ver a mi sonriente mejor amigo. Para esto quería mi móvil, claro, para llamar a Zack.

─ Hola parejita feliz ─ dice alegre a lo que respondo con un breve saludo con la mano ─. Aquí tienes las llaves reina. No ensuciéis, ni rompáis nada. Pasadlo bien.

Tan pronto como ha aparecido se larga. Liv evita mirarme manteniendo la vista al frente y yo le miro confuso esperando a que me dé una explicación.

─ ¿Por qué me has traído aquí Liv?

─ Ehh... pensé que sería divertido ─ me mira nerviosa ─ pero si no quieres podemos ir a otro sitio.

Lo pienso unos segundos. Venga, intento animarme. Ya es hora de que venza a mis demonios y, además, seguro que nos lo pasamos bien.

─ Vamos ─ anuncio abriendo la puerta.

A Liv se le ilumina la cara y solo por eso ya sé que ha merecido la pena decidir entrar. Camina tan alegremente como una niña pequeña por el contrario a mí me atormentan miles de recuerdos a cada paso. Intento centrarme en el presente y dejar de pensar. Es fácil hasta que abre la puerta y todos esos recuerdos vuelven paralizándome. Liv se da cuenta y me mira preocupada.

─ ¿Estás seguro de que quieres entrar? Podemos ir a otro sitio, no pasa nada.

Intento decir algo, pero tan solo asiento. No muy segura sostiene mi mano y me guía hacia el interior. Ese simple gesto me reconforta y me ayuda a olvidarme de todo. Venga, cambio de ship. Voy a centrarme en que sea la mejor cita de mi vida, mejor dicho, de nuestra vida.

─ ¿Te acuerdas de cuando te rompiste el pie por caerte de las gradas? ─ le recuerdo animándome.

─ Fue tu culpa, tú me tiraste ─ se queja.

─ No te tiré te caíste tu sola. No es mi culpa que seas tan torpe.

─ Fue tu culpa, a ti se te ocurrió que era buena idea hacer una carrera ahí arriba.

─ Y tu como siempre haces caso a mis estúpidas ideas ─ rio al recordar ese día ─ ¿repetimos?

─ Ni de coña. Venga vamos a por los patines.

─ ¡Si llego antes me das un beso! ─ anuncio corriendo hacia la sala donde guardan el material deportivo.

─ ¡Ajj, Aaron! ─ exclama, pero comienza a correr detrás mía.

El recuerdo de todas las veces que hemos corrido por estos pasillos me saca una sonrisa. El padre de Liv era mi entrenador por lo que pasaba muchísimas horas aquí aburrida esperando a que su padre terminase de trabajar. De vez en cuando dejaba que le ayudara con el entrenamiento e incluso algunas veces jugaba al hockey con nosotros, pero nunca quiso formar parte del equipo a pesar de que se lo ofrecieron.

Al entretenerme con mis pensamientos Liv casi me adelanta así que acelero el ritmo en el último segundo y consigo llegar antes que ella por muy poco.

─ Gané, te toca pagar tu deuda ─ le advierto.

─ De eso nada, eres un tramposo. No hago tratos con tramposos.

Saca las llaves del bolsillo y abre la puerta entrando antes que yo.

─ He entrado antes, gano yo ─ dice divertida.

Por cosas así pienso casarme con ella.

─ ¿Ahora quién es la tramposa? ─ la pico.

Niego con la cabeza, dejo la comida en uno de los bancos y me acerco a coger unos patines. Ella hace lo mismo y ambos salimos de vuelta a la pista. Nos ponemos los patines y entramos en ella. La sensación al volver a pisar el hielo después de tanto tiempo es extraña, pero recuerdo perfectamente como se patinaba. Es como montar en bici, nunca se olvida.

─ Hace mucho que no patinaba, lo echaba de menos ─ comenta Liv.

─ ¿Ya no vienes con tu padre?

─ Deje de venir cuando lo dejaste. No era lo mismo sin ti, era un aburrimiento.

Me sorprende la respuesta, pero no digo nada. Continuamos patinando, haciéndonos bromas y jugando como dos niños pequeños porque en el fondo cuando estoy con ella eso es lo que somos.

No tengo ni idea de cuánto tiempo ha pasado, puede que horas, pero aquí seguimos. Tan solo paramos diez minutos para comer y en seguida volvimos al hielo, hasta hemos asaltado el material de hockey y hemos improvisado un partido de uno contra uno en el que por cierto voy perdiendo.

─ ¿En serio Aaron? Tienes la puntería en el culo, ¡Estás a un metro de la portería! ─ se burla de mí.

─ He perdido practica ─ me defiendo.

─ Si de verdad quieres ese beso tendrás que ganarme ─ me reta pícaramente.

Eso capta mi atención. Me dejo de tonterías y empiezo a jugar de verdad dándole la vuelta al marcador.

─ Vale, me estabas dejando ganar ─ comenta molesta.

─ Puede ser.

Lanzo y marco otro punto haciendo que se moleste. Es tan mona cuando se enfada que me hace gracia. Corre hacia mí para quitarme el disco, pero del enfado se tropieza con el stick. Por suerte soy más rápido que ella y la sujeto de la cintura antes de que se caiga.

─ No iba a caerme, lo tenía controlado ─ dice nerviosa por la corta distancia a la que estamos.

─ No sé tú, pero yo ya me he hartado del hockey ¿Qué tal si pasamos al beso que me debes?

Su cara se ensombrece y puedo imaginar los miles de pensamientos que se le pasan por cabeza controlándose a sí misma. No entiendo por qué no se dejar llevar y ya está.

─ Espera, antes tengo que decirte algo ─ añade poniendo una mano en mi pecho alejándome.

Me sorprende su elección de palabras ya que no ha dicho que no, tan solo que espere. Interesante.

─ Vuelve al equipo, por favor ─ pronuncia segura haciendo contacto directo con mis ojos.

Me tenso inmediatamente. Todo lo que ha pasado esta noche no ha sido real, tan solo ha estado manipulándome todo el tiempo. Soy gilipollas. ¿Cómo no he visto todas las señales?

Salgo de la pista tan rápido como puedo. Dice algo a mis espaldas, pero la ignoro. No tengo ganas ni tiempo de seguir escuchándola.

─ Aaron por favor no te enfades conmigo ─ oigo que dice cuando me alcanza.

─ ¿Qué no me enfade? ─ respondo incrédulo ─ Llevas manipulándome toda la maldita noche.

─ No es verdad.

─ ¿Ah no? Entonces dime, ¿para qué me has traído aquí? ─ no responde tan solo se muerde el labio, gesto que hace solo cuando está mintiendo ─ No hace falta que contestes, con eso ya me lo has dejado claro.

─ Es que no lo entiendo. Te encanta ¿no lo echas de menos?

─ Claro que sí, todos los días.

─ ¿Y por qué no quieres volver?

─ No es que no quiera es que no puedo ─ confieso.

─ ¿Por qué no puedes?

─ Por qué no, Liv. Déjalo ya.

Me quito los patines de un tirón y tan pronto como me pongo los zapatos salgo en dirección al coche. Liv vuelve a detenerme de un tirón haciendo que quedemos cara a cara. Mi pecho sube y baja agitadamente de la irritación. No puedo callarme más y suelto lo que lleva atormentándome durante tanto tiempo.

─ Mi padre se fue por mi culpa ─ confieso dejándome caer en uno de los bancos.

Liv me mira sorprendida y en silencio se sienta a mi lado para escuchar toda la historia.

─ Como sabes, mi padre se marchó hace algo más de un año ─ asiente y sostiene mi mano ayudándome a continuar ─. El último partido que jugué era el día más importante de la temporada. Iban a venir a vernos ojeadores de algunos de los clubs más importantes a nivel nacional y tenía que conseguir sea como sea una beca. Me daba igual a qué precio ─ hago énfasis en lo último ─. Mi padre era muy exigente conmigo, a veces incluso demasiado. Tenía tanta presión encima que empecé a volverme loco, tenía ansiedad, pesadillas cada noche... Era insufrible, pero todo empeoró cuando jugué ese partido y perdimos porque no estaba centrado.

─ Estuve en ese partido y no fue tu culpa. Es un deporte en equipo todos tenéis la misma responsabilidad.

─ Pues mi padre no lo ve así, ni yo tampoco.

─ Aun así, no tiene que enfadarse tanto como para irse.

─ No se enfadó por eso, sino por lo que vino después ─ sus ojos se ensanchan asustada ─. El día anterior al partido estaba tan histérico y desesperado que hice una estupidez.

─ ¿Qué hiciste?

─ Comprar droga para usarla en el partido.

Se queda en shock y tarda unos segundos en reaccionar.

─ ¿¡Que hiciste que!? ─ inmediatamente se levanta y me mira asombrada ─ ¿A quién se lo compraste? ─ sabía que me haría esta pregunta.

─ ¿No puedes averiguarlo?

─ A Noah ─ responde segura a lo que yo asiento.

─ No sé ni lo que me dio pero que sepas que no llegué a usarlo.

─ Menos mal, pero aun así te pillaron ¿no?

─ Espérate, no te adelantes ─ se vuelve a sentar en el banco y me escucha ─. Estaba tan enfadado por no haber conseguido esa beca para poder demostrarle a mi padre que era capaz y que estuviera orgulloso de mi que la ira me cegó. Estaba todo el día insoportable y de mal humor, pagaba mi frustración con todo el mundo, sobre todo con él. Estaba tan enfadado conmigo y tan decepcionado que tiro toda mi equitación y me prohibió volver a jugar. Ahí fue cuando encontró la bolsa y estaba medio vacía, pero te juro que no probé nada. Tú y yo sabemos quién lo hizo pero no dije nada y cargué con la culpa ─ desvía la mirada ─. Tuvimos un discusión en la que se acabó involucrando toda la familia. En un arrebato entré en su despacho cuando no estaba y destrocé todo su trabajo porque sabía que era lo que más le importaba, incluso más que nosotros y quería que sintiera lo mismo que yo en ese momento. Fue infantil, lo sé. Después de ese día no le he vuelto a ver. Sigue viéndose con mi madre y ambos siguen juntos, pero no ha vuelto a casa porque no quiere verme. Alex me odia por haber destrozado a nuestra familia de esa forma.

Su silencio me incomoda. Necesito que diga algo, lo que sea.

─ ¿Te arrepientes? ─ pronuncia suavemente.

─ Más que nada en el mundo. Mi padre siempre ha sido un capullo conmigo, pero sigue siendo mi padre y le echo de menos.

Las lágrimas se escurren por mis mejillas. No recuerdo cuando fue la última vez que llore, pero debería hacerlo más seguido, calma bastante o a lo mejor son las carias de Liv lo que me calma. No tengo ni idea.

─ Escúchame bien ─ dice sujetándome las mejillas obligándome a mirarla ─ no tienes que abandonar tu pasión por haber cometido un error.

─ No lo dejé por eso sino porque era tóxico para mi

─ Lo sé, pero por la presión que tú y tu padre os poníais. ¿No crees que estaría bien que vuelvas a jugar solo por diversión, sin pensar en ganar y chorradas de esas? Sé lo feliz que eres en el hielo, hoy mismo lo he visto.

─ No es lo mismo, eso ha sido porque estabas tú.

─ Y seguiré estando aquí. Te acompañaré siempre que me necesites.

─ ¿Pero y si vuelve a cegarme el éxito? ─ pregunto asustado.

─ Ya me encargaré yo misma de pegarte una hostia y traerte a la realidad.

Sus palabras me hacen sonreír.

─ No lo sé, Liv. Son demasiadas cosas.

─ Se que puedes hacerlo, demuéstrate a ti mismo de lo que eres capaz de hacer ─ aparece la sonrisa más preciosa y sincera que me ha dedicado nunca y mi corazón da un vuelco y palpita como loco.

─ Gracias, Livy ─ beso la palma de su mano y la abrazo lo más fuerte que puedo ─. Tienes razón.

Jugar al hockey es lo que más me gusta hacer del mundo y no hay día en el que no sueñe con volver. Tengo que darle las gracias por hacerme ver todo esto y darme la fuerza que me faltaba. Durante todo este tiempo nos hemos estado engañando a nosotros mismos pensando que podemos ser solo amigos. Corrijo, me he engañado a mí mismo, pero la verdad es que la necesito más de lo que pensaba y no puedo seguir conformándome solo con su amistad. Tengo más sentimientos por ella de los que pensaba.

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Buenos días. ¿Qué tal todo por ahí?

Parece que la no cita no ha ido tan mal y por fin se ha descubierto lo que pasó con el hockey ¿que os ha parecido? ¿Os lo imaginabais?

El siguiente capítulo aún no lo he terminado de escribir pero solo aviso de que tiene pinta de que van a pasar mil cosas.

Nos vemos pronto 🤍😊

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