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Capítulo 6

Las luces aparecen en el horizonte alumbrando la bahía de Gotham en aquella oscura noche. Bruce no recuerda la última vez que asistió a un evento como ese y no está seguro si la idea le acaba de gustar. Mientras rememora citas anteriores, su mano se mueve para acomodar la corbata, aunque recuerda que no se puso ninguna y lo achaca solo a un movimiento involuntario que hace siempre que está a punto de bajarse del auto. Está por decirle a Alfred que no se detenga y de la vuelta a la mansión, pero sabe que esa petición no será escuchada.

—Lo único que no logro entender... —Mira a su izquierda. Diana parece más emocionado que él por la cita. —¿Por qué tenías que venir tú?

—Apoyo moral. —La alfa se gira con una sonrisa. Incluso se ha maquillado, se ha puesto ropa elegante que no le pega nada al escenario del circo y huele a ese perfume que solo se pone cuando ve a ese omega de las fuerzas armadas, ¿Cómo era que se llamaba? Steven, Stivi o algo así. —Y evitar que te bajes del auto antes de llegar.

Bruce se ríe. —Juro que no volveré a hacer algo así.

—Siempre juras en vano cuando de locuras se trata.

El auto se detiene frente a la entrada del circo. Hay más ruido del que cree que puede soportar, más luces parpadeando de las que imaginó y huele a azúcar, sal de la bahía, gasolina y comida chatarra barata grasienta que Alfred jamás le daría permiso de probar. Dos toquecitos en la ventana le hacen girar, Clark está allí con una sonrisita mientras hace «Tap,tap» sobre el vidrio para llamar su atención. Bruce le sonríe de vuelta y aprieta sus manos en el pantalón de tela fina para liberar emoción. Diana interrumpe su momento, inclinándose delante de él para abrir la ventanilla y hablarle a Clark.

—Por favor, no lo regreses antes de media noche. —Bruce tiene ganas de decirle algo, pero cuando menos lo espera, Diana está abriendo la puerta y empujándolo a la calle.

Se quedan allí parados con el ruido zumbando de fondo y los olores de emoción de cada uno mezclándose con el resto del circo aún cuando Alfred y Diana se fueron hace un buen par de minutos. Bruce tiene la sensación de que es la primera vez que ve a Clark, pero, a la vez, le parece que jamás lo ha visto tan hermoso como antes: Tiene el cabello bien peinado, aunque con ese rizo rebelde que siempre cae sobre su frente, la camisa es enteramente blanca y el pantalón informal le queda bien, está seguro de que aunque se pusiera una bolsa de patatas se vería igual de bien. Y las gafas son nuevas, tienen el marco más cuadrado que las que suele ponerse y el azul es más clarito que el que normalmente usa.

Un «Hola» todo soso y avergonzado sale de ambos a la vez y se ríen estúpidamente. Bruce puede sentir a Diana rodar los ojos por lo idiota que ha de verse, pero no le importa para nada.

—¿Entramos?

Es Clark quien le extiende la mano y Bruce la toma. Espera que su aroma por dicha tontería que han hecho no lo haga quedar en ridículo, pero intenta no pensar en ello mientras se adentran en la selva de colores, ruido y luces.

—¿Sabes? No vengo a una desde que era un niño —dice Clark. Parece feliz en medio del lugar.

—La verdad nunca vine a una de estas.

—¿Cómo que no? —Clark lo suelta de la mano y pone su mejor pose de indignación. —¡Deshonor! ¡Deshonor sobre tu mayordomo! ¡Deshonor sobre tu vaca!

—¿Qué? —Arruga el entrecejo. A veces le cuesta entender a Clark.

—Doble deshonor por no entender referencias. Es una... No importa. —Lo vuelven a tomar de la mano y, esta vez, se ve siendo arrastrado por el omega rápidamente. —Vas a tener que hacer en toda la noche lo que no has hecho en toda la vida.

No tenía la menor idea de que una feria de circo era tan difícil: Jugar a dar al blanco por un peluche que bien podría comprar en una tienda y no ganarlo, igualmente, jugar al bingo y ver cómo Clark ganaba dos veces, pescar patos de goma por un pez dorado que no se iba a llevar, aunque podría ser un amiguito nuevo para Arthur y...

—¡No voy a probar eso! —Clark tenía una bola de algodón de azúcar azul celeste en la mano, lo estaba empujando hacia su cara, pero no pensaba comer azúcar de dudosa procedencia y hecho en la calle así por así. La hamburguesa había sido un sacrifico por respeto a Clark.

—Pero no puedes venir al circo sin probar una.

—Parece insalubre.

—¡Ah! ¡Dishunor! —alguien habló, pero no fue Clark. No solo porque la palabra estaba mal dicha y un poco forzada en un acento extranjero, sino porque venía de una vocecilla infantil. Ambos miraron a su lado, había un niño pequeño, un cachorro, como de unos ocho años, vestido con muchos colores chillones que parecían sacados de algún espectáculo (lo cual no era raro, teniendo en cuenta que estaban en el circo). —¿Deshinor? ¿Desnihor?

—Creo que la palabra que buscas es «Deshonor» —habló Clark. El niño les sonrió y volvió a repetir la palabra. —¿Quieres? —El omega le extendió la bola de algodón de azúcar y el pequeño le dio una mordida, pero sin recibirlo. Más bien parecía que quería ser alimentado.

—¿De dónde has salido? —esta vez fue Bruce el que habló, inclinándose un poco como Clark para estar a la altura del niño.

—Zitka —respondió con simpleza. Se puso en puntas y le dio otro mordisco al algodón de Clark. —¿Quieres ver Zitka?

—¿Qué es Zitka?

Bruce no necesitó respuesta. El niño, después de robarle medio algodón de azúcar a Clark, los agarró a ambos de la mano y empezó a tirar de ellos. Casi que por un momento pensó que habría sido muy fácil secuestrarlos, porque ninguno se opuso a seguirlo hasta la periferia del circo donde estaban las caravanas, pero tampoco es que pudiera desconfiar de un cachorro tan adorable.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Clark. Ah, claro, estaban siguiendo a un niño sin saber si quiera su nombre.

—Dick, soy Dick.

El niño se detuvo abruptamente cerca de un establo cerrado. Señaló con insistencia una de los grandes contenedores repitiendo «Zitka» alegremente tantas veces que Bruce creía que jamás olvidaría la palabra. No fue hasta que el elefante barritó e hizo que ambos retrocedieran ante el estruendoso sonido del animal.

—Vale. Ya sé qué es un Zitka.

El pequeño Dick comenzó a reír, levantando las manos y volviendo a gritar el nombre del elefante como si fuera eso lo más divertido del mundo. De pronto, el cachorro comenzó a saltar alrededor de ellos, Bruce comenzó a girar en su sitio siguiendo los movimientos de Dick a la vez que el niño cambiaba de palabra por lo que parecía ser una petición de que lo tomara en brazos. Así lo hizo cuando pudo detener sus brincos, lo levantó suavemente del suelo, mientras que el niño se retorcía con intención de hacer maromas.

—¿Dónde has dejado a tus padres?— Dick le sonrió con energía, puso sus manos frías sobre los cachetes de Bruce murmurando «sandwich» y haciendo reír a Clark. Olía a azúcar con canela, el aroma de sus padres, lo más seguro; los cachorros solo olían a leche y a nada.

—Parece que es de aquí del circo —habló Clark. —Tal vez alguien de aquí sepa dónde están.

Dick asintió con fuerza. Siguiendo esa corazonada, Bruce y Clark se despidieron de Zitka, quien volvió a retumbar en sonidos, después, se pudo ver al alfa y al omega, llevando al pequeño cachorro tomados de la mano, uno a cada lado, haciéndolo brincar y sobrevolar los charcos que habían en el camino, hasta llegar de nuevo al centro de las luces y la música. Como el niño los dirigió hacia la gran carpa por la parte de los vestuarios, ambos mayores decidieron seguirlo.

—¿Seguro que es por aquí? —preguntó Bruce. Clark se encogió de hombros, pero como Dick se soltó y corrió dentro, ambos asumieron que estaban en lo correcto.

Bruce entró por detrás, iba a asegurarse de que el pequeño encontrara realmente a sus padres, pero lo que encontró fue una pelea entre un hombre mayor que parecía ser el padre de Dick, a juzgar por el traje igual al del niño, y un hombre cuyo rostro tenía la sensación de haber visto muchas veces en aquellas fiestas del bajo mundo que frecuentó en su azarosa juventud.

—Vas a arrepentirte de esto, Grayson.

El hombre amenazó, Bruce se hizo por delante de Clark cuando el hombre pasó por su lado echando furia y lo empujó con el hombro. Bruce iba a decirle algo, pero la mano del omega haciendo que retrocediera para evitar una pelea lo hizo callar y simplemente dejó que salieran.

—¿Necesitas que llame a la policía? —preguntó Bruce. El que parecía ser el señor Grayson negó. El pequeño Dick ya estaba por detrás refugiado en los brazos de quien debía ser su madre. —Estaba merodeando por ahí, solo vinimos para asegurarnos de que estuviera en manos seguras.

—Ah, gracias. Siempre se escapa, aunque siempre regresa de alguna manera. —El hombre, alfa, extendió su mano y Bruce la tomó. —Soy John Grayson, esta es Mary, mi esposa —La omega asintió acercándose y agradeciendo también por regresarle al pequeño sano y salvo. — Supongo que ya conoces a Dick.

—¡Los Grayson voladores! —Clark saltó desde detrás de Bruce, presentándose también. —Vinimos al show de esta noche.

—Entonces daremos lo mejor esta noche —dijo Mary con una sonrisa que se parecía mucho a la de Dick. El pequeño cachorro también ha de haber querido meterse en la conversa porque empezó a hablar, más de lo que ya había hecho, en un idioma que ninguno de los otros dos conocía. —A Dick aún le cuesta un poco el inglés, pero avanza rápido.

—Ya lo creo.

—¿Está bien si nos tomamos una foto? —preguntó Clark. —Para el recuerdo.

Así lo hicieron, hablaron solo un poco más y luego la familia se disculpó para ir arreglarse para el show.

.

.

Finalmente, después de ser estafados unas cinco veces antes de que Clark evitara que siguiera perdiendo en el dichoso juego, se acercaron a la carpa para el show que estaba a punto de comenzar.

—¡Lo olvidaba! Coge asientos, iré por algo y volveré.

Clark se burló de la cara de confusión de Bruce, pero fue mucho más rápido corriendo y desapareciendo en la multitud ¡Palomitas! ¡No podían ir a un show de circo sin palomitas! Compró dos botes, de los grandes, unas normales con más mantequilla que palomitas y otra de colores con mucho azúcar porque no estaba seguro cuales les gustaba a Bruce, aunque casi que podía adivinarlo.

Se giró, con un bote de palomitas en cada brazo, y cuando dio la vuelta, se chocó con una mujer mayor. Uno de los botes cayó al suelo, la anciana se quedó mirándolo y, de repente, se echó hacia atrás con los ojos en blanco, su mano agarró la de Clark con fuerza, demasiada teniendo en cuenta sus habilidades especiales, y se quedó como una estatua mirando a la mujer.

—Hijo de Krypton. —Una voz de ultratumba salió de la anciana, Clark intentó zafarse del agarre, pero ella lo sostuvo allí. —Tienes que matarlo.

—¿Doctor Destino? —Su miedo disminuyó ante la idea, se inclinó hacia la mujer.

—¡Tienes que matarlo! ¡Mátalo o pondrá en peligro todo! —Repitió.

—¿A quién?

—¡Al de las flores! ¡Mata al de las flores!

—¿No puedes ser más específico?

La mujer lo soltó, comenzó a toser con fuerza y luego levantó la vista para ver a Clark. —Oh, querido, lo siento mucho. —Lo tomó de la mano. —Tienes que perdonar a esta vieja anciana, pero te leeré la mano gratis como disculpa, ¿qué dices?

El omega retiró su mano, negó. —Tranquila, igual no creo que mi cita haya querido palomitas de colores.

Para cuando entró en la carpa, el vaticinio seguía sin salir de su cabeza. Buscó a Bruce con su mirada hasta encontrarlo en lo alto de las escaleras guardándole un sitio y se sentó a su lado.

—¿Tanto tardaba comprar palomitas?

—Uh, no. Tengo que decirte algo sobre...

Las luces se apagaron, el ruido de tambores, trompetas y la voz de Haly dando comienzo al show se robó la atención de Bruce en ese momento. Clark dudó entre decirle ahora o después y, como realmente quería seguir disfrutando de ese momento, simplemente empujó sus preocupaciones al fondo de su mente; ya podría decirlo luego y solo seguir viviendo su momento.

—Oh, mira. —Los elefantes habían terminado su paseo por la pista, Haly hablaba a gritos sobre los Grayson y su osado espectáculo de saltar sin red por los aires. Sin embargo, Bruce y Clark estaban más entretenidos mirando al pequeño Dick, también en lo alto con sus padres, vestido con esos colores brillantes y purpurina por la cara. —Es como un pajarito rebosado en escarcha.

Clark se burló. Ver a Bruce con un niño le hizo recordar a su recurrente sueño. El deseo de querer que quien tomaba su mano en esa visión fuera Bruce, se apoderó de él.

—¿Crees que podamos robarlo?

—No creo que sus padres te dejen. —Clark lo miró. Imaginar al alfa robando un bebé tenía cierta gracia. —¿Alguna vez has pensado en tener bebés?

Bruce lo miró al tiempo que el show empezó, pero Clark siguió mirando a Bruce y el alfa tampoco prestó atención a las acrobacias que habían iniciado al fondo, en cambio, se inclinó hacia Clark, quien atrapó su aroma a nerviosismo y emoción. —¿Por qué? ¿Quieres uno?

—Si prometes no robarlo... —contestó, siendo intensamente consciente de lo cerca que estaban.

Había besado a un puñado de personas en su vida, pero jamás lo había deseado tanto como en ese maldito momento; se inclinó, dudando de si ese era un buen momento para intentarlo. Es decir, habían tenido una larga cita, Bruce intentó ganarle un oso derrengado en el tiro al blanco, se tomaron de la mano, comieron algodón de azúcar y una hamburguesa de salubridad dudosa ¡Le estaba ayudando a cumplir una maldita misión sin pies ni cabeza! Sin contar con que durmieron en ese hotel horroroso en una habitación matrimonial que no tenía nada de matrimonio ¿Era justo besarlo? ¡¿Lo era?! Ojalá fuera Bruce quien le ayudará a salvar su raza, repoblaría el planeta entero sin chistar si Doctor Destino le decía que Bruce lo ayudaría.

Lo besó, echando todo a suerte porque así funcionaba la vida a veces.

Los labios le picaron, olvidó completamente cómo era que se hacía, solo sentía la calidez de Bruce y el sentimiento de felicidad arrastrándose entre ellos en un aroma que no podría describir ni aunque lo intentara. Sus manos estaban agarradas, así como cuando molestaban en la mesita del té por las tardes, pero esta vez parecían más seguras de la manera en cómo se tomaban. Y, entonces, el olor del pánico lo llenó todo. Ambos se vieron obligados a separarse para mirar al centro del espectáculo: Allí, el escenario tenía la arena pintada de carmesí y había adornado su centro con los cuerpos de los Grayson. Clark no los vio, su primer instinto fue levantar su vista arriba hacia el pequeño cachorro que seguía en la plataforma, gritando, estirando su mano hacia abajo como si con eso pudiera alcanzar a alguien.

.

.

Bruce está abrazando a Dick. Hay una manta sobre los hombros del cachorro, pero Clark no cree que eso quite el frío que debe sentir ahora, incluso él tiene frío. La madrugada en Gotham cerca de la bahía no es su lugar favorito en el mundo, se da cuenta, mucho menos cuando el cielo ha empezado a llorar de esa manera tan intensa.

—Lo mejor es ir a comisaría. —Gordon, el policía que Clark acaba de conocer, habla despacio a su lado. Dick no parece dispuesto a irse con nadie ni a dejarse tocar por alguien que no sea Bruce, Clark lo sabe por la forma en que se aferra al alfa como si pudiese hacer algo para arreglarlo todo.

Ojalá hubiese alguien que pudiera arreglarlo todo, que pudiera evitarlo todo. Alguien que pudiera volar, tuviera una velocidad sobre humana y no se distrajera en los momentos importantes solo por besar a alguien.

—¿Puede quedarse esta noche con nosotros? —pregunta Bruce y a Clark no le sorprende esa sugerencia. Él la hubiera hecho de todas maneras.

Gordon se encoge de hombros. —Supongo que podemos arreglarlo.

Bruce mira a Clark como pidiendo disculpas y Clark asiente.

Para cuando Alfred llega en la limosina y los tres están apiñados en la parte de atrás, Bruce sigue abrazando a Dick que no había parado de llorar. Clark aún no sabe a dónde mirar, ni siquiera está seguro de querer mirar a algún lado. Decide fijar su vista en la ventana atormentada por las gotas de lluvia y se da cuenta de una ironía cínica y retorcida: Ojalá esa noche hubieran hecho un niño y no hubieran tenido que robárselo. 

✨✨✨✨✨Mi Headcanon es que Dick no aprende inglés hasta después de ser adoptado, porque su lengua materna era la de su etnia. Me debatí mucho por dejar o no a Dick con su familia, pero luego vi que era clave para la trama, así que lo hacemos sufrir por el bien de la historia.

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