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Capítulo 1

Se despertó con el sudor recorriendo su frente, el corazón latiendo desbocado y un sabor de boca amargo de esos que dejan los sucesos trágicos. No fue hasta la segunda respiración profunda que fue consciente de que estaba en su despacho y no en un planeta lejano y baldío a punto de ser borrado del universo. Se dejó caer en la silla, más si era posible; hacía algún tiempo que las pesadillas no lo atormentaban, hasta pensó por un tiempo que se habían ido por fin, pero había cantado victoria demasiado pronto: Siempre regresaban y, ahora, más intensas que antes.

Cerró los ojos un momento, así, hasta el suceso de imágenes no parecía tan aterrador; incluso podría jurar que era una película bastante buena. Un planeta azotado por la sobreexplotación de recursos, una explosión acompañado por una estrella fugaz que aparecía de la nada y, después, sentado pacíficamente en el porche de su casa del lago se presentaba aquel dorado y etéreo ser para decirle de manera profética que el señor Destino tenía un mensaje para él: Encontrar al último hijo de Krypton y ayudarlo a salvar su casi extinta raza ¡Pues tenía gracia! empezando porque no tenía la más mínima idea de qué carajos era un Krypton o dónde estaba o qué hacía.

-¿Se encuentra bien, amo Bruce?

Alfred puso una taza de té frente a él. Bruce la tomó y dio un sorbo sintiendo que el líquido caliente le ayudaba a volver a su realidad. -Una pesadilla.

-¿De nuevo? ¿No se han vuelto muy recurrentes en estos últimos días? -El viejo omega puso un mano sobre su hombro; la compañía de Alfred era reconfortante, le hacía sentir que todo marchaba bien o que, al menos, había una solución para cualquier problema que se le pusiera delante. -¿Tal vez debería volver a llamar a ...?

-¡No! Está bien, Alfred. Desaparecerán, siempre lo hacen.

No era la primera vez que se presentaban y, por alguna razón sentía que no era la última. De pronto las pesadillas lo azotaban insistentemente y, de la nada, volvía a tener sueños tranquilos y olvidaba el asunto. Aunque, tenía que admitir que había intentado seguir el juego de su perturbada mente, sobre todo porque Diana había dicho algo sobre el poder de los sueños, los hados y a saber qué más cosas antiguas sobre profecías y leyendas; era lo que tenía ser historiadora: Una mente volátil, soñadora y creyente. Sin embargo, en ningún documento, libro, archivo o historia se hablaba de ningún krypton; no había encontrado en ningún alfabeto conocido runa o símbolo parecido a las que recordaba de sus sueños. Ni siquiera la Nasa tenía información sobre tal cosa (Y nunca admitiría que los había hackeado). Lo único que su planeta tenía era experimentos extraños, gente buscando tesoros antiguos malditos, minerales radioactivos gracias a otros experimentos y leyendas urbanas sin sentido ¿Qué era krypton en todo eso? Solo un sueño.

-¿Está seguro? No sé si sea buena idea que asista a la gala de esta noche en esas condiciones.
-Oh, Alfred. Estoy bien.
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-Definitivamente no estás bien.

Bruce se dio la vuelta. La gala estaba abarrotada de gente, hombres todos en trajes oscuros y mujeres en vestidos despampanantes con sonrisas que cegarían al mismísimo foco de la cámara. Aún así, Diana siempre sabía como destacar entre tanta perfección; su belleza no podía confundirse con las caras ordinarias de la alta sociedad ni aunque llevaran diamantes pegados a la cara, tampoco su sonrisa tenía nada que envidiar a las de las revistas, tenía lo justo de picardía y lo suficiente de comprensión, además, sus ojos siempre tenían ese toque de ironía y de ingenio que lo hacía sentir en una competencia continua por tener la mejor frase al final de cada discusión.

-Diana... -Le sonrió a la alfa. Hoy olía especialmente a ella misma, ese aroma de pólvora a punto de estallar le hizo arrugar la nariz. -Le dije a Alfred que no era necesario.

-¿Disculpa? -Diana se llevó una mano al pecho, mirándolo con indignación. -¿Así es como piensas saludarme?

Bruce rodó los ojos, pero se acercó a ella solo para darle un beso y tener un momento de confusión porque Diana siempre saludaba como una buena europea dando dos besos e incluso más. La alfa soltó una risa ante la confusión.

-Se preocupa por ti, debes entenderlo.

-En serio, no necesitamos preocuparnos por esto. -Su alfa interior se sentía un poco abrumado y acorralado ante tantos cuidados por algo sin importancia como un sueño recurrente.

-Tienes que dejar de huir de ello.

-¡No estoy huyendo! Solo los estoy ignorando. -Miró a otro lado de la fiesta. Había demasiada gente cerca, pero eso no evitó que soltara el suspiro de hastío que tenía dentro. -No es nada del otro mundo. -No miró a Diana, sabía que sí la veía directamente a los ojos iba a darle la razón. -Es solo un sueño.

-No te imaginas lo poderosos que pueden ser, Bruce.

-Ajá. ¿Y qué pasa con aquella vez que soñé con un dinosaurio gigante en una cueva? ¿También será real eso? -Hizo un movimiento con su mano, restándole importancia. -Porque, por supuesto, que hay una cueva debajo de mi casa con todo un arsenal de armas solo porque lo soñé. -Tuvo que reírse por el recuerdo de eso. - No necesitamos preocuparnos por esta pesadilla sin importancia.

-Bruce, te digo que...

Un hombre los interrumpió, empezó a hablarle a Diana sobre quién sabe qué excavación en Egipto hace dos años. La alfa, siempre tan educada, se detuvo a contestar su saludo y Bruce vio su momento oportuno para escabullirse del inminente sermón sobre por qué no debía quitarle importancia a esas cosas y cómo estas podían ser profecías porque los antiguos oráculos de una civilización extinta así lo creían. Necesitaba salir de allí, un poco de agua en la cara y escapar de esa fiesta a la que no sabía en qué momento decidió ir. Así que, sin que Diana lo viera, comenzó a escabullirse entre la gente, sin dejar de mirar atrás, solo para asegurarse de que la alfa no lo estuviera viendo.

Chocó con un muro.

-¡Lo siento!

Al menos, no fue un muro de verdad o hubiera sido suficientemente vergonzoso y, estaba casi seguro, que una noticia de los tabloides: Bruce Wayne choca con un muro en la fiesta del mes ¡Por todos los cielos! Aunque, su línea de pensamiento se detuvo cuando se percató del omega frente a él: un poco más alto, el semblante cincelado a la perfección, adorable si tenía que decirlo, con el pelo negro y las gafas desacomodadas por el impacto que cubrían unos ojos azules profundo. La figura del omega más hermoso que había visto en su vida estaba sobresaliendo en la escena mientras papeles volaban a su alrededor en cámara lenta, como que si estuviese en una película cursi. Y olía a hierba recién cortada, su olfato de alfa superior lo registró y lo catalogó como su nuevo olor favorito. Así, apenas registró la disculpa cuando lo vio agacharse por sus carpetas y cosas que Bruce había tirado por su descuido.

-Oh, no, déjame...

Se agachó, solo para tomar la libreta caída y arrastrarla por la punta. Había quedado abierta cuando cayó, con las páginas al descubierto y los garabatos y anotaciones a la vista. Garabatos que parecían runas antiguas, más bien, símbolos... de esos que conocía demasiado bien y que aparecían en su sueño. Bruce frunció el ceño confundido mientras su vista pasaba rápidamente por la hoja que tenía delante. Abajo, en la esquina inferior derecha, escrito varias veces una sobre otro, «Krypton». Se quedó mirando las notas sin moverse, congelado en el tiempo, hasta que el chico le arrebató la libreta rápidamente y amontonó un varios folios de papeles arrugados encima de forma nerviosa, en un claro movimiento para evitar que siguiera viendo.

-Lo siento mucho ¡No estaba viendo por dónde iba! -El omega apretó los papeles como pudo, haciendo un montón irregular contra su pecho de dónde sobresalían hojas y de más. Levantó la vista, mirando finalmente al alfa con quien había chocado. -¡Pero si eres Bruce Wayne! Quiero decir... Es un placer conocerlo, Sr. Wayne, lamento mucho haber chocado con usted.

-¿Nos conocemos?

Sus ojos seguían fijos en la libreta. Intentaba adivinar si lo que había leído había sido correcto o solo era parte de uno de esos espejismos oníricos. Finalmente, levantó la vista también, clavando su mirada en los del omega desconocido. No recordaba haberlo visto nunca, aunque muchas personas lo conocían a él; la sensación de ser una figura pública de la que todos sabían, pero sin que él supiera de sus admiradores le pesó en ese momento.

-Uh, bueno, no. -El omega extendió su mano, manteniendo firmemente los papeles apretados contra sí con la otra mano, como que si en un descuido fueran a caerse de nuevo. -Soy Clark Kent, Daily Planet. He leído algo sobre ti, mi compañera suele escribir sobre ti en el periódico.

Eso tenía sentido, pero no solo el que supiera quién era, sino también que tuviera información de cosas que nadie conocía ¡Tal vez Clark sabía algo! Si era un reportero de investigación y había encontrado una pista, tal vez tenía una respuesta a todas sus preguntas.

-¿También conoces sobre Krypton? -inquirió.

Clark se tensó instintivamente, aunque fue suficientemente rápido como para mudar su semblante a uno que pareciera de confusión. -¿Krypton? ¿Qué es eso?

-Lo tenías escrito en tu libreta. Sé leer.

Clark soltó una pequeña risa nervioso, mirando al hombre. -No sé de qué estás hablando.

-No te hagas el tonto.

No sabe por qué lo hizo, tal vez era el destino muy dentro de él empujando o alguna fuerza inspirándole curiosidad de sobre manera, pero estiró su mano para jalar de la libreta de Clark. Inmediatamente, el omega se movió de manera instintiva y defensiva, protegiendo su cuaderno de los toques del alfa. Bruce detuvo su movimiento, pero frunció el ceño ¡Maldita sea! Él sabía algo. Su mano se movió con más ímpetu, logrando agarrar por la punta la libreta y deslizándose por medio de los papeles sin que Clark pudiera hacer nada. Sin embargo, el omega no contento con ello, soltó el resto de papeles que no deberían tener nada importante y alcanzó a agarrar la libreta por la otra punta, dejando a los dos tomando el mismo cuaderno por dos extremos distintos.

-Sr. Wayne, eso es mío.

-¿Sí? ¿Y qué hay tan importante aquí que no pueda verla? -Lo miró acusadoramente. Si nada de importante tenía, ¿Qué más le daba mostrarla de nuevo?

-Con todo respeto: No le importa.

Bruce jaló de la libreta con mal genio y, aunque Clark solo la estaba sosteniendo levemente por las puntas, el alfa no logró quitársela. Volvió a jalar, pero el omega hizo el mismo movimiento con una fuerza extraordinaria, porque Bruce se vio obligado a soltarla. -¡Déjame verlo!

-Es mío.

Clark podría ser inusualmente musculoso y fuerte para un omega, pero no lo suficientemente ágil como Bruce que, cuando menos se lo esperó, agarró la libreta de nuevo con más fuerza en un movimiento experto. Ambos comenzaron a forcejear por el cuaderno, llamando la atención de algunos invitados que de pronto estaban alrededor de ambos viendo como se reñían como niños un cuaderno arrugado, un poco viejo y que, para la mayoría, no tendría mayor importancia.

-¡Bruce! ¡¿Pero qué haces?! -Diana se acercó a su lado cuando el murmullo comenzó. Ni siquiera sabía si debía meterse en medio.

-Él lo sabe, Diana.

-¿Saber qué? ¡Suelta eso!

Sin embargo, en lugar de ser Bruce quien lo soltó, lo hizo Clark. El impacto por la fuerza hizo que el alfa se fuera hacia atrás y, sin querer, soltó el cuaderno, momento en el que el omega fue más rápido y lo tomó con rapidez, pero no sin antes darle un libretazo con el mismo ofendido e indignado por el intento de atraco en su propia cara. Las personas alrededor no tardaron en comenzar a reír, dispersándose un poco cuando el alfa retomó su compostura y gruñó a su alrededor. Vio a Diana negar y mirarlo de forma reprobatoria, solo para ignorarla y mirar a Clark volviendo a recoger sus cosas del suelo.

-Sabe lo de Krypton -susurró a la alfa que solo levantó las cejas sin responder.

Entonces, Diana miró a Clark con interés. El omega hizo de cuenta que no estaba siendo escrutado por ambos y volvió a enderezarse en su sitio, agarrando nuevamente sus papeles con fuerza, y dirigió su mirada a Bruce menos amable que la primera vez. -No sé que es un krypton. -Miró a Diana y se encogió de hombros. -Tu amigo está loco.

Ella asintió. -¡Diana!

-No me dejas otra opción si te comportas así. -La hermosa alfa miró a Clark de nuevo. -Lo siento, él no quería hacer eso. Está tenso y deprimido y busca cualquier excusa para pelearse con la gente.

-Puedes apuntarlo a clases de boxeo o algo así. -Bruce lo miró con mala cara, pero el omega le sonrió con diversión. -Ha sido un placer, de todas maneras, Sr. Wayne. ¿Diana? Supongo -Ella asintió.-Espero que encuentres ese tal Krypton o que vayas a terapia, lo que pase primero.

Clark se alejó sin dejar que alguno de los dos pudiera responder, pero no sin que Bruce quisiera perseguirlo, pero tampoco sin que Diana lo detuviera para evitar hacer otro escándalo innecesario. El omega se alejó en medio de la muchedumbre, aún abrazando la libreta sospechosamente y como que si alguien más fuera a robársela; Bruce, por su parte, no dejó de mirarlo hasta que su silueta se perdió en medio de las demás. Así se quedó, hasta que sintió un codazo por parte de Diana.

-¿Qué se supone que fue eso?

-Diana, tenía una libreta llena de cosas sobre Krypton- dijo con molestia. -Tenemos que investigarlo.

-Bruce, es solo un reportero.

-¿No eres tú la que dijo al principio que todos los sueños tenían un significado? Pues es momento de buscar este. Y empezaremos por ese Clark Kent.

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Clark miró hacia atrás, esperando que aquel alfa no lo estuviera siguiendo ¡Si es que había sido toda una tontería! Todo eso le pasaba por caminar sin mirar lo que tenía en frente. Sin embargo, algo le removió por dentro: ¿Cómo sabía Bruce Wayne sobre Krypton? Se supone que nadie más que él y sus padres adoptivos conocían sobre su planeta natal. Tendría que investigarlo, tal vez era uno de esos científicos extraños de Luthor o algún caza recompensas de esos que habían cortado la última comunicación que tuvo con alguien en el espacio.

Miró atrás a la fiesta, cuyo sonido comenzaba a aminorar a cada paso que daba para alejarse. Luthorcorp había sido el último lugar donde recibió una señal del general Zod, pero se había desvanecido y con ello sus últimas esperanzas de reunirse con alguien de su raza. Si lo que el general Zor le dijo era cierto y sus sospechas sobre la muerte de su tripulación y el propio general eran correctas, Clark Kent, Kal-El, era el último kryptoniano que quedaba en el universo. Sin embargo, se negaba a creer en ese hecho; el Doctor Destino le había mostrado un futuro diferente.

Clark no iba a dejarlo escapar.

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