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Capítulo XVI: "Un adiós y un nacimiento"

- Si está interesada en saber una fecha exacta, fue en la graduación. Aquello que perjudica solo es importante cuando se vuelve repetitivo.

Tenía ambas almohadas en mi cadera, de tal manera que me encontraba elevada como un arco sobre mi cama; el Turn-out mal ejecutado provocó una lección. Nunca y en verdad puedo asegurarlo que nunca me lesione en mis inicios y menos con una posición tan simple y que dominaba incluso antes de asistir a la academia. Estaba furiosa y normalmente pasar de la furia al llanto solo es cuestión de recordar sucesos.

La graduación se aproximaba y no tenía intenciones de comprar un vestido, ninguno sería lo suficientemente estrecho para esconder la compresa fría que tengo que usar. Recibí una llamada telefónica de Héctor el día de ayer, al parecer él esta tan emocionado por terminar la educación media que ignora la pelea que tuvo con sus padres al matricularse en el conservatorio de música y danza, ellos le recordaron que pudo iniciar una carrera universitaria cuando se graduó de sexto año y él aseguro con gallardía que antes de terminar su primer doctorado sufriría de algún tipo de enfisema pulmonar por la cantidad de cigarrillos que fumaría por estrés. Y tiene razón, en ese entonces era un niño; nunca debió de estar resolviendo ecuaciones algebraicas ni memorizando formulas, toda su educación se basó en ganar concursos y hora la primera decisión que toma por sí mismo para sus padres esta mal. Sé que esta triste y creo que el no preguntar demuestra más interés que al hacerlo. Mucha gente no se siente bien hablando de cómo sus padres lo han dominado por tantos años.

Se llegó el día y me dieron nauseas. Mamá compró un vestido color esmeralda de tela dura y tirantes delgados, me colocó un par de sus zapatillas favoritas y pinto mis uñas. Al llegar, mi padre nos esperaba en la entrada con una bolsa de regalo gigante y corbata de moño que ni siquiera sabía que tenía; se quedó mirando a mamá con ese tipo de mirar que es difícil de entender, la mirada del arrepentimiento y los recuerdos. Ella sujeto mi mano y saludo a todos en el salón, dejándolo a él al final.

- Mi hija ya será toda una universitaria. ¡Estoy tan emocionada!.

- ¡Oh!, mamá, ¿no te lo dije?. Repetiré el año.

Globos azules, ramilletes de flores, moños de tela en las sillas a juego con la borla de cada uno de los birretes. Acordes de solo dos instrumentos porque es una graduación y no un concierto de Queen según el profesor Lemaire, quien le mira el trasero a la esposa del director sin disimular. No quería estar aquí y definitivamente no quería ver a mi novio abrazar a Maveth Guichard frente a mí como si no estuviera viéndolos, probablemente estén hablando en cual horrenda me veo o como intento disimular con una sonrisa cada que quiero sobarme la espalda porque el dolor ya es insoportable.

Estaba nerviosa y quizá un poco ansiosa, la entrada de los graduados con el típico paso de lado a lado, los videos y fotografías en el proyector y las ridículas que estaban arruinándose el maquillaje con lágrimas antes de la entrega de documentos. Quería que terminara pero preste más atención de la que debería al discurso de mi novio.

- Mis apreciables compañeros. Estamos aquí porque despedimos los momentos más maravilloso que hasta la fecha hemos vivido, ninguno de ellos en las aulas, por supuesto. Estarán de acuerdo conmigo que este reconocimiento notoriamente no es suficiente, sé que detrás de esas puertas se encuentran escondidos 23 boletos de avión a los cabos y solo 22 relojes Cartier. No seas egoísta Pierre, todos sabemos que tú ya cuentas con el tuyo. En fin, no diré lo triste que me siento al no poder verlos todos los días a partir de hoy, porque no es así, la realidad es que estoy muy feliz, algunos de ustedes aún no me han regresado mis notas.

- ¡Me servirán en la universidad! - grita entre la multitud uno de los graduados.

- Seguro que sí - confirma Héctor negando con la cabeza-. Desearles lo mejor no es suficiente, así que se los aseguro. Estoy completamente convencido de su éxito porque son capaces cada uno muy a su manera de conseguir cualquier ridícula cosa. Hagamos un juramento este día, prometamos que nunca más las inseguridades se apoderaran de nuestras posibilidades. Nadie tiene que saberlo.

Héctor estuvo estupendo con su discurso y decirlo yo es axiomático, así que es preferible que los demás se encarguen de alagarlo por mí. Después de hablar le fotografiaron con una placa en su honor y le desearon lo mejor, como si a él le fuera a ir mal en algún momento de su vida; la mayoría de las personas tenemos que ser perseverantes sino tenemos la dicha de nacer con algún don. Él es tan especial que puede escoger entre la perseverancia y dos de sus virtudes.

Hasta el día de hoy deje de lado el tratar de expresar aquello que ni siquiera lleva un nombre. Lo inexplicable siempre será tan adulterado como la cantidad desacertada de explicación que estipulemos...

Sucedió demasiado lento, luego fue rápido y todo se detuvo. Faltaban dos o tres alumnos como máximo para ser nombrada y tener que subir al podio y recibir mi certificado. Pensé rápidamente en encorvarme un poco para que nadie alcanzara a percibir el sudor que resbalaba por mi frente. Saldré corriendo. No, mejor no, pensaran que soy una loca desquiciada. Me levantare, fingiré recibir una llamada telefónica y tomare un taxi. << Eso haría pero todos me miran >>. ¿Por qué me miran a mí?, no debo de ser yo su centro de atención. No me importa, contare hasta tres y saldré tan rápido como la lesión en mi cadera me permita, uno-dos-tres; ¿Qué ocurre?, ¡¿Qué estupidez me ocurre?!, mi cuerpo esta inmóvil y siguen subiendo personar al podio tan rápido como el más lento de mis parpadeos. Solo me ven sin decir nada, ¿están juzgando mi peinado o que no llevo maquillaje?, los muy malditos están esperando a que haga una bobada; no soy un bufón al que tienen que ver con gracia. Tienen que dejar de mirarme, no puedo escuchar al director mencionar mi nombre. ¿Ya lo habrá mencionado?, no, aún no. Voy a morir, lo haré aquí sentada y con todos mirándome. No puedo decir nada y de mi boca solo salen gemidos como un a animal herido, ¿un borrico o tal vez un gato?. Aún están mirando y ahora se ríen, ¡me estoy muriendo y ellos, ¿se ríen?!. Tienen que callarse, tienen que dejar de mirarme y definitivamente tienen que dejar de burlarse. ¿Ya nadie sube?, ¿fui mencionada?, ¿por eso me miran?. Están esperando a que suba. Va de nuevo pero ahora de revés tres-dos-uno, ¡vamos!, tengo que levantarme y recoger mi certificado, es la única forma en que dejaran de mirarme. Puedes hacerlo, uno-dos-tres, uno-dos-tres. ¡No puedo!.

- ¡Enah!, ¡tranquila!, no pasa nada. Escucha, por favor. Diré helado y mantendrás la mayor cantidad de aire en tus mejillas, al decir patata lo dejaras ir. Puedes hacerlo por mí, ¿cierto?.

Se ensucio el pantalón de vestir negro porque si ensuciaba la toga tendría que pagar un cargo extra por ello. Dijo helado 7 veces y patata 6 veces más. Ahora estaba convencida de que todos me miraban, ojos inexpresivos y con signos de interrogación. Mencionaron a dos estudiantes más antes de que llegara mi turno. Él subió conmigo como si temiera que me desmayara, todos aplaudieron con la misma intensidad con la que murmuraban suposiciones sin sentido: << Esa niña estuvo a punto de sufrir un ataque al corazón, ¿Por qué nadie la lleva a un hospital?. >>, << ¡Que tierna!, son los nervios de la graduación. >> Solo Héctor lo sabía, ninguna de las personas que estaban sentadas tenían idea, ni siquiera yo.

Todos se abrazaron, lloraron e intercambiaron contactos. Yo permanecí sentada pero nadie me abrazo o se tomó fotografías conmigo, estaban felices de no tener que lidiar más con la loca del salón. Fue fácil enumerar los hechos que tomaron forma y dejaron de ser una maraña de acciones después de ese evento, anteriormente ya me había pasado y no puedo decir que soy la persona con más confianza del mundo pero lo era cuando bailaba. El temor a caerme fue creciendo como un matojo de ramas rodante, me aterraba ser observada lo que era ridículo tratándose de artes escénicas. Cuando quise detener su andar fue imposible no salir herida.

- ¿Puedes decirme una cantidad exacta? - escribiendo en su libreta sin respetar las líneas; pregunta, escribe y no me mira.

Intercambio miradas con la sombra a mi lado y respondo: - Antes de la graduación tal vez dos o tres veces.

- ¿Por día? - ahora solo me mira de reojo, sobresale la mancha de delineador negro sobre su parpado.

- ¿Qué hay si fuera así?.

- ¿Cuántas veces has estado internada, Lycaenah?.

- Una sola vez - pienso en que no soy psicóloga o algo parecido pero no se avanzaría más si se dejara de cuestionar lo obvio.

- ¿Segura?.

- Completamente - saco mi teléfono celular de los bolsillos de mis pantalones y el mensaje que recibo hace que trague una cantidad exagerada de saliva.

- Sabes que no debes de usar el teléfono celular en las sesiones. ¿Puedes responder lo que te pregunte?.

- Acaba de nacer mi hermano - y como si fuera alguien más, agrego: - Quisiera verlo.

Mientras caminaba no dejaba de pensar en la cercanía que entablaré con ese bebé. Sé que había dicho que no quería tener contacto con él y sus pañales sucios pero suficiente será con que le digan que estuve medio psicótica para que él piense que gracias a ese porcentaje decidí olvidarme de su existencia (agradezco profundamente a mi padre quien se encargará de anivelar mis niveles de locura con lo buena persona que he sido). Además, soy mucho mayor que él; cuando vaya a la universidad probablemente este rondando mi cuarta década de vida, en preescolar él puede pensar que soy un alma libre y temerosa como esa mala combinación de higo y zanahoria en los panques de la escuela.

Era la cuarta vez que pisaba el azulejo lustroso de un hospital, la primera vez fue cuando mi abuela olvido donde estaba y accidentalmente se cortó la mano con un pelador, la segunda vez yo era la paciente y de la tercera mejor ni hablar. Me dirigí al baño y de mi bolsa saque un poco de maquillaje y una barra de pintalabios, me desenrede el cabello con los dedos empapados de agua y como no sabía el nombre completo de mi madrasta le mande un mensaje a mi padre. Esperé su respuesta en un sillón pequeño cerca de una planta artificial.

- Llegaste justo a tiempo, lo acaban de limpiar y ahora está en sus brazos - empieza a hablar antes de que pueda levantarme-. Tienes que ver sus ojos, son idénticos a los tuyos.

- Que se vaya preparando para los elogios.

- Aprecio mucho que estés aquí - sujetándome de la cintura al caminar-. Hija, quiero que sepas que tú siempre...

- No hace falta papá - y en verdad no hacía falta que intentara convencerme de que para él ambos seríamos amados por igual, yo ya estaba convencida de eso-. ¿Ya tienes nombre?.

- Estaba pensando en cambiar todas las "a" de tú nombre por "o", ya sabes ¿no?, para continuar el legado - bromea-. A los rusos les funciona muy bien.

- No necesitas convencerme mucho para eso padre.

- Se llamará François, como...

- Él abuelo - lo interrumpo con una media sonrisa.

Sus ojos si son iguales a los míos, tiene una marca cafesosa en el tobillo y es ese diminuto ser al que puedo llamar hermano.

- Enah - habla con voz cortada mientras sujeta la mano de mi padre-, déjame decirte que eres muy hermosa. El reflejo de tu madre. Estaba pensando en que si ella y por supuesto tú quieren acercarse a François son bienvenidas cuando quieran.

Quería odiarla, contestar con el mejor de los insultos y salir azotando la puerta. La realidad es que ellos se conocieron tiempo después de que mis padres se divorciaran, ella nunca fue su amante ni lo alejo de su familia, ella llego en el momento oportuno. Luego, pensé que la mojigata solo se portaba amable porque mi padre estaba allí pero no, no la podía odiar y me sentía traicionada por ello. En cambio, estaba feliz por François, su madre tal vez no gane el premio nobel de la paz pero con el tiempo me convencí del amor que le tenía y del aprecio que estaba tomándome en cada visita. Mamá nunca fue a su casa pero cuando él pequeño Fran cumplió cinco meses me dejaron llevarlo a un cumpleaños y como era de esperarse mi madre quedo encantada con su apariencia y la picardía con la que juntaba sus manitas para tomar el sonajero. Mi madre tal vez y si gane un premio, no puede odiar a nadie, nunca sabré el nombre de alguien a quien le guardase rencor. Héctor dijo que François es esa cadena de unión y esperanza, tiene razón, cada que mis ojos se reflejan en los suyos me siento más fuerte.

No quise sostenerlo en brazos ya que temía que se me cayera y se lastimara; tan pequeñito que hasta los mocasines le quedan grandes, la ironía se encuentra meses después cuando no quería que se despegara de mis brazos. Si alguien me hubiese dado a elegir o al menos me hubiese preguntado sobre mi estadía en este mundo quizás no hubiera nacido como muchos en este hospital, pero él. Él estaba seguro de su elección, con esa mirada alerta y llena de curiosidad; bostezando con su diminuta boquita de labios delgados, estábamos seguros de que no quería dormir pero perdió la batalla al instante y apuesto que se lamentó por ello.

Me limite a besar su frente y prometerle que tendría el tiempo suficiente para prestar atención a todo lo bello y cruel del mundo, acaricié su cálida mejilla y le asegure que tendría un padre estupendo y con la mayor de mis sonrisas me prometí no olvidar mencionarle que escondiera con seguro todos y cada uno de sus dulces, ya que ese padre estupendo que tendrá tiene una debilidad por el azúcar en lindos y coloridos empaques.

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