Capítulo V: "Cumpleaños"
6 de Diciembre de 2018.
— Hola Enah. ¿Cómo te encuentras esta mañana? — hace dos días me miraba con lástima, hoy lo hace con temor.
— Me encuentro bien, gracias — tomando asiento en el sillón individual—. ¿Qué tal su día?.
— Enah, pensé mucho en nuestro último y primer encuentro — se dirigió a mí ignorando por completo mi intento de amabilidad al fingir interés por su día lleno de miseria ajena, lo que me gano por preguntona—. Lamento mucho que nuestra primera sesión no fuera de lo más agradable, pero pensé en una nueva estrategia para que te sientas cómoda y de esa manera poder ayudarte.
— Bien — girando mi cabeza al cuadro colorido con el par de orejas de elefante en el centro, me dio la impresión de que sus orejas se movían al ritmo del vuelo de una mariposa, hacía adelante y hacía atrás, como si estuviera huyendo de todos esos colores en vez de dejarse cubrir por ellos—. La escucho.
— ¿Cómo estás?.
— ¿Bromea? — Abriendo la boca lo más frugalmente posible para tomar una cantidad exagerada de aire y poder continuar sin enfurecer—. ¿En verdad quiere iniciar la conversación con la misma pregunta que hizo explotar el lugar la última vez?.
— Lo siento. Discúlpame, volveré a plantearla — creí que lo había entendido, acababa de decir que se había pensado mucho el último encuentro y aun así parece que no se da cuenta de su error. Y yo que pensaba disculparme por azotar su puerta—. Dime, ¿Cómo te hace sentir la enfermedad?.
— Me hace sentir... me siento tan... no lo sé — debo de admitirlo es una persona muy lista, mira que transformar una pregunta común y tonta en una pregunta que no puedo contestar ni con mentiras—. No sé cómo contestar esa pregunta, no puedo hacerlo. Lo lamento.
— Tomate el tiempo que necesites, no hay prisa.
El tiempo que necesité fue más de una hora, ella ni siquiera dijo ni expreso desesperación, estaba ahí, quieta con una sonrisa que me aterrorizaba en cierto modo. Cuando encontré la respuesta la desconfianza se apoderó de mí, lejos de ser una mentira era una verdad a medias: — Extraña. Así me hace sentir.
— ¿Y cuál es la razón fuera de la enfermedad que hace que te sientas de esta manera?.
— Lo mismo que hace que usted se sienta extraña, lo mismo que hace que el mundo se sienta extraño. Las inseguridades.
— Bien — posicionando su dedo pulgar en la barbilla y el dedo índice por arriba de sus labios rojos—. Eso fue todo, nos vemos mañana.
25 de Mayo de 2018.
— Lycaenah el ignorarme no hará que la sesión terminé más pronto, tu actitud está empezando a molestarme en verdad. — por alguna razón no la escuché, mi mente estaba tan perdida que olvide por completo que estaba aquí. Ni siquiera recordaba como llegue, sé que mamá siempre me trae pero no recordaba el camino ni la plática que llegamos a tener. Intente hacer un poco de memoria pero no pude siquiera recordar cómo fue que me vestí esta mañana.
— Discúlpeme.
— ¿Cuántas veces al día te sucede esto?.
— No tengo idea, creo que apenas sucedió hoy — no podía mencionar con exactitud el día en que mi mente empezó a divagar, al menos estaba segura que hoy no era la primera vez que ocurría.
— Esto no está nada bien, necesito que me des un estimado de cuando empezó a ocurrir — su tono era más elevado de lo normal y su mirada estaba sobrecogida.
— No lo sé, ¿Qué acaso usted no es la que me debe decir? — usando el mismo tono que ella uso conmigo hace algunos segundos.
— ¿Y cómo hacerlo?, no sé más de lo que sabe tu madre.
— Entonces sabe todo.
— Te hubieras visto, era difícil saber siquiera si estabas respirando. Necesitas dejar de lado todas esas ideas que vagan por tu mente y empezar a decidir lo que quieres hacer para mejorar, o en tal caso optar por la inactividad que también es una decisión — esperó respuesta de mi parte y al no encontrarla decidió continuar—. En verdad lamento lo que te pasó pero no te voy a hablar como a mis otros pacientes cuando sé que eres diferente. Hay algo en ti Lycaenah, puedo ver el dolor pero también veo la fuerza, no podemos negarnos las ganas de superación, esas que están escondidas y temes encontrar.
— Es difícil pensar en la progreso cuando el desastre es cotidiano. — respondí con los ojos cristalizados.
— Incluso, y entre tanta ceniza, aún es posible encontrar una flor.
— No puedo recordar. — confesé—. Hay veces que despierto y mi cabeza es una llamarada de recuerdos. Eso no garantiza que mañana sea igual, puedo sentirme bien y reír o puedo vivir como si el día fuera invisible, como si las horas transcurrieran y yo solo estoy en una esquina sin hacer, decir o intentar nada. Le temo a las posibilidades todos los días.
— Tal vez deberías volver a internarte, ¿Qué te parece la idea?.
— ¡No!, por favor no.
— Escucha, lo que te está ocurriendo ahora mismo tiene que ver con algunos síntomas de psicosis, sí es así mi ayuda no puede ser la suficiente.
— No iré de nuevo a ese lugar, lo que usted busca es alejarme y así deshacerse de mí.
— Por supuesto que no...
— ¡Maldición!, cree que soy idiota.
— Sin majaderías por favor — masajeándose la sien. El sentimiento de intolerancia empezaba a ser mutuo.
— Lo lamento, pero no estoy dispuesta a volver y menos ahora, mejoraré por mi cuenta, pondré más empeño y tomaré el medicamento.
— Sobre el medicamento creo que te cambiare la dosis. ¿Qué te parece?.
— ¿Por qué siempre tienen que ser preguntas?. — Quise saber ya un poco más tranquila—. me hace sentir como si estuviera en un interrogatorio por mis crímenes. — colocando mi bolsa de tela por arriba del hombro.
— No cometiste ningún crimen, y a ¿dónde vas?, todavía queda media hora de nuestra sesión.
— ¿La podemos reponer mañana?, tengo que ir a comer con mi papá.
— Enah, sabes que las sesiones no deben de ser interrumpidas.
— Solo será esta vez, tengo un mes que no lo veo.
— Muy bien, hazle llegar mis saludos.
— Claro.
Estaba a punto de cerrar la puerta cuando la escuché hablarme de nuevo. Pensé en ignorarla y salir corriendo pero con ese acto en verdad tendría razones de sobra para llamarme loca e internarme de nuevo. Al girar la vi con ese caminar tan propio, dando pasos tan pequeños y apresurados que parecía un pingüino con tacones y pelo largo.
— Esto es para ti — entregando una bolsa de regalo decorada con un moño blanco en el centro—. ¡Feliz cumpleaños!.
Cumplo 18 y lo hubiera pasado como cualquier otro día si mi madre, Héctor y ahora la doctora Thérese no se vieran obligados a darme obsequios para mostrar su afecto. Al salir del consultorio me di cuenta de que quería caminar hasta el lugar de encuentro pero temía perderme, así que me toco tomar el transporte y sentarme en una de las sillas pegajosas del metro, con el regalo de la doctora Thérese en el asiento vacío de mi lado. No sé qué le pasa a la gente que le toma tanta importancia a un año de incertidumbre más. Bueno, una mejor pregunta sería: ¿Qué me pasa a mí que no siento emoción por mi cumpleaños?, la respuesta es una de las desventajas de ser diagnosticada con un F32.2, lo más probable es que ese ya no sea mi diagnóstico, en boca de la doctora me encuentro delirando en grandes periodos del día. Incluso así siento más terror por no poder dormir por la noche que por un diagnóstico mayor al que me fue asignado hace un año. Recuerdo el estremecimiento que sentí al soplar las velas de un pastel con estrellas de betún cuando tenía 12 años, me hacía pensar, incluso a esa edad en la bondad de la humanidad, hoy me doy cuenta de la catástrofe interna que posee cada persona, destruyendo todo lo que no se puede entender, esos aires de superioridad que nos llevarán a enterrarnos vivos. Me costó mucho darle significado a lo anterior hasta que pise el centro de salud mental "Nouvelle vie". Ahí me di cuenta de dos cosas. Una, hay personas que tienen más tornados o prados floreados que otras, y dos, cualquier persona puede no estar lo suficientemente destruida para escoger terminar en un centro de salud mental.Me da miedo volver y no porque no me sintiera cómoda o me lesionaran como muchos creyeron el día que mamá decidió que ya era suficiente de ese lugar, de hecho una vez que me acostumbre no fue tan malo, todo lo que hicieron fue para verme recuperada y mi mayor avance hasta la fecha fue dentro de ese edificio. Me aterroriza porque hoy cumplo la mayoría de edad y eso me hace ser un adulto ante la sociedad y ante el centro de salud mental "Nouvelle vie", lo que significa que los lamentos se escucharan con mayor intensidad desde mi habitación.Al bajar del metro ya estaba esperándome, con una sonrisa que mostraba sus dientes blancos, la camisa azabache con dos botones sin ceñir, pantalón de vestir y los zapatos lodosos por la lluvia de esta mañana. Muchos dicen que me parezco más a él que a mi madre y no es del todo verdad, tengo los ojos de papá pero los labios pequeños como mamá. Mi carácter definitivamente es igual al de mi padre, por el contrario la forma de mi rostro es idéntica a la de mamá y por último tengo el mismo color de piel que él, aunque la piel apiñonada de mamá se ve más agraciada. Soy una combinación de pintura por ambos, un nuevo color y el recuerdo de ese gran amor. — Hola princesa. — Hola, papá.El mensaje de esta mañana no me lo esperaba: << Te veo en el restaurante que está a unas cuadras del palacio Versalles, te amo >>. Lo que sí esperaba era una cancelación y un regalo por paquetería, papá últimamente tiene mucho trabajo y una nueva novia mucho menor que él que está embarazada, sé que tiene cosas que hacer y lo entiendo debe de tener más esperanzas en este bebé, tal vez tenga mejores genes. Caminamos abrazados hasta la entrada del restaurante, pude sentir sus mangas húmedas y el olor a cigarro añejo. Me alegraba estar con él, mamá siempre es muy positiva y eso llega a molestarme en cierto punto, en cambio papá es más consiente de la realidad y no piensa tanto en el futuro.— La doctora Thérese te manda saludos — tomando asiento en la silla de madera con holanes mostaza.— Bien recibidos. Por cierto ya no nos ha citado, ¿todo va bien? — cuestiona sin dejar de ver el menú, apostaba a que toda su atención estaba dirigida al apartado de postres. — Sí, lo que pasa es que ya estoy mejorando. Eso no era verdad. La verdad era que dejó de citarlos por las constantes peleas y majaderías que decían en las sesiones. Se echaban la culpa como si pudieran resolver algo, creo que a ellos eso los hacía sentir bien, así se quitaban algo de culpa. Por mi parte estaba conforme, sus peleas no me afectaban tanto como pensaba la doctora, de hecho me gustaba verlos de nuevo juntos, aunque ni siquiera me hablaran por estar insultándose. — Eso es una muy buena noticia cariño — señalándole al mesero el platillo que le apetecía—. Tu mamá ¿Cómo está?.— Esta mañana salí muy temprano de casa así que no la alcance a saludar.— Bien. Oye acabo de transferir algo de dinero por tu cumpleaños — empezando a comer su crepa de queso—. Cómprate lo que gustes.— Gracias papá — dentro de mí sentí curiosidad por abrir el regalo de la doctora Thérese, algo que seguramente no sería dinero.— Falta poco para que te gradúes, ¿ya pensaste qué estudiar?.— Aún no — no lo había pensado, faltaban un mes para la graduación y yo no sabía qué hacer con mi vida, aunque sí quería convencer a papá de mi mejoría no podía quedarme con un: << Aún no >>—. Porque no me buscas algo, tengo muchas cosas por hacer que no tengo tiempo de pensar en ello, además quiero gastar mi dinero de cumpleaños. ¿Crees que aún alcance matricula?.— ¡Claro! — respondió felizmente sorprendido—. Tal vez sea bueno que estudies una ingeniería en sistemas, ¿Qué te parece?.— ¡Me encanta la idea!, amo la tecnología — odio la tecnología, eso explica por qué prefiero un reproductor portátil que un MP3—. ¿Entonces te encargas?.— Contactaré a algunos conocidos y no te preocupes por la matricula, quedaras en cualquier universidad que desees.— Gracias papá.— ¿No comerás nada?.— No tengo hambre. ¿Cómo se encuentra Liane?.— Tuvo complicaciones con el bebé necesita reposo hasta el parto, ahora está mejor aunque un poco preocupada. Será un varón Enah. Seré tan venturoso por Dios, tendré a mi lado a un pequeño príncipe y a mi bella princesa — su rostro se ilumino. — Sí, con excepción de que no será la misma reina — fue un comentario malvado que provoco tristeza en los ojos de mi padre, me vi obligada a disculparme al instante—. Lo siento papá fue un comentario impugnante. Estoy muy feliz por ti y por la nueva familia que tendrás.— Tú sigues siendo mi familia Enah, incluso tu madre y sus terribles decoraciones — nos reímos juntos—. Nunca le deje de amar sabes, solo que a veces el amor se transforma y se siente diferente, ahora solo quiero lo mejor para ella y lo mejor para ti por supuesto.— Lo sé papá y lo entiendo, solo que a veces es inevitable extrañarte.— Tomaré mis vacaciones después de tu graduación, mis planes son pasar dos semanas solo contigo cariño, ¿Qué te parece ir a patinar?, podemos nadar y rentar una cabaña. Pero si lo que quieres es viajar necesitas decirme con tiempo para buscar un hotel decente. ¡La pasaremos de maravilla juntos!.— Gracias papá, ya pensaré en algo.— ¿Qué tal esta Héctor?, aún es tu novio, ¿no?. Ese chico tiene libros enteros en el cerebro, apuesto a que más de una universidad pagaría por tenerlo.— No hemos hablado de universidades y no, ya no somos novios papá.— ¿Pasó algo?.— Creo que el amor puede transformarse, puede acabar, pero también se puede esconder. Es algo complicado. — Bueno. No le tomes mucha importancia, aún eres joven y mira que linda eres. El encuentro con papá pasó muy rápido y a pesar de que me hizo sentir un poco incomoda con algunas preguntas, me agrado volver a escucharlo hablar sobre sus viajes. Insistió en que conociera a su actual pareja, pero para ser sincera no deseaba ver a una chica de mi edad embarazada, además mi mente estaba muy extraña últimamente que decidí dejarlo pasar y perder contacto con el que sería mi hermano, lo que sería sencillo mientras fuera un recién nacido.Al salir del restaurante pensé en tomar nuevamente el transporte público pero rechace la idea y me di el lujo de caminar, en verdad lo necesitaba, así que cruce la acera y pase por uno de los callejones más transcurridos de la ciudad, o eso pensaba hacer cuando el sonido de mi teléfono hizo que me sobresaltara, era Héctor pidiendo que fuera a su casa. Fue algo que me desconcertó un poco ya que era mi cumpleaños y yo no tenía que buscar los abrazos. Una parte de mí deseaba verlo y la otra quería tenerlo lo más protegido y lejos de mí. Mande un mensaje de texto avisándole a mamá y tome un taxi para llegar. Nunca algo me había provocado tanta risa y envidia al mismo tiempo como el jardín de la mamá de Héctor, parecía la casa de un hada, tenía un gran aligustre en el centro adornado por bellos geranios de colores. En ambos lados de la puerta había macetas colgantes, gnomos en la fuente de piedra y una elegante silla artesanal para dos. Al llegar fui recibida por su hermana de 14 años, su cabello deslumbraba como el sol y era tan delgada y alta que fácilmente podría ser modelo y resaltar en cualquier pasarela, eso si sus padres no tuvieran creencias tan drásticas.— Feliz cumpleaños — no me abrazo y no lo dijo con emoción, fue como decir: << pásame la sal >>. — Gracias, muy linda tu blusa. — Gracias. Héctor está arriba — me indicó.Héctor me estaba esperando en su habitación y al entrar casi quiero salir corriendo, su cama desalineada, el espejo sucio con esas marcas de dedos pequeñitos y restos de cereal por todas partes. Casi se me paraliza el corazón al ver tanto caos, algo que no es normal en él, es una de las personas más limpias que haya conocido en mi vida, incluso mi habitación parece desalineada en comparación con la de él y crease que a mí me gustaba tener todo completamente acomodado y en simetría perfecta.— ¿Qué tipo de apocalipsis sucedió aquí?.— ¡Shhh! — agitando ambas manos como si su propósito fuera salir de una alberca —. Ya logre que se durmieran — señalando la pequeña cuna mecedora con varillas desplegables.— ¿Te toco ser niñero de tus primas de nuevo?, ¿por qué no le dices a tu hermana que te ayude?.— Se lo debo, ella tenía el celular de mamá cuando el colegio notificó que no estábamos en clase.Fue un trato justo, mi mamá solo me prohibió volverme a fugar de otra clase, pero para Héctor hubiera sido más que eso, sus papás son demasiado exigentes cuando se trata de la escuela y más ahora que casi es fin de ciclo y Héctor está entre los mejores promedios. Él y Emaly compiten para que su foto este en el anuario de excelencia. — ¡Feliz cumpleaños!.— Gracias — por un momento pensé que se le había olvidado. Me alegró de que no fuera así.— Te tengo un regalo. Mis papás salieron a cenar, últimamente tienen ese ridículo plan de no hijos cada semana.— Héctor no es necesario — por un momento me sentí algo mareada, intente sentarme en una orilla de su cama para tranquilizarme.— ¡No! — tirando de mi muñeca evitando mi cometido—. Una de las gemelas vómito en esa parte.— ¡Vaya!, te agradezco eso — observando la colcha con asco—. ¿Vómito en tu colcha del sistema solar?.— Sí, inundo de vómito a Júpiter, es el mejor planeta sabes.— Vete a vivir allí.Bajamos las escaleras después de asegurarnos que las gemelas no se despertarían, sentí un gran alivio por salir de aquella habitación llena de vómito. Héctor dijo que las gemelas estaban enfermas y no querían tomar medicamento, luego me vendo los ojos y me sentó en una silla junto a la mesa de mármol, escuché sus pasos y me sentí claustrofóbica por unos segundos.— ¡Muchas felicidades! — retirando la venda de mis ojos.— Gracias Héctor — tomando la pequeña caja plateada con listón rojo—. ¿Te molesta si no lo abro ahora?.— Debí dejarte sentar en la porquería — vacilando—. Es broma, claro que no me molesta.— Gracias, quiero tomarme el tiempo para apreciar cada regalo.— Espero que el mío en verdad te guste — sacando del refrigerador una pequeña tarta de manzana con nuez y cajeta—. Hoy fui al panteón a limpiar un poco su tumba, quería comprarle de esas flores amarillas que tienen negro en el centro, pero no había.— ¿Cuáles compraste? — bajando la mirada.— Las moradas que están cerradas, pensaba quedarme más tiempo y pintar sus macetas pero en eso me habló mi tío para cuidar a las gemelas.— Fue una buena elección — cerré las manos con tanta fuerza que al abrirlas mis palmas sangraron. Héctor se dio cuenta y corrió a la nevera por hielo, lo colocó en un trapo de cocina y al volver lo puso en las heridas.— Lo siento — comentó avergonzado. — Es demasiado pronto.— Sí — coincidió—. Su muerte fue hace medio año, Enah.— Lo sé, en verdad lo siento.— No fue tu culpa. — Es lo único de lo que estamos certeros. La muerte.— Si yo pudiera contarte. Si tan solo tuviera la valentía de expresar cada detalle. — Sabes que no tengo la más mínima intención de provocarte tal dolor, Enah. No estoy dispuesto a saber si reprime tu mejora.— No hay mejora Héctor, no existe.— ¿Qué estás diciendo?.— La doctora Thérese cree que estoy empeorando, piensa aumentarme la dosis o internarme de nuevo. — ¡No lo permitiere!.— No es una opción muy terrible, quizá no me manden al piso de adultos. Quiero decir, tal vez así tú y mi mamá podrán...— ¡Vámonos de aquí! — me interrumpe—. Este lugar lleno de recuerdos te está matando. — ¿Qué? — la idea no parecía tan mala, de hecho la parte despreocupada dentro de mí quería aceptar y lanzarse a sus brazos, mientras la parte razonable no estaba dispuesta a cargar con otra víctima más—. Estas equivocado. — ¿Y que si es así?, ¿Qué importa?. No estoy dispuesto a tenerte lejos de nuevo.— Lo que sientes no es amor Héctor. — estaba a punto de impacientarme, no tenía que decirle lo que ya sabía, se supone que utiliza mayor porcentaje de su cerebro que yo.— Y qué es el amor sin la necesidad de tenerte cerca cada minuto, esa necesidad percibida y malinterpretada como obsesión en bocas indignas, qué es el amor sino un ruin sentimiento sometido al dolor y un poco de locura. Tú locura. — Incluso así no deja de ser un sentimiento enormemente ambicionado, poco valorado y comúnmente malinterpretado, cuyo significado ha sido contradictorio por años. Sentimiento que te quita la paz y te corrompe el habla. Tú habla. — ¿Que quede en empate? — sugiere.— ¿Te es tan difícil aceptar que gané?.— No. Lo que me es difícil de aceptar es el poco reconocimiento que le tienes a tus propios sentimientos.— Supongo que sí, es un empate — admito.Después de comer un poco de tarta me llevo a casa, no era muy tarde pero el sol ya se había ocultado. Duramos todo el camino sin pronunciar una sola palabra, escuchando música por la radio; su música siempre me agrado y verlo manejar con esa seriedad mientras tarareaba el coro de cada canción me hacía sentir segura, aunque no dejará de pensar en la conversación que tuvimos hace unas horas.— Gracias por traerme. Me mandas un mensaje cuando llegues a casa. — ¡Enah espera! — tomando mi mano para poder apreciar los pequeños rasguños causados por las uñas—. Esto no estuvo bien y lo sabes, ¿verdad?. ¿Cómo es que alguien que casi no tiene uñas puede hacer este daño?.— Bueno, no es que mi vida este muy bien que digamos. — Discúlpame, tal vez si yo no te hubiera comentado lo de la visita a su tumba nada de esto hubiera pasado. Ni siquiera debí comentar lo de fugarnos, fue la desesperación del momento. — No es tu culpa.— Y tampoco fue tuya.— No vamos a hablar de esto otra vez — abriendo la puerta del coche—. Nos vemos en la escuela.— Enah, ¡detente! — se hizo costumbre el día de hoy que las personas me hicieran parar a medio caminar—. No te di un abrazo de cumpleaños.— No cuenta si se terminó el día. Fue la primera vez en mucho tiempo que no me molestó que me tocara. Me rodeo con sus brazos como un escudo, sentí su respiración tan calidad que casi parecía que no me hacía tiritar con sus dedos tan fríos. No sé cuánto duro pero odie y ame al mismo tiempo ese abrazo, por primera vez deseaba con angustia que el día no llegará a su fin. — Gracias.Me separe de él con amargura, no me extrañaba que mi mamá estuviera viendo desde la ventana; cubriéndose la boca, dando pequeños brincos y haciendo chillidos como un ratón. Estaba tan distraída de nuevo que no me di cuenta que tenía compañía, la mejor de todas las compañías. Mientras yo pensaba en tonterías él se acercaba tan confiado y yo, quería salir corriendo en pequeños pasos dudosos. Me miraba con esos ojos que a la luz de la luna resplandecían más que estrellas fugases, en este momento su silencio era mi desgracia con aureola de ángel. Lo amaba santo cielo y negarlo en este instante me dejaría como la peor de las mentirosas, no podía seguir escondiendo tal sentimiento, ¿tan cobarde era?, deseaba su contacto y anhelaba sus labios igual como deseaba la muerte. Sucedió como un deseo que no había pedido, me sentía tan afortunada de que alguien había escuchado mis ambiciones más ocultas. No dijo nada y yo no quería que lo hiciera, una sonrisa en su rostro mientras jugaba con mis muñecas. Sentí pena cuando me estremecí con el roce de sus pulgares en mi cuello, me quede sin respiración cuando colocó ambas manos en mis mejillas y me convertí en piedra cuando me beso. Mis labios estaban tan pasivos que no recordaban como danzar al ritmo de los suyos, en cambio cada beso por su parte era tan placentero que el contacto despertó mis arterias y me hicieron reaccionar, quería que parara pero al sentir mi alejamiento una de sus manos se deslizo hasta la parte baja de mi espalda y con furia me atrajo hacía él, el beso se convierto en una guerra, guerra que estaba a punto de perder cuando la primera lagrima se dejó ver por mi mejilla. Al sentir la humedad en mi rostro se apartó confuso y con la boca medio abierta buscaba que decir. No podía dejar que me malinterpretara, me aferre a su cuello para volver a sentirlo y aunque esta vez el contacto duro menos pude concentrar cada uno de mis pensares al ritmo natural de sus labios. El mundo necesita el fuego para vivir, pero yo estaba tan acostumbrada al hielo que incluso un poco de calor físico me hacía sentir afligida, tan acostumbrada a Héctor que parecía un acto aberrante y autodestructivo. Segura de que con el transcurrir del tiempo él terminaría huyendo y yo me quedaría congelada otra vez, nuevamente cayendo en su juego.— Lo siento no... no sé en qué estaba pensando.¿En verdad se estaba disculpando?, sé que me he vuelto tan impredecible pero aunque no lo quería en su momento, aunque no pensará en que podía volver a suceder después de tanto tiempo, inconscientemente quería que pasara. Llevaba meses apeteciéndolo y ahora que sucedía él solo se culpaba.De nuevo mentí: — Sí, no vuelvas a hacerlo.Le di la espalda pero mis piernas no querían alejarse, no me moví y pensé por un momento en girarme y sujetarme a él como antes, hasta que escuché el motor de su auto. No mire atrás, no me lo permití, supe que esa noche no recibiría un mensaje suyo. Héctor rara vez se arrepentía de algo y cuando eso ocurría su orgullo lo hacía tomar represalias sin saberlo y aunque no acostumbraba hacerlo, cuando se lo proponía me mataba. No me quedo más que entrar a mi casa con la mirada caída.— Feliz cumpleaños mi bebé — el ultimo abrazo que me faltaba recibir y aunque ella deseaba hacerme sentir bien, sus intentos no pasaron de eso. — Gracias mamá — pensé en dirigirme hacía las escaleras tan pronto como el temblor de mis extremidades me permitió, ya no podía contener la presión en la garganta, en cualquier momento lloraría y no quería hacerlo en la sala de la casa con mi madre enfrente. — Espera, alguien lleva horas esperándote. Una vez cuando tenía 13 años una chica llamada Parny Borly, la más alta de la escuela y capitana del club de gimnasia artística, dijo que yo no era lo suficientemente buena para estar en el equipo. Según ella, mis piernas se abrían demasiado al aterrizar en las piruetas, estaba tan molesta que fui con mi grupo de amigas y empecé a hablar pestes de ella. Mencioné que seguramente sus piernas no se abrían al aterrizar porque era tan alta que no podía verlas, nos estábamos riendo tanto que no la sentimos llegar, no supe que hacer, solo me quede allí observándola, intentando descifrar sus sentimientos. No volvió a hablarme nunca más, me sentía tan infame que yo tampoco deseaba hacerlo. Ese mismo sentimiento se volvió a repetir esta vez...— Hola Enah. ¡Feliz cumpleaños!.— Gabrielle...
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