Capítulo III: ¿Noche de boda?
Declaimer: Los personajes de Naruto NO son míos, pertenecen a Kshimoto, yo sólo los uso para crear esta historia, sin fines de lucro, con el único objetivo de hacer pasar un buen momento al lector.
La fiesta siguió como lo había planeado Temari, quien se aseguraba de que todo estuviera en el perfecto orden que la familia Hyūga y ella habían asignado. Por la noche, Kankuro no encontraba la oportunidad para sacar a su hermano del compromiso que significaba el banquete, sabía perfectamente que los sitios llenos de gente no eran los favoritos de Gaara, y desde ese increíble beso de boda, seguramente su hermanito sólo quería irse a una habitación para consumar su matrimonio.
Quién diría que el inocente Gaara en realidad no era lo que parecía.
—Deja de pensar de forma tan perversa— Temari se sentó a su lado de mala manera, su hermano comprendía lo estresada que debía estar por tener que supervisar todo el evento. Lo único con lo que no estaba de acuerdo es con que ella desquitara su frustración en él. Su intentó de replicar para defender su honor se vió interrumpido nuevamente por la voz de su hermana mayor —Ni siquiera intentes negarlo, desde hace tiempo que no dejas de ver a Gaara y su esposa, como si estuvieran por protagonizar una de las historietas que te gustan.
—Bueno, por la noche si que protagonizarán su propia cinta...
—Cállate— Temari dejó de lado el qué dirán y se abalanzó contra Kankuro, quien de la sorpresa sólo atinó a cubrirse con ambos brazos.
—Temari— los hermanos de la arena dejaron su riña en el momento en que el más pequeño de la familia se situó a su lado.
—Gaara, ¿Qué tal la fiesta?— Temari se acomodó correctamente en su lugar, espalda recta y cabeza en alto. Lo único que se movía eran sus manos, en busca de colocar su falda de nuevo en su lugar.
—Hey hermanito, ¿Hinata y tú se están divirtiendo?— Kankuro, a diferencia de su hermana, solamente ordenaba su cabello. Temari le lanzó una mirada de advertencia debido a su pregunta, que bien no estaba segura de si era en doble sentido o no.
—La fiesta es muy agradable, Hinata y yo estamos disfrutando de la compañía de los invitados— respondió el menor, con su ya clásico tono sin expresión. La demostración de sus sentimientos seguía siendo algo que Gaara no entendía, Temari confiaba en que la convivencia con Hinata podría ayudarlo a mejorar un poco en ese ámbito.
—¿Sucede algo?— le preguntó su hermana, no era normal que Gaara dejara a Hinata sola para acercarse a ellos. Desde que la ceremonia terminó, (convirtiéndolos a ambos en un matrimonio), Gaara no había querido separarse de su esposa. La acompañaba a saludar a todos los invitados, incluso permaneció a su lado cuando claramente Hiashi Hyūga lo quería lejos.
—Hinata está algo agotada, no hemos parado en todo el día— comenzó con su discurso. Kankuro intentó ocultar su sonrisa, ya iba siendo hora de que el pequeño Gaara decidiera huir con su esposa —Y yo también estoy cansado, no me siento muy cómodo.
—¿Ya quieren retirarse?
—Si lo crees conveniente...
—Está bien Gaara, algunas personas ya se han retirado. No creo que haya problema si ustedes también lo hacen.
Gaara asintió hacia su hermana, y luego de despdirse de ellos por parte de Hinata también, se alejó en busca de su esposa.
Un poco alejados de los invitados, Hiashi Hyūga hablaba con su hija, le causaba una gran nostalgia verla crecer tan rápido. No tenía planes para una boda de su hija, al menos no hasta que ella tuviera la mayoría de edad, sin embargo, no tenía otra alternativa. Gaara tenía el reconocimiento del consejo Hyūga, lo creían capaz de proteger al Byakugan junto a Hinata. Y ser la esposa del próximo Kazekage le daba aún más seguridad. Era por ese motivo que dejarían salir a Hinata del Clan Hyūga sin el sello del pájaro enjaulado.
—Hinata, recuerda lo que hablamos.
—Si, Otōsan.
—No es necesario que consuman su matrimonio, esto es simplemente un arreglo— ella bajó la mirada, no tenía intención de pasar su noche de bodas con Gaara, y esperaba que él también pensara lo mismo. No se trataba de que no le gustara su esposo, simplemente quería entregarse a él cuando en verdad lo amara. Podía ser algo anticuado, pero incluso sus amigas creían que era una buena opción. Así su primera vez sería por y con amor —Lo entiendes, ¿Verdad?
—Lo entiendo.
—Buenas noches, Hiashi-san— Hinata se sobresaltó un poco al sentir los brazos de Gaara rodear sus hombros, había pasado tantos minutos pensando en lo que su padre decía que ni siquiera sintió a su esposo llegar —Espero no ser descortés, pero Hinata y yo queremos retirarnos.
El líder del Clan Hyūga volteó en dirección a su hija, esperando una confirmación por parte de ella —Es cierto, Otōsan. Gaara-sama y yo queremos retirarnos.
—Comprendo, espero que mañana puedan despedirse de nosotros.
—¿A qué hora parten mañana?— Hinata habló antes que Gaara, algo que el pelirrojo comprendía. Su esposa era la más interesada respecto a la información de su familia.
—A las nueve, por la mañana.
—Entonces los veremos mañana— aseguró Gaara, antes de que Hanabi se acercara a su hermana mayor para iniciar una pequeña cesión de despedida.
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La nueva pareja caminó por la mansión, ya estaba entrada la madrugada. Cada uno tenía cosas en las que pensar, Gaara no sabía si tenía que poner en práctica los consejos de Kankuro, y Hinata buscaba la manera de evitar una charla sobre si tendrían o no una noche de bodas.
Los rayos de la luna se colaron por la ventana, Gaara se acercó a su cuarto seguido de una tímida Hinata, quien se notaba nerviosa al ver que su esposo no tenía intención de dormir en habitaciones diferentes. Como lo habían estado haciendo en su estancia con los hermanos de la arena.
—Mis hermanos no llegarán a dormir esta noche— Hinata entró en la habitación cuando Gaara le abrió la puerta y la invitó a pasar — A partir de hoy podemos compartir la habitación, si no te incomoda.
—Por mí no hay problema, Gaara-sama— murmuró algo cohibida, mostrándose avergonzada y tímida como la mayor parte del tiempo.
—Bien.
Gaara cerró la puerta tras de sí, comenzando su labor de quitar poco a poco su atuendo de boda, aquel que Temari pasó semanas preparando para él. El chico se miraba en el espejo, el reflejo le demostraba todo el trabajo de su hermana mayor, eran en esas ocasiones en que se preguntaba que sería de él sin Temari. Al principio se encargó de alejarla, pero ahora no podía imaginar volver a ese tiempo. Sus hermanos lo eran todo, además, a su familia ese día se unía Hinata, y próximamente tendría el privilegio de servir a toda su nación. Tenía una nueva responsabilidad, una nueva familia.
Al darse la vuelta para seguir caminando por su habitación hacia la ventana, se encontró con la imagen de su esposa, aún de pie junto a la cama y con la vista clavada en el suelo. Hinata no se atrevió a verlo a la cara cuando él se dió la vuelta, desde que lo miró apartar toda la ropa de su cuerpo hasta llegar a la cadera, no pudo apartar sus ojos de su esposo. Se quedó contemplando su amplia espalda, de la que resaltaban sus hombros anchos y algunos músculos que se marcaban con sus movimientos. Pasó saliva, y se sintió avergonzada de sentir calor entre sus piernas debido a esa imagen. Ella jamás había visto a un hombre semidesnudo, pero ahora con su situación debería irse acostumbrando.
—¿Te incomoda?— levantó el rostro al escuchar su voz nuevamente, tan grave y varonil que hacía erizar los vellos de sus brazos. Fue un grave error hacerlo, la vista del torso desnudo de su esposo terminó por enrojecer sus mejillas.
—N-no, yo... Nu-nunca había visto... Yo sólo— se quedó muda al ver que caminaba hacia ella, presentía que la noche de bodas se acercaba, y no sabía como afrontaría esa realidad.
—Si te incomoda, puedo desvestirme fuera de la habitación, en el baño— ambos quedaron a menos de un metro de distancia, frente a frente.
—¡No!— chilló avergonzada, lo que menos quería era ofender a Gaara haciéndolo tomar otra rutina diferente. Si él se desvestía en su habitación, ella no podía llegar a exigir que terminara con sus costumbres —N-no es necesario.
—¿Puedo?— Hinata asintió con timidez. El pelirrojo continuó entonces su ejercicio anterior, quitando el Obi que se había quedado a la altura de su cadera, terminar de desvestirse fue mucho más sencillo. Los ojos perla de la Hyūga siguieron todos y cada uno de sus movimientos, no eran ni un poco sensuales, Gaara no buscaba seducirla, aún así, algo en su forma de desnudarse le hacía sentir que era un pequeño show para ella. Aunque el rostro de su esposo seguía sin ninguna expresión, sentía que él pretendía algo más —¿Puedo?— volvió a repetir la pregunta, pero está vez no se refería a desvestirse a él mismo. Hinata abrió un poco más sus ojos, con toda la vergüenza que la embargaba sólo atinó a asentir.
Quitarle el Kimono nupcial a Hinata era más difícil de lo que imaginó, fue por eso que agradeció cuando ella decidió ayudarlo.
—Nuestra esposa es hermosa— la voz en su interior lo hizo descuidarse un momento.
—No es nuestra, Hinata es solamente mía— le respondió en su mente.
La sonrisa que Shukaku le mostraba era perversa, pero diferente a la que le daba cuando le pedía sangre hace un tiempo.
—Anda, date prisa y dame un buen espectáculo.
—¿Gaara-sama?— el dulce tintineo de Hinata lo hizo despertar de su trance. Ella no lo miraba directamente a los ojos, estaba observando esa parte de su anatomía que recién había querido despertar. Y no era para menos, según lo dicho por Kankuro era algo normal al estar con una mujer linda. Y su esposa era por mucho algo más que linda. Y de esa forma, sólo en un peligroso conjunto rojo que resaltaban fácilmente con su blanca piel. Su dulce y suave piel.
—Está bien si sólo quieres dormir— Gaara no apartó sus fuertes manos de los hombros femeninos, Hinata en cambio, si dejo de ver la gran erección de él.
—N-no quiero fallarle— habló tan bajo que Gaara por poco no la escuchaba.
—No te estoy obligando a nada.
—Pe-pero Gaara-sama, usted parece querer...
—No se trata solamente de lo que yo pueda querer— procurado ser delicado, tomó su barbilla para obligarla a verlo a los ojos. Los labios de ella temblaban, había algo que quería decir y Gaara intentaba darle la confianza para hablar —Me importa saber lo que piensas, lo que sientes o deseas. Esto se trata de nosotros dos, no sólo de mi.
—Yo— siguió mirándolo a los ojos, a esos hermosos ojos turquesa claro que tanto comenzaban a cautivarla —Quiero entregarme co-completamente a Gaara-sama cuando mi corazón le per-pertenezca, al amarlo. Cuando Gaara-sama esté enamorado de mi también.
—Entonces, eso haremos.
Hinata sintió su corazón vibrar, él estaba dispuesto a sacrificar el deseo evidente que sentía, y lo hacía por ella, por sus sentimientos. Le causaba un sentimiento difícil de explicar, pero comparado muy de cerca con la ternura.
—Pero, Gaara-sama puede tomarme— si él estaba dispuesto a corresponder a su pensamiento, ella también debía hacer lo mismo —Aquí— tomó la mano de su esposo y la dejó sobre su pecho, con ese pequeño gesto por fin consiguió una reacción en el rostro impacible de Gaara —Ahora.
—Hinata— sus manos siguieron el recorrido del sujetador hasta llegar a la parte trasera, que con gran dificultad encontró la manera de desabrochar. Cuando por fin tuvo libres los senos de su esposa, decidió explorar un poco como lo indica el libro que Kankuro le prestó. Lentamente la fue recostando en la cama.
—Gaara-sama— suspiró débilmente. Todas esas nuevas sensaciones le causaban cierto temor, y también curiosidad.
—Mírame— le pidió suavemente. Ella abrió sus ojos de luna, sin saber que decir, ahogó el pequeño grito que quiso salir de sus labios. Confiaba en él, por alguna razón le creía ciegamente, pero también era cierto que la ponía nerviosa. Gaara le producía un cosquilleo y calor en su intimidad que no comprendía.
—Confío en Gaara-sama.
—Me alegro.
La mano que le acariciaba el abdomen dejó de tocar esa parte de la anatomía femenina, recorrió sus muslos hasta llegar a su centro, trazando de vez en cuando algunos círculos. Hinata ni siquiera pensó en protestar, a pesar de estar avergonzada, lo cierto es que le gustaban sus caricias.
—¡Gaara-sama!— por primera vez gimió, lo hizo mientras que él comenzaba a tocar suavemente la piel húmeda y caliente entre sus piernas.
Al principio, a Gaara no le gustaba que lo tratara con tanto respeto, pero justo en ese momento, que lo llamara de esa forma no le desagradó.
—No te haré daño, lo prometo— dijo con firmeza, sin soltarla de ese agarre tan dulce e íntimo. Ahora entendía a lo que Kankuro se refería cuando decía que necesitaba del calor de una mujer, aún así, quería respetar la voluntad de Hinata. Sobre todo porque le parecía un deseo lindo y sin malas intenciones. Deseaba que ese pequeño encuentro le causara deleite.
Le empezó a besar el cuello, a morder levemente mientras su mano no dejaba de acariciar los labios de su intimidad. Con mucho cuidado introdujo uno de sus dedos, pero sin llegar demasiado lejos, no quería lastimarla, sólo sentirla. Ella gimió por la intromisión, aunque no se alejó.
—Hinata— volvió su vista a su pecho, tan lindo y voluminoso, con unos pezones que lo atraían y le hacían salivar. No perdió el tiempo y se acercó para introducir uno de ellos en su boca, lamiendo con el deseo reprimido de un hombre que llevaba días haciendo de ella su primera fantasía sexual.
—G-gaara-sama...
Bajó por su cuerpo con una serie de besos húmedos, la tomó por las rodillas para separarlas un poco. Gaara hundió su rostro entre sus piernas, la probó con esa exquisita lengua como si se tratara de un manjar. Y tal vez lo era.
—¡Ah!— Hinata se relajó completamente y abrió un poco más sus piernas, dejando todo a disposición de su esposo. Pronto sintió como si algo dentro de ella saliera de control, un escalofrío agradable la recorría hasta terminar entre los lugares que Gaara acariciaba con su lengua. Por un momento tocó el cielo.
Gaara posó un último beso en sus labios antes de subir nuevamente para probar los otros. La besó suavemente, saboreando cada centímetro de la bonita boca de melocotón.
—Ten una linda noche.
Hinata sólo logró sonreír antes de caer rendida en los brazos de Gaara.
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