I
Cómo cada tarde al salir de trabajar me topé contigo, hoy también me sonreíste. Cada que lo hacías me preguntaba si sabías siquiera mi nombre o era un completo desconocido para ti y simplemente me sonreías por cortesía.
Ojalá hubiera podido decirte lo hermosa que te veías aquel día con saco y pantalón de tiro alto blanco y un top de encaje negro. Tu cabello liso volaba con cada ráfaga de viento y rápido te acomodaste tu cabello, pero créeme, no necesitabas hacerlo, te veías hermosa incluso así, con tu cabello desaliñado.
Tuve que seguir con mi camino, tal como tu lo habías hecho. Regresé a casa, pero había en ella una tristeza inmensa, mi casa se escuchaba vacía. Dos semanas antes mamá había fallecido, era la única persona con la que vivía. Mi hermana mayor tenía alrededor de dos años que se había casado, así que desde entonces éramos sólo ella, yo y Bruno, mi perro.
Bruno era un labrador dorado de pelo largo, siempre había estado ahí para mamá y para mí. A él también le pesaba la pérdida, se la pasaba acostado y apenas tocaba la comida.
−Ven Bruno, vamos a pasear −, traté de animarlo. Sólo me veía y movía un poco la cola, segundos después se decidió y se acercó a mí, le coloqué la correa y salimos. Caminamos hacia el parque como cada que lo sacaba; siempre le encantaba hacer eso, saltaba y se volvía loco cuando le soltaba, pero en ese momento a ambos nos hacía falta algo, alguien.
Me recosté en un área verde del parque y mire hacia el cielo, Bruno se puso a mi lado y recargo su cabeza en mi barriga. No podía dejar de pensar en mamá, en la falta que me hacía y claro, a Bruno también. Cerré los ojos y sentí como una pequeña lagrima salía de mi ojo derecho. Todo estará bien, me dije a mi mismo.
Seguí tratando de animar a Bruno, así que me puse a jugar con él. Se notaba que no lo hacía con gusto, pero lo hacía; se había dado cuenta de cómo eran las cosas en realidad, él era quien me estaba animando a mí.
Finalmente llegó el momento que más odiaba del día, llegar a casa y no poder salir porque era hora de dormir. Las últimas dos semanas había evitado a toda costa la casa, entraba a simplemente lo necesario ya que estar en ese lugar era como entrar a una tumba con una bomba de sentimientos dentro sin poder salir. La nostalgia inundaba todo, la casa aún olía a ella. A momentos olvidaba que había muerto y sentía que de verdad estaba ahí, su aroma volvía tan real su presencia... Pero la buscaba y no estaba, entonces todo me cayó como balde de agua fría y me hundía nuevamente en mi tristeza. Me sentía solo en esos momentos, Bruno era el único a quien tenía.
Estaba a punto de dormir, pero me había llegado un WhatsApp de mi hermana, "¿Cómo estás?". Me pareció absurdo ese mensaje ya que estaba en pleno duelo y me sentía derrotado. Estaba seguro de que ella también sufría su muerte, pero lo hacía a su manera y sabía llevarlo mucho mejor con su esposo a un lado de ella, además de que tenía seis meses de embarazo, debía cuidarse y tener buena salud emocional para no afectar al bebe, estaba haciendo lo posible para que todo saliera bien. Siempre supe que sería una excelente madre. "Estoy bien, que descanses Ana", respondí y dormí.
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