Escuché el despertador de Roger y decidí levantarme a la misma hora que él, tenía que hablar con él, no podíamos seguir así. Le necesitaba.

—Roger, ¿podemos hablar?

—Tengo prisa, llego tarde a la oficina... —dijo bebiéndose de un trago el vaso de leche.

—Eres el capitán, pueden esperar unos minutos. Sobrevivirán sin ti... —Eso ya no podía ser. ¿Me evitaba? Por la mañana era la única oportunidad que tenía para hablar con él. No me sentía con fuerzas cuando llegaba la noche...

—Por eso mismo. Me necesitan, Marlene. Soy el que da las órdenes...

—Esto no funciona —dije reteniendo el aire. Sentía que si no lo decía iba a explotar. Le quería y no pensaba echar por la borda todos los años de relación.

—¡No funciona tu cabeza, te obsesionas por tonterías! —Levantó la voz sin motivos y eso solo me enfureció más. No me gustaba que me gritaran.

—Claro, todo son fantasías mías... —dije con sorna—. Está claro que el sexo se ha acabado por mis fantasías, igual que las charlas nocturnas. Así, se me olvidaba de la comida y la cena. Esto se termina porque no tengo tiempo para ti... Oh, no, fantasía, no te apoderes de mí. —Me burlé y gesticulé todo con gran énfasis—. Perdóname, no quise ofenderle señor ocupado. Si quieres que las cosas sigan así, llegará el día que entrarás por esa puerta y estará todo oscuro, la cama vacía y una nota diciéndote que todo termina aquí.

—No entiendes las cosas, Marlene... ¡No me entiendes!

Me enervó y una fuerza me impulsó a irme de casa. ¿Cómo se atrevió a decir que soy yo la que no entiende las cosas? Estaba que echaba fuego por la boca, por las orejas, por la nariz, por todos lados. Parecía un dragón. No había agua que apagara el enojo que llevaba encima. Salí de nuestra casa como la luz de un rayo.

Solo pedía un poco más de tiempo. No tenemos tiempo ni para darnos un maldito beso, y me duele muchísimo, porque le quiero.

—¡Marlene! —dijo Roger a mis espaldas—. ¡Espera! —No le hacía caso; seguía caminando con paso firme. No quería nada, ¿no era yo la que no entendía las cosas? —. Marlene, por favor. —Me cogió del brazo y me volteó—. Hablemos. Lo siento, te he fallado. —Sus ojos me transmitían mucho más que sus palabras y me dolía—. Tienes razón; sé que estoy muy ocupado con el trabajo; que ser capitán consume mi tiempo y te estoy dejando de lado. Créeme, no quiero que sea así. —Las lágrimas comenzaron a empapar mis mejillas y él se encargaba de borrarlas con sus dedos. Me abrazó fuerte—. Intentaré hacerlo mejor; intentaré solucionarlo y pasar más tiempo juntos. Te lo prometo. Quiero que todo sea como antes. Te quiero y eso nada, ni nadie lo va a cambiar. —Le separé y le miré—. Siento haberte dicho que no me entendías... yo tampoco lo estoy pasando bien...

Hacía tiempo que no veía a Roger así. Siempre había sido un chico fuerte y no se rendía. Lo vi abatido y eso tampoco me gustaba. Le acaricié la mejilla y le besé. Sentía sus labios temblorosos comer los míos y sus manos posarse en mi cuello. Sonreímos y nos volvimos a fundir en un abrazo.

—Vete, llegarás tarde —dije acariciando su brazo. Éste asintió y se marchó, no sin antes darme un beso lleno de cariño.

Decidí ir a dar una vuelta. No quería meterme en casa y seguir pensando en todo lo ocurrido. Caminar me relajaba y hacia que viera las cosas de otra manera. Pero lo que no esperaba era encontrar a aquel chico que me entregó el bolso días atrás; aquel que aparecía en mi cabeza de repente; aquel que encendió algo dentro de mí y no podía hacerlo desaparecer.

—Vaya, vaya... que sorpresa. Nos volvemos a encontrar. —Su voz es sumamente sexy y su sonrisa acompañaba a la chulería que transmitía en cada paso que daba hacia a mí. Eso era un pecado para cualquier mujer que se le acercara. ¡Qué tentación! —. ¿Te ha mordido la lengua el gato? —preguntó con una ceja alzada. Fruncí el ceño y pasé de largo, a lo que él reaccionó yendo detrás de mí. La adrenalina hacia que mi paso fuera ligero y que mi corazón bombeara más alífero de lo normal—. ¿Ahora me tienes miedo, después de salvarte de ese ladronzuelo? —Me cogió del brazo y me volteó con ferocidad. Intenté soltarme, pero quedó en el intento. Nos metió en una calle, donde había poca gente. Nadie nos hacía caso, así que él estaba a sus anchas, y yo, preocupada por si algún vecino o Roger nos encontraba juntos. Sin embargo, era inevitable observar cada movimiento; cada rasgo; cada gesto. Era excitante.

—¿Me puedes soltar? —Me miró sonriendo, pero no lo hizo. Lo intenté por mí misma, no obstante, conseguí que me pusiera entre la pared y su cuerpo. ¡Bendito cuerpo!

—Eres pura tentación, ¿sabías? —Sonrió y apartó un mechón de pelo que había en medio de la cara y pegó sus labios a los míos. Un beso desesperado, urgente y lleno de intemperancia. Nuestras lenguas gozaban entre ellas, moviéndose al unísono. Sentía la pasión que ponía y también como lo placía... bueno, disfrutábamos. Me gustó demasiado.

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¡Hola corazones! Aquí tenéis un nuevo capítulo y que espero que hayáis disfrutado leyéndolo. Daros las gracias por leerme y darme una oportunidad en esta historia y por comentar qué os parece. De verdad, me alegro que os esté gustando y espero que lo siga haciendo. Un besazo :333