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Luego me invocas (Corrigiendo)

Algunas personas, aquellas a las que el universo adoraba, se despertaban con el cantar de los pajaritos, una brisa fresca colándose por su ventana y la delicada caricia de los primeros rayos del sol que le daban los buenos días.

¿Yo?

El universo me odiaba.

Estoy segura de que en mi otra vida mataba animalitos tiernos e indefensos. De otra forma no lograba entender porque la vida se empeñaba en despertarme con el sonido estridente de la alarma y el dedo insistente de mi hermanito pinchando mi mejilla.

-Déjame en paz, sabandija. -hundo la cabeza en la almohada.

-Mi mamá me dijo que te despertara, tonta.

El amor fraternal…, hermoso.

Resoplo contra mi almohada antes de levantar la cabeza y ver la hora en el pequeño reloj digital sobre la mesa de noche antes de volver a hundir la cara en la almohada. Ahora con menos ganas de vivir que antes al ver que tenía veinte minutos para estar lista.

Me doy la vuelta y me quedo mirando fijamente el techo, tal vez en busca de los secretos de la vida o de una buena excusa para faltar a la universidad ¿Quién sabe? Y al no encontrar nada, me rindo y corro al baño a darme la ducha más rápida en mi vida mientras mi hermano me juzga en silencio desde mi cama.

Me puse una chaqueta y salí deprisa de mi habitación con la sabandija siguiendo mis pasos.

-No tenías que vigilarme.

Se encoge de hombros.

-Mi mamá dijo que te despertara.

-Si, no que me vigilaras.

-Si no lo hacía te ibas a acostar de nuevo. Tenía que ponerte presión. -refutó con tono sabiondo antes de adelantarme y entrar a la cocina conmigo a unos pocos pasos de distancia.

Apenas entrar, mi mamá levantó la cabeza y me fulmino con la mirada.

-¿Para qué tienes despertador si pasas de el cada que puedes? -protestó, con sus puños sobre sus caderas.

Sonrío con inocencia, acercándome a darle un beso en la mejilla.

-Tu los sigues comprando, hazte esa pregunta a ti, mamá. -me alejo de ella para acercarme a mi papá que pone la mesa de forma distraída mientras ve las noticias en la televisión. -Buenos días, papá.

Se giró a verme con el ceño fruncido.

-Debes empezar a despertarte por tu cuenta, estas muy grande como para que tengamos que estar pendientes de que no te quedes dormida y vayas a la universidad -dice con suavidad- eso te pasa por estar trasnochándote con tus libritos.

-No es por eso -digo incrédula- simplemente las mañanas y yo no estamos hechas la una para la otra, papá.

Era obvia la sonrisa que se intentaba escapar de sus labios y el esfuerzo que hacia para esconderla de mi mamá.

El hombre no es masoquista.

-Sólo…, intenta despertar más temprano o a tu mamá le va a dar un ataque -me pide en un susurro antes de dejar los manteles que tenía en las manos sobre las mías- pon la mesa tu. Como castigo.

Voy colocando la mesa con pereza mientras escucho a lo lejos a mi mamá y a la sabandija hablar sobre una salida al zoológico y a mi papá comentar sobre un tiroteo en un edificio de oficinas. Específicamente donde se encontraba un famoso bufete de abogados.

-Seguramente era un arreglo de cuentas. Esos abogados, en su mayoría, son unos corruptos- dice mi papá sin despegar la mirada de la televisión mientras bebe de su taza de café.

-¿Y los que no lo son? -indago sin prestar verdadera atención al tema.

-Lastimosamente esos no llegan muy lejos en su carrera, hija.

-Gracias a Dios no fue cerca de aquí – exclama mi mamá, colocando una mano sobre su pecho- pero hoy va a ser un día ajetreado en el hospital. Hubieron muchos heridos.

Mis padres eran doctores en el mismo hospital sólo que trabajaban en diferentes áreas. Mientras mi mamá era doctora en el área de urgencias, mi papá era cardiólogo. Ambos muy respetados en su campo de trabajo.

Termino de poner la mesa y viendo que aún faltaba para que la comida estuviese lista tomo asiento y agarro mi teléfono y para seguir leyendo el libro que me tenía enganchada desde hace una semana y el culpable de que apenas haya dormido dos horas antes de que mi hermanito me despertara.

Ya iba por el final del libro y sólo tenía tres cosas muy claras.

1- Jamás había llorado tanto en mi vida.

2- Necesitaba a un Josh, urgentemente.

3- EmyBlck era una escritora increible.

- Te dijeron que salieras, pude oírlo.

-Es que se ve que eres muy valiosa -admitió- Que la vida de muchos sufriría una gran pérdida si te dejo aquí sin hacer mi mejor esfuerzo.

-No soy más valiosa que tu, Angela -susurró Alice mientras Angela presionaba su cinturón y la cargaba sobre sus hombros.

-Lo sé- admitió ella- Pero como mínimo somos igual de valiosas, yo estoy haciendo lo que debo hacer y luego tu me devolverás el favor.

-¿Cómo? -Inquirió Alice.

-No dejando de brillar -le dijo encaminándose con mucha destreza por las ruinas- No puedes dormirte, Alice. Te necesito despierta.- le pidió- Cuéntame algo.

-¿Viste a un chico afuera? -preguntó.

-¿Al que estaba secuestrado contigo? Si, lo…》

-Gabriela, hazme el favor de dejar el teléfono -exclama mi mamá dejando un plato de panquecas frente a mi- y tú, apaga el televisor.

Mi padre muy obediente lo apaga y se acerca a la mesa para comenzar el desayuno mientras Aiden, mi hermano, llena de una cantidad, poco sana, de mantequilla y nutella sus panquecas antes de meterse un gran y chorreante trozo en la boca.

Que asco.

Me estremezco y decido, por mi salud mental, no volver a mirar en su dirección. ¿Quién diría que los niños de trece años serían tan asquerosos?.

Y pensar que era una ternura cuando era bebé.

Nos engañó a todos.

Estoy metiendo un trozo de panqueca en mi boca cuando mi consciencia me hace revisar la hora en mi teléfono y darme cuenta de lo tarde que voy.

Con prisa trago el trozo y me bebo el zumo de naranja mientras tomo mi mochila y mi teléfono.

-Me tengo que ir, los amo, bye -la rapidez con la que hablo es sorprendente. Tanto que dudo que en realidad me hayan podido entender.

-¡¡¡Gabriela, cálmate!!! ¿ya te tomaste…

No le permito terminar ya que estoy corriendo hasta la salida.

-Si, mamá, tranquila – digo antes de cerrar la puerta y correr como idiota hasta la parada de autobuses.

Llego a clases justo cuando el profesor está cerrando la puerta y entro ignorando la mirada asesina que me lanza antes de cerrar la puerta con más fuerza de la necesaria.

Empujaste al hombre. Normal que este de mal humor.

Fue un pequeño empujoncito, nada que se deba exagerar.

Empiezo a sacar la libreta de mi mochila mientras escucho hablar a dos chicas sobre un escritor joven de no se que aplicación, cuyos libros y citó…, están para morirse.

No digo que me moleste el tema, de hecho, si no fuese por lo irritantes que me son sus voces, les preguntaría quien es el autor. Con lo amante que soy de la literatura, capaz y  conozco alguna de sus obras.

-Juro que lloré a mares con su libro. -dice una de las chicas con el drama tatuado en cada una de sus expresiones.- apenas salga en físico me lo voy a comprar y conseguiré que me lo firme.

-Sería un sueño. Estoy segura de que yo me desmayaría si lo conozco en persona.

Reprimo un bufido ante ese último comentario mientras observo los últimos apuntes que hice e intento descifrar que rayos escribí.

Si a la final herede la letra indescifrable de mis padres.

-Yo también me desmayaría pero por lo guapo que es. Ósea, ¿lo han visto? Es guapísimo.

Y…., fue suficiente cotilleo, no podía seguir escuchándolas por más tiempo. 

Que día tan largo.

Y estaba de acuerdo con mi conciencia. Para variar.

Suspiro.

Apoyo la barbilla sobre mi mano con aburrimiento mientras observo a nuestro profesor pelear con su laptop que al parecer se niega a poner las diapositivas. Ahora mismo no podría importarme menos lo que ocurre a mi alrededor, tengo demasiado sueño y justo ahora estudiar la historia de Platón y su aporte a la psicología no era exactamente mi prioridad.

Vale, que estoy estudiando letras y debería prestar más atención…., lo comprendo pero.

Tienes sueño, ya lo entendimos.

Mi conciencia tampoco está de buen humor.

La clase se me hace eterna y justo cuando estoy a punto de quedarme dormida sobre mi mano, el profesor deja con cierta fuerza, innecesaria, un libro sobre su escritorio haciendo que me sobresalte en mi asiento viendo como mis compañeros se apresuran a salir como si el salón fuese a explotar en cualquier momento.

Y justo cuando estoy por salir del aula y seguir el pánico colectivo de los demás…,mi querido profesor carraspea la garganta con fuerza para llamar mi atención.

Yo lo mato.

Me giro sobre mi eje con una lentitud aterradora hasta quedar frente al profesor y regalarle una sonrisa forzada.

-Agradecería que para la próxima sea más puntual y, si no es mucho pedir, evite babear en mi salón -me fulmina con la mirada y yo no puedo más que apretar los labios- si tiene tanto sueño, quédese en su casa señorita West.

-No se repetirá.

Mentirosa.

Cállate.

Me ignora y se da la vuelta para seguir recogiendo sus cosas. Blanqueo los ojos antes de darme la vuelta y seguir mi camino hacia la cafetería.

Apenas llego voy a por un gran vaso de café y un sándwich antes de ir hasta la mesa donde mis dos mejores amigos me esperan.

-Buenos…

-Mi profesor no me dejo entrar en clases, ¿te lo puedes creer? – soltó Isabella apuñalando lo que parecía era puré de papas.

Me siento al lado de Nathan al ver el mal humor que se cargaba Isa y el peligro que corría mi vida mientras ella siguiese con ese tenedor de plástico en su mano.

-¿Llegaste tarde? -me atrevo a preguntar ganándome un suspiro lastimero de parte de mi amigo. El cual parecía querer sumergirse en su batido y no volver a salir nunca.

-Sólo un poquito pero no fue mi culpa -dice señalándome con el tenedor a lo que yo me limito a tomar de mi hermoso café- el estúpido de mi vecino tubo una fiesta hasta las cuatro de la mañana y eso no me dejo dormir. Luego mi carro no quería encender y tuve que venir en bus y el conductor conducía más lento que mi mamá ¡¡¡Y DE PASO SE DETENÍA A RECOGER GENTE A CADA RATO!!!.

-Ese es su trabajo, Isa – exclama Nathan con fastidio.

Su mirada hubiese sido capaz de atravesar a mi amigo si no fuese porque soy una gran persona y desvíe su atención hacia mi.

-Tus notas son perfectas, no te hará daño un día que faltes.

Suspira con una mueca pensativa antes de hacer un puchero y asentir, dejando por fin al pobre puré en paz.

-Tienes razón pero no me gusta faltar. -suspiró llevándose un bocado de puré a la boca y hacer una mueca de asco- esto sabe raro.

-Sólo a ti se te ocurre comprar algo de la cantina -inquiere Nathan mirándola con burla- aquí lo único medianamente seguro son los sándwiches, los batidos y el café…, lo demás es de procedencia incierta.

-Nada más verlo me hace dudar de que sea papa -digo dándole la otra mitad de mi sándwich el cual acepta con rapidez, casi arrancándomelo de la mano.

Igual no tenía mucha hambre. Lo único que realmente me interesaba era el café caliente entre mis manos.

-¿A ti como te ha ido, Gab?.

-Casi no llego a clases y me tuve que aguantar una regañina por parte del profesor. -respondo a la pregunta de Nat mientras trago el último trozo de mi sándwich.

-Al menos a ti te dejaron entrar -se queja Isabella con un puchero adornando sus labios.

Blanqueo los ojos.

Si, muchísima suerte la mía.

-Hubiese preferido no llegar, la verdad.

-No se porque no se mudan a una de las residencias. Se evitarían todo este drama.

Nat nos mira como si fuésemos dos niñitos pequeños a quienes les tiene que explicar paso a paso para no traumarlos.

O como a dos retrasadas.

Cállate.

Cállame.

Suspiro.

-Ya sabes porque. Además, no estoy dispuesta a aguantar la locura que hay en esas residencias -aseguro con una mueca al pensar en ello.

-Y yo no quiero que me toque una loca como compañera de habitación ¿Sabes la cantidad de historias que he oído? Una chica se despertó calva. ¡¡Calva, Nat!!.

Me estremezco al recordar esa historia y a la pobre chica buscando por todo el campus a su compañera. Posiblemente para matarla.

Ahora que lo pienso, nunca supe más de ellas.

-Estoy seguro de que tu serías la compañera rara.

Y así, damas y caballeros, empieza una pelea sin sentido entre mis dos amigos mientras yo voy a por otro café para aumentar mi índice de paciencia.

>♡<

¿Saben que es lo peor para una persona con sueño? ¿No? Es una simple palabra que conlleva un monto de sufrimiento. Si, justo lo que estás pensando…, Trabajo.

Era preocupante la cantidad de odio hacia la humanidad que había adquirido con el pasar de las horas.

Trabajaba en una librería bastante conocida en el centro de la ciudad todas las tardes luego de la universidad. Debo admitir que el trabajo me gustaba bastante y estar rodeada de ese increíble olor a libros hacia del trabajo más ameno. El problema empezaba cuando llegaban clientes un tanto problemáticos y sus curiosos hijos que revolvían todas las estanterías.

No era para nada divertido ir detrás de ellos evitando que destrozaran algo mientras fulminaba con la mirada a sus padres, o estar limpiando del piso las bebidas y alimentos que a los mocosos se les caía.

Me siento tras el mostrador, agotada, luego de pedirle amablemente a una madre que controlara a su hijo.

Le pediste que sujetara a su bestia.

Por eso, amabilidad.

Menos mal que mi tía, hermana de mi mamá, era la dueña de la librería y no le prestaba mucha atención cuando yo perdía la paciencia con alguno de los clientes. Por suerte eso no pasaba muy a menudo. 

Escucho la campanilla de la puerta haciéndome levantar la mirada de la computadora y así ver a una mujer vestida formalmente con una falda de tubo negra y una camisa beige, caminar hacia mi mientras una sonrisa iba creciendo en su rostro.

-Buenas tardes, bienvenida, ¿en qué puedo ayudarle?.

-Buenas tardes, quería hablar con la señora Davies sobre una firma de libros que se hará aquí.

¿Firma de libros?

¿Por qué no estábamos enteradas?.

Buena pregunta. Mi tía me debe una explicación.

Sonrió con amabilidad tomando una de las tarjetas de presentación de mi tía para dársela.

Estoy segura de que esa mujer ya tiene el número de tu tía.

Tus comentarios no son de ayuda.

Tampoco era la intención.

-Ella no se encuentra pero en la tarjeta puede conseguir su número y el de su asistente.

La mujer mira por varios segundos la pequeña tarjeta antes de guardarla en su cartera y regresar su atención a mi.

-De acuerdo, igual, ¿te importaría si le dejó un mensaje contigo? -sonríe.

-No hay problema, yo le haré llegar el mensaje.

-Por favor dile que la representante de Brown vino para arreglar los últimos detalles del evento y necesito que me regrese la llamada lo más pronto posible.

Asiento lentamente rezando por que no se me olvide nada mientras mi cabeza se entretiene buscando ese nombre entre la lista de autores en mi mente.

-Descuide, le diré.

Asiente en forma de agradecimiento antes de marcharse con prisa tras recibir una llamada telefónica y empezar a insultar a la persona tras la línea.

-Bien…, ¿cómo dijo que se llamaba? -bufo- mi tía me va a matar.

Ya eran las seis de la tarde y mi tía no había venido a la librería, tampoco contestaba las llamadas así que le deje una nota en su oficina para luego comenzar a arreglar todo para el día siguiente y marcharme a mi casa.

Estoy colocando el cartel de cerrado en la puerta lista para irme a casa cuando escucho a dos hombres discutir a unos pocos metros de la tienda y como la buena chismosa que soy me quedo haciendo el tonto frente a la puerta mientras finjo buscar la llave correcta.

-Maldita sea, déjame tranquilo, estoy bien – dice uno de los hombres.

Se escuchaba realmente furioso pero la duda que había en su afirmación hacia que su voz se escuchará rota.

-Eso dices siempre y es mentira. Estas viendo sólo lo negativo y te olvidas de las cosas buenas. -refuta el otro hombre casi con desesperación.

Cada vez estaban más cerca de mi pero se detenían cada tanto para enfrascarse en su discusión.

-No me digas, ¿Y cuáles son esas cosa buenas? Por favor dímelo porque yo no las veo.

-Eres joven, talentoso…, piensa en este proyecto que se te está dando -dice con calma- es una oportunidad increíble.

Una risa seca retumba por el lugar y yo me decido a cerrar de una vez por todas y alejarme. Un día de estos mi curiosidad me iba a causar problemas.

-Si, si, fantástico- exclama sarcástico- lastima que no voy a poder verlo. Luego me invocas y me dices que tal va, ¿te parece?.

Y sin más, veo de reojo como se aleja de su…,¿amigo? Y desaparece al doblar la esquina.

Uff, eso fue…, raro. Vamos a casa.

Blanqueo los ojos, ignorando a mi consciencia, y  comenzando a caminar hacia la parada de buses.

¡¡HOLA!!

Aqui tienen el primer capítulo de este nuevo proyecto.

Espero les guste y le den su amor a esta historia.

Un agradecimiento por su apoyo a EmyBlck y la inspiración que su libro "Valiosa" me a dado.

Y a mi hermanita, mi fan #1 quien ha estado en cada momento desde que me atreví a sumergirme en este mundo.









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