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si el horóscopo lo dice...


Escorpio, la vida te está preparando para una gran sorpresa. Tu optimismo diario te da la fortaleza de despertar y decir: «Hoy será mejor que ayer.» Pero, ¡ten cuidado! La temporada de lluvias podría afectar tu salud, así que abrígate bien. Usa colores fríos en tu vestimenta y procura sonreír más; verás cómo todo se vuelve más fácil. Un amigo al que has dejado en el olvido desde hace tiempo necesita saber de ti. Llámalo, tiene grandes noticias que te sorprenderán. El amor no sigue relojes ni calendarios. Confía, porque tras tanta paciencia, el destino tiene algo especial reservado para ti.

...

Cuando terminé de leer mi horóscopo semanal, me levanté de la cama con una gran sonrisa. El día estaba como la actitud que deseaba tener: soleado y con brisa fresca. Es decir, perfecto.

El calendario en la pared marcaba el 3 de mayo. Taché el día anterior y me detuve a pensar: solo faltaban siete meses para diciembre. Siete meses para despedir el año.

Siete meses para cumplir todo lo que me había propuesto.

—¡Josué, ¿ya te despertaste?! —Era mi hermana. Llevaba meses viviendo con ella desde que papá falleció y mamá tuvo que ser internada en un asilo debido a su enfermedad: el Alzheimer, ese cruel ladrón que se llevó su cordura.

Tal vez piensen que fue un acto despiadado de nuestra parte, pero no había alternativa. El médico lo recomendó, y el escaso tiempo libre que teníamos mi hermana y yo no era suficiente para brindarle los cuidados que necesitaba.

—Un momento —respondí, todavía sonriendo. Todavía optimista.

Era fácil fingir cuando la máscara ya formaba parte de mi piel. Llevaba tanto tiempo usándola que incluso yo casi creía en ella. Pero si alguien inventara lentes capaces de ver más allá de lo tangible, lo que encontraría en mí no sería más que sombras. Dolor. Un peso tan abrumador sobre mis hombros como un saco lleno de escombros.

—Josué, no te demores, vamos. —La impaciencia de mi hermana se hizo notar.

—Ya va.

Los colores fríos estaban asociados a la serenidad, la calma, la introspección... Según mi horóscopo, usarlos ayudaría a reforzar mi optimismo. Qué ironía. Odiaba esos tonos, pero aún así tomé la camisa verde azulado que Jessica me había regalado el año pasado.

Para mi fortuna, todavía me quedaba bien.

Me di un baño rápido y, al salir, Jessica me esperaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Sus cejas eran tan gruesas y largas que, sin exagerar, parecían tocarse en la punta del tabique nasal.

...Bueno, tal vez sí estaba exagerando.

—¡Te demoras más que yo, y eso que soy mujer! —protestó con dramatismo.

Sonreí con falsa inocencia, esperando apaciguarla.

—Perdón, se me hizo tarde. ¿Nos vamos ya?

Jess puso los ojos en blanco y, sin más, echó a andar. Sin necesidad de que lo pidiera, la seguí.

🦂

Me gustaba el olor del café. Me daba una sensación de paz y tranquilidad, como cuando abrazaba a mi madre en esas noches en las que una pesadilla me despertaba.

—Desayuna rápido, se hace tarde. Josué, hoy estás más lento que una tortuga. ¿Estás bien?

—Sí —respondí justo después de morder mi pan tostado—. Es solo que mi horóscopo de hoy dijo que la vida me está preparando para algo grandioso y estoy ansioso.

—Hiciste que eso rimara a propósito, ¿verdad? —Jessica me conocía demasiado bien, y yo amaba eso—. ¿Y qué cosa genial podría ser?

Me crucé de brazos, analizando la pregunta con cuidado.

—No lo sé realmente... pero ojalá sea la lotería. Así podríamos pagarle una enfermera a mamá para que la cuide desde casa.

Jessica sonrió. Para ella, esa era la prueba de amor más íntima. Yo, que era mucho más expresivo, tomé su mano y la besé. Ella la miró con una mezcla de sorpresa y fastidio, como si acabara de ser atacada por un pájaro.

—Vayámonos, ya es tarde. Hoy te toca pagar el desayuno.

—No se vale, yo lo pagué ayer.

—Me diste un beso en la mano y ayer en la mejilla. Ahí está mi paga. Adiós.

—Tramposa.

Jessica sonrió y se despidió moviendo las manos antes de salir. Cuando se fue, busqué dinero en mi cartera, saqué un billete de diez mil y otro de cinco mil, los dejé sobre la mesa y salí del restaurante.

Desayunar afuera se había convertido en una costumbre diaria entre mi hermana y yo desde que nos vimos obligados a ser independientes. Desde hacía diez meses.

Pensar en el tiempo que había pasado apagó una luz dentro de mí. Al sentir esa sombra extendiéndose en mi interior, me sacudí varias veces y me puse los auriculares. La voz de Taylor Swift seguramente me haría sentir mejor.

Y lo cierto era que sí, lo hacía... pero no me ayudaba a olvidar del todo. Porque ahí estaban, todas esas cosas que intentaba evitar, escondidas en un rincón de mi cabeza, encadenadas para que no se soltaran. No podía dejarlas salir. Si lo hacía, lo destruirían todo.

Me puse de pie y caminé hacia el paradero de autobuses. Taylor Swift me susurraba al oído que no la culparan por algo que había hecho, porque el amor la había vuelto loca, y mis caderas, siempre entregadas al ritmo, se movían de un lado a otro.

Al llegar, recordé que mi horóscopo decía que llamara a un amigo al que había dejado en el olvido. Para ser sincero, mi lista de amigos era, por no decir inexistente, bastante corta.

Mientras esperaba el bus, intenté pensar en alguien y, cuando el nombre de Óscar David apareció en mi mente, mi ceño se suavizó.

Había dejado de hablar con él hacía más de un mes. Si alguien tenía una gran noticia para mí, seguro era él.

Marcó apenas un segundo antes de contestar.

—¡Hola! ¿Cómo te va, Josué? ¡Tanto tiempo sin saber de ti!

—¡Hola! Me va muy bien. ¿Y a ti? Ya sabes, no hay tiempo... Trabajar y estudiar no es fácil.

—Te creo —suspiró, y antes de que pudiera continuar, lo escuché decir algo que sonó como: «Discúlpame un segundo».

Aproveché el silencio para preguntar:

—¿Estás ocupado?

—En realidad, estaba discutiendo con mi novia. Gracias por llamar, me salvaste. Si te la llegas a encontrar, ¿podrías decirle que Lorian es tu amiga lesbiana y que está buscando quién le haga un tatuaje? Dile que tú me recomendaste.

—¿Qué?

Óscar rio por lo bajo.

—Estuve saliendo con esa chica, pero vio unos mensajes... —se quedó callado un momento—. Menos mal no eran comprometedores, pero sí podrían malinterpretarse. Así que... ¿Me ayudarías? Ella te creería porque eres gay y ya sabes...

—En realidad, no sé —murmuré, arrepintiéndome de haber llamado.

—Todos los gais se conocen y si tú le dices a mi novia que Lorian es lesbiana, te creería porque eres gay.

—Creo que más bien me creería porque no le miento —contesté en un susurro—. No creo poder decirle eso. No conozco a ninguna Lorian.

—Vamos, amigo, ayúdame.

La súplica en su voz me pareció patética. Nunca entendí por qué alguien engañaba a su pareja. Si ya no quería nada con ella, lo más lógico era terminar y ya, ¿no?

—Bien —dije al ver que mi bus se acercaba—. Óscar, debo irme...

—Oye, espera, parcero —sonó exaltado—. ¿A que no adivinas quién se casa?

—No tengo la menor idea.

—¡Mi hermana! —gritó con entusiasmo, y juraría que también estaba saltando de la emoción.

Sonreí mientras subía al bus. Óscar comenzó a contarme con lujo de detalles cómo había sido la propuesta. Habló sin parar hasta que, después de diez largos segundos de silencio, dijo:

—Ella quiere que vengas. Sobre todo, porque... vendrá alguien que alegrará más tu vida.

—¿Quién? ¿Chris Pratt?

Óscar soltó una carcajada.

—No, hermano —hizo una pausa y entonces pronunció un nombre que estaba justo ahí, entre todas esas cosas que tenía encadenadas en mi cabeza—. Estoy hablando de Felipe, el hijo de mi madrastra.

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