Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

la verdad


La conversación con Jessica seguía dando vueltas en mi cabeza, como un trompo maldito que no dejaba de girar.

Habían pasado casi dos horas, pero su voz seguía resonando en mi mente, cada palabra clavándose en mi pecho como una astilla imposible de sacar.

Suspiré, cerrando los ojos por un momento en un intento fallido de ahuyentar mis pensamientos.

No servía de nada.

Salí del salón de clases con pasos apresurados, rumbo al patio comedor. Necesitaba ver a Luis. Asegurarme de que todo estaba bien. Que todo seguía en su lugar.

Iba tan distraído que choqué de lleno con René, un chico de mi carrera.

—Mierda, lo siento —solté al instante, riéndome con nerviosismo.

René me miró con el ceño fruncido, pero en lugar de molestarse, dejó escapar una risa corta.

—¿Qué te pasa? —preguntó, divertido.

—Solo iba un poco rápido y no te vi.

—¿Un poco rápido? Casi te llamo señor Bolt.

Me reí por su chiste, sintiéndome un poco menos tenso.

—Perdón otra vez.

René hizo un leve movimiento con la cabeza, restándole importancia, y comenzó a caminar. Pero antes de alejarse demasiado, se detuvo de golpe, mirándome con una expresión extraña.

—Oye... ¿Eres novio de ese chico alto, de ojos bonitos?

Mi cuerpo entero se tensó.

—Sí —mentí, y lo peor fue lo fácil que salió la respuesta de mis labios. Tan automática, tan natural.

René alzó las cejas, sin rastro de sorpresa.

—Deberías ir a ver el espectáculo que tiene en el patio con el chico nuevo.

Solté una risa confusa.

—¿Espectáculo?

Él solo me señaló con el dedo, en un gesto de advertencia, antes de seguir su camino.

Y de pronto, todo en mí entró en estado de alerta.

Mi corazón se aceleró mientras mis pensamientos se arremolinaban en mi cabeza. Recordé lo que Jessica había dicho sobre Luis. Su "casi relación". La química innegable que había tenido con Felipe en el matrimonio de su prima.

Un nudo se formó en mi estómago.

No podía ser.

No.

Mis piernas se movieron solas, apresurándome hacia el patio.

Porque si todo lo que había estado evitando enfrentar era cierto... entonces, estaba en problemas.

El patio estaba lleno de vida.

Grupos de estudiantes reían mientras almorzaban, otros estaban concentrados en sus libros, algunos jugaban dominó y había quienes simplemente usaban las mesas como apoyo para descansar la cabeza.

Pero yo no podía fijarme en nada de eso.

Solo tenía un objetivo.

Y cuando mis ojos finalmente encontraron a Luis, sentado junto a Felipe en una mesa apartada, sentí como si el suelo se hundiera bajo mis pies.

No era solo que estuvieran juntos.

Era la forma en la que se miraban.

La confianza. La cercanía. La intimidad con la que hablaban, como si fueran dos piezas que siempre hubieran encajado.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

Mi corazón se convirtió en una locomotora descontrolada mientras avanzaba hacia ellos, con el cuerpo temblando de manera incontrolable. Quería hablar, pero si mi voz salía como mis manos, temblorosa y rota, no serviría de nada.

—Lu... —murmuré.

Bastó esa sola palabra, por muy suave que fue, para que ambos voltearan a mirarme.

Y entonces lo vi.

La mano de Felipe, descansando sobre la de Luis.

Él la retiró de inmediato, sonriendo como si la situación le hiciera gracia, como si le divirtiera haber sido descubierto. Por un instante, me pregunté si acaso estaba arrepentido o avergonzado, pero enseguida descarté la idea. Esos sentimientos no formaban parte de su naturaleza.

—Te escribí un mensaje —dijo Luis con naturalidad, lanzándole otra sonrisa a Felipe antes de volver a verme.

—Tengo los datos desactivados —respondí, como si importara.

Porque a Luis no le interesó en lo más mínimo.

Apenas escuchó mi respuesta, volvió la mirada a Felipe, quien sostenía su teléfono, mostrándole algo que hizo que ambos rieran con complicidad.

No sé qué me dolió más.

Si la facilidad con la que yo había sido descartado en la conversación... o la facilidad con la que Felipe volvía a hacerme sentir invisible.

—Siéntate —dijo Luis, sin siquiera levantar la vista.

Me quedé de pie.

—Luis —pronuncié su nombre, esta vez más serio.

Él pareció recordar de repente nuestra farsa.

Se puso de pie y, con una sonrisa, me rodeó con sus brazos, besando mi mejilla en un gesto cariñoso.

Y todo ese tiempo, Felipe nos miró con una mueca... algo entre diversión y burla.

Entonces, la idea me golpeó como un ladrillo.

Felipe era el chico con el que Luis había estado hablando por Internet.

Tenía que ser él.

—¿Quieres decirme algo? —le pregunté directamente, sin poder evitar que mi voz se endureciera.

Felipe me miró con sorpresa antes de negar con la cabeza.

—No, no. Solo que ustedes dos me parecen muy lindos.

Lo odié.

Odié su maldita sinceridad.

Lo conocía lo suficiente para saber cuándo mentía... y esta no era una de esas veces.

A menos que...

A menos que hubiera perfeccionado sus técnicas.

A menos que lo supiera todo.

A menos que estuvieran burlándose de mí, confabulando juntos para ver cuánto tiempo podía seguir sosteniendo mi mentira.

Luis me tomó de la cintura, dándome otro beso en la mejilla.

Y yo me pregunté si realmente sería capaz de traicionarme así.

Solo para complacer a Felipe.

—Ven —dijo Luis, como si nada—, sentémonos.

Y lo odié un poco también.

—Está bien —dije en un leve y delicado susurro antes de sentarme entre los dos.

—Oye, Josy, ¿hiciste ya la actividad que dejó el profesor? ¿La del ensayo?

—No... Hoy empiezo —respondí, mirándolo con desconfianza. Felipe era todo sonrisas y amabilidad, como si hubiera olvidado que alguna vez me trató como su juguete personal, el depósito de todas las emociones que no se atrevía a compartir con nadie.

—¿Tienes un ensayo? Si quieres, puedo ayudarte.

Pensé que me hablaba a mí, pero cuando Felipe respondió con tono divertido, supe que no.

—¿No se pone celoso tu novio?

Abrí los ojos, incrédulo. Estos dos malditos estaban coqueteando frente a mí y yo no tenía idea de cómo reaccionar. Sentí un ardor en las palmas cuando mis uñas se hundieron en la tela de mi pantalón.

—Yo no soy celoso —dije con la mayor tranquilidad posible—, pero deberías ayudarme a mí, amor. Recuerdo que Felipe siempre fue bueno con los ensayos.

Luis se tocó la nuca y rio entre dientes.

—Me parece correcto entonces, te ayudaré.

Y sin previo aviso, me besó.

Felipe reprimió una carcajada, alzó las cejas como si estuviera viendo una comedia de mal gusto.

Me harté.

El jugo de mora que tenía en la mano se derramó por toda la mesa cuando me puse de pie bruscamente.

—¿Qué es lo que te parece tan gracioso, Felipe?

Él me miró con fingida sorpresa.

—¿De qué hablas?

—Desde que llegué, te has estado riendo de mí. ¿Qué pasa? Respétame, respeta a Luis y respeta esto. Si tanta gracia te da ver a dos personas enamoradas, guárdatelo para ti. A nadie le interesa si eres incapaz de comprometerte con alguien, pero por favor, deja de reírte cada vez que nos ves juntos.

—¿Ahora no puedo reírme?

—No de nosotros, ni de mí.

Fue en ese momento que noté cómo el bullicio del comedor se había apagado y varias personas nos estaban mirando.

Luis me agarró del brazo con suavidad y me obligó a sentarme de nuevo. Luego, con su voz siempre tranquila, deslizó su mano por mi espalda en un intento de calmarme antes de girarse hacia Felipe.

—Yo también lo he notado y quisiera saber por qué —dijo con seriedad—. Josy es mi novio y veo que no está cómodo con tu actitud. Creo que deberías disculparte.

—¿Disculparme por qué? —Ahora fue Felipe quien se puso de pie, con una sonrisa cargada de veneno—. Sólo me parece gracioso que, antes de que él llegara, estabas alegremente coqueteando conmigo y ahora te comportas como el novio perfecto.

—No estaba coqueteando... Sólo era amable.

Felipe soltó una carcajada seca.

—Ah, claro. Y literalmente te dejaste manosear por mí por amabilidad. ¡Qué considerado!

Dicho eso, se alejó sin mirar atrás, mostrándole el dedo del medio a cualquiera que se atreviera a observarlo.

Luis suspiró pesadamente y se llevó las manos al rostro, frotándose los ojos con frustración. Cuando por fin me miró, su expresión era de puro agotamiento. Algo en mi interior se revolvió de culpa, pero no lo suficiente como para echarme atrás. Felipe había reaccionado como yo quería, y eso ya era un punto a mi favor.

—¿Coqueteabas con él? —pregunté, más por instinto que por celos.

—Ahora no, por favor —murmuró Luis, y su tono tenía el peso de alguien que realmente necesitaba un respiro. Parecía un novio de verdad, pidiéndole un momento de calma a su pareja para ordenar sus pensamientos.

—Lo nuestro no es real —recordé en voz baja—. Es normal que coquetees con otras personas.

Luis me dedicó una mirada firme.

—Nadie más que tú y yo lo sabe. Para los demás, somos novios, y deberíamos respetar eso, Josy.

No quise decirle que mi hermana ya había descubierto la mentira.

En su lugar, observé en silencio cómo Luis tomaba mis manos y las besaba con una delicadeza casi peligrosa.

—Felipe es el chico con el que yo hablaba —confesó de pronto, sin mirarme—. Con el que se supone que me vería el próximo mes.

—¿Qué?

Lo sospechaba, claro, pero una cosa era intuirlo y otra muy distinta oírlo de su boca. El impacto me golpeó de lleno, encendiendo cada una de mis emociones al 100%.

—Dijo que me había dicho que vendría el mes próximo para no esperarlo en este y que, al estar aquí, sería una sorpresa.

—¿Ustedes iban a tener una relación?

—Supongo. Nos íbamos a conocer mejor y ya veríamos qué pasaría.

—Oh... Y ahora se encontró con que tienes un novio y seguramente piensa que eres un maldito mentiroso.

—Tú lo has dicho mejor que nadie —Luis se rio con amargura, como burlándose de su propia desgracia.

Debería decirle que paráramos esto, que fuera honesto con Felipe y buscara la manera de solucionar el embrollo en el que se había metido por mi culpa. Que intentara salvar lo que probablemente había estado planeando durante meses. Pero no fui capaz. Mis intereses eran prioridad.

Así que dije:

—¿Y si lo hacemos?

—¿Qué?

—Dicen que el sexo relaja, y te ves tenso. Si cogemos, probablemente te sentirías mejor. No sientes nada por mí, estoy seguro, así que no habría ningún compromiso.

Luis me miró, y por un momento creí que lo estaba considerando. Pero entonces, se rio entre dientes hasta que la risa creció y se convirtió en una carcajada abierta, una de esas que te hacen entrecerrar los ojos y sacudir la cabeza.

—¿Estás bromeando?

No lo hacía, pero para hacerle creer que sí, respondí:

—¿Cómo lo supiste? Ya te hice reír. ¿Eso me hace buen novio?

—Un poco —murmuró, con una sonrisa ladeada y esa arruga traviesa en la nariz que aparecía cuando estaba divertido.

Lo atraje hacia mí antes de que pudiera reaccionar. Él parpadeó, sorprendido, y entonces lo besé con fervorosa pasión.

Cuando se apartó, tenía las mejillas encendidas, como si acabara de correr un maratón.

—La gente tiene que pensar que nos reconciliamos —murmuré, con una sonrisita en los labios.

—Ummm, sí, sí... —asintió distraído, todavía con la respiración entrecortada.

Y cuando vi que Felipe volvía a acercarse, volví a besar a Luis.

La cara que puso cuando nos vio me hizo ganar un segundo punto.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro