la farsa
♏
Escorpio, puede que a veces sientas que la vida juega en tu contra, pero recuerda que no todo es color de rosa. Mantente firme, resiste, persiste y nunca te rindas. La solución que tanto esperas está más cerca de lo que crees.
Escucha con atención los consejos de quienes tienen más experiencia; puede que en sus palabras encuentres esa verdad que has estado evitando.
En el amor, las aguas están tranquilas por ahora, pero no te desanimes. Grandes oportunidades llegarán cuando menos lo esperes, y cuando lo hagan, no dudes en abrirles la puerta.
Consejo del día: Sonríe, libérate de ese peso que llevas encima y deja atrás lo que ya no te hace bien. Es momento de avanzar con ligereza y confianza.
🦂
Jessica se sentó frente a mí y tomó mis manos en cuanto Luis se levantó para ir al baño. Dejé de leer mi horóscopo y le presté toda mi atención.
—¿Qué onda con ese chico? ¿También va con nosotros al matrimonio de Dayán?
—¿No quieres que vaya? —pregunté, mordiéndome el labio superior con cierta vergüenza. Luego, señalé en su dirección con un gesto discreto y, en tono confidencial, susurré—: Es mi novio.
Jess soltó un pequeño gemido de asombro, abrió la boca en una gran "o" y, poco a poco, una sonrisa maliciosa se fue dibujando en su rostro mientras asimilaba la noticia.
—¿Desde... desde cuándo?
—La semana pasada —susurré aún más bajo, como si temiera que alguien más pudiera escucharnos.
Me miró con intensidad. Me conocía demasiado bien como para no notar que algo no cuadraba. Si quería evitar que lo descubriera, tenía que parecer lo más convincente posible, así que forcé mi sonrisa más sincera.
—Es un buen chico —comentó con tono neutro, aunque noté cómo su lengua presionó la parte interna de su mejilla, un gesto típico en ella cuando estaba analizándome. Luego, movió su mano sobre la mía y la apretó con fuerza—. Te cuidas, ¿verdad?
El calor subió de golpe a mis mejillas. Me puse de pie de inmediato, sintiéndome repentinamente vulnerable, mientras ella rompía en carcajadas.
—¿Lo haces? —insistió, con una mirada divertida—. Si no, tengo unos cuantos condones en mi cuarto. De sabores. Extra largos y ultrasensibles... ¿Eres alérgico al látex? Creo que también tengo unos sin látex... Y...
Luis apareció en la sala en ese instante, secándose las manos con una toalla de papel que seguramente había tomado del baño. Nos miró con curiosidad: yo, completamente rojo, y Jessica, casi llorando de la risa. Sonrió con timidez y preguntó con cierta duda en la voz:
—¿Qué pasa? ¿Estaban hablando de mí?
No había reproche en su tono ni exigencia de saberlo, solo una genuina amabilidad.
—No —respondí de inmediato.
—Sí —dijo mi hermana al mismo tiempo.
Luego se puso de pie y rodeó los hombros de Luis con un abrazo despreocupado.
—Ya sé que son novios. Me lo acaba de contar —anunció con una gran sonrisa.
Luis me lanzó una mirada de asombro, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y desconcierto. Su expresión hablaba por sí sola: no estaba conforme con la situación. Me apresuré a disculparme con la mirada, pero él solo suspiró, sin decir nada.
—Le estaba diciendo a mi hermano que tengo condones en mi cuarto. Ya sabes, por si necesitas uno —comentó Jessica con total naturalidad—. ¿Eres alérgico al látex?
Luis pareció tensarse, pero aun así respondió con sinceridad:
—Sí.
—¿Y tú? —me preguntó, esta vez con más interés que burla.
Al principio pensé que seguía bromeando, pero al ver su expresión supe que hablaba en serio. Luis había respondido con honestidad, así que me sentí obligado a hacer lo mismo. Negué con la cabeza.
Jessica asintió levemente, como si archivara la información para algún futuro incierto, pero antes de poder decir algo más, su celular sonó. Miró la pantalla y, tras disculparse con un gesto, se alejó para atender la llamada, dejándonos solos.
El silencio se instaló entre Luis y yo hasta que él rompió la calma con un susurro tenso:
—¿Por qué le dijiste eso, Joss?
No pude sostener su mirada. Me removí en mi asiento y me encogí de hombros.
—No lo sé —admití, evitando su expresión de furia e incomodidad—. No lo sé.
Luis cerró los ojos y me dio la espalda. Por un momento pensé que se iría, y quizás lo mejor sería dejarlo hacerlo. Pero no podía permitírselo. No cuando aún tenía que demostrarle a Felipe y a Óscar que ya no era el mismo tipo patético de antes.
Me adelanté un paso y posé una mano en su hombro. Su aroma a crema de leche llenó mis sentidos, envolviéndome en una extraña mezcla de confort y desesperación. Cerré los ojos con fuerza, reprimiendo las lágrimas que amenazaban con traicionarme.
—Lo siento —murmuré.
Luis tragó saliva, su cuello tensándose bajo la luz tenue de la habitación.
—Yo solo quería... —continué, con la voz temblorosa— hacer que esto pareciera real para los demás. Así, cuando Felipe lo sepa, no podrá hacerme quedar mal si alguna vez llega a preguntárselo a alguien.
Hubo un silencio espeso entre nosotros. Luego, Luis habló.
—No existe un nosotros, Josué.
Su voz fue suave, pero el golpe de sus palabras cayó sobre mí con la dureza de un golpe seco.
Me eché hacia atrás como si me hubieran empujado, escupido y abofeteado al mismo tiempo. La ofensa en mi mirada fue suficiente para que Luis suspirara con suavidad, como si ya se arrepintiera de sus palabras.
—No te preocupes —murmuré, limpiando la lágrima atrevida que resbalaba por mi mejilla—. Solo me estás haciendo un favor. Es normal que no quieras que nadie se entere. Es normal sentir vergüenza y asco de decir que tú y yo somos novios. Lo sé.
—Deja de decir eso, Josué —Luis negó con la cabeza, frustrado—. No es por eso. Somos amigos. Y solo estoy fingiendo ser tu novio para que... ese estúpido que te rompió el corazón crea que lo superaste. Pero, en serio, no necesitas un novio para demostrarle nada. Bastaría con que te vieras seguro de ti mismo.
—Y si a esa actitud le agregamos un novio —repliqué con convicción—, las cosas serán mucho mejores.
Luis exhaló con resignación.
—Lo siento por cómo reaccioné, no quise ofenderte. No quiero que pienses que sería vergonzoso ser tu novio. Todo lo contrario, Josué. Te lo he dicho más de una vez: cualquier chico se sentiría orgulloso de estar contigo.
—Claro, sobre todo... —intenté sonar neutral, pero mi risa sardónica me delató—. Mírame. Doy asco. Salgo a la calle y nadie me mira dos veces. Literalmente no levanto ni el polvo.
Luis cerró los ojos un segundo, como si estuviera reuniendo paciencia.
—Bueno, chicos —intervino Jessica al aparecer en la sala—. Es hora de irnos, vamos saliendo.
Espero que no hayaescuchado nada de lo que se conversaba aquí.
🦂
La ceremonia del matrimonio se llevaba a cabo en la casa del novio. La decoración era sencilla, pero encantadora. Las mesas, dispuestas con precisión, formaban un corazón que solo podía apreciarse en su totalidad desde lo alto.
Sobre la tarima, el abogado encargado de oficiar la unión aguardaba de pie, rodeado por un círculo de flores silvestres que desprendían un aroma embriagador. Una melodía suave flotaba en el ambiente, aportando un aire de refinada elegancia.
Desde mi posición, distinguí a Luis. Estaba conversando con mi hermana, quien lo sujetaba del codo con familiaridad. Aparté la vista y, al recorrer el lugar con la mirada, me encontré con los ojos de Óscar y su novia, Sámara. Apenas me vieron, sonrieron y se acercaron a mí sin dudarlo.
—Hola —me saludó Sámara con calidez, dejando un beso ligero en mi mejilla—. ¿Cómo estás, Josy?
—Bien. ¿Y ustedes?
Ella no respondió de inmediato. Se limitó a asentir levemente antes de lanzar su pregunta con aparente despreocupación:
—¿Quién es Lorían, Josy?
Mi mirada se deslizó sutilmente hacia Óscar, buscando alguna señal en su expresión. Luego carraspeé, sonreí con fingida tranquilidad y respondí con la naturalidad de quien está acostumbrado a mentir.
—Es una amiga mía —la miré a los ojos y, cuando noté que me creyó, sentí un atisbo de remordimiento. Pero no podía arrepentirme—. Le di el número de Óscar para que la ayudara con un tatuaje que quería hacerse. O que ya se hizo, supongo.
—¿Son muy amigos? —Conocía el código oculto en su pregunta, así que asentí y agregué:
—La conocí en un grupo LGBT en el que estoy.
—Entonces sí es lesbiana.
No era una pregunta, pero aun así asentí.
—Mi hermanastro acaba de llegar —intervino Óscar, con la mirada fija en algún punto detrás de mí.
Me giré y lo vi.
Hablaba con mi hermana y con Luis, que seguía a su lado. Entonces, Jessica reconoció a la madre de la novia, les dijo algo y se alejó, dejándolos solos.
Era mi momento. Mi ahora o nunca.
Óscar se situó a mi lado.
—¿Quién es ese que estaba con tu hermana? ¿Su novio?
—No —respondí con firmeza—. Pedro sigue con ella, pero no pudo venir porque le tocaba trabajar. Ese tipo es Luis. Mi novio.
—¿Tú qué?
Sonreí con altanería, disfrutando de su reacción, y luego me di la vuelta para caminar hacia mi "novio" y el tipo que me había roto el corazón.
Por un instante, percibí algo extraño. Una chispa innegable de química entre ellos.
La postura relajada de Luis, la expresión animada en su rostro... todo en su lenguaje corporal me hacía pensar que se conocían.
Y cuando capté la mirada de Felipe, lo supe con certeza.
Una idea espeluznante pasó por mi cabeza, haciéndome estremecer de pies a cabeza. ¿Y si Felipe era el chico del que Luis me habló? ¿El que le gustaba, con el que se había estado mensajeando desde hace un tiempo?
No podía ser.
Por supuesto que no.
Respiré hondo, parpadeé varias veces y alejé mis nervios a la fuerza. Canté una canción de Taylor Swift en mi cabeza para acallar el tamborileo de mi corazón, pero ni siquiera eso me salvó cuando me acerqué a ellos.
La imagen de Felipe Magaña me golpeó como un rayo en el pecho, dejándome mudo, atónito, paralizado al lado de Luis.
No era el mismo chico que me rompió el corazón.
Era una versión mejorada.
Más alto. Más masculino. Su barba incipiente le daba un aire maduro que antes no tenía. Sus cejas, que recordaba escasas, ahora eran gruesas y definidas, enmarcando su mirada con intensidad. Sus labios se veían más rosados, más besables.
Y su voz... Dios.
Si antes sonaba fuerte y sin pulir, ahora su voz tenía el peso y la calidez de un fuego encendido en una noche fría.
—Joss, ¿cómo estás?
Sus ojos bajaron hasta mis manos, que se aferraban al brazo de Luis como un náufrago a su tabla. Frunció el ceño y buscó respuestas en mi "novio".
Luis se removió incómodo, intentó apartarse de mí, pero lo sostuve con más fuerza, con más convicción. Con más ternura.
—Estoy bien —susurré.
Felipe señaló con su largo dedo índice nuestra cercanía.
—¿Y esto?
Miré a Luis. Estaba a punto de hablar, pero no le di oportunidad.
—Él es Luis. ¿Quizás ya se presentaron? Como los vi hablando y todo eso... —Me encogí de hombros, fingiendo inocencia—. Luis es mi novio.
—¿Tú qué?
—Mi novio —repetí, disfrutando su expresión de desconcierto, como si le hablara en otro idioma—. Lindo, ¿verdad?
Y para darle un toque más realista a la situación, tiré suavemente del cuello de Luis con una mano, obligándolo a inclinarse hacia mí. Como no bastaba, me puse de puntillas y me apoyé en su pecho con la otra mano para ganar equilibrio. Él titubeó un segundo, pero antes de que pudiera apartarse, ya había acortado la distancia y presioné mis labios contra los suyos en un beso fugaz, pero firme.
Sin titubeos. Sin vacilar.
Porque si el infierno ya me tenía reservado un lugar, al menos queríacaer con estilo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro