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2. Un extraño descarado.

— ¿Que te ha pasado en la mejilla? — Ariel se acerca acariciandome suavemente con temor y confuncion plasmada en el rostro.

Anoche sentía mi mejilla punzar después de la bofetada que mi padre me había dado, pero tenia tanta ira que no me molesté en verme al espejo hasta hoy en la mañana que estaba preparandome para mis clases.

— Me he golpeado ayer al llegar a casa — me excuso.

— ¿Estás segura? — cuestiona con duda.

— Que si, hombre.

— ¿Y cómo fue te hiciste ese moretón?

Ruedo los ojos.

Ariel jamás va a dejarme en paz si no le cuento a detalle.

— Como sabrás estaba alcoholizada y tropecé con el tapete que esta junto a mi cama y... bueno, me golpeé la mejilla con la mesita de noche — cuento lo mas convencida posible para que me crea.

Lo veo alzar una ceja y entonces asiente.

— Bien.

Creo que en el fondo no me cree. Ya son varias ocasiones las que me ve con algún golpe, en algunas me pregunta la razón, mientras que la mayoría prefiere hacerse el ciego. Y vaya que lo agradezco.

Sorbo del popote de mi malteada un tanto incómoda y absorta en la conversación de anoche con mi padre.

— Deberías ponerte maquillaje — propone.

— Lo he hecho pero al palpar la zona me duele un poco.

— ¿Estás segura que estas bien?

Aparto la vista de él. Ariel me conoce tan bien que sabe que hay algo más.

— No.

Acerca su silla un poco mas hacia la mesa para estar mas cerca de mi, mientras toma mis manos entre las suyas.

— Suz, puedes contarme lo que sea, ya lo sabes.

Lo miro y entonces decido soltar la bomba.

— Voy a casarme. Estoy comprometida.

— ¿Qué? — suelta mis manos de forma brusca — ¿pero con quien? Ni siquiera tienes novio, Suzel, que mierda es esa.

— Mi padre me ha comprometido ayer en la fiesta que organizó. Bueno aún no lo hace oficialmente pero ya se habló del tema.

— ¿Y por qué has aceptado?

— No lo hice. Él solo tomó la decisión. Una desición que no le pertenecía y todo por haberme escapado.

— ¿Pero con quién rayos te comprometió?

— Mateo Maslow.

— Tiene que ser una broma — escupe una risita sarcástica — Ese maldito presumido no puede ser tu prometido.

— Al parecer su padre se lo propuso al mío y el imbécil de Mateo aceptó más que gustoso.

— Claro que aceptó. Si lleva dos años trapeando el piso para ti.

— Es una completa locura — llevo ambas manos a mi rostro frotandolo con desesperación pero siento una punzada de dolor al tocarme la mejilla — ¿Quién rayos se casa a los 21?

— Bueno... mucha gente que se enamora pero seguro está que tú no podrías.

— ¿Por qué no podría?

— Eres un alma libre, Suz. No creo exista un hombre que sea capaz de domarte.

— No soy una maldita bestia, Ariel — reclamo ofendida.

— Ya, era solo una broma para este mal rato — suspira — ¿Vas a reclamarle a tu padre no es asi?

— Fue lo primero que hice ayer pero...

Pero me pegó una bofetada, quise decir.

— pero es imposible hablar con él, ya lo sabes.

— ¿Por qué quiere casarte exactamente con él?

— Para crear un lazo más fuerte para el futuro de las empresas — cito las palabras que papá dijo.

— No te ofendas pero tu padre tiene unas ideas de mierda si cree que puede vender a su propia hija con tal de no perder su empresa.

No se que responderle pues es justo lo que papá hará conmigo.

— Ya no quiero hablar de eso.

Vuelvo a sorber de la malteada tratando de olvidar por unos momentos ese asunto.

— ¿Qué harás hoy por la noche? — vuelvo la vista hacia él — nos vendrían bien unos cuantos tragos en el antro que está a unas calles de tu departamento.

— No creo que papá me deje salir después de ayer.

— ¿Siempre encuentras una forma de salir, no? — me lanza una sonrisita maliciosa.

— Que quede claro que eres tú quien me insita a pecar.

— Solo será hoy y después no volvemos a salir de fiesta hasta terminar el semestre.

— Eso es hoy,Ariel — digo divertida.

—  Vaya que rápido pasa el tiempo entonces.

Me pongo de pie mientras tomo mi mochila cargándola solo mi hombro.

— Te veo a las 8 entonces.

— Ponte guapa para mí — me guiña un ojo con coquetería.

— Sabes que a la única persona que quiero impresionar es a mi misma.— alego haciendo notar mi autoestima.

Lo escucho soltar una risita mientras me alejo.

El semestre ya terminado y por fin puedo respirar sabiendo que tengo todas las materias aprobadas.
La emoción me llena al pensar que estoy a un solo semestre de terminar la carrera.

Salgo de los edificios que contruyen la universidad, dando grandes zancadas para no encontrarme al resto de mis amigos, pues visto está que van a querer irse a embriagar a cualquier bar de mala muerte que tenga alcohol.
Las ganas por ir me consumen pero no creo que mi padre vuelva a recibirme en casa si decido escapar dos veces el mismo día.

Aunque pensándolo bien, ¿Que rayos importa si me corre de casa? Tengo mi propio departamento, del que debo mencionar, mis padres no saben de su existencia.
Lo compré hace dos años al cumplir diecinueve años con el dinero que mis padres, y abuelos me depositan en cada cumpleaños. Además de tener la mitad del dinero de mis ahorros desde los dieciséis.

Decidí que era hora de comprarlo cuando en mi propio cumpleaños diecinueve, papá me dio un tremendo regaño por que me vió besar a un pretendiente fuera de casa, a lo que mi madre sumó dos bofetadas.

El sonido de un claxon me hace saltar, devolviendo mi atención a la realidad.

— ¿A dónde cree que va, señorita Anderson?

— ¡Por todos los chocolates del mundo, Gus, Gus! — llevo una mano a mi pecho, sientendo mi corazón latir con fuerza — Vas a matarme de un susto.

Lo veo esbozar una pequeñita sonrisa para después volver al gesto serio y bien portado de siempre.

— No era mi intención asustarla. Parecía tan perdida en sus pensamientos que no escuchó mi llamado.

Ruedo los ojos.

— Deja de hablarme de "usted" y tuteame, Gus, gus. Ya te lo he dicho miles de veces — me acerco al auto, abriendo la puerta del copiloto — Diablos, me viste en pañales, con mocos en la nariz. Asi que creo que ya existe confianza ¿O no?

Asiente sonriente, tomando la puerta para que pueda meterme. La cierra y rodea el auto para subirse.

Apesar de ser chófer y prácticamente mano derecha de papá, Gus, siempre me ha caído bien, excepto las veces que me impide escapar y se lo cuenta a mi padre... Aunque, bueno, la verdad es que me ha guardado varios momentos no tan buenos a los ojos de mis papás.

Conduce hasta casa en completo silencio.
Y no habla hasta que aparca el auto frente a la puerta.

— Tu madre manda a decir que tienes que buscar un vestido.

— ¿Un vestido? ¿Para que? — pregunto poniendo una mano en manija de la puerta.

— Para ir a una cena mañana con los Maslow y hablar sobre su compromiso.

Me muerdo la lengua para no tener que soltar medio abecedario de palabrotas al pobre Gus gus que no tiene la culpa de las idioteces que rondan la cabeza de los Maslow y mis padres.

— No quiero casarme, Gus.— murmuro en voz baja.

— A veces se tiene opción, señorita — responde algo entristecido.

— Es mi vida. Solo yo mando en ella. — digo decidida.

— Solo le paso el mensaje de su madre.

Asiento con la cabeza, abriendo la puerta pero antes de salir vuelve a hablar.

— ¿Que te ha pasado en la mejilla?

La vergüenza inunda mi rostro.
No creo que Gustavo sepa que a mi edad papá suele maltratarme como lo ha hecho desde que tengo memoria.

— Resbalé esta mañana en el baño — miento.

— Ten más cuidado la próxima vez.

No respondo, solo salgo a toda velocidad. Tengo que maquillar bien esa zona sino quiero pasar vergüenza ante los que preguntan por el moretón.

Quisiera ir hasta mi habitación y tomar un buen baño pero mi estómago rugue exigiendo comida.
Asi que voy directo hasta la cocina donde Rocio, la cocinera, se encuentra fregando los platos.

— Hola Rosi. — saludo sentandome frente a la barra en una de las sillas altas color plata con asientos blancos.

La cocina es grande, mucho para solo tres personas que vivimos aquí, bueno, antes cuatro con Megan. Pero a mamá le encanta tener todo grande y de lujo para tener que presumir a sus amigas.
Todo es blanco. Las paredes, los muebles donde se guardan las vajillas de plata de mamá, las alacenas. Realmente todo se ve bonito a vista mía y de todos los que entran aquí.

— Suzel, querida ¿Cómo te fue? — Rocío deja de hacer su deber para girarse hacía mi y ponerme toda su atención.

Hace cuatro años llegó a esta casa y debo decir que fue lo mejor que pudo pasar. Rocio es una mujer de cuarenta años, tez morena, cabello lacio color negro que siempre lleva atado en un chongo.
Es madre soltera de una joven, que según me cuenta, es un poco rebelde. Por lo que hace unos meses ha huido de casa para irse con su novio.
A la pobre Rocío la hace sufrir siempre con sus indiferencias.

— Me fue... Bien, la verdad es que pasé el semestre con buenas notas.

La veo caminar hacia mí y darme un abrazo. Uno lleno de cariño y no un abrazo seco, sin sentimientos, como suele darmelos mamá.

Paso saliva y sonrió un poco incómoda.
No estoy muy acostumbrada a este tipo de cariños, pero con Roci aquí, decidí aprender a aceptarlo.

— Muchas felicidades, Suz. Yo sabía que eras una inteligente. — se separa y me mira — fiestera pero inteligente. Siempre responsable.

— Sobre todo responsable — murmuro.

— ¿Qué quieres decir con eso? — pone las manos en sus caderas esperando una respuesta.

— Sí, eh... me refiero a mi vida. Digamos que... no soy lo suficientemente responsable. Digo, después de salir a fiestas, beber y perder el conocimiento... — retuerzo mis dedos con nerviosismo.

— Suzel Anderson, ya te he dicho que no bebas así.

Frunce las cejas haciendo que su frente se arrugue y se marquen tres líneas.

— Ya controlo los tragos que me llevo al cuerpo, lo juro — me excuso — pero solo lo decía por mis errores del pasado.

— De los errores siempre se aprende.

Resoplo al recordar el buen aprendizaje que ese error me hizo entender.

Roci es como mi mejor amiga. Le cuento todo, bueno caso todo. Es en ella donde depósito la confianza que se supone debe tener una madre con su hija, pero con la mía no se puede.
Así que Rocío no está al tanto de que alguien intentó violarme por mi irresponsabilidad en el alcohol.

— ¿Que hay para comer? — cambio el tema de manera rápida. Ya no quiero hablar de eso.

— Macarrones con queso.

— Solo tu sabes como consentirme.

Me sirve una buena cantidad de macarrones y después desliza el plato hasta la barra, donde como con ansias la deliciosa pasta.

— ¿Consentirte en qué?

La voz de mamá se hace presente en la cocina.
Lleva una puesto un pantalón blanco a juego con una camisa beige. Las mangas las lleva dobladas elegantemente hasta los codos.
El pelo lo lleva suelto y algunas finas y sencillas joyas que la hacen lucir como lo que es. La señora de la casa.

— Espero no le estés cubriendo alguna travesura, Rocío. — espeta molesta.

— No señora, de ninguna manera — responde algo tímida.

— Bien porque de lo contrario tendré que echarte de aquí. No estoy para soportar mas estorbos en esta casa.

El comentario me hace sentir un poco mal pero trato de finjir que no me afectó.

Meto una cucharada de macarrones en mi boca para evitar el momento incómodo.

— ¿Tienes ya el vestido que te mandé a pedir?

Llevo la mirada a ella, pues es obvio que me habla a mi.

— Recién me lo ha dicho Gus.

— Quiero que sea elegante ¿Escuchaste?

— Ni siquiera vamos a estar frente a ningún medio de comunicación o personas importantes.

— Eso no quita el hecho de que vayas a ponerte algo atrevido.

— Da igual — me limito a decir — no es algo que me emocione ni que quiera hacer.

— Es tu deber — recrimima.

— Mi deber es terminar de estudiar y vivir libremente como lo hace cualquiera de mi edad — trato de defender mis derechos. De hacerme ver.

— Tu no eres cualquiera. Eres hija de uno de los empresarios mas importantes de todo Londres y por ello debes comportarte como tal.

Suspiro cansada haciendo a un lado el plato. El apetito ya se ha esfumado.
Me pongo de pie acercandome hacia ella.

— Mamá, no me quiero casar — pido con la esperanza de que me ayude a parar está locura — no ahora, no con él. No puedo vivir atada a alguien a quien no quiero ni siento el más mínimo afecto.

— Ya tu padre te habló de eso, Suzel — se limita a decir.

— Ya lo sé, pero quizá tu puedas ayudarme a frenar esta locura — me acerco más para tomar sus manos — solo te pido que hables con él. Déjenme vivir, solo un poco más.

Veo de reojo a Rocío girarse hacia el lavaplatos cuando sus ojos se tornan cristalinos.

— ¿No has vivido ya lo suficiente en todas esas fiestas?

— Me refiero a dejarme terminar la universidad, a conocer a alguien hasta enamorarme, quiero que me rompan el corazón y de nueva cuenta encontrar a la persona que esta vez será la correcta — mis ojos comienzan a cristalizarse como losnde Rocío — Quiero viajar, mamá. Quiero encontrar un buen empleo y hacerlos sentir orgullosos.

Por un momento veo el reflejo de la comprensión en su mirada. Pero solo por in fugaz momento por qué  después se desvanece y deja a la vista a madre dura que he tenido.

— ¿Quién querrá estar con alguien fiestera, que se escapa por las noches? Seguro que solo te usarán y después te botaran como ropa vieja — siento un dolor fuerte en mi pecho, es el mismo dolor de la decepción que he sentido toda mi vida — ¿A dónde trabajarás? Tu crees que encontrar algo bueno con lo que  mantenerte con esa carrera de diseñadora de modas? Por dios — comienza a reír — eres un fracaso, un estorbo, Suzel. Lo fuiste desde el día que supe que venías en camino.

Suelta mis manos con brusquedad y sale de la cocina como si nada. Como si no le importará que acaba de darle un fuerte golpe a mi alma con cada palabra que me dijo.

Me quedo parada como una tonta con lágrimas escurriendo por mis mejillas.

— No es cierto nada de lo que acaba de decir tu madre, no la escuches — habla Rocío con voz quebrada.

Intenta acercarse para abrazarme pero no se lo permito.

— No me esperes para la comida ni para la cena. — respondo en su lugar.

— ¿A dónde irás?

— A seguir siendo la decepción de la familia.

Trago duro y con rabia arranco las lágrimas de mis mejillas sin importarme el dolor que me causa el golpe.

Salgo de la cocina con miles de emociones corriendo por mi sistema, pero ninguna es felicidad ni nada parecido.

Tomo las llaves y salgo de casa dando un azotón a la puerta.
Más le vale a Gustavo que no intervenga ahora me mismo con su tonto discurso por que no estoy de humor.

— ¿La acompaño? — pregunta a ver que le dirijo a la salida. Mierda.

— No.

— Tengo órdenes de...

— De no dejarme ir sola a ningún sitio, lo sé. — interrumpo — por favor, Gus, estaré con Ariel. Puedes llamarle para asegurarte que estaré bien, que estaré con él.

Su rostro se mostraba dudoso. Sabía que podía poner en riesgo su trabajo y yo no quería que por mi culpa lo perdiera, pero necesitaba estar sola.

— Diré que volviste a escapar ¿Bien?

Dijo y sentí un poco de alivio en esta tormenta que estaba a nada de desatarse.

— Gracias Gus, de verdad gracias.

— ¿Cual es el motivo ahora? — preguntó — no será que vas a otra fiesta ¿o si?

Negué.

— Es mamá. Ya sabes como es nuestra... peculiar relación.

Me límite a decir. Los empleados de la casa sabían a la perfección la relación que manteníamos como familia. Que la única con la que se llevaban bien mis padres era con mi hermana mayor, Megan.

— Bien. Ahora sal de mi vista antes de que empiece a corretearte y no te deje salir sino te llevo yo mismo.

Asentí con una sonrisa y entonces comencé a caminar lejos de la propiedad.

                             ∆

Cuando llegué a mi apartamento me dejé caer en el sillón gris que conformaba la pequeña sala. Las paredes blancas y el piso color madera le daban un toque elegante,agradable y lleno de armonía.
Generalmente el color blanco siempre resalta paz y eso es justo lo que necesito en este momento.

Mi pecho tenía un dolor punzante que ocasionó cada palabra que mi madre me había soltado.
Cada una hiriendome como dagas.

No entendía la razón por la cual mis propios padres me detestaban. Cada día desde que tenía cinco años me hacía las mismas preguntas ¿Porqué me detestan? ¿Que fue lo que hice mal para que me dieran malos tratos?
¿De verdad soy tan mala hija para merecer su desprecio?

Dejé que lágrimas silenciosas recorrieran mi rostro. Tenía que dejar salir esta tormenta para que después todo siguiera a la normalidad.

Después de un rato, me puse de pie para meterme al baño a tomar una ducha. Después de todo, aún tenia la cita con Ariel y necesitaba contarle mis penas. Él y su hermana eran los únicos que estaban al tanto de la mala relación con mis padres a excepción que no sabían que me maltrataban algunas veces físicamente.

Dejé que el agua bañara mi cuerpo limpiando los malos recuerdos, quitando toda esa energía negativa que se posaba en mi interior. Al salir, enrolle una toalla a mi cuerpo y salí del baño para ir hasta mi habitación.

El apartamento era de buen tamaño para que una o dos personas lo habitaran.
Lo que más me gustaba de mi nuevo hogar era el que podía hacer lo que yo quisiera sin que nadie estuviera para reprenderme o negarme las acciones que hiciera aqui dentro.

Algunas veces lo había usado para montar fiestas pequeñas con mis amigos. Aqui dormiamos todos cuando las copas se nos pasaban. Aquí era un lugar perfecto para mi. Aqui me sentía bien y podía asegurar que nunca me sentí tan feliz con gastar mi dinero para comprar este lugar.

Saqué del pequeño closet de madera color blanco un preciso vestido color rojo.
La tela de estilo satín que se amoldaba perfecto a mi delgado cuerpo y pegandose en mi cintura y mi trasero.
El escote era abierto en forma de ee V. Un corte sensual pero elegante.
Me llegaba hasta la mitad de mis muslos y justo de un lado tenía una pequeña abertura haciendo que mis piernas largas se lucieran como joya principal.

Dios que preciosa estaba.

Amaba este vestido no solo por como me quedaba y me hacía lucir espectacular, sino por que con éste vestido capturaba miradas a donde quiera que fuera.

Dudé en si ponerme tacones o quizá unos botines cortos sin tacón, pues era una salida casual en un bar.
Al final opté por la segunda opción.

Dejé mi cabello largo suelto. Al final de cada punta solían formarse pequeñas ondas naturales y como me encantaba.

Nunca solía usar mucho maquillaje, siempre lo vi como un accesorio para hacer resaltar mi belleza.
Al rededor de mi vida me habían criticado por tener un ego alto pero ¿que carajo les importaba?
Nadie sabía cuánto debía de trabajar una persona en si misma para poder amarse y aceptarse tal cual era.

Cuando terminé de rizar mis pestañas y terminar de poner un poco de rubor sobre mis pecas, tomé una cartera blanca y mi abrigo de piel negro.

Camino al bar mandé mensajes a Ariel para hacerle saber que estaba por llegar, pero ninguno lo leyó.

Cuando llegué al antro tomé asiento frente a la barra. Sería un lugar fácil para que Ariel me encontrara.

— ¿Desea tomar algo señorita? — preguntó el bartender encargado de la barra.

— Estoy bien por ahora, gracias.

Asintió con una amable sonrisa y siguió atendiendo al resto de las personas.

[...]

— ¿Dónde carajo estás?
8:15 pm

Ariel no era muy fan de llegar tarde a una cita. De hecho siempre estaba en el lugar acordado quince minutos antes, y ahora estaba quince minutos retrasado.

Ariel:

— Perdón.
8:16 pm

¿que rayos significaba eso?

Con el ceño fruncido marqué a su número para exigir una explicación.

— Suzel — dijo al otro lado del teléfono.

— ¿Dónde estás? Llevo rato esperandote, Ariel — mi voz sonó tan irritada ante mi reclamo.

— No podré ir, de verdad lo siento tanto.

— ¿Qué? ¿pero porqué? — chillé.

— Tengo que cuidar a mi abuelo. A la maldita de mi hermana le tocaba cuidarlo y se ha largado dejandome a mi a cargo del abuelo — suspiró con pesadez — sabes que no puedo dejarlo solo. Tengo que cuidar de él.

— ¿Y no podías llamarme antes? — seguí con mi reclamo.

— Estaba a punto de llamarte, lo juro — Ariel sonaba avergonzado por quedar mal en algo que él había planeado pero no podía obligarlo a dejar a su abuelo solo, él lo quería tanto y no era tan mierda como para ponerlo a elegir — ¿porque no vienes a casa y pedimos una pizza y miramos una película? — propuso de pronto.

Miré a mi al rededor. El ambiente aqui era agradable, los vasos de licor iban y venían sobre la barra donde me encontraba. La música resonando y perdonas bailando en el centro de la pista.
Había sido un día terrible. Todos mis días lo eran y por ahora solo quería beber un poco y no comer pizza.

— No — fue lo que dije — Te veo después.

— Suzel, no te enfades conmigo, estaba apunto de salir de casa cuando mi hermana me jugó el plan de salir antes que yo lo hiciera.

— Esta bien, no te preocupes, estaré bien.

Tal vez era el tono de mi voz cortante lo que no lo convencía por completo, pero por ahora no tenía intenciones de otra discusión.

— Te lo comprensare, lo prometo.

— Te veo luego.

Y fue lo último que dije antes de colgar el teléfono y estrellarlo en la barra.

¿Y ahora qué? ¿me pondría a beber como loca?

— Vas romper tu teléfono y sigues azotandolo así contra la barra.

Una voz ronca y muy varonil me sacó de mis pensamientos.
Al levantar la mirada hacía el dueño de aquella sexy voz casi me voy de culo al suelo.

¡Santa madre de dios!
¿De donde había salido esta maravilla?

Un chico de altura intimidante, de cabello azabache, piel clara y...  rasgos bonitos, muy bonitos y varoniles, estaba parado a mi lado.

La mandíbula marcada y bien afeitada y unos ojos azules tan intensos y oscuros como la noche que estaba afuera.

Dejé de detallarlo cuando aclaró la voz y me hizo regresar a la tierra.

— ¿Disculpa? — dije algo descolocada por su impresionante persona.

— Te pregunté si podía hacerte compañía — soltó con una risita al darse cuenta de la forma tan descarada en que lo miraba.

— Oh, claro, adelante. El asiento está disponible para cualquiera — hice señas al banco a mi lado con un tono de voz algo frío.

Arrastró el banco y se sentó. Llamó al bartender con una señal y pidió un whisky en las rocas.

— ¿Qué estás tomando tú? — me preguntó.

— Aún nada pero pediré lo mismo que tú.

El bartender asintió y sirvió ágilmente ambas bebidas.

Necesitaba algo frío para bajar el rubor en mis mejillas que sin darme cuenta del porqué había aparecido.

— ¿Discusión con tu novio? — preguntó después de darle un trago a su vaso.

Me quedé embobada mirando como el líquido bajaba por su garganta y después lo miré a los ojos.

— No.

Asintió poco convencido.

¿Por qué me hacía conversación? ¿Que no tenía amigos, una novia o alguien más a quien joder?

— ¿Puedo preguntar algo?

Moví los hombros dando como respuesta que no me interesaba si lo hacía o no.

Entonces soltó una risita y me miró.

— ¿Esperas a alguien?

— Lo hacía.

— Lo hacías pero ya no.

— Es obvio — rodé los ojos.

— ¿Y ese alguien era el motivo por el cual casi destruyes el celular?

— ¿Cuánto llevas observandome? — ataqué con otra pregunta ya irritada.

— Desde que entraste por esa puerta — señaló con las cejas la entrada del lugar.

Descarado.

— Así que eres de esos acosadores — reí irónica — lo se que sea que quieras, no estoy interesada.

— ¿Y que es lo que quiero según tú?

Deje de mirarlo para darle un pequeño sorbo al whisky.

— Lo que todos buscan en este lugar. Sexo.

Soltó una carcajada que me hizo regresar la mirada a su rostro, en donde identifique unos hoyuelos adornando sus mejillas.

— Creo que juzgas a las personas sin siquiera conocerlas.

— Por qué es la verdad — llevé la mirada hacía otro el otro lado del bar identificando a una pareja de jóvenes — por ejemplo, mira hacía allá — él miró la dirección que mi mirada apuntaba y detalló a la pareja.

— Son solo una pareja.

— No lo son. Ella estaba junto a sus amigas hace diez minutos por allá — señalé una mesa del rincón — Se veía le gustaba el chico rubio con el que esta hablando ahora y decidida fue a coquetearle.

— Suposiciones tuyas.

— No, de verdad, mira: ahora está sonriéndole de forma coqueta, seguro quiere conseguir su número de móvil y más allá otra cosa.

— ¿Sexo? — preguntó juguetón.

— ¿Qué más podría ser?

Seguimos mirando hacia la pareja que coqueteaba.
Los amigos del chico rubio hacían bulla gritando que se besaran. Pero ninguno lo hizo.

— Ahora mira con detalle — dije — ella está tocando su cabello con nerviosismo mientras que con ese mismo brazo aprieta ligeramente su pecho y que el chico no deja de verle las tetas.

Quité la mirada un momento de la escena solo para mirarlo a él.
Tenia la mirada llena de curiosidad hacia la parejita.
Y mientras estaba entretenido, no dudé en yo detallarlo.
Los brazos fornidos pegados a su camisa negra, los hombros y espalda anchos. Parecía que este extraño entrometido se ejercitaba con frecuencia.

Regresé la vista donde anteriormente estaba y seguí:

— Ahora observa: El rubio se relame los labios y si miras bien, tiene una ligera erección entre sus piernas.

El extraño entrometido soltó una risita al notarlo.

— Tienes una vista muy peligrosa — me dijo — ¿Ahora que hará?

— Está pensando en tener sexo con ella en los baños — dije sin más.

— ¿Ahora lees mentes? — dijo burlón.

— Mira por ti mismo.

Y tal y como dije, el rubio tomó la mano de la chica y jalo de ella hasta la zona de los baños mientras ella hacía señas a lo lejos a sus amigas.

— Eres como Sherlock.

— Soy mujer y como mujer sabes las sucias intenciones de un hombre pervertido — solté con amargura.

— ¿Y eso es lo que notaste en mi? — sus ojos azules me miraban con cierta fascinación.

Extrañamente no vi señales de perverción en ellos.
Solo vi una chispa de emoción y atracción.

— No.

— Entonces ya sabes que no quiero nada más contigo que solo charlar.

Solté una risa y asentí.

Este pelinegro era agradable.

— ¿Puedo saber tu nombre? — me preguntó sonriente.

Dentro de mí sentí una electrizante emoción por conocerlo esta noche.
Estaba sola y con mil problemas que necesitaba borrar por un rato.

Mi madre me odiaba, mi padre, uff, ni decirlo, Ariel me había dejado platanda y ahora el cielo me mandaba a tremendo ser de otro universo cuyo físico y atracción eran mi tipo.

— Suzel.

Estiré mi mano y cuando el la tomó supe que esta noche terminaría de la forma en que mas me gustaba.



Estamos de vuelta en este mundo de la escritura, perdón por ausentarme.

Me gustaría compartirles que en esta historia ya no aparecerán los Morat como en historias anteriores :(

Quise que está historia fuera independiente con personajes nuevos.

Desearía que les dieran tanto amor como en las historias.

Sin más por el momento gracias por estar aquí, lxs qmm❤️

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