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Capítulo 9

En medio de la desgracia en que se había convertido mi vida; hacer feliz a una pareja llevando en su vientre sus hijos, era una viento fresco. El eran los sentimientos que este embarazo me producían. No tengo claro cómo debería sentirme, si el que a ratos los sienta como mio es lo correcto, pero así era. Sus movimientos y pataditas enviaban una sensación de paz a mi corazón.

Me reprendía diciendo que no eran mis hijos, y que al final de mi gestación era obligatorio dejarlos ir. Lo tenía claro, como también no poder hablar con nadie de esto. Había firmado un acuerdo de confidencialidad.

Aun asi, no podía quitarme la sensación que eran míos.

Las pláticas nocturnas con el padre de los bebés tampoco contribuían a calmarme. Cuarenta días después de empezar a hablar por mensajes de textos, yo me había acostumbrado a ellas antes de dormir.

—¿Por qué siempre hablo con usted? ¿Qué hay de la mamá? 

--Te aburriste de mis pláticas?

—Solo tengo curiosidad.

Envío el mensaje y espero por respuestas, he estado tratando de hacerme una imagen mental de la persona que tengo del otro lado de la línea. Físicamente me es imposible hacerlo, pero Susan me dio ciertos detalles que podría usar.

—Murió. Son nuestros hijos, quiero conservar una parte de ella.

Me siento de golpe en la cama y los bebes protestan en el vientre. Los sobresaltos le molestan revelándose de tal forma que me es imposible dormir.

—Lo siento.

No pretendía tocar un tema sensible. Una madre siempre es la más apegada a sus hijos, he llegado incluso a pensar que es gay.

—¿En realidad lo sientes?

Leo dos veces el mensaje antes de responder.

—Nadie debería quedar solo, menos sin amor.

—¿Lo dices por experiencia?

—Tal vez.

—Es mi turno de disculparme.

—Y a mí de preguntar si en verdad lo sientes.

—No suelo decir lo que no siento ¿Qué harás al terminar todo esto?

—Volver a mi país.

—¿Tienes familia que te esperé?

—Mis padres fallecieron y están sepultados allí.

—¿Nadie más?

—No. Quiénes pueden ayudarme. No tienen los medios y me he convertido en una carga.

—Nadie está tan solo. 

Le aseguro que yo sí.

– Me tienes a mi ¿Dónde estudiabas?

—En un internado de señoritas, después iría a una universidad.

Respondo y me quedo viendo lo que acabo de escribir. Mis padres nunca me tuvieron cerca a partir de los cinco años. Las vacaciones eran programadas y siempre fuera de Berlín. Papá solía estar nervioso cuando estaba en casa y no me dejaba salir sola.

Dejo a un lado el móvil y me levanto de la cama para ver por la ventana. La imagen del mar ante mi relajan y apoyo la manos en mi vientre al sentirlos más inquietos que nunca. El hombre del otro lado hace preguntas que me recuerdan a Susan. A la manera que decía que podíamos conocer un poco de las personas.

Flash back

Había un chico en la escuela que me gustaba y creo que yo a él también. Lo he pillado viéndome y sonríe bajando el rostro. Se sienta cerca de mí en los descansos y en las actividades de grupos se esmera por quedar conmigo.

Susan a escuchado mi historia y ha sonreído todo el tiempo mientras degusta su helado de fresa.

—¿A que le temes? —Pregunta mordiendo un trozo de galleta. —¿Has hablado con él?

—Creo que me tiene miedo. —sonrió recibiendo mi helado —es un desconocido para mí, no sabría como hablarle.

Me dice Conocer a una persona en corto tiempo es casi imposible. Pero con ciertas preguntas podemos conocer aspectos importantes de su vida. No más haría todas el mismo día, ni en el mismo orden. Poco a poco iré conociendo partes internas de él y esas preguntas me darán un buen tema de conversación.

—¿Cómo cuáles? —sonríe y sus enormes ojos negros brillan emocionados.

—¿Te animas a responderlas? —afirmo y suspira—no tienes que hacerlo en voz alta, piensa la respuesta y al final me dices si funciona. Te haré la pregunta y lo que puedes descubrir con ella ¿Ok?

—Ok.

—¿Sin que invento no podrías vivir? / conocerás sus vicios. —empieza

—Sin los pinceles...—respondo rápidamente.

Son mi mejor escape a la realidad, desde la muerte de mis padres un lápiz, tiza o pincel lo son. Sin esas cosas me sería imposible sobrevivir.

—Si tuvieras que dar un paso consejo a unos padres primerizos ¿Cuál sería? /conocerás sus apegos.

—No dejar a sus hijos en un internado.

Si hubiese estado en una escuela normal, me hubiera ido con ellos y no sufría la agonía de morir a diario. Una parte de mi fallecía día a día desde que quedé sola.

—Cuándo estas triste ¿Qué haces? /conocerás sus recursos.

—Pintar.

Mi risa aumenta al escuchar la tercera pregunta y niego. No podría hacerlas sin que se sienta estar en terapia. Además, que mi vicio está ligado a mis recursos. Me recrimina con la mirada ante mi risa y guardo silencio escuchando las demás.

—¿De qué te sientes orgulloso? Sabrás el manejo de su autoestima.

—De ser hija de Konrad y Amelia Klein.

Gracias a ello me he mantenido inquebrantable y nadie podrá romperme. Eso solo lo logró yo en las noches cuando la realidad me golpea.

Sin pensarlo descubro cuánta razón tiene y le sonrió, me devuelve la sonrisa al ver mi rostro lleno de júbilo.  La risa da paso a la inquietud y de allí a la sorpresa por todo lo que las respuestas hacen en mí.

—¿Tenias un apodo de pequeño? / Sabrás su pasado.

—Ojos de cielo.

Me lo puso papá eran iguales a los de mi madre y ella era su cielo.

—¿Algo que siempre has querido hace y no has hecho? / sabrás las expectativas a futuro.

—Volver a Berlín y estar cerca de ellos de alguna manera.

—Si pudieras volver atrás ¿Qué consejo que le darías? / te dirá sus temores.

—Diles a diario cuanto los amas.

Pensará en ello el día que de decida darse por vencido. Si lo hubiera dicho muchas veces, papá lo sabría y se sentiría amado.

—¿Cómo son las fiestas en familia? Te dirá el vínculo familiar.

—Los cumpleaños y navidad eran por fuera del internado. Preguntaban a donde quería ir y hacía ya nos dirigíamos.

FIN del Flashback

El ruido de los mensajes me hace regresar y busco el móvil rápidamente. Me ha enviado la foto de la habitación de los niños, varias tonos de pintura. Me sentí especial al verle hacerme participe de la vida de sus hijos.

La última conversación me dejó más intriga sobre saber quién era. Aún no tenía los nombres de los niños y quería saber si podría darle una idea. Sus padres son los que, por lo general, le gusta hacerlo, pero quiere que cederme ese honor a mí. En agradecimiento por haberlo ayudado a gestarlo

—Susan y Sebastián estaría perfecto.

Una semana antes de dar a luz dejó de enviar mensajes y su móvil se iba a buzón. Volví a tener contacto con el médico de antes y todo se tornó frío. Él se dio cuenta que había traspasado los límites o sólo hizo de mí embarazo algo pasajero. Que se alejara días antes de dar a luz, lo aclaraba todo.

Dos días antes de la fecha indicada desperté con un dolor en mi vientre y la cama estaba manchada con dos pequeñas gotas de sangre. La mujer que me acompañaba prendió las alarmas y en minutos una ambulancia me conducía a la clínica.

La orden que tenía era dormirme totalmente durante el procedimiento. Por más que pedí estar activa lo suficiente para verlos llegar al mundo me fue imposible.

—El señor fue claro en sus exigencias, yo no debería ver a sus hijos. —me advirtió la chef.

Era extraño, pero fue la única persona con la que tuve contacto, ella y la ginecóloga. A esta ultima la veía cada que iba a control, la chef vivía conmigo y permaneció a mi lado hasta el último segundo.

Si tenía dudas qué sólo fue amable por sus hijos estos últimos cuatro meses, aquella respuesta la disipó. Desperté tiempo después en una habitación sola y sin nadie a mi alrededor. Estaba claro que, en adelante, ni Amelia o Damián podrían ayudarme

No creía tener problemas el resto del trayecto. Viajaría por tierra a Washington y de allí tomaría un vuelo rumbo a España, al arribar otro a Ankara y por ultimo uno a Berlín. Eso me daría unas horas de ventaja para llegar a mi país.

Me dieron un cheque por el monto acordado que podía cobrar en cualquier lugar. Una tarjeta de agradecimiento, Margaritas amarillas y la orden de desocupar la habitación en ese instante.

—Será mejor si lo hace ahora mismo —me alerta la mujer bastante alterada. —firme aquí por favor.

—¿Qué es?

—Necesito dejar constancia que le entregue el dinero —comenta dejando la tabla y pluma en mis piernas.

—Ya firme eso en el contrato ¿Qué es realmente lo que estoy formando?

—Por favor —ruega —si en realidad se quiere un poco, firme, reciba ese dinero y huya.

—¿Si no lo hago estará en problemas? —insisto.

Sus ojos oscuros se humedecen y suspiro fastidiada. Afirmo tomando la pluma, leo por varios minutos y me tenso aún más. Básicamente prometo no acercarme a los niños o a su padre o hacer algo legal en contra de la clínica. La mujer recibe una llamada que la hace salir y yo aprovecho para ver el resto de los documentos. Busco al final de cada hoja un sitio en donde firme el padre de los niños.

Jason Frederick D'angelo. El recuerdo del día que fui asaltada llega a mi y luego al hombre que discutía con el general aquella tarde. Había dicho que la madre de sus hijos murió.

Sonreí firmando gustosa aquel documento, de pronto, ya no me importaba que el usara su encanto para traer a sus hijos sanos. Había gestado los hijos de mi hermana de otra madre, de alguna manera le devolví el favor por tantas enseñanzas.

Yo sentía que todo cuanto era hoy día, era gracias a ella.

—¿Firmó? —pregunta la regresar y le extiendo los documentos. —¿Desea algo más? quizá un ultimo bocado antes de partir —pregunta sonriente y guardo silencio viéndola fijamente —fueron ocho meses juntas y aunque no lo creas, te cogí cariño.

—Lo que deseo no puedes obsequiarlo.

—Inténtelo. —una vez nuestros ojos se encuentran niega lentamente y me encojo de hombros.

—Se lo dije.

(…)

Ocho meses juntas y ni el nombre compartimos, pienso cuando me ayuda a vestir luego a llegar hasta la silla de ruedas. Aquel pensamiento es disipado por la causalidades del destino. ¿Quién lo diría? Yo acabé gestando a los hijos de Susan ¿Qué hay del padre de sus hijos?  aquel hombre misterioso al que nunca quiso dar el nombre.

Resultó siendo su novio de mentiras.

Cruza por la zona de neonatos, al final del pasillo dos mujeres esperan afuera de una puerta cada uno con un bulto en sus mano.

—Dos minutos —me advierte mostrando dos dedos en su mano y paso saliva asintiendo en silencio ante la imposibilidad de formular palabra.

Eran hijos de Susan y su mejor amigo, yo no tendría que estar tan emocionada. Me calme diciéndome internamente que era por ver el sueño de ella materializarse. Si eran Frederick Cass, sus padres eran Susan y ese hombre…

¿Por qué tenían el lunar Klein? La marca distintiva debajo en su brazo izquierdo y una media luna del color marrón detrás de su oreja. No se porque me vi buscándolos, tampoco el sentimiento de alivio al descubrirlo en ambos.

Es posible que fuera por todo lo que su gestación me hizo sentir.

—Es hora de irnos —comenta la mujer.

El nudo que crece en mis entrañas al entregarlos no se compara con la rabia por saberme usada. ¿Era causalidad? Un lunar asi podría estar en cualquier persona ¿No era asi?

Solo había una forma de averiguarlo…

—No tengo como pagarles —le digo a las mujeres.

—No tiene por que hacerlo —responde quien me guía por una salida de emergencias.

—La salida es por la izquierda —le digo a la mujer y guarda silencio —¿Escuchaste?

—Si. —responde entre dientes —por ese lado corremos peligro —comenta.

No sentí miedo, a pesar de que su voz sonaba aterrada y sus pasos eran casi un trote. La silla de ruedas se deslizaba de forma veloz por los pasillos y me agarre con fuerza a la silla. Me acerca a un taxi ayuda a montar y deja un bolso en mis piernas antes de decir.

—En adelante esta sola. —deja un sobre en mis manos y sonríe —cuando Damián se comunique con usted, le dice que cumplí y que gracias. —cierra la puerta sin decir más y guardo silencio mirando la bolsa. 

—¿A dónde? —pregunta el taxista.

—Arranque, le digo en el camino —afirma de mala gana y rompo el sobre descubriendo efectivo y una nota.

“Me hubiese gustado ayudarte de otra manera, por el momento fue de esta forma. Pero, prometo enmendar mi error”

—¿Algún hotel cerca?

—¿El más cercano?

—No por aquí, cerca de una estación y farmacia. —respondo tras pensarla un poco.

Jason

Me ausenté ese tiempo y no porque asi lo quise, los problemas de salud del general me obligaron a ello. No podía dejar solo a Eliú quien apenas se reponía por la muerte de su hermana.

Recibí la noticia que el doctor Klein solicitaba mi presencia en su clínica. La sorpresa que me lleve no fue otra que mis hijos habían nacido y harían entrega de ellos.

Como si fuera una mercancía, una mascota o posesión más de mi casa. Los lleve a la clínica inmediatamente, Mathew ordenó pruebas de ADN y se comprobó que eran míos. Aquel manto oscuro que cubría su cabeza parecidos a las alas de un cuervo tendría que ser por mi familia italiana. Aunque, los ojos eran los míos y eso me hacía sentir orgulloso.

El problema es que nadie daba razón de la mujer que quería conocer. Quería contratarla y que cuidara de mis hijos los primeros meses y mientras se diera mi salida.

—¿Por qué no me enteré en su momento? —pregunto ya que nadie me daba razón —mis hijos nacieron antes de tiempo ¿Quién dio la orden de callar?

—El contrato decía…

—Me importa muy poco el contrato —advierto al doctor Klein —la vida de mis hijos no puede regirse por eso.

—Usted dio los lineamientos y en base a ello nos regimos —se defiende y mi padre me insta a guardar la calma —no hay registros de cámaras porque usted ordeno cancelarlas. ¿Qué hice mal señor Frederick?

—Mis hijos estaban en riesgo… nacieron antes de tiempo. A menos de veinticuatro horas usted hace un viaje con ellos y lanza a la calle a una mujer que necesitaba cuidados ¿Le parece poco?

Aprieto con fuerza el esfero en mis manos y este acaba por romperse en dos. Ese gesto hace que el cuerpo del doctor retroceda temeroso.

— La chica se retiró y firmó tal cual fueron sus órdenes. —me recuerda y que esté en lo correcto me revienta.

Yo debería estar ese día allí y verlos venir al mundo. Mis hermanos, cuñados y familia en general hablaban de que era un día mágico. La llegada de mis hijos a mi vida era atípica, asi que por lo menos eso quería que fuera normal.

También anhelaba conocer a la mujer con la que chatee por cuatro meses. El anciano se remueve incomodo y me levanto de la silla al ver a Julia en la puerta.

—Mis abogados se encargaran en adelante —le advierto. 

—Olvídese del excedente —ruge mi padre siguiéndome —su incompetencia, falta de empatía y poco profesionalismo no será premiado por mi empresa.

Una maldita semana fue suficiente para que mis hijos nacieran. Nacieron el mismo día en que su abuelo daba su último aliento. La chica había manchado cierta mañana y alertó a su acompañante. Por fortuna, no hubo riesgo durante el parto.

Sí. El general partió de este mundo sin ver en la cárcel a los asesinos de su hija, ni confort a sus nietos. En cuanto a su tío supo la llegada de sus sobrinos y se quedó el tiempo suficiente para verlos. Eliú quedó devastado por quedar solo y decidió irse un tiempo del país.

La verdad era que la muerte de su padre le afectó más que la de su hermana. 

Nain Cass me hizo prometer que los asesinos pagarían por la muerte de su hija y que sus nietos crecerían en un hogar feliz.

—¿Qué sucede? —pregunto llegando hasta donde Julia quien se ve preocupada.

Sostiene en sus manos un biberón que aprieta con fuerza. Los Nielsen eran hasta hace unos meses los únicos residentes en la casa. Encontré a Julia en un semáforo vendiendo dulces y a su madre a pocos pasos.

Conocí sus necesidades al hacerme amigos de ellos. Margaret, Terry y Julia Nielsen vivían en un hostal de mala muerte. Vendían flores y dulces en los semáforos para vivir, pero ese trabajo no era suficiente. Julia de entonces doce años no estaba en la escuela, pero sabia leer y contar porque sus padres le enseñaron.  

Yo tenía la casa que siempre permanecía sola, por varios motivos y contraté a sus padres para cuidarla. De eso hace ocho años y son casi parte de mi familia hoy día.

—No dejan de llorar, he intentado de todo, mamá igual —alza el biberón y niega —no quieren comer.

—Margaret tiene razón, necesitan una niñera —comento y Julia niega.

—De todas maneras, no querrán comer mas que con usted. Todo lo demás puedo hacerlo yo —sonrío acariciando su rostro y niego.

—¿Qué hay de tus estudios? —pregunto.

Alejo mi mano al ver como brillan sus ojos ante mi caricia y me reprendo por ese gesto.

—Debes estudiar —suspiro —y ellos adaptarse a otras personas, a futuro, tus padres dejaran esta casa y ocuparan la propia. —le señalo antes de seguir —encontraras un empleo mejor, citas, novios. —me encojo de hombros y empezamos a subir las escaleras —son mis hijos y mi deber es hacerme cargo a ellos.

—Me siento bien aquí y no estoy interesada en nadie …

—Eso lo dices ahora —le interrumpo —deja que encuentres al indicado.

—Quizás ya llegó —lo dice bajito, pero la he escuchado.

Me tenso aún más e ignoro aquel comentario. Necesitaré hablar con su padre y pedirle dejar a su hija lejos de las áreas de la casa.

Lo haré cuando consiga una niñera.

(…)

—¿Ha donde vas? —pregunto a mi padre al ver que deja a Susan en la cuna y sale de la habitación.

—Te he ayudado suficiente … —señala la puerta —tengo cosas que hacer…

Mamá se ha negado a hacerlo, según ella porque debí pensar en eso cuando decidí tener un hijo sin madre. Papá es más blando y adora los niños, por alguna razón mis hijos se calman solo con escuchar su voz.

—¡No tienes nada que hacer! —contradigo y sonríe divertido —solo iras a sentarte en esa tumbona a tomar whisky…

—Tus hermanos se las arreglan bien solos —ruedo los ojos antes de responder aun entre susurros.

—Porque tienen esposas…

—Exacto —me interrumpe —uno se sienta aquí —señala una silla —le trae leche, galletas, si cambia un pañal pasa  los paños húmedos, crema para colitis, los pañales. —describe y puedo ver la burla en su rostro—te preparas lentamente para tu primer pañal y luego te recompensan con sexo… — culmina cruzándose de brazos.

—No puedes hacerme esto ¡Lo prometiste en el altar! —alza la ceja divertido y bufo antes de explicarme —en la salud y en la eternidad, en la tristeza y en la alegría … hacemos parte del paquete —señalo a los niños y niega divertido.

—Te advertí que estaría en primera fila para burlarme de ti — recuerdo exactamente sus palabras.

Lo hizo el día en que fuimos a acompañar a Emma a la salida del centro de reposo y cuando aseguró que no iba a intervenir en nuestra vida sentimental.

Tu no estabas en el paquete cuando hice esa promesa —sale de la habitación y le sigo los pasos rápidamente.

—¿Qué creíste mientras dabas esa danza de gitanos? Que todo seria felicidad —me cruzo en su camino y niego con el dedo índice al tiempo que chasqueo la lengua —este que vez aquí hace parte de casarse, estoy en el paquete y aquellos ángeles son tus nietos que necesitan tu protección.

Sonríe viendo mi rostro, lo toma entre mis manos besa mis mejillas y cuando creo va a ceder empieza a burlarse de mí.

—No tienes idea de cuanto me estoy divirtiendo con esto —su sonrisa se amplia al ver la decepción en mi —si me mantengo cerca es para recordarte que te lo advertí…

Y eso me hace recordar su sentencia... 

“—Dejaré que el destino te golpee —dice mirando a mi madre —mientras la vida se burla de ti —observa a mis hermanos quienes sonríen —y el mundo goce de tu estupidez —señala a todos dentro de la limosina —¿Por qué no pude disfrutar de un noviazgo de ustedes normal?”

—Papá …—susurro al ver que se aleja.

—Haz algo con Julia, marca distancia —me advierte —no me gusta como se comporta a no ser que quieras algo con ella.

—¡Por supuesto que no me interesa! —exploto de mal humor viéndolo dar media vuelta y alejarse—y en nada tiene que ver su color de piel.

—Lo sé …

Y el llanto de los bebés lo hacen detener y me mira por encima del hombro mientras sonríe…

—Dulce sueños…

Esto se pone bueno en adelante... no se olviden comentar. 

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