Capítulo 8
Estuve varios meses por fuera intentando encontrar paz. Lo hice en el sitio que me recordaba a ella y al que tanto le gustaba ir. En la isla permanecí el tiempo necesario para entender que solo había dos maneras de hallarla.
Encontrar el culpable de su muerte, encarcelarlo y cumplir con su último deseo (tener a nuestros hijos). Aquel que hicieron cenizas cuando la asesinaron.
La pérdida de Susan llenó mi alma de odio y frustración, admito que hice acusaciones sin sentido, señalamientos injustos. El general tenia muchos defectos, pero amaba a su hija muy a pesar de ellos.
El rechazo a su orientación no tuvo que ver con su asesinato y su padre estaba limpio. Mucho antes que las investigaciones lo dijeran, llegué a esa conclusión cuando nos topábamos en el cementerio cada domingo.
En menos de un año había adelgazado y envejecido. Su rostro era el reflejo del dolor, ya no me miraba con odio y solo bajaba el rostro cuando coincidíamos.
También le extraño y mucho más que el primer día; sin embargo, conservo el alivio que le demostré cuanto la amaba. Algo que su padre no puede decir lo mismo, la ultima vez que la vio fue para insultarla y desearle la muerte.
Tendrá que vivir con eso.
Susan marcó mi vida para siempre y ese legado quedaría perpetuado con nuestros hijos. Era a través de ellos que quise celebrar todo lo que fue nuestra amistad y su vida.
La mejor manera de pasar el duelo fue refugiándome en el trabajo y en la casa. Ambos lados me dieron un entretenimiento suficiente para poder superarlo poco a poco.
Los conflictos recientes proporcionaron distracción.
Las demandas contra el hospital, la acusación contra Matthew, el riesgo que corría su prometida y el posible juicio en contra de él y papá por ayudar al ex suegro de Matt por unas fotos, me hizo regresar a casa.
Los eventos que siguieron pusieron mis planes en pausa, pero una vez todo se resolvió retomé los míos. Lo hice días después de la boda de mi hermano y el bautizo de sus hijos, hicieron ambas cosas en una ceremonia privada.
Me bastó ver nacer a Jadeen y Joshua, para sentirme preparado a tener los míos. Solo una de las tres mujeres había logrado poder gestar a mi hijo y me hubiera gustado conocerla para agradecerle por ese logro. Sin embargo, proteger su identidad y efectos de comodidad estaba en territorio tranquilo. Con el personal de servicio suficiente evitándole que no moviera un dedo y solo cuidara a mis hijos.
Leo de nuevo el mensaje de la ginecóloga y sonrío al bajarme en el cementerio. Desde el primer trimestre sabia que eran dos bebes, pero hoy me dieron la noticia que era un niño y una niña.
Anexaban los videos y una nota diciendo que la gestante había disminuido de peso. Se quejaba de la dieta estricta al que la tenía sometida la chef y la nutricionista que eran unas exagerada. Finalizaba la queja que exigía le solucionaran el problema.
El ultimo mensaje es un numero con el que podré hablar con la persona a cargo de su alimentación. Reenvío el mensaje del sexo de mis bebés a mi hermano, le doy las gracias y guardo el móvil en mi saco. Escogí este viernes para venir al cementerio por varias razones, una de ellas era recibir la noticia del sexo en su tumba, la otra tenía que ver con su padre y no querer verlo.
Al parecer, el tuvo la misma idea.
—¿Tampoco quería verme el domingo? —pregunto cuando lo veo girar solo su rostro a verme y sin decir nada regresa la vista a la tumba.
—Me gustaría acampar aquí eternamente, lo único que me detiene es no hallar al culpable —habla al fin.
—Se que cree que la investigación que hacían era mia, pero no es asi. —me animo a defenderme, porque las ultimas veces que hemos discutido me lo ha insinuado.
—Nunca hubo tal investigación...
—Si no quiere darme esos documentos, no lo haga. —le interrumpo alterado por su testarudez —vi esos documentos —el día que...—guardo silencio un instante —llevaba una semana lejos de todos, sus compañeros aseguraron que estaba trabajando y les era difícil darme su ubicación.
—No hubo tal trabajo. —aclara sorprendido —¿Qué ganas con mentir? ¿Por qué me haces esto? —reclama y su voz se quiebra lo que desestabiliza mis emociones. —¿Crees que asesiné a mi hija? —niega —no tienes idea de cuanto la amaba.
Resulta incómodo discutir delante de su tumba, más aún mantener la compostura. He olvidado en que momento empezamos a odiarnos o los motivos. Es posible que fuera alguna estupidez hecha por mí y que el se tomó a pecho.
Lo que yo tenía en contra suya, era por no aceptar que su hija era gay. Lo observo sollozar un instante y bajo la guardia. Susan amaba a ese hombre y en honor a ese amor dejo el orgullo a un lado.
—Se que no es culpable —inicio —No miento...—me aclaro la garganta antes de seguir y alzo la cabeza viéndolo fijamente —sus compañeros dijeron que estaba en un caso importante, no les creí y pensé que estaba refugiada lejos de todos. Por lo de Dayanne y la discusión con usted.
Escucha con la vista fija en la tumba sin decir una palabra todo lo que vi ese día. Tiene todo lo de su hija guardado en una bodega. No hay nada de lo que describo; aunque no fue él quien hizo el traslado.
— No hay cuadros ni nada de lo que dices. —comenta distraído. —Todo lo personal de Susan lo enviaron a la casa en una caja. La correspondencia y escritos de ellas, sobre casos de asaltos y demás. Un amigo se hizo cargo a enviar todo a una bodega, una empresa de mudanzas se encargó de todo. No recuerdo haber visto algo parecido.
—Lo de la empresa de mudanza puede explicar la ausencia de cuadros, pero no los documentos —afirmamos y saca de su chaqueta una llave. —¿A quién podría importarle un caso de suicidio?
—Será mejor si hablamos esto en otro lugar —pide. —es la llave de la bodega. Imagino querrás verlo por tus propios ojos, pero sé que no hay nada allí. ¿Recuerdas algo de lo leído? No se quizás ¿Nombres o detalles explícitos?
—Un aparente suicidio, un hombre en el estudio y una mujer en la cocina o comedor. Estaba en embarazo... —guardo silencio e intento recordar —Amelia era uno de los nombres de la carpeta. El hombre era zurdo y la herida de bala consistente con alguien diestro.
—¿Jamás te habló de eso? —niego apenado y lo miro de reojo.
—En los últimos días se distanció de mi por ofenderlo a usted—sonríe con orgullo y ruedo los ojos —la familia de Dayanne no sabe nada al respecto, su hija era bastante hermética con su trabajo no lo llevaba a su casa. Dayanne y yo no éramos los únicos cercanos, pero nadie parece saber nada.
La salida del cementerio es tranquila en un intercambio de datos entre ambos. He hablado con sus compañeros de trabajo, nadie parece saber de lo que hablo. En un par de ellos he visto comportamientos nerviosos, como si temieran algo. Pero, no he podido encontrar nada, ni mis hombres tampoco.
Estoy esperando que bajen la guardia, todos tienden a hacerlo y a caer en algún error. Tengo la paciencia necesaria para esperar por ellos.
—Solo me faltó una chica, la dueña de las pinturas —recuerdo y niega. —Dejó un mensaje en la contestadora...
—Si supiera algo me lo hubiera dicho, no está en el país. Se fue hace meses ... le afectó la muerte de Susan. —comenta viendo al frente —se querían como una hermana, mi hija la adoraba y era reciproco. Era una chiquilla cuando la adoptó, lastimosamente no pude ayudarle se fue sin despedirse.
¿Puede saber algo y por eso huyó? es probable.
El recuerdo de su mensaje llega nítidamente, resulta curioso que lo haga cuando no logro ubicar con claridad lo que decía esa investigación. Si tan solo me hubiese concentrado en esos documentos y no en la voz detrás de ese mensaje.
(...)
Al final, el general resultó teniendo la razón, dentro de esa bodega no había las dos cosas que llamaron mi atención. Intentó comunicarse con su amigo para pedir el nombre de la empresa de mudanzas, pero no respondió. Lo que después vimos que fue bueno. Su amigo resultó siendo el que tenia a cargos los embriones de su hija y los míos.
Era mejor ser prudentes, aun había un juicio entre ambos en puerta por dañar de esa manera lo que tanto pague por cuidar. De forma inexplicable el general estuvo de acuerdo en guardar silencio.
De ninguna manera quería decir que nuestra enemistad había acabado, significaba que hicimos una tregua para encontrar la verdad. Al final de nuestro encuentro y ya frente a su casa saco el móvil de mi bolsillo busco el video que me han enviado y decido darle una tregua.
—Gemelos, un niño y una niña —le digo cuando lo ha recibido y lo reproduce —me lo acaban de enviar si gusta se lo...
—Por favor —llora y afirmo en silencio —¿Llevaran el Cass?
—Es lo que son —sonríe entregando el móvil y reenvío el texto completo a él y a Eliú.
—¿Qué sabes de la chica? ¿Está bien? —ante mi silencio dice —te dicen que ha bajado de peso...
—Me enviaron el teléfono de la persona que se encarga de su alimentación —niega y se burla abiertamente de mí.
—Como se nota que no has lidiado con una embarazada. Algunas se convierten en monstruos capaces de devorar una res o venado entero sin problemas. —sonríe con algo de nostalgia antes de seguir. —Susan era una de ellas, el nutricionista ordenaba una cosa, pero ella quería otra. Helados de maní a las tres de mañana...Hecho; tarta de calabaza a las diez de 15hrs, hecho; odio tu perfume, hecho; jabón con aroma pino, hecho—en ese punto sonríe y yo también lo hago lo que me hace verle —no tienes idea de la magia que te estas perdiendo muchacho.
—No tengo otra manera de hacerlo—explico y suspira —ella puede de saber quiénes son mis hijos pedir algo más, tenemos muchos enemigos capaces de pagar por menos que eso. Las cosas apenas acaban de calmarse y aún están revueltas.
—Entonces, no hables con la persona a cargo de su comida, hazlo con ella —ordena y me tenso antes su voz autoritaria —si sus emociones están bien, los bebé lo estarán. Una mujer en gestación, sola y sin nadie con quien hablar. —niega suspirando —es un peligro, eso puede dañar a los niños.
Le agradezco estrechando sus manos y lo observo salir minutos después. La orden era molesta, pero había que aceptar contaba con experiencia. Era momento que tomara el control de los cuidados del bebé, Matthew había hecho demasiado por mí y tenía que estar al pendiente de su propia familia.
Al llegar a la oficina me había trazado un plan para hablar con ella. Llamé a la mujer a cargo de su alimentación y me dio una descripción de lo que solía comer. Hallé el problema rápidamente.
Odiaba las coles, el brócoli, y espinacas.
La dieta era rica en esos tres ingredientes, era más carnívora que herbívora. Se quejaba que no era conejo para tragar tantas coles y eso lejos de enojarme me hizo reír.
Yo también los odiaba.
Le compraron un móvil descartable me enviaron el número y en la noche prometí hablar con ella. Esperaba otro tipo de charlas, me imaginaba una larga plática con una mujer que no hacía más que llorar producto de sus hormonas alborotadas por su estado. En cambio, recibí esto.
"¿Tiene usted idea de lo que es llevar dos niños en su vientre? Yo como por tres señor. No tengo ni idea quien es, pero le exijo ordenar a sus lacayos, súbditos, peones o a quien carajos tenga a su merced, que me den una comida decente. No quiero hablar con usted hasta tanto mi orden no sea acata"
Y yo solo había dicho un...
Muy buenos noches...Bastante cordial y amistoso.
Releí el mensaje varias veces, me quede esperando que dijera algo más, pero no hubo respuesta. Decidí obedecer, llamé a la chef y le pedí que en adelante le preguntara que comer.
Me cuentan que no ha comido y le pido hacer algo a su gusto.
Media hora después recibí una imagen de mis hijos en su vientre. Se tomó una foto frente al espejo cubrió su rostro con un enorme emoticón haciendo un guiño. Tiene una remera de los Yankees de New York enorme que se ha subido a dejando su vientre al descubierto. Según ella mis hijos me estaban dando las gracias.
"No puede sentirlos, pero no hay dejado de moverse."
Sonreí ante la pose de medio lado y haciendo la señal de victoria. Intenté recordar la última vez que reí de esa manera y no pude hacerlo, menos por una foto tan ridícula como la había recibido.
Me encontré deseando poder sentir a mis hijos en su vientre y las palabras del general llegaron a mí.
Me estaba perdiendo del mejor de los momentos.
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