Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6


El último adiós a Susan Cass fue en una ceremonia privada, yo no hacia parte de sus familiares cercanos. No era una hermana de sangre, era de otra madre y otro padre, como solía decir.

Hasta el día parecía llorar su partida. El camposanto se cubría de un manto blanco producto de la nieve que caía. Ajusto el cuello de mi abrigo y la bandana viendo como el féretro empieza a ser deslizado en el agujero.

Susan murió en servicio, en un cruce de disparos con unos asaltantes a una joyería. Su padre y hermano tenían dudas sobre el suceso, el general había solicitado una investigación más a fondo. "—
Algo que estaba investigando le pudo ocasionar la muerte".

El grupo de compañeros le hicieron calle de honor, su padre y hermano fueron dos de los que cagaron el féretro hasta el lugar. Atrás quedaron los conflictos por su orientación sexual, su próximo matrimonio o planes de tener hijos.

¿La prefería muerta con el secreto oculto o viva con la vergüenza? No pude evitar preguntarme cuando la ceremonia acabo y el seguía arrodillado apretando con fuerza una flor y sus brazos abrazando la tierra recién removida.

Lloraba y golpeaba las manos en la tumba una varias veces, con su hijo vigilante a pocos pasos, dos uniformados y tres marines atrás. Más allá bastante lejos del grupo una figura con gabardina y todo su atuendo negro observaba la escena.

Doy media vuelta alejándome, lo que sigue es una acto privado entre familia que no debo observar. Ni siquiera la flaqueza del hombre fuerte que acabo de ver debí estar presente.

—Evy — me llama el hombre y detengo mis pasos. —Creí que no habías venido.

—Me dijeron que era una ceremonia privada. —digo con la vista al frente.

—Eras como una hermana para ella, siempre lo decía —manifiesta y doy media vuelta.

El grupo de oficiales sigue allí y el desconocido a avanzado hasta la tumba. No se arrodilla, tiene la cabeza baja y sostiene un ramo de rosas blancas. Parece ajeno a nada que no sea el bulto de tierra y es obvio que llora. Sus hombros tiemblan ligeramente mientras aprieta las rosas con fuerza.

—Se que estos sitios no son tus preferidos —afirmo guardando mis manos en mi abrigo —Se cuanto te cuesta venir y te agradezco por ello.

No me gustan los sepelios, ni los muertos, no sé cómo manejar el sentimiento de no verlos más. Lo viví con mis papás, me invadía las ganas de irme con ellos, la rabia porque mi padre no pensó en mí, junto con todo lo contradictorio que su suicidio.

—¿Se sabe algo de los asesinos?

—No, pero lo sabré —responde seguro.

—Debo irme, iré a visitar a Dayanne —afirma apretando los labios.

Aun le cuesta aceptar la inclinación sexual de su hija, ni siquiera su partida ha permitido quitarle el rencor hacia Dayanne.

—Mantente en contacto, no te alejes —me dice y afirmo dando un paso atrás —si necesitas algo me lo haces saber. —Susan solía estar al pendiente de ti. Nunca Hablamos de eso, sé que le gustaría que siguiera haciéndolo.

—Estaré bien...se lo debo.

Es una promesa silenciosa que le hago a la tumba a la distancia, porque no tengo el valor de acercarme. Un poema dice que la muerte es un viaje interminable, que nadie sabe que hay al final o si disfrutas del viaje. Me acerco al general le abrazo fuerte antes de empezar a salir del lugar.

La manera más fácil que tuve de enfrentar la ausencia de mis padres fue pensando que habían hecho un largo viaje y que en su momento yo seguiría sus pasos.

Siempre he tenido el palpito en mi pecho que sería pronto. Producto quizás del anhelo de estar con ellos, porque no hay nada que me ate a este mundo o una revelación. Solo se que mi viaje hacia ellos seria más pronto de lo acostumbrado.

—No hay avances —me dice el doctor al que le he preguntado por la salud de Dayanne —su estado es bastante delicado. —no lo dice en palabras, pero su rostro es bastante gráfico.

No cree que sobreviva.

Soy nueva dentro del grupo de amistades, sus padres solo me reconocen por ser la amiga de su prometida y desde hace un par de meses. Hay varios amigos en uniformes, otros de civil, sus padres están abrazados a sus otros dos hijos. Dayanne era la mayor de tres hermanos, la única mujer.

Saludo a los padres de lejos y ambos alzan la mano. Mi ropa oscura debe indicar de donde vengo por lo que su llanto regresa. Me mantengo alejada, por la impotencia de no saber como consolarles. Me siento al final de un grupo de oficiales y guardo silencio.

Es como una funeraria, con enorme diferencia que la persona aun no fallece, pero que todos esperan lo haga pronto. Es posible que los únicos que se aferran a su recuperación son sus amigos.

—Les dije que dejara de investigar —dice uno de los oficiales. —a nadie parecía importarle que el tipo era zurdo y el disparo lo hizo alguien diestro.

—¿Qué intentas decir?

Miro al costado contrario de los pasillos, pero sin dejar de escuchar la platica del grupo. Dayanne y Susan estaban investigando un posible robo y asesinato. El accidente de Dayanne pudo ser casualidad, pero que a pocos días se diera el deceso de Susan era demasiada coincidencia.

—Estuvo una semana sin que nadie supiera donde estaba —habla uno de ellos.

De viaje. Me gustaría poder decirlo, ella me había dicho que se iba una semana. Necesitaba despejar la mente, lo sucedido con su padre al estaba agobiando.

—Sabes dónde estaba—quien habla es uno de los más jóvenes bastante exaltado. —no daban detalles de su investigación, pero ocho de nosotros vimos su casillero.

El chico se levanta enojado dejando a sus compañeros en silencio. Uno a uno se nos va dando el turno de verla, la traté pocas veces, pero lo suficiente para saber que se amaban. No se que me depara la vida de aquí en adelante, la ausencia de Susan será difícil de llenar, pero quise despedirme de ella.

(...)

—¿Qué tal esta ella? —pregunta la tía Silke.

—El doctor dice que no hay avances y su rostro era como un "Espero un milagro".

Paso de largo hasta las escaleras porque no deseo tropezar con mi tío. A su hijo lo he podido soportar, pero a él cada día se me hace difícil.

—No está —habla Damián saliendo del estudio —el general le pidió ayuda para desocupar el apartamento de su hija.

—Pensé que había dejado todo al Frederick —Damián niega alzando sus hombros.

—Fue lo que me dijo esta mañana que le pregunté si iba al sepelio —le da un sorbo a la bebida acercándose a su madre —¿Te hiciste los exámenes?

—Si. —habla la tía por mí —no hubo poder humano que la hiciera desistir.

—Este no es mi lugar, ustedes lo saben, yo lo se —hablo y mi voz sale rota sin que pueda hacer algo por impedirlo —quizás no sea digno la forma de hacerlo, pero, algunas veces el fin justifica los medios.

—Te avisaré cuando todo este listo...

—¿Han pensado que le dirán a Damián? —pregunta la tía con las manos en las caderas.

¿En qué momento se puso en pie?

—Le sacaste los documentos de la caja fuerte y solo Dios sabe porque no lo ha notado...

—Porque dejé otros en reemplazo —le interrumpe con tranquilidad y su madre suspira —No se dará cuenta, no dentro de estos meses. Una subida en la temperatura de la zona fría tiene en riesgo al 50% de su capital... no esta muy feliz.

—¿Cómo fue eso?

—No tengo idea, solo que muchos no están felices. —ríe y su madre rueda los ojos —Es un excelente momento para pedirle el divorcio.

Si es una broma o lo dice en verdad, no me quedo a averiguarlo. Los dejo solo para no entender de lo que hablan, deseosa que sea verdad y que al final la tía lograra recuperar lo más importante en ese matrimonio.

Sus hijos.

Por lo menos a Magda tiene la tranquilidad que la ha recuperado. Su ausencia no es otra cosa que el querer encontrarse a sí misma y madurar lo suficiente para afrontar a sus miedos.

Por largos días abría el WhatsApp solo para ver la foto de perfil de Susan. La mujer con remera rosa y lentes oscuros que sonreía mientras recibía un beso en la mejilla de su prometida. Me costaba hacerme a la idea que ya no estaría allí, no escucharía su voz, sus chistes y sus consejos.

Entonces entendí que mi tristeza no tenia que ver por los planes inconclusos de Susan, por su trágica muerte o que no vería a sus hijos. Lo mío era egoísmo, no poder verla, escucharla y haber perdido una amiga.

Había pasado varias semanas cuando lo entendí, asi que decidí que era momento de dejarla ir. Tomé el lienzo de ella y el de su padre, los cubrí bien y decidí llevárselos al general.

—¿Quién lo busca? —pregunta la mujer que me recibe en la puerta con rostro enojado.

—Evy Klein y no es necesario que salga a verme —comento y alzo los lienzos —se que no es momento de visitas, pero me gustaría que tuviera esto en su poder. —la mujer mira los rollos como si fueran dinamita y abro uno al azar. —ya están pagos, por Susan.

Diez años de amistad lo habían hecho.

Decidí hacerles un tercer lienzo, una fotografía de los tres abrazados y sonrientes. Contaba con innumerables horas de conversación entre ellos para obtener la sonrisa perfecta.

—Está en una reunión con los abogados —murmura al ver la fotografía. —ya se quién eres. Hablaba mucho de ti y lo genio que eras, se quedó corta en descripciones.

Poco a poco sus ojos se cristalizan hasta que acaba en un sollozo. Toma los dos lienzos recogidos y el tercero queda en mis manos.

—No me perdonará si la dejo ir sin darle las gracias —comenta haciéndose a un lado.

Ingreso a la casa al tiempo que voy recogiendo el lienzo y sigo a la mujer que me pide acompañarla. Las voces altas empiezan a ser cada vez mas claras, más acaloradas. La ama de llaves mira a la puerta cerrada negando preocupada.

—¿Crees que no se que fue usted? El que intentó dañar el sueño de su hija —acusa una voz profunda y frunzo las cejas.

—No te permito que me faltes el respeto en mi casa, te recuerdo que son mis nietos...

—Desocupó su apartamento ¿Qué hizo con todo? —el tono de voz del hombre es imponente, casi igual al del general —lo quemó, se deshizo de ellas de la misma manera que lo hizo de Dayanne y de Susan...

El golpe que sigue nos hace detener, la mujer me pide entrar al comedor y tres hombres corren a la puerta cerrada. El estruendo que sigue me impide entrar del todo, el general es un hombre mayor y la voz que se escucha es de un joven.

—No me importa los planes que tenga, le advierto que los míos son seguir los de Susan. Lo haré por encima de cualquiera.

Es escucha más claro debido a que quienes han entrado han dejado la puerta abierta. Me oculto al ver a la figura que sale hecho una furia y todos se hacen a un lado.

Lo reconozco como el chico que me ayudó a recuperar el morral hace nueve años. En esta ocasión no trae uniforme militar, tampoco sonríe. Cruza toda la sala sin prestar atención a ningún lugar, salvo al frente.

—Es el joven Jason Frederick —dice la mujer.

—Su novio de mentiras —recuerdo que fue sus palabras cuando le pregunté por él un mes atrás. —el esposo de ambas.

La risa de la mujer acaba en llanto y me alejo de la vista de la imponente figura en traje oscuro para consolarla.

—Ambos están heridos y uno culpa al otro. —comenta caminando conmigo hacia el interior de la cocina —en el fondo cada uno tiene razón a medias, pero son tercos y obstinados para dar su brazo a torcer. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro