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Capítulo 5

Le doy un retoque en la nariz a mi creación y me alejo lo suficiente para encontrar errores. El rostro férreo del General Cass es perfecto para pincelar. Su labios apretados en una fina línea que se pierden en los rasgos de su cara. Ojos grandes, en una mezcla de azul o gris, cejas pobladas y cabello grisáceo. El padre de mi amiga, mentora y casi una hermana debió ser muy atractivo de joven.

Susan me hallaba clientes que querían algún retrato, sea de ellos o de sus hijos o algún familiar. La gran mayoría pagaba un poco más del precio que daba, por considerar que era muy barato.

—Creo que estas perfecto así. —le digo a la pintura sosteniendo el pincel en el aire y sonriendo. —ahora iré con tu segunda hija, así no la aceptes.

La dejo justo al lado de la Susan y miro a ambas con nostalgia. Padre e hija están distanciados desde el día en que decidió decirle su orientación sexual. Le confesó a su padre que le gustaba las mujeres, que estaba a punto de casarse con una, incluso habían pensado en tener hijos.

Demasiadas confesiones para un hombre de carácter tan fuerte. Estoy segura de que la historia sería distinta si ella le hubiera dado tiempo de reflexionar en ello. Entendía el punto de vista del general, aunque no lo compartía. También el de Susan, ella había estado mucho tiempo ocultado sus verdaderos sentimientos.

Dos meses después de irse a vivir juntas y empezar a planear la boda. Dayanne sufrió un accidente que la tiene en estado crítico y a Susan sin volver a sonreír. Duele ver a la mujer que siempre solía hacerlo, verle ahora tan triste.

El tío Damián y yo no nos hablábamos, dudaba que algún día lo hiciera. Me negaba a ceder a sus pretensiones sobre todo ahora que Magda estaba tan feliz. La tía Silke estaba usando la persuasión para que me diera mis documentos. Mientras eso ocurría yo ahorraba con las pinturas y busco empleo.

Damián llegó hace una semana atrás, no lo he visto por fortuna. La universidad, pedidos e ir a la clínica ocupan casi todo mi tiempo. Por la tía Silke sé que ha cambiado mucho, es más amoroso con ella.

Dudo que una persona cambie tanto, pero si es así, me alegro mucho por ella. Alzo el siguiente lienzo a medio terminar con el ruido de los toques en la puerta.

—Entra tía. —hablo sin mirar.

Suele ser la única persona que  entra a mi habitación. Si no trae te, es leche o galletas recién horneadas ¿La razón? No bajo comer desde que el tío me hizo la lista de gasto, no lo hago. Entre menos aumente la deuda, mejor para mí.

—Mamá me dice que no comes en casa —la voz varonil me hace saltar y al no asociarla a nadie doy media vuelta. —pensé que nunca nos veríamos.

—Damián. —murmuro viéndolo fijamente.

Es como si el rostro de papá en mi camafeo hubiese cobrado vida. Me llevo la mano en mi cuello y aprieto la pieza dorada en mi puño sin dejar de verlo. Sonríe al ver mi rostro asustado, sostiene en sus manos una bandeja que deja con lo que imagino es el almuerzo.

—Causé el mismo efecto en Berlín —le escucho decir.

Yo sigo impresionada por ver la similitud entre él y papá. No debería sorprenderme, es su sobrino y mi tío tiene casi los mismos rasgos. Se lleva una mano en el bolsillo de su pantalón y permanece sin mover un músculo.

Cabello negro oscuro bastante poblado, ojos color miel, nariz pequeña. Altura, porte, ese tono de piel que contrasta con su cabello, los bellos en su brazo negros y lisos. Me apoyo en la pared todo lo lejos que puedo de él, ante el terror de que me causa esa similitud.

—¿Qué haces aquí? —me atrevo a preguntar, consciente que es su casa y  puede estar donde se le dé la gana.

—¿Crees que tengo oportunidad de resarcir mi error? —pregunta y no sé qué responder —vine dispuesto a eso.

—Magda no está. A mí no me debes nada.

Niega y me pregunta silencioso si puede acercarse a mi pintura. Asiento alejándome del balcón dejando un gran espacio entre los dos.

—Le pague a un indigente para que te dañara —comenta —en aquel momento odiaba a todos, incluso a ti sin conocerte. Pero, no a quien en verdad merecía mi odio y desprecio.

Ingresa ambas manos en su bolsillo y ladea su rostro viendo la imagen de Dayanne. Es innegable el gran parecido entre él y su padre, no obstante, con papá es inmenso. 

—En tu afán de salvar a Magda,  me salvaste también y sin saberlo —vuelve la mirada a mi mientras pasa saliva —no te diré que soy un 100% inocente, pero no fui el único culpable.

—La tía dice que tenías problemas de esquizofrenia —niega retirando las manos de sus bolsillos y sacando un sobre de su abrigo.

—Jamás te vi llorar a tus padres o lamentar su partida. Eso y tu rudeza me llamaban la atención, nada de lo que hiciera lograba asustarte —sonríe sacudiendo el abultado sobre de forma distraída — no entendí ese comportamiento.

—No lograría nada haciéndolo. Las lágrimas empañan no sólo la vista, también la mente y te aleja de las ideas. Las emociones a flor de piel les dan a las personas una forma de dañarte. —describo y él alza la ceja al escucharme. —no soy una mujer de afectos, ni de bebé lo fui. Mamá solía culpar al gen Klein y a cierto general nazi. No se lo digas a nadie.

—Lo juro —alza la mano libre mientras sonríe —¿Deseas regresar a Berlín?

—Es la idea, pero tu padre me lo impide.

—También me lo dijo, junto con lo que exige para que saldar la deuda —guardo silencio cruzándome de brazos.

Él da un paso hacia mí y me tenso, pero solo llega hasta la mesa donde están los pinceles. Limpia un pedazo de esta y desocupa el contenido del sobre que lleva en manos. 

Mis documentos están allí, doy un paso sin importarme que esté cerca y los reviso uno a uno. Descubro que soy ciudadana americana desde los dos años. Junto las cejas al no entenderlo y veo a Damián. Alejo mis manos de los documentos y regreso a mi posición inicial.

—¿Qué quieres a cambio? Desde ya te advierto que no te daré nada de Magda...

—No quiero saber de ella —me interrumpe —está bien y es lo único que cuenta. Espero que haya sanado y olvidado, algo que a mí se me hace difícil hacer.

—¿Qué puedes olvidar? ¿Cómo dañaste a tu hermana?

La sonrisa que me brinda está libre de humor. El alivio que siento cuando empieza a retroceder hasta entrar a la habitación y salir de ella me alivia. No me gusta su aparente buena fe, la experiencia me dice que las personas suelen hacer eso cuando quieren algo.

Por lo general, malo. 

Me estoy respondiendo de su sorpresiva presencia cuando lo siento regresar. Esta vez trae un maletín que abre encima de la cama y saca varios documentos.

—Quiero advertirte que no me haré responsable de lo que te pueda suceder al llegar a Berlín. —empieza —me refiero cuando te topes con la verdad. Lo  que me hizo cambiar a mí, puede tener un efecto negativo en ti.

Su padre controla toda la finanzas, bajo la sospecha que puedan ayudarme a pagar la deuda. No tiene como darme el dinero que necesito para sobrevivir en mi país.

Me tiene una posible solución.

—No es una idea que me agrade, a mi madre tampoco. Mamá me ha dicho que has estado interesada. No es ético, ni correcto. —me dice entregando los documentos —sin embargo, es el contrato mejor pagado que encontré. Te garantizo el anonimato, ni siquiera tu amiga debe saberlo.

Se me dará un 50% una vez la fertilización se realice. Dinero suficiente para que le pague a su padre y salga de la casa. Los documentos los necesitaré para salir a otro estado. El padre de los niños, mi jefe no desea que viva en el mismo sitio que él.

—Quiere evitar que desees más dinero o le acosen—sacude sus manos mientras sonríe —excentricidades de millonarios. Solo necesitas hacer los exámenes y esperar que te escoja dentro de las otras.

—¿No es seguro?

Quizás le esté vendiendo mi alma al diablo, pero estoy segura de que las cosas no pueden ser peor que vivir con mi tío. Estar sometida a su voluntad y a las miradas pervertidas me enferma. Es cuestión de tiempo para que su comportamiento mute y se vaya a la práctica.

—Mamá se encargará que lo sea —responde seguro entregándome los documentos —si tienes un amigo abogado al que recurrir, puedes llevarlo. Le anexas la cláusula que quieras, lo hablamos y luego firmamos contrato.

Leo gran parte de este y no puedo evitar releer el nombre que se me ha dado "mamá uno". Me dice que son tres mujeres las que gestaran a sus hijos.

Jason

Me dirijo directamente al ascensor leyendo los mensajes en mi móvil. La gran mayoría hace referencia a los problemas judiciales que tiene el hospital con Matthew a la cabeza. Por lo menos mis hermanos hacen pausa entre uno y otro. Sería infernal que todos tuvieran problemas.

—Necesito vacaciones. —apoyo la cabeza en las paredes metálicas viendo los números ir en ascenso.

Nadie sabe de Susan desde hace una semana. No responde el celular y he perdido la cuenta de cuantos mensajes le he dejado en su buzón. El accidente de su prometida y la presión de su padre por que desista de casarse la han superado. Solo existe un lugar en el que pueda estar y hacia allí me dirijo.

Desde mi perspectiva el hombre no tiene autoridad para juzgar a su hija. Creció toda la vida escuchando de sus labios que las mujeres son golfas, putas o interesadas. Su rigidez militar la trasladó a una pequeña que solo necesitaba amor. Ser mujer era malo y su padre su ídolo, el modelo a seguir. 

Desconozco cómo funciona la mente, pero soy fiel a esa teoría. Susan no nació con esa inclinación, fue el entorno y los tratos que la guiaron a ello. Cass tuvo lo que por tantos años sembró. Juzgar ahora resulta estúpido.

Ingreso la llave en la ranura y la abro lentamente. El silencio en el lugar y el olor a polvo me dice que no está allí. Busco en la oscuridad el interruptor y enciendo la luz. Abro los ojos ante la sorpresa del decorado. La pared está llena de diversas pinturas, rostros sonrientes de personas desconocidas para mí.

Sierro la puerta con cuidado al ver debajo de cada cuadro una fotografía. E.K firma el pintor que logra plasmar de forma única la sonrisa y enigma en cada creación. Me pregunto si conoció a cada persona o se siguió por la fotografía. Si es así, tuvo que recurrir a la improvisación. Alguno de ellos no sonreía.

Es el apartamento de soltera de Susan, que no ha querido entregar y  su padre creía aún ocupaba cuando no era así desde hace dos meses. Me voy a los mensajes y encuentro un total de 22. Presionó la tecla de leer para descubrir desde cuando no llega allí, sin dejar de ver las pinturas a mi alrededor.

Su padre, hermano, encabezan los primeros. Le piden saber de ella, en la estación solo le han dicho que está trabajando y le es imposible dar el paradero. Su hermano le ruega que se sienten a hablar y si desiste de la idea podrá ayudarle con su padre.

En la mesa hay varias carpetas con los nombres "Amelia y Konrad".  La abro y deslizo cada una de sus hojas sin ver nada en realidad, estoy concentrado en las notas de voz. Su padre dando la orden de regresar al redil me resulta patético de escuchar.

—Ajusticiados uno en la cocina en estado de gestación, rastros de violación. Segundo cuerpo en el estudio con herida en la sien. Zurdo.  —leo y me quedo estático al escuchar la dulce voz que finaliza los audios.

"—Susan ¿Debo decir quién soy? —La risa que escucho eriza mi piel y miro al teléfono. Deseoso de darle un rostro a esa voz —Tengo las tres pinturas. Sé cuál es la respuesta, pero podría conocerlos esta vez. Te quiero mucho"

—No me extraña en lo absoluto —murmuro viendo las paredes repletas de pinturas. —de seguro es alguien tan especial como tú.

Cierro el folio y me dirijo a la puerta. No elimino los mensajes porque ella tiene que escucharlo algún día. Escribo una nota diciendo que estuve allí y  leí los mensajes. La dejo al lado del teléfono.

Sonrío una última vez antes de apagar las luces, contemplando las paredes adornadas por los innumerables pinturas y Cierro la puerta. El ruido del móvil me detiene en mitad de los pasillos y contesto sin ver de quién se trata. Es un número privado y salvo la familia y un par de amigos lo tiene.

—Jason —la voz de Gaspar se escucha bastante lejos y agitada —si no estas sentado, esperaré a que lo hagas.

—Me vería perfecto en el suelo de un ascensor en pelotas y con una rosa en mi boca.... —el silencio del otro lado me hace callar.

—Es Susan...—empieza y las siguientes palabras son aquellas que ningún amigo o familia de militares activos desean escuchar —Lamento mucho tener que ser yo quien te de esta noticia...

Hola, hola.

Los diez años de Jason, corresponden a Un Frederick en apuros, Dulce Venganza, El Demonio que habita en ti Y ¡jefe! ¿YO QUÉ?  Decidí no hacer un resumen y centrarme en el punto exacto de esta novela.

Mil gracias por su apoyo, comentarios y estrellas.

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