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Capítulo 38

Mi tarea era distraerlo en casa hasta que su familia tuviera todo listo. El éxito de mi misión sería bueno si él no despertará en mí tantas cosas. Me invadió el nerviosismo, el sudor frío al tenerlo cerca, el vacío en la panza y la estúpida tartamudez.

Ya no estaban los Nielsen que hacían de intermediarios. Solía escudarme en Margaret y él charlaba con Terry por horas, ahora tenia a los niños y ellos pasaban el día en la mansión cuando sus abuelos estaban en el país.

No podía negarme, era su cumpleaños y colaborar era un placer. No obstante a mí disposición para ayudar, verlo era recordar los consejos de su madre,  insistía en que tenía todo a mi favor. Conocía a su hijo y estaba segura estaba enamorado de mí.

Sus palabras, las de Julia, la soledad de la casa. Acabé haciendo el acto más cobarde y viejo de la historia. Encerrarme.

Susan estaría muy decepcionada, la pobre debe estar revolcándose en la tumba. Por fortuna, él decidió buscarme y su madre confirmó lo bien que conocía a su hijo. El poco valor que había obtenido en esas horas lo saqué a la luz. El resultado fue convertirme en su prometida y me parece un sueño.

Recibí el mensaje de llevarlo a casa de sus padres y el pretexto fue que quería ver a los niños. Ese día eran los Frederick D'angelo, con sus familias. Risas, besos, abrazos, bromas y anécdotas.

Eran muchos cuentos sobre ellos, de bebés contadas por sus padres, de niños por ambos y de juventud por cada uno de ellos. Me enteré de que los gemelos eran curiosos e imaginativos, bromistas y dueños de una energía que jamás se agotaba. La señora Isabella siempre fue rebelde, solía escaparse de casa, evadir clases, las fiesta y acampadas fueron siempre un dolor de cabeza para sus padres. Emma era la definieron como la inteligente del grupo y lagrima suelta, lloraba por todo y gracias a ello se salía con la suya.

—Aun tiene esa virtud —bromea su esposo y todos sonríen.

—Las lagrimas son efectivas para ellos —comenta ella por su parte viéndome con complicidad—cuando desees te doy unas clases.

—Y yo otras más —sugiere Isabella, al tiempo que la señora Fiorella me hace un guiño divertida.

Si supieran que gracias a sus consejos hoy tengo este anillo. La piedra azul cielo que resplandece en mi dedo anular dan cuenta que no lo es un sueño. Me convertiría en su esposa, tendría a mis hijos a mi lado y tengo un hermano ¿Por qué entonces estoy tan asustada? No creí que la felicidad podía asustar o este ambiente generaría tristezas en mí.

—¿Te sientes bien? —susurra en mi oído y afirmo.

Pasa una mano por mis hombros dejando un beso en mi mejilla fugaz. Sus dedos masajean mi piel desnuda y de apoco la tensión va cediendo. Resulta extraño que sepa algo me sucede, yo creí que lo estaba ocultando bastante bien.

—Ese de allí era el hijo de mami —comenta Matthew mirando a Jason —allí donde lo vez jamás fue castigado y siempre hacia lo que se le pedía.

—Experto en hacernos quedar mal desde siglos atrás —se queja su gemelo negando con fingido enojo.

Todos dijeron lo mismo. El bebé de mamá, obediente, de buenas notas y aplicado. Su enorme parecido con su padre, hizo que su madre lo protegiera más que a todos. En la adultez y tras ingresar al servicio militar, tomó el control de la seguridad familiar.

—No sabe divertirse, no aprendió eso de chico. Nuestra vida siempre estaba en el ojo público y él era muy discreto. Aún lo es. —comenta su madre.

—Es incomodo que hablen de mi como si yo no estuviera aquí o tuviera cinco años aun —susurra en mi oído y bajo la mirada ocultado la sonrisa —no creas nada de lo que dicen. Contrario a ellos yo si sabia hacer mis travesuras.

—Eso me no calma. Deberé tener cuidado con nuestros hijos…

Cuando nuestras mirada se cruzaron me obsequia una sonrisa y se la devolví con la misma intensidad. Sin importar que tuviéramos espectadores, estábamos atrapados en nuestras miradas y por un instante no hay nada más que los dos.

“—Después de la muerte de esa mujer, todo cambió." fueron las palabras de su madre en una ocasión en que estábamos solas. Lo sospeché ante las diferencias de las anécdotas de sus hermanos. La mayoría llegaban hasta edades maduras, en él, sólo un par y de chico.

Ellos tienen la dicha de tener algo que contar a sus hijos, los más grandes escuchan divertidos las historias. Los pequeños cabecean en medio de los juguetes. Cuando logro alejarme del encanto de sus ojos grises descubro que todos están contando algo divertido o vergonzoso.

Desiré, Charlie, Gadien y Alexis, contaban historias divertidas, algunas cargadas de vergüenza. Evy Klein no tenía algo de esa naturaleza que relatar. Mi vida fue siempre el internado de señoritas y al llegar aquí era huir del acoso de mi tío.

—¿Bailamos? —me dice al ver a sus padres hacerlo y tardo en responder —¿No sabes bailar?

—¡Claro que sí! —me defiendo —Susan decían que era indispensable saber a hacerlo.

—¿Te dijo por qué? —miento al negar en silencio y sus dedos en mis hombros presionan un poco más fuerte —¡Mentirosa!

—Llevaré a los niños a dormir —no le doy tiempo a reaccionar y me levanto.

Lo hago presa del inconformismo conmigo por no lograr encajar. Recibí apoyo en mis bebés que al verme en pie frotaron sus ojos y avanzaron hacia mí.

—¿Necesitas ayuda? —me pregunta Emma.

—Los dejaré subir y eso los cansara —ella sonríe cómplice y le huyo a los ojos de Jason.

 Las veces que tuve esta felicidad me fue arrebatada, mi angustia se debe a que ese hombre no esté bajo las rejas. No puedo adaptarme a este ambiente que quizás no tendré por siempre. Ni a mis hijos, el amor de Jason y mi hermano.

Los observo subir las escaleras con bastante destreza. Tal parece que saben a donde van pues no se detienen en ningún momento. Sus abuelos adaptaron la habitación de su padre para ellos. Se detienen en la puerta y verifican que les sigo sonriendo. 

—Ven —hablan en coro entrando a la habitación. 

Al llegar han logrado escalar y me hacen un espacio en la cama como si supieran necesito de ellos hoy más que nunca. Son lo único seguro que tengo en este instante y me siento tan dichosa como aterrada que algo pudiera sucederle.

Dormirlos fue bastante fácil, después de tantos juegos cayeron rendidos sin el acostumbrado cuento de buenas noches. Me quedo vigilando sus sueños por largo tiempo.

Es posible que no corran riesgo si me alejo de ellos. Es mi ultimo pensamiento antes de salir de la habitación. Lo hago sin prestar atención a mi alrededor, no soy consciente de nada hasta que choco con un cuerpo y salto asustada.

—Soy yo —se excusa abrazándome —soy yo cielo, no te asustes.

—Estaba distraída —habló alejándome.

Allí está de nuevo, esa carga de preocupación que veo en él desde hace unos días. Se me secó la garganta y un dolor se incrustó en mi pecho al verle tan contrariado. El terror se apoderó de mí, uno que jamás he experimentado.

—Nos iremos cuando desees—sugiere acariciando mi mejilla —lo mejor es dejarlos aquí, volveremos por ellos en la mañana.

—Alguien puede acompañarme a casa, es tu fiesta. —toma mi mano y besa la palma negando.

—Ellos entenderán.

Apoya mi mano en su antebrazo y juntos bajamos por las escaleras escuchando las risas de todos y las bromas entre sí. Son una estupenda familia, no hay nada malo en ellos. Soy yo la que tiene problemas. El grupo se detiene al vernos en pie, sin dejar de sonreír.

—Gracias por la fiesta y hacerme quedar en vergüenza. —anuncia a todos que se mofan de su comentario —hablar de cuan inquietos eran fue una buena bienvenida.

—No te quejes, no hay mucho de ti que contar —se defiende Isabella haciéndome un guiño —eras el aburrido del grupo y aun despliegas ese aire de niño bueno.

—Comparado contigo, todos lo somos —habla el mayor incorporándose de la silla —Fue la mejor manera de hacerte sentir en casa. Esperamos no haberte aburrido.

Toma mi mano y la cubre con la que sigue disculpándose. Por más que lo intenté no logré ocultar mis sentimientos y estos fueron malinterpretados. No me sentía incomoda por sus bromas, era el no tener algo importante que decir y no poder relajarme lo que me agobiaba.

—Estoy muy agradecida y me he divertido. —pero soy una tonta que no dejo de pensar en los problemas —Es solo que no tengo una experiencia buena o divertida que contar. —me excuso centrando mi atención en la única persona que me brinda confianza para sostenerla.  Gadien Doyle —un internado de señoritas no es muy divertido.

—Mi hermano Gerald, te puede contradecir. Él se divirtió mucho en uno—comenta con una sonrisa en los labios e Isabella golpea intentando callarle. Al parecer es una broma familiar y el protagonista es su hermano mayor —¿Quién lo dirigía? Las mujeres en el poder son más flexibles…

—No era un obispo —se apresura a decir Jason y retira mi mano que aún me sostiene Gregory gesto que todos notan y sonríen. —su hermano mayor ingresaba a uno y acosaba a las chicas. Y se supone que son seres de luz —se mofa.

—Somo seres de luz, el problema es que no hemos pagado la cuenta de ese servicio en siglos.

La risa incrementa y el pánico empieza a ceder, al verlos a todos burlarse de él. Hasta su padre sonríe sin disimulo ante las explosiones de mal humor de su hijo.

—A mí también me costó adaptarme a esta versión moderna de los locos Adams —me calma Gadien. —con el tiempo te adaptaras y si no lo hacemos, huiremos juntos…

No dice nada más, sólo hace un guiño y me muestra la bebida. Resulta divertido hablar con él, sobre todo por esa idea absurda que son descendientes de ángeles. Hasta él acepta que han exagerado un poco.

—Lamento dañarte la velada —hablo cuándo vamos rumbo a casa.

—No dañaste nada cielo. Somos muy ruidosos, es normal que te cueste acostumbrarte.

—No son tan ruidosos…

—No pienso normalizar nuestro comportamiento —comenta divertido —somos bromistas y en ese tipo de reuniones soltamos toda la artillería que tengamos sobre nosotros.

Se acerca a mí y me abraza haciendo el resto del recorrido juntos. Su cercanía calma mi angustia y la mal sana sensación que cualquier momento todo se esfumará.

Al igual que sucedió con papá, Susan y los Nielsen.

El camino que comunica a ambas casas es un sendero empedrado con barandas metálicas a lado y lado, dándole una apariencia de puente. Antes no había divisiones, ni rosas o plantas. Ambas casas podían verse de frente sin problemas.  Margaret me comentó que la mandó a construir los padres de Jason cuando supo de la llegada de los niños. Hay varios sitios por los cuales poder llegar, pero los hemos acostumbrado a este y que los niños tomen esa misma ruta, de frente a la cámaras.

—¿Quieres hablar de ello? —pregunta deteniéndose cerca de la piscina y suspiro.

Viste bastante informal, aun así, no deja de verse elegante. Chaqueta en cuero, camisa azul celeste, pantalón negro y mocasines. Su cabello ha empezado a crecer, también la barba. Dentro de poco tendrá que quitársela y ello me recuerda que no hemos hablado del viaje.

—¿Sabes algo de él? —pregunto con la mirada fija en las aguas cristalinas de las piscina y las luces de colores que reflejan el fondo.

—Pronto sabré donde esta, tu no te preocupes.

Difícil de decir y en teoría resultaba fácil de obedecer, pero en una parte de mi estaba el presentimiento que esto no iba a acabar bien.

 —Temo que les haga daño a los niños, a Damián a Magda o a ti... —suspiro —Tengo miedo. —finalizo.

El miedo les impidió a mis padres tenerme conmigo y a mí una infancia normal. Ahora regresa más fuerte y detesto sentirme así, ya que eso me hace sentir que ellos han ganado.

—Sentémonos un momento —se sienta en una banca, pero cuando intento hacerlo a su lado tira de mí quedando en sus piernas.

—¡Hey! —protesto ante la sorpresa de ese movimiento.

—Ahorraremos espacio —sonríe al verme y por más que lo intente no puedo enojarme con él.

Las luces de la piscina y toda la casa alumbran la zona en la que estamos. La casa es un cuento de hadas, desborda lujos y elegancia. Una terraza en el segundo piso, que da al salón privado. Balcones en cada habitación y un sendero repleto se rosas en la parte este. La piscina está justo en el centro de la enorme casa en la parte trasera y viendo en dirección a la mansión Frederick.

Es un lugar hermoso para educar a nuestros hijos y de pronto me permito soñar en un mundo alterno en donde todo es posible. Ser la escritora de mi destino y cambiar algunas cosas. No sé, quizás que mis padres sobrevivieran y estuvieran en algún lugar con mi otro hermano. Él tendría en este momento de vivir once años…

—¿Has montado en una montaña rusa? —La voz de Jasón me trae de vuelta a la realidad y parpadeo varias veces para conectarme de nuevo a ella.

—Un par de ocasiones —comento en calma una que estoy lejos de sentir.

—¿Qué tal la sensación?

Sus ojos grises adquieren un brillo diferente mientras espera respuesta. Mi corazón late cada vez más a prisa cuando sus dedos en mi cintura masajean esa zona enviando descargas a todo mi cuerpo.

—Pánico, reí, lloré, grité, en algunas etapas creí morir ahogada en mi propio vómito —su cara de asco causa risa y me encojo de hombros. —una auténtica pesadilla... pero fue divertido.

—¿Valió la pena? —afirmo en silencio y sonríe — La vida por sí misma es una montaña rusa. Una bomba de sensaciones y reacciones químicas que inundan nuestro cerebro. Hay que vivirla de tal forma que al final, miremos atrás y digamos ¡Valió cada puto segundo! También tengo miedo, de que salgas dañada.

Eso quiere decir que no estoy tan equivocada al sentir todo esto. Me obliga a levantarse y se instala frente a mí retrocedo con duda al ver la resolución en sus ojos.

—Me debes una pieza de baile.

¿Qué? ¡No pienso bailar aquí! Sin música y con los escoltas de espectadores. Doy un paso más y al dar media vuelta para huir me atrapa antes de empezar a correr. Me pega a él y entrelaza nuestras manos sin dejar de reír.

¿Por qué tiene que ser tan sexy esa sonrisa?

—Se que mueres por saber si se bailar —habla con suficiencia —soy un excelente bailarín, yo le enseñé a Susan todo lo que te enseñó.

—Eres un presumido…—me quejo acercándome a él y empezando a dar los primeros pasos.

—Que te ama —me confiesa y tropiezo con sus pies ante esa revelación lo que obliga a él sostenermemás fuerte y su cercanía causa taquicardia y calor. —eres mi último pensamiento y el primero en las mañanas. Mi mayor deseo es convertirte en mi esposa y si eso no sucede… te rapto.

Hay tanta convicción y vehemencia en sus palabras que pierdo la batalla y lo veo a los ojos. En mi interior algo parece haber estallado y me impide hablar. Sonriente apoyo mi rostro en su pecho y entrelazamos nuestras manos de nuevo. 

— Yo también te amo…deseo poder contarles a nuestros hijos el privilegio que fue envejecer con su padre —confieso pegándome a él —Como tus padres.

—Así será … no tienes nada de que preocuparte.

Ojalá esa frase lograra hacerme olvidar el miedo y calmarme. De momento disfruto de la música y de lo bien que me hace sentir su compañía. 

Asi parezcamos locos bailando en mitad del jardín sin música…

Mil gracias a todas las que les gusta esta historia. 

Me siento afortunada de que asi sea...

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