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Capítulo 3

Evy

—Evy —susurra una voz infantil en la semioscuridad de la noche y alzo la cabeza de la almohada.

—¿Magda?  —enciendo la lampara de mi mesita de noche.

Arropada con una mantita rosada de princesas Disney y sosteniendo en sus brazos un oso Ted, se encuentra la más pequeña de la casa.

—¿Puedo dormir contigo?

—¿Tienes pesadillas? —sonrío golpeando el lado solitario de mi cama y avanza hacia ella aliviada.

La cubro con su cobija, acomodo la almohada y tras dejar un beso en su frente apago la luz. El hogar estaba conformado por el tío Damián, su esposa Silke, Damián de 16 años y Magda de 8.

No lograba dormir, el dolor en mi costilla se hizo cada vez más fuerte. Aproveché mi insomnio para cuidar el sueño de mi prima, que parecía tener pesadillas. Encendí la lampara de la mesa de estudios y decidí dibujar.

De vez en cuando la pequeña lloraba dormida, rogaba que alguien que no la tocaran o golpearan. Cuando el dolor en mi costilla se hizo cada vez más insoportable. Decidí ir en búsqueda de un analgésico.

El reloj en mitad de las escaleras marcaba la una y treinta de la mañana. Un par de voces exaltadas irrumpían el silencio y me detengo al descubrir que es el tío Damián y su esposa.

—¿Cómo puedes hablar de internar? ¡Es un niño ñ!

—Un monstruo que has creado. Magda y yo somos tu familia —solloza la mujer —estas ciego Damián, solo basta ver como nos mira para darse cuenta de que hay odio—sigo bajando las escaleras esta vez más despacio y al llegar a piso firme sigo hasta llegar en puntillas hasta quedar a pasos del estudio —el psiquiatra nos advirtió…

—¡El psiquiatra no sabe nada! Nuestro hijo esta bien —le interrumpe—en cuanto a Magda, Evy logrará que sea una chica normal.

—Evy  necesita de nosotros y no al revés. Damián, ese niño tiene problemas…

—¡Basta Silke!

El golpe seco me hace saltar y por poco tiro un jarrón cercano. Logro evitar su caída al suelo y regreso sobre mis pies hasta llegar a la cocina.

—Damián se quedará con nosotros hasta que tenga la edad correspondiente para entrar al servicio militar. Solo le falta disciplina…

Faltan dos años para que eso llegue, lo que sea le hace a su hermana es tan fuerte que le causa pesadillas y no quiere dormir sola.

Estaré pendiente a todos sus movimientos. Contrario a lo que se cree, no le temo a ese cerdo.  No dejaré que dañe a su hermana o que vuelva a hacerlo conmigo.

El día en que llegue lo primero que me señalaron fue el lugar en donde reposa el botiquín de primeros auxilios. Lo hicieron mucho antes que mi habitación, asi que tengo claro a donde llegar.

Cuando salgo de la cocina ya las voces no se escuchan, pero hay música en el estudio. La puerta esta semiabierta y se alcanza a ver al tío Damián con un vaso de licor en una mano y la botella en otra.

—¿No puedes dormir? —me dice al pillarme viéndolo.

—Bajé por algo para el dolor —confieso y me ve por varios minutos sin decir nada.

—Te pareces a tu madre.  Eres igual de hermosa que ella, me alegra que te parezcas a ella y no a nosotros—habla al fin y tuerzo los labios sin saber que responder—revisaré esa rodilla otra vez… ¡Ven aquí!

—No es necesario, ya tomé algo y tampoco es la rodilla —deja el vaso y la botella en el escritorio para empezar a caminar hacia mi —el ladrón me golpeó las costillas.

—No me dijiste eso esta tarde —niego pasando saliva.

—No me dolía. —apoyo mi mano en la zona adolorida para empezar a subir y me lo impide apoyando la mano en la mia.

—Déjame ver —ordena.

Su aliento es una mezcla de alcohol y nicotina que causan en mi cuerpo arcadas. Alzo la remera de forma discreta, lo suficiente para que vea mi hematoma, pero la sube un poco más.  

Me erizo con asco cuando sus dedos acarician mi zona dañada y sus ojos adquieren un tono oscuro extraño y peligroso. Lo que estoy percibiendo no es la preocupación por el color de esa zona, él esta viendo otra parte de mi anatomía.

—¿Qué tomaste? —dice al fin y aprovecho el descuido para bajar mi remera subiendo varios peldaños —¿No te dijeron tus padres que no podías tomar medicamentos sin que te lo recete un profesional?

—Nunca me dijeron que hacer si golpeaban en la costilla y ellos no estarían para cuidarme —respondo con violencia.

—Eres tan hermosa Amelia. Konrad era más joven, pero yo te pude hacer feliz mejor que él…

Amelia era el nombre de mi madre y él esta tan borracho que me esta confundiendo. Lo que acabo de escuchar me paraliza causándome terror. Reacciono al sentir su mano en mi mejilla y la libre intenta subir mi remera de nuevo. Lo empujo con fuerza subiendo a la carrera por las escaleras hasta llegar a mi habitación que cierro con seguro.

Entonces si no pude dormir, el recuerdo de lo que dijo me impedía hacerlo. Me acosté al lado de Magda y la abracé logrando que se quedara dormida. El alivio al escuchar su respiración lenta me hizo sonreír.

Su cabello oscuro y en estos momentos cubrían parte de su rostro. Tiene los mismos rasgos de su padre, su  hermano por su parte se da un poco a papá. El cabello de papá era negro y bastante abundante, el del tío era negro pero dentro de lo normal.  Magda era según decía la señora Silke un genio. Estudiaba en una escuela para niños con coeficiente intelectual alto.

Yo creo que exageran, era solo una niña aplicada. 

De pronto, empiezo a sentir la humedad en mi cuerpo y me alejo de su abrazo. Descubro la cobija y sonrío al ver lo que ha sucedido. Magda se ha mojado la cama.

—Linda —la llamo y abre sus ojos somnolienta —te hiciste en la cama.

Se levanta de un salto y se aleja de mi como si de una enfermedad contagiosa se tratara. Empieza a llorar y a negar hasta que llega a un rincón y allí se acurruca. El llanto es tan silencio y lastimero que me perturba.

—No digas nada —me ruega cubriendo su rostro entre sus brazos —por favor, no le digas a mis papás.

—No pensaba hacerlo —confieso retirando las cobijas —por fortuna el colchón es nuevo y me dio pereza retirar el plástico. Debemos sacar esto y lavarlo antes que tu mamá se dé cuenta, también tu ropa.

—¿Lavaras tu? —levanta su rostro y niego.

—Las dos —corrijo y afirma —tenemos que bañarnos ¿Quién primero?

—Yo —dice olfateando su ropa y haciendo una mueca. —¿Me acompañas?

—Solo si después lo haces tu. —afirma y se queda viendo la puerta con terror —No debes temer Magda, no dejaré que nada te pase.

—No puedes detenerlo, no estarás siempre…

—Puedo intentarlo —le prometo —o nos inventamos una señal.

Mi propuesta le gusta porque se anima a caminar a la puerta y la abre. Faltaba dos horas para que la casa despertara, hubo mucho estrés en ella, no en mí. Había trazado un par de excusas, por fortuna, estuvimos listas antes de tiempo. Nos sentamos a esperar el llamado con ella contemplaba mis bosquejos a lápiz en cuaderno.

—Cuando sea grande yo cuidaré de ti, como tu cuidas de mí —me promete y le rio. —te sacaré de aquí y nos iremos lejos.

—¿Lejos de quién? —su barbilla tiembla y baja el rostro —no es necesario que lo digas, no ahora… si alguna vez crees que puedas confiar en mí…

—Magda, Evy, Damián, es hora —la voz de Silke nos interrumpe y bajamos al primer llamado.

****

Dos meses  después de aquel incidente, Magda seguía durmiendo conmigo. Hacia sus deberes en mi habitación y había mudado un par de prendas al closet. Mojó la cama un par de veces más y la rutina fue la misma, parecía que nadie lo notaba, tampoco les importaba porque la niña pasara tiempo conmigo.

Silke parecía hasta aliviada por ello. Lo que más daba curiosidad era las veces que se encerraba con su padre y hermano. Ella se negaba a decir algo y decía que estudiaban allí. Lo raro de todo es que sucedía cuando ella bajaba en notas. 

Damián nos ignoraba y las veces que tropezábamos con él, veía a su hermana y sonreía. No se si eran fantasías mías, pero la noche en que eso ocurría Magda volvía a mojar la cama.

—Evy —llama Silke en la entrada de la puerta de la habitación —dos oficiales te buscan.

—¿A mí? —pregunto y ella afirma.

Tiene el rostro pálido y esta agitada, como si hubiera corrido en el trayecto a mi habitación. Se sienta en el puesto que dejo libre y salgo a los pasillos. Aun no hago amigos en la escuela, mis notas distan mucho de ser las de Berlín. No soy lo que se dice popular.

Encuentro a Damián en el sillón justo enfrente de la puerta mirando a quien sea esta en ella de forma retadora. Sonríe y se relame los labios con majadería. Hay cierto aire de adulto pervertido en ese gesto que causa miedo. 

—Evy —vuelvo la mirada a la voz y sonrío a la mujer que esta en pie —supongo que te acuerdas de mí.

—Sargento Susan.

¿Cómo supo donde vivía? Quise preguntar y ella parecía entender mi turbación. Salimos al jardín y otra mujer está en una patrulla en la entrada.

—Quise saber si estabas bien —me pregunta viéndome —quedé preocupada por ti.

Se detiene en medio del jardín y mira al segundo piso. Sigo su mirada y veo a Magda viendo hacia nosotros preocupada.

—¿Hermana?

—Prima —corrijo.

—Es linda.

—E inteligente —ella alza una ceja divertida y me apresuro a decir — Esta en un programa para estudiantes de aptitudes y talentos avanzados.

—¿Cómo se llama?

La vista de perfil que proporciona ella al ver hacia arriba es perfecta. Tiene los rasgos perfectos para ser dibujada. Al notar que no respondo baja la mirada y me mira sonriente

—Magda. —respondo apenada.

—¿Es la única joven aparte de ti?

—Y Damián, pero ambas nos llevamos mal con él —confieso.

—¿Qué tal va ese golpe? ¿Puedo verlo?

Guardo silencio ante el recuerdo de lo sucedido con el tío Damián. Desde ese día no cruza miradas conmigo y me habla solo lo necesario. Espero que sea por vergüenza. Alzo la remera y le muestro el golpe que mira con ojos críticos.

—¿Hay otros? —la pregunta me toma por sorpresa y no la entiendo, pero niego —¿Nuevos o viejos Evy? 

—Solo este. —afirma volviendo a alzar la vista hacia la terraza y esta vez Magda no esta sola.

Damián está detrás y acaricia sus hombros mientras me sonríe. La pequeña esta tensa y casi al borde de las lágrimas. Susan lo nota, sus labios se aprietan y entorna los ojos sosteniendo la mirada de  Damián.

—Susan quiere conocerte ¿Quieres venir? —afirma dando media vuelta quedando de frente a su hermano que rodea lentamente.  

—¿Tienes móvil Evy? —niego y lo piensa un poco —¿Crees que tus tíos permitirán que te obsequie uno? Me gustaría estar al corriente de lo que te suceda.

No se cómo lo tomen, Susan es mucho mayor y el que sea oficial de policía no le resta el peligro de hacer amistad con una desconocida.

—Tengo como comprarme uno, pero no tengo a quien llamar —confieso alzando mis hombros.

—Ya lo tienes Evy. —insiste y en ese instante Magda llega con su madre. —señora Klein. —se presenta levantándose. Mi novio y yo, fuimos los que rescatamos a su sobrina de ser asaltada. Ambos quedamos preocupados por su estado de salud.

Inmediatamente de escuchar eso se relaja, le presenta a Magda y hasta insiste en que Damián se acerque. Lo hace, pero a regañadientes le da la mano y se sienta con nosotros, pero no dice nada.

Solo mira a su hermana y le sonríe.

Jasón

El plan ejecutó un día después de la boda de Matthew con Aryana. Tal como lo supuso, Gregory se ofreció a hacer una visita a ruso por Matt. La supuesta reunión necesitaba un intérprete, pues ninguno de nosotros hablaba ese idioma.

—No te ves cómo alguien que ha logrado quitarse un problema de encima —comenta Susan una vez entra a la oficina con una carpeta rosa en las manos —¿Qué salió mal?

—¿Tienes los datos de Desiré Duffy? —pregunto.

Afirma sacando un documento de esa carpeta, lo desliza por el escritorio hasta que llega a mis manos e inspiro.

—Se llevó a la interprete equivocada —hablo leyendo la hoja que me ha traído. —enfermera, sin anotaciones judiciales, de madre mexicana y padre americano. Cuatro hermanos, dos fallecidos.

—Me gusta más ese perfil que el de la otra chica.

Ambos reímos a esa broma y la observo por encima de los documentos que leo. Con la carpeta rosa abierta que lee con preocupación. Dejo a un lado los míos al ver que los que tiene en manos parece preocuparle.

—¿Problemas? —no puedo evitar preguntar.

—Niña de ocho años, moja la cama, comportamiento agresivo.  —empieza a decir y me tenso —la otra parte 16, rudo, asocial, no hace contacto visual con nadie salvo con la niña.

—¿Hay golpes?

—No he podido acercarme a ella, ha creado un vínculo con un familiar que llegó de improviso—responde. 

—¿Hay abuso en ambos? —no responde y solo me mira sin decir nada. 

Son temas delicados para ella y para mí. En Susan es más sensible y tiene un sexto sentido para oler ese tipo de casos.

—¿Sus padres?

—Estoy segura de que su madre sospecha algo y su padre … está implicado en un doble asesinato que hizo pasar por suicidio

—¿De quienes estás hablando? —mi voz sale más fuerte de lo normal lográndola sacar de su estado de letargo. Parpadea varias veces y se yergue en la silla.

—De un caso que investigo, no puedo hablar de ello —responde escueta.

—Puedo ayudarte …

—Ya tienes muchos problemas y no es tu jurisdicción.  

—Sobre la niña —insisto y niego —si puedes sacarla de allí Susan…

—En esas estoy —me interrumpe.

Se estira hacia delante y me entrega a la carpeta rosa que ha mirado todo este tiempo. Al abrirla entiendo porque tanta concentración.

—Si algo me pasa, eres el dueño de ello y viceversa.

Nuestros hijos…

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