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Capítulo 29

Narrador

Terry se ha encerrado con ellas en la habitación que comparte con Margaret. En sus manos tiene la llave de la habitación y en la otra lo que será el destino de la familia. Su hija está sentada en la cama, rostro en alto y sin muestras de arrepentimiento.

Su esposo esta en la ventada que da al jardín, de espaldas a ellas y con los hombros caídos. Margaret le bastó verlo entrar para saber que algo sucedía y la llegada repentina de su hija tenía mucho que ver.

—Él lo decía siempre, era mi novio y se casaría conmigo cuando tuviera la edad —solloza su hija.

—¡No digas estupideces! ¿Qué te hizo creer que así era?

Margaret observa a su esposo contener la respiración y apretar las manos. Todos, incluida su hija eran conocedores que quien los decía era Julia. El joven inicialmente se alarmó y buscó ayuda en ella viéndola preocupado. Les restó importancia a esos comentarios. Su hija era demasiado pequeña para saber el significado de aquellas palabras. A ocurrencias infantiles le achacó todo.

Muy a pesar no era la primera vez que salía con algo así, tampoco que ella la excusara.

—No a mí, pero se de alguien que si le contó lo que sentía por mí. —insiste, llevando la paciencia de su padre a un nivel peligroso —desde que ella llegó todo cambió.

—Jamás debieron quitarte ese uniforme. Era la mejor forma de recordarte quien eras en esta casa. —ruge su Terry y a Margaret la atacan los recuerdos. —Evy no tiene que ver en esta historia. ¡Eres tú la del problema!

En estos días y tras recordarlo creció la culpa, sentimiento que ahogaba a Margaret, impidiéndole estar en paz. Prosperó conforme su hija fue cada vez más descarada y Margaret se le hacía difícil controlarla.

Se acordó de detalles, pequeños instantes que creyó inocente, pero que hoy día sabia que eran el Genesis de todo esto. Pocas personas pueden señalar un instante en su vida que les cambió la vida. Margaret no es una de esas. Tiene claro cómo inició Julia a creer que todo lo que le rodeaba era suyo o por lo menos, cuando lo expresó en voz alta.

Lo hizo delante de la persona menos tolerante, Margaret Frederick. Una de las pocas hijas que le sobreviven a Epson, el fundador de todo. Tendría su hija en aquel entonces trece años y poco tiempo de vivir en la mansión.

Había llegado a la casa cuando su hijo le contó que había empleados nuevos. Tanto Margaret como su familia desconocían quien era la elefante anciana que cruzó las puertas de la mansión. Eso sí, les bastó ver la nostalgia en sus ojos al ver cada estatuilla, foto y decorado de la casa, para imaginar, era importante.

"—¿Ustedes son los Nielsen imagino?" Preguntó con el mentón en alto y un aire de superioridad. Margaret recuerda cuanto se burló de ese gesto. Ella no necesitaba de ese comportamiento para decirles que era importante. Bastaba verla caminar y sus ademanes para saberlo.

" —Es nuestra casa, Jason me la regaló y se casará conmigo".

Un comentario infantil (eso pensó su madre), pero una alarma en los ojos de la mujer mayor. Margaret intentó justiciarla de muchas maneras, ninguna de ellas pareció agradar a la mujer cuyo objetivo parecía hacerles sentir miserable. Sobre todo, a ella, por compartir su mismo nombre.

Instauró el uso obligatorio del uniforme después de ese suceso. Le envió a la zona de servicio y ordenó quehaceres explícitos. Si Julia no estudiaba, tenia prohibido andar por la casa grande a no ser que, fuera para ayudar y con uniforme.

Se indignó con la anciana mujer por creer en las fantasías de una niña. Imagina que la distinguida dama vio el futuro, ella solo veía el presente. A su esposo le agradó la idea.

"—Asi sabrá que nada de esto es nuestro. Si es una tontería de niña o no, es bueno ponerle un alto". Fueron las palabras de su esposo en aquel entonces.

Fue su primera discusión en años, la que al final, acabó con burlas de parte y parte. La anciana era hija del dueño, madre del hombre que dirigía las finanzas del joven. Si alguien tenía derecho a poner orden era ella, además que el joven pocas veces dormía allí.

Olvidó el buen ojo que su esposo tenía con las cosas e insistió en que era exagerado. Años después cuando Matthew Frederick, trajo a su hermano alcoholizado y las vio vestidas como si vinieran de siglos pasados o eran participes de una secta. Revirtió esa orden.

Lo que ella y su esposo vieron como un gesto de consideración, en su hija tuvo un efecto distinto. La forma que tuvo la familia del señor en reconocer quien era ella en la vida del joven.

No cabe duda de que las sospechas de Terry son ciertas. Su hija no está bien de la cabeza y le falta un tornillo o de plano la ferretería entera.

—Siempre dices que hay que luchar por lo que se quiere —arremete contra su madre —ahora te quejas por poner en práctica lo que siempre escuché. ¿Cómo conquistaste a papá? ¿Ya lo olvidaste?

Margaret no puede contener la risa amarga cuando escucha su defensa. Terry y ella se gustaron desde que se conocieron. Él se lo dijo de frente, como también el temor a su suegro. No es lo mismo

En cuanto a luchar por lo que se quiere. Se refiere a la lucha de ideales, perseguir un sueño y prosperar. No rendirse y ver cada tropiezo como una enseñanza. Asi se lo hace saber a su hija, las luchas de amor son distintas.

—Ambos deben estar en la misma sinfonía. Tu padre me había confesado que le gustaba, a mí, no me lo mandó a decir con nadie. —sigue en calma. —no basta con que uno solo ame. Si el otro mira a otro lado... No encontraras más que humillación, penas y lágrimas. —la señala y sonríe con pesar —tal cual ahora.

Finaliza en calma, perder la paciencia no es una opción, no logrará nada con eso. Ellos necesitan hacerle entender que tienen el control, de otra manera no obtendrán resultados.

—Intenté hacer de ti una mujer fuerte y decidida —continúa acercándose a ella —que supieras darte el valor, pero también que crearás límites. No dejarte pisotear y amar tu color de piel.

La toma de por el brazo y la obliga a levantarse, algo que hace a regañadientes. Avanzan en silencio hacia su esposo, que sigue en pie en la ventana viendo hacia el jardín.

Sabe que está mirando, la sonrisa lo delata.

El joven ha pasado las manos por los hombros de Evy y ella reposa su cabeza en su pecho. El cuadro es hermoso, ella sonríe por algo que le dice al tiempo que el joven la ve como si no existiera nada a su alrededor. Basta ver ambos rostros para saber que se amaban.

Los únicos que no se han enterado son ellos.

—Míralos y dime que no lo vez —habla a su hija sin mirarle —que todo lo que has hecho no es llevada por la envidia. No amas al joven Jason, sino a su dinero y poder. —el lamento de su hija habla por sí solo y aprieta las manos con fuerzas.

—Permitieron que me humillara...

—Tú lo hiciste antes al entrar a su habitación desnuda —le recuerda su padre apretando la mandíbula con fuerza. —Deberías agradecer que Evy no aumentó más la humillación y se compadeció de ti. Vi más vergüenza en ella que en ti.

Una de las niñeras que la ayudó con los niños, aseguró que se esforzaba por no llorar. Su madre llamó cuando estaban esperando el vuelo, el joven repitió aquello y guardó silencio. No hizo más comentarios y en todo el vuelo miró por la ventanilla.

Si hay alguien a quien le desea todo lo bueno del mundo es a él. Terry se sintió miserable, de alguna manera fueron ellos quienes le dañaron. Era su hija, por tanto, era a ellos quienes le competía controlarla, poner límites.

—Jamás ha sido egoísta con nosotros, nunca nos exigió nada. —Sigue Terry ignorando el llanto de su hija —mi error fue arrastrarlas a la miseria. Si no hubiera invertido mal mi dinero, jamás hubiéramos conocido al joven. Tu madre no tendría que servir en su casa... ni tu imaginar pajaritos preñados.

—Papá... —lamenta intentando tocarle, pero Terry se lo impide.

No puede verla sin recordar su imagen desnuda en mitad de la cama. El deber de un caballero es respetar a una mujer. Sin embargo, es responsabilidad de la mujer inspirar respeto.

Su hija falló en eso.

—Nos iremos de esta casa. —la exclamación de sorpresa de su hija lo hace verla a los ojos por primera vez. —No hay marcha atrás.

La luz de la ventana ilumina el rostro de su hija y la observa por primera vez con otros ojos. Se ha convertido en una mujer hermosa, su carácter la puede llevar a escalar alto si se esfuerza. Pero, es perezosa y como muchos, quiere dinero sin esfuerzo.

Le explica su nuevo hogar y como sus empleadores se negaron a aceptar la renuncia sin darles una mano. Aquel gesto le mostró el buen corazón de la familia y aumentó su vergüenza por aceptar todo esto. Luego de lo sucedido siente que no lo merecen, pero el señor se negó a hablar del asunto.

—¡No me iré! —su protesta lo trae de vuelta y suspira avanzado a la puerta —Este es mi hogar y yo...

—Puedes quedarte y esperar que seas sacada a la calle por la señora Fiorella. —su madre le señala siguiendo los pasos de su esposo y deteniéndose en mitad de la habitación. —lo hará, cuando sepa que hiciste de golfa con su hijo menor. Para ellos, Evy es la futura esposa de su hijo y te recuerdo muy conservadores en esos detalles.

—Iremos a nuestro nuevo hogar. Si estas interesada saldremos en una hora...

Sin decir más Julia los observa salir. Mira a través de la ventana a la pareja permaneciendo en ese lugar por varios minutos, contemplándolos abrazarse y gastarse bromas por largo tiempo. Cuando sus padres salen tomados de la mano decide alejarse. Le cuesta ver el cariño que le demuestran a Evy. La quieren más que ella, de eso está segura.

Con sigilo cruza los pasillos hasta llegar al primer salón. En mitad de este, invitándole a abrirle se encuentra en maletín de Jason. Una ojeada al jardín le hace ver que están en la misma pose. Esta vez frente al móvil en lo que parece una video llamada.

—El hermano pedófilo —tararea feliz.

Eliú le había contado todo sobre la familia de Evy. De alguna manera saber lo miserable que ha sido, le proporcionó cierta paz. Se encontró con él en un centro comercial, le invitó una bebida y tuvo la oportunidad de conocer a un hombre bastante simpático. Amó la forma en que la trató, e incluso puso en su lugar a la mesera que me trató de forma respectiva. No le creyó cuando le dijo estaba acostumbrada a ese tipo de reacción.

No hay rastros de su padre y puede escuchar los ruidos de los empleados en la segunda planta. Se asegura estar sola cuando toma el maletín y lo instala en sus pierna. Jason nunca ha sido desconfiado con ella, desde siempre ha usado las mismas claves para todo. Busca la serie de números y sonríe triunfante al escuchar el sonido de los cerrojos abrirse.

La Paz que le produce saber que no ha cambiado la clave se apaga al ver el documento que encabeza el grupo. Es lo suficientemente temerosa para no tomarlos, Jason sabrá que los abrió si mueve el orden. Es meticuloso en eso y dueño de un sexto sentido para saber que algo suyo fue tomado. Tampoco necesita hacerlo, para leer el contenido de este. La primera plana cuenta lo suficiente para que su corazón se rompa.

Jason se irá a otro país por dos años, un cargo que viene de la mano de nuevo rango. Lo hará en dos meses, tiempo en que debe dar la decisiva. Sin embargo, lo conoce lo suficiente para saber que si imprimió esos documentos es por que lo esta pensando.

Sierra el maletín dejándolo en su lugar y se dirige a la cocina, siente que sus pies pesan más que nunca y el pecho duele de una forma inhumana.

Escucha lejano el móvil sonar, pero decide ignorarlo. No tiene ganas de saber de nadie, de hablar o fingir todo está bien. Cuando no lo está. El consejo recibido no funcionó, resulta que no fue atractiva a sus ojos como se lo habían dicho. "—Eres una mujer hermosa ¿Qué hombre no caería en tentación? Lo conozco y te aseguró que no podrá. Es consciente de tu físico y le atraes. Te lo aseguro". Decide tomar la llamada ante la insistencia de esta y descubre es Eliú.

—Perdón la insistencia, pero quería recordarte nuestra reunión.

Lo había olvidado, pero nadie podría señalarla luego de lo sucedido. Quedó en encontrarse con él, le tenia un empleo para ella. Necesitaba de alguien que le llevara el registro de ciertos embarques en Boston y le aseguraba se adaptaría a sus horarios.

—Lo siento mucho, pero creo que no podré estar esta tarde contigo. —hablar le da paso al llanto que ha estado intentando impedir que salga.

—¿Te sucede algo? Estoy en la ciudad, puedo ir a verte...

—No estoy en Boston... —llora y mira el maletín —Jason tiene un nueva misión, de dos años...

Logra decir antes de romper de nuevo en llanto.

****

Hablar con Eliú fue gratificante, le dio ánimos y le indicó que era necesario poner en orden sus ideas. Es posible que Jason no la amara como se lo hizo creer o de plano dejó de hacerlo. Abre el refri y se sirve zumo de frutas cuando siente el dulce olor de ella.

—¿Te sirvo otro? —sugiere sin verle.

—Vendré en otra oportunidad, buscaba a Margaret.

—Puedo servirte sin problemas. —insiste retándola con la mirada —no se me quebrara una uña si lo hago.

Sierra la puerta y se lleva la bebida a los labios. Disfruta del sabor agridulce del sumo pasar por paladar, luego por su garganta sin dejar de verla de arriba abajo.

—Si deseo algo me lo sirvo...

—Solo si previamente alguien lo ha hecho. —le interrumpe —porque la cocina no se hizo para ti. Tus manos con cero caños lo dicen.

Odia casi todo en Evy Klein, desde su cabello de oro, rostro de ángel y comportamiento retraído. Sin embargo, hay algo que odia más que nada en el mundo. El que todo parezca darle igual. La capacidad que la vida le ha dado de discutir sin demostrar emociones y su aire frio.

—Mejor me voy.

Comenta dando media vuelta, pero a ella se le antoja dañarle el idilio con su novio.

—Se irá en dos meses ¿Te lo dijo? —al ver que no se detiene aprieta la mano que sostiene el vaso con fuerza y decide seguirla —del país por dos años. —sigue diciéndole —no fue para mí, pero tampoco lo será para ti.

Si le afectó o no lo que le dijo, no lo sabe. Lo que si puede decir es que se sintió mucho mejor luego de decirlo. Sonriente se apoya en la entrada del comedor viendo en dirección a las escaleras. La observa subir cada escalón con rapidez.

Lo que daría por que ese bastón fallará en los últimos pasos...

—Creí que había sido claro hace unas horas, no te quiero rondando a Evy. —la voz de Jason la hace alejar de los malos pensamientos y lo enfrenta asustada. —¿Quién te dio esos datos?

En pie de brazos cruzados en mitad del salón espera por respuesta. Pasa saliva y sin poder evitarlo mira el maletín.

—Lo lamento yo...

—Viste la propuesta, pero no mi decisión —interrumpe. —Evy y yo hemos decidido que lo mejor es irnos. No estaré tranquilo con mis hijos y mi mujer lejos. Cuanto antes abandones esta casa mejor, no quiero pasar una noche contigo. No suelo dormir con mis enemigos en el mismo techo...

Recoge el maletín y prácticamente corre en su dirección. Ella lo espera a mitad de las escaleras, de espaldas y sin ver hacia Julia. Aleja el rostro a la pareja por no soportar ver el amor entre ellos. Ha recibido muchos golpes en menos de veinticuatro horas, pero se promete será los únicos en su vida.

Mientras deja el vaso en el fregadero y avanza hacia su habitación no puede evitar recordar sus últimas palabras...

"Cuanto antes abandones esta casa mejor, no quiero pasar una noche contigo. No suelo dormir con mis enemigos en el mismo techo."

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