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Capítulo 27

Jason

Mi vida a partir que soy mayor de edad es la milicia. Jamás me había planteado un mundo lejos de ella. Estaba dispuesto a una vida con ella en el centro de esta. Desde que me enlisté y confirmé que estaba en el sitio correcto, nunca me vi haciendo algo distinto.

Hasta ayer.

Recibí la orden de presentarme en D.C y con ello llegó las ganas de dejar todo. Leí el mensaje en mi correo con la imagen de mis hijos y Evy de fondo. Sin saberlo, el improvisado picnic con ellos se convirtió en los últimos momentos que disfrutaría. Hasta Dios sabe cuándo.

Odio al hombre frente al espejo, sin barba y corte perfecto. Detesto por primera vez al miserable que estoy observando en este instante. Suelo dejarme la barba y no cortarme el cabello desde que tengo a Sebastián y a Susan. Una forma de desligar al Marín del padre de familia. Suspiro recogiendo la boina y me doy una última mirada.

—¿Problemas? —Pregunta Terry al notar mi molestia.

—Antes de esto —señalo el uniforme asqueado, lo que ocasiona una sonrisa en los labios de Terry —había decidido invitar a Evy al aniversario de mis padres.

—Siempre habrá otros aniversarios señor—habla en tono suave y sigo viendo mi imagen despectivamente — pude que otros momentos importantes y si no los hay... tiene el deber de crearlos.

Sí. Pero, me había prometido que antes de irme mamá dejaría de tratarla como una empleada. Sin mencionar que no tuve tiempo de advertirle, que sus actos lastiman a Evy. Ella cree que mi madre y familia no gusta de ella, razón por las cual alejan a los bebés de ella.

Terry sigue viendo mi comportamiento y sonríe negando antes de salir, murmura mientras lo hace tan bajo que me es imposible escuchar lo que rezonga. Me calzo la boina frente al espejo y una figura en traje rosa con dos colegas más grandes que ella entran en mi campo de visión.

—¡Susan! ¡Ven aquí! —escucho a Evy decir y sus pasos por el pasillo aumentar.

El ruido del bastón irrumpe el silencio a esa hora por estos lados de la casa. Lleva una semana por fuera del hospital, sus avances son significativos. Hay que aceptar ella exagera algunas veces y fuerza su salud.

—Papi... —abre sus brazos hacia mí sin dejar de sonreír.

Tararea un pa pa en su correría hacia mí, aquel gesto hace aún más difícil mi viaje. Adoro esa irrupción de ellos a cualquier hora, solo pensar que no la tendré...

¡Joder!

La tomo en brazos sonriente apoya su rostro en mi pecho, una de sus manos acaricia mi rostro y una vez me ve la sonrisa se esfuma. Sus ojos grises escudriñan mi cara e imagino esta confundida por la escases de cabello en su padre.

—Soy yo cielo ¡Tu padre! —sonrisa regresa y beso sus mejillas —¿Te escapaste de mamá?

Evy hace presencia segundos después guiada por su bastón con Sebastián siguiendo sus pasos. Agitada y con el rostro cubierto de sudor. Apoya una mano en la entrada de la puerta y mira a su hija con rostro severo.

—Lo lamento... Ella te escuchó y...

—No pasa nada, es mejor si te sientas estas al borde del desmayo —le calmo acercándome a ella y ayudándole a sentar en la cama. —ella sabe que no puedo irme sin despedirme.

Mi voz sale amarga viéndola a ella juguetear con mi boina y a su hermano acercarse a su madre. La opresión en mi pecho aumenta cuando Evy toma en brazos a nuestro hijo y este decide abrazarme sin soltarse de su madre.

—Si necesitas algo o te sientes mal no dudes en enviarme un mensaje —asiente mientras la abrazo apoyando la cabeza en mis hombros —estaré al pendiente de tus mensajes o llamadas. Algunas veces no podré contestarte, puedes dejar el mensaje. Te llamaré en cuando pueda. Si es de cuidado llama a Margaret o a Nikolái, ambos saben que hacer.

Los pequeños sonríen pegados a nuestro abrazo, ajenos a la lucha que lleva mi corazón. No quiero irme y dejarla sola, su convalecencia no ha acabado y necesita de apoyo. Guarda silencio escuchándome detallar un sinnúmero de consejos y cosas que puede hacer en caso de que se sienta mal. Una que otra vez suelta una risita imitada por mis hijos y acabo por reír con ellos.

—No es la primera vez que te vas —me recuerda alzando el rostro.

Sus ojos celestes tienen un brillo diferente o soy yo quién la veo de otra forma. Siempre he sido consciente a su belleza, incluso cuando era solo una adolescente. Últimamente he descubierto que me molesta que lo sea. Odio que Nikolái o los demás la vean y detesto cuando usa algo que muestre sus hombros o piernas.

Por sencillo que sea.

—¿Cuánto será esta vez?

No tengo idea de cuánto tiempo será, me he perdido en los horarios o es el comando que se equivocó. Ni siquiera debería estar en lista para partir. He trabajado más de lo normal, nunca me he quejado de eso. Cuando afecta a mi familia pienso a ver las cosas diferentes.

—No tengo idea guapa, tenía planes para los cuatro. Todo se fue al traste con esto —me mira perpleja y le hago un guiño —ir a la ceremonia de aniversario de mis padres. Tú puedes ir por mí.

—No podría, ni aún en tu compañía. La señora no gusta de mí. —comenta alejándose.

Nos quedamos cada uno con uno de nuestros hijos en las piernas que insisten en abrazarse obligándonos a unirnos. Internar que me crea que está equivocada es difícil. Mamá se ha esforzado en hacer pensar exactamente eso. Pese a que hace pensar que no la tiene en bien, sé que tiene un motivo lógico.

Aunque, para nosotros parezca absurdo.

—Se lleva a los niños sin decirme nada...

—Ordena que no —le interrumpo y sonríe negando —son tus hijos y si no lo deseas o tienes planes previos a ello. No salen de aquí y punto.

—¿Me autorizas a contradecir a tu mamá? —pregunta dudosa.

—No. Te pido hagas valer los derechos que tienes como madre —corrijo. —te ruego recordar quién eres para ellos. —insisto.

—Lo intentaré. —sonríe.

No lo hará, le teme a una reacción negativa de mi madre. El ruido del claxon de Terry me hace levantar y a ella seguirme.

—Lo mejor es que los deje en la habitación, lloraran si lo ven partir. — la tristeza en sus ojos es contagiosa y me frustra.

Prometo que llamaré siempre que pueda, dejando un beso la nariz en mis hijos y otro en el de ella porque la cercanía me lo permite. Se sintió tan bien y ella tan abierta a recibirlo que le di un segundo en los labios.

—Te llamo al llegar. —finalizo dando media vuelta.

Le dejo a Margaret miles de recomendaciones, otras tantas a Nikolái. La ausencia de Terry en casa inquieta, pero entiendo es necesario para su familia. Busca la paz y tranquilidad para los suyos.

Me alegra haber contribuido un poco a ello. No obstante, los motivos de su decisión me tuviesen como protagonista. La vibración de mi móvil me hace buscarlo. Miro la pantalla y suelto el aire consciente de lo que me espera.

Mamá...

Mi sexto sentido me dice que es una reprimenda segura. Lo que descubro fácilmente una vez descuelgo la llamada. Los reclamos por irme de casa dejando a Evy sola con los niños no se hacen esperar.

—Te recuerdo tengo un trabajo y no soy dueño de mis espacios.

—¿Es tu defensa?

—La mejor que tengo por el momento. —confieso mirando a Terry que me pide paciencia. —me gustaría que dejaras de sacar a los bebés sin justa causa o decirle...

—¿Desde cuándo necesito pedir audiencia para ver a mis nietos? —interrumpe con voz calmada y cierro los ojos.

—No es eso mamá. Solo te ruego entiendas que Evy es la madre de los niños...

—No veo porque debo darle un título que tu no le has puesto ¿Pretendes que haga tu trabajo sucio?... ¡Deliras!

Cuelga la llamada no sin antes advertirme que seguirá sacando a los niños. Son sus nietos y no necesita de permiso para hacerlo. Insiste en que es su deber, los pobres tienen un padre irresponsable y una madre que es más niñera que otra cosa.

****

—Se que es una decisión difícil. En tu correo hemos enviado todo lo que necesitas saber al respecto. Tiempo de espera, condiciones de tu estadía. Cargo por ejercer y demás. —el general cruza sus manos en el escritorio antes de seguir —dos años pasan volando y tu soltería ayuda.

Me cuesta mantener la compostura en lo que queda de la reunión. El papel en mis manos se siente como brazas ardiendo. Han propuesto mi nombre para un caso internacional. En una zona de peligrosidad alta. No es eso lo que me tiene con la sensación de ahogo.

—Le agradezco que haya pensado en mi general. Es un gran honor hacer parte de sus hombres de confianza.

En maldita mala hora. Pienso contrariado.

Pese a mi molestia, puedo conservar la calma hasta el instante en se me pide retirar.

—Antes que tomes una decisión piensa en todas la puertas que abrirá ese cargo. Y el honor que será para tu familia.

Le hago los honores al hombre frente a mí y salgo a los pasillos como si acabara de ver a la misma muerte. Hay colegas mejores que yo, con más tiempo y experiencia. Detesto pensar que fui escogido por mi apellido y no por mi labor.

—Frederick...

—Que hay —respondo distraído.

—No te esperaba hasta dentro de dos meses...

—Yo también lo creí así... —confieso agilizando los pasos hasta llegar al auto.

Una vez llego a él y me siento a salvo, saco todo el aire de mis pulmones. Retiro la boina que lanzo a cualquier lugar, ingreso la llave y piso el acelerador. Que me den la oportunidad de aceptar o no, me hace dudar de esta orden. Está también que pude ser seleccionado por la cercanía del general con mi padre.

Llegué al apartamento y marqué a Evy, pero estaba preparando a los niños para la fiesta. Prometí llamarla más tarde. Se notaba en la vos la emoción por recibir una tarjeta especial ella y los niños para asistir.

—Te marcaré al regresar —promete y no me gusta ese cambio de planes. —no llevaré móvil, necesito estar al pendiente de los niños.

—Guapa —sonrío retirando los botones de mi saco —habrá niñeras, la idea es que te diviertas.

—No podré hacerlo. Soy madre, antes que nada —se defiende.

—Tienes razón, pero no te agobies, aun no estás del todo sana —le pido antes de colgar.

Las siguientes horas la ocupo revisando el motivo de mi llegada a esta ciudad. Solo había dos buenas noticias, la primera que tenía dos meses para responder. La segunda que me presentaba mañana y luego podría regresar a mi vida de civil.

Le envió un mensaje a Terry comentándole que puedo regresar con él y sigo leyendo lo que me han mandado. Conforme pasan las horas y la lectura se vuelve más detallada, menos ganas me dan de aceptar. Soy un hombre de retos y el caso en particular es bastante atrayente.

No tanto como mis hijos.

Con la llamada que Nielsen está en la recepción, le voy el visto bueno para que ingrese y miro la hora. Son casi las diez de la noche cuando entro a la ducha. Escucho los ruidos del hombre entrar y disminuyo el flujo de agua para que pueda escucharme.

—Terry, en el comedor está la cena, yo no pedí nada para mi —no obtengo respuesta y me imagino esta con las manos puestas en la comida.

Media hora después salgo de la ducha, me he quitado el estrés, pero la duda de aceptar o no, seguía allí. Dos pares de ojos unos grises y un par azules me lo impedían ¡Dos años! Quizás la única posibilidad es que los llevara conmigo...

¡No! El riesgo era muy alto.

Sacudo mi cabeza frotándola con la toalla y al retirarla guardo silencio. He tenido la mala fortuna de estar en situaciones molestas, peligrosas, una que otra pasada de tono.

Y, esta.

Julia está en la cama semi desnuda o eso creo porque por fortuna ha tenido el... ¿Pudor? Podría llamarlo así al acto de cubrirse con la sabana. Si ella cree que voy a descubrirla o tengo algún interés en saber que oculta debajo de ellas.

¡Delira! Y no sé porque acabo diciendo esto con la voz de mamá lo que le saca una sonrisa pese a lo incómodo del momento.

—Vístete y sal de mi habitación —ordeno —olvidaré que hiciste este ridículo.

—¿Tienes miedo? —pregunta con voz sensual y mi piel se crispa.

Se levanta un poco y ese movimiento hace deslizar parte de la sábanas en su pecho. La mala noticia para ella es que estoy muy acostumbrado a estos momentos.
Es decir, mujeres que ingresar a mi habitación dispuesta a tener una aventura de unas horas con un Marín o un Frederick. Lo incómodo para mí, es que sea la niña que rescate de las calles.

Solo eso.

—¡cúbrete! —ordeno una segunda vez y me observa desafiante.

—Sigo viendo miedo Jason y no tienes por qué.

—¿Cuál miedo Julia? ¿Qué haces en D.C? No se supone que estabas en la universidad...

—Quería verte. —sigue moviéndose entre las sabanas y maldigo mi mala suerte. —sigo percibiendo en ti el miedo a lanzarte...

—Lo que tengo en mis entrañas es vergüenza por este comportamiento tan patético.

—Ni siquiera has intentado cubrirte. No me digas que no te agrada lo que vez.

Le interrumpe la risa amarga que sale de mi garganta. Avanzo hacia la puerta de mi habitación la abro lanzando hacia la estancia toda su ropa sin ver.

—Algo me dice que no eres del todo inocente, si eres capaz de entrar a la cama de un hombre y desnudarte. —le aclaro —estoy en mi apartamento al que entraste bajo engaños. Tu osadía radica en que dicho hombre no te ha dado un motivo para que estes en cama...

—Le temes a mi padre y sientes pesar por Evy. Es una chica sola y sin familia puedo entender que...

—¡Fuera! — señaló la puerta ante la mención de ella.

Mis ojos han alcanzado a divisar algo y regreso la mirada a la sala. Terry se encuentra en mitad de ella con unos documentos en las manos y su rostro lleno de decepción lo dice todo.

—Papá... —se cubre con las sabanas del todo y es gesto devela el móvil que guardaba debajo de ellas.

¡Mi móvil! ¿Qué carajos hacia con él?

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