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Capítulo 19

Evy

A ocho días después de ser descubierta, no había rastros del señor Jason y los niños seguían estando en casa de sus abuelos. La explicación del porque de seguir allí, fue el redecorado de la casa.

La habitación de los niños pequeños tendría varios cambios y arreglos. La casa era un caos, el polvo, olor a pintura y hombres entrando y saliendo constantemente los obligó a dejar a los niños allí.

Entendía ese punto, el problema es que eran mis hijos y estaba segura estaban mejor a mi lado. Ellos debieron llevarme a mi con mis hijos y no dejarme aquí. Me habían pasado para una habitación bastante amplia y cómoda. La que fuera la mía, estaba siendo demolida para hacer mas grande la de los  bebés.

Veía a los niños solo a ratos en que una niñera los traía. Lloraban cuando le decían que era hora de irse y yo igual. Estaba convencida que mantener a los niños iba más allá de alejarlos del caos. Alejarlos de mi era para que se acostumbraran a no tenerme cerca. La ausencia del señor sólo lo confirmó.

El reloj marca las dos de la mañana y desesperaba me siento en la cama tomando el móvil. Le marcó a Damián, pero no hay respuestas. La última vez me envió un mensaje diciendo que iría a Berlín en búsqueda de las pruebas.

—Tú no estás en Berlín —susurro viendo los mensajes aun sin recibir.

Observo las muletas con anhelo y luego mi tobillo. Se supone que no debo levantarme de la cama, salvo lo necesario. Necesito salir y respirar aire, quitar el sentimiento de estar prisionera en este lugar. No puedo llamar a la tía Silke, Damián me advirtió no hacerlo.

No puedo conciliar el sueño viendo como todo a mi alrededor se desborona como si de un carrillo de naipes se tratara. Damián pudo ser descubierto, en este instante puede estar herido o muerto, mis hijos me serán quitados y yo estoy secuestrada.

Con dificultad saldo a los pasillos, en ese lado de la casa solo vivo yo. Paso por la habitación de mis hijos y empujo la puerta con cuidado. La habitación esta el doble de tamaño, las paredes están en blanco y las lozas del piso han sido cambiadas.

—Podría pintar el fondo del mar allí, peces payazos, tortugas, delfines. La cama estaría justo debajo y encima estrellas de colores —señalo una pared y sonrío al mirar a otra —a Susan la pintaría de rosa y muchas mariposas de colores en alto relieve, unicornios también…

Callo al darme cuenta de que es solo un sueño, en este mundo real no es posible quedarme con mis hijos. ¿Por qué le creí? Susan hablaba maravillas de su amigo, pero quizás era bueno solo con ella.

Salgo de nuevo a los pasillos y miro las escaleras. No he bajado por ellas y ya me duele. Aquel pensamiento me hace dar media vuelta tropezando con uno de los guardias en su ronda.

—Señora —La sorpresa por verme por fuera es evidente —¿Necesita algo? —pregunta deteniéndose frente a mi y miro las escaleras.

—Me gustaría bajar al jardín —señaló las muletas, luego las escaleras —es difícil con esto…he estado encerrada mucho tiempo. —me apresuro a decir al ver que esta por negar.

—Lo que me pide es difícil de cumplir. Obedezco ordenes señora…

—Si usted no lo dice, yo tampoco —le ruego y hay duda en aquel rostro que antes había negativa —necesito sentir que esto no es una cárcel. Los niños no están, los Nielsen rara vez suben, la comida la llevan a mi habitación. —niego y mi vos se quiebra —por favor…

Lo piensa un poco viendo hacer equilibrio con las muletas. Toma el radio y habla con alguien, quien sea se niega a dejarme bajar. Entiendo que hay un jefe de seguridad y ese noticia es una alerta más.

—¿Le molesta si le ayudamos? —pregunta al fin.

—Le estaría muy agradecida —respondo y afirma volviendo a hablar por radio —No peso tanto —me quejo al notar que lo que solicita es ayuda y sonríe sin mirarme.

—No es el peso señora, es el valor de la carga.

No se molesta en explicar ni yo en pedir ampliar ese comentario. Un segundo hombre sube las escaleras, bastante alto y lleno de músculos. Retira mis muletas que entrega a su compañero y me levanta como si fuera una muñeca de trapo.

—Te pedí no hablar con ella y mantenerte alejado ¿Es tan difícil de cumplir? —dice mirando a su compañero. —tampoco puede salir ¿Dónde los entrenan?

—Lleva ocho días encerrada—responde su compañero con bastante calma, pese a lo que intima el desconocido — a esta hora todo está en calma...

Ambos hablan como si yo no existiera, lo que me divierte un poco. El grandulón se nota bastante molesto por que el otro rompió las reglas, su compañero insiste en que la madrugada es calmada.

—No tienes idea de lo que dices —se queja el hombre —en la cacería el silencio es señal de peligro. Cuando las cigarras y los búhos callan es muestra que hay otro predador en el campo, mucho más poderoso que uno.

—Esto no es la selva y no estamos en cacería —responde el chico adelantándose —es usted demasiado paranoico.

Sin hacer más comentarios y limitándose en avanzar delante de nosotros niega en silencio. La respiración del desconocido es calmada, puedo sentir su aliento a menta en mi cuello y sus ojos fijos en mí. Guardo silencio en lo que resta del descenso por la posición vulnerable en que me encuentro.

La luz de las farolas me permite ver su rostro con claridad. Sus facciones son rudas, ceño fruncido y labios apretados. Marcas en la frente de alguien que no acostumbra a reír. Cruza el jardín y se detiene mirando a todo el lugar.

—Puede dejarme allí... Por favor —pido señalando una banca y gruñe un "como quiera”.

Yo solo deseo alejarme ante el pánico que genera su presencia. Me deja con cuidado y retrocede varios metros. Me observa con detenimiento y descaro antes de hablar.

—Cuando necesite regresar, llama —dice  dando media vuelta con la intención de alejarse.

—Soy Evy —hablo sin entender porque quiera entablar una conversación cuando hace unos segundos lo quería lejos.

—Evy Klein Becker, 26 años de Berlín Alemania. Padres fallecidos y sin aparente  familia con vida. —da media vuelta al decir aquello y lo observo en silencio.

Enarco una ceja porque aún no me ha dado su nombre y sin que la sobre carga de información sobre mí me importe. Suspira con fastidio pasando una mano por su cabello, al tiempo que registra todo el lugar. Tiene el comportamiento de quien puede ver en la oscuridad.

De cabello Castaño claro y ojos avellana. A primera vista puede parecer un stripper, su uniforme negro se ciñe a su cuerpo de una manera Indecente. Su pantalón se pega a sus piernas como una segunda piel, lo mismo sucede con la parte superior y se ve bastante ofuscado. Tiene unas correas cruzadas en sus mulsos, armas en cada lado de los mismos y lo que parece ser una navaja del lado izquierdo de su pretina.

—Quien soy no importa ... —me dice al fin. —no soy empleado de los O'hurn, pero tengo a cargo su seguridad y la de la casa. —cuando vuelve la mirada hacia mi puedo ver el desdén ella. —¿Alguna pregunta?

Guardo silencio un instante antes de hacer cualquier tipo de comentarios. La primera impresión es que no es alguien acostumbrado a obedecer, hay en él ese aire de rebeldía que suelen buscar en las adolescentes.

De tener quince yo estaría babeando por ese hombre y no es que sea hermoso, pero lo que tiene lo lleva con gracia y sabe lucirlo.

—¿Por qué dio la orden de no salir al jardín?

Enarca la ceja sonriente ante mi pregunta y niega. Aquel gesto me permite fijar los ojos en sus cejas que parece se las delineara.

Dado su aspecto rudo, lo dudo.

—¿Por qué tengo un escolta? —sigo preguntando y su actitud no cambia —¿Tiene que ver con que los niños no estén, ni el señor o Damián? algo me dice que sabe todo eso. Parece el tipo de personas que desearía saber todo, antes de tomar algún trabajo.

—Yo se lo respondo —la voz de Julia me hace buscarla, no sin antes notar la tensión en el hombre. —puedes retirarte.

No lo hace, en cambio, se cruza de brazos y posa en actitud desafiante. Sonrió al verle con el mentón alto indicándole que su deber es estar a mi lado. El rostro de Julia se enrojece y el del desconocido puede verse las primeras señales de una sonrisa.

—Si supieras los años que llevo aquí y quien soy, me tendrías más respeto...

—Los años y antigüedad solo importan en la milicia —interrumpe —y si esta casa se rigiera por ellas a ti te hubieran sacado la lengua, solo para impedir que no hablaras. Y tú condena seria la muerte. ¡Dante! —grita.

De la oscuridad nace un perro, de pelaje negro bastante abundante. Se sienta a su lado sobre las patas traseras mientras me ve a los ojos. Le ordena echarse a mis pies en alemán bastante fluido, aunque no perfecto. Descubro sorprendida y maravillada por la belleza del animal que obedece.

Guardo mis reservas porque lo bello no le quita el peligro. Toma el móvil y le veo escribir algo unos instantes, acto seguido mira al perro.

—Si no te acercas no te muerden —nos señala a ambas —una tiene cachorros y la otra está en celo… tú y yo sabemos lo que les pasa a los machos cuando hembras asi se juntan.

Me divierte la forma en que el animal inclina la cabeza como si le entendiera y el desconocido alza el rostro hacia mí. Al posarlo al lado mío su rostro se ensombrece, esta viendo a Julia como si fuera una enemiga ¿Lo es?

—¿Qué haces allí? ¿Por qué no te vas? —a Julia no le gusta el desconocido y el sentimiento es mutuo.

—Resulta señorita Nielsen que este plebeyo, controla el suelo que pisa —sonríe — debería tener cuidado, puede que cierto día explote  algo que usted pise de forma accidental—calla y mira a su mascota —o Dante se le antojaría morder alguna parte de su anatomía… es delicado cuando me insulta —le hace un guiño retrocediendo —cuide lo que dice —advierte dando media vuelta.

—¡Idiota!

Un idiota con muy buen trasero. No le pierdo de vista hasta que ya me es imposible verle por la escasa luz. Soy consciente que Julia esta allí, pero planeo ignorarla. Desde el suceso no hemos hablado y no me moría por hacerlo.

—¿No puedes dormir tampoco? —niego y suspira.

—¿Sabes donde esta el jefe? —escucho su risa y la observo un instante se alza de hombros sin dejar de reír.

—Resulta raro que le sigas diciendo jefe, siendo el padre de tus hijos —se excusa y es mi turno de alzar los hombros—solo sé que inició una demanda legal en contra de la clínica —suspira y me mira antes de seguir —ha vuelto a investigar la muerte de su amiga.

—¿Por qué me vez como si fuera mi culpa? —preguntó en voz baja.

Regreso la mirada al jardín y me cubro el cuello con la bandana. No me dirá nada, no si enoja a Jason. No se sienta a mi lado o en la banca cercana, mira de vez en cuando al animal a mis pies parece dormir.

—El día que llegué aquí y vi todo el lujo, creí que era un sueño. Antes de esta casa vivíamos en hostales malolientes y lleno de cucarachas —suelto el aire frustrada, esperaba escuchar cualquier cosa menos la forma en que llegó aquí —me dijo que este seria mi hogar y que nunca me iría de aquí.

—Tenías razón al desconfiar de mi llegada aquí, eso debería hacerte sentir bien —hablo viendo al perro ¿Puedo acariciarlo? Su pelaje es tan brillante y tupido como el de un peluche— yo solo deseo ver a mis hijos y que no me los alejen de mí.

Escucho su risa sarcástica que achina mi piel y cruzo mis brazos. Ella ve en mi un riesgo que no existe, en la última persona que pensé al entrar a este lugar, fue en Jason Frederick.

—Es lo más chistoso de todo esto es que sé, tienes razón. Nunca lo hemos visto interesarse asi por alguien que no sea de los suyos. Suele ser frio con los particulares ¿Solo por ser la madre de tus hijos? — suena derrotada al decirlo y me veo sonriendo ante aquello.

—Pueda que sea mi amistad con Susan —hablo luego de una pausa larga. —lo conocí hace mucho tiempo tenia 25 y ella 23 —sonrío al recordarlo y sacudo las imágenes de mi mente. — llegué aquí por mis hijos Julia, lo que sea tengas o quieras con el señor no me importa…

—No hiciste nada para conquistarle, no te gusta ni un poco, aun así, le tienes comiendo de tu mano —finaliza.

El movimiento hacia mi lo descubro a través del perro que se sienta en sus patas traseras y se mantiene alerta. Alza sus orejas y gruñe bajo, en algún lugar el dueño debe estar divirtiéndose por la actitud de su mascota. Julia acaba por dar media vuelta y largarse, sin decirme nada en concreto.

Solo me queda el desconocido.

(…)

­—¿Cree que puedo desayunar en el comedor? —le pregunto al hombre al dejarme en la cama a las cuatro de la mañana.

Mira el reloj, luego a mi y afirma sin decir nada retrocediendo. A su lado su mascota olfatea todo el lugar y a él le divierte. Saca el móvil de su bolsillo lo lee y bufa volviendolo a guardar. Yo no pierdo de vista a la enorme mascota, que reconoce todo el sitio olfateando.

—Me contrató Damián —dice y alejo la vista del perro — me ordenó cuidar de usted y los niños —mira a través de la ventana y se queda en silencio por tanto tiempo que me obliga a instarlo a seguir.

—¿Lo ha visto? —niega —¿Esta bien? —silencio —¿Por qué el señor aceptó que se quedara?

—Porque somos lo mejor —responde volviendo la mirada a mi lentamente — no encontrará a nadie mejor que DAnte y a mí, para cuidar de usted y poner orden en esta casa.

—¿Dónde está Damián? —insisto en saber abrazándome a mí misma.

—En prisión —habla al fin y mis manos cubren mi boca rápidamente —está acusado de la muerte de sus padres.

—¿Mis tíos? —pregunto en un hilo de voz y afirma. —¿Cuándo fue?

Dos días después de yo salir del hospital y cuando Jason ingresó la demanda en su contra. No sabe muchos detalles de esta, solo que trajo consigo un efecto domino. El tío usaba los embriones de parejas fértiles y los entregaba a otras parejas que no podían gestar. Alegaba que eran donantes voluntarios.

—El dictamen inicial es suicidio, pero alguien lo acusa a él directamente de asesinato—sigue diciendo apoyado en la pared. — su novio está en Berlín buscando pruebas para ayudar a su primo. Lo conecta directamente con la muerte de sus padres —me señala y afirmo —puede ser la misma persona.

—No es mi novio. —le corrijo.

—Es el padre de sus hijos, no están casados y viven bajo el mismo techo —me mira con sorna antes de seguir —¿Cómo llama eso?

—No sé, pero no lo es —sonríe cruzándose de brazos y empezando a explicar.

Damián lo contrató hace dos días, le llamó a través de su abogado y le conectó con el señor Frederick. inicialmente solo debería cuidar de mí, pero gracias a la buena labor con la señora Emma y el buen desempeño de quien llama “hermanos” lo dejaron a cargo mientras todo se aclara.

—¿Quién lo acusa de asesinar a sus propios padres?

—Magda —responde seco y paso saliva —… creo es su nombre. —estira su mano hacia mí y una vez la estrecho apoya la otra encima de ambas — Me han pedido que la traslade a la casa grande. Pasará el día allí y en las noches regresará.

Alzo el rostro hacia él y guarda silencio, algo me dice que tiene que ver con ese cambio. Busco en esa mirada algo que me diga que es asi, pero resulta difícil saber que piensa.

Damián está en prisión, por el asesinato de sus padres. El chico que conocí al llegar de Berlín es capaz de hacerlo, sufrió tanto por su negligencia que tenía motivos. El hombre que me ayudaba, buscó ayuda y estaba dispuesto a enmendar su error, no lo haría.

Los cadáveres fueron encontrados en la mesa de comedor, habían ingerido veneno, uno que fue encontrado solo en la copa de ambos. Estaba la duda en lo encontrado, la acusación de Magda y el que Damián no tenga cuartada para esa noche le señalan como culpable. Había llegado de Berlín de madrugada y se quedó dormido hasta que el timbre le despertó.

Él no fue, no pudo hacer algo tan estúpido, tantos planes y sueños pendientes. Entiendo que Magda lo crea capaz de esto o quizás lo hace en una forma de hacerle pagar lo que le hizo. Necesito hablar con ella.

—Sigo sin saber su nombre —le recuerdo alejando mis pensamientos, ya buscaré una manera de escabullirme —si vamos a estar juntos, es necesario ese pequeño detalle.

—¿Se lo diré con una condición?

—¿Cuál?

—¿Siempre es tan inexpresiva? —enarco una ceja y sigue —le he dicho que sus tíos están muertos, que su primo es acusado de ese acto y encima por parte de su única hermana —me señala de arriba abajo y su mascota se sienta a sus pies —no he visto rastros de un sentimiento…

—Me quitaron cualquier muestra de dolor muy joven —le digo e inhalo fuerte soltando el aire lentamente — Lo cierto es que siempre me ha sido difícil demostrarlo. No tiene idea de lo difícil que me resulta expresar la realidad de mis sentimientos —sonrío con amargura antes de seguir —preferiría tomarme un veneno antes de decir lo que temo y siento. No soy de demostrar sentimientos, pero estoy llena de ellos….

—Espero esa restricción no sea también con el amor o estará destinada a morir joven —comenta golpeando nuestras manos entrelazadas —Soy Nikolái…

—¿Nikolái…? —intento que me diga su apellido y sonríe negando.

—Sencillo y simple, como yo… Nikolái.

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