Capítulo 13
Nuestro encuentro fue cerca de la piscina. Desde nuestra ubicación podía verse la Mansión Frederick. La fina edificación tenía acabamos lila grisáceos y blanco. Damián contempla el lugar y tuerce los labios en una mueca divertida.
—Nunca me habían recibido con tanto cariño y tan distinguida vista.
La señora Margaret preparó varios canapés, te y varios bocadillos para recibirle. No me creyó cuando dije que era una amigo, nadie lo hizo. Todos estaban convencidos que Damián y yo éramos... Algo.
—No me creyó cuando dije que eras un amigo —me mira un instante y aprieta los labios antes de responder.
—Si fueras más Klein que Becker, tendrías que dar más explicaciones —comenta serio al escucharme decir lo que piensa mis compañeros.
—Me gusta ser más Becker, pero lamento no parecerme a papá —confieso.
Guarda silencio mirando la mesa adornada de varios bocadillos. Se supone que debo entregarle la muestra de los niños, pero no me ha sido posible hacerlo. Julia está siempre siguiendo mis pasos y pendiente a los niños.
—Heredaste lo mejor que se puede pedir.
Era difícil, sino imposible que la relación con Damián fuera amistosa. Ha estado al pendiente de mí, me ha ayudado más de lo que llegué a imaginar. Pero, sigo sintiendo hacia él cierto desprecio por lo que hizo a Magda.
—¿Por qué? —me animo a decir.
Una pregunta con falta de contenido que él puede interpretar de diversas maneras. Y, que al encontrar nuestras miradas algo me dice que la ha entendido a la perfección.
—Envidia, odio, resentimiento y no entender por qué el trato distinto —empieza a decir. —ignorancia en cierta medida, inmadurez —se alza de hombros y suspira.
Corto un trozo de tarta la dejo en el plato junto a él. Sirvo un té deseando que hubiera algo más fuerte, él parecía necesitarlo. Lo que está por decirme llevo años preguntándome en la cabeza.
—Magda no era la única... Digamos… ¿Especial? —pregunta tomando la taza que se lleva a los labios —cuando ella llegó a nuestras vidas, ya los Klein sabía cómo tratarla. Yo fui su ensaño y error. Damián había dejado secuelas en mí difíciles de borrar.
—¿Qué intentas decirme? —pregunto con la piel crispada.
Hay algo en su sonrisa que causa escalofríos, pero también ganas de abrazarlo. Estoy frente al chico y no el adulto, lo descubro al ver sus ojos nublarse viendo frente a él sin pestañear.
En los primeros años fue visto como un niño hiperativo, con problemas de conducta y una gran capacidad de absorción de ideas. Ninguno de sus padres prestaba mayor atención a él, que siempre estaba rodeado de niñeras.
—No podían controlarme y acaban por renunciar. Ellos estaban en la clínica todo el tiempo, asi que estuve solo los primeros años.
—Yo estuve en el internado, no es lo mismo, pero se lo que se siente —afirma sin verme.
—Entonces debiste creer que no te querían o que había algo mal en ti para que no quisieran estar a tu lado.
Le gustaba de hablar con mayores, solía aburrirle las pláticas con los de su edad. Dentro de adultos se sentía pleno, hoy día entiende que era la absorción de información que me gustaba.
—Seguía sin saber que había raro en mi —toca su cabeza y su cabello oscuro se mueve con ese gesto —mi cerebro iba en jet y el mundo que me rodeaba a pie.
La dificultad más grande fue cuando en la escuela empezaron las quejas por su falta de empatía. El comportamiento solitario y negarse a socializar con los chicos.
—Nadie se dio cuenta que eras diferente —niega serio cruzándose de brazos.
Imaginándome a un pequeño de cinco años intentando entender lo que le sucedía. Buscando un lugar en donde podía encajar, sintiéndose solo y deprimido.
—¿Y la tía? Ella protegía a Magda.
Se burla de mi comentario y me mira de reojo. Su madre acudía a las reuniones escolares y escuchaba las quejas, mismas que eran trasmitidas a su padre.
—Damián empezó con sus correctivos, yo era un niño rebelde que necesitaba mano dura. Cuando los golpes no obtuvieron lo que esperaba, pasó a otros métodos. —deja la taza en la mesa y retira su saco. —me decía que así sería un niño normal. Tenía cinco o seis años cuando mi infierno empezó.
Deja el saco en la silla de al lado y sube las mangas de su buzo hasta los antebrazos. Señala la parte interna del codo y hay cicatrices, las he visto en personas adictas.
—Me hizo adicto a los siete —retrocedo al notarlo y vuelve a cubrirse.
Por eso era tan agresivo, con ese comportamiento de adulto. La única persona que se dio cuenta que sufría fue el general y su hija, por eso lo alejaron de casa, tiempo después hicieron lo mismo con Magda.
—Estas fueron después de los diez años—abre los dedos de su mano y sonríe victorioso.
Allí hay varias marcas, narra lo que le hacía sin ningún tipo de emoción asegurando que ya lloró todo lo que debía.
—Fue después que entendiera era imposible someterme en la bañera. —niega derrotado viendo al jardín de la mansión vecina. —¿De dónde crees que aprendí lo que usaba con Magda? —me mira un instante y sonríe al ver que me abrazo a mi misma.
Paso saliva y bajo el rostro al no soportar su mirada. Él era una víctima más, una que no supo cómo pedir ayuda. Inicialmente empezó a hacerlo creyendo que era normal. Su padre lo hacia con él desde los cinco y Magda era igual a él.
—Yo recibí ese trato ¿Por qué ella no? Estaba lleno de odio y resentimiento. Silke empezó a quejarse y fui diagnosticado con principios de esquizofrenia.
Detiene su confesión al ver que me afecta. Llena mi taza con té, luego me la extiende la recibo con manos temblorosas y arropa con sus manos la mia.
—Ya no duele como antes —me calma y sonríe.
—Escuché una conversación, fue el día del ladrón —afirma y su rostro se nubla.
Le cuento lo que escuché y evito mencionar lo que sucedió ese día, es su historia de vida y no la mia. El tío se negó a que fuera tratado, consciente que un psiquiatra podía develar la historia de maltrato.
—Sabía ese diagnóstico no era cierto. Empezó a hacer experimentos conmigo —señala las marcas de agujas y sonríe.
—¿Qué hay de la tía? —pregunto.
—Para ella yo era un demonio, al que solo podía controlar su esposo. Hizo ojos ciegos y oídos sordos a mi suplica. Puedo entenderla, me convertí en un ser despreciable.
No pretende excusarse, sabe que no puede haber perdón u olvido en su comportamiento. Necesita que entiendan el porqué de sus acciones. Resulta extraño y no se si sea por lo que le hizo que llame a sus padre por el nombre.
—¿Crees que influyó estar lejos de Berlín?
—Todo hubiera sido diferente —responde seguro —¿Sabías que el tío Konrad tenía un IQ sorprendente? —niego sorprendida y sonríe afirmando —estudió tres carreras y todas tendientes a mejorar la empresa familiar. Contrario a mí y pese a que el abuelo no era un hombre de estudios, le dio todo el apoyo y gracias a ello la empresa familiar creció.
—Por eso le dieron la herencia —Damián señala la bebida. —papá siempre dijo que el tío lo odiaba.
Me cuenta que se lo dijeron en Berlín cuando quiso conocer a la familia de su Padre. Su parecido con Konrad Klein causó escalofríos y hasta desmayos en muchas mujeres. Sonríe narrando que fue incluso recibido con cruces.
—Era demasiado parecido a Konrad para amarme. Mi padre odiaba todo de mí, física e intelectualmente era como el ser que odiaba —le da un último sorbo al te dejando la taza vacía en la mesa —No pretendo que me perdones, no es mi prioridad. —frunzo las cejas y alza un hombro indiferente —me sentiré satisfecho si logras ser feliz y que lo hiciste en parte por mí.
—¿Cómo lograste...? —me remuevo incomoda en la silla sin poder continuar.
—¿Darme cuenta de mi error? —sigue al notar la incomodidad en seguir —El decano de la facultad de psicología, fue mi ángel protector. Al ver mi comportamiento, lo asoció con el de su hijo y me dio la mano.
Lo primero que hizo fue decirle que no era un monstruo como todo este tiempo le hicieron sentir sus padres. Solo un chico con capacidades intelectuales distintas. Le enseñó su condición y lo que hacía diferente a Damián Klein del resto.
Le dijo algo que resulta hermoso, personas como él llegaban al mundo para cambiarlo y hacer de este algo mejor.
—Me salvó la vida, yo iba directamente al suicidio. —confiesa con rostro duro.
Alza el rostro hacia la ventana y sonríe bajándolo rápidamente. Conocer sus diferencias con los demás lo hicieron aceptarse y después mejorar luego ser aquello que por tantos años su padre intentó destruir.
—En una extensa investigación de lo que yo mal llamaba "enfermedad". Llegué a Berlín y allí supe que Konrad fue igual junto con todo lo demás. —finaliza.
—¿Hablas del odio hacia papá? —afirma y suspiro —mamá tuvo que ver ¿Me equivoco?
—Amaba a Amelia, pero ella tenía un mejor gusto —sonríe — ¿Te hizo daño alguna vez? — suspira aliviado al verme negar.
En realidad, nunca lo hizo, mi comportamiento se lo impidió. De tener uno sumiso y victimizarme hubiera sido presa fácil. No solo para él.
—Cuando fuiste a Berlín... ¿Alguien te narró lo que sucedió ese día?
Guarda silencio por largos minutos y la lucha que veo en su rostro es intensa. Una vez empezó a hablar esta más calmado. Sin embargo, lo que me dice me deja sin palabras. Damián no encontró un motivo por el cual papá se quitara la vida. El hombre que todos describían era amoroso y dedicado a su familia.
—No estaba en la ruina como se decía. Hoy, la empresa tiene una liquidez por encima del estándar habitual.
¿Entonces? Pregunto en silencio.
—¿Fue asesinado?
—Tú amiga Susan estaba investigando la muerte de tus padres. —lo observo perpleja y toma el trozo de tarta que deje en su lado empezando a degustarla como si lo que me narrara fuera una película y no se tratara de mis padres.
Susan creía que mis papás fueron asesinados y la escena había sido montada. Días antes de su muerte hablaban de una visita de América, un joven que se quedaría unos días, al que nadie vio o supo si entró a casa o no.
—¿Estás seguro?
—Tan seguro como que corres peligro si vas allí. Las autoridades dijeron que fue suicidio y archivaron el caso —retira el saco de la silla saca un documento de su interior y lo deja en mis manos.
El día de hoy los bebes tendrán el ultimo control con la clínica, para finiquitar el contrato. Aprovechará el momento para sacar una muestra y hacer el examen. Al preguntar si necesita mi sangre o algo de mí niega enérgico.
—Estoy seguro de que son tus hijos, fue la manera de tapar el daño a los embriones. —comenta —si es asi debes decírselo, junto con lo de Susan. Solo él podrá ayudarnos.
—Me sacará a la calle lejos de ellos.
Ahora más que nunca debo viajar a Berlín. Ellos nunca me dejaron, alguien me los arrebató de mi lado, una persona con un poder tan inmenso que pudo cubrir su asesinato. Siento las manos de Damián sobre las mías, luego el sabor salino de mis lágrimas. No había sido consciente de ellas hasta ese instante.
—Debí ser más delicado —se excusa corriendo la silla hacia mí y abrazando —Culpa a mi baja empatía.
Las lágrimas que me fue posible derramar en su sepelio y estos años corren fáciles por mi rostro. Tengo la sensación de que mi acompañante oculta datos importantes, pero no me siento capaz de conocer más detalles.
—Debo ir a Berlín... —le pido abrazada a su pecho y suspira.
—No es necesario que lo hagas. Todo lo que necesites saber yo te lo diré, dame unos meses más. —responde retirándome de su pecho y limpiando mis mejillas.
Sus ojos color miel me miran fijamente y guardo silencio. Hay tanta similitud entre él y mi padre que acabo por abrazarme de nuevo a él. Una parte de mi quiere correr a decirle al señor Jason la verdad, la otra teme que sea sacada a la calle lejos de mi hijos.
—Se que es una decisión difícil, pero cualquier pista ayudará a que se haga justicia. —bajo el rostro y lo alza obligándome a verlo —tú no eres tan egoísta Evy, no eres como yo.
—Son mis hijos Damián…
—¿Te quedarás de niñera eternamente? —me reta —¿Crees que llegado el día no te sacará a la calle? Lo hará cuando sus hijos no te necesiten.
—Dame tiempo…
Insiste en que le diga la verdad a mi jefe, es la única persona que puede ayudarme. Para Damián es claro que debo hablarle de quien soy, del lunar de los niños y mis sospechas.
No es solo decir son mis hijos. Significa además que no pudo cumplir el sueño de Susan. Recuerdo a la mujer que me sacó del hospital por la parte trasera.
—¿Por qué debí salir asi?
—Eres la madre de los bebés que quiere hacer pasar por hijos de Cass. —me recuerda —¿Qué crees que suceda si se entera que eres tú? quien ademas tiene la ubicación de Magda.
Me toma de las manos y lo acompaño a la mansión. Su padre cree que está en ese lugar para revisar por última vez a los gemelos Frederick Cass. La próxima vez que nos veamos debe ser en otro lugar.
—Gracias, por tanto —le digo cuando estamos cerca a la mansión.
(…)
Lo último que Damián me dijo cuando verificó el estado de salud de los niños me impidió dormir. Debía contactar a Magda y decirle que creía su ubicación estaba comprometida. Lo hizo después de mostrarme las muestras que les tomó a los niños.
Aproveché el móvil que me entregaron y revisé el correo, tal como lo imaginé había varios de ella preocupada por mí. Le envié un mensaje diciendo que estaba bien y fue respondido minutos después exigiendo un numero donde llamarme.
Me dirijo al balcón de la habitación de los niños que se han dormido tan solo unos minutos y espero la llamada tras enviar el número. No esperaba una video llamada, tampoco ver el rostro de aquella desconocida de piel bronceada y larga cabellera negra que me sonreía.
Asociarla a la adolescente a que despedí en el aeropuerto en medio de lágrimas resulta imposible. Está en la playa, porque puedo ver el mar detrás, su cabello ondea con el viento y lo recoge a un lado fastidiada.
Busco el manos libres porque no deseo despertar a los niños, sin poder creer que el tiempo pasara tan rápido.
—¿Dónde has estado? Dieciocho meses sin saber de ti Evy Klein —grita histérica —¿Tienes idea de todas las teorías que mi mente recreo de las maneras que pudiste morir?
—He estado muy ocupada escondiéndote de tu padre —le recuerdo y tuerce los labios en un gesto de disgusto.
—Ese hombre no es mi padre.
Magda es la versión femenina de Damián, pero hay rasgos míos en ella que asocio con el gen Klein. Dado en el lugar en el que estoy no puedo dar el detalle de lo que ha sido mi vida, no deseo preocuparla. Lo que sí puedo decirle es que corre peligro y se asusta, pero al saber quien me alertó y me esta ayudando me mira perpleja.
—¿Te contó una historia triste, te obsequió tres dólares y ya le crees? Quiere saber dónde estoy, su padre lo envió…
—No me lo preguntó y es consciente que no lo sé…
—Jamás lo sabrás —explota enfadada— llegué a pensar que podrías estar conmigo aquí. Me has decepcionado Evy, en realidad te creí más inteligente… ¡Te están usando para llegar a mí! no voy a poner en riesgo mi vida por tu estupidez…
—En ese caso es mejor que no nos veamos o hablemos —le interrumpo y ella calla abruptamente —me place saber que estas bien, en adelante lo mejor es no contactarnos más.
—Evy…
—Fue un placer verte —sin decir más cuelgo la llamada y dejo el móvil a un lado.
—Sabe que suelen aconsejar mis padre cuando se le pregunta por el éxito de su matrimonio —me sobre salto al escuchar su voz y se acerca sigilosamente apoyándose en la baranda viéndome con burla —no irse a dormir enojados sin importar el grado de la discusión…
—No es una pelea de esas…
Sonríe encogiéndose de hombros indiferente y le miro molesta por estar fisgoneando conversaciones ajenas. Es un descarado al que no parece importarle su comportamiento. Es un alivio que no pudiera escuchar a Magda o tendría que dar muchas explicaciones.
—¿No le enseñaron modales? —le reprendo y sonríe negando —es mi vida privada…
—Que le afecta la laboral —interrumpe —altera a mis hijos y eso lo hace importante —sigue y su rostro se endurece —si cada que Klein venga a verla la dejará de esa manera, será mejor limitar su presencia o de plano buscar a alguien más.
—No me amenace —susurro al no desear despertar a los niños. —mi vida privada no le concierne en lo absoluto. — sigo — a usted le basta con que haga lo que me corresponde y hasta ahora lo he hecho. No se sienta con un poder sobre mí que no tiene, ni tendrá
Contengo la respiración cuando su rostro se inclina rápido hacia mi y lo siguiente lo dice tan cerca que sofoca. Su aliento en mi piel es casi una caricia que parece perforar cada poro de mi cuerpo y entrar a mi sistema. Me tenso imaginando lo peor, pero decido no dar el gusto que me intimide.
Mi autoprotección dura poco, porque basta que me sonría y empiece a hablar…
—Su vida me pertenece señorita Becker…—susurra y siento su aliento a menta acariciar mis labios. Sus ojos brillan cuando nota me retiro de ese aura que lo rodea, pero no puedo ir muy lejos la silla me lo impide —desde el mismo instante en que decidió ser la niñera de mis hijos. Imagínese que hizo un pacto con el diablo cuando firmó estar a mi servicio —se retira lentamente sin dejar de sonreír —deseara que fuera con él y no conmigo si llega a traicionar mi confianza o hacer algo que dañe a mis hijos.
Se pierde en la oscuridad de la habitación dejando un beso en cada bebé. Recoge un saco de una de las sillas y se lo calza viéndome con rostro indescifrable. Me doy cuenta al salir que estaba en uniforme militar y ya se va. Quince minutos después lo observo salir de la casa arrastrando una pequeña maleta. Toma la boina que se calza apoya su mano en ella he inclina la cabeza despidiéndose con ese gesto.
Julia se acerca a él y le dice algo, que lo hace enojar. No logro escuchar que le susurra la chica solo la respuesta que le da.
—Estas aquí por el cariño que le tengo a tus padres y a ti… nada más—le advierte y ella retrocede como si le hubieran golpeado. — No hay cosa que odie más que esto Julia. Conservas un puesto privilegiado en esta casa, pero eso puede cambiar de seguir por esa línea. —entra al auto ayudado por Terry y este mira a su hija con rostro severo, segundos después ambos alzan el rostro hacia mí.
Lo que sea le dijo tiene que ver conmigo.
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