9."Cuidado/r"
»La muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el tema más poético del mundo.
....
Reign.
Fredrika salió de la habitación. Yo seguía sin poder creer qué coño hacía allí, no entendía el por qué. Pero desconocía aún más el motivo de que la chica delante de mí estuviese en ese estado. Mientras que la sueca, parecía haberse recuperado casi al instante.
« Hay algo raro » Me susurré una y otra vez.
Limpié con mis pulgares las lágrimas que caían del rostro de Radley. Ella se aferró a mi mano suavemente, y con un hilo de voz apenas audible, susurró:
—Papá...
Fruncí mi ceño, no obstante le permití que se apegase cada vez más a mi brazo, tanto que ahora el agua me llegase hasta el codo.
—¿Radley? —pronuncié.
Ella, aún sin abrir sus ojos negó varias veces con la cabeza y se aferró aún más a mí.
—Te necesitaba...tanto —su voz parecía rota.
Cerré los ojos porque no quería verla llorar. Pese a que no la soportaba, de hecho, había intentado en repetidas ocasiones dejar mi orgullo por el suelo y eso, me molestaba, yo también tenía algo de empatía.
—Os veis bastante monos juntos —dijo Fredrika detrás de mí.
—Solo ha cogido mi brazo como si fuese un peluche, nada más.
—Yo solo digo que huele a... —olfateó descaradamente la habitación y luego, a nosotros— relación, nada más.
Rodé mis ojos mientras que, aplicando algo de fuerza, conseguía librarme del agarre de la chica. Ayudé a su amiga a sacarla de la bañera y envolverla en la toalla que había traído.
Después, la dejé en la cama y salí de la habitación. Realmente no creí que Eider quisiera verme; era obvio que no supo que yo estaba allí.
« Te ha confundido con su padre... »
Nunca debí haber venido, eso era lo que pensaba cada puto segundo, había sido un error. Además, no quería sentir lástima por ella, pero era casi imposible...verla allí, de esa manera...
« Céntrate y sal de aquí »
Me dirigí a la puerta de la entrada para irme, Fredrika se veía en perfecta condiciones y no parecía necesitar ayuda. Erik lo iba a entender, además, acababa de conocer a esa chica.
« No va a entender una mierda »
—Reign —la voz de Fredrika sonó a mis espaldas.
—¿Sí?
—Tengo que ir a casa de mi padre.
—¿No vivías aquí? —respondí aún sin mirarla.
—Sí, pero me estoy quedando unos días con él, si no voy va a preocuparse bastante.
—Te llevo, si quieres.
Aquello empezó a ser extraño, no me terminé de creer que viviese en un piso cuando tenía a su padre, es decir, era una completa estupidez, más aún siendo menor de edad.
—No es eso, es que no puedo dejar sola a Eider.
Rezar por que no me pidiese que me quedase fue una gran opción. Realmente no quería quedarme, iba a ser muy incómodo.
—¿Podrías quedarte con ella?
Me giré para ver como con la cara me hacía un discreto puchero mientras agachaba la cabeza.
—Yo también debo volver a casa.
—Reign...solo son un par de horas, por favor...
Suspiré mientras me pasaba una mano por el rostro. Intentar decirle que no podía iba a ser imposible, eso estaba claro.
—Bien, me quedaré un rato.
Sonrió al momento en que lo dije para después abrirse paso y salir del apartamento.
—Gracias —me dijo, tocándome suavemente el hombro.
—Me debes una.
—No me queda ninguna duda.
La vi alejarse por el pasillo hasta que entró en el ascensor, así que cerré la puerta del apartamento y fui a la cocina. En aquella casa parecían comer muy bien, porque no había rastro de dulces calóricos o algo con aceite de palma.
Como mucho, unas barritas integrales, que me recordaron a las que el entrenador nos suele recomendar antes de competir. Según él, daban la suficiente energía como para ganar la carrera, pero la verdad es que nunca supe si realmente ganaba todas las veces por esas barritas.
Después de coger una cuña de queso, me dirigí a la habitación donde habíamos dejado a Eider (supuse que era la suya). Me fijé en el color blanco de las paredes, en realidad todos los muebles eran de colores tan neutros que me pareció raro.
Me recordó a un psiquiátrico. Una vez leí que ese tipo de colores ayudaban a los pacientes a controlar sus emociones, pero claro, aquella era la habitación de una chica adolescente, no de una loca.
Encima del escritorio, había una foto bastante pequeña, la cogí para verla mejor. Estaba algo deteriorada y parecía tener bastantes años, más de diez, diría yo. En ella, aparecían una niña pequeña, de unos dos o tres años, y un hombre junto a una mujer. Parecían felices.
Pese al pálido color de aquella foto en una playa y aparentemente en verano, pude diferenciar a la niña siendo Radley. Incluso en aquel momento se veía su heterocromía. Un ojo, del color azul como el mar, mientras que el otro, el derecho, de una tonalidad azul tan clara que parecía gris.
El sonido de una garganta carraspeando me obligó a dejar la foto en su sitio y girarme hacia la cama, donde Radley intentaba ponerse de lado para toser.
Rodé mis ojos mientras me acercaba a ella y lo más rápido que pude, la ayudé a girarse. Todavía tenía los párpados cerrados, por lo que mis estancia en el apartamento se alargaría algo más.
Su rostro permanecía pálido, aunque la otras veces que la vi, pude ver que igualmente era muy blanca, pero esta nueva tonalidad se veía enfermiza.
« Puedes irte, decirle a Fredrika que cuidaste de ella y que luego despertó...no es tan
difícil »
Mi subconsciente tenía razón, podría hacer aquello y dudaba mucho que alguien se enterase, a fin de cuentas yo no tenía por qué hacer nada por ellas.
—¿Mamá? —su voz se notaba debilitada y algo ronca, además el tono había dejado de ser frío, ahora era como el de una niña pequeña que tiene miedo.
« Está delirando »
La arropé con la sábana para después dirigirme a la salida del dormitorio y poder salir finalmente del apartamento. Además, eran las doce y cuarto y lo que menos me apetecía era desperdiciar la noche cuidando a una moribunda.
Apagué las luces de la casa y después salí de aquel sitio. En el trayecto del ascensor comencé a arrepentirme de lo que había hecho, más que nada porque eso me convertía en un...bueno, un poco hijo de puta, ¿para qué negarlo?
De igual modo, ya no podía volver, no tenía forma de abrir la puerta y me negaba a patearla nuevamente.
Eider.
Cuando la chica abrió sus párpados (a duras penas), la luz de la noche la sorprendió demasiado. No supo qué había ocurrido ni por qué se sentía tan mal, en aquel momento su mente se encontraba en blanco.
Miró sus manos, para cerciorarse de que estaban muy pálidas, aquello la confundió aún más. No obstante, no sentía dolor alguno, o al menos no físicamente. Pero notaba cómo él estaba ahí, dentro de su cabeza, y que le bloqueaba cualquier tipo de contacto.
Se levantó de la cama y casi al instante empezó a recordar. Cómo al principio él la torturaba, cómo ella intentaba no sentir dolor, porque no quería hacérselo sentir a las otras dos chicas: cómo Fredrika y Reign, por algún motivo, la habían encontrado; una bañera... él delante de ella y Fredrika mencionando algo sobre ellos juntos.
« ¿Qué coño? »
En el salón, comenzó a oler el ambiente, a aspirar el aire que se respiraba. Maldijo cuando notó la esencia de distintas personas en la habitación. Maldijo aún más cuando detectó que una de ellas era la de Reign, pero le alivió saber que Fredrika había estado allí a salvo.
Después de tomar otra ducha y vestirse, aún sabiendo que quedaban dos horas para ir al instituto, se dirigió a la habitación, solo para admirar el cielo desde la ventana de esta.
Las estrellas no se lograron ver del todo debido a la iluminación de las farolas, pero aún así, las pocas que se apreciaban le parecieron preciosas. Sacó su móvil para tomarle una foto, tristemente tampoco se diferenciaban bien, pero amaba capturar los momentos.
El sonido vibrante de una llamada, le hizo apartar la vista del cielo y dirigirse a la mesita de noche, donde el nombre de Ermine brillaba en la pantalla del aparato.
— Hola, Ermine.
— Hola, cari...Eider. Me acabo de dar cuenta de que allí es de madrugada...lo siento, puedo llamarte en otro momento.
La voz de su tía sonaba nerviosa, como si intentase no cagarla con sus palabras. En realidad, siempre había sido así, ella tenía el miedo constante de decir algo indebido, porque tras tantos años se dio cuenta del carácter frío e incluso a veces voluble de la chica.
—Puedo hablar ahora —carraspeó su garganta e Intentó ser algo más agradable —, ¿qué tal todo por allí...tita?
—𝘖𝘩... 𝘣𝘶𝘦𝘯𝘰, 𝘣𝘢𝘴𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘣𝘪𝘦𝘯, 𝘺𝘢 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘭𝘪𝘢𝘥𝘢 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘤𝘭𝘪𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘦𝘴 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘮𝘢́𝘴 𝘦𝘹𝘲𝘶𝘪𝘴𝘪𝘵𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘰 𝘯𝘰𝘳𝘮𝘢𝘭, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘦𝘯 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘮𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘵𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴 𝘢𝘴𝘪́ 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘣𝘪𝘦𝘯.
—Me alegro, supongo que España es bonita.
—𝘚𝘪́, 𝘣𝘶𝘦𝘯𝘰 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘦𝘴 𝘪𝘯𝘷𝘪𝘦𝘳𝘯𝘰 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴 𝘵𝘢𝘯 𝘧𝘳𝘪́𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘪𝘮𝘢𝘨𝘪𝘯𝘢𝘣𝘢.
—Me imagino...
Un silencio incómodo se creó durante unos largos segundos, en los que ninguna lograba decir ninguna palabra, hasta que Ermine logró hablar nuevamente.
—𝘚𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳 𝘢𝘩𝘪́ 𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳 𝘥𝘪́𝘢...
—No importa...Ermine, hablamos más tarde ya que tengo que prepararme.
—𝘊𝘭𝘢𝘳𝘰, 𝘤𝘭𝘢𝘳𝘰...𝘦𝘴𝘵𝘰...𝘢𝘥𝘪𝘰́𝘴, 𝘤𝘢𝘳𝘪𝘯̃𝘰. 𝘘𝘶𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘢𝘴 𝘴𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦.
Casi pudo notar cómo su tía esbozaba una sonrisa algo forzada a través del teléfono. Colgó tras despedirse de ella.
.....
Llevaba puesta una camisa negra de manga corta junto a unos vaqueros holgados y unas zapatillas convers negras. Decidió dejar su cabello largo y azabache suelto, tampoco alisó las ondas que se formaban en la parte baja de este.
Escuchar música la ayudaba a canalizar sus sentimientos. Aunque sabía que todo llegaba a un límite, conocía el riesgo y lo afrontó de principio a fin.
— Eider.
La voz grave sonó detrás de ella, justo en la entrada de Weilotte. Se giró para ver de quién se trataba, aunque claramente pudo reconocerlo al instante.
—Hola, Erik.
Echó un vistazo al chico a su lado, que parecía mirar hacia algún punto detrás de ella. Seguramente a alguna chica que le atrayese.
—¿Estás bien? —preguntó Reign, fijando su vista en los ojos de la chica.
—Sí, gracias.
Erik quiso hablar, Eider notó como el chico se sentía nervioso, pero no pudo detectar por qué, claramente eso le era imposible. Saber la verdad pero no la razón, solía decir ella.
—Eider...¿querrías salir conmigo?
—Estoy ocupada.
Reign soltó una risa por lo bajo mientras se pasó una mano por el rostro.
—N-no me refería a eso... —comenzó a tocarse las manos y Eider frunció el ceño al darse cuenta de que estaba sudando.
Tardó unos segundos en comprender del todo, o al menos, hizo ese esfuerzo.
—Erik, me conoces desde hace apenas dos semanas —comenzó a decir—. No te voy a dar más esperanzas, así que olvídate. Tú mereces a alguien mejor que yo, créeme, así que no va a haber nada entre nosotros.
Las personas siempre se han solido crear ilusiones, siempre mantienen esa pequeña esperanza dentro de sí mismos. Pero al final, la realidad termina destruyéndote.
—Podrías conocerme, dame al menos una oportunidad, Eider... —a ella no le provocó ninguna emoción el ver su rostro contraído por la pena— solo una, por favor.
—Ya te lo he dicho, Erik.
—¿Y si no quiero a alguien mejor?
—Nadie quiere terminar destruido, tú no eres la excepción y yo tampoco.
El chico se acercó algo más y tomó a Eider de la mano, la de él se sentía tan cálida que le dieron ganas de apartarse.
—Pero...
—Nada, Erik —se deshizo de su agarre—. Cuando dejes de sentir eso por mí, podremos ser amigos. Aquí hay muchas chicas bonitas, seguro que encuentras alguna.
Se alejó de ellos y entró hacia el interior del edificio, no sin antes ver cómo Reign le daba unas leves palmadas a su amigo en el hombro.
Su taquilla se situaba en el fondo del pasillo de la segunda planta, días antes le habían dado la llave y advertido sobre las contraseñas y la importancia de la privacidad y todas esas cosas que debían comentarle.
Así que cuando estuvo delante de esta, se puso a pensar en una contraseña. Tenía que constar de cuatro números. Lo bueno de tener habilidades como las suyas, era que también le proporcionaban un mayor rendimiento, digamos que una habilidad como la de sentir emociones, a su misma vez provocaba que muchas otras despertasen.
Algunas tardó años en darse cuenta de que no eran normales, por ejemplo, su cansancio. Ella apenas necesitaba dormir, lo hacía porque era un hábito, el comer tampoco era una preocupación, su mayor récord había sido estar tres semanas completas sin alimentarse de absolutamente nada.
Al principio comenzó a pensar que era inmortal, que no podría morir ni por cansancio, ni por hambre, ni por factores que normalmente afectarían a un humano común. No obstante, también se dio cuenta de que no era un vampiro, por lo que sus heridas no se regeneraban casi instantáneamente. Así que podría morir apuñalada...o algo así.
Al menos, eso dedujo.
« 3234 podría ser buena, no es muy común, ¿cierto? »
Tecleó los números para después abrirla y meter los libros que no iba a usar en la primera clase. Después, tomó el papel donde su horario estaba escrito en letras cursivas, con decorados y purpurina violeta en las esquinas de la hoja.
Comenzó a andar intentando no chocarse con la aglomeración de personas que se estaba formando en aquel lugar. Intentando subir las escaleras sin tropezar ni tirarle los libros a nadie, porque lo que más quería, era pasar desapercibida.
—Déjame adivinar... Naia —la voz con aquel acento proveniente de la chica a su lado, le hizo girar la vista.
—Terminé por aceptarlo, sentía que se iba a echar a llorar si lo rechazaba...
—Sé amable con ella, sólo es humilde.
« Fredrika y sus pensamientos positivos sobre todo el mundo... »
—¿Sabes dónde está la clase de Química? —preguntó la chica.
Fredrika asintió mientras le hizo un gesto con la cabeza a Eider para que la siguiera. Realmente los recuerdos no eran una de sus cualidades. Siempre olvidaba esos pequeños detalles, cómo dónde está una clase. Pero a fin de cuentas, es algo que le pasaría a todo el mundo, ¿no?
—Nos veremos en otro momento, supongo —respondió Eider antes de adentrarse en la sala donde ya estaban algunos alumnos preparándose.
A los pocos minutos, el profesor Julian entró junto a algunos alumnos, entre ellos Erik.
« Agh...mierda »
—Profesor, ¿puedo cambiar mi sitio? —preguntó sin si quiera mirar a la chica.
—¿Tiene algún problema con ese lugar?
—Sí, me incomoda estar delante de la nueva... —mencionó estas últimas palabras con algo de repulsión.
La mitad de la clase comenzó a reírse, algunos no la miraron, otros optaron por dedicarle miradas realmente patéticas.
Eider ni si quiera se inmutó, supo que todos se reían por algo que no tenía ni la más mota de gracia. Cuando alguien sentía alegría y sentimientos parecidos como aquel, el ambiente se tornaba más sofisticado, y en aquel caso, todo continuaba igual.
—¿Sabes, Erik?
La chica se levantó de su sitio, cruzó sus brazos sobre su pecho y con el mismo gesto impasible y aquel tono de siempre.
—La verdad es que creo que sí te apetecería estar a mi lado si no hubiese sido porque hace unos minutos te rechacé, ¿ahora ya no eres tan macho?
Nuevamente, todos comenzaron a reírse, esta vez lo miraron a él y la humillación en la que Eider lo había sometido.
—Por favor, empezad a comportaros —espetó el profesor Julian—. Erik y Eider, cada uno a su sitio si no quieren ir a dirección.
La clase de Química no fue tan aburrida como Eider habría esperado, es más, incluso le gustó.
En el tiempo libre, no encontró a nadie, así que decidió ir a un rincón en el patio que nadie había decidido habitar, se sentó allí y comenzó a escuchar música, sabiendo que si la encontraban con el teléfono, probablemente le caería una buena.
BTS
—Reign, aquí fuiste un gilipollas.
—Oye, córtate un poco, Chelsea.
—¡Es verdad! Literalmente la dejaste ahí moribunda.
* Eider entra a escena con el ceño fruncido y de brazos cruzados *
—Es verdad, fuiste un gilipollas. La Chichi tiene razón.
—Tu te habrías ido, Eider.
* Eider revisa un guión que tiene en la mano y pasa rápidamente las hojas para después tirarlo hacia atrás *
—En mi guión pone que nunca lo hice, y si no está escrito...pues nunca pasó, Reigncito.
—Ceja de ceñirte al puto guión.
—No puedo hacer eso.
—¿Por qué no?
—¿Olvidas que literalmente somos palabras?
—Meh, tonterías.
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