5.
»Cree solo la mitad de lo que ves, y nada de lo que oyes.
.....
Eider.
Aspiró el suave aire plagado de emociones que revoloneaban como si de niños pequeños jugando se tratasen.
Al principio de todo (casi no lo recordaba, pero quedaban algunos momentos), odiaba sentirse así, era agobiante para ella notar cómo se sentían los demás. Porque al final, eso le confundía, no sabía cómo sentirse.
No fue hasta unos años más tarde, que comenzó a diferenciar cada uno de los sentimientos, a diferenciar los suyos de los ajenos.
Ahora parecía como si fuese el principio, hacía tiempo que no sentía tanto. Temía el no saber diferenciarlas, pero su subconsciente le advertía: "Puedes, has podido con mucho, podrás con esto."
Esperó a la chica que debía hacerle un tour por el instituto, había decidido ir un miércoles (una semana antes), por la mañana, pensando que si todos estaban en clase no debía ser tan abrumador. Se equivocaba, lo sintió igual.
Miró la hora en su móvil, marcaba las 10:23 a.m y la habían citado a las 10:00. Era impaciente, no le gustaba que la gente le hiciera esperar y cuando llevaba casi media hora de pie, no es que le hiciera mucha gracia.
– Disculpa... los teléfonos móviles están prohibidos en este centro educativo, lo siento.
Alzó la cabeza con cierta molestia mientras lo metía en la mochila negra que había llevado consigo y se preguntaba si acaso habían enviado un robot programado para hablar.
Se encontró, entonces, con el rostro de una chica, estaba algo obesa, llevaba gafas y su papada se mezclaba con su cuello, tenía un cabello bastante bonito, castaño con reflejos, y unos ojos color miel que, pese a sus gafas, destacaban bastante. Era algo más baja que Eider, parecía no hacer falta ser muy alta para superarla en estatura, probablemente medía poco más de un metro cincuenta.
–No sabía que érais tan estrictos.
La chica rió.
—En realidad en la mayoría de institutos de Hamilton es así, en Weilotte somos algo más estrictos, sí, pero es por el bien del alumnado.
—¿Eres profesora?
Ella se sorprendió al tiempo que subía sus gafas que estaban por caerse. Eider notó cómo aquello la pilló desprevenida, se sentía confundida y algo molesta con su comentario.
—No...yo...en realidad soy meramente una alumna. —Tragó saliva e hizo un intento por sonreírle.
—Sabes bastante.
—Sí, la mayor parte de mi familia ha estudiado aquí. —Hizo una seña para que la siguiese, Eider hizo caso —. Mis padres estuvieron trabajando durante diez años, antes de eso fueron mis abuelos, ya sabes, aparentemente esto es hereditario.
La chica esperó que Eider se interesase en la conversación, normalmente le preguntaban si ella quería hacer lo mismo, o al menos respondían con una faceta sorpresiva. Ella no, ella parecía ni si quiera estar escuchando, como si no le interesara en lo absoluto.
Se dirigieron a la cafetería, una zona amplia con una barra y unas mesas.
—Esta es la cafetería. —La chica cruzó sus brazos por delante —. No te ilusiones, las mesas son solo para los profesores y el equipo directivo.
Eider asintió.
—Por cierto...bueno, es un poco tarde, pero acabo de darme cuenta de que no me presenté, en realidad tú tampoco lo hiciste así que...no sé, quizás... —Fue interrumpida.
—Eider.
—Es...peculiar, no parece de aquí, ¿eres de Hamilton?
—Sí.
—Bueno, pues yo me llamo Naia, encantada de haberte conocido. —Sonrió nuevamente.
—Vale.
Naia volvió a tragar, Eider notó como la chica estaba confundida, pensó que probablemente no sabía cómo comportarse.
—Ven, te enseñaré algunas clases.
Ambas se dirigieron a la planta superior, mientras tanto, Eider había estado observando el ambiente y cómo estaban distribuidas las habitaciones. Le sorprendió la cantidad de baños que habían, en su colegio como mucho contruyeron dos o tres, quizás.
—Me he fijado en tus ojos.
« Ya empezamos » Pensó ella.
—Son demasiado bonitos, raros pero bonitos.
—Lo sé.
—¿Tienes heterocromía?
Eider se encogió de hombros. En realidad, nunca había sabido el motivo de su color, sus padres claramente no la habían llevado a un médico ni le hablaron nunca sobre el por qué, si es que lo llegaron a saber. En cuanto a Ermine y Maysie, nunca hablaron de aquello.
—¿No lo sabes?
—No me interesa demasiado.
—Yo creo que si tuviese me tomaría más fotos de cerca, ya sabes, con la golden hour y todo eso ¿Tienes Instagram?
Ciertamente no tenía, no le gustaba mucho publicar fotos suyas y que desconocidos le dieran a "me gusta". Por no hablar de las indirectas que un like puede causar.
—No.
—Si te lo descargas me puedes encontrar como —Se aclaró la voz—: arroba, Naialooksyou, punto y un dos.
Ella asintió, no pensaba descargarse esa aplicación ni buscarla.
Llegaron a la primera sala, donde estudiaría Química, en realidad era una especie de laboratorio para estudiantes. Naia tocó a la puerta con los nudillos y esperaron unos segundos antes de escuchar un: « adelante » proveniente de una voz algo ronca.
La chica abrió la puerta y entró, no sin primero saludar, por supuesto, al resto de la clase. Después, la siguió Eider, que se quedó admirando a todos los alumnos, los cuales por supuesto también la veían a ella. Pudo percibir, sobre todo, curiosidad.
—Buenos días, Julian —saludó Naia —, queria presentar a Eider. —Le miró—. Ella es la nueva estudiante de la que te hablé, se incorpora a tus clases la semana que viene.
A Eider le extrañó la confianza que parecía tener Naia con ese profesor, quizás era así con todos, o tal vez cabía la posibilidad de que fuese un familiar o algo así.
—Oh, por supuesto. —Julian se acercó a Eider y le ofreció la mano, viendo que ella no respondió nada, la bajó y se rascó la nuca —. Bueno, bienvenida a la clase de Química, yo soy el profesor Julian y estos... —Señaló a los alumnos, ninguno había hablado. –...serán tus compañeros en esta clase. Espero que te lleves muy bien con ellos, todos son bastante...bueno, son adolescentes.
—Vale, gracias —respondió ella con su voz serena.
—Hay un sitio libre detrás de Erik.
Eider no se inmutó, simplemente se limitó a mirar al chico, del cual no había notado su presencia hasta ese momento. Erik sonrió genuinamente y ella rodó sus ojos.
—Está bien.
—Eider —la llamó la chica intentando captar su atención —, ¿por qué no te presentas a la clase?
Miró a Naia fijamente durante unos segundos, pensando en si aceptar la propuesta o si arrancarle la cabeza por haberla propuesto. A Eider no le gustaban nada aquellos momentos, ser el centro de atención a veces estaba bien, otras era incómodo. En ese momento, era la segunda opción.
Suspiró y después, se volvió hacia la clase para hablar. No sabía qué decir ni cómo se suponía que debía hacerlo.
—Soy Eider y voy a estar en esta clase este curso.
Naia le dio un codazo, notó como la vergüenza se desataba en el cuerpo de esta. ¿Acaso se avergonzaba de ella?
—Eider —ella giró la cabeza para ver de reojo al profesor —aquí dice que te llamas...
—Ya sé cómo me llamo, soy Eider, nada más.
— Oh, disculpa, le diré a los demás profesores que te llamen solo por el nombre de Eider...de igual forma, son bonitos, no te deberías avergonzar.
Ella giró sobre sus talones para tener una vista completa del profesor, que sonreía desde su mesa como un gilipollas.
—No me estoy avergonzado, no debería asumir nada.
—Oh, no, no, claro...es solo que he visto a muchos alumnos no les gusta su apellido y esas cosas, había pensado que...
—No me compare —lo interrumpió —, no me importan los demás alumnos.
Notó cómo el profesor se avergonzaba, probablemente más por su actitud que por la de Eider, al igual que Naia, la cuál probablemente maldecía el día en que aceptó hacerle un tour a una chica tan borde y que, en esos momentos, estaba más roja que la sangre.
Eider miró a Erik, el cuál estaba confuso e interesado, y después a Naia que se había quedado paralizada en su sitio.
—Naia, deberías ponerte hielo en las mejillas.
Salió de la clase y esperó algo más alejada de la puerta a que Naia saliera. Agudizó su oído para escuchar la clara conversación que ella mantenía con el profesor, en el cual le afirmaba que hablaría con ella para cambiar su "detestable actitud" y que realmente lo sentía.
Eider soltó un bufido al escuchar aquello. Le molestaba que hablasen a sus espaldas, bueno, como a todo el mundo, ¿no?
Unos minutos más tarde, Naia regresó pensando en la próxima charla que iba a tener con Eider por apoyarse en la pared cuando estaba prohibido por higiene de las paredes.
—No me jodas —maldijo para sí misma cuando la chica le echó una bronca —, ¿puedo hacer algo y que no me regañes como si fueses mi madre?
—Sí, y deberías empezar por disculparte con el profesor Julian. —Naia tomó del brazo a la chica y la dirigió hacia otro pasillo más aislado —. Eider, no puedes ir con esa actitud, este es un instituto serio, tómatelo como tal.
—Es un instituto como otro cualquiera, aquí habláis mucho de prestigio y esas mierdas.
—Eso es porque debemos mantener un listón alto, ¿no lo entiendes?
—Tú eres la que no entiende que a mí eso me importa una soberana mierda, sinceramente.
Naia resopló, estaba perdiendo la paciencia que aparentemente parecía tener.
—Por favor, compórtate mejor en las próximas clases, es importante para mí y créeme que sí me importa mi prestigio, es por lo que lucho a diario.
Seguía sin importarle, así que simplemente desconectó de la conversación, como mucho, logró escuchar a Naia rogando por plegaria y repitiendo lo mismo, que era importantísimo para ella aquel compromiso, que tenía que comportarse bien, que si lo hacía iba a tener beneficios, que lo hiciese por ella misma, que no sé qué...
—¿Si acepto te callas?
El rostro de la chica se llenó de emoción y asintió vigorosamente mientras cogía del brazo a Eider y se apegaba más a ella como si de mejores amigas se tratase.
—¿Podrías...? —dijo ella, mirando a su brazo y la manera en la que la estudiante la tenía cogida.
—Claro, claro, perdón Eider, ya sabes que me emociono mucho a veces.
De hecho, no sabía nada porque no se conocían. ¿Cómo iba a saberlo? Era absurdo, ¿cierto?
Tras unas tortuosas horas, finalmente el tour, (si es que se podía llamar así) finalizó con Naia y Eider en la puerta del edificio. La última algo cansada, en cuanto a la estudiante prodigiosa, con más energía que al principio.
—Ya nos veremos.
—¡Estoy tan emocionada de que nos veamos en clase! —La chica había cogido bastante confianza durante el trayecto, no le sorprendió a Eider el estado tan emocionado en el que esta se encontraba.
—Bueno, hasta la semana que viene.
—¡Adiós Eider! —La despidió con la mano mientras la veía alejarse hacia la parada de autobús.
.....
—Entonces, doy por hecho que te ha ido bien, ¿no?
Ermine se había interesado bastante en el progreso de la chica, aunque solo fuese un día, le había hecho miles de preguntas acerca de los compañeros y si se encontraba cómoda allí.
—Ermine, he ido a un instituto, no a Disneyland.
—Ya, ya...pero sabes a lo que me refiero. —Colocó los platos en el estante —. Si tienes algún problema...pues eso, estoy aquí.
—No tendría problemas si no me obligases a ir.
Un silencio incómodo se esparció por la cocina en el momento en que Eider soltó aquel comentario de forma tan brusca. No se sintió arrepentida, pero tenía empatía y supo que le afectó a Ermine, además notó como la energía que desprendía se había convertido en una de auto-decepción.
La chica se mordió el labio inferior, no sabía qué decir o como arreglarlo, no quería mentir y decir que no iba a decir eso cuando la verdad era otra. Pero no le pareció que Ermine mereciese aquel desprecio.
—Me irá bien, no te preocupes. —Su tía asintió levemente y después subió las escaleras para ir a su habitación.
Eider suspiró sabiendo que muy probablemente su tía iba a estar distante los próximos días, o al menos, hasta que ella se disculpase. El problema era que, aunque entendía cómo Ermine se sentía y el por qué, ella no podía pedir perdón.
Terminó de colocar la vajilla que su tía había dejado a medio hacer y subió a su habitación para cambiarse y salir a correr. Últimamente aquello era lo único que la despejaba, correr e irse lejos. Era una escapatoria.
Volvió a bajar, ya vestida con unos pantalones negros cortos, y una sudadera gris, por supuesto también llevaba su mochila y su teléfono, para ella eran dos cosas indispensables.
El aire fresco azotó su rostro proporcionándole serenidad. Contempló la calle solitaria a merced de la noche y aspiró el aire fresco para comprobar que en ese instante, todo estaba en calma, no había ninguna ente peligrosa, él no estaba en su cabeza y ella...ella era libre.
« Libertad »
La última vez que había escuchado esa palabra ni si quiera era capaz de recordarla. Había sido hace mucho tiempo, demasiado. Ahora era como un tesoro para ella, algo frágil y que puede desaparecer en unos instantes. Algo que quería y necesitaba, pero no podía tener por mucho tiempo.
Desde que lo conoció, todo había cambiado en su interior, él se metía en su cabeza todas las noches, Eider dejó de sentir, por miedo, porque siempre la observaba y hacía lo imposible para que todos esos sentimientos de alegría desapareciesen, al final, solo quedó un rastro de empatía, esa que nunca iba a perder, pero la dañaba.
El sentir y comprender a todos los demás, le hacía no poder comprenderse a sí misma.
Y cuando miraba atrás, no reconocía en quién se había convertido. Toda su esencia, su optimismo, su fragilidad, su tristeza, su orgullo...todo había desaparecido y rara vez llegaba a sentir algo más.
Comenzó a correr por las desamparadas calles que la rodeaban. Auckland era realmente un lugar precioso, pero ella nunca podría olvidar todo lo que había sucedido.
Los árboles, ennegrecidos por la oscura luz de la noche, se agitaban por el aire provocando que un leve sonido fuese el único que resonara en aquel momento.
Mientras escuchaba The Vamps observaba la naturaleza y las casas, algunas con jardines cuidados y variedad de flores, otros, descuidados y con algún que otro arbusto.
La adrenalina subía por su cuerpo, así que se detuvo, no podía darse el privilegio de sentir demasiado en aquel momento. Ella era más fuerte de lo que pensaba, pero no confiaba en sí misma y eso la debilitaba.
Maldijo al darse cuenta de que por segunda vez, estaba en frente de la casa de ese tal Reign.
« ¿Qué no hay más gilipollas en este lugar? »
Pensó que quizás Erik también estaba allí, tendría la excusa perfecta para poder admirar el cuidado jardín y tomar algunas fotos más a aquella flor. También pensó en lo ridícula que iba a quedar si la descubrían de nuevo.
« Eider, tienes que irte y dejar de intentar ser una estúpida. » Luchó contra los pensamientos que evocaban de su cabeza y sin más, dio un paso adelante. Solo había unos cuantos pasos, cruzar la carretera para llegar.
Se cercioró de que las luces de la casa estaban apagadas y después, se acercó más para observar a aquella flor. Nunca había sido fan de la naturaleza, le gustaba porque le transmitía paz, pero rara vez había ido a un campo.
Sacó su móvil y tomó algunas fotos, después giró sobre sus talones y gritó victoria (no literalmente, por supuesto) mientras volvía a cruzar la calle.
—Sabía que no te ibas a resistir. —Escuchó la voz grave, tristemente no era la de Erik, lo confirmó cuando pudo percibir la esencia que emanaba de aquel chico.
Se quedó paralizada sin saber qué responder. ¿Qué se solía hacer en esos casos?
—¿No vas a enfrentarme? —volvió a hablar y después soltó una risa.
Eider giró sobre sus talones y pudo ver a aquel chico, apoyado sobre la valla que separaba el jardín de la calle y con una expresión de superioridad.
« Ridículo. »
—No tengo absolutamente nada que enfrentar —respondió con total pasividad y ese tono frío y distante que usualmente utilizaba.
—Las cámaras de mi casa —Hizo énfasis en la palabra «mi» — dicen lo contrario. ¿Qué quieres?
—Nada.
Reign rió nuevamente.
—Es extraño que una chica se vaya paseando tan tarde por las calles vacías.
Eider miró la hora en su móvil, se dio cuenta de que ya habían pasado casi dos horas desde que se fue de casa, por lo que eran más de las doce de la madrugada.
—También es extraño que espíes a las chicas que pasean solas por las calles vacías tan tarde.
Volvió a reír, Eider siguió igual de pasiva que al principio pero a Reign parecía hacerle mucha gracia la situación.
—Has tenido tu punto —dijo mientras aguantaba la risa.
Eider, viendo que él le estaba quitando tiempo, volvió a retomar el paso, así que cruzó la carretera para ir a algún otro lado.
—Nos veremos, Radley.
Ella se quedó quieta, con un brazo a mitad de completar la acción de colocarse los audífonos y con el ceño fruncido.
Giró para verlo, pero él había desaparecido.
.....
BEHIND THE SCENES
*La cámara enfoca a Reign y Naia sentados en la mesa*
—Ambos estamos de acuerdo en que el carácter de Eider es una mierda, ¿verdad que sí?
—Sí, Naia, lo es.
*Se escucha como la puerta es aporreada y los gritos de una chica insultando: "¡abrid la puta puerta, gilipollas!"*
—¡Eider deberías tranquilizarte, sabes que llevamos razón!
—Si le dices eso la vas a enfadar más, Reign.
—Créeme, es imposible que se enfade más.
*La puerta es destrozada y se cae al suelo dejando ver la imagen de Eider, brillitos aparecen a su alrededor y entra a cámara lenta con música*
—Oh, Reign —dice Eider, acercándose a la mesa, se interpone entre ambos — siempre espera lo inesperado.
*Le toca la punta de la nariz antes de hacer un brusco giro con su cabeza para irse a cámara lenta, como si de un videoclip de Ariana Grande se tratase*
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