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4. "¿Alucinaciones?"

» El único medio de conservar el hombre su libertad es estar siempre dispuesto a morir por ella.

...

Yei.

La habitación está oscura, hay un hedor que me provoca náuseas y me estoy empezando a marear, pero no quiero caer. He llegado hace horas, he estado de pie en la nada, y luego, ahora, decido tomar el control y andar. Pero estoy andando y no llego a ningún lugar.

–¿Quién diablos eres? —es esa voz, de mujer y aguda, me ha estado hablando durante un largo tiempo, luego dejó de hablar, se detuvo, y ahora está hablándome de nuevo, decido responderle.

—Yei Kita, mi nombre es Yei Kita, tengo diecisiete años, soy de Tailandia, odio el blanco, odio el blanco, odio el blanco...

Sigo repitiendo la última frase, quiero dejar de hablar pero no puedo (no quieres). La habitación sigue oscura y el hedor ya no me molesta, casi no lo huelo.

—Regreso.

Me callo al escuchar esa palabra.

« Regreso »

Regresar. ¿A qué?

Hicimos cosas, muchas, luchamos, perdimos, ganamos...no lo recuerdo, pero está volviendo de nuevo, tenemos que regresar. Sólo ella puede hacerlo, yo no.

—Odio...el...blanco.

—¿Por qué?

Porque estoy rodeada de él, no ahora, pero lo he estado, lo voy a volver a estar y eso no me está gustando, me asusta.

—Odio el blanco...

—Habitación.

La habitación, es un lugar que no me gusta, me obliga a estar allí, él lo hace, él siempre gana.

Él, él, él, él, él, él, él, él...siempre él, él, él, él, él, él, él, él...gana, él, él, él, él, él, él...va a ganar.

—Esto no es real —dice.

¿No lo es? Porque yo siento que sí, que es más real que nada del otro lado, aunque esto está oscuro y alguien que finjo no conocer me está hablando, es más real que nunca. Es mi realidad.

—Siempre lo ha sido.

No me responde.

—Tú siempre te metes en mi cabeza y logras hacerme esto, logras hacerme sufrir.

Más silencio.

—Luego desapareces...pum, como si nada, como si yo fuese normal y tú no existieras.

No me quiere responder, sabe que no puede negar nada de lo que digo, porque aunque tiene el poder sobre mí y puede hacer que esté así, en este limbo entre tu realidad y la mía, para siempre, no lo hace.

—Mátame si es lo que quieres.

—No quiero eso.

—Pues haz que me despierte.

—No quiero eso.

Va a repetir la misma frase siempre, ¿no? Como un robot programado, como un crío redactando las mentiras que le han obligado a decir.

—Tú quieres matarnos a todas.

—No quiero eso.

—Tú quieres el regreso.

Se forma un silencio... sí que lo quiere, ¿cómo no va a quererlo? Quiere tenernos en sus manos.

—Tú la quieres a ella.

—No...no quiero...eso.

—Ni si quiera puedes mentir, sácame de aquí de una vez.

Se va a rendir, debe hacerlo... vamos, hazlo.

—¡Hazlo! —grito.

Yei se despertó sudando, miró el reloj de péndulo que era alumbrado por la luz de la luna y vio que marcaba las 2:50 a.m. Decidió ir al servicio para echarse agua en el rostro y poder despejarse un rato.

Estando en el pasillo, optó por acercarse a la habitación de sus padres, a veces necesitaba tener la seguridad de que ambos estaban bien, al final, era su problema si algo les pasaba. Su mayor problema.

Abrió cuidadosamente la puerta, no chirrió (sus padres odiaban cuando eso pasaba, a menudo solían comprobar el estado de estas). Los dos estaban dormidos, le dio satisfacción ver cómo estaban seguros. Él no podía hacerles daño, ¿verdad?

« No se atrevería » Pensó.

Bajó hasta el baño de la primera planta, al entrar vio su espantoso relfejo en el fino cristal. Tenía el cabello con nudos, sus hebras se habían enredado. En su rostro había ojeras, últimamente le costaba dormir y conciliar el sueño más de dos horas seguidas era casi imposible.

No le hacía falta soñar con él, tenía pesadillas mucho (mucho) peores en las que ni si quiera lo mencionaba.

Al regresar a su habitación vio como nuevamente su ventana estaba abierta, de par en par. La corriente de aire le puso el bello de punta, seguido de un escalofrío que recorrió su espalda. Esta vez, los pasos que avanzaba, iban chirriando, uno por uno. Al entrar completamente a la habitación, el sonido de la puerta cerrarse la asustó, por lo que emitió un leve grito que tapó con su mano.

No era ella, Eider se colaba en su cabezas de muchas formas, pero era más sutil, no destrozaba la casa ni abría ventanas como si fuese un fantasma. Así que descartó la idea de que se quisiera comunicar de nuevo.

—¿Qué quieres? —musitó.

No obtuvo respuesta, el frió viento no cesó. ¿Debía, quizás, tomar eso como una? Estaba confundida y su mente se quedó en blanco.

Odio el blanco...

Recordó aquella frase que había repetido en su sueño, no se acordaba de si le había funcionado para algo, solo supo que la había dicho muchas veces, pero...¿solo en el sueño?

—Odio el blanco —la primera vez no ocurrió nada, cerró los ojos concentrándose —, odio el blanco, odio el blanco, odio el blanco, odio el blanco...

—¿Por qué lo odias? —el viento comenzaba a cesar, Yei no lo notó ni si quiera, no estaba pendiente.

—Yei Kita, mi nombre es Yei Kita, tengo diecisiete años, soy de Tailandia, odio el blanco, odio el blanco, odio el blanco...

Siguió repitiéndolo un largo y tendido rato, esta vez, la frase completa, como si estuviese rellenando una ficha de autoconocimiento una y otra vez.

—Regreso.

Déjá vu. Sensación de haber pasado con anterioridad por una situación que se está produciendo por primera vez.

No, no era la primera vez. Ya había ocurrido, ¿cierto?

Dejó de hablar después de escuchar la palabra. Le sonaba el regreso, habían pasado cosas, habían luchado, ganado, perdido...lo sabía perfectamente, pero no lo recordaba. No recordaba los detalles, ni el por qué, ni si quiera el final, porque no sabía si tenía uno. Yei se dio cuenta de que no podía regresar, no sin ella.

—Cállate —dijo furiosa.

—Huir.

« Huir »

¿De qué? No lo entendía, o quizás sí y no quería entenderlo, no quería darse cuenta.

Ella podía regresar, pero Yei controlaba las personas, y aunque él no fuese nada humano (ella tampoco lo era del todo), ejercía control sobre su mente, sus pensamientos, su aura, la podía ver.

Cerró los ojos y se concentró en el ambiente plagado de su ser, aspiró aire, sus manos delicadas y finas formaron dos puños. A su alrededor, comenzó a crearse un halo de luz de una tonalidad ámbar. De ese halo salieron raíces del mismo color, no eran plantas, eran vida. Finas líneas que se expandían por la habitación, de cada línea salía otra raíz, y después otra.

Ganaba energía consumiendo la de él, pero no era lo que quería, ella necesitaba saber qué pensaba.

Consiguió abrirse un espacio en sus pensamientos, breve, inestable y muy leve, pero lo hizo. Descubrió que no estaba sola, que él manipulaba a otras al mismo tiempo, encontró a Eider y vio cómo la atormentaba cada noche.

« No soy la única que no concilia el sueño » Pensó.

Pero no fue la única, también vio a una chica, no supo su aspecto pero sí que la controlaba. Era distinto, no lo hacía como con Eider y Yei, la controlaba completamente, podía cambiar sus pensamientos, torturarla, la obligaba a pensar o hacer lo que él quisiera... pero ella no tenía vida.

« ¿A quién ha matado? »

Intentó ver su rostro, sus ojos eran sificientes para hacerse una idea de quién podría ser, pero no se lo permitía, estaba bloqueando ese camino.

Se empezó a cansar cada vez más, así que salió de su ser, cuando recuperó la vista normal, el ambiente volvía a ser el de antes, sin raíces ni halos de luz, solo ella.

Cerró la ventana y volvió a la cama, sabiendo que no iba a dormir, pensando en lo que tramaba él.


...

—Taun, tu hija quiere hablarnos de algo importante, qué menos que apartes la vista del televisor —él hizo caso a su esposa.

—Si tu madre insiste...

Yei se aclaró la voz para después comenzar a hablar sobre su supuesta ida a un colegio privado.

—Papá, mamá, mis notas son excelentes, me encanta estar aquí y estoy muy orgullosa de ser de un lugar como Tailandia —ambos sonrieron genuinamente —, pero siempre os he dicho que me gustaría ir fuera a estudiar, ¿recordáis?

Miraron fijamente a su hija. Yei estaba usando su don, les hacía creer que aquello era cierto, que siempre quiso ir a un instituto llamado Weilotte.

—Sí... sí, lo recuerdo —confirmó finalmente Kyoco.

—Pues me voy este fin de seman a Hamilton, en Auckland... estaré allí unos meses y me alojaré en un apartamento el cual vosotros firmaréis para que me dejen alquilarlo ya que soy menor de edad, además me daréis una paga... sí, una paga mensual para que viva...bien.

Realmente esperaba estar haciéndolo bien, parecía que con su madre había funcionado, sus pupilas estaban dilatadas y no apartaba la mirada, estaba completamente hipnotizada. Con su padre era distinto, miraba cabizbajo y no había dicho ninguna palabra. No solía hacerle eso a sus padres, así que no controlaba sua reacciones.

—¿Papá?

Tardó unos segundos en reaccionar, hasta que alzó la cabeza y vio sus pupilas igual de grandes que las de su madre, él asintió levemente, dando aquella conversación como finalizada.

Subió arriba y cogió su teléfono, después se calzó y salió fuera, quería aprovechar para despedirse de sus amigas.


Kaydei.

Esto es aburrido, demasiado. Lo único que hace es ¿entrenarme?, sí creo que lo llamaré así. Me entrena mentalmente, está casi constantemente obligándome a ver su rostro, el de la chica. No entiendo qué tiene de especial, es como las otras dos, personas normales, ¿no? Bueno, al parecer no para él.

Me ha dicho que me refiera a su persona (la cuál no he llegado a ver, creo que no existe) como "El Señor", lo cual me parece ridículo. Patético y absurdo, ¿quién se cree que es? ¿Dios?

Aunque le debo agradecer, porque en momentos como ese me hizo reír (literalmente). Me empecé a descojonar y sentí cómo le creé confusión, no supo que hacer y eso me entretuvo aún más. Claro que luego me torturó y ya no fue tan gracioso, pero a fin de cuentas...¿qué más dará cómo lo llame? Estoy muerta, mi palabra no cuenta una mierda.

De repente, alguien ha invadido mi espacio, mi mente. No, rectifico, no era la mía era la suya. Pero al estar conectados puedo sentirlo yo también. Era una de esas chicas, se ha puesto a rebuscar entre toda la mierda que hay aquí, El Señor...

Perdón, esto es demasiado vergonzoso. No pienso llamarlo como si fuese mi Dios, me niego.

Él ha intentado bloquearle, pero ella era tan fuerte que le ha sido imposible, en parte es porque al tenerme a mí bajo control le cuesta mucho controlar a otros.

He intentado comunicarme con ella, decirle que se fuese antes que sea tarde, pero él ha empezado a ejercer presión en mi mente y he quedado aturdida por el dolor.

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