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1. "Desconocidos"

»Tal vez sea la propia simplicidad del asunto lo que nos conduce al error.


...

Algo despertó a la chica de cabello negro, pero esta vez no fue ni la lluvia, ni la alarma del teléfono. Sintió el miedo cerca, demasiado para ser una simple pesadilla, ese pánico provenía de alguien más. Abrió sus ojos y examinó la habitación, al frente de su cama había un espejo en el que se reflejaba ella, odiaba ese trasto.

Bajó las escaleras del ático para comprobar que estaba todo en orden, aunque claramente no era así.

Diferenció una sombra en la oscuridad del salón, pero no le asustó, pocas cosas le daban miedo en aquel momento. La sombra tenía forma de persona y sostenía lo que aparentemente era un cuchillo jamonero.

<< Como me pierda el cuchillo lo mato, amo el jamón >> Pensó Eider.

Podría ser una mujer, su cabello tenía una largura por debajo de los hombros, claro que en pleno siglo XXI es bastante normal que los chicos lleven cabello largo, pero algo le decía a ella que se trataba de alguien familiar.

Respiró profundamente para darse cuenta de que el miedo venía de esa persona. Pensó en lo estúpida que había sido, no se dio cuenta de que era su tía.

Suspiró.

— ¿Ermine? —automáticamente la mujer se giró exaltada, soltó todo el aire que había acumulado

—¿Qué estás haciendo?

—Shh... —se acercó a la chica susurrando— hay alguien...aquí, lo-lo he escuc-escuchado.

—Pero si no hay nadie aquí —se cruzó de brazos.

—Lo he visto... estaba bajando y...no sé —Ermine se frotó los ojos, parecía cansada.

—Voy a revisar la casa, tú quédate aquí y-

—¡No! No puedo dejarte ir sola.

Rodó los ojos —No me va a suceder nada, tranquilízate por favor.

Eider encendió la luz, el rostro de su tía era cuánto menos memorable. Le indicó que se sentase en el sofá para ella continuar revisando el piso.

—Toma —cogió el cuchillo, aunque ella dudaba que fuese necesario.

En la planta baja no había nada ni nadie, así que subió de nuevo arriba. Seguía pensado que era una estupidez, tal vez alguna ventana había sido golpeada por el viento nocturno o algo así.

La primera puerta, daba a la habitación de Ermine, la abrió cuidadosamente mientras esta chirriaba. La única luz que llegaba a alumbrar el dormitorio era gracias a la luna.

Se adentró en esta, la cama de Ermine estaba bastante deshecha, había ropa tirada y otra encima de una silla. En la estantería habían muchos libros mal colocados. Eider tenía la costumbre de ordenarlos por orden alfabético o tamaño, sin embargo a su tía eso no le pareció nada importante.

<< Por Zeus, ¿por qué la gente no tiene ni un poco de respeto hacia los libros? >>

Encendió su teléfono y activó la linterna, claro que luego recordó que existía algo llamado interruptor, pero le pareció mucho más interesante y divertido hacerlo como esa policía.

Sí, esa. Vanessa Jepsen era una actriz que actuaba de policía en "24 hours to die", una serie bastante popular. Eider siempre admiró a aquella chica por su valentía y la manera que tenía de afrontar las cosas, además, siempre que entraba a investigar la escena de algún crimen llevaba su típica linterna.

Alumbró todos los rincones de la planta superior y no encontró nada —como era de esperar—, aún así tenía el presentimiento de que algo malo iba a suceder.

Quizás ya estaba ocurriendo, claro que con ella...todo era tan espontáneo e inesperado, que a veces incluso le costaba entender sus propias situaciones.

Volvió a bajar para avisar a Ermine, la encontró tumbada en el sofá dormida y con un brazo colgando. Las ventanas estaban abiertas así que se acercó para cerrarlas, admiró el anochecer.

Tal vez estaba intentando buscarle demasiada lógica a algo tan simple como lo es el regreso, pero ella no quería regresar, ella quería destruir lo que la dañaba.

Tapó a Ermine con una manta de terciopelo y subió a su habitación. Se cambió rápidamente, optó por vestir una camisa ancha de color negro y manga corta, acompañada con unos pantalones despegados del mismo color y las zapatillas blancas.

Tomó sus auriculares y su móvil y salió de la casa mientras escogía una canción. La última vez había estado escuchando la banda que a su padre le solía gustar, pero ahora estaba cansada, quería escuchar algo que realmente le gustase a ella, pero nunca se había atrevido realmente a escuchar más música además de esas bandas. Era el momento.

Finalmente le dio a play y "Moral of the Story" comenzó a sonar. Iba tarareándola mientras caminaba por las oscuras calles. No tenía miedo, es más, en aquel momento, sin que nadie la viera o la juzgase se sentía más ella que nunca. Era Eider Adams, la chica que en ningún otro momento llegaba a ser. No intentaba agradar a los demás, pero escondía la mayor parte de ella y eso era suficiente para que la gente a su alrededor la tomase como alguien borde, distante y con maldad. Claro que era así, pero también tenía más cualidades que nadie se atrevía a ver.

—No eres suficiente, nunca lo serás —la mujer encendió el porro de marihuana mientras se cruzaba de piernas sobre la silla—, si de verdad quieres ser algo o alguien útil tienes que casarte, te lo he dicho muchas veces —dio una calada— ya sabes, siempre a uno que tenga dinero —expulsó el humo—. Da igual la edad, esa mierda no importa, así que esfuérzate por no ser una decepción y deja de estudiar esas gilipolleces.

Fulminó con la mirada a la niña, que con un gesto de tristeza cerró su libro de matemáticas y se levantó para dirigirse a su habitación.

—Espera —la paró la mujer con el brazo antes de que pudiese marcharse—ve a la cocina y tráeme la jeringa —ordenó.

La cría se limitó a acatar las órdenes de aquella mujer y entró en la cocina, la cual estaba asquerosa. Había platos que probablemente llevaban días ahí, la basura no se había sacado y comenzaba a oler cada vez más a tabaco y puros.

Estiró su delgaducho y pálido brazo hacia el fondo del cajón donde estaban las jeringas. Cogió una, al principio le daban miedo y asco, pero ya estaba acostumbrada. La rellenó con la morfina y se la llevó a la mujer que esperaba con el porro entre sus dedos.

Ahora sí, la pequeña cogió de nuevo el libro y caminó por el pasillo, no sin antes escuchar como su madre gritaba:

—¡Acuérdate de que quiero mis nuevas tetas!

No le agradaba su madre, pero odiaba todavía más el hecho de que no podía odiarla, de que la quería pese a todos aquellos maltratos.

Hizo una pausa y respiró profundamente, necesitaba descansar. No había nada abierto, claramente, era demasiado temprano para que abriesen. Caminó despacio mientras la música seguía reproduciéndose.

Estaba tranquila, tenía que estarlo por su propio bien, como siempre.

Observó el ambiente, los árboles eran sacudidos levemente por el viento, en la acera de al lado, en el jardín de una casa con fachada blanca, habían plantado un arbusto con flores blancas. Le sonaba bastante ese tipo de flor, así que se acercó.

En la casa —o bueno, mansión porque era enorme, de hecho contaba con tres pisos— no había ninguna luz encendida, por lo que Eider dedujo que quizás estaban dormidos, lo que sería bastante más normal debido a la hora. Una valla blanca y aparentemente bastante resistente  separaba el jardín de la acera, pero las flores sobresalían por esta. Tomó varias fotos que después probablemente imprimiría y colgaría en algún corcho.

Se puso de puntillas para mirar el resto del jardín, estaba bien cuidado, una pequeña fuente ornamental alumbraba el espacio que la rodeaba con una luz tenue.

Se giró para volver a casa ya que tenía cosas más importantes que estar cotilleando jardines ajenos, una voz grave la detuvo.

—¿Necesitabas algo? —era joven, de eso estaba segura, además tenía que ser un chico.

—No —respondió secamente mirando de reojo, pero no logró detallar el rostro de la persona, solo que era alto, no mucho.

—Es muy tarde para estar merodeando por las casas, ¿no crees?

—Me acerqué por la flor, nada más.

—Es un galán de noche, aunque también la llaman jazmín de noche.

Eider asintió con la cabeza antes de volver a andar.

—¿Quieres una? —el chico volvió a detenerla, esta vez ella se giró y se acercó un poco a la valla.

—Nunca me habían invitado ni a una cerveza, no pensé que la primera vez fuese a llevarme una flor.

El chico se encogió de hombros.

—Curiosidades del destino.

Se formó un silencio incómodo en el que la chica pudo detallarlo más, quizás tenía los ojos algo oscuros, marrones probablemente, era de un tono de piel más bronceado, y su cabello rizado caía a mechones sobre su frente.

—¿Quieres pasar? —preguntó finalmente él.

Eider se quedó pensativa.

—Me tengo que ir, como has dicho es tarde y no creo que sea buena idea entrar en casa de un desconocido.

En parte era eso, pero por otro lado no quería hacer amistades, siempre le había ido mal socializando así que llegó el momento en que dejó de intentarlo. La gente encontraba cosas de ella que no les gustaba, la juzgaban tanto y ningún crío se quería ir con ella, porque era la risa de todos, la chica de la que todo el colegio se reía, nadie quiso juntarse ni hablarle.

—No es mi casa.

<< ¿Y a mí qué? >> Pensó, de igual modo asintió levemente.

—Soy Erik —él alzó la mano sobre la valla esperando recibir el mismo gesto.

—Vale.

Erik apartó la mano y ahora era su turno para observar a la chica, como su cabello largo y ondulado le llegaba hasta debajo del pecho. Tenía unos ojos extraños, uno de ellos era de un color más claro, el otro parecía más oscuro. Frunció el ceño al darse cuenta.

—¿Pasa algo? —preguntó ella.

—Me estaba fijando en tus ojos —respondió Erik nervioso.

—Tengo dos.

El chico rió.

—Sí, puede ser.

—Me voy.

—¿No quieres entrar?

—No.

—Bueno, ya nos veremos.

—Lo dudo.

—Estabas caminando por aquí, ¿no vives cerca?

Eider rodó sus ojos, cansada de preguntas.

—De hecho vivo en Narnia, pero suelo darme estos paseos nocturnos una vez a la semana para colarme en jardines ajenos y encontrarme con adolescentes con hormonas alteradas que me invitan a una casa que ni si quiera es suya y me ofrecen una flor.

Una carcajada sonó detrás de Erik, un chico algo más alto que él y con cuerpo atlético y tatuado anduvo hasta quedar a su lado.

—Ahora si no te importa, Erik y yo vamos a volver adentro, te pido por favor que dejes de andar por aquí, son altas horas de la madrugada y es raro.

—Reign... —Erik suspiró— solo estábamos hablando.

—No sabes si quiera si se quería colar o robar algo.

Eider rodó los ojos.

—De todas formas ya me iba, hasta nunca.

Se giró, sacó su teléfono, escogió una nueva canción y volvió trotando hacia casa. Le hubiese gustado girar la cabeza para ver si aún seguían allí, pero no quería quedar peor de lo que ese tal Reign la había dejado.

<< ¿Ladrona yo? Qué coño se cree ese gilipollas? >>

Decidió no darle más importancia al tema.

.....

En la mesa estaban los cubiertos, tres platos y vasos sobre el mantel beis que Ermine compró hace tiempo y que aún se mantenía en buen estado. En la cocina, la
mujer estaba acompañada de una chica joven que la ayudaba a preparar la comida, en este caso, ya estaba casi terminada.

—¿Cuándo viene? —preguntó la chica.

Ermine miró de reojo el reloj que colgaba en la pared y marcaba las 2:15 p.m.

—Le falta poco, estará aquí casi ya.

—Aún no entiendo por qué no la animas a que vaya a las presenciales.

La mujer suspiró y apoyó ambas manos en la encimera.

—He intentado decírselo, pero no quiero arruinar la confianza que tenemos ahora mismo, prefiero que ella haga lo que quiera.

—En algún momento va a tener que ir, los servicios sociales no te dieron mucho más tiempo.

—Lo sé...

—¡Claro que no!

La joven terminó de aliñar la ensalada y colocó el aceite al lado del vinagre.

—De aquí al próximo trimestre todavía falta algo de tiempo.

—Mamá —la chica sujetó a Ermine por lo hombros— hoy dan las vacaciones de primavera, en dos semanas volverá y en tres semanas te van a empezar a reclamar a tí — hizo énfasis en las dos últimas palabras—, no creo que el que la tratasen mal de pequeña les sirva para que te den más tiempo.

—¿Y si se lo dices tú? —la joven suspiró—. Sabes que se te da mejor hablar con la gente, tal vez la convences.

—Intentaré hablar con ella, no te prometo nada.

Una sonrisa se formó en el rostro de Ermine. Consiguió escabullirse del meollo. Durante todo el tiempo criando —o intentándolo— a Eider, la mujer y ella habían tratado de crear un vínculo, pero Eider siempre fue muy cerrada y Ermine no se solía atrever, así que aprendió a tratar con ella sin profundizar demasiado.

Fue la primera persona que quiso conocerla, que se atrevió a adentrarse en un pozo sin fondo, aún sabiendo lo que se encontraría.

El timbre sonó y la muchacha fue a abrir la puerta. Unos segundos después estaban entrando juntas, la chica con una sonrisa gentil y Eider...bueno, siendo Eider.

—Hola, Ermine —la mujer le sonrió a modo de saludo para después sentarse.

Eider no sabía si sacar tema sobre algo, el silencio y las miradas —supuestamente discretas— entre su tía y su prima no ayudaban demasiado.

—¿Qué tal en Londres, Maysie? —la chica se sorprendió por la pregunta de ella, es decir, era algo normal, pero no viniendo de alguien como Eider.

—Bien, bastante ocupada. Ya sabes, tantos críos a veces resultan agotadores.

—¿No enseñabas a adolescentes?

—Oh, sí, sí, pero suelo referirme a ellos por ese término.

Ermine miró a Maysie esperando a que le comentase sobre su vuelta a clases presenciales, ya que la joven no entendía a su madre, la mujer aprovechó el despiste de Eider, que estaba apartando la cebolla de la lechuga, para gesticular con la boca las palabras.

‘‘Digo que se lo digas”

“¿Qué le vas a decir”

“Yo nada, tú”

“Es mejor nadar en verano”

“¿Por qué hablas del verano?”

—¿Por qué pensáis que no me doy cuenta? —madre e hija saltaron por la sorpresa al escuchar la voz de Eider.

—Dery...te tengo, o sea, tenemos que hablarte —comenzó Maysie señalando a su madre y a ella misma— sobre un asunto importante.

—Vale, dime —dio paso para hablar mientras comía un trozo de pan.

—Los Servicios Sociales no dan...mucho tiempo más.

Eider miró fijamente a Ermine, que permanecía callada con la cabeza gacha. Sentía algo de remordimiento por no habérselo contado antes, pero tampoco quería auto-juzgarse por eso, siempre fue muy duro consigo misma en todo lo que tenía que ver con la chica, a veces se preocupaba más por ella que por su propia hija. En otros momentos, la consideraba una hija más, pero luego recordaba las duras palabras dichas por Indy y esa idea se esfumaba de su cabeza.

—Vas a tener que volver el próximo trimestre —Ermine finalmente habló.

—Me dijiste que... —Eider intentó replicar, pero su tía volvió a interrumpirla secamente.

—Te dije muchas cosas, lo sé —la miró a los ojos—, pero yo no hago milagros, Eider, no puedo darte todo lo que tú quieres.

—No voy a volver.

—Acéptalo, ¿vas a estar toda tu vida encerrada por miedo? No, dudo mucho que tú sientas miedo.

—¿A qué mierda te refieres?

—Has pasado por cosas peores, puedes y podrás con esto —Eider negó con su cabeza—. Otra cosa es que quieras afrontarlo.

Maysie miró a las dos chicas. Pensó que si lo hubiera dicho, hubiese tenido algo más de tacto, era lo que, según ella, Dery necesitaba. Sensibilidad, darle la razón, comprenderla. Era lo que todos los críos necesitan, ser escuchados y sentir que hacen lo correcto. En ocasiones, hasta los adultos lo necesitan.

—En tres semanas es tu primer día.

La mujer se levantó y recogió su plato y vaso para ponerlos en el fregadero. Prefería ser más directa, sintió que si no lo hacía de esa manera, le sería imposible decírselo a su sobrina.

Eider se levantó bruscamente de su silla y subió las escaleras arriba. Estaba tan enfadada que no quería hablar con nadie, quería estar sola, como siempre, en la soledad que la rodeaba.

<< Si claro, ahora quiere hacerme ver que ella no puede hacer nada, será mentirosa. >>

Tiró la almohada al suelo y la golpeó repetidas veces. Muy probablemente se imaginó que esta era Ermine, pero quién sabe.

......


B E H I N D  T H E  S C E N E S

*La cámara y el micrófono apunta hacia Eider, que está a punto de morder el cruasán.*

—¿Empezamos? —pregunta a los demás, que están sentados rodeando la mesa.

*Todos asienten*

—Pues yo creo que Eider reaccionó como todos lo hubiésemos hecho —el micrófono se acerca hacia Chelsea, que está hablando—. Seamos sinceros, algunos nos hubiésemos puesto incluso peor.

*Erik levanta la mano y la cámara vuelve hacia él*

—A ver... admitamos que Dery es bastante impulsiva.

—Tú también lo eres —responde la chica.

—Cariño, siento decirte que eres la más impulsiva —Fredrika habla.

—Agh, cállate Federica, nadie te dio vela en este funeral —Yei habla.

—Me llamo Fredrika, dum.

—Dum no, Yei.

—Douchebag.

—Producción —Yei aplaude para que alguien le de vela— ¿me está insultando en sueco?

—No, Yei, te está dando las buenas noches.

—No te metas Chelsea, porque tu nombre también tiene para rato —replica Eider.

*Alguien de producción intenta ir para detener la pelea, pero lo detienen porque necesitan más vistas, así que hacen una seña a los demás para que salgan de escena, quedan solo Yei, Fredrika y Chelsea*

—Me cago en la puta, te llamas Chelsea Chester.

—¿Y? Sí, tú eres Yei Kita la puta quejica y no digo nada.

—Oye chicas, esto se está yendo del tema —Fredrika interviene.

—Shup up! —Chelsea manda a callar a Fred.

—Agh! —Fred se queja— Jag tror inte att jag måste dela samma luft som dessa dårar*.

*Producción pone en pantalla la traducción*

—¡Chicas! —Eider, cabrada, entra a escena y separa a las tres chicas que se están cogiendo del pelo— Tenéis que apoyaros.

—Agh...cierto.

—Bien, ahora daos un abracito y vámonos.

*Se abrazan y se corta la conexión*

Comentario de Fredrika en sueco: *No me creo que tenga que compartir el mismo aire que estas estúpidas.

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