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Capítulo 5

Senna Sanders, conocería a mi madre en el centro psiquiátrico, lugar en que había llegado, luego de una crisis depresiva. Senna cobijó a mamá y le ayudó a hacer de su vida en el centro más aliviana. Así nació una enorme amistad, que fue trasladada a Landon su esposo.

Landon, un prestigioso abogado al ver la soledad de mi madre, quiso investigar sobre ella, hallando alrededor de su ingreso una tensa niebla de las que pocos empleados dentro del centro deseaban hablar. Mamá no contribuyó en despejar dudas o ampliar detalles los primeros años.

Lejos de desanimarse, lo instó a querer saber el motivo de su miedo y el silencio de quienes le cuidaban. Gracias a Senna quien logró derribar el muro impuesto por mi madre y logró extractos de la verdad.

Había sido recluida por su esposo en venganza por una infidelidad. La hizo pasar por muerta, le quitó su dinero y a sus dos hijos. Amenazando con hacerles daño, si abría la boca. No tuvo otra opción más que guardar silencio y fingir demencia.

Los intentos que denunciara fueron anulados siempre por mamá y el terror que le tenía a su esposo. Sus dos hijos podrían sufrir las consecuencias. Estar encerrada y fingir demencia, mantenía calmado a su esposo e ilesos a sus hijos.

Confesó la existencia de un testamento en donde dejaba a Alfred por fuera de su fortuna y que realizó mucho antes de que Vass descubriera que pretendía huir con su amante. Aunque jamás dijo donde o quién lo tenía.

Mencionó además la existencia de una herencia dejada por su abuela materna, que jamás logró legalizar, pero que dejó estipulado pasara a nombre de su segundo hijo. En aquel instante, estaba embarazada y desconocía el sexo de su hijo.

Temiendo que al hacer oficial la herencia materna, le fuera quitada por su marido, pagó para que fuera resguardada en una caja de seguridad de un banco.

Giles y asociados se convirtieron en la firma de abogados escogida por mamá para entregar el mencionado documento. Una llave que colgaba de una cadena en su cuello y un clave memorizada, lograron que la firma accediera a ella.

El documento se haría oficial cuando su segundo hijo cumpliera la mayoría de edad. Margot, sospechaba de la existencia de ese testamento, fue el motivo de tanta protección y de ayudarme a huir.

Senna Sanders fue dada de alta y hoy puede gozar del cariño de su hijo y esposo. Con ciertas limitaciones, mamá nunca pudo tener esa dicha. Hallé la verdad cierto día en que decidí asear las cosas en la cabaña. Dentro de las cosas de mi supuesta nana, encontré documentos que la mencionaban como madre de Alfred, consignaciones a un centro de reposo y el nombre de la persona que cuidaban. Luisa Nevill, mi madre.

Me largué de allí en cuanto tuve la oportunidad y no regresé. No tengo idea que fue de ella, espero que esté muerta y su cuerpo se encuentre ardiendo en el infierno.

Hace cinco meses, mi madre murió y tal como se lo prometí, no acudí a su sepelio. Una promesa puesta en Landon a quien le hizo jurar haría cumplir y que vendría a ser la última conversación cuerda que tendría con él. Mamá no volvió a buscar a su amiga. Hay quienes aseguran que Senna y mamá, tuvieron una acalorada discusión por celos de parte Senna con su esposo. Otros, que el alejamiento se debió a una querella puesta por Alfred sobre dicha amistad.

Hoy día, cuento con el suficiente dinero para vivir hasta dar mi último suspiro, pero no tengo tranquilidad. Daría todo ese dinero solo por ver a Alfred Vass pagando por todas sus faltas. Un sueño que se hace cada vez más lejano.

—Ten.

Una mano con dedos largos y finos sosteniendo un vaso con un líquido rojo se ubican en mi campo de visión. Retiro el vaso de las manos de Jaken, pero sigo inmersa en mis pensamientos.

Por órdenes de su padre, Jake Nayid Giles Sanders o Jaken como le dicen sus cercanos, es el abogado a cargo de mis bienes. Hoy día ostenta un título más grande, mi ángel guardián, protector, psicólogo, guardaespaldas, nana e instructor de vida.

—¿Lo buscarás? —pregunta lanzándose a mi lado en el sillón.

Pasa su brazo por mis hombros, acerca su rostro al mío, deja beso en mi frente y me abraza en espera de respuestas. Acaba de decirme que mi hermano salió en libertad, estuvo en prisión tres años si se cuenta el tiempo de juicio y condena.

Demasiado poco si se tiene en cuenta el daño que hizo.

—¿Temes qué enfrentarlo? —continúa ante mi silencio.

—Dije la verdad —confieso viendo el vaso de cristal y el líquido rojo en su interior —lo que hizo fue horrible.

Le da un sorbo largo a su bebida y permanece en silencio viendo el vaso en sus manos. Mueve el objeto en sus manos, distraído y suspira.

—Es increíble que lo dejaran salir. —confirma —leí ese expediente. El abogado de la chica, era de oficio.

Alfred debe estar detrás de su salida de prisión y en espera de que me acerque para atraparme. A esa conclusión he llegado, luego de saber que está en libertad gracias a él. ¿Por qué otra cosa le ayudaría a salir?

—¿No quieres verlo o existe algo más profundo?

Jaken deja otro beso en mi frente y me pego a su cuerpo. Con él he descubierto el calor humano, me ha inyectado seguridad y se convirtió en un hermano. Es todo lo que Ludov debió ser y nunca quiso, por miedo a papá, desconocimiento o egoísmo.

Paso los dedos por el borde del vaso procesando esa pregunta. Ludov hizo todos sus estudios por fuera del pueblo, mi educación fue en casa. A él le llenó de lujos y lo mostraba en el pueblo como semental en exposición. A mí me asestaba golpes y humillaciones, Ludov pudo no estar presente durante esos ataques, pero, fue testigo de mi encierro y mi particular educación.

—Y no hizo nada —le explico a Jaken qué me mira en silencio —eso lo ubica en el mismo nivel de maldad de Alfred.

—Y el ataque a esa chica te lo confirma —suspiro y afirmo mordiéndome el labio inferior. —¿Qué quieres hacer?

—Buscar a Delilah.

Mi respuesta le hace reír, tras apretarme contra su pecho me suelta y disfrutamos en silencio cada una de nuestras bebidas. Me ha ofrecido una larga lista de opciones para ver a Ludov o hacer valer mis derechos sobre el Rancho. Lo primero siento arriesgado y de poco interés, Ludov puede decir mi paradero en pago por qué vuelva a protegerlo, darle lujos o drogas.

En cuanto a tomar posesión del rancho, ese jamás fue mi hogar.

—Algún día tendrás que enfrentarlos y yo estaré allí para protegerte.

La seguridad con la que dice lo convierte en promesa. El brillo en sus ojos azules al sonreír me hace a abrazarle y a él corresponder.

—Voy a cuidarme. —prometo al sentirlo suspirar. —Landon y tú, no tienen que temer.

—Estaríamos más cómodos si te quedaras en la ciudad —confiesa —por lo menos, mientras logramos controlar a ese hijo de perra.

—La única que tiene ese poder es la muerte. Y acabas de decirme, debo enfrentarlo.

—Por la vía legal —aclara. —sé que no voy a convencerte y lo mejor es prepararte para ese viaje. —observa mi apariencia de arriba a abajo y resopla. —Iremos de compras y te haré de ti lo más parecido a una mujer.

—¿Qué tiene mi apariencia? —pregunto estirando mi camisa.

—Eres un desastre ambulante.

Se incorpora del sillón, retira de mis manos el vaso y deja ambos en el bar. Su espalda ancha, cuerpo formado por largas horas de gimnasio y trasero firme, distrae mi vista. Al girar hacia mí y contemplar la parte de su anatomía que ha llamado mi atención enmarca una ceja interrogante.

—No es mi culpa —me excuso y le muestro mi camisa amplia —Debajo de estos trapos existe una mujer ¡No lo pongas en duda! —señaló indignada.

—¡No me hagas reír! —resopla.

—Mi atuendo es el adecuado para el campo y montar a caballo. Dos cosas que amo en la vida.

Mi exabrupto lo hace detener en mitad de la entrada y girar en mi dirección. Detrás de aquel aire indiferente y rostro serio empieza a vislumbrarse una sonrisa.

Ingresa una mano en el bolsillo de su pantalón y resopla. No es la primera vez, ni la última que tenemos este tipo de conversación. Jaken se ha puesto como meta hacer de mí una dama, un imposible a todas luces. No obstante, asegura no perder la fe y contar con la paciencia necesaria para lograrlo.

—¿Qué me dices de la parte interna? —pregunta de repente.

Algo me dice que no está hablando de mi salud y lo confirmo al ver su sonrisa socarrona. Retira su mano derecha del interior de su pantalón, agita su mano con los dedos juntos mientras sonríe.

—Hay cierto placer en observar la desnudez de una mujer a través de la fina tela de un encaje. —murmura cerrando los ojos e inspirando —que solo un hombre puede entender.

—¿Por qué un hombre me vería desnuda? ¿Qué importa lo que me cubre mientras me cubra?

La indignación se muestra en sus ojos azules al verme y encojo los hombros. Empieza a divagar sobre la pésima educación sexual que tuve y a maldecir a Alfred Vass por haberme alejado del mundo.

—Hay que estar desnudos para hacer el amor.

—Para tener sexo —corrijo —el acto de hacer el amor no requiere desnudar cuerpos. Si no almas.

—Como digas —sacude sus largos dedos en el aire, indiferente.

—De todas maneras, no pienso casarme, ni tener sexo o hacer el amor ¡Jamás!

Mi comentario le saca una carcajada que retumba en toda la estancia. Apoya una mano en su vientre, alza su rostro y cierra los ojos sin dejar de hacerlo.

Una vez los abre, fija sus ojos en mí y sacude su cabeza.

—Jamás es una palabra demasiado fuerte, princesa —mueve sus dedos invitándome a levantar y enarco una ceja —por fortuna para ti y quien se convierta en tu esposo, me tienes a mí. —chasquea los dedos varias veces y avanza hacia la salida del bar —¡Andando!

—No moveré un pie de esta casa sin que me digas a donde me llevas. —reclamo cruzado de brazos —¡No soy tu mascota!

Continúa su salida sin prestarme atención o detenerse. Su humanidad se pierde en la sala de estar de la casa familiar y resoplo. Me incorporo del sillón y contemplo las oportunidades que tengo de huir de él.

—¿Te vas? —escucho a su padre preguntarle.

—Llevaré a ese demonio a un exorcismo —sonrío ante el comentario, imaginando su rostro espantado, diciéndolo.

—¿Salón de belleza? —increpa su padre.

—Y boutique, Spam, el vaticano y todo lo que requiera para sacar a las cinco bestias que la han poseído.

—¡Te estoy escuchando! —reclamo.

—Te espero en el auto.

****

A Jaken no le gustaba el riesgo al que estaría al buscar a mi yegua. Asegurando que un par de llamadas la tendría en la ciudad. Podría comprar una casa a las afueras en donde estaría en contacto con la naturaleza y segura. Aceptó solo bajo la promesa de mantenerme en contacto con él y buscar otro sitio.

Me entregó una copia de sus tarjetas de crédito, con cupo ilimitado. Es evidente que no podía usar las mías y cargar efectivo era peligroso. La lista de cosas por hacer y las que no me estaban permitidas era extensa, pero logré mi cometido.

En este instante esperaba a mi amiga en los establos, lista para partir a nuestra próxima parada. Mi amada, Delilah, fue dejada en un rancho a cien kilómetros del pueblo del sitio en que estaba anteriormente. Un amigo de Jaken trabaja en ese lugar y prometió cuidarla.

—Aquí la tienes —la persona encargada de los establos entrega las riendas y acaricia el lomo de Delilah —es una buena chica, la felicito.

—Toda una dama —anuncio orgullo y el hombre sonríe.

La sonrisa muere en sus labios casi al instante de iniciar. Observa el cielo cubierto de nubes y me pide esperar a que la tormenta pase. El pronóstico no es alentador y la zona peligrosa para quien no la conoce.

—En media hora estaremos resguardadas.

La intranquilidad continua en su rostro, mira a Delilah y luego a mí. Sin entender el motivo de su pánico, ajusto la silla de montar y calzo mi maletín en la parte trasera.

—Alguien preguntó por ella —habla de repente y detengo el ajuste de las correas —me dio mala espina, se lo dije al patrón, él piensa que es lo hermoso del animal.

—¿Tú no? —niega resoplando.

—No dijo algo fuera de lo común. —calla un instante tiempo durante el cual retira su sombrero y rasca su cabeza —fue educado, pero hubo algo en él que no me gustó.

—¿Puede describirlo?

—De baja estatura, delgado, ágil —describe y señala las caballerizas —saltó esa barda sin problemas.

—Tendré cuidado —le prometo montando a Delilah y con la certeza que no es alguien conocido. —Delilah tiene admiradores, no es raro que hagan preguntas sobre ella.

—Espero que tenga razón. —sonrío estirando la mano y sosteniendo la suya.

Es un hombre joven, de rostro curtido por el sol, manos gruesas y cabello rizado poblado negro. El día en que la dejé, a pedido de Jaken, me dijo que era de confianza. Se conocían desde niños, pero se alejaron por circunstancias ajenas a ambos.

—Si no puede continuar, regrese —me pide —no se arriesgue a en esta zona.

—Lo prometo —le digo alzando una mano en el aire logrando que sonría.

Al salir de los terrenos del sitio, Delilah empieza a inquietarse. Las caricias en el lomo y la disminución del trote no logran calmarla. El viento frío con pequeñas gotas de rocío son el preámbulo de la tormenta.

Pero no es eso lo que la inquieta, acelero el trote sin ver a mi alrededor. Mostrar el pánico les hará saber que los he descubierto. Con la seguridad que sigo teniendo cierta ventaja, me desvío del sendero y me acerco a la carretera.

Varios ranchos se encuentran en esta vía, haciendo de la vía bastante transitada por remolques para caballos, furgonetas o vehículos pesados cargados de reses. De ser atacada, alguno puede ver el asalto, si no me ayudan a mí será a mi compañera.

—Tranquila, cielo. —le calmo acariciando el lomo —mamá, no te dejará en manos de asaltante.

Un ruido hace eco en el aire, confundiéndose con un trueno. Delilah se detiene, alza sus patas delanteras y lanza un relincho. El segundo lo escucho bastante cerca, en mi oído se siente como el sonido de una corneta, cien veces más grande.

Con todo, logro mantenerme sobre ella y avanzar un par de metros. El tercero quema mis brazos y logra derribarme de Delilah. Los que siguen los escucho en el suelo, intentando controlar el zumbido en mis oídos y ver algo más allá de la tormenta.

De rodillas y con ambas manos en el césped sacudo mi cabeza, sintiendo el fuego, consumir mi brazo. Un par de botas negras se muestran en mi campo de visión, antes de protestar, soy alzada en brazos con los relinchos de Delilah como fondo.


—Jaken —le digo al reconocerlo en medio de la tormenta —me gusta tu aspecto de chico de rancho —logro decir antes de perder la consciencia, con la tranquilidad de saber que estoy en sus brazos.

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