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Capítulo 25

En los siguientes días, la casona se sumió en un silencio sepulcral. Las largas ausencias de los dueños de la casa, y el no saber lo que acontecía, mantenían a todos estresados. Patrick se refugió en el trabajo, en donde pasaba la mayor parte del día. Rompiendo la rutina para acompañarme en la caminata con Delilah, aunque era poco conversador.

Si bien, su trato era acostumbrado, estaba la certeza que algo le preocupaba. No volvió a acudir al hospital, concediéndole permiso a Salvador para que me llevara. Hablaba con Jaken y su padre por móvil, con Alice había dejado de hablar desde el día en que la verdad salió a la luz.

Jaken fue llevado a otra habitación y su recuperación marchaba excelente. No existía motivos para estar tristes, no obstante, ese sentimiento había invadido a todos. La señora Alice, el señor Malcolm, Magdalena y Travis. Al único que no se mostraba triste era Jaken, su sonrisa al verme ingresar eliminaba cualquier muestra de tristeza ocasionada por el ambiente.

—Asi que vas a casarte —me dice cierto día cuando la conversación llegó a un punto muerto y la hora de visita se acababa —¿Estás preparada? —continúa —hijos, rutina, un hogar, encierro. —describe.

—Nadie mejor para el padre de mis hijos —mi respuesta le hace enarcar una ceja y lanzar la pregunta que rondaba mi cabeza desde que le di el Sí a su hermano.

—¿Qué hay del amor? —cuestiona viéndome inflar pecho y soltar aire con brusquedad.

—Estoy haciendo lo correcto, es lo que, de momento, sé.

La respuesta la digo con la mirada fija en las sabanas color menta que cubren la parte inferior de su cuerpo. Se remueve en la camilla y guarda silencio en los siguientes minutos o segundos. Al volver a hablar el tono de voz es calmado logrando calmar mi atormentado corazón.

—Es un sentimiento imprescindible, no hay manera que un hogar funcione sin amor. —habla al fin —¿Luisa? —inclina su rostro, buscando el mío y al encontrarse nuestros rostros, pregunta —¿Lo amas?

Regreso la mirada a la cobija repitiendo la pregunta en mi cabeza. Con Patrick me siento a Salvo, feliz y disfruto su compañía, es lo mismo que con Jaken, pero cuatro veces más intenso. Con Jaken, hay tranquilidad, con su hermano se siente como estar en medio de una tormenta, con truenos, rayos a mi alrededor, pero sin miedo.

—Si es tan difícil de responder, lo mejor es replantearse ese compromiso —es él quien rompe mis pensamientos y toma mis manos —no me gustaría que salieran dañados.

—Ninguno ha hecho tanto por mí...

—El agradecimiento no puede pagarse de esta manera. —replica. —y si crees que el amor que te profesa es suficiente para formar un hogar, te equivocas.

Es tanta mi risa ante la seguridad que tiene sobre los sentimientos de su hermano, que acabo diciéndolo en voz alta. Según Jaken, le basta ver el rostro de su hermano al estar cerca de mí o verme, para saber que me ama.

—¿No vez lo mismo en mí? —me animo a preguntar y su ceja, oscura, se alza a un más —Me ayudarías mucho si lo vieras.

—Eres un caso especial —bromea —has puesto una capa oscura en torno a ti, que es difícil que alguien sepa lo que sientes o piensas. Jamás te he visto llorar, reír a carcajadas o disfrutar algo sin ver a tu alrededor —suspira —no sé si me estoy explicando.

—Entiendo el punto —respondo en medio de un largo suspiro —¿Es posible que Alfred me castrara a nivel de sentimientos?

—No. —sonríe —¡Por supuesto que no! —repite aumentando el tono de la risa —quizás dejó un tornillo suelto, que hay que ajustar, pero no lo destruyó del todo. No demuestras el miedo, pero sospecho que estás rodeado de ellos.

—Miedo —repito procesando lo que acaba de decir —es posible que tengas razón.

—¡Yo siempre tengo razón! —responde con superioridad y arropa nuestras manos con la que tiene libre —debes poner en orden tus sentimientos, antes de continuar o quien acabará destrozado es Patrick.

Afirmo mordiéndome el labio inferior y golpea nuestras manos mientras sonríe. Debería decirle que es lo que he tratado de hacer todos estos días, sin éxito alguno. Por encima de lo que pueda sentir por Patrick, prevalece la certeza que él merece algo mejor.

Media hora después, cuando el tiempo de visitas acaba, me despido de él dándole ingreso a la señora Alice. Me obsequia una sonrisa, apoya una en mis hombros y me dice que ellos nos llevaran a casa.

—Salvador está en la veterinaria buscando unas cosas, va a tardar —explica —tengo algo urgente que hacer en el rancho. —mira a Jaken que le escucha atento y le dice —tu padre quiere hablar con los dos, pide que Malcolm esté presente.

—¿Aún no se ha ido?

—Tampoco Senna —suspira —insiste en explicar lo que sucedió.

—Explicará lo que tiene explicación —responde con vehemencia e inspira fuerte —está bien —dice luego de una larga pausa. —pero sé lo que quiere. —mira a su madre y niega —que no levantemos cargos.

—Esperaré en el parqueadero —les digo saliendo a los pasillos.

En búsqueda de los ascensores capto a lo lejos la figura de Landon y Senna Giles, desde que se supo la verdad los evito, más por Landon que por su esposa. Decido hacer el descenso por las escaleras, en espera de que una larga caminata (seis pisos), logren equilibrar mis emociones y me brinden una luz al final del camino.

Veinte minutos después y cansada cruzo la recepción del hospital rumbo al parqueadero. Malcolm Mallory, al igual que su hijo, es un hombre de costumbres fijas, suele dejar su camioneta en el mismo lugar y hacia allí me dirijo.

La mala fortuna se mofa de mí y acabo chocando con Senna Sanders, su lujoso auto está de camino al de los Mallory. Es demasiado pedir que me ignore e ingrese a su carruaje sin prestarme atención.

Aleja la mano de la manija al verme avanzar, viéndome de arriba abajo con odio. Su mirada cae en el anillo de compromiso y sacude la cabeza.

—Me pregunto si ese chico sabe el grado de ignorancia que tienes —se mofa y mi cuerpo se tensa —¿Le dijiste? —increpa —tu padre no te dio estudios.

—Estudié en casa —corrijo y niega chasqueando la lengua.

—Aprendiste a leer, escribir y contar. —describe y mi piel se crispa al recordarlo —a bordar, cocinar y todo lo que una esposa debería saber. No fue una educación, fue un adiestramiento, te trató como un animal más de ese rancho —sus finos dedos me señalan de arriba abajo antes de seguir —y lo logró.

—Insultarme no disminuirá su pecado, ni hará que Jaken la perdone. —respondo en calma.

Una calma que estoy lejos de sentir, el torbellino de recuerdos que ha traído lo que ha descrito es indescifrable. Nota mi incomodidad y se mofa de ella al continuar viéndome con desprecio.

—Desde la primera vez que te vi entrar a mi casa, supe que traerías problemas —empieza a decir —tosca, sin modales, poca empatía y cero muestras de agradecimiento. —enumera — Landon hizo tanto por tu madre y por mí ¿Cómo le pagaste? Develando una verdad que no te pertenecía.

—Fue usted la que destruyó a su esposo e hijo —me defiendo viendo como sus ojos brillan y sus labios se aprietan en una mueca de disgusto —no le bastó arrebatarle a su esposo, también le quitó a su hijo.

—Jake es mi hijo...

—Es un Curtis —le corrijo en calma —de la cabeza a los pies —alzo el mentón desafiante —basta verlos al lado de su verdadera madre y de Patrick para entenderlo.

—¿Y te sientes orgullosa? —me pregunta —Jaken se quitará mi apellido y con eso destruirá su carrera, sus beneficios, fortuna y demás. —describe, orgullosa, —si no quiere mi apellido, tampoco podrá usar mi dinero o los beneficios que el buffet le brindaba.

—Sigue siendo un Giles —le recuerdo desafiante —algo me dice que eso no va a importarle, Jaken es un excelente abogado y ...

—Todo lo que ha logrado es gracias a sus dos apellidos —me interrumpe —Giles Sanders, era fácil asociarlo a mi empresa, que suele rechazar infinidades de casos, y acaban en el escritorio de Jake, con ayuda de la mujerzuela que tenía por amante. —sonríe dando un paso atrás en el proceso

Gira sobre sus talones, retira la alarma del auto apoyando una mano en la manija. Vuelve el rostro en mi dirección brindándome una mirada superior con matices de asco.

—Confío en que sepas disfrutar la destrucción de Jake. —abre la puerta del conductor y está por ingresar, pero mi voz la detiene.

—Tanto como usted del escándalo que le sobreviene por sus malos actos —me observa de arriba abajo, pero no me responde. —Sus trajes no calzarán en prisión, tendrá que donarlos —bromeo.

—No me iré sola jovencita —ingresa la mitad de su cuerpo al auto antes se finaliza —Landon irá conmigo...

—En cárceles distintas —le interrumpo cruzándome de brazos —al final, no le sirvió de mucho quitárselo a Alice.

Aburrida por esa conversación tan venenosa, avanzo hacia el de auto de los Mallory. En espera que salgan de la reunión con Landon y que la misma no lleve a una disputa.

****

Alice pasa directo a la casona sin mirar en ninguna dirección, manos vueltas, un puño y cejas crispadas. Durante el trayecto hizo una llamada a quien supuse era Patrick, pidiéndole esperarla en el estudio de la casa.

Una llamada que duró treinta segundos y de la que no dio mayores datos a su esposo, por más que las pidió. "No intervengas, cariño. Esta vez, no" con esas palabras dio por terminada la conversación, dejando en el ambiente un silencio incómodo.

El señor Malcolm y yo, permanecemos en silencio viéndola acercarse al porche de la casa y cruzarlo sin saludar.

—Esto no me gusta —susurra —espero logre calmarse y le pida una explicación antes de atacarle. —me dice.

—Señorita, Luisa— Tom sale del interior de una de las caballerizas y me indica acercarse —Es Delilah, por favor venga. —ruega.

El primero en reaccionar es el señor Malcolm, yo tardo un par de segundos en hacerlo, cuando logro mover mis pies, lo hago con el recuerdo de como llegó a mi vida y como se convirtió en la primera batalla ganada a Alfred Vass.

Delilah, fue una compra realizada por Alfred, el sueño del viejo era ampliar sus caballerizas con caballos pura sangre. Delilah sería la encargada de gestar ese sueño, la única yegua en medio de seis caballos.

En mi cabeza ese acto era como una violación hacia el hermoso animal, con el que logré conectar en segundos. Inicié una campaña en contra de ese acto, fui castigada, golpeada y amenazada de diferentes maneras. Ningún ser humano merece la humillación que yo recibí de quien creía era mi padre. Sentía que Delilah, lo valía.

Al día de hoy, no me ha defraudado.

Algo en mi interior se rompe al llegar a su encuentro y verla tendida en el heno, con la boca llena de espuma y jadeando. Amaia está tendida en el suelo revisándola y se le une el señor Malcolm.

—¿Qué sucedió? —escucho lejana la voz del dueño del rancho.

—Tom la encontró en ese estado —señala Amaia. —la sacaron a pastar y la ingresaron, media hora después estaba así. —finaliza con voz lastimera.

—¿Quién la sacó?

—Fred —respondo viéndola cerrar los ojos—siempre la saca Salvador, pero iría conmigo al pueblo.

—¿Cuánto lleva? —pregunta Malcolm incorporándose —¿La vio Patrick?

—Diez minutos —Amaia toma el maletín y lo abre —Patrick está en la oficina, no quise molestarlo, puedo hacerme cargo hasta que él venga. —me lanza una mirada fortuita mientras extrae del interior de su maletín diversas cosas —¿Puedo? —me pregunta.

—¿Luisa? —me llama el señor Malcolm y ante mi nula reacción toma mi rostro entres sus manos —eres la dueña, debes dar el consentimiento. —me dice limpiando mis lágrimas que desconocía derramaba.

—¿Va a morir? —pregunto buscando a Amaia. —¿Puedes ayudarla?

Ella alza su rostro y me observa unos instantes. No nos llevamos bien, nuestros tratos se limitan a saludos secos, aumentó cuando Patrick me pidió matrimonio. Aun así, deseo pensar que Delilah es un tema alejado de nuestras diferencias.

—Patrick ha tratado a animales en peores condiciones —empieza a decir —las estadísticas de recuperación son buenas.

—¿Qué le sucedió? —ella mira a Delilah, acaricia su lomo y suspira.

—Una baya venenosa, comida o heno adulterado —describe el señor Malcolm —cualquier de esas es posible. —me hace verlo una vez más y limpia con los pulgares mis mejillas. —traspasó los límites, es lo que se me ocurre. En mis terrenos no hay algo que les dañe, Patrick es cuidadoso con ello.

Me acerco a ella, con todos los recuerdos, haciendo una danza macabra, acaricio sus orejas e inclino mi rostro para dejar un beso en su frente. No tengo problemas con la muerte, en algunos casos la veo conveniente. Es a la ausencia y los recuerdos los que no sé como manejar.

—¿Qué debo hacer? —les digo una vez logro recuperar la voz.

—Espera que Patrick salga de la reunión con Alice y le traes —me pide Amaia. —el resto corre por cuenta de Malcolm de él y mía.

Afirmo en silencio y avanzo hacia la salida, los rayos del sol proyectan mi sombra y me distraigo con ella. Hombros caídos y andar lento, lo único que tengo es a Delilah, si ella se va ¿Qué me queda?

Los primeros rastros de una discusión me llegan al pisar el primer escalón. La voz de Alice sobresale por encima de la de Patrick, quien, en calma, le pide controlarse.

—¿Cómo me pides calma después de traicionarme? —le grita aún más alto.

—No fue traición...

—¡Es traición! —repite y dudo si avanzar o esperar en la entrada —eres igual a tu padre, ¿Dirás lo mismo que él? Guardaste silencio por protegerme o hubo algo más.

—No digas cosas de las que puedas arrepentirte.

—¡Callaste, Patrick! —grita en medio del llanto —me ocultaste que Jake era mi hijo y lo expusiste...

—Lo único que falta es que me acuses de disparar la maldita arma —el estallido de Patrick, lo detiene un golpe seco.

Sin entender lo que sucede doy un paso adelante, las chicas están en el intermedio entre el comedor y la cocina. Todas con rostros espantados y con los ojos fijos en la puerta cerrada, esa que se abre con violencia. Patrick sale con marcas rojas en la mejilla, espalda tensa y largas zancadas.

Disminuye la velocidad al pasar por mi lado, intenta sonreír, pero lo que sale de sus labios es una mueca de dolor. La opresión que se instala en mi pecho al ver su rostro dolido es indescriptible. Guiada por una fuerza desconocida y dejando a un segundo plano lo que me trajo hasta él, sigo sus pasos.

Retira las riendas de Deacon que es llevado por Fred y se aleja a galope. Su padre ha presenciado la escena desde la entrada de las caballerizas, sacude la cabeza mientras se retira el sombrero.

—¿Discutió con Alice? —afirmo llegando a él con la opresión en mi pecho en aumento.

—Le abofeteó —confieso viendo la nube de polvo que ha dejado su escapada. —¿Puedo seguirle?

—¿Quieres ir con él? —me pregunta.

—No me gusta que esté solo, pero desconozco si desea mi compañía.

—La tuya sí —empieza a decir — calmas sus temores tanto como él calma los tuyos. Si existía una duda en tus sentimientos, acabas de aclarármelos—regreso la mirada a él y encuentro que Tom se ha acercado con uno de los caballos —irá a la cascada, parte norte, encontraras un pequeño puerto. —Describe viendo montar el caballo y me entrega las riendas. —no lo dejes solo, yo me encargo de Delilah.

—Gracias.

En respuesta se calza el sombrero y me dice adiós, con la certeza que Delilah está en buenas manos y mi compañía no es necesaria, voy tras él.

****

Desato los amarres del bote escuchando el galope acercarse. Ella tiene todo razón en estar herida, pero eso no le da derechos en ofenderme como lo hizo. No me molesta la bofetada, de la que se arrepintió una vez lo hizo, lo vi en su rostro y en el perdón que lanzó segundos después.

Lo que me enoja es la comparación con ese hombre, no atendí a sus llamados. Antes de continuar debía controlar mi enojo, no deseaba decir cosas que pudieran herirla. Le fallé y eso debo aceptarlo, nunca debí callar un tema tan delicado, pero ella me conoce.

Si decidí callar fue por Jaken y la promesa que le hice. Deseaba ser él quien le dijera la verdad y hablara con ella. Al parecer, no se ha molestado en decirle a mi madre ese pequeño detalle.

Lanzo las cuerdas al bote empujándolo con el talón hacia aguas profundas. Una vez empieza a deslizarse me lanzo al interior avanzando hacia el motor. Sin dar él frente a mi madre tiro de la manija y el pequeño motor del bote cruje.

—¡Patrick!

La voz de Luisa, me llega cuando el bote está a unos cinco metros. De todas las personas que esperé que me siguiera, ella era la última que esperaba.

—Vuelve a casa Luisa, llévate a Deacon —le pido.

—¡No! —responde desafiante —ven por mí.

—Luisa, no es un buen momento para esto —gruño —soy una pésima compañía. —vuelve a casa.

Está en pie con las manos a los costados y respiración irregular. Se cruza de brazos y alza en mentón desafiante, ella espera que yo acerque el bote, pero no quiero compañía.

—No me iré sin ti.

—Regresa—le ordeno girando el bote y empezando a alejarme.

—Te lo advertí.

Sin entender lo que quiere decir, pero decidido a alejarme de ella, acelero el motor. Un zambullido me hace girar de nuevo al puerto, no hay rastros de ella y las aguas están revoltosas.

¡Esa demente se ha lanzado al río!

—¡Maldición! —le riño tomando sus brazos y ayudándola a subir al bote. —¿Qué carajos crees que haces?

—Acompañarte —responde jadeante lanzándose a una banca y acomodando su cabello hacia atrás. —no te dejaré solo.

—¿Por qué? —le reto —¿Te envío papá?

—Soy tu prometida, mi lugar es aquí —señala el bote con desdén —a tu lado.

—Para de fingir, si aceptaste ese anillo, es por no hacerme quedar en ridículo. Algo que te agradezco, pero no es necesario llevar esta mentira más lejos.

—¿Qué sabes tú de mí? —me riñe y la veo enojada —quince meses no te hacen un experto, Mallory.

Ella se yergue en el bote y mi móvil empieza a vibrar. Detengo el motor e imito su pose, algo que no parece intimidarla, todo lo contrario. Maldigo la insistencia de quien llama y le reto a que diga la verdad.

—¿Vas a negarlo? —insisto. —

—¡Sí! —habla en tono alto, desafiante —voy a negarlo, no es verdad. Acepté casarme contigo...

—Por lástima —sigo por ella y mi móvil vuelve a vibrar —no tienes que mentir Luisa, no es necesario.

—Lo hice porque...

—Maldita sea —hablo sacando el móvil y descolgando la llamada —¿Qué carajos quieres salvador? ¿Qué es tan importante para que me llames como novia celosa?


Escucho lo que tiene por decirme y la miro a ella. Hay rastros de llanto en sus ojos y mejillas que ignoré por desconocimiento y cobardía. Cuelgo la llamada y me dirijo de nuevo al motor regresando al pequeño puerto.

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