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Capítulo 23

Semanas después...

Mi paso por la habitación de Los Mallory, me deja verlos preparándose para salir. La premura por salir de casa se trunca ante la imagen enternecedora de la pareja, arreglándose mutuamente.

Alice acomoda el cuello de la camisa de su esposo y este hace lo propio con su peinado. La ternura que capto en esa imagen me saca una sonrisa, los Mallory desbordan amor por todos lados. Magdalena y Patrick tuvieron la dicha de crecer en un hogar hermoso.

—Buenos días, cariño —sacudo la cabeza al escuchar el saludo de Alice.

—Buenos días —respondo ocultando la vergüenza de haber sido pillada, espiándolos.

—Visitaremos a Magdalena, de regreso pasaremos al hospital —describe y afirmo ——hoy le quitan el respirador a Jake.

—Patrick, me lo dijo ayer.

—Las siguientes horas son importantes para su salud y traslado. —sigue diciendo el señor Mallory —se lo llevarán en cuanto tengan el aval médico.

—Queremos despedirnos de él —continúa Alice —¿Vienes con nosotros?

—¿Puedo? —pregunto dando un paso al frente.

—¡Por supuesto! —mencionan al tiempo con una sonrisa en los labios.

—Tienes tiempo a desayunar, existen un par de cosas que debemos hacer antes de partir.

No espero a que lo digan dos veces, giro sobre mis talones y cruzo el largo pasillo en tiempo récord. El descenso por las escaleras es en las mismas condiciones, llamando la atención del personal de servicio, que, entre sorprendido y divertido, presencian mi correría por la casa.

—El Joven ha preguntado por usted —comenta Martha, una de las chicas de servicio.

—Después lo busco... —respondo a pocos pasos de la cocina.

—Ha llegado dos veces a preguntar si ha despertado...

Cinco metros son los que me separan cuando la voz de la chica me detiene. Bajo los hombros y derrotado giro hacia ella que se encuentra en los límites entre el salón principal y el de visitas. Retuerce las manos en su delantal y sonríe tímida.

—Por favor, no esperé a que venga una tercera —ruega.

¿Qué sucedería si lo hace? Me pregunto, mientras observo su comportamiento temeroso. No es un hombre violento, aunque sí exigente, tampoco he visto el primer signo de maltrato o comportamiento injusto ¿A qué le teme?

—¿Le tienes miedo a Patrick? —no puedo evitar preguntar y la sonrisa tímida, pasa a una nerviosa.

—Cuando tiene que ver con usted —comenta en tono bajo, tanto que me cuesta escucharle —no suele ser sensato.

—Entiendo —resoplo y miro sobre mis hombros hacia las escaleras —iré al pueblo con la señora Alice y el señor Malcolm, me esperarán mientras desayuno.

No cuento con el tiempo para jugar a las escondidas con Patrick. Es lo que significa buscarlo en estos momentos, su obsesión por el trabajo lo ubican en cualquier punto del rancho, cercano o lejos. Sin mencionar la presencia de su sombra, Amaia. Una mujer a la que detesto cada día más.

—Deseo ver a Jake, —le confieso lanzando un suspiro —podría ser la última vez en meses en que lo vea —me veo declarando con ella viéndome en silencio. —¿Sabes para qué me necesita? —niega.

—Insistió en que fuera con él en cuanto despertará —mira por encima de mis hombros, se abstrae unos segundos y al regresar la atención a mí, está sonriendo —tendrá que esperar mientras le preparan el desayuno.

—¡Aja!

—Mientras lo hace, puede ir con él...

—Solo si supiera donde hallarlo—le interrumpo. —es como buscar una aguja en un pajar.

—El día de hoy les toca la vacuna a los cerdos, —se apresura a decir —me dijo que le buscara allí, la tarea ocupa todo el día.

Afirmo en silencio y giro sobre mis talones cambiando el rumbo de mi destino. Me resulta poco atractiva la idea de buscar a Patrick en su lugar de trabajo. Verlo al lado de Amaia, trabajando, juntos o sonriéndose mutuamente, hielan la sangre y hacen nacer de mis entrañas ideas asesinas.

—Buenos días, Luisa —saluda Tom al pasar por mi lado con dos sillas de montar —¿Te calzo a Delilah?

—Iré al pueblo con Alice —respondo negando —en la tarde.

—La sacaré al sol unos minutos —se ofrece y afirmo acelerando el paso.

Quince minutos a buen ritmo es lo que separa la casona del sitio en donde se encuentra Patrick. Suelo disfrutar ese camino o cualquier otro, el día de hoy es distinto.

La diferencia la hace Amaia y el interés obvio que tiene con Patrick. En estos días he tenido la oportunidad ver los intentos de ella, crear cercanías que él no rechaza. He llegado a la conclusión que Amaia le gusta Patrick y hace todo lo posible para que sea recíproco.

Y no sé si ese idiota lo sabe e ignora o, de plano, le agrada la atención que la curvilínea doctora le ofrece. Detesto verlos, sin importar que sea por trabajo, el conocimiento que tienen mucho en común amarga mi existencia.

Lo que siento no me agrada, lo desconozco y considero dañino a mi salud. He estado planteándome la posibilidad de alzar el vuelo. He estado demasiado tiempo aquí y los lazos que empiezan a tejerse son cada vez más fuertes.

Mis pasos son robóticos, largos y por momentos, bruscos. Estos últimos se hacen cuando me llegan imágenes de Patrick sonriéndole a la mujer. Ambos son veterinarios, aman los animales, ella es hermosa, delicada, estudiada y con buenos modales.

¿Quién es Luisa? Una chica insignificante, con un apellido que le avergüenza y una vida llena de abusos. El atractivo físico que pudiera tener, lo opaca llevar el apellido de un hombre sin escrúpulos y cruel.

Y no soy para él, merece a alguien mejor.

Disminuyo los pasos al empezar a divisar la edificación saludando a un par de empleados a mi paso. Inspiro y suelto el aire, al llegar a la entrada, buscando a Patrick en medio de los presentes.

Una tarea bastante sencilla, bien sea porque su poderosa presencia resalta en medio de todos, que lo tengan rodeado e imparte órdenes, es más alto o el poder que empiezo a tener de verlo en cualquier sitio sin importar lo lejos o la multitud que lo rodea.

Tal como lo imaginé, la veterinaria está con él y lo observa de la misma manera en que yo veo a una tarta de queso. Babeando y con ganas de meterle algo más que el diente. Enarco las cejas, aprieto los labios y las manos, conteniendo las ganas de borrar de sus labios la sonrisa estúpida.

Son Fred y Salvador los encargados de anunciar mi presencia, ambos dicen algo y señalan en mi dirección. Lo siguiente debería alegrarme, pero no es así. Detiene la conversación y el grupo se dispersa, salvo Amaia que avanza con él hacia mí, todos ocupan su puesto.

—¿Me estabas buscando? —pregunto apretando las manos y viendo de reojo a Amaia. —Aquí estoy.

—¿Qué tal tu noche y ese despertar?

Bien, hasta que me obligaste a verte al lado de esta zorra astuta. Le lanzo una mirada al motivo de mi enojo, fugaz, pues no deseo darle más importancia de la que merece. Regreso la atención a un Patrick, que no parece entender mi incomodidad y que enarca una ceja ante mi silencio.

—¿Puede esperar hasta mi regreso? —confieso —Tus padres me invitaron al pueblo.

—¡Irás conmigo más tarde!

No es una invitación, es una puta orden y como suele suceder, mi cuerpo reacciona de manera negativa. El escozor recorre toda mi piel y se instala en mi garganta, se siente como si hubiera tragado un trozo de braza ardiendo.

—Me están esperando —controlo el tono de voz, por la presencia de Amaia.

—Les llamaré —extrae el móvil de su camisa y empieza a esculcarlo, ignorándome adrede.

—Iré con ellos—insisto. —se lo prometí.

Soy vilmente ignorada, se aleja unos metros, apoya el móvil en su oreja y empieza a hablar con el que parece ser su padre. Aprieto las manos con fuerzas al ver como controla mi vida y mis tiempos.

—No lo tomes a mal—dice la última persona qué deseo escuchar —está preocupado, tu hermano apareció y tu padre...

Algo debe notar en mi comportamiento, ya que guarda silencio, se aclara la garganta antes de retomar la conversación.

—Es decir, el señor Alfred ha desaparecido con mucho dinero —continúa en un tono más bajo —y varios de hombres han estado preguntando por ti...

—¿Cómo lo sabes? —le enfrento —¿Los has visto o es uno de tus trucos?

Su rostro se relaja al sonreír y negar, se muestra inocente con ese acto, pero no bajo la guardia. Amaia Simons fue la causante que me huyera la primera vez, al llamar a su hermano, en aquel tiempo desconocía las razones. Hoy, me hago una idea de lo que la motivó.

—El alguacil me llamó esta mañana, tu móvil estaba apagado —habla Patrick detrás de mí —Ludov apareció.

—¿Está bien? —pregunto en un hilo de voz.

—Lo estará —suspira. — limpió el nombre de la señorita Edevane y su actual pareja y señaló a quien le proporcionaba drogas como el culpable de su lesión.

—¿Qué tiene eso que ver conmigo?

—Tres hombres de dudosa presencia, acento extranjero y varios tatuajes en su piel, han estado preguntando por Luisa Vass Neville. —comenta en tono bajo —por lo menos uno de ellos es ruso y no se ven amigables.

—¿Aquí?

—No. —gruñe.

—Entonces, no hay razón para estar asustados —respondo indiferente y lo escucho gruñir.

—No saldrás de aquí sin mí. —ordena. —no voy a exponerte.

—Ni yo a encerrarme —confieso sin separar el contacto visual con Amaia —Jake, tiene razón, no puedo huir eternamente.

—Será mejor si hablamos en privado —Una camisa azul celeste impide mi escrutinio hacia Amaia y alzo la mirada hacia él. —déjanos solos, Amaia.

Afirma en silencio, inclina su rostro a manera, se despida hacia mí y se aleja en silencio. El intento de tomar mi mano, lo anulo cruzando mis brazos en mi pecho y dando un paso atrás.

—Esos hombres pueden estar detrás del asalto a Jake —empieza a decir. —hasta el momento, no se tiene nada al respecto.

—No voy a encerrarme —le digo —tuve suficiente más de dos décadas.

—Percy consideró prudente, no exponerte, hasta tanto no sepamos lo que esos hombres desean o quien dañó a Jake—empieza a decir —por favor, linda. —ruega.

Da un paso, retrocedo dos, un acto que se repite varias veces hasta que logra atraparme entre sus brazos. Escucho atenta lo que hasta el momento se sabe de Vass. Huyó con mucho dinero tras malvender varias propiedades, luego de la aparición de Ludov.

Un acto que extraño, si se tiene en cuenta que Ludov no lo señaló como culpable.

—Lo está protegiendo —comento basándome en la experiencia que tengo en conocerlos —se encargó de dañarme y con el mismo ahínco hacer de Ludov una réplica, macabra.

—No dudo de tu valentía, —susurra —soy yo el que no sabría que hacer si algo te sucede. Es posible que sea verdad y ese miserable huyera, pero también, que esté escondido y esperando que nos relajemos para atacar. Si es así, esos hombres que te buscan, son pagados por él.

—O por Ludov —sigo. —de ser cierto ¿Qué me espera Patrick?

—No lo sé, cielo —aleja mi rostro de su pecho y arropa mi rostro entre sus manos —lo único que puedo asegurarte, es que este camino no lo harás sola.

En sus labios empieza a dibujarse una sonrisa, bien sea por mi silencio o la contrariedad que muy seguro muestra mi rostro. Aleja sus manos de mi mejilla, busca algo en su camisa, luego en los bolsillos de su vaquero. Empiezo a impacientarme, aún creo estar a tiempo para ir con sus padres, cuando saca algo del bolsillo pequeño de su jean.

Lo primero que llama mi atención es la piedra verde, tardo en darme cuenta el aro dorado que la rodea y que sostiene entre sus dedos. Doy un paso atrás al empezar a entender lo que está por suceder. Mis emociones son contradictorias, paso del miedo a la alegría y viceversa. Cuando empieza a hincarse y en su rostro se refleja la solemnidad, entiendo que no es una alucinación, ni un sueño.

Está sucediendo.

Es real y asusta, porque no sé si soy la adecuada para él, si mis sentimientos son genuinos o son suficientes para formar un hogar. No puedo negar que me siento bien y me hace sentir cosas desconocidas hasta hoy, pero es ese desconocimiento lo que me llena de temor ¿Si no es amor? Y lo que siento es solo agradecimiento.

Los silbidos y aplausos me hacen reaccionar, parpadeo varias veces dando otro paso atrás. Patrick se encuentra de rodillas, con el anillo en los dedos y en espera de una respuesta. Los aplausos cesan y el silencio que se instaura en tenso, consciente que no puedo dejarlo de rodillas y menos, humillarlo delante de los empleados.

Sonrío (o lo intento), extiendo mi mano hacia él mientras afirmo.

Si lo que siento en estos momentos no es amor, estoy dispuesta hacer que lo sea. Haré todo lo posible para hacer lazos sólidos en este lugar, nadie mejor que él para hacer una familia. Con ese pensamiento recibo el anillo y luego el beso. Este último esperaba fuera fugaz, pero me bastó el contacto con su piel para perder todo razonamiento y fuerza de voluntad.

Aleja sus labios de los míos, acaricia mi mejilla de forma tierna y me observa con tanta adoración que me hace sentir miserable. Yo debería tener claro lo que siento por él, no merece alguien que lo quiera a medias, no con dudas o miedos.

—Por un momento pensé que dirías que no. —susurra dejando un beso en la frente — Te amo, cielo. No voy a defraudarte.


¿Qué es exactamente el amor? Una pregunta que jamás me he planteado y que empieza a retumbar en mi cabeza. No puedo tener un sentimiento que nunca me ha rodeado, en el rancho Neville conocí solo odio y rencor.

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