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Capítulo 21

El ambiente de regreso a casa fue en silencio, con un Patrick tras el volante respondiendo con monosílabos, cejas juntas y mandíbula tensa. No fue el mejor conversador, algo que parecía divertir a sus padres.

Me alteraba su comportamiento cambiante, odiaba no saber como tratarlo, alejarme o darle golpes hasta hacerlo entrar en razón. Presumía que el culpable era la presencia de Landon, pero ¿Por qué debo cargar con esa culpa?

Salí de la camioneta, directo a la habitación, dispuesta a irme a dormir y no pensar en Patrick Mallory y en su histeria. Imaginé que un sueño reparador, me haría olvidar su comportamiento, bruto.

¡Por supuesto que no!

Lo primero que hice al abandonar la cama, fue la manera en que me avergonzó delante de todos los comensales en la cafetería. Tiró de mí alejándome de la mesa, impidiéndome agradecerle a Simons o despedirme como se debe.

Si bien, Percy Simons no era el mejor ser humano y su lazo de amistad con Alfred empeora esa condición, debo admitir que el día de ayer, fue amable y hasta justo. Lo primero que hizo al ingresar a la estación, fue servirme una taza de café y esperó a que lo consumiera.

Antes de comenzar a hablar o invitarme a mí hacerlo me mostró orgulloso su argolla matrimonial y el portarretrato que ocupaba su escritorio con la imagen de él en su boda. Si todo eso no bajo mi guardia, lo siguiente que diría si lo haría, o por lo menos, estaría a punto de hacerlo.

Hace años cometió el error que Alfred Vass, le ha hecho pagar de miles de maneras. Muchas de ellas, van en contra del uniforme y la placa que hoy ostenta. En aquel tiempo aseguró, le ganó la inmadurez, el temor a que alguien de su familia saliera dañado y el dinero que tanto hacía falta en casa.

Guardar silencio, significó hacer una bola de nieve y lanzarla cuesta abajo en un risco en una mañana de invierno y con mucho viento. En aquel tiempo, la responsabilidad corría por cuenta de sus padres y fueron ellos quienes decidieron ponerle punto final y abandonar el pueblo.

"—Si creía que eso iba a detenerlo, cinco años después me hizo ver lo inocente que fui."

En ese momento ya cargaba el uniforme y era un simple oficial en una zona poco transitada. Gracias a los buenos contactos de Vass lograron reubicarlo en una zona cerca a los suyos, pero no gratis.

"—A Alfred le gusta ejercer el poder y cuando se encuentra con alguien que no le tema, se obsesiona. Tú y Patrick, han sido testigos de ello."

Lo mejor que pudo hacer en adelante, por el bien de su familia y su carrera, fue obedecer. Se cuidaba de no hacer "encargos" peligrosos o que fueran en contra de su deber. Una técnica que le resultó de utilidad y le permitió mantenerle a raya.

"—¿Casarse conmigo fue parte de esos encargos? —no pude evitar preguntar."

Con una sonrisa en los labios y con el portarretrato en sus manos. El que nunca soltó, ni dejó de ver. Confesó que ese había sido idea de Alfred, en ese entonces la idea le resultó atractiva.

"—Eras joven, hermosa y con dinero. Un buen partido, si obviada tu mal carácter."

Mi huida le hizo replantear las cosas, aunque estaba con la nana, para él era evidente el problema que significaba ese matrimonio. Alfred deseaba sellar su silencio, mezclándolo en la familia, pero el precio a pagar era demasiado caro.

"—Yo era un sheriff, respetado y con buena reputación. Había conocido a Margaret (mi esposa) y empecé a salir con ella. Fingí estar enojado y hasta buscarte, pero en el fondo me alegré de que te hubieras largado."

Al final, fue su esposa quien logró poner fin a la relación con Vass. El miedo a que ella saliera dañada o descubriera su pasado, lo obligó a buscar tierra firme al costado opuesto de Alfred Vass y el rancho Neville.

"—¿Cómo iba a saber que tú tendrías la misma idea?", me confesó en medio de risas.

Me dio la oportunidad de huir el día en que se presentó ante mí. Lo hizo por él, no deseaba comprometer su relación o hablar de un pasado que había escondido y no deseaba desenterrar.

"—Debía decirle que estabas aquí, era un compromiso adquirido. Mallory, no le dejaría salirse con la suya. Todo lo demás se lo dejé al destino y a que tanto te quería."

Una charla que debió tener un tinte trágico, se convirtió en amena y hasta divertida. Si bien, Simons no mencionó el suceso con mis padres, por considerarlo un pasado turbio para los dos. Aceptó estar presente, al igual que dos hombres más, fue el único que no participó en la sepultura, se negó a tocar el cadáver o a mi madre.

"—Fui el único en salir del Neville, hasta donde sé, los otros dos siguen trabajando para Alfred."

Se fue a su casa esa misma noche y le narró a sus padres en medio del llanto lo ocurrido. La orden que le dieron ese día fue sencilla, enterrar lo que había visto y no narrarlo nunca más y renunciar al día siguiente. Algo que hasta el día hoy ha cumplido.

"—La liquidación fue una bolsa llena de billetes que ni en mil vidas hubiera recolectado. Probablemente, no vas a entenderlo, el dinero en casa escaseaba, con hermanas sin estudios, una madre enferma y un padre cargado de deudas."

Después de aceptar su participación y explicarme las cosas desde su perspectiva. Pasó a los detalles de la desaparición de mi hermano y como Ana Lucia Edevane y su novio están siendo señalados como culpable.

Algo que puso en dudas, conocía a los Edevane y a sus hijas, ninguna de ellas era capaz de dañar a nadie. Su novio, por su parte, era otra historia, un hombre con vínculos con grupos peligrosos y con una reputación dudosa.

"—No dudo que tenga el poder de desaparecer a tu hermano, pero no es de los que dejan rastros."

De esa manera me entero de que los documentos de mi hermano fueron encontrados en medio de un charco de sangre, en el sótano de un centro comercial. En las cámaras se ve a Ana huir del sitio con un arma en manos.

No hay rastros de él y aunque está confirmado es su sangre, la ausencia de un cuerpo ha complicado la investigación. La parte más curiosa para Simons es que mientras las autoridades lo buscan como desaparecido, Alfred Vass piensa distinto.

"—La denuncia por asesinato fue instaurada por él y señala a Ana Lucia Edevane como culpable."

Según Simons, Vass está demasiado ocupado en arrestar a Ana Lucia, que ha perdido interés en mí. El rancho Nevill estaba siendo a cargo de un personal de la ciudad, hombres armados y peligrosos. Existe el rumor que ha estado vendiendo parte de la fortuna familiar y me invitó a hacer presencia.

Ante la ausencia de Ludov, yo debería ejercer mi derecho como hereda. Si deseaba, me proporcionaba seguridad para llegar al rancho. Jamás ha cruzado por mi mente, regresar el Neville, incluso si alguna vez tengo que abandonar el Mallory o me quedo en la ruina absoluta.

"—El Neville, es al último sitio al que iría."

Su sonrisa seguía siendo cínica, pero logré soportarla al afirmar. Percy Simons, era un hombre desagradable, con un pasado turbio. Como todo ser humano, tiene derecho a resarcir su error, aunque ese error le haya costado la vida a mis padres.

¿Qué podría haber hecho él? Un adolescente escuálido, ante un hombre lleno de odio y con mucho poder como Alfred. Hoy, puedo entender su comportamiento, aunque me siga doliendo.

"—Me gustaría saber cuándo mi hermano aparezca."

¿Qué por qué estoy segura de que está vivo? Sencillo, si estuviera muerto, Alfred no estaría vendiendo edificios y saqueando cuentas. Es evidente que se prepara para el regreso de uno de los dos herederos y dado que yo le di parte, ese alguien solo debe ser mi hermano.

El último pensamiento sobre mi encuentro con Simons me llega al calzar mis zapatos deportivos. Consciente que no tengo de otra más que confiar en su buena voluntad y ese supuesto cambio de pensamiento, acepté sus disculpas.

—¡Listo! —anuncio triunfante.

Me lanzo hacia el espejo antes de salir a los pasillos. En vista que iré a ver a Jake y que este odia verme en ropa masculina, he decidido usar uno de los vestidos que me ha obsequiado. Pasará mucho tiempo antes que regrese a ser el de antes, pero deseo que sepa, sus enseñanzas están intactas.

Me ha sacado del foso tantas veces, que he perdido la cuenta. Si a alguien le debo la libertad y los trucos de supervivencias, es al hombre que se juega la vida en cuidados intensivos. No lo dejaré hundirse con el peso de su descubrimiento, de la misma forma que él no dejó que yo lo hiciera aquel día en ese hospital psiquiátrico.

El picaporte no sede al primer intento y ejerzo un poco de fuerza. Son puertas viejas, con muchos años, me digo internamente tirando del pomo con fuerza.

—¡Mierda! —escupo cuando no se me mueve un ápice. —¡Alice! ¡Señor Malcolm! La puerta se trabó. —golpeo con el puño cerrado la puerta llamándoles —Me siento Rapunzel —bromeo.

—No pensé que lo tomarías tan bien —la voz de salvador me hace alejar mi cuerpo y golpear de nuevo. —acabo de perder cien dólares con Tom. Aposté a que te iba a enojar.

—¡Abre ahora mismo! —ordeno y en respuesta escucho su risa.

—No lo tengo permitido, nadie lo está —escucho su silbido alejándose y maldigo.

—¡Vuelve acá! —le llamo —¡Salvador!

—¿Cómo se llama el príncipe de Rapunzel?

—¿por qué eso es importante Salvador? —golpeo la puerta una y otra vez con su risa como fondo —¡Abre!

Apoyo una oreja en la puerta intentando escuchar algo. Varios pasos ir y venir, sus bromas entre ellos, pero ninguna se detiene. Ni siquiera cuando les pido en medio de puños en la puerta y gritos que me abran.

—Martha ¿Cómo se llama el príncipe de Rapunzel? —le escucho preguntar.

—Flynn Ryder —responde Sally —y te colgará de las pelotas, se le abres la puerta —amenaza —ya nos lo advirtió.

—Ni siquiera tengo la llave —se defiende —lo siento, rubia —me dice —pero tu Flynn dio la orden de no ayudarte, cuando sus padres regresen del hospital, tú y él irán a ver al joven Jake.

—¡Salvador! —le llamo, pero sus pasos se alejen —No te atrevas...

Me detengo cuando alguien golpea la puerta suavemente y regreso la oreja a ella.

—Dejaré a Delilah suelta cerca al jardín —me dice —el balcón no es tan alto. Lo hago por qué me gusta ver el mundo arden y no quiero perder cien dólares.

—Salvador. —le llamo.

—En diez minutos —diciendo esto último se aleja.

Giro mi cuerpo contemplando la lujosa habitación, en espera de esos diez minutos. Mientras lo hago, en todo lo que pienso es que Patrick tuvo la osadía de encerrarme. Ese idiota me encerró ¿Por qué? No tengo puta idea, como todo su comportamiento en estos días.

Alejo mis sádicos pensamientos y mi humanidad de la puerta avanzando al balcón. ¿Por qué debo esperar? Su obsesión por el trabajo lo ubica a esta hora en el establo, con la estúpida de Amaia batiendo pestañas y moviendo sus caderas.

Y el muy imbécil feliz por ser el centro de atención de esa zorra.

Una vez en el balcón constato que no hay nadie debajo o a sus alrededores. Mido la distancia entre donde estoy, los riesgos y el sitio perfecto para aterrizar. De preferencia de pie, porque, si es de trasero, tardaré en levantarme. Ya me ha ocurrido.

Ese pensamiento me remonta a la época en el Neville y mi piel se eriza al recordarlo. Diferente encierro, mismo miedo, aunque Patrick esté lejos de ser Alfred y su sadismo.

Creo.

Cruzo la baranda, me siento en ella y miro hacia el vacío antes de lanzarme. No me importa que llevo vestidos, también perdí proyección de aterrizaje, pero logré llegar en pie. Trasero expuesto unos segundos, pero no lo suficiente para avergonzarme.

Es lo que cuenta.

Un par de segundos para reponerme, una mirada fugaz a mi alrededor y empieza mi escapada. Delilah sale justo en el instante en que estoy cruzando el primer jardín y lanzo un silbido.

Grabe error, si bien, logré que llegara, también llamó la atención de Patrick, que salió de una de las caballerizas. Por desgracia, para él, ya voy montada en mi amiga rumbo a ninguna parte.

Lo único que deseo es demostrarle que no puede por más que lo desee encerrarme. Estoy pisando las puertas del triunfo cuando empiezo a escuchar su galope bastante cerca.

Antes que pueda incitar a mi amiga a un galope más fuerte, un par de brazos me toman por la cintura y tiran con fuerza. Mi cuerpo es impulsado en el aire hasta el suyo, me sostiene con fuerza contra él mientras logra disminuir el galope de Deacon.

Sin soltarme se lanza al suelo, me aprisiona entre su cuerpo el césped. Mi lucha por liberarme resulta inútil, pero no desisto de hacerlo, lo que parece divertirle. No me sorprende su agilidad con el caballo, ya lo he visto en acción. Lo que si logra hacerlo y hasta enojarme es la facilidad con que mi cuerpo reacciona al suyo.

—¿A dónde mierdas crees que vas? —pregunta acercando su rostro al mío.

—¡Me encerraste!

Sus ojos oscuros brillan de una forma peligrosa cuando inmoviliza mis manos sobre mi cabeza y pega su cuerpo al mío. Su respiración y la mía se mezclan, en una sincronía casi perfecta. Acompañada de nuestros corazones latiendo a toda prisa, el mío por saberme atrapada, el suyo le capto tinte de furia.

Sus ojos lo muestran.

—¿Sabes por qué?

—¡Porque eres un imbécil! —escupo de mal humor.

Me remuevo para liberarme, pero lo único que logro es que su agarre se refuerce y nuestros cuerpos queden aún más cerca.

—La última vez que te perdí de vista, fuiste a buscar ayuda en Simons. Le sonríes y agradeces —responde en una calma controlada —de pronto, es el mejor de los hombres cuando antes no lo soportabas ¿Por qué? —me pregunta.

Resulta divertido que esto sea por Simons, y no puedo controlar la risa. Un comportamiento que no le agrada y no me importa.

—¡Eres un bruto! —me quejo en medio de risas —no puedes tratarme como una posesión más de tu rancho, no soy de tu propiedad.

—¿No?

Contengo la respiración y giro mi rostro al ver el suyo acercarse. Su nariz rosa mi cuello, su barba eriza mi piel y el nudo se instala en mis entrañas, aumenta con el lento movimiento de su rostro contra mi cuello.

—Nuestros cuerpos dicen otra cosa —comenta con voz ronca con las caricias subiendo hasta mi rostro.

Los latidos de mi corazón son más intensos que cuando monto a Delilah a campo abierto. Incontrolable y veloz, disminuye y aumenta conforme los besos se van acercando a mis labios. La misma sensación, con la diferencia que está no puedo controlarla, por no depender de mi.

En el momento en que sus ojos encuentran los míos, me pierdo en ellos. La profundidad de su mirada arropa mi cuerpo con un fuego intenso que me recorre por completo. Desde la cabeza a los pies, mi piel pide a gritos la suya, sus labios se curvan en una sonrisa, sexy, cínica y divertida.

—Debes empezar a reconocer lo que tu cuerpo ya sabe —desliza su mano en mi cuello y empieza a bajar hasta mis senos, sin dejar de verme y sonreír —eres mía, Luisa Neville.

Antes que pueda contradecirle o protestar, su boca me lo impide. Jadeo su nombre en el instante en que su mano encuentra uno de mis pezones y tira de ellos. Me encuentro en medio de un fuego que consume mi poca voluntad, producida por sus labios y las caricias recibidas.

Interrumpe el beso dejando en mi piel una sensación de vacío. Mis labios y mejillas arden y mi piel se sofoca al ver a la forma en que soy observada. Sus pupilas están dilatas, su boca es una línea fina y su mirada ha cambiado a una que desconocida hasta hoy.

—Si vuelves a sonreírle a Simons o a cualquier otro, —me advierte.

—¡Jódete! —respondo de mal humor y toma mi barbilla con una mano —Jódete Patrick. —repito.

—Tomaré medidas extremas, Luisa, no me hagas enojar.

—¿O qué? —le reto con el corazón latiendo a mil por horas y las ganas intensas que acabe lo que empezó.

¿Por qué te hace tan débil Luisa?

—Patrick, suéltala.

La orden de su padre es escuchada a lo lejos, pero no obedecida, él continúa lanzando miles de advertencias silenciosas a través de sus ojos oscuros.

—Patrick. —repite su padre aún más cerca y esta vez sí se aleja.


—Te espero en el auto —se incorpora del césped, dejándome con el corazón arrugado y unas ganas intensas de llorar o salir corriendo.

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