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1988: Cuando los cerdos despiertan, los niños malos tiemblan


—Mira la nueva negra, esta buena, pena por sus tetas pequeñas pero. —Comento Bilal, con una sonrisa pícara.

A veces pensaba que la misoginia y la denigración de la mujer de parte de Bilal derivaba del odio que sentía por su madre, por atreverse a escapar de los abusos de su padre dejándolo solo, a merced del monstruo que era su creador. O talvez fuera por la cultura machista de estos tiempos, o podia ser que mi amigo simplemente era un imbécil sexista. No pronuncie ninguno de mis pensamientos, tan solo respondí — Pues me la follaria.

—Y yo.

Ambos erumpimos a carcajadas, bajo la mirada juiciosa de Fatima, una chica blanca adoptada por una familia musulmana. También era llamada la Blancanieves, no por su raza, si no porque la chica estaba tan loca que hablaba con su perro como si este pudiera responder, bueno, también porque era blanca.

Se que detener la narración puede ser fastidioso para el lector, osea tú. Pero créeme, necesitas contexto para entender esta parte de la historia. ¿Recuerdas cuando dije "No tengo una triste historia sobre una niñez dolorosa."? Es verdad, en mi niñez solo tuve 2 eventos verdaderamente traumaticos, y ninguno de ambos justifica quien soy ahora o las mierdas que he hecho. Sin embargo, creo que este merece ser contado.

La chica nueva se llamaba Blessing, se sentó en los asientos traseros, en el fondo, solitaria, tímida.
—Hola—saludo Fatima a Blessing, esta última le devolvió el saludo con una mueca introvertida.

En la escuela, las aulas eran separadas por sexos, así que mientras Blessing y Fátima iban a una aula, Bilal y yo íbamos a otra.

—¡El profe ya viene! — grito un compañero de clase que controlaba el pasillo, con esa sencilla frase trasformò a la clase llena de diablos en angelitos.

El profesor de historia entró con su típica cara de amargado, no se molestó en pasar lista, pues era la última lección del día.

—Iniciemos con las víctimas de hoy. Abdel, ¿quieres venir a la interrogación? —Era una pregunta retórica, todos lo sabíamos.

Parecia que el mundo hubiera colapsado ante sus ojos. El sacrificado se levanto y afrontó su destino tembloroso.

Bien, próxima víctima.

—Bilal, que bien que nos honras con tu presencia, ¿qué, hoy no hay ausencia estratégica?

Bilal no hablo, sostenia una expresión relajada, el profe y él mantenían una relación de amor-odio, tipos como Bilal eran la razón por la que quiso ser profesor, y tipos como Bilal eran la razón por la que odiaba ser profesor.

—Venga, anda, ¿quieres venir a la interrogación?

—No, gracias. —Respondió él, con tono respetuoso, pero en sus ojos se veía la sorna.

Las risas de la clase no se hicieron esperar.

—¿Cómo? —El profe se veía incrédulo.

—Acabo de analizar su magnífica oferta y con gran tristeza me veo en la obligación rechazarla.

—Ven.

—No.

—Te meto un 2.

—Sobreviviré.

Este tío era mi ídolo.

La clase seguía entre risas. No cabía duda de que Bilal era el payaso de la clase.

El profesor dejó de discutir. Llamo mi nombre siguiente.

—No, gracias, estoy bien así. — Respondi.

Ambos terminamos con un 2 en historia ese día. Bilal era un líder y yo su fiel secuaz.

⚜⚜⚜

Mi padre era un cerdo que regaba las flores del jardín con sus flemas y escupitajos antes de entrar a casa. Se quitaba la chaqueta y ponía las botas sucias con las que llegaba de trabajar encima de la mesa de comer. En el pasado, más pequeño, pensé que era porque estaba demasiado cansado para pensar en ello, ahora, menos inocente, sabía que era porque había una jerarquía, primero mi papá, después sus botas, sucesivamente mamá y al final yo.

Aunque puede que con el tiempo la posición entre mi madre y yo hubiera cambiado.

—¿Y la comida? —Pregunto mi padre con su ronca y grave voz, sin regalar la más mínima cortesía.

—Ya casi está.

Respuesta equivocada.

(¡Mujer, ahora!)امرأة الآن—

Papa le dirigió una mirada a mi madre, mirada que aún no sabia descifrar. Sin embargo mi madre si, pues con las manos temblorosas entro en la cocina, sintiendo el protervo de mi padre, fue más allá de la sumisión sugerida por la prudencia, pasando al sometimiento abyecto nacido del miedo.

—¿Como vas a en la escuela?

—Bien.

Allí terminó nuestra relación padre e hijo.

Apenas mamá terminó de servir la comida, yo lo devore rápidamente para poder salir con mis amigos.

⚜⚜⚜

En esos tiempos podias entrar con solo 3 libras en una tienda y salir con 1 mini bolsa de patatas, 2 refrescos, 3 chupa chupa, y 4 chicles de los grandes. Ahora eso ya no sería posible, putas cámaras de seguridad.

—Chale, yo no voy ni de coña, que soy inmigrante.—Hablo Raúl, el latino. Era un chaval de nuestra edad, pero abandonó la escuela para ayudar a su familia económicamente, algo bastante comun por aqui.

Nos encontrábamos todo el grupo cada día después de la escuela.

—Pues yo tampoco, que el vendedor tiene cara de odiar a los negros. —Comenta Blessing, la nueva miembra, porque Bilal quería probar su suerte con el chocolate.

—Que vaya Fatima.— Digo yo.

—Ni de broma, ¿por qué yo?

—Porque eres chica, si algo sale mal, pues te metes ha llorar o ha enseñar.—Responde Bilal.

—Esta plana. — Le recuerdo yo.

—Verdad, ni modo, solo te queda llorar como niña.

—Dejaos de babosadas, vamos todos y punto.—Termina diciendo Raúl.

Poco a poco todos entramos, con un plan ideado por Bilal, bastante impresionante para nuestra edad, primero Fátima con el dinero, después de 1 minuto la siguen Raúl y Blessing, eran la distracción. Gracias racismo.

Sucesivamente en la retaguardia Bilal y yo, mientras Fatima se llenaba la bolsa, Bilal preguntaba indicaciones con una mapa vieja medio rota encontrada en el suelo, yo solo fingía no entender las instrucciones.

—Aquí vas a la derecha— Dijo el vendedor mientras con un ojo observaba a Raúl y Blessing.

Nuevamente, gracias racismo.

—¿A la izquierda? —Pregunto yo.

—A la derecha.

—Si es a la derecha, ¿por qué vas a la izquierda?

—No, no vas...

—No, vas por este lado aquí—Interrumpio Bilal, indicando al mapa.

—¡Esa es la izquierda! ¡Tienes que ir a la derecha, (coño!)مخروط !

—¿Izquierda?

—Derecha.

—Izquierda.

—Derecha.

—Derecha.

—Izquierda... ¿qué? ¡No!

—Perdón, ¿me puede cobrar? —Interrumpió el debate los ojos verdes inocentes de Fátima.

Raúl y Blessing hicieron el intento de salir de la tienda sin comprar nada.

—¡Oye!—Gritó el gordo vendedor—Venid aquí a que os controle, que con gente como vosotros nunca se sabe.

Mientras el culo blanco palido de Fátima salía del establecimiento, se le cayó un refresco robado haciendo bastante ruido, captando la atención del vendedor. Hija de... Genial, la blanca nos jodio, sus antepasados estarían orgullosos de ella.

La Blancanieves se dio a la fuga. La obesidad del vendedor dio una ventaja a Fatima. Bilal puso el pie en el camino, haciendo la zancada al gordo, como consecuencia me encontré una axila peluda sobre mi cuello.

Todos salieron corriendo dejándome a la merced de mi destino. Los ojos del vendedor se enfocaron en mi.

—¿Izquierda?... —Si las miradas pudieran matar.

Lo intenté golpear en la entrepierna, pero su grasa no me lo permitió, estaba atrapado. Levantándose de encima de mi para intentar agarrarme bien, me dio la oportunidad para girarme y poderlo golpear en el estómago con una patada, eso lo obligó a buscar aire. Aproveche la ventaja, cogi algunas chocolatinas y sali corriendo mientras oía su voz gritar obscenidades detrás de mi.

⚜⚜⚜

—Cuba está llena de guiris cachondas
deseando probar un buen kebab—afirmaba Bilal, mientras se comia parte del contrabando.

—¿iY vos cómo piensas hacerle saber a una guiri que estás interesado en que te la fele!?—preguntó Raúl a Bilal. Sabia que era nulo en inglés.

Bilal detectó perfectamente lo que su amigo insinúa.—Es fácil—Bilal se desabrochó los pantalones y se sacó el pene delante de todos. Una vez lo tenía afuera, señala con ambas manos —eat this, please, ¿a que me has entendido?

Fatima hizo una cara... como si hubiera apenas olido mierda de rata, Blessing se cubrió los ojos con las manos como si eso pudiera eliminar la imagen vista, mientras el latino y yo nos partíamos de risa con el Bilal. Bilal se sacaba el miembro a la mínima oportunidad.

—¡Guárdate esa mierda, cabrón!—exclama
Raul todavía riendo—J'esa polla de Japo solo sirve para quitarse los "paluegos" de entre los dientes.

Bilal se volvió a guardar sus genitales con una sonrisa en la boca.— Sí, por eso a tu madre hace tiempo que no se le ve comida entre los dientes—contrataco.
Bilal no era un tipo fácil de humillar.

Me gustaria recordar a todos que estamos hablando de preadolescentes de entre 12 y 13 años de edad. Eramos todos vírgenes aún. Sin absolutamente ninguna posibilidad de ir de viaje a ningún lado. Y en nuestros tiempos todo lo que habíamos hecho en el trascurso de ese día estaba totalmente prohibido, ni siquiera podríamos estar solos chicos y chicas sin supervisión.

En una de esas veces el padre de Bilal le dio tal paliza que el niño acabó ingresado en el hospital publico de Malik por 6 días, compartió la habitación con un español cristiano, el tío era un quejica.

Él estaba en una habitación de tres y su cama era la central. A la izquierda, pegada a la ventana, pasaron tres personas distintas que estuvieron de media entre uno y dos días. Su otro compañero de habitación, que ya estaba ahi desde que llegó y que siguió tras su partida, era Jose, el cristiano. La primera impresión que le dio no fue buena. Era un tipo muy protestón y solo bastaba ver cómo le trataba el personal del hospital para ver que no era un paciente demasiado apreciado. Daba muchos problemas.

Por lo que le contó personalmente, José había sido vigilante de seguridad y una noche durante una guardia, un camión dando marcha atrás se lo llevó por delante. Se rompió la pierna por dos sitios distintos, el brazo, y se hizo una serie de heridas bastante escandalosas. Cuando Bilal llego él llevaba ya casi tres meses en el hospital.

Por el día aunque no era la alegría de la huerta, más o menos, mantenía un estado de ánimo positivo, dentro de lo que la situación le permitia, pero por las noches, se venía siempre abajo. Pasaba gran parte de la noche haciendo una serie de ruidos agónicos ponian la piel de gallina a Bilal y no lo dejaban dormir.

—Ay, ¡Ay! ¡Ay! Madre mía ¡Madre mía!
¡Ay! ¡Madre mía!— Entre sollozos y lloros.
Bilal le preguntaba si estaba bien y si quería que llamara alguien. Él decía que le dolía mucho pero que los enfermeros se negaban a darle la morfina para amainar los dolores.

"Son racistas, es porque soy blanco y a mi Dios no le huele el culo a curri", afirmaba.

El joven presenció con sus propios ojos como un enfermero de unos 40 y pico años largos le trataba con mucho desprecio. Le hablaba mal, y siempre que Jose se quejaba este afirmaba que tenía mucho cuento y que a ver si se recuperaba de una vez y les dejaba a todos tranquilos.

Bilal hablaba bastante con Jose, con él era simpático, pero era la verdad que con el equipo de enfermeros tampoco ponía mucho de su parte. Les exigía cosas de malas formas y el niño podía entender que le tuvieran tanta tirria. Bilal no sabía si él era así porque le trataban mal, o si le trataban mal porque él era así, en fin que si nació el huevo o la gallina primero.

En un momento el tío se sacó un pitillo del cajón y le ofreció uno a Bilal.

—Pero aquí no se puede fumar. —le dijo el niño extrañado.

—Ya, pero a mí me dejan—dijo el tío mintiendo.

Se encendió el pitilo y a los dos minutos apareció una enfermera que le echó una bronca de órdago.
—¿No se supone que aquí las mujeres son sumisas?—José dijo sin pelos en la lengua. —Guiris de mierda.

En algún momento le enseñó una foto de cómo era antes del accidente y Bilal flipo en colores. Jose, tres meses atrás, era un tipo grande y musculoso. Ahora, ante él, tenía a un saco de huesos con los ojos rehundidos y ojerosos.

Todos los días venían a hacerle curas y cambiarle las vendas. A pesar de que llevaba ahí tres meses, las heridas todavía no estaban curadas. Supuestamente no debía moverse demasiado ya que con el más mínimo movimiento, las heridas se abrían y sangraban. A la tercera noche de estar con él, tras llorar un buen rato, decir "ay, ay, ay" y "madre mía, madre mía" un millón de veces, dijo: "yo me voy de aqui".
Se incorporó en la cama, se arrancó las intravenosas y se sacó la sonda de la polla. Bilal le decía que parara, que estaba haciendo una locura, que a dónde cojones pensaba ir asi. Llamó a los enfermeros y vinieron al instante.

El estropicio ya estaba hecho. Todas las vendas estaban teñidas de rojo y volver a colocarlo todo en su sitio fue una operación de más de media hora. Mientras le limpiaban y colocaban todo de forma brusca le echaban la bronca.

El enfermero jefe que tan mal le trataba, tras reparar en que Bilal miraba con cierta desaprobación, argumentó:

—Este numerito lo hace cada tres o cuatro días.

Al dia siguiente el niño trató de hacerle entrar en razón. —Jose tío, no hagas eso. Cada vez que lo haces alargas el estar aquí seguramente 10 dias o más. ¿No quieres irte? Joder, estate tranquilo y en un mes estarás fuera.

—Ya lo sé —Respondio—Pero es que no aguanto más.

La dinámica fue la de siempre.
Mañanas llevaderas, noches infernales. La quinta noche, mientras Bilal salió del baño, con sus muletas, protagonizó otro intento absurdo de fuga.
La misma cantinela: "Ay, ay, ay. Madre mia, madre mia". Llantos y sollozos, "me voy". Y Bilal intentando detenerlo.
—Estate quieto Jose, para, en serio. No te quites eso, no te... Joder. ¡Enfermera!

—No aguanto más. Me voy —decia una y otra vez llorando.

Esta vez el enfermero le dejó hacer.
—Muy bien Jose, ¿ya estás otra vez igual? Eres insoportable. Pues venga, vamos a ver hasta donde llegas. Venga, vete, vamos.

Jose, a duras penas, se descolgó de la cama, en pelotas, con uno de esos pijamas de hospital que solo tapa la parte delantera y van atados por detrás, y comenzó a arrastrarse por el suelo. Bilal tuvo esa imagen gravada en la retina. El enfermero jefe y dos enfermeras, de pie, cerca suyo y él arrastrándose, poco a poco. Una de ellas hizo el amago de empezar a recogerle, pero el enfermero jefe la detuvo. Creo que jamás el niño sintio tanta pena por alguien en directo. La máxima expresión de la desesperación.

—Déjale, que se dé cuenta de una puta vez de que esto no tiene sentido.

Salir de la habitación le llevó a Jose dos largos minutos. Dejó a su paso un rastro de sangre de las heridas abiertas.
Una vez en el pasillo el enfermero dijo:
—Bueno, ya está bien. —Lo cogieron entre cuatro, lo llevaron a su cama y le recolocaron todo.

El niño ya no podía evitar el pensar que Jose realmente era un gilipollas a pesar de que siempre le ofreciera un pitillo, hasta que cayo en lo siguiente: A Bilal lo visitaban seguido sus amigos. Sin embargo, sentia mucha soledad, su estancia ahí se hizo larga y pesada. No tenía grandes dolores, llevaba muy mal tener que estar tumbado boca arriba todo el rato y orinar y defecar era toda una proeza, mear boca arriba va contra-natura.

¿Cómo debía sentirse Jose? Un hombre solo, al cual en toda la estancia de Bilal solo vino a visitarle una monja de 80 años durante cinco minutos y como si de un mero trámite se tratara, le traía pasta que sacaba de su cuenta, tabaco y cuatro chuminadas. Con su mujer y su hijo en España sin poder ir a visitarle o cuidar de él. Así tres infinitos meses de soledad y dolor. Su actitud no ayudaba a salir de ahí cuanto antes pero creo que se puede entender que a la desesperada, se viniera abajo una y otra vez. Bilal salio de ahí el sexto día, habia pasado con él muchas horas y en alguna ocasión incluso se habían echado unas risas juntos, ambos tenían un humor jodido similar.

Al despedirse de él le dijo:
—José, en serio, no seas imbécil. Quédate
tranquilo, no te muevas ni la líes más. Aprieta los dientes un mes y te irás. Echale huevos y no alargues más esto anda.

—Si Bilal, así lo haré.—Y pareció aceptar su
consejo de forma sincera.

—Yo vendré a verte una vez por semana y nos echamos un cigarrito juntos. ¿Vale?

—¿Sí? Muchas gracias, amigo.

Le dio la mano. Bilal en ese momento hablaba con el corazón, pero jamás fue a visitarle. Su excusa fue que con muletas, con una movilidad muy reducida no tenía sentido.
A las dos semanas estaba más estable y podría haber ido, pero entonces Jose ya era un vago recuerdo. "Seguro que está bien o ya se habrá marchado. Si, me hizo caso y se portó bien por fin." Pensaba hipócrita, y ahí quedó la cosa. El niño se consideraba buena persona, como la mayoría de la humanidad, siempre y cuando no requieriera demasiado esfuerzo.

En conclusión, aprendimos la palabra guiri.

⚜⚜⚜

Eran las 18:09. Ya era tarde, las chicas debían volver a sus casas, la Blancanieves, el Bilal y yo fuimos a la casa de él, que quedaba cerca del parque, para coger la bicicleta de Bilal. Blessing vivía algo lejos y él quería aprovechar la oportunidad para estar a solas con ella.

Su padre era menos cabron con visitas. Entrando en su casa Bilal se fue directamente al garaje para coger la bici. Fatima se quedó fuera de la casa esperando, daria una mala imagen como mujer si entrara en una casa sola con hombres. Yo salude a su padre, fingiendo no saber la clase de hombre que era, fingiendo que no haber visto las cicatrices en el cuerpo de mi mejor amigo.

—Ey, tengo que salir, dile al niño que vaya con cuidado con la bici, estaba haciendo trabajos y...

Que asco me daba este tipo, pero al mismo tiempo, era el mismo tipo de persona que mi padre, un cerdo, el tipo de persona que yo juraba nunca ser.

... y frenos sobretodo—Termino de hablar y mientras se iba le dio una ojeada a Fatima que la hizo sentir incómoda. Tan cubierta y sintiendo tanta necesidad de cubrirse más.

La verdad no sabía que me dijo y no me interesaba. Cerdo repugnante.

Bilal cogió su bicicleta y se fue con Blessing.
Sali de la casa, Fatima me pregunto con los ojos sobre la conversación, yo solo hice un movimiento con los hombros restando importancia al asunto.

⚜⚜⚜


La naturaleza era deletéreo, una ponzoña atrayente.
Un mal que no dominaba.
Una costumbre mal adquirida.
Una daga dulce y asesina.
Talvez por eso se llevó a Bilal, talvez por eso el accidente que tuvo mientras circulaba con la bici, accidente que causó su muerte, fue nada más una amenaza.

Tenía mi voluntad descarriada.
Adjunta a si mi aura atada.
Tenía mi pasión desbordada.
Mi voz ante su figura, esclavizada. Si, eso era, culpa de la naturaleza, de divinidades injustas, de karma mal depositada. Si, eso era. No era culpa mía, no era culpa mia.

El funeral de Bilal fue 2 semanas después del accidente. No fue nada lujoso ni especial. El sol brillante como nunca, disparaba su chisguete de luces rubias sobre las casas y las calles, imperturbado del aura de desolación en el aire, pertinente ser superior, indiferente al ser humano.

Blessing salió herida del accidente carretero, traumatizada con la culpa por el resto de su vida pero viva. No vino al funeral. La carga en su conciencia era mucha, demasiada para una niña de 13 años. Siendo sincero, si, era culpa de ella que Bilal haya muerto, si ella no hubiera aparecido él estaría aún vivo. Si, era culpa de ella. No era culpa mía.

El padre de Bilal también daba la culpa a ella, ese hipócrita, ese bastardo que torturó a su hijo por los pecados de su madre. Si, era culpa de él. Si él nunca hubiera manipulado los frenos de la bicicleta, Bilal aún estaría vivo. Era su culpa, no era culpa mía.

Me alejé del funeral mientras todos tenían los ojos cerrados rezando, necesitaba respirar.

—Oye —sentí susurrar a una voz detrás de una pared, una mujer vestida en negro, con un niqab cubriendo su rostro, me dio un ramo de lirios amarillos... de plástica. —¿Puedes poner estas flores junto a las demás, porfavor?—Solo había visto una sola foto de la madre de Bilal, poseía unos hermosos ojos negros. Esa mujer tenía los mismos ojos, sus ojos estaban rojizos, sin embargo, eran de un profundo negro cautivadores.

Asentí y le aseguré que entregaría las flores. No lo hice.

En cuanto ella desapareció, las deposité en la basura enfurecido. No tenía la certeza que aquella mujer fuera la madre de Bilal, talvez era solo una conocida muy tímida, pero talvez era su madre. Si la madre de Bilal nunca lo hubiese abandonado él seguiría vivo, era su culpa que él muriera. No se merecía tal gentileza, que sus flores terminaran en el mismo lugar que su instinto maternal, en la basura.

Al terminar el funeral vi de lejos a Fatima, ella me observo toda la durada del entierro, pero jamás se acercó, ni un saludo, pues creo que ella sabía la verdad; Era culpa mía que Bilal hubiese muerto.

Fatima desde ese día no me volvió a dirigir la palabra, se alejó de mi y yo no busqué acercarme. La verdad sobre la muerte de Bilal quedó entre los dos o eso creí. Raúl se trasladó con su familia pocos meses después del funeral a... la verdad no me acuerdo, un país de Latinoamérica. Blessing se trasladó de escuela nuevamente, lo último que supe de ella era que había perdido gran movilidad en sus piernas, talvez estaba en silla de ruedas o en muletas. El padre de Bilal al día de hoy está muerto. La mujer del funeral, me quede con la curiosidad, nunca supe si era verdaderamente la madre de Bilal, actualmente me arrepiento, ojalá no hubiese tirado las flores... de plástica.

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