Capítulo 2
El desayuno era la única comida del día en donde Yoongi y Jimin casi siempre coincidían para compartir. Era la única hora del día en que podían entablar una conversación significativa mientras el castaño se entretenía mirando aquel hermoso rostro. El resto del día dependía de sus horarios para ver si tenían tiempo para siquiera verse antes de acostarse.
El clima parecía sombrío esa mañana por lo que Jimin tomó una nota mental de usar sus botas resistentes al agua para trabajar. Odiaba la sensación de zapatos y calcetines empapados.
Para cuando bajó las escaleras, Namjoon ya estaba allí con Yoongi, este último sentado en el sofá con su tablet en la mano y el primero deteniéndose cerca de él con un sobre. Como de costumbre, Kim asintió con la cabeza hacia el menor.
— Buenos días. — Murmuró el castaño con una cortés sonrisa.
Ese era el alcance de sus conversaciones la mayoría de los días y prefería que se quedaran así. Quizás eran imaginaciones de Jimin, pero este veía como siempre buscaba la forma de mantenerlos a cada uno en una punta diferente sin interactuar aunque claro, eso podría ser también por los negocios.
El castaño vio el desayuno en el mostrador cuando entró en la cocina y frunció el ceño ligeramente. Namjoon debía haberlo llevado porque su mejor amigo jamás lo haría. La pregunta era, ¿por qué?
— Namjoon compró el desayuno esta mañana. Dormiste muy tarde anoche. — Yoongi pareció responder a la pregunta que tenía en cabeza.
Mentalmente le agradeció a su atractivo mejor amigo por permitirle escuchar su voz a primera hora de la mañana, ya que eso hacía que su día fuera mucho mejor. Aunque claramente, esto no era algo que pudiera confesar en voz alta.
Asintió, sonriendo agradecido a Namjoon a pesar de que fue algo forzado. Se preguntaba si se suponía que ese hombre de cabello gris, gran elegancia y altura ocuparía lentamente su lugar en la vida de Yoongi.
Algunas veces, como esa, terminaba abofeteándose internamente por terminar sintiendo celos de la mano derecha de Yoongi. Era su deber apoyar al pelinegro en todas las facetas de su vida. Era de suponer que no fuera la gran cosa para él comprar el desayuno de vez en cuando.
Palabras clave: de vez en cuando.
Si eso comenzaba a convertirse en algo frecuente, lo más probable era que realmente tuviera que mudarse. No se creía capaz de soportarlo.
No disfrutaba tanto el desayuno con Yoongi cuando Namjoon estaba cerca. Su presencia volvía al pelinegro callado y distante. Prefería pasar su tiempo en la oficina, pensando en el próximo titular que comer en un silencio incómodo.
Miró a su mejor amigo descaradamente mientras comía. Ese era el único momento del día en que tenía la oportunidad de hacerlo. ¿Por qué desperdiciarlo solo porque su pecho se sentía incómodo por la presencia de Namjoon en la casa y la necesidad de pedirle que volviera a donde quiera que estuviese su hogar?
Yoongi estaba vestido con su traje a medida, su chaqueta desabrochada mientras se recostaba en el sofá con las piernas cruzadas. El hombre tenía piernas aunque pareciera lo contrario. Eran prácticamente del mismo tamaño, pero a veces sentía como su hubiera una diferencia de quince centímetros en su altura porque el pelinegro imponía demasiado.
Cuando estaba tendido en el sofá así, no podía evitar que su mirada viajara hacia su entrepierna. La forma en que se estiraban sus pantalones... Relamió los labios tan discretamente como pudo, ya que Namjoon estaba ahí y aunque jamás pronunciara palabra, sus ojos captaban todo. Lo hacía sentir incómodo por tener pensamientos traviesos sobre mi mejor amigo.
— Te recogeré después del trabajo hoy. — El corazón de Jimin se aceleró ante las repentinas palabras de Yoongi. Fue patético realmente. A veces deseaba que el pelinegro dijera esas cosas por amor, como un amor de novio o amante. Solo que lo conocía mejor que cualquiera, él no tenía ese tipo de sentimientos por él.
Namjoon pareció aturdido por la declaración de su jefe, antes de inclinarse para susurrar algo en el oído del mismo. Sabía el menor que eso significaba una cosa, Yoongi probablemente no tenía tiempo para recogerlo después del trabajo.
No era la gran cosa. Su lugar de trabajo estaba muy cerca y tenía muchos colegas que lo podían dejar de camino.
Imaginándose cómo sería morder las orejas de Yoongi sentado en su regazo mientras perdía sus dedos entre las hebras de ese cabello azabache, Jimin casi logra que sus utensilios sufrieran un accidente. Puso los ojos en blanco ante sus pensamientos y disimuló lo mejor que pudo.
No esperó que Namjoon se encargara de servir las dos tazas de café recién hecho y colocándolas sobre el mostrador,
— Puedo conseguir una elevación de-
— Hoy voy a recogerte después del trabajo hoy en día. — Musitó Yoongi una vez más, en un tono que claramente significaba que ya no estaba en discusión interrumpiendo a Namjoon.
No necesitaban que lo repitiera por tercera vez, así que los dos no intentaron luchar contra él en esto. El silencio solo duró dos segundos, porque ¿qué es una amistad cuando no la pruebas de vez en cuando? Abrió Jimin sus ojos hacia el pelinegro en un intento de ser lindo.
— Sabes, te sigo diciendo-
— No, no puedes tener tu propio auto. — Tajante, Min interrumpió, antes de pasar su tableta a su mano derecha, empujándose del sofá y arrastrándose hacia el mostrador, levantando una de las tazas y sorbiéndola. — No puedes conducir. — Miró fijamente al castaño y luego de soslayo al peligris.
A veces, solo a veces, Jimin se veía tentado a apuñalar sus globos oculares con sus dedos. Yoongi era tan irritante e intransigente como un padre o más bien, el general de un ejército.
— Podría aprender, si me dejaras tener mi propio auto. — Intentó persuadirlo en un tono suave, ese que a veces le funcionaba como arma nuclear.
Tomó la otra taza extendiéndola a Namjoon, quien se la quitó rápidamente con un gesto de agradecimiento.
Que no le preguntaran al castaño por qué incluso tuvo que pedirle permiso a Yoongi para tener un auto. Podría permitirse todo por su cuenta. Pero había algo que le gustaba al pedirle permiso para algo así. Le gustaba también depender para algunas cosas de él. Estaba un poco loco, tal vez era su refugio y regocijo ver que Yoon se preocupara por algo que tuviese que ver con él aunque fuese de ese modo.
— Fuera de discusión, Jimin. Ya hemos hablado de eso y no pienso volver tocar el tema. — El aludido revoleó sus ojos a pesar de la sonrisa en su rostro,
— ¿No crees que esa sería una habilidad útil para mí? En caso de alguna emergencia, ¿sabes? Necesito conducir yo mismo o llevarte a algún lado cuando lo necesites.
No sabía cuántas veces han tenido esta conversación antes, pero parece que siempre la disfrutaban a su manera, Jimin era seguro que lo hacía y Yoongi al ver su divertido rostro también lo hacía aunque no lo reflejara.
Tal vez Jimin se atrevía a contradecirlo porque sabía que esa "discusión" no lo llevaría a un hospital. Tal vez porque podría engañarse a mí mismo una vez más para creer que Yoongi estaba haciendo eso por amor y preocupación por su seguridad.
— Tengo a Kim. — Él respondió eso con tanta facilidad y naturalidad, que no esperaba sentir una leve punzada en el pecho cuando lo dijo.
Sí, era cierto, tenía a Namjoon. En todas partes, en cualquier momento. Namjoon satisfacía todas sus necesidades y era capaz un muchísimos ámbitos diferentes. ¿Cómo podía compararse?
Ya podía verlo, ese hombre lo estaba reemplazando en esa casa. Ya estaba ahí en su hogar al menos una vez al día. Por supuesto, no se quedaba mucho tiempo la mayoría de las veces, pero aun así. Podía verlo dejando un cepillo de dientes atrás, tal vez una camisa, luego ropa interior. Lo siguiente que sabría sería que iba a ocupar la habitación libre que tenían ahí. Peor aún, podría ocupar la habitación de Yoongi y vivir con él. El cielo sabía que su cama era lo suficientemente grande como para acomodar a cinco hombres adultos.
Podía verlos trabajando en la guarida de durante la noche hasta altas horas de la madrugada y él saliendo de allí con una extraña sonrisa en su rostro. Se imaginaba a Namjoon tocando a Yoongi íntimamente en el brazo, en el cuello, en el muslo. Sí, su cerebro se fue por ese rumbo. No había indicios de que se sintieran mutuamente atraídos, pero no pudo evitarlo. Los celos eran algo tan desagradable, los odiaba. Odiaba sentirlos por alguien que no era nada suyo, solo eran amigos y al otro apenas lo conocía aunque lo hubiese estado viendo por cuatro años ya.
Miró ligeramente a Namjoon que tenía una expresión neutral en su rostro mientras tomaba un sorbo de su bebida. Su mirada se detuvo en Jimin por unos segundos más antes de mirar su reloj.
— Te llevaré si necesitas que te lleven, Jimin. Solo llámame cuando me necesites. — Habló Namjoon mientras dejaba su taza vacía en el mostrador con una sonrisa. — Tenemos que irnos, jefe.
Jimin se aclaró la garganta con inquietud cuando el pelinegro miró a su mano derecha con el ceño fruncido. El peligris había dicho demasiadas palabras frente a al menor o para el menor y eso a Yoongi no le gustó. Ahí iba su corazón nuevamente a dar un vuelco por eso.
Quizás era porque le gusta engañarse pensando que ese era su mejor amigo tratando de ser posesivo sobre él, perdiendo su perfecto control. Pero podría adivinar la verdad, en el fondo siempre lo sabía, el mayor simplemente no quería revelar nada sobre su negocio y cuanto menos le hablara Namjoon, menos probabilidades tendría de sentir curiosidad y comenzar una conversación con el hombre.
— Intercambiemos números para caso de emergencia. — Yoongi gruñó por lo bajo como si de un verdadero felino se tratara antes de poner su taza en el mostrador con una mirada fulminante a Namjoon para luego dedicarle una severa mirada al menor de los tres.
— Te recogeré yo después del trabajo. Vamos a comer fuera.
No le quedó más remedio que asentir con la cabeza, mordiéndose los labios para no decir nada más. Ya había tenido una vez más ese impulso de provocar sutilmente a Yoongi para el cambio en su accionar hacia él. Permitir que intercambiaran números su mano derecha y él fue otra de esas cosas que hizo para tratar de descifrar si su molestia no era verdaderamente por él o por ese peligris.
¿Qué fue eso o qué se suponía que significaba? En realidad no necesitaba su permiso para hacer nada. Quería recriminarle y a su vez preguntarle tanto...
¿Te gusto? ¿Es por eso que sigues tratando de controlar con quién interactúo, cuándo y cómo lo hago?
No podía ser eso, control y posesividad era una cosa, cariño y amor era otra. Por mucho que él fuera un hombre al que le gustara la posesividad controlada, por mucho que lo provocara y se autoengañara, sabía que eso no podía ser amor. Yoongi no lo amaba y lo más probable fuera que no lo hiciera nunca.
Realmente iba a rebatir sus palabras, pero cuando salió de sus pensamientos, ya había salido rápidamente por la puerta, Namjoon también justo detrás de él, asintiendo con la cabeza antes de dejar que la puerta se cerrara. Suspiró. Ese era otro día que se acobardaba para enfrentar a Yoongi.
No sabía cuánto tiempo podría seguir haciendo eso. Parece que no tenía ninguna voluntad de cambiar esa extraña situación donde solo él salía engañado por amar a alguien que jamás le dio la más mínima esperanza, ni siquiera podía culparlo y decirle que era un maldito.
Permaneció mirando su panecillo a medio comer, odiándose por sentir que el panecillo pertenecía a Namjoon y no a él. ¿Qué demonios estaba pensando? Arrojó el resto a la bolsa de comida para llevar, lo arrugó y tiró a la basura despejando cualquier rastro de que hubieran desayunado esa mañana.
Agarró su cartera de trabajo verificando que su computadora portátil estuviera asegurada en ella, antes de caminar penosamente hacia el armario de zapatos para ponerse los calcetines. Mientras se enderezaba para mirar dentro del armario de zapatos de nuevo, se quedó observando sus botas de lluvia, esas que había pensado llevar cuando vio el clima, suspirando dramáticamente mientras buscaba unos zapatos de vestir más clásicos. Las palabras ni siquiera podían describir lo lamentable que era. Ese día, iba a elegir la moda en lugar de la comodidad sabiendo que terminaría con sus zapatos empapados, todo porque Yoongi lo invitó a cenar.
+++
Se quedó mirando sus zapatos, molesto. Debería haber usado sus botas de lluvia.
Estúpido.... Sus calcetines y zapatos de cuero se sentían fríos y húmedos. Odiaba usar la palabra 'húmedo' tanto como odiaba sentirla. Incluso con el tiempo que pasó tratando de secarlo en el baño de hombres con el secador de manos, todavía estaba húmedo. Odiaba esa sensación, estar resistiendo el impulso de mover los dedos de los pies.
Miró su reloj, su corazón dio un vuelco de emoción al notar que ya era hora de que Yoongi llegara. Su mejor amigo siempre fue bueno en llegar puntual. ¿Su lema? Llegar a tiempo significa estar al menos cinco minutos antes de la hora acordada. Eso era una cualidad que a Jimin le gustaba en un hombre. Dios, le gustaba ese hombre y hasta muchos de sus defectos le parecían únicas cualidades.
Fingió masajear sus sienes para ocultar el sonrojo y sonreír a los transeúntes. Se preguntaba cuánto tiempo más duraría su enamoramiento unilateral. Uno pensaría que en los nueve años compartidos sus sentimientos habrían flaqueado en algún momento, pero cada vez que creía haber superado a Yoongi y sentirse enamorado de alguien más, él irrumpía en su corazón exigiendo atención.
Suspiraba con pesadez, su sentido del oído se aceleró cuando escuchó familiar el sonido del motor de aquel automóvil tan acostumbrado a escuchar. Antes de que pudiera evitarlo, ya estaba sonriendo a pesar de que no podía ver el vehículo a través de los cristales tintados. La sola idea de ver a Yoongi le hizo caminar hacia el auto con bastante rapidez.
Sus pies golpearon el suelo mojado, gotas de agua golpearon sus tobillos y el dobladillo de sus pantalones. Ignoró aquella fastidiosa sensación con bastante facilidad cuando vio a Namjoon salir del auto y caminar hacia el otro lado del mismo. Se apresuró, mostrándole una sonrisa al peligris que sostenía su puerta antes de inclinar la cabeza y entrar al auto.
— ¿Esperaste mucho? — Yoongi preguntó mientras lo veía sentarse de soslayo, puesto que estaba tecleando algo en su móvil.
Seguía vestido inmaculadamente a pesar de haber trabajado durante todo el día, sombrío y distante como era costumbre, logrando que el menor se sintiera más miserable conmigo mismo. Resistió el impulso de arrojarse sobre él y darle un largo abrazo para consolarse como solía hacerlo años atrás.
Los días grises siempre le hacían sentir un poco más necesitado y pegajoso de lo habitual. Debería existir alguna explicación científica para esto, estaba seguro de ello porque no era normal.
Sin ceder a sus impulsos, decidió hundirse en el asiento junto a él, mordiendo su labio inferior para evitar que su tonta sonrisa se hiciera evidente. Si tan solo pudiera detener la felicidad de escapar de él...
— No. — Se encogió de hombros. — Acabo de bajar hace unos tres minutos.
El pelinegro asintió sin más antes de mirar sus zapatos frunciendo el ceño.
— Pensé que usarías tus botas. _ Comentó. — ¿No odias la sensación de agua en tus zapatos? — Ahí estaba, esas pequeñas muestras de preocupación y recordatorios que hacían su pecho hinchar.
— No pensé en usarlos. — Mintió alisando su ropa para que pareciera la mitad de arreglada que las de los demás presentes. — Por eso, posiblemente, tuve el peor día del año hasta ahora. Tuve que caminar con estas cosas empapadas desde el almuerzo. — Arrugó la nariz con disgusto. — Fue increíblemente deprimente.
Yoongi negó sonriendo entre dientes mientras le revolvía el pelo. La acción hizo congelar al castaño, ya que no era muy común que el mayor iniciara contacto físico con él. Quizás los días grises como ese lo volvían necesitado de afecto también. Sacudió la cabeza para aclarar sus pensamientos. Aquello era simplemente imposible porque de ser así, lo habría notado, usado para su propio beneficio y sacado ventaja desde años atrás.
— ¿Te gustaría ir a comer algo para mantenerte caliente o preferirías comprar un par de zapatos nuevos primero? — Preguntó en un tono suave y bajo, uno que le gustaba escuchar.
— Comida. Vamos a comer algo. Me muero de hambre.
Charlaron tranquilamente camino a la cena. Yoongi parecía contento por el pequeño descanso, mientras que su mejor amigo pasaba la mayor parte del tiempo tratando de recordarse que no era una cita.
El castaño echó un vistazo a la cabeza de Namjoon, preguntándose si compartiría una mesa con ellos esa noche. No era raro que él se les uniera en sus comidas. Después de todo, Yoongi confiaba mucho en él. De hecho, era el único colega o compañero que le conocía. El resto de su pandilla o sus socios comerciales, nunca los conoció. Aunque estaba bien, se contentaba con tener un solo rival amoroso por ahora.
Cuando entraron al restaurante, el castaño sonrió casi triunfal cuando su mejor amigo le ordenó a su mano derecha que tomara una mesa separada esa noche. Así le gustaba, de lejitos. Le puso de buen humor ver a Namjoon caminar hacia el otro extremo del restaurante por su cuenta. Esa noche, la atención de Yoongi era solo suya. Compensaría el mal desayuno y sus zapatos empapados.
Con rostro casi inexpresivo, el pelinegro observaba las pintorescas decoraciones alrededor del restaurante. Jimin sabía que restaurantes como esos no eran el tipo de lugares a los que le gustaba ir, pero le gustaba creer que los elegía por él. Prefería restaurantes familiares sobre restaurantes de alta cocina. Esos lugares siempre eran tan sofocantes y lo mantenían en alerta máxima para no hacer el ridículo. Ahí encajaba perfectamente.
Sus ojos recorrieron los rostros de algunas de las personas allí reunidas. Parecían personas normales. En su mayoría eran parejas e infantilmente se sonrojó un poco, preguntándose si Yoongi y él lucirían como una pareja para esos desconocidos.
A veces se veía preso de esos escenarios ficticios que su mente creaba cuando se ilusionaba demasiado producto de la alegría o cuando la tristeza batía su puerta con gran fuerza, derribándolo sin piedad. Sin embargo, entre los escenarios que creaba la melancolía y aquellos que creados por la alegría, se quedaba con los últimos.
Como siempre, su felicidad duraba poco incluso en sus pensamientos, esos que ahora se interrumpieron y congelaron. Un escalofrío le recorrió la columna cuando vio una cara que no esperaba ver. No había cambiado mucho, lucía como lo recordaba.
Por supuesto, probablemente creció más alto y su cabello parecía ser de un tono más oscuro que el castaño original que él llevaba, algo más marrón, pero conocía el rostro de su legítimo hermano como la palma de su mano, a pesar de haber estado separados desde que tenía trece años.
La repentina presencia de su hermano pareció desencadenar un recuerdo en su cabeza e hizo una mueca ante las imágenes. Sus palmas comenzaron a sudar y se tambaleó ligeramente en el lugar mientras observaba su apariencia.
Como si ese día no pudiera ser más deprimente, vio su cabeza girar hacia él de repente. Observó como sus ojos se abrieron por un momento, antes de que lo mirara fijamente cuando le reconoció.
— ¿Jimin? — Salió de su aturdimiento y volteó hacia un Yoongi que tenía una expresión preocupada mientras lo miraba desde un par de pasos delante de él. El camarero también se había detenido a esperar a que el castaño siguiera el ritmo hacia su mesa.
Giró sobre sus pies a toda prisa, correteando hacia el pelinegro tan rápido que chocó contra él ligeramente. Solo podía esperar que Park Kyung no tratara de confrontarlo ahí, en público, rodeados de todas esas personas respetables. Odiaría que yoongi tuviera que presenciarlo. Conocía bien el temperamento de Kyung. Llegó a sopesar la idea de preguntarle a su acompañante si podían cenar en otro lugar, pero no quería ser una molestia.
— ¿Estás bien? — Preguntó el mayor, mirando en la dirección en la que su hermano estaba sentado.
— Estoy bien. — Trató de calmar su voz mientras le sonreía. — Las decoraciones aquí son encantadoras. — No estaba mintiendo por completo. Había algo de verdad en ello, pero el contrario no pareció estar muy convencido.
— Lo es. Pensé que te gustaría este lugar.
— Escogiste bien. — Respondió un poco demasiado rápido y pudo ver a Yoongi fruncir el ceño antes de que tratara de mirar en la dirección de su hermano nuevamente. Le dio un suave golpe en la espalda para llamar su atención de nuevo. — ¡Me gusta! — Sonrió nerviosamente, esperando que él siguiera al camarero otra vez.
La cena transcurrió bastante agradable, a pesar de que todo el tiempo estuvo distraído por el hecho de que su hermano podía irrumpir en su mesa en cualquier momento para decir algo inapropiado. El pelinegro parecía captar esa energía nerviosa, preguntándole de vez en cuando si estaba bien. La respuesta fue "sí", en voz alta, pero un rotundo "no" en el interior.
Cuando salieron, notó que su hermano y compañía se habían ido, reemplazados por otra pareja. Suspiró aliviado, agradecido de que no tendrían que tratar con él. Solo le quedaba recordar no ir cerca de ese restaurante nunca más.
— Necesito tomar esto. — Yoongi entrecerró los ojos ante su teléfono cuando comenzó a alejarse de Jimin al salir del restaurante. Nunca atendía sus llamadas delante de suyo. — Espera a que Namjoon termine de pagar. No vayas a ningún lado, Jimin.
Asintió con entusiasmo. Se sentía bien estar ahí, al aire libre, respirando el aire que estaba perfumado con la lluvia que había caído horas antes. Era mejor que estar en ese asfixiante restaurante donde podría haberse encontrado con su hermano.
— Jimin. — Se tensó en medio de la profunda respiración, aguantándola mientras sus ojos se abrían en estado de shock.
¡Maldición! Debía recordarse no pensar en el diablo para que este no se le apareciera en persona.
Se dio la vuelta para localizar la voz que hacía tanto no escuchaba, pero seguía recordando y pudo sentir su corazón palpitar cuando Kyung hizo un gesto para que se acercara a él. Los vellos de sus brazos y cuello se erizaron, haciéndole sacudir la cabeza por instinto.
De ninguna manera iba él a seguir a su hermano hacia algún tipo de callejón desconocido. Eso sería volverse a ofrecer en bandeja de plata, darle la oportunidad para que lo golpeara hasta el cansancio nuevamente. Recordaba perfectamente lo violenta que podía ser la familia Park. No iba a ...
— Ahora, Jimin.
Se estremeció, sintiendo el miedo arrastrándose por sus venas y filtrándose en su sangre. Giró la cabeza en búsqueda de Yoongi o Namjoon, pero ambos estaban fuera de su vista. Casi gritó cuando una mano agarró su muñeca con fuerza y comenzó a tirar violentamente, pero los gritos quedaron ahogados en su garganta sin salir.
Se resistió por instinto, pero no fue lo suficientemente fuerte como para salir del control de su hermano.
— No. — Respiró, tratando de arrancar su mano de las contrarias.
Kyung agarró la parte de atrás de su cuello con fuerza, mirándolo hacia abajo, antes de burlarse. — Ahora, hermano. A menos que quieras tener nuestra conmovedora reunión aquí para que todos la vean, te aconsejaría venir conmigo. Tu elección, Jimin.
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