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Capítulo 36 : Triple X༄

Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen;
Romanos 1:28

—Damas y caballeros la enmascarada ¡Triple X! —se escuchó el grito y los vitoreos de todo el público apelotonados alrededor de la jaula.

Liz sudaba tras la máscara viendo la multitud que se agolpaba animándola. Para ocultar su identidad cuando luchaba llevaba una máscara. Además se colocaba lentillas ocultado así el singular color de su iris. Era la única que peleaba así. Al resto de los luchadores aquello no les importaba, es más, deseaban ser reconocidos a toda costa.
Caminó con determinación como quién camina hacia la muerte sin ningún tipo de miedo.
Entró en la claustrofóbica jaula. Sudaba frío, odiaba los espacios cerrados y éste sitio solo representaba su alma, encerrada en el abismo de la tristeza, la frustración y la ira.

Se sentía la marioneta de Kek. Pensaba que podría llevar el rumbo de su vida, ser la capitana de su barco. Fracasó. Ahora se sentía en tormenta, con el timón en manos de Kek. Él era quien movía los hilos para ganar con sus victorias cifras desorbitadas en las apuestas.
Ésta pelea era la demostración pura de ello.
Hacía unos años, movida por su sed de venganza -cuando aún vivía con Rosa- había decidido aprender a luchar para enfrentarse a ella.   Liz a pesar de conocer todas las técnicas de lucha  sentía tal miedo cada vez que veía a la flor de las tinieblas que hasta el momento no había sido capaz de golpearla.

Kek le había presentado al maestro con intenciones oscuras, usarla para apostar a su favor. Y ella había sido muy buena pero, sin saberlo, se adentró en un mundo del que no podía salir.

En un principio participaba en las rondas que quería. Sin embargo con el pasar del tiempo se dio cuenta del grave error que había cometido.
Y ese era el secreto que Bo conocía. Sabía que ella participaba en las rondas, que era Triple X.

"Solo saben mi secreto el maestro, Kek y Munna. No entiendo como Bo lo descubrió pero, ni Allan ni Kali deben saberlo.Estas peleas son atroces. " pensó Liz

Recordaba que Bo había participado en una o dos rondas hacía cinco años, imaginaba que no era cristiano en aquel entonces. Él conocía a Nirek. Aquella pelea perduraba en su memoria. Fue muy sangrienta. Casi se matan.

La contringante de Liz  sonreía con desprecio, le recordaba a su primera ronda.

Las rondas eran peleas clandentistas que se llevaban a cabo en diferentes sitios de la ciudad. Las anteriores rondas habían sido en barrios cercanos al iglú.
Sin embargo desde que el éxito de triple X se hizo viral, los alumnos ricos del mare nostrum comenzaron a asistir a las peleas clandestinas, subiendo las apuestas y por ende el estatus de las peleas.
Ésta pelea era en la azotea de lo alto de un edificio.
Recordó la culpa al dejar abandonada a Kali aquella vez en el armario, debía participar en una de las rondas.

El maestro apareció a su lado y apoyó la mano en su hombro.

—Hasta el momento no has perdido una pelea.No me defraudes.

—No lo haré maestro

—No tengas piedad.

El maestro era un hombre de no más de cuarenta años.Antiguo combatiente al que en cinco años nadie había podido vencer. Decidió retirarse joven y enseñar a combatir ganando así dinero con sus alumnos. Los mejores de las rondas.
Él le habia dicho en un entrenamiento  que la flor de las tinieblas le temía. No sabía porque y prefería no saberlo pero aquello había permitido la libertad de Evan y eso era suficiente. No podía fallarle. No ahora.

De la boca de su contrincante salían multitud de insultos que a cualquier persona normal le hubiesen erizado la piel pero Liz no tenía miedo.

Su mayor miedo eran los monstruos que la asediaban día y noche. A ellos no podía vencerlos. Ella no representaba nada para la atormentada mente de Liz.
Recordó la foto que Rosa le había enseñado aquel día que intentó sacar a Evan, era una foto de una ronda. La anterior a ésta.
No sabía que relación tenía que Bo y Rosa lo hubiesen descubierto la misma semana. A no ser que ninguno de los dos hubiese querido confesarlo antes.
Alguien la fotografió. Buscó con la mirada alguna cámara entre el público pero no tuvo tiempo.

Los gritos de euforia que representaban muerte comenzaron. Así inició una pelea sin reglas.

Ante ella tenía una morena con ropa azul brillante. Su piel era oscura y su pelo negro como la noche al igual que sus ojos que la miraban con arrojo mostrando una sonrisa diabólica en sus carnosos labios.

La patada en el brazo de Liz la hizo reaccionar y tiró del pelo a la morena. La pateó en el pecho una y otra vez sin piedad. La otra le dio tal palmada en el rostro que la atontó unos segundos.
Liz se agachó y agarró su cuerpo. Estrelló toda su espalda contra la jaula y ésta cayó al suelo.

Imágenes de huesos rotos,sangre y heridas vino a su mente cuando ésta no se levantó tras dos segundos. Sin piedad recordó de su maestro. Los gritos e insultos no cesaban y esos ruidos aturdían su mente de tal forma que quería salir huyendo.
Se tiró sobre el cuerpo de la morena y golpeó su cara una y otra vez. Ella intentaba defenderse con los brazos pero sabía que terminaría desmayándose de dolor.
Arañó sus brazos con ira sin compasión.
Aprovechó ese momento para darle un rodillazo en la espalda, Liz se dobló del dolor.

La morena se levantó sangrando. Su rostro deformado por los golpes sólo hizo recordar su primera ronda. Sangre, heridas, convulsiones...
Liz se apartó esforzándose por controlar sus náuseas. Un sonrisa malvada se formó sobre sus carnosos labios. Tiró a la pálida joven al suelo.
Aquí no importaba el dolor, las heridas, las secuelas e incluso la muerte, todo era válido.

A veces incluso entregaban instrumentos a las luchadoras para que el daño fuese mayor,como ahora.
La jaula representaba lo que significaban para los de afuera; animales.

Liz se levantó mareada y aturdida. Su contrincante llevaba varios segundos alejada de ella, aquello no era normal.

Un golpe metálico en la pierna la hizo gritar de dolor. Le habían entregado una cadena de hierro y ella debía arrebatarsela. Sino no podría vencer.

Liz intentó por todos los medios quitarle la barra pero los golpes contra su cuerpo eran dolorosísimos y la aturdían.
El golpe contra su pecho fue tan fuerte que tuvo que arrodillarse ante el dolor.
La cadena rodeó su cuello como una serpiente, era su final. Apretaba sin compasión y los de afuera sólo gritaban que continuase. Aquella diversión macabra les fascinaba.

Liz le lanzó una patada desde atrás ya sin aire. Logró respirar.
Su contrincante se desestabilizó y aprovechó para agarrar la cadena. Aunque se levantó no podía respirar, la sensación de ahogo persistía.

El ambiente, los gritos, el encierro asfixiaban tanto que  la cadena se sostenía en su mano  torpeza. Podía ganar, lo sabía. Le faltaba poco para vencer a la agotada morena.
Lanzó un golpe de hierro a su rival con fuerza y después otro. Al tercer golpe la chica estaba en el suelo. La cadena era efectiva y rápida.

Sólo tres segundos se necesitaban para perder. Uno ...dos...

Las luces la turbaban, el aire no entraba en sus pulmones y su rival se había levantado.

Liz cayó al suelo perdiendo el sentido.

***

La pelinegra despertó escuchando gritos lejanos y golpes. Un vidrio se estrelló al lado suyo. Se despertó en una habitación con paredes grises en un colchón viejo.

—Deberas arreglar lo que hiciste — pronunció severo su maestro nada más despertó. Se incorporó. El colchón era duro. Estaba dentro de una de las chabolas cercanas al iglú. Ahogó un grito ante el dolor en el pecho tan fuerte.

Allí entrenaba el maestro a sus luchadores, entre ellos; Ella.

"Él no me enseñó a luchar con mis emociones y con la oscuridad que atrapa mi alma. Sólo me enseñó a luchar con el cuerpo y eso me ha traído muchos problemas.
Cuando estás en la cima del éxito todos te aplauden, vitorean y alaban pero cuando caes te pisan, trituran y masacran. Así de fácil es caer en el abismo del perdedor" Pensó desesperanzada.

"yo soy una perdedora. Una batalla pérdida es suficiente, y significaba tu propia muerte.
Las apuestas de mi éxito eran tan altas y las pérdidas tantas que casi el 70% de los que allí estaban me aborrecen"

Liz se levantó sin contestar una palabra y abrió la puerta, el pecho le ardía sin remedio.

—Tendrás que enmendar tu error, Triple X. Me ha costado mucho ocultar tu identidad cuando caíste — la chica recordó que la mascara aún seguía en su rostro y se la quitó.

—No haré más rondas

—Recuperarás el dinero que me hiciste perder hoy —ordenó y ella salió de allí cogiendo la mochila que siempre llevaba. Sabía que aquella orden debía obedecerla.

Caminó en la oscuridad de la noche sintiendo que le faltaba el aire,agarrándose el pecho. No era la primera vez de aquello pero si la más dolorosa. Se había roto dos costillas, ya conocía aquella sensación.

No quiso mirar su reloj pero sabía que los indomables debían estar vigilando esas calles.Nadie se acercó al identificarla como la protegida de Kek pero eso mismo fue su desgracia. Él sabía donde estaba.
No se detuvo aunque el dolor amenazaba con tumbarla. Caminó aunque la brisa congelaba sus mejillas.

—Perdí mis apuestas a tu favor — habló una sombra en la oscuridad agarrando su brazo.

—Kek — murmuró. El simple hecho de caminar hacía que cada paso fuese una tortura. Se veía tan destrozada que esperaba que él no intentase nada.

—Me debes mucho. Entre otras cosas, dinero también

—Kek por favor ...

—Ven aquí muñeca, los dos tenemos costillas rotas y el corazón podrido. Es un buen momento para divertirnos

Los brazos de él rodearon su cintura como garras y su boca recorrió el contorno de su cuello.

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