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Una vieja amiga y un baile

La persona que me tapa la boca me voltea bruscamente, unos ojos grises y felices me dan la bienvenida.

       —No puedo creer que de verdad eres tú —chilla infantilmente y lo juro, me dan ganas de matarla.

     —Te voy a matar —digo dándole un manotazo en el brazo y poniéndole voz a mis pensamientos. —¿Sabes el susto que me has dado? Por supuesto que lo sabes, siempre te ha encantado asustarme. Las viejas costumbres no las pierdes.

     —No exageres Nyxi-moxy ¡Dios como te he extrañado! —Me apresa entre sus brazos y yo solo puedo hacer lo mismo. Abrazarla, porque a fin de cuentas, el sentimiento es mutuo.

  —Si fueras a visitarme más seguido eso no pasaría. Eres una pésima amiga, que lo sepas. —reclamo en broma, sé que, si bien no ha estado presente físicamente; en mis peores momentos constantemente recibía sus llamadas y videoconferencias.

     —Antes no podía, pero ahora sí —Voy a preguntarle a qué se refiere, cuando Max sale de la habitación despavorido, buscándome.

      —Que demonios Nyx, sabes que no te puedes alejar ni… hay no —Se queja cuando ve con quién estoy hablando —El demonio ha vuelto.

     —Yo también te extrañé a ti, Maximiliano —Pone los ojos en blanco y le saca la lengua infantilmente

     —¿Cuántas veces tengo que decirte que no me llames Maximiliano? Ya has contagiado a Nyx.

      —Es tu nombre. Espera… ¿Qué hacen ustedes dos juntos?… ¡Oh dios no lo puedo creer¡¿Se hicieron pareja? Porfa díganme qué si porfa —reza cómicamente y yo no puedo creer cuánto he extrañado a esta loca.

    —No —respondo a lo que Max contesta:

  —Si

    —Max, es una de mis mejores amigas, sabe perfectamente lo de las amenazas.

    —¡Genial! Ya de paso cuéntaselo a todo el mundo.

     —¡Eh! Tranquilo soldado, Nyx solo me lo dijo a mí. Por qué solo me lo dijiste a mí ¿Cierto? —Ambos me miran esperando mi respuesta. Suspiró y contesto.

     —¿A quién más se lo voy a decir genios? Aunque tampoco es que sea un secreto, los únicos a los que se los oculto es a mis padres para no preocuparlos.

    —Por cierto ¿Cómo sigue Ben? Ayer pasé por su habitación y estaba dormido. Tu madre también así que no quiere molestar.

  —Está mejor, gracias al cielo.

    —Me alegro mucho. No sé que fuera de nosotras sin los consejos de ese viejo gruñón —grita esto último

    —Te estoy oyendo Ayla, si no quieres que me moleste acaba de entrar y no seas maleducada. Yo te enseñé modales, señorita —brama papá desde su habitación.

     —Lo amo. No sé que fuera de mí sin mi tío. Volviendo al tema. ¿No están juntos entonces?

    —Que no.

   —Me hieres, Nyx —Se toca el pecho como si algo le hubiera dado en él o tuviera algún dolor.

        —Nyx es toda para mí, Max. —dice mi prima, abrazándome.

       —¿Ahora te cruzaste de bando? De todos modos eso sería raro, son familia. —contesta este quién me separa de Ayla y me pega a él.

    —Somos primas segundas. Además por si no lo sabes los príncipes y princesas se casaban con sus primos. No obstante, no me he cambiado de bando, pero si lo hiciera, me enamoraría de Nyx.

       —¿Por qué no de mi hermana? Ella también es tu mejor amiga y además le gustan las mujeres y las dos son locas, serian la pareja perfecta. Nyx, es para mí —responde. Me pone delante de él y me abraza desde atrás posesivamente.

      —¿Ah si? —Volteo mi cara y me encuentro con la de él, sus ojos fijos en los míos. Sus labios muy cerca de mi boca. Con solo una leve inclinación podría disfrutar de ella y la forma en que se mueve sobre la mía.

Ayla, como siempre anda despistada y no se da cuenta de la tensión sexual que hay entre Max, y yo. Tensión que se resolvería si yo no tuviera tanto miedo.
  
       —No me hables de Peige. Hace unos días la vi, la saludé, pero solo me dedicó una extraña sonrisa y se subió a un auto sin saludarme. Estoy bastante molesta con ella. —Eso llama nuestra atención. No sabíamos que Peige estuviera en la ciudad. Hace rato que no hablamos, pero sabe lo que le pasó a papá. Es muy raro que no haya venido a verle.

     —No sabíamos que Peige andaba por aquí —murmura Max

      —Puede que tuviera cosas que hacer, yo qué sé. Está media loca —Ayla se encoge de hombros quitándole importancia.

—Igual que tú —defiende Max a su hermana, logrando un encogimiento de hombros de la pelirroja.

     —Si puede ser. —sostengo.

    —¡Ayla! —vocifera papá —mueve tu culo flaco hasta aquí

      —¡Ya va! —aúlla ella de vuelta —Ese viejo en muy gruñón. Como sea, chicos en dos días es la fiesta del reencuentro y este año quiero ir. Voy a darle en la cara a aquellos que se burlaron de mí —sonríe con malicia y sé, que aunque ahora sonría, en ese momento lo pasó tan mal que su padre la tuvo que mandar fuera del estado de Virginia.

   Ayla se va con mi padre, mientras Max y yo nos quedamos en el pasillo. Aún abrazados. Más bien él me abraza a mí, yo solo me quedo parada como una estatua.

   —Que raro eso de Peige —dice al cabo de un rato.

    —Si, si está en la ciudad ¿Por qué no vino a ver a papá?

   —No lo sé, pero bueno, sus razones tendría. —Me separa y me da la vuelta para verme a la cara. —Hablé con Harold. Decidimos ponerte otro guardaespaldas.

   —¿No me cuidarás más? —No puedo esconder la decepción en mi voz.

   —Nyx, yo te cuidaré siempre, hasta el día en que me muera. Ahora bien, por mucho que me guste estar contigo, no puedo hacerlo en baños, ni cambiadores, además de otros lugares que solo mujeres tienen permitido el acceso. Así que ahora seremos dos los que te cuidaremos, una mujer y yo. Así que no te preocupes seguiré contigo.

   —No me preocupo —miento. —¿Quién será la chica?

    —Una amiga

   —Una antigua novia seguro. Recuerda que para mis padres eres mi novio, así que no puedes también andar con otra mujer mientras tanto.

      —¿Son celos los que detecto? —indaga con una sonrisa pícara

    —¿No? —Se ríe a carcajadas al escuchar mi respuesta

      —¿Me lo preguntas? —expresa entre risas

   —Idiota —declaro alejándome de él y entrando a la habitación en donde Ayla y papá discuten sobre algo. —¿Qué pasa?

    —Aquí, tu prima no quiere hablar con su padre. —replica papá —Yo sé que es un imbécil en ocasiones, o más bien casi siempre, pero es tu padre y te quiere.

    —No más que a la rubia oxigenada de su esposa

      —Ahora estás siendo infantil —Se exaspera papá
  
Por un rato, papá y Ayla siguen discutiendo, mientras Max y yo nos quedamos al margen. Al final, papá logra convencerla y promete ir a ver a mi tío el fin de semana siguiente.
 
Mamá llega horas más tarde, completamente descansada y contenta con Maxi, quien llegó hace unos días y ha acaparado la atención de todos los que lo han visto. Nos despedimos de papá y regresamos a casa. Ayla se quedará un rato conmigo mientras Max recibe a la nueva guardaespaldas.

     —¿Crees que sea una amante? —cuestiona

     —No lo creo, si fuera así no me hubiera besado —cuento, aunque igual me preocupa.

    —¿Qué Max te besó? Esas son cosas que le cuentas a tus mejores amigas. Es feo guardarse los detalles sucios Nyx. Nunca pensé eso de ti —Habla como lo que es, la reina del drama.

       —No me ha dado tiempo.—Me quejo

     —Bueno, cuenta, cuenta.

Le narro con lujo de detalles lo que pasó en la cabaña, incluso los momentos de inseguridad luego del beso. Ella me escucha hasta el final, luego me mira y con toda la seriedad del mundo me dice.
 
        —Ya es suficiente Nyx. Necesito que pares de sobre pensarlo todo y hacerte más daño. Tú eres tu mayor enemiga. Y ya no más. Has sufrido suficiente no te pongas obstáculos tu misma.
   
     —¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no sé qué ya no soy la misma persona que era antes? Claro que soy consciente de todo eso, pero no puedo evitarlo. Me da miedo entregarme a alguien y que sea como Kevin. —lo saco todo, todas esas inseguridades y miedos que guardo muy dentro de mí. Se lo cuento a ella, porque sé que no me va a juzgar, porque aunque no de la misma manera, Ayla también pasó por una etapa similar en su vida. —Todavía tengo pesadillas ¿Sabes? Sueño con sus manos tocándome, su asqueroso y repugnante perfume.

»No obstante, cuando duermo con Max, me siento tan segura que, solo sueño con él. Pero Max no es mi almohada, no puedo depender de él para dormir, porque un día él no va a estar y ¿Qué pasará? Pues las pesadillas volverán.

      —No te lo guardes todo para ti, sácalo, háblalo con tu psicóloga, conmigo, Peige; con quién tú quieras, pero no te quedes con ello dentro. Yo no sé que se siente al ser abusada, pero…

      —No fui abusada, no en realidad —La interrumpo, aclarándole algo que a muy pocos le he dicho.

   —¿No te forzó a tener relaciones con él? —pregunta confundida

      —No era necesario, estaba tan golpeada que ya no tenía ganas de decir que no. Sentía el cuerpo entumecido, pero me daban náuseas de solo verlo.

    —Amiga, eso se considera abuso. No lo minimicen. Como ya te dije antes, no soy psicóloga. Aun así, me atrevo a decirte que lo que sientes puede considerarse como culpa. Crees que podías haberlo detenido, que eres la causante de que todo te haya pasado por no pararlo a tiempo ¿Me equivoco? —Niego con la cabeza dándole la razón —Puede que eso sea el causante de tus pesadillas, buscas en tu mente recuerdos de lo que pasó, porque sientes culpa por no haberlo impedido.

»Es como cuando buscas la manera de aprender de tus propios errores inconscientemente. En mi opinión solo tendrías que aceptarlo. Aceptar lo que te pasó e intentar vivir con ello. Más importante aún, empezar a quererte a ti misma. Al menos eso es lo que yo creo, a pesar de ello, deberías hablar con tu psicóloga, vuelvo y te repito, no soy una experta en el tema y no quiero que empeores por mi causa. 

        —Solo con escucharme ya es una superayuda.

  —Siempre te voy a escuchar. Ahora, en lo que si puedo contribuir es con Max. —Sonríe maliciosamente —Tienes miedo a que él se parezca a Kevin ¿No es así?

    —Conozco a Max desde pequeña, sé que él nunca sería capaz de hacer algo parecido a lo que hizo Kevin; sin embargo…

  —Sin embargo, tienes miedo de que sea peor, que te lastime de otra manera ¿Cierto?

   —No te equivocas. Me da miedo entregarme y que luego él se canse de mí, que no le guste lo que encuentre y que solo sienta lástima.

  —Ok eso es ridículo y es la inseguridad hablando, pero si te lo digo yo no lo vas a creer. Así que te lo voy a demostrar. —Se acomoda mejor en la cama de mi habitación, Maxi sube sobre esta, acostándose encima de Ayla —Primero que nada. ¿Cuánto tiempo estuviste en la cabaña con Max?

   —Dos meses

    —Bien ¿Qué hizo Max cuando te dieron dolores de ovarios?

      —Me compró chocolate —contesto extrañada por la tonta pregunta.
  
      —Y ¿Kevin?

      —Me dejó sola y se fue a beber con unos amigos

   Por un rato, comparamos los comportamientos de Max y los de Kevin ante los mismos típicos escenarios. Me hace entender su punto. Existe una gran diferencia entre Max y el bastardo de Kevin. Mientras uno es un sádico a quien le gusta denigrar y ejercer poder sobre alguien más, el otro es completamente opuesto. Pone a sus seres queridos por sobre sí mismo, le gusta hacer feliz a los demás y le molesta cuando dañan a aquellos a los que ama.

  —¿Lo entiendes ahora? —pregunta y yo solo le sonrió

    —Sabes que te amo ¿cierto?

    —Es imposible no hacerlo, soy genial.

—Quisiera volver a tener la autoestima tan alta como la tienes tú. —Añoro.

  —Creeme cuando te digo que fue un proceso largo. Días en los que me paraba delante del espejo y solo veía un adefesio. Llegue a creerme todo lo que en la escuela murmuraban sobre mí. Hasta que un día dije, ya no más. Miré mi reflejo y me dije, soy hermosa, soy valiente, creo en mi misma, valgo más de lo que todos piensan. Al final, lo acabé creyendo.

   Hablamos por un rato más, poniéndonos al día de todo cuanto nos habíamos perdido. La conforté cuando me contó que había dejado el chelo por una lesión en la muñeca. Nos reímos de mis travesuras en los conciertos. El tiempo se nos fue volando, cuando menos nos quisimos dar cuenta, ya era de noche y Max había recibido a la chica que lo acompañaría en el trabajo.

    —Nyx, ella es Stella, es ex comandante de fuerzas especiales, ahora trabaja para la mejor compañía de seguridad del país. —Entra Max, seguido de una mujer alta, de pelo rubio recogido en una coleta, traje de chaqueta color negro y un cuerpo de escándalo. Nos la presenta y al momento mi inseguridad hace acto de presencia.

  —Es un gusto conocerla señorita —dice ella.

    —Las dejo para que se conozcan, voy a cocinar la cena ¿Te quedas demonio? —le pregunta Max a Ayla

    —¿Acaso es verde el césped? —contesta está, mirándolo con los ojos entrecerrados —Como le heches algo raro a la comida te mato  Maximiliano.

     —Joder y dale con el nombresito —Sacude la cabeza negando y sale por la puerta, dejándonos con Stella, a quien Ayla mira con malicia.

     —Muy bien Stella, cuéntanos sobre ti.—Comienza la ronda de preguntas.
    
      —Bueno, como dijo Max, trabajo en…

    —No queremos saber los datos aburridos, cuéntanos tus oscuros secretos.

     —Ignora mi amiga, no se debe de haber tomado su medicación hoy —le cuento a Stella quien sonríe con diversión.

     —Si me los tomé, nunca salgo de casa sin ellos —se burla Ayla y yo solo pongo los ojos en blanco.

     —No se preocupe señorita, no tengo problemas en contarle, aunque mi vida es algo aburrida

  —Viste Nyx, alguien por fin me hace caso —chilla emocionada.

       —Que milagro —El sarcasmo destila de mi boca. Me giro con una sonrisa  Stella y le pido —Por favor, no me digas señorita, solo dime Nyx.

     —Bueno, Nyx. No hay mucho que contar de mi vida. Soy madre, tengo una niña de cinco años a la que adoro. Ella adora a su papá, por supuesto ¿Quién no adoraría a mí, marido? Es un sueño de hombre.

    —¿Eres casada? Ósea que no te vas a robar a nuestro Maxi —suspira Ayla interrumpiendo la pequeña historia de Stella

    —No sabía que era nuestro Max —Enarco una ceja en su dirección.
  
      —Bueno, entonces solo queda alejarlo de Sky en la fiesta y atarlo a Nyx para siempre —Se ríe a carcajadas y yo la miro con preocupación.

     —¿Segura de que te tomaste las medicinas?

     —No me culpes de emocionarme. No tengo vida amorosa así que tengo que vivirla a través de ti.

     —Estás loca ¿Lo sabes verdad?

      —Shit… Ese es mi secreto. —Se burla —Ahora bien, ¿Quieres que la vampiresa de Sky le coquetee a Max?

      —No, no quiero ni que le acerque sus garras postizas.

     —Pues bien, esto es lo que vamos a hacer. Escucha Stella que tú nos ayudarás.

      —Solo de imaginarlo me divierte —contesta mi nueva guardaespaldas, riéndose. Ahora que sé que no está con Max, me empieza a caer bien.
               
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El día de la fiesta de exalumnos llega y yo cada vez me siento más segura de lo que haré. El día anterior una amiga diseñadora me había mandado un vestido que quitaba el aliento, justo lo que quería lograr.

Intenté sonsacarle a Max si iría a la fiesta para ver a Sky, pero siempre contestaba con evasivas. La última vez que hablamos solo me contestó.

      —Claro que voy. No veo la hora de ver a mis antiguos amigos de la secundaria. —Luego dio la vuelta y salió a pasear a Maxi.

Ahora, justamente, estoy escribiéndome con él, pero sigue sin mencionar a Sky. No sé si solo me quiere molestar a no, así que termino molestándolo yo con mi último mensaje. Ahora se pasará toda la tarde pensando en el vestido que llevaré.

  Cuando se está acercando la hora de comenzar a vestirme, Ayla hace acto de presencia con su vestido y zapatos en una mano y en la otra una maletita de maquillaje.

     —No seré Peige, pero me sé defender —dice excusándose.

      Y ese es otro punto. No hemos sabido nada de nuestra mejor amiga desde aquella vez que Ayla la vio. Sé que está bien, pues, esa misma mañana la había llamado y aunque no me contestó, me pasó un mensaje diciéndome que me daría una sorpresa pronto.

     —¿Hablaste con tu psicóloga? —indaga de repente Ayla, sacándome de mis pensamientos.

        —Si, me recomendó a una muy buena psicóloga en la ciudad. Ayer luego de pasar a ver a papá fui a su consultorio. —le cuento mientras empiezo a arreglarme.

        —Y ¿Qué te dijo? —se interesa

    —Dice que los síntomas que presento son los de TPT, trastorno de estrés postraumático, pero aún tiene que corroborarlo bien, así que la próxima semana empezamos las consultas.

       —Al menos ya tienes una idea y con las citas mejorarás, estoy segura; eres demasiado terca para no hacerlo.

Luego de eso nos concentramos en arreglarnos. Ayla se encarga de mi peinado y maquillaje, haciéndome un recogido elegante con algunas trenzas de espiga y mechones sueltos que me enmarcan la cara. Un maquillaje de ojos ahumados y los labios de un color vino tinto mate.

  Ayla por su parte se realiza un maquillaje parecido al mío pero en tonos carmelitas, resaltando el gris de sus ojos. Sus labios, por otro lado, se los pinta de un tono rosa claro. Se deja el cabello rojo suelto, con unas salvajes hondas.

Llega la hora de los vestidos, por lo que luego de terminar de ayudar a Ayla a subirle el cierre al suyo, uno ajustado al cuerpo con escote corazón y de color rojo, me dispuse a ponerme el mío.

  Sabía cuando llame a Verónica, que el vestido sería sexi, pero no me imaginé que tanto. Es blanco, de mangas largas, un recatado escote palabra de honor. Por delante el vestido es la viva imagen de la inocencia, con su falda suelta de gasa hasta medio muslo. Sin embargo, la guinda del pastel y lo que le da ese toque supersensual es el pronunciado escote en la parte posterior; dejando toda la espalda al descubierto hasta la línea en donde empieza el trasero. El vestido me encanta, por lo que lo complemento con mis zapatos de tacón favoritos, de 12 cm con tiras plateadas y diamantes de imitación.

  Cuando estamos completamente listas, salimos al salón, en donde nos espera Stella, ya que Max decidió ir primero y así asegurarse de que el sitio donde se llevará acabó el evento, sea seguro.

   —Max va a flipar cuando te vea —dice Stella apenas me ve. Yo le sonrió con un poco de timidez y las tres salimos por la puerta. Resguardadas por unos abrigos que combinan con el color de nuestros vestidos.

    El lugar del evento es en el salón de fiesta de uno de los hoteles más importantes de Richmond. Entramos sin que nadie note nuestra presencia y luego de guardar los abrigos, nos dirigimos al lugar en donde la celebración está en plena marcha.

    Reconozco a algunas personas, saludo a viejos compañeros y amigo, pero nunca dejo de buscar a mi pelinegro preferido. Lo encuentro cerca de la barra, rodeado de sus antiguos camaradas. Al parecer no soy la única que lo ve, Sky se dirige hacia él con su andar particular.

Max ni siquiera le presta atención cuando llega junto a ellos, por lo que me armo de valor y con una sonrisa taimada camino en su dirección, separándose de Ayla quién se aleja a saludar a las demás personas que conoce. Todos me ven menos Max, que me da la espalda, algunos se quedan boquiabiertos, otros me miran con intriga y Sky, para mí, felicidad y regocijo, con envidia.

   Al llegar le paso una mano por el hombro a Max, quién lejos de sobresaltarse, la coge y me besa la muñeca.

      —Llegas tar…—No termina de hablar, al voltearse a verme se queda con la boca abierta y los ojos como platos —Joder.

     Me río para mis adentros, sabiendo que si esa fue su reacción al verme de frente, cuando me vea la espalda será aún mejor.Inconscientemente sé que esta es una prueba para él, necesito sabe cómo reaccionará al verme vestida con algo tan atrevido. La hora de la verdad se presenta, cuando paso por delante de él para pedir un trago en la barra.

       —Puta madre —masculla, pero eso es todo. Respira hondo y me pone la mano en la cintura atrayéndome hacia él. —te gusta torturarme

       —No sé dé qué hablas

       —No te hagas la inocente pequeña hada, no te pega.—Yo solo sonrío, pero no me aparto del lugar. Él comienza a trazar círculos con el pulgar en mi cadera, haciéndome estremecer.

     —Nyx, no pensé que vendrías está noche —chilla Sky

      —¿Por qué no lo haría? ¿Acaso no es una fiesta para todos los antiguos alumnos? —pregunto

   —Si, por supuesto, pero como estuve viendo en las noticias que no tuviste un buen año, pensé que estarías deprimida o algo. Quizás internada en un psiquiátrico. Yo la pasé muy mal cuando rompí con mi último novio, no quiero ni imaginarme cómo la has de haber pasado tú.—Sus palabras destilan tal veneno que es imposible no darse cuenta. Suerte que tengo la piel de acero para este tipo de víboras.

      —Bueno cariño, esa es la diferencia entre tú y yo. A mí no hay nada que me derribe. Por mucho que el viento sople, siempre me voy a mantener en mi lugar. Tú en cambio, bueno, todos sabemos que con una ligera brisa ya te estás derrumbando. —Me encojo de hombros y siento a Max reír a mi espalda. Me acerca más a él, hasta que quedo entre sus piernas abiertas, y posa su boca sobre mi hombro, depositando un beso.

   Sky, lo nota y vuelve a la carga.

       —No sabía que ustedes estaban juntos. Algunas personas les gusta recoger sobras.

  —No veo por qué tendrías que saberlo. —Voy a seguir respondiendo cuando Max se me adelanta.

        —Algunas personas creen que son algo importantes, cuando simplemente son el remplazo de otras. Quizás sea tu caso Sky. —Con esas simples palabras, Max da a entender tantas cosas que hasta yo quedo asombrada.

    Al final, la arpía termina por irse y los amigos de Max, luego de un rato conversando, también. Voy a aprovechar para pedir que me aclare bien su anterior comentario, cuando me vira y luego de darme un beso en la comisura de los labios, se para llevándome consigo hasta la pista de baile.

En ese momento me olvido de todo. De los acosadores, de Kevin, solo me concentro en el aquí y ahora, bailando entre los brazos del hombre que me hace sentir tantas cosas que no sé cómo empezar a explicarlas.

       —Estás hermosa —susurra a mi oído.

    —Gracias

        —Aunque yo te encuentro preciosa con lo que sea que te pongas —me sonrojo, como siempre. Él sonríe y nos movemos al ritmo de la música.

         Pasamos un rato en la pista, bailando canción tras canción. Observo a lo lejos a Ayla, divirtiéndose, Sky lanzándome dagas con los ojos y algún que otra persona mirándonos con curiosidad. La noche avanza y me divierto junto a Max, logrando alejar malos recuerdos.

    No obstante, todo cambia en un segundo. La gente comienza a gritar y correr despavorida. Max se tensa y cuando menos me lo espero me pone tras su espalda y saca su arma apuntando hacia un punto entre las sombras. Se oye un disparo y mi corazón empieza a latir descontrolado. Pasa todo tan rápido, que no lo registro hasta que ya es muy tarde. Un hombre vestido de negro emerge de entre las sombras, apunta su pistola en nuestra dirección y aprieta el gatillo. Más disparos se oye y la pared de músculos que antes estaba protegiéndome, cae al suelo con un aterrador sonido.

Miro hacia abajo y lo primero que captan mis ojos es la sangre en la falda de mi vestido, luego de eso, el cuerpo de Max, inerte en el suelo, cubierto de ese líquido rojo que me hace volver al momento en el baño de mi habitación.

   Me siento como si me estuviera muriendo. Me paralizó, mi pecho duele, me falta la respiración, pongo la mano sobre mi corazón y siento que este late incontrolablemente, no puedo respirar por más que lo intente. Mi vista se nubla y presiento que este, es el final de mi historia.

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